La app olvidada
Hay un hombre tumbado en nuestra cama masturbándose con una gran verga fláccida mientras mira cómo el otro, con las piernas algo dobladas, se beneficia a mi mujer. Me voy a volver loco. Pero no puedo dejar de mirar. Me doy cuenta de que mi pene interpreta la escena de forma distinta.
La mañana en la oficina está siendo terriblemente tediosa. En nuestro departamento puede cambiar todo de un momento a otro, pero por la hora que es, parece que no va a ser el día. Aburrido de leer noticias en el móvil, me dedico a liberar memoria borrando archivos. Cuando me canso de eliminar fotografías y vídeos antiguos, me centro en revisar las aplicaciones, encontrándome una de la que había olvidado su existencia. Habíamos tenido un perro hasta hacía pocos meses, y cuando salíamos de casa sin él, nos preocupaba saber si estaba bien o no. Por eso instalamos una app de videovigilancia. Me da un poco de pena ahora que la vuelvo a ver. Me pregunto si seguiría funcionando y la activo.
Mientras espero a que se cargue la aplicación, me estoy arrepintiendo de ponerla en marcha, pues me pregunto qué haré si veo un ladrón en casa, si realmente querría saberlo. Por fin arranca y aparece el salón, afortunadamente vacío. Siento cierto alivio de que no hubiesen intrusos y me sonrío por lo tonto que puedo llegar a ser. Después de tanto tiempo, la app funciona perfectamente. Cambio a la cámara 2, pasillo. Nada. Qué aburrido debe ser esto de vigilar monitores, me digo. Pero me quedo mirando absorto el pasillo vacío de mi casa.
Y aparece Meli, mi mujer. No me la espero en casa, pues aún no debía de haber salido del trabajo. Recorre el pasillo del baño al dormitorio. Lleva una camiseta blanca de algodón muy ceñida que le llega hasta la mitad de las nalgas. No lleva nada más, nada de braguitas. No sé si me extraña más verla en casa o que esté semi desnuda. Puede que haya salido de la ducha, a su aire, como suele hacer... pero todavía no sé por qué no está en el trabajo. Se detiene en la puerta del dormitorio, con una mano apoyada en el marco y levantando ligeramente el pie.
No lo veo bien, pero parece que habla con alguien. Creo ver una sombra al otro lado del dormitorio. Una montaña de ira se va apoderando de mí. Sea quien sea el que estaba hablando con ella, le está viendo el sexo. He pillado a mi mujer con un amante. No puedo respirar. Intento cambiar a la cámara 3, pero no atino y casi se me cae el móvil al suelo. De pronto, una mano grande aparece detrás de la puerta. No puede ser la sombra, que está al otro lado. La mano la coge de la cintura subiendo de ese modo un poco más la camiseta y dejando el culo más a la vista de la cámara. Está con dos hombres. No, no puede ser.
Estoy muy cabreado, pero el morbo me impide moverme. Meli parece que habla con los dos, y ahora sus manos descansan en el pecho del que está tras la puerta. Termina el diálogo girándose y apoyando las manos en el marco. Sólo veo parte de su cuerpo y la cabeza saliendo al pasillo. Está inmóvil hasta que levanta la cabeza y veo la punta de sus pies abrirse. Lleva una mano a su entrepierna, que no veo, y vuelve a apoyarse en el marco. Empieza a balancearse. Unos pies más grandes aparecen junto a los suyos. Es el que está haciendo que se balancee. Mi respiración se agita. No puedo ver con quién está. Necesito ver quién es... quiénes. Intento cambiar a la 3. Tengo el móvil bloqueado. No me lo puedo creer. Sólo veo a mi mujer con medio cuerpo entrando y saliendo del dormitorio, penetrada. Y alguien al fondo, mirando igual que yo.
Me tranquilizo y vuelvo atrás. Consigo pinchar la cámara 1 otra vez. El salón. Recuerdo que es la única que tiene micro y subo el audio del móvil. Se oye algo. Oigo a la perra de mi mujer gimiendo. Me quedo observando el salón vacío con ese sonido de fondo. Pincho la 3, y sigue bloqueada. La 2. A mi mujer la están jodiendo al mismo ritmo que los gritos que había escuchado antes. Le gusta. Es una pedazo de puta. Y está el otro tipo. Pincho la 1. Ahora oigo los cuerpos golpeándose y a los amantes gimiendo a ritmo. Pincho la 3 y se activa.
Veo el dormitorio. Hay un hombre tumbado en la cama, nuestra cama, mi cama, masturbándose con una gran verga fláccida mientras mira cómo el otro, con las piernas algo dobladas, se beneficia a mi mujer. La puta de mi mujer. Con las piernas abiertas y de pié, por atrás. Pero el tipo tumbado me hace pensar en que si no está erecto es porque ya ha eyaculado. ¿Dónde se habrá corrido? Me voy a volver loco. Pero no puedo dejar de mirar. Me doy cuenta de que mi pene interpreta la escena de forma distinta.
Vuelvo al pasillo, veo la cabeza de Meli en ese sórdido vaivén. Cambio a la 1, sigo oyendo a mi mujer. Ahora a la 3. El pene del hombre está más tieso y está hablando. Los otros dos miran atrás, hacia él, y al poco mi mujer se saca la verga que la llena muy lentamente. Parece una profesional. Se acerca a la cama y se sube a los pies del hombre. Se pone a horcajadas, coge ese gran falo con las dos manos y se lo mete en la boca. Me estoy tocando a la vez que su cabeza hace estremecer al hombre. Sé que no dejaré de mirar la pantalla del móvil aunque quiera.
El otro hombre se pone junto a mi mujer y mete la mano entre sus glúteos, seguramente le está metiendo algunos dedos y ella no se inmuta, está muy entretenida con su felación. No la conozco. Estoy asqueado pero necesito seguir mirando. Por primera vez desde que entré a trabajar en esta empresa, cierro la puerta del despacho con el pestillo y vuelvo a mi asiento, pero tengo que levantarme al momento para bajarme los pantalones.
Cada vez que mi mujer levanta la cabeza se me hace interminable ver salir todo ese falo. Está inmenso, muy gordo. Ella parece toser, casi se ahoga con él. El tipo de los dedos en sus cuartos traseros dice algo y ella se vuelve diciéndole que sí. El hombre sube una pierna a la cama y mete la verga nuevamente en ella. Meli está tan excitada que no puede seguir chupando, y permanece agarrada al falo mientras los empujones del otro la zarandean. De vez en cuando consigue continuar brevemente la felación.
Pincho la 1 y se puede oí a la puta de mi mujer. Lleva varios minutos gimiendo la muy perra. Cambio a la 3, sigue como antes, pero el hombre tumbado se incorpora y toca el culo de Meli. Se levanta, la aparta del otro como si fuese una muñeca y se la introduce de una vez. Mi mujer agarra las sábanas y agacha la cabeza. El otro quiere seguir gozando de ella, así que se sube a la cama y, cogiéndola de los pelos, mete su pene en la boca. En seguida se la follan en armonía. Uno por detrás y otro por la boca. Mi mujer tiene que quitarse la camiseta por el calor. Lo que me deja perplejo es la forma en que se pasan a mi esposa de uno a otro, manteniendo su coño ocupado. Con mi polla en la mano, estoy muy excitado por todo y muy confuso.
La ponen en la cama, con las piernas en alto, sobre el pecho del que la está penetrando. Ella se frota salvaje el clítoris. El hombre le está dando muy fuerte y rápido. Parece que se va a correr. Meli separa un poco las piernas y el hombre la coge de los tobillos y se las abre bastante más. Mi mujer habla con urgencia y se queda con la boca abierta. El otro hombre le mete la verga, follándole la boca mientras le pellizca los pezones. Mi mujer convulsiona, se está corriendo y yo estallo también. Me doy asco. Pero el tipo que se la está follando no termina.
Mi mujer está más relajada, si se puede describir así, y el que la estaba penetrando por la boca, se baja de la cama, haciendo que se aparte el otro. Se le ve más alto. Mi mujer se limpia la cara y la vulva con la camiseta. El tipo parece que tarda en meterla y Meli lleva las manos los glúteos y los abre. ¡No me lo puedo creer! ¡Le va a dar por el culo a mi mujer! La rabia me domina. Cojo el teléfono de la oficina y marco el número, pero cuelgo enseguida: estaba llamando a la casa. Vuelvo a marcar, pero esta vez al móvil de ella. Se va a enterar esta puta. Suena la llamada. No veo ninguna reacción. De pronto, se incorpora y mira el móvil. Se pone de pie con urgencia.
¿Sí? -me dice. Debe de haber un retardo, porque mientras oigo su voz estoy viendo cómo se atusa el pelo y se pone el teléfono en la oreja.
Hola, ¿qué tal la mañana? -la rabia contenida me seca la boca. El más alto se coloca detrás de Meli, y ella intenta apartarlo con poca convicción.
Aquí como siempre, a ver si salimos a nuestra hora -el alto la coge de los glúteos y la alza. Sorprende a mi mujer, pero echa la mano hacia atrás para agarrarse a su cuello.
Ya...
Mmm.
¿Sí? - El otro hombre ha acercado y ha tomado el relevo sosteniendo a mi mujer. Meli se agarra fuerte a sus hombros, dejando vía libre al de atrás para que pueda meter su pene. Así que "mmm" era por eso. Algo se mueve en mi pantalón... soy incapaz de gestionar la situación.
¿Qué tal tu día? -a mi mujer no le llega el aire, pero el tono es normal.
Con mucho trabajo. Quizás llegue más tarde -el tipo de atrás mueve sus caderas arriba y abajo mientras mi mujer está suspendida. El que la sostiene le suelta una pierna e intenta penetrarla también. Mi mujer está a punto de caerse y el hombre la vuelve a coger con las dos manos. Ahora es ella la que busca su pene y se lo introduce por delante. Mi mujer está abrazada por las piernas y un brazo al que tiene delante. El de atrás la mueve arriba y abajo.
No te preocupes, cariño, nos vemos luego.
Adios, guapa.
Hasta ahora, cariño.
A "cariño" se la están follando por delante y por detrás, y tras colgarme es capaz de besar la boca del tipo que la sostiene. Después arquea la espalda un poco, y el de atrás, aumentando el ritmo de su bombeo, la agarra fuerte de los pechos y recibe la lengua de Meli en su boca. Quiero oírlos, pero no sé si la cámara del salón recogerá el sonido y tampoco quiero perderme nada. El de atrás se aparta de mi mujer al tiempo que un chorro de semen le da a ésta en la espalda. Ella pone los pies en el suelo y hace que la eyaculación termine en su torso, para acabar chupando el falo muy a fondo. El alto se retira al otro lado del dormitorio, y mi mujer se limpia con la camiseta la espalda, los pechos y ¡se seca el coño! Siento rabia, vergüenza y mucha excitación.
Meli va a la cama y se tumba con las piernas muy abiertas, recibiendo al hombre que falta por descargar. Mientras veo los brazos de mi mujer alrededor del cuello del hombre que la está penetrando, me doy cuenta que mi mano está dentro del pantalón, masturbándome mecánicamente, y paro. Tengo que pensar fríamente. Recojo la oficina y me preparo para salir. En un último vistazo a la cámara número 3, veo a mi mujer limpiándose los pechos con la camiseta. Al poco vuelve a pasarla por su sexo y el interior de los muslos.
Una hora más tarde llego a casa. La veo cruzar el pasillo desnuda, con la camiseta blanca en la mano en dirección al cuarto de baño.
- ¡Me doy una ducha y comemos!
Intento hacer como si todo hubiese sido un sueño, pero me noto triste. Tras la comida nos envuelve el sueño, pero mi mujer pone su mano en mi pene. Empieza a moverla.
- Me apetece un poco... ¿quieres?
Estoy en un torbellino de emociones, la mayoría muy negativas, pero mi pene no entiende de cuernos. Me dejo llevar y estamos haciendo el amor hasta la hora de la cena. No recuerdo la última vez que estuvimos así. Los siguientes días seguimos con sexo intenso. Al principio a Meli le extrañaba que le hiciese poner la camiseta blanca, pero esa prenda tan anodina acabó formando parte de nuestro ritual de apareamiento.