La anorgasmia de mi novio
Tengo un problema con mi novio, follamos cada noche con intensidad, pero él no se corre y eso ya dura varias semanas ¿ cuál es la solución? ...
Antes de explicaros mi problema, creo que lo natural es que os hable de mi pareja, Fran y de mí. Soy Sara, 22 años, el color de mi pelo es rubio, tirando a rojo, mi piel es blanca, casi pálida, los ojos azules y el cuerpo parece que no está mal, nada mal, según dicen mis compañeros de clase y los chicos y chicas con los que me relaciono. Curso el cuarto año de Derecho y en pocos meses alcanzaré el Grado y cumpliré mi sueño de ser una prestigiosa abogada, tras hacer el curso de acceso al Colegio de Abogados, claro.
Justo en este momento, mi novio, Fran, está entre mis piernas abiertas, entrando en mí con furiosos empujones, estrellando la gruesa y venosa polla contra mi maltrecho cérvix, para mi desespero, pues yo ya le he regalado dos orgasmos, pero él, desde hace varias semanas, no consigue correrse ni en mi coño ni en mi boca, pese a follar a diario.
-Cariño, no te pongas nervioso – susurro en su oreja – estoy segura de que el problema es temporal, sigues haciéndome disfrutar como una burra ...
-¡Joder, Sara!, esto dura ya más de veinte días – exclama enfadado, al tiempo que saca la polla y con ella mis abundantes jugos que discurren por los muslos.
-Fran, esto es cosa de dos. Yo me corro incesantemente cada noche; quizá mi cuerpo no te excita lo suficiente para exprimirte ...
-Nena, has sido, eres y serás la chica de mis sueños, ... bueno, y la de todos mis amigos, que siempre dicen lo buenísima que estás.
Sus palabras me llevaron a pensar en mi mejor amiga, Silvia, que es la novia de uno de los mejores amigos de Fran. Ella convive con Fer y, según cuenta, sus noches son increíbles, aunque también dice lo afortunada que soy por follar a Fran que es un quesito.
-Mira, Fran. Lo único que tengo claro es que el problema nada tiene que ver con la disfunción eréctil, porque tu polla cada noche está más gorda – le miro a los ojos decidida – Voy a meter en nuestra cama a Silvia, que está loca por que la montes y la destroces.
-¡Venga ya, cielo! Silvia es tu mejor amiga y aunque está muy rica no creo qué .... estás pensando en Fer ¿Verdad?
-Pienso en nosotros, Fran. Quiero comprobar si Silvia hace que te corras y cuántas veces lo haces – suelto con énfasis – Respecto a Fer, me parece un gilipollas, aparte de un mal amigo. Siempre me desnuda con la mirada y ni te cuento los roces en el culo y en mis tetas que, a la menor ocasión me da. Él sería el último hombre con quien me acostase; solo deseo que tú vuelvas a derramarte en mí, como siempre lo has hecho, amor mío.
Discutimos acaloradamente un buen rato, él reconoce que follar a Silvia le mola un montón, pero que tirarse a la novia de uno de sus mejores amigos le parece una indecencia, salvo que Fer esté de acuerdo en ayudarnos. Yo replico que Silvia, aparte de ser mi mejor amiga, es una golfa voraz y estaría más que dispuesta a ayudarnos en el tema de la anorgasmia.
-Bueno ... Sara – susurra mi novio – en realidad no es tan mala idea, eso sí, siempre que Silvia y Fernando lo acepten. No quiero malentendidos, ni sorpresas de última hora. Mi única condición es que mientras lo hagamos, Fer y tú estéis presentes.
-Por mí de acuerdo – digo tras unos momentos de duda – aunque solo de mirones ¿eh?
De inmediato cojo mi móvil y llamo al de Silvia, pues son las diez y media y ellos suelen cenar tarde, pero el timbre suena repetidas veces y nadie responde.
-Es extraño, Silvia acostumbra a cenar tarde ... – susurro preocupada mirando a Fran – No le habrá ocurrido algo ¿verdad?
-Seguro que está en el hospital o follando con vete a saber quién.
-Hoy no le toca guardia ... ¡Fran, no voy a permitir que hables de ese modo de Silvia que, aún siendo una chica apasionada, es mi mejor amiga! – exclamo alterada, a la vez que suena mi móvil. Es ella, también alterada.
-¿Qué coño quieres a estas horas, Sari? – ruge.
-¡Uy, chica!, creo que te he pillado en mal momento. Pues me disculpo y punto, tampoco es para que te pongas así.
-El momento era buenísimo, nena. Tu llamada sonó mientras tenía uno de mis orgasmos que, como bien sabes, son salvajes. Mira Sari, he respondido a la llamada por que eres tú, pero todavía la tengo dentro ...
-Necesito tu ayuda, Silvia, de verdad ...
-Me echo algo por encima y en diez minutos estoy en tu casa, cielo ...
-Tampoco es tan urgente, Silvia. Fran y yo hemos hablado y queremos haceros una propuesta. ¿Qué tal si comemos mañana los cuatro? Como es sábado, tendremos tiempo de sobra para hablar de nuestro plan, e incluso, empezar a ejecutarlo. – Silvia asiente y decidimos comer en el italiano que está frente a mi casa, a las dos en punto.
Al día siguiente Fran y yo los esperábamos en la mesa que nos habían asignado, él tranquilo bebiendo una cerveza, pero yo sumamente nerviosa mirando continuamente mi reloj de pulsera, pues eran casi las dos y cuarto y Silvia se retrasaba, como siempre. Cuando por fin aparecieron se dirigieron a una de las mesas para saludar a una pareja sentada; además de poner los ojos en blanco, aprovecho para darles un repaso visual. Silvia viste una falda blanca de vuelo, más corta de lo debido, pues dejan a la vista las fuertes y bonitas rodillas que sostienen unas piernas larguísimas; su blusa azul turquesa que, esconden unos pechos firmes, completan el atuendo. Solo me resta decir que su pelo es negro, como el azabache, y el color de sus ojos varían en función de la iluminación, verdes de día y almendrado por las noches o cuando el cielo está nublado...
-¡Hola, Sari! ¿Qué tal me ves? – ahuyenta mis pensamientos a la vez que besa la comisura de mis labios.
-Con la pinta de putón de siempre, Silvia. Habíamos quedado a las dos y Fran ya va por la tercera cerveza – aparto la cara enfadada.
-Pues tú pareces una monja, con la camisa abotonada hasta el cuello y la falda plisada que te llega a los tobillos. Joder, nena, tampoco nos hemos retrasado tanto – sonríe, porque ella todo lo arregla con su sonrisa.
Pedimos el menú a base de pasta y dos botellas de vino rojo italiano y decido que este es el momento apropiado para plantearles nuestro problema.
-Fer, voy a follarme a tu novia – se me adelanta mi novio mirando a su amigo que abre los ojos como platos a la vez que Silvia sonríe, ... como siempre.
-¡Fran, calladito estás más guapo! – digo por decir algo que rompa el silencio que flota en el aire – ¿Esa es la forma que tienes de pedir la ayuda a nuestros amigos? ¿Eh?
-Sí, precisamente porque son nuestros mejores amigos y no me gustan los rodeos. – agrega contundente – Las cosas cuanto más claras, mejor.
-¿Estás sugiriendo que hagamos intercambio de novias, Fran? – cuestiona Fer relamiéndose – Porque si es así, aquí tienes el primero en apuntarse.
-Cuándo acabéis el sorteo, me avisáis. – suelta Silvia con gesto aburrido – ¿De verdad pensáis que somos dos yeguas que podéis montar a vuestro antojo? Mira, Fran, él es mi novio, pero no mi dueño, así que, si vas a follarme tendré que aceptarlo yo ...
-¡Venga, chicos, dejad de discutir por nimiedades! – intervengo cansada de tonterías, porque la discusión nos alejaba del objetivo que habíamos planeado, que no era otro que comprobar si mi amiga es capaz de lograr que mi novio se corra dentro de ella, a ser posible, esta misma tarde. Con voz tranquila y tono bajo, les cuento con detalle nuestro problema y la solución a la que queremos llegar, porque, una cosa es entregar a mi novio a cualquier chica y otra, bien distinta, entregarlo a Silvia que para mí es como si fuera mi hermana. También insisto en que esto no es un intercambio de nada, pues Fer y yo nos limitaremos a mirar, tema que provoca la reacción inmediata de los amigos.
-¡Claro, yo voy a ser la conejita de prueba! ¡Pues no, cuando follemos lo haremos como Dios manda! – chilla Silvia, para regocijo del resto de comensales que atestan el local.
-Fran, me estás anunciando que vas a follarte a mi novia, pero en este negocio las reglas funcionan así: yo te doy algo y tú me das algo – Fer mira serio a mi novio – lo justo es que follemos los cuatro.
-¡Vale, Fer, tú , como siempre, metiendo la pata! – exclamo alterada mirándolo con los ojos entrecerrados – Que sepas que yo no soy algo , soy una mujer que pide auxilio a los que creí que eran amigos, pero veo que tú quieres aprovechar la ocasión para hacer lo que siempre deseaste: colarte entre mis piernas.
Mis palabras reavivaron la discusión, aunque tras más de media hora de amenazas, insultos y palabrotas que sonaban, como zorra, maricón, puta, cabrón, culo, coño, polla y otras lindezas parecidas, al final alcanzamos un medio acuerdo; decidimos que los acontecimientos de la tarde nos irán marcando el camino. Y así medio satisfechos, por el medio acuerdo, andamos hasta nuestra media casa, porque el alquiler lo pagamos a medias entre mi novio y yo, conste.
Como nuestro baño es bastante pequeño nos duchamos por parejas, primero las chicas que nos masajeamos a conciencia una a la otra, como hacemos dos veces por semana en el gimnasio, pero esta tarde mi temperatura corporal ascendió bastantes grados cuando froté las tetas de Silvia, pues hoy están más tersas que nunca, sobre todo, sus oscuros pezones que lucen como bellotas, inflamados a tope ... pero, en fin, nos retrajimos de ese delicado momento porque los chicos esperaban. Silvia salía del baño totalmente desnuda, salvo la alfombrilla de vello escuro que adorna el pubis, mientras que yo mantengo las bragas negras bien puestas, pues no tengo claro adónde nos va a llevar la tarde. Los chicos entraron en la ducha, mientras nosotras dos nos lanzamos a la cama como a una piscina.
-¿Me crees si te digo que estoy algo nerviosa, Sari? – susurra acurrucada en mi pecho, mientras su dedo índice hace círculos en el pezón de mi teta izquierda.
-¿Por qué, nena?
-Por que follar con el novio de mi mejor amiga, me hace sentir algo raro ... cómo culpable de no sé qué.
-Pues en la ducha te noté bastante excitada, Silvia – ronroneo en su oreja, porque el calor de su cuerpo pegado al mío me está poniendo a cien.
-¡Claro que me excité!, pero me excitaste tú, cariño – exclamó apretando mi cuerpo aún más – Tuve que luchar contra el deseo de morder tus labios, tus pechos y tu ...
-¡Vaya, nenas! – exclamaba Fer, riendo junto a mi novio – os estáis entrenando ¿o qué?, porque os veo en plan muy cariñoso.
-Demasiado – apostilló Fran.
Ambas deshicimos nuestro abrazo, mirándolos desnudos, con sus miembros apuntando al techo y así, de súbito se lanzaron sobre nosotras, aunque yo que estaba alerta me escabullí del abrazo de Fer dándole un manotazo y una patada. Me planté de pie al lado de la cama y apunté con el dedo al centro de mi braga.
-¡Por aquí no vas a entrar, Fer! ... todavía. – Giré la cabeza y pude ver a mi novio entre las piernas de Silvia, frotando el prepucio entre los abiertos labios vaginales a la vez que sus manos amasaban las tetas de mi amiga y de un violento empujón enterró su gruesa polla hasta el fondo de la ya húmeda vagina y empezó con el mete saca, que yo tan bien conocía. Silvia, pronto empezó a temblar, se agarraba con fuerza a la espalda de mi novio y su temblor dio paso a las convulsiones y al primer orgasmo de la tarde.
Fer y yo, nos acuclillamos en el borde de la cama, ligeramente separados de sus cuerpos, dándoles espacio, porque se están revolcando agarrados uno al otro, unas veces ella montando a mi novio y otras montándola él, aunque siempre con la polla profundamente alojada en la vagina, sin sacarla y dando fuertes arreones que ahogaban a Silvia que gritaba y mordía los hombros de Fran, cada vez que los orgasmos la asaltaban, que fueron muchos, al menos cinco. En un momento dado, mi amiga yacía en la sábana rendida, me mira y encoge los hombros, como preguntando ¿qué más puedohacer?, yo le devuelvo el gesto y también encojo los hombros, negando con la cabeza, porque si con el voluptuoso cuerpo de Silvia y su absoluta entrega a la tarea, mi novio sigue sin correrse, es un problema más grave de lo que pensé.
Fer acariciaba mi espalda para consolarme cuando notó mi tristeza, pero mi pena es inconsolable, así que dejo caer el cuerpo en la cama encogida con los ojos húmedos, aunque mi amigo insistía en el consuelo y cuando pude darme cuenta, mis bragas descansaban en uno de mis tobillos; yo quedé perpleja, pues esto no era lo acordado, pero sus brazos poderosos me inmovilizaron y no solo eso, me empotró en el colchón y, sin previo aviso ni preliminar alguno, noté una barra durísima entrando en mí. Yo miraba el techo con la boca abierta por la sorpresa, pero mi sorpresa aumentó cuando sus labios se abrieron paso entre los míos, enlazando las lenguas. Debo confesar que, justo en ese momento, mis penas y preocupaciones desaparecieron, descubrí que la polla de mi novio no es la más gorda pues la de Fer casi la doblaba en tamaño, llenaba mi vagina de carne dura y aunque mis paredes vaginales se contraían para retenerla me resultó imposible.
-Fer, deja que me encaje, me haces daño – jadeé quejándome. Acomodé mis caderas a las suyas – Ahora vas a reventarme y yo voy a exprimirte hasta la última gota, a ver si aprende el cornudo de mi novio.
Él no respondió, al menos con palabras, pero los empujones arreciaron en cantidad y calidad, mis flujos salían a borbotones y su polla resbalaba por la ansiosa vagina. Grité con desespero cuando un intensó orgasmo me atropelló. Pero no solo yo gritaba, giré la cabeza y vi a mi novio entre las piernas de Silvia, convulsionándose dando alaridos y corriéndose dentro de ella. Cruzamos las miradas y sonreímos los dos, pues parece que el problema empezaba a solucionarse.