La aprendiz de prostituta

Una dama, de buena clase sociocultural y profesionista, busca la ayuda de un proxeneta profesional con el fin de que este la enseñe y le ayude a experimentar dentro del dificil y peligroso oficio de la prostitucion. Tanto la experiencia multiple dentro de un sórdido bar, y el trato...

LA APRENDIZ DE PROSTITUTA.

La mujer salió de la cantina terriblemente frustrada. De nueva cuenta había fracasado en sus intentos de volverse una prostituta; a la hora buena, no supo que conducta seguir. Sus esfuerzos fueron destrozados por su propia inexperiencia una noche más…El hombre a quien ella había elegido como su primer cliente, supo tomar ventaja de la candidez e ignorancia de parte de ella, fácilmente se aprovechó besándola y tocándola por todos lados sin la menor intención de pagar la cuenta, y de remate haciéndola que le prometiera irse con él la próxima vez que se encontraran con el fin de tener relaciones sexuales, completamente gratis. Este hombre, entre otras cosas se trataba de un musiquillo, criado en las sórdidas callejuelas del barrio en donde se encontraba ubicado la taberna en cuestión; y aparte de todo, se daba ínfulas de gran artista debido a que era la voz principal de un mediocre conjunto norteño.

El deseo de convertirse en prostituta, en realidad obedecía a una fantasía entre el esposo de ella y de su propia persona, por el simple placer, y como nueva parte de su extenso repertorio erótico. No obstante, el marido a su vez era ignorante en estas lides, por lo que ella busco a un “experto” quien además termino como amigo de la pareja. Este individuo fungía con ella y otras mujeres, como un “coach” profesional, y fue elegido por la dama a partir de cierta página de escorts y prostitutas, y quien según el propio decir de este individuo: contaba con amplia experiencia en el arte de las negociaciones sexuales: Desde conseguir clientes, cobrar y de ciertas técnicas amatorias que aseguraban el éxito rotundo.

A los días después del estrepitoso fracaso, el ducho proxeneta le llamo de nuevo a la mujer por el celular:

  • ¿Cómo te fue? Pregunto el hombre a la dama…

-Mal, respondió ella, muy mal…

Y el negociante sexual, debido a los continuos fracasos de ella, le respondió ya francamente irritado

-Ve de nuevo para el bar, y me esperas afuera…ahorita voy de inmediato a reunirme contigo. Y señalando enérgicamente el chulo le dijo:

-Con todo el respeto del mundo, pídele a tu marido que, si nos hace el favor de esperarnos a ti y a mí en el auto, ya que ahorita voy a darte una lección completa de cómo ser una real puta exitosa en una sola clase intensiva.

A ella se le hizo la palabra “puta exitosa” un tanto peyorativa, ya que cabe hacer notar que ella solo deseaba sentir la “adrenalina” junto con su marido, a pesar de también desear el recibir paga por sus servicios sexuales como cualquier mujer dedicada a la prostitución, para que la fantasía tuviera mayor realidad, pero hasta ahí llegaban sus intenciones. El matrimonio llevaba años especulando acerca de este juego erótico, el cual por una u otra razón jamás lo habían intentado.

La atractiva mujer esperaba una buena regañada de parte de su mentor en la materia de “puterias”, y también esperaba nuevas indicaciones de ciertas tácticas en las artes del cómo llegar a ser una buena cortesana; y con esa idea en mente fue a la reunión sensualmente vestida, como era su costumbre hacerlo, solo que, para fines prácticos y apropiados para estos lugares, ella iba vestida de forma mayormente provocativa, levantando suspiros a su paso.

Mientras ella esperaba fuera de la cantina de pie en un stand de periódicos y revistas la llegada del proxeneta, los hombres la adulaban con diversos piropos, algunos un poco más subidos de tono, aunque es posible que nadie sospechara el verdadero motivo de su presencia en aquel sitio, al igual que nadie sospechaba acerca de su verdadera vida social. El mismo dueño del stand, hombre de edad avanzada, ante la fina estampa de la dama, y reconociendo que nada tenía ella que estar haciendo en ese barrio, le insistía con el fin de que se retirara; temiendo un posible acercamiento cada vez más atrevido de parte de estos hombres, quienes la observaban como lobos acechando a su presa.

Una vez llegado el proxeneta junto a la dama, esta intentó darle un beso como siempre lo hacía cuando se encontraban en algún lugar, pero esta vez el hombre lo esquivó levemente, con un gesto adusto marcado en su rostro. Ella lo observo sorprendida por dicho acto, pestañeando con sus lindos ojos, pero no dijo nada, y ambos se dirigieron a la cantina, que ella misma había elegido previamente para llevar a cabo su hasta entonces fracasada fantasía; lugar escogido previamente y al azar, bajo el consejo del proxeneta, en el sentido de buscar “el bar más feo… en donde ella supuestamente iba a encontrar los mejores clientes…” Con esa idea, ella asistió con anterioridad a este sitio, en donde tuvo el encuentro fortuito con el musiquillo ya mencionado, el cual la manoseara a su antojo.

A pesar de que la cantina en cuestión no era un sitio peligroso, distaba mucho de ser un lugar de lujo, y definitivamente no concordaba con el tipo de vestimenta ni con el atractivo aspecto físico y personalidad de ella. En este lugar, algunos días de la semana las cervezas, eran más baratas con lo cual atraían a un mayor número de clientes, quienes aprovechaban para ver el futbol y comer botanas gratis. Las meseras del lugar no eran muy agraciadas físicamente hablando, por lo cual la extraordinaria belleza y elegancia sensual de esta dama cercana a los 50 años, había deslumbrado a los parroquianos.

El proxeneta tomo a la mujer de la mano, y tirándole con cierta brusquedad, la introdujo de nuevo al mencionado sitio. Ella pegaba unas carreritas sensuales con sus bellos tacones de terciopelo rojo sonando sobre los adoquines de la calle, debido al tirón del padrote, que con ello intentaba demostrarle tanto a ella como a los hombres ahí dentro, que él se encontraba al mando.

-Espera amor…espera, decía ella con una vocecita sensual en medio de los pasitos de muñequita, agitando levemente sus pechos y nalguitas durante el trote; que cautivaba indirectamente a los varones quien por casualidad la vieron y escucharon aquella tarde-noche.

El padrote hizo caso omiso de la súplica de ella. Una vez adentro, este se dirigió inmediatamente con el cantinero. Algunos de los parroquianos ahí presentes esa tarde, ya habían degustado el grácil cuerpo de ella unas noches antes, y sonrieron al observar que de nuevo ella los favorecía con su sensual y atractivo cuerpo ahora envuelta en una minifalda de piel negra, medias negras. Debajo de la falda de piel, sus preciosas nalgas se encontraban delicadamente envueltas en unas bragas trasparentes de color blanco, adornadas con un fino encaje por la parte frontal, por donde se transparentaba su delicado pubis depilado. La primorosa prenda cubría un liguero de satín negro sujetando las medias de lycra del mismo color. En la parte superior del cuerpo, ella portaba una trasparente blusa blanca cubriendo un fino brassier de encaje también de color blanco.

Mientras tanto, el “musiquillo” con aires de gran artista, y quien se aprovechara la primera vez de la candidez de aprendiz de puta de la linda mujercita, casi poseyéndola  en un rincón oscuro y semiocultos a los ojos de los demás dentro del bar, se encontraba sobre el destartalado estrado ejecutando una melodía en forma desafinada; mientras observaba entrar a la dama, esbozando una leve sonrisa de triunfo, ya que este suponía que ella había regresado enamorada de su inflada cara y panza cervecera, y de sus supuestas artes amatorias. No obstante, su sonrisa se disipo un tanto al notar la presencia del hábil proxeneta acompañándola.

El negociante sexual mientras tanto, se apalabraba con el cantinero, y este asentía moviendo la cabeza afirmativamente, a la vez que sonriendo volteaba a ver a la dulce señora aprendiz, saboreándose con su atractiva imagen. Ella se preguntaba en su cabecita lo que pudiese estar ocurriendo, ignorante de que estaba a punto de ser tasada como una yegua a un comprador cualquiera: una vil puta a pesar de ser una dama fina y educada.

El guardia recibió la orden de parte del cantinero (quien a la vez era el gerente de la cantina) de cerrar la puerta del local, permaneciendo solo los clientes que ya se encontraban dentro antes de la llegada de ellos; y en ese instante el cantinero pidió al conjunto norteño que momentáneamente dejara de tocar la música, tomando entonces el micrófono el ilustre proxeneta dirigiéndose a los asiduos consumidores del bar:

-Señores: la dama aquí presente, es una putita bajo mi representación profesional, a quien ustedes podrán follarse por la módica suma de…

Ella era incapaz de dar crédito a sus oídos, se sintió humillada ante el calificativo de “putita”, ¿y de que otra forma suponía ella que la iban a tomar los ahí presentes? ¿No era esto mismo lo que ella andaba buscando ser? ¿Acaso suponía que iba a encontrar nobles caballeros que la trataran como a una dama?

Abría su boca decorada de color rojo intenso, en un mohín de incredulidad, mostrando sus pequeños dientecillos blancos, con ganas de decir: “no…no…” y salir despavorida de ahí, pestañeando a la vez con sus ojos seductoramente pintados; mientras que el ducho padrote la sujeto suavemente de una mano diciendo:

-Tranquila mi vida…aquí no pasa nada, con la suficiente fuerza de voz con el fin de que todos escucharan a través de las bocinas, haciendo notar que independientemente de todo, venia protegida por un supuesto macho alfa. Ella deseaba desaparecer de la faz de la tierra; efectivamente anhelaba jugar a la putita, pero en forma velada y sobre todo oculta, y ahora su tasador la vendía como a toda una esclava sexual sin voluntad a aquella masa amorfa ávida de una mujer de su clase y sobre todo a un precio accesible; no obstante, algo le ocasionaba una punzada de profunda satisfacción, al verse tratada como tal.

-Esto desde luego, no incluye sexo anal, ni sexo oral de ella a ustedes continuó hablando el proxeneta, pero la mamada de ustedes a ella, si va incluida en el trato…cuentan con 10 minutos una vez concluida mi padroetesco convenio sexual para cogerse a esta linda mujer ama de casa, quien anda por estos lares en busca del placer de convertirse en puta; el que llegue primero gana la mano, y así conforme se vayan apuntando. El anal cuesta el doble de la tarifa acordada, y la chupada de ella a ustedes, un 25 por ciento más de la tarifa estipulada. La pura mamada y la puñeta sin sexo de ningún tipo, cuesta la mitad.

Mientras ella se encontraba al borde de la histeria, un rayo de excitación iba “in crescendo” como en una sinfonía de Mozart que la mantenía expectante, con la boca seca y el corazón con un “tun tun tun” taladrando los tímpanos de la mujer. Ella no cabía de la sorpresa, su corazón amenazaba con explotar, y casi se desvanecía ante el cínico atrevimiento de su amigo y padrote; un tropel de 10 hombres se fue a trompicones con los billetes en la mano hacia el proxeneta, quien los anotaba conforme llegaban.

  • Pero ¿qué haces? Le dijo ella en voz baja al negociante sexual…

  • Cállate ordenó el hombre, observándola duramente a la vez que la tomaba con firmeza de una de sus delicadas muñecas, mientras que, sin previo aviso a la mujer, procedía a retirarle la blusa, ante las débiles protestas de la dama. En ese instante la doblo de la cintura haciéndola parar el culo, y antes de que algo pudiera ella hacer, le subió la falda de piel negra pegada al cuerpo, tirando fuertemente de la prenda hacia arriba, amenazando también con romperla, a la vez que la sometía con intensas nalgadas con todo y los esfuerzos de ella por defenderse.

Este acto acicateó el deseo sexual principalmente de aquellos hombres un tanto o muy propensos al sado masoquismo, mientras la mujer pataleaba y sollozaba ante la algarabía de la masa alcoholizada en espera del manjar que supuestamente sería arrojada al ruedo para festín de las fauces hambrientas, y cogérsela entre todos como perros callejeros a una perra. Mientras ella luchaba intentando bajarse la falda, a la vez que el hombre hábilmente ya la había dejado solamente en brassier, y luego desabrocho la falda bajándola a duras pena por las caderas debido a los cuadriles femeninos, y en parte a la resistencia de ella; con todo y los gritos y amenazas del explotador sexual entre nalgada y nalgada, mientras que la mujer se sostenía las bragas trasparentes, en un fragoroso intento de que no fueran bajadas junto con la falda deslizándose por sus soberbios muslos.

-No lo puedo creer de ti…sollozaba ella: Tú que siempre fuiste todo un caballero conmigo, y que además dijiste que me amabas…

-Si te amo putita encantadora, respondió el experimentado padrote esbozando una cínica sonrisa, pero ya te pasaste del límite de mi tolerancia.

-Es que no puedo hacer esto, respondió débilmente ella con la voz interrumpida…

-Pues ahorita va a usted a poder mi excelente y suculenta mujer, le respondió el padrote…ahorita va a brotar la puta que toda hembra lleva oculta dentro de su alma y que todas lo niegan; ya basta mujercita linda de remilgos y consentimientos. Además: usted quiso ser una puta por su propia voluntad, así que ahora se aguanta. No me vayas a obligar a que te aplique unos cintarazos, te juro que si lo hago ¿eh?

Ella guardo silencio porque supo que en realidad a esto se encontraba expuesta, extinguiendo el llanto que pugnaba por brotar. Su imagen más bien reflejaba el de una condenada a muerte quien era conducida al matadero y expuesta ante las miradas del populacho; y en ese preciso instante, el proxeneta le atizó una fuerte y sonora nalgada delante de todos lo cual la hizo pegar un gritito, a la vez que este le ordenaba:

-Sonría usted a los hombres…retíreme esa cara de mártir ¡pero ya!

De tal manera la núbil e inexperta cortesana sonrió al público, y en eso ocurrió que el recinto se cubrió de una rara sensualidad. La muchedumbre se vio imantada con la proyección de su imagen, incluyendo al explotador sexual, mismo que sin ser capaz de explicarse lo que estaba sucediendo, se sintió invadido por un raro embargamiento que suavizó su espíritu depredador, el cual en ocasiones carecía incluso de piedad. Esto fue solo un instante fugaz, despertando todos después de breves segundos cual hipnotizados, sin tan siquiera ser conscientes de lo ocurrido.

Era una ama de casa, profesionista sumisa y temerosa; bella de rostro y cuerpo en plena edad adulta, candorosa, apasionante y voluptuosa, y a la vez ansiosa en secreto por ser poseída cual perra caliente. Expuesta prácticamente desnuda ante la lujuria desenfrenada de aquel grupo de hombres pertenecientes a lo que Carlos Marx definió como la “lumpen del proletariado”. Algunos de ellos ya se frotaban emocionados el promontorio viril tremendamente erguido entre los pantalones, y los más osados, ya se encontraban con ella de fuera y “pajeandose”, catalizados por los humos del alcohol; mostrándole a la mujer todo el poderío de su dureza masculina cual hueso, como diciendo: “Mira lo que te encuentras a punto de tragarte por todos tus orificios puta”.

El júbilo de la muchedumbre era enorme, reiniciando el cantinero la música de la rocola, en medio del aquelarre. Una vez quedando ella solamente en pantaletas, debido a que, con un hábil movimiento de los dedos del explotador, su sostén de encaje fue retirado, permaneciendo ella solo en medias y liguero así como calzando sus bellos tacones de terciopelo de color rojo, y en eso el vividor de mujeres le ordeno:

-Bájate los calzones…Y ante la incredulidad y el titubeo de la atractiva mujer, le volvió a repetir a esta en tono enérgico:

  • ¡Bájate los calzones…! no me obligues a bajártelos yo, porque lo voy a realizar con violencia delante de todos ¿entendido?

-Por favor mi amor, murmuro ella en tono suplicante con cara de gatita asustada…

En realidad, el terror la invadía…

Pero ante la mala intención reflejada en los ojos de lobo endiablado de su padrote, procedió temblorosa a retirarse avergonzada las bragas, apareciendo un pubis totalmente depilado y por detrás un lindo trasero redondito sin ser escandalosamente prominente.

El bullicio era ensordecedor, y a duras penas la fuerte excitación de los machos ahí presentes se podía contener; incluyendo a su negociante sexual, quien muy a su pesar, admitía que la observaba con cierta infatuación erótica como jamás antes a mujer alguna; y debido a ello, una emoción casi incontrolable cruzó por la mente del proxeneta: la de salir corriendo de ahí, llevándola a vivir con él a cualquier lugar ocultos del mundo; lo anterior lo supo ella tiempo después, en una misiva enviada desde algún lugar.

Antes de aquel cegador episodio, la mujer se mantuvo sumisa con los ojos en el suelo, mientras que los hombres se sabían próximos a poseer a la dama ahora convertida en puta. Mientras tanto, el manager de putas, le propinaba orgullosas nalgaditas delante de los “compradores” con la palma de la mano dirigiendo el golpe de abajo hacia arriba, con lo cual se agitaban levemente las dos medias sandias que ella tenía por nalgas, demostrando con ello la firmeza de los glúteos bien trabajados por medio de ejercicios de gym; observándose en medio de dichas sandias, una grieta profunda y oscura, que provocaba en todos los desarrapados aquellos un delirio sexual hasta casi rayar en la locura.

Sobreponiéndose el padrote a su debilidad pasajera motivada por la bella mujer, cínicamente la afianzo con fuerza de ambas nalgas separándolas, y con un desplante de control, la dobló 45 grados hacia enfrente, con la intención de mostrarles el bien depilado ano de un color café claro, similar a un botón de rosas. La mujer se resistió levemente, y fue cuando el manager le atizo de nuevo una violenta nalgada y un grito pavoroso, haciéndola que cediera; e inclinadita con su bello cuerpo hacia enfrente, permaneció con sus deslumbrantes tetas colgando, y con el culo expuesto. Unas cuantas lágrimas surcaban las mejillas de ella, pero ante la férrea mirada del explotador reprochándole su conducta, trago saliva, y en forma rápida se limpió los ojos, y sonrió…

De nuevo el recinto se vio cubierto de un raro embrujo ante la sonrisa de ella, y con esto también la integridad emocional del hábil e insensible proxeneta; y el hombre se vio obligado a realizar otro esfuerzo sobrehumano reponiéndose a duras penas, y empleando un tono conciliador le dijo a la mujer:

-Así me gusta putita mía, ¿Qué te cuesta?

Un tipo ya bastante ebrio intento colarse por debajo del cuerpo de la mujer quien se encontraba de pie en medio de la pista de bailar, mientras permanecía con sus bellos pechos colgando como dos tiernos y rechonchos lechoncitos, sacudiéndose ambas hermosamente debido a la inclinación junto con las nalgadas propinadas por el padrote. El borracho en cuestión, llevaba la intención de prenderse como becerro de una de sus mamas, pero antes de lograrlo, un agresivo grito de parte del padrote, hizo que el guardia del bar entrara en acción, levantando al individuo pasado de copas de un tremendo puntapié en pleno tórax, y a rastras fue llevado hasta la puerta y arrojado fuera del lugar, y los demás hombres le arrojaban cerveza o lo escupían a su paso entre risotadas y maldiciones.

Mientras todo eso ocurría, ella abrigaba secretamente y muy dentro de su ser, algo tremendamente poderoso que la sacudía de gran emoción y placer: observar su cómoda vida sometida por un humillante y avasallador control a manos del padrote. Era una sirvienta sexual expuesta a los deseos de los hombres; toda su vida social, construida como una muralla, se había derrumbado dentro de aquel recinto de alcohol y templo de la diversión mundana. Su personalidad social, duramente construida a base de convencionalismos gritaba afuera del feo lupanar desesperada, mientras la hembra ganosa de sexo, se encontraba ahora en mando; ella era en esos instantes una esclava, pero a la vez una diosa que después de todo controlaba a la masa a su antojo sin siquiera proponérselo.

El padrote la obligo a caminar  bellamente desnuda al ritmo de la música, a través de la rustica y fea pista de bailar del bar; deambulando con gran naturalidad y donaire, elevando la mirada bajo sugerencia del padrote, y sonriendo  a los parroquianos, con lo cual ella continuó resquebrajando fibras desconocidas dentro del alma de aquellos hombres rústicos y profanos, llenando increíble e inesperadamente todo el  espacio desenfrenado de la cantina, con un aire de paz, y en ese entonces el negociador grito:

-Todos los que ya pagaron tendrán el derecho enseguida de cogerse a esta señora ama de casa, quien se trata de un ejemplar virgen para estos menesteres, y aquel que aumente su paga en 10 dólares más, será el primero en tener el honor de desvirgarla en estas lides. Cuatro de los previos clientes entraron a la puja iniciada por el astuto individuo, y los que no se habían apuntado por falta de dinero, intentaban obtener prestado de los otros hombres para poder gozarla también. Los hombres que no pudieron pagar, se conformaron con ser espectadores y jalársela viendo la manera como se cogían a la atractiva hembra.

El comerciante sexual no acepto que el músico y ventajoso individuo quien antes tomara a la mujer en contra de su voluntad, besándola y manoseándola a placer, entrara en la subasta de la dama. Este se mantuvo rumiando su desprecio arrinconado observando toda la acción desde determinado lugar, relegado como un mueble abandonado, siendo objeto de burla de los que conocían la causa del rechazo.

Una vez sorteados los individuos, el proxeneta tomo a la señora de una mano dirigiéndose con ella hacia una destartalada mesa de billar localizada al fondo de la cantina. La atractiva señora caminaba sensualmente dando pequeños pasitos con sus tacones rojos, agitando sus nalguitas paradas y tetas al aire libre, colocando el padrote una sábana que ya llevaba dentro de una bolsa ex profeso, ayudando a la mujer a treparse a la mesa de billar con el primer cliente, mientras que los siguientes y los que no pagaron incluyendo el guardia, estaban observando llenos de excitación la escena a desarrollarse lo más cerca posible.

El cantinero fue el primero, haciendo uso del llamado “derecho de pernada” al mejor estilo de los viejos hacendados, como premio por haberse arreglado con el hábil padrote favoreciendo el negocio.

Hincados mujer y cantinero frente a frente, este se engarzo fuertemente a ella, besándola como si intentara devorarla, metiendo sus manos entre la frondosa cabellera de la mujer, impregnándola con su ocre sabor a cerveza pululando en su aliento, dentro de la boca de la dama. Luego le mamo primero las tetas tomándolas con ambas manos y elevándolas ante el solaz de los hombres, y recostándola finalmente, succiono lleno de lujuria el delicioso clítoris, vagina y el botoncito trasero, empapándose todo su ser del excitante olor de la hembra, entre jabón, perfume y su estrógeno natural; así permaneció el hombre por unos cuantos minutos, mientras los otros observaban en silencio, sin permitírseles tocarla, a la vez que la mujer bramaba de placer agitándose sobre la sabana.

La monta de este macho hirviendo sobre la hembra abierta de piernas quien solo calzaba sus medias y liguero, incluyendo los sensuales tacones altos de color rojo, fue desesperada. El cantinero introdujo su humeante verga en la estrecha vagina de la mujer, colocando sus hermosos muslos femeninos sobre sus toscos y sudados  hombros, empujando desesperado la goteante tranca hasta la empuñadura y los huevos gordos rebotando, y al parecer la emoción de gozar a tal mujer, y lo apretado de la vagina de ella, lo hicieron reventar en escasos segundos como quien exprime una fruta madura ya casi pasada…todo el abundante néctar lechoso inundo los adentros de ella, quien aparte gritaba. Todos tragaban saliva desesperados ante la ardiente visión y por los gritos sensuales de la dama.

El segundo en suerte, fue el baterista del grupo norteño, y arrebatando enloquecido a la bella dama de las manos del cantinero, metió su parada verga y bombeo a la mujer, intentando extraer todo el semen del cantinero, en una lucha de poder por dejar dentro la semilla triunfante. Era una máquina de vapor corriendo a la máxima velocidad, entre los gritos de ella, quien abrazaba al flaco individuo con brazos y piernas, escuchándose todos los fluidos al ser expulsados de la vagina ante el vigoroso empuje del flaco…En un instante, el hombre descendiendo por las tetas de la mujer primero, y luego su terso abdomen, chupó el ombligo de ella, para finalmente mamar profusamente el clítoris inflamado de deseo de aquella reina.

Ella lloraba, suplicaba y arañaba la espalda del baterista, mientras este le besaba desquiciado la boquita femenina sensual, y le chupaba el terso y delicado cuello de cisne. En veces el hombre le bajaba las piernas, pero sin dejar de embestirla con fuerza y frecuencia, cimbrándola con cada metida. El hombre tuvo una explosión brutal, gritando al instante de eyacular una enorme cantidad de engrudo humano, escurriendo hacia afuera del receptáculo femenino, hasta mojar nalgas y culo, corriendo como un arroyo hacia los muslos impregnando la sabana completamente revuelta sobre la mesa de billar, junto a los previos arrojados por el cantinero.

Todavía ella intento afianzarlo con sus brazos y piernas con el fin de retenerlo un poco más pegado a ella, besándolo agradecida tras recibir tan soberbia cogida, pero el delgado sujeto fue arrebatado de sus brazos y casi arrojado a un lado por otro parroquiano alto y enorme, este era un señor que a pesar de su gran obesidad, mostraba una extraordinaria agilidad, trepando a la mesa de billar habilitada como cama para coger, metiendo su verga de gran diámetro en la vagina de ella, abundantemente espesa de tanta leche de los dos hombres anteriores.

El grueso individuo se hecho como un enorme elefante marino encima del esbelto y delicado cuerpo de la mujer, aunque increíblemente no la sofocaba, pero cubriéndola toda con su enorme corpachón. Solo se podía distinguir los brazos esculturales de ella, por los lados de la enorme humanidad varonil, así como los fuertes muslos de la mujer cual columnas de mármol de un templo griego, abrazando y soportando los fuertes empujones del paquidermo; abriéndolos y cerrándolos entre gritos y palabras amorosas aguantando las fuertes zambullidas. A la vez que esto ocurría, se escuchaba el chapoteadero de semen brotando de la apretada vagina…

Ciertos minutos después, el gigantesco hombre extrajo su gruesa macana de la vagina de la señora, vertiendo toda su leche caliente sobre las tetas de ella, mediante un grito gutural semejando un cerdo apuñalado a punto de fallecer, a la vez que la mujer desparramaba todo el requesón sobre ambos pechos con ambas manitas de uñas bien pintadas.

El grueso y grotesco individuo tipo shrek, respiraba dificultosamente como animal herido debido al esfuerzo desarrollado durante la grandiosa faena. Tembloroso transpiraba a chorros, y debido a ello, había bañado de pies a cabeza a la señora; olía fuerte pero no obstante ella lo había besado por todas partes, succionando el rancio líquido que corría por el pecho del hombre cual cebo de ballena. Las axilas manchadas del enorme sujeto de un color oscuro, chorreaban de los pelos y desperdigaba su aroma intoxicando todo el cuarto de billar; y mientras el siguiente hombre en la fila lo apuraba desesperado, el gordo se negó a abandonar a su presa, dirigiéndose al proxeneta quien ahora se encontraba excitadísimo observando el desempeño de su obra maestra: “La adorable joyita de puta que él suponía y presumía haber creado”

El grotesco hombre sostenía el grácil y bello cuerpo de la mujer entre sus brazos pegada contra el suyo, y de espaldas en contra de la enorme panza y velludo tórax del gordo chorreando sudor, negándose a soltarla; ella tampoco había limpiado el semen escurriendo entre sus tetas. Sin importarle nada, el hombrón grito una oferta para convencer al proxeneta con el fin de que aceptara y poder poseer a su protegida por el culo “ipso facto”, sin esperar ni un solo minuto.

El inteligente padrote calculó que el  hombre debido a su intensa calentura y apoyado en su colosal corpulencia, no iba a cederle el turno fácilmente al siguiente en la fila sin dar pelea, y que lo menos que deseaba era crear un conflicto, por lo que procedió a tomar la cantidad pactada de la bolsa del pantalón del  individuo, ante las protestas de los otros clientes debido a lo que ellos consideraban un abuso de parte del marrano, pero tampoco fueron capaces de hacer nada al respecto.

Ella llorando le pidió que por favor no la atravesara sin condón por su culo…y el individuo increíblemente acepto, aunque al final de la terrible y salvaje metida, este saco su falo encapuchado del hermoso agujero trasero de la dama, y retirándose el hule, derramo fuertemente un chorro de semen caliente en torno al agujero anal aun dilatado de ella como producto de la tremenda garrotiza; tal pareciera por la cantidad de semen que no había cogido en semanas. Ella increíblemente todavía elevaba su trasero solicitando por medio de estos movimientos que deseaba más candela por su hermoso culo, la dama se había venido varias veces ante los ataques viriles, pero ya había derrotado al enorme animal, quien solo atinaba a observar la belleza del cuerpo de la mujer, completamente avasallado por ella, perdiendo paulatinamente toda su enorme erección.

Antes de ese final, ella pujaba y se retorcía como un gusano torturado con sal de dolor principalmente cuando este iniciara a penetrarla con la enorme e ingurgitada cabeza de su pene, luchando por dilatar y vencer el esfínter anal. Después del llanto inicial de ella, llego el placer al entrar la mitad de la verga, y gozaba locamente con cada metida del inmenso hombre, quien se recargaba con todo su tonelaje sobre la delicada espalda de ella, mientras que la fina y bien educada dama, gritaba obscenidades.

Era increíble observar como la frágil hembra soportaba el inmenso peso del hombre, sumando a ello, los poderosos embates de este, hasta que finalmente ella cedió reposando su abdomen sobre la mesa de billar, aunque todavía tuvo la gran fortaleza de permanecer con su bello trasero parado, aguantando las acometidas. La concurrencia gritaba frenética, escuchándose como los huevos del gigantón se azotaban en el periné todo cubierto de espumoso semen que escurría de las adorables entrañas de la dulce criatura; produciendo ruidosos pedos vaginales entre metida y metida.

Otro hombre ya se había encaramado sobre la mesa de billar ansioso por cogerse a la mujer, a la vez que el tremendo caguamón descendía bajándose a duras penas, y girando a la dama el reciente individuo, la penetro sin previo aviso colocando sus piernas al hombro. Después de cierto tiempo, este individuo volteo a la dama y en cuatro patas le atizo con rapidez de conejo, a la vez que ella chillaba como una puerca en matadero, gritando y pidiendo más y más. Este hombre a la vez le metía un dedo por el trasero a la mujer, luego fueron dos, y simultáneamente ella se venía una y otra vez, arrojando chorrillos de líquido a través de su uretra.

Hubo una explosión de leche dentro de ella en posición de perrito, y la mujer volteaba a ver al que se la cogía de manera desesperada, a la vez que ella le aventaba besitos al hombre, mientras este debido a la tremenda excitación, la jalo del pelo bruscamente provocándole un quejido, ante lo que el padrote le recrimino y pidió tuviera mayor cuidado con ella para que no fuera a lastimarla del cuello, el cual ella tenía resentido de un accidente de auto varios años atrás.

Un pequeño hombre como de 1.50 de estatura tomo su turno muy ansioso, montándose de manera chusca debido a su pequeña estatura a la mesa de billar entre las risotadas burlonas de los ahí presentes, sorpresivamente le pidió a ella que se orinara dentro de su boca sentándose para ello a horcajadas sobre su cara. Ella haciendo un gesto de repulsión por lo solicitado, intento negarse, pero el padrote la obligo a subirse finalmente sobre el rostro del hombre, llevándola de la mano hacia la cara del diminuto; era obvio que al astuto padrote le había pagado aquel pequeño cliente bastante bien. La mujer se colocó viendo en sentido contrario al hombre tirado sobre la mesa, manteniéndose en posición de orinar, mientras todos corrían desbocados arremolinándose en torno a los protagonistas para ver el acto de lluvia dorada y la orina siendo tragada por el hombrecito aquel.

Ella era sostenida de la mano por dos voluntarios con el fin de que no perdiera el equilibrio, y pujaba sentada a horcajadas cerca de la boca del hombrecillo, un tanto avergonzada debido al escurrimiento de semen que este atrapaba con su boca, incluso los que estaban escurriendo en torno a las nalgas y al ano, depositados por los que se la habían cogido minutos antes.

Por fin, ella soltó el primer chorro de orines en la boca del hombre, ante la intensa algarabía y aplausos de los presentes; la mujer sentía mucha vergüenza, sobre todo debido a que involuntariamente corono su acto con una retahíla de gases de su ano, mismos que fueron coreados por la concurrencia exaltados de intensa emoción, y fustigados por el alcohol.

Una vez terminada de salir la última gota de orina, el enano con su lengua de reptil saboreo los genitales de ella, haciéndola tener un fuerte orgasmo. Como pudo la mujer descendió de su pequeño trono, y tomada de las nalgas fue ensartada por una verga bastante grande comparada con el tamaño del hombrecito. Este presentó una fuerte eyaculación, mientras que ella lo montaba con gran intensidad, y al final, la mujer suplicó al proxeneta por una tregua para ir al baño a secarse y lavarse tanto el sudor, como la leche de macho y ahora sus propios orines.

Todos los presentes la despidieron entre vivas y atronadores aplausos, insistiéndole que no tardara mucho. Cuando ella entro al retrete, se extrajo de su vagina un condón vaginal a reventar de semen, condón que ella se había introducido en cierto instante antes de iniciar el intercambio sexual, dentro de su vagina sin que los hombres ni su padrote se dieran cuenta, y luego se introdujo uno nuevo que llevaba consigo dentro de su bolso de mano.

Salió del baño en donde estuvo lavándose como le fue posible en los horribles lavabos del lugar, y apenas emergió del escusado, fue tomada por unos gemelos que ya la esperaban ansiosos, y como locos se la cogieron tirándola en el suelo sobre la sabana: Uno por delante y otro por el culo, pidiéndole ella al padrote obligara al gemelo que deseaba cogerla por el culo, que se pusiera condón, mismo que así lo hizo. El que estaba en su vagina se encontraba con ella clavada sobre su enorme verga, y abriendo este las nalgas de ella, favoreció la entrada de su hermano por el culo de la mujer. Ambas vergas salían y entraban sin cesar, semejando dos pistones de motor: uno entrando, y otro saliendo.

La increíble dosis de longaniza humana parecía no tener fin, hasta que ambos explotaron llenándola de semen, mientras que el que se encontraba dándole con fuerza por el trasero de ella, después de eyacular cayo pesadamente como fardo sobre las espaldas de la bella mujer, exhausto y casi desfallecido; hubo necesidad de quitarlo de encima ya que aparentemente se había desmayado. El otro gemelo estaba consternado por su hermano, ya que, según este, su gemelo sufría de cierta cardiopatía según dijo a la concurrencia, a quienes les importo un bledo, y los quitaron con el fin de seguirse clavando a la atractiva y recién inaugurada puta.

Todo el hermoso cuerpo de la mujer siguió recibiendo metralla sin cuartel, y ella, jamás arreo banderas a pesar del intenso bombardeo, no obstante, los fuertes alaridos que ella pegaba, las palabrotas vulgares y otras de amor, jamás dijo: basta. Las marcas de chupetes, nalgadas y rasguños se contaban por decenas sobre su atractivo cuerpo. Hilillos de espeso semen escurrían de su vagina por sus muslos, a pesar de que nadie fue capaz de notar que ella llevaba insertado aquel condón femenino; la dama temblaba de la emoción y de la baja de azúcar debido al desgaste físico, mientras que un individuo tuvo el buen tino de darle un chocolate que ella devoró, y otro le regaló una bebida de electrolitos, ayudándole el potasio contenido en esta, a los calambres que ella empezaba a presentar en sus hermosas piernas.

El extraordinario suceso era algo que ya se comentaba entre los hombres ahí reunidos aquella tarde noche con gran admiración y respeto. Cuentan que de ahí nació cierta leyenda urbana relacionada con las proezas sexuales de ella; y varios hombres vinieron allende la frontera incluso a buscarla con el fin de conocerla y estar sexualmente con su persona, cubriendo generosamente su entrega sexual. Hubo hasta un corrido relatando aquella hazaña, y en la actualidad el reconocimiento de hombres y mujeres hacia ella es enorme.

Después del maratónico ajetreo sexual, ella recogió sus húmedos calzones blancos que estuvieron botados en el suelo, y ahora en poder de uno de los clientes quien los husmeaba como sabueso; ofreciéndole a la bella dama cierta cantidad de dinero cuya generosa oferta ella rechazo. Y con las medias destrozadas sobre sus fuertes muslos, y aun fijas a su atractivo liguero, también recogió su brassier todo pisoteado, junto con su falda y blusa y se vistió parsimoniosamente sin hacer ninguna mueca de dolor ni mucho menos quejido alguno: Era una reina y sus hombres representaban a sus súbditos sexuales, quienes atónitos no eran capaces de dar crédito a la enorme fortaleza y sensualidad de aquella dama que fue capaz de tragarse tantos kilómetros de pene sin quejarse.

El padrote también la observaba atónito, muy sorprendido por la increíble demostración de entereza sexual de parte de lo que el suponía: “su reciente creación”. No era capaz de creer que aquella fina y educada dama tuviera tanto potencial erótico y sexual. En secreto, el proxeneta ardía en deseos por poseerla sexualmente, ya que todo ese tiempo en que otros se la cogían, él había estado muy ansioso porque llegara pronto el final. A duras penas creía ser capaz de llegar primero por el esposo de ella, y luego todavía ir los tres al hotel.

Ella procedió a arreglarse su cabello y cara lo mejor que pudo, pintando sus inflamados y adoloridos labios del intenso fragor de la batalla sexual, ya que fue besada por todos aquellos labios, a su vez de los individuos que pagaron cantidades extras para que ella les succionara el pene; y se dispuso a dejar atrás el sórdido burdel y cuna de su extraordinario debut como puta, entre vítores de los hombres, mientas caminaba afianzada del brazo de su padrote quien iba orgulloso llevándola como trofeo y sintiéndose dueño absoluto.

En eso, ella descubrió a un joven de quizá escasos 20 años, y al parecer cliente asiduo del antro en cuestión, observándola lánguidamente mientras ella abandonaba el lugar, sentado este en un rincón cercano a la puerta de salida. El joven era delgado, casi famélico, desgarbado, mal vestido pero extrañamente limpio, y no del todo alcoholizado. Al chocar sus ojos, este se fue de hinojos a sus pies, sorprendiéndola y asustándole un poco, y sujetándola por las rodillas en un melodramático abrazo, empezó a sollozar:

-Yo ya no traigo un solo centavo dijo el joven lastimeramente, pero nada me haría más feliz en la vida, que el hecho de que usted me regalara un solo beso.

Arrastrándolo ella de la mano, y a pesar de las protestas de su padrote, lo condujo al mismísimo rincón en donde estuvo una noche antes con el cantorcillo del grupo, y sentándose encima de la mesa, quedó con su vulva expuesta (ya no se había colocado sus bragas llenas de tierra y semen), apuntando abierta justo a la cremallera del pantalón del jovencito, este de manera impulsiva y a trompicones extrajo ansiosamente su verga goteante, colocándola y jugándola un rato en el introito vaginal, ocasionando lloriqueos de placer intenso en ella, prendiéndose a su vez de los labios femeninos, introduciendo uno a otro la lengua dentro de sus bocas.

Hubo una penetración intensa hasta el fondo, rebotando los ingurgitados huevos en las nalgas de ella y por dentro, la cabezona dilató la matriz hasta el límite de su capacidad abdominal, y tras breves embates, el jovencito fue incapaz de contenerse y derramo toda su viscosidad varonil, escurriendo todo el líquido espeso por las nalgas y piernas de la mujer. Durante la intensa metida, ella presentó en sus enormes pezones una gran ingurgitación sexual que los puso al borde de estallar, mientras el los mamaba frenético entre empuje y empuje de su gorda y larga verga expandiendo las entrañas; mientras ambos reventaban al unísono en un orgasmo inconcebible.

El jovencito se negaba a abandonarla y extraer su pene del interior de ella;  este permanecía erecto como una roca, y palpitaba escupiendo restos de semen mientras el como un oso la mantenía pegada a su cuerpo buscando los labios de ella, y la dama debido a la sensación vaginal del palpitante pene punzando hasta adentro, empezó a mover sus caderas, a la vez que correspondía ardiente con sus propios besos en la boca varonil, iniciando una nueva rebatinga que los condujo a una  enardecida cogida que fue la envidia de muchos. Al final, ella se bajó su minifalda y conteniendo la abundante melcocha blanca saliendo de su interior mediante una toalla sanitaria extraída de su bolso, la coloco y por fin abandono el lugar.

El jovencito la siguió unos metros, pero la actitud agresiva del padrote lo hizo desistir, mientras que ella garrapateo su número de celular y se lo entrego rápidamente a este. El proxeneta sumamente irritado le dijo al joven:

-Ya lárgate de aquí…encima de que no pagaste un solo centavo, ¿todavía deseas seguir cogiendo gratis?

Y fulminando a su puta con la mirada, le propino un tirón de la muñeca y una nueva nalgada fuerte en plena calle y a la vista de algunas personas; arrastrándola rumbo al encuentro con el esposo de ella quien ya debía estar sumamente nervioso por no saber de ellos, principalmente de su mujer. Antes de llegar al punto de reunión con el marido, el chulo la tomo del pelo y le plantó una bofetada, interrogándola:

  • ¿Quién soy yo?

-Mi Rey…mi papacito…respondió ella con voz apenas audible, tragando saliva.

-Y que nunca se te olvide ¿Me escuchaste puta? Preguntó el padrotón, y continuando le dijo a ella:

-No le vuelvas a regalar tus nalgas a nadie ¿Me entendiste? Ese culo es mío, yo digo con quien, cuanto y como…Ella, en actitud sumisa, siguió al padrote tirándola del brazo. Al verlos llegar, por un lado, el marido respiro aliviado, mientras que, por el otro, se encontraba sumamente impresionado por el aspecto de ella.

Al llegar al hotel en compañía de su padrote y de su espantado esposo, la mujer se mantuvo silenciosa debido a la intensa fatiga física como por el gasto emocional, junto con el trauma psicológico de verse expuesta ante los hombres como una vil puta, sorteando todos los problemas ya descritos. El esposo se exasperaba debido a la falta de respuestas claras de parte de ella acerca de lo que había ocurrido; ya que su mujer había salido de casa bellamente arreglada, mientras que ahora semejaba a una sobreviviente de una desgracia.

Finalmente, ella se desplomo fatigada sobre la cama, empezando a relatar cada uno de los acontecimientos en forma pausada y atiborrada de detalles de lo que ella había experimentado desde que entró con el proxeneta y de todo lo ocurrido; hablo de cada centímetro de su piel atomizada por los destellos eróticos ocasionados por las caricias de aquellos toscos como desaliñados varones, y de sus pensamientos calientes que la recorrieron como un arado sobre una extensa porción de tierra fértil mientras era penetrada. El marido la escuchaba incrédulo y boquiabierto…

En eso estaban cuando su proxeneta se arrojó a su lado, visiblemente emocionado y muy caliente debido al relato de ella, así como por lo vivido en forma directa entre ambos, y ávido succiono los restos de semen  que pudiera existir desparramados por toda su humanidad y los que aun fluían de su vagina, entremezclado con el aroma de todos los machos que se la habían cogido; y con todo y eso, la mujer todavía fue capaz de recibir la cogida de ambos: Su esposo, también al borde de la locura por los detalles de la narración de ella, e imaginándola gozando como una perra caliente, la tomo por la vagina y separando ambas nalgas con sus manos, el hábil padrote la penetro por su culo.

Durante la penetración, ella dejo escapar primero dulces como tenues gemidos que fueron en aumento, hasta inundar la habitación con un enorme escándalo de gritos excitantes, siendo escuchada a través de las paredes por otras personas. El padrote fascinado con la hembra, deseaba quedarse a vivir bajo el mismo techo de los esposos, lo cual quedaron de discutir los tres después de descansar.

Para concluir con broche de oro aquella enorme comilona sexual, y en una especie de ritual ceremonioso, fue cariñosa y delicadamente aseada por ambos hombres en la regadera del hotel como un tributo de un par de sacerdotes de eros a la diosa, para luego caer finalmente rendida hasta cumplir 12 horas de sueño.

Ella paso la noche en la cama durmiendo con el padrote completamente vaciado de su reserva sexual, quien aparte cayó en una especie de estado catatónico, y a la mañana siguiente, ella se puso en pie procediendo a vestirse con una ropa extra que su esposo le llevara dentro de una pequeña maleta…

Lo que su proxeneta ignoraba, es que aquella noche, después de la rebatinga sexual y aun dentro del antro, ella tomo su dinero arrebatándolo de manos del proxeneta, y sin contarlo siquiera, les hablo al sanitario a 3 mujeres prostitutas, quien durante todo ese tiempo la estuvieron observando con gran recelo y coraje, por sentirla como una intrusa usurpando su pequeño mercado de prostitución, y tomando ella los billetes los dividió en partes más o menos iguales, y lo regalo a sus ahora colegas de “puterias”, ante el gran asombro e incredulidad de ellas. Aun así, fue despedida con actitudes hostiles de parte de estas mujeres.

Antes de abandonar la habitación del hotel, ella volteo a observar a su marido a quien amaba profundamente, y al proxeneta que la había conducido a estados de lujuria salvaje e irrefrenable, profundamente dormidos antes de cerrar la puerta. Suspirando ella dejo una nota al proxeneta, con un dólar pegado con un clip en ella, en donde escribió: “He aquí las ganancias que te corresponden” Luego salió a la calle sin rumbo fijo, perdiéndose. Días más tarde, ella se reuniría de nuevo con su esposo, continuando ambos con su matrimonio fortalecido, mientras que al proxeneta decidió no volverlo a ver a pesar de las suplicas de este con la finalidad de continuar con la relación. Era verdad que a ella le encantaba la forma como este hombre la cogía cual puta, pero su matrimonio era mucho más importante.

Una vez en la calle después de salir del hotel en donde dejara a su esposo y al proxeneta, tremendamente sorprendida, observo al jovencito de la cantina de la noche anterior; aquel con quien ella se fusionará gratuitamente con increíble y loco frenesí, montando guardia fuera del lugar, e impresionada por su tenacidad e infatuación amorosa por ella, lo tomo de la mano, dándole un cálido beso en la boca, que el joven respondió enardecidamente, y separándolo ella suavemente de su lado, lo condujo por las calles en donde juntos iniciarían un camino lleno de aventuras.

FIN.