La angustiosa espera de mi madre

Continuación de "UNAS JORNADAS EN EL CAMPO". Mi madre se impacienta por no tener noticias de John Thompson, pero no sabe que pronto se producirá.

Cuando me desperté ya era tarde, y tras levantarme me dirigí hasta el salón, donde dejamos a mi padre. Me lo encontré tirado y roncando en el suelo sobre su propio vomito. Sentí un asco terrible, y un sentimiento de profunda vergüenza me embargó solo de pensar que era hijo de semejante cerdo. Me acerqué a la habitación donde dormía mi madre y la vi descansando plácidamente. No quise despertarla y tampoco deseaba que viera el desagradable espectáculo que había en el salón, así que me armé de valor y me dispuse a limpiar toda aquella porquería antes de que ella lo viera.

Tras recoger aquella basura, me dispuse a reanimarlo para que se diera una ducha y que estuviera medianamente decente para estar ante mi madre. Tuve que abofetearle varias veces, y he de reconocer que sentí mucho placer rompiéndole la cara al cornudo de mi padre. Sorprendentemente disfruté pegándole en aquel estado tan lamentable en que se encontraba. El muy cabrón parecía estar aún borracho, pues despertó muy aturdido. Como pude lo llevé a la ducha y lo metí, vestido y todo, bajo el chorro de agua fría.

Debido al ruido mi madre se despertó y fue hasta el baño.

- ¿Pero que haces Andrés? - Preguntó.

- ¿Que voy a hacer, mamá?, aseándole un poco. A amanecido todo vomitado. Pero no te preocupes, ya lo he recogido. Solo tienes que echar un poco de perfume para el olor. - Contesté en tono resignado.

- ¡Vaya, esto es lo peor de salir con él por las noches. No sabe controlarse! - Dijo ella sabiendo que él le estaba escuchado.

- ¡Lo siento... grrhhh...! - Se le oyó balbucear mientras intentaba aguantar una arcada.

- Podías echar el hígado, hijo de puta... - Mascullé yo entre dientes.

- Andrés, no seas así hijo, es tu padre. - Me recriminó ella en voz baja.

- Lo sé, mamá, pero es que no lo soporto. ¿No podrías divorciarte de él?

- Claro que podría, pero sabes que tu padre tiene un buen trabajo y ha hecho bastante dinero, lo malo es que ha dejado escrito que si por algún motivo el matrimonio se rompe, yo no cogería nada, ¿comprendes, cielo? Tengo que aguantar por su dinero... - Me explicó mi madre resignada.

- Vale, vale... dejemoslo mamá. Ayúdale a secarse y que se acueste y siga durmiendo. - Dije yo zanjando el asunto.

Mientras mi madre le acostaba yo preparé algo de comer para los dos, y nos dispusimos a hacer algo así como una comida merienda dada la hora que era. Cuando acabamos mi madre iba a ponerse a fregar pero yo no la dejé. Sus suaves manos son muy valiosas como para dejar que las estropeen los jabones. En eso que sonó el teléfono.

- ¿Si...? - Dijo mi madre contestando a la llamada.

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- ¡Hola Salvador, dime cariño...!

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- ¿Si, y que te ha dicho...?

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- Entiendo... si. Mejor así. Tu hermano está muy suspicaz últimamente. No se que le pasa ahora.

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- ¿Y como voy a hacer eso...?

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- ¡Ya, de acuerdo. Tu te encargas de convencerlo!

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- Si si, me parece buena idea. Es una buena manera de poder sacarle más jugo, si.

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- ¡Oye cariño, ¿que sabes de John? ¿te ha llamado?

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- ¡Mmm... Bueno, vale, seguiré esperando. ¿No se habrá olvidado de mi, verdad?

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- Ya... Cuando puedas hablar con él, recuerdale, por favor, que tengo una deuda que pagarle, entiendes... él sabrá de qué se trata...

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- Bien. Entonces será Andrés el contacto aquí.

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- Bueno cariño, adiós... ¡Ha... y no te olvides que a mi conejito le encanta tu zanahoria eh...!

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- Ja ja ja... Adiós, un beso.

- Y bien, que quería el tío Salvador.

- Bueno, no se. Algo están tramando. Primero me ha dicho que Andrés le ha llamado esta mañana y se ha ofrecido a ser el enlace aquí. Ya sabes que tu tío y Andrés han hecho muy buenas migas. Y luego me ha dicho que habría que hacerle a tu padre un seguro de vida. - Dijo con extrañeza.

- ¿Un seguro de vida...? - Pregunté yo igualmente extrañado.

- Si. Dice que en un futuro nos vendría muy bien un dinero extra.

- ¿Y como le vas a convencer para que se haga un seguro de vida? Sabes que es muy desconfiado.

- Ya lo se, pero me ha dicho que él mismo se encargará de convencerlo. Tu padre tiene especial devoción por su hermano pequeño, así que no le resultará muy difícil llevarlo a su terreno.

- Ya, bueno, ellos sabrán lo que hacen. Si eso es lo que han pensado, será por que es bueno para el negocio.

- ¿Y de John, sabes algo?

- No. Me ha dicho que lleva más de quince días sin saber nada de él, pero que no me preocupe, que cuando llegue el momento aparecerá.

- Este tipo... me tiene muy intrigado, pero al mismo tiempo yo también deseo saber de él, y más teniendo en cuenta lo mucho que ha empezado a significar para ti, mamá. Quiero que sepas que le estoy tomando aprecio. - Le dije, sinceramente, para reconfortarla.

- Cariño... Te confesaré algo. - Dijo mi madre mientras nos sentábamos en el sofá. - Tengo el presentimiento que ese es el hombre que al que yo pertenezco. Sabes que me encantan los hombres, y que soy muy enamoradiza, pero John ha despertado en mi un sentimiento que no acabo de entender bien, no se como explicarlo, pero me gusta. No sé, me siento atraída por él. Jamás me he sentido tan atraída por un hombre, y menos de la forma en que lo siento a él. Es algo muy extraño, pero cuando estuve con él me sentí libre, fui feliz en lo más hondo de mi alma. Ese hombre tiene algo que me ha atrapado, siento que tengo necesidad de él, necesito que me domine, que me haga sentir dichosa y me de los mayores placeres. Pero al mismo tiempo se que no es solo mio, que él no me pertenece, y lo más curioso es que tampoco me importa que esté con otras mujeres, siempre que lo sienta cerca de mi. Siento la necesidad de entregarme a él sin condición, de complacerle en todo lo que él me pida, estoy dispuesta a convertirme en su esclava, si él me lo pidiera. Haría cualquier cosa que me pidiera, entiendes hijo mio... cualquier cosa...

Mi madre decía estas cosas con la mirada ausente, dirigida al infinito. No lloraba pero por sus mejillas resbalaban lágrimas que goteaban sobre su bata. Tuve la impresión que recordando a aquel hombre, ella se encontraba bajo un extraño trance. Eché mi brazo por encima de sus hombros y la apreté contra mi en un gesto de consuelo.

- Vamos vamos mamá, tranquilizate. Te entiendo, de verdad que te entiendo, así que no te preocupes, estoy seguro que pronto estarás con él. Yo también lo deseo, mi amor.

- Ya cariño, pero se me está haciendo muy larga la espera.

Con mi mano retiré suavemente las lagrimas que humedecían sus mejillas y luego la besé en los labios. Ella me correspondió y continuamos rozando nuestras bocas ligeramente hasta que las puntas de nuestras lenguas comenzaron a tocarse. Comprendí que mi madre estaba receptiva y comencé a excitarme.

El beso se hizo cada vez más intenso hasta que nuestras lenguas luchaban por entrar en la boca del contrario. Permanecimos un rato de esta manera. Era delicioso besar a mi madre así. Mientras, yo deslicé una de mis manos por entre la bata y le acariciaba una de sus tetas. Me excitaba mucho sentir la firmeza de su pecho y la dureza del pezón. Ella también me había acariciado un muslo y había subido su mano hasta alcanzar mi polla, que ya estaba dura y dispuesta, y me la acariciaba suavemente.

Yo no quería romper aquel momento del beso pues me encontraba en un estado de plena felicidad sintiendo la dulce saliva de mi progenitora que inundaba mi boca. Pero fue ella la que, como siempre, tomó la iniciativa. Hizo que me bajara el pantalón corto que llevaba puesto y enseguida se aplicó a chuparme la polla. Yo terminé de desabrochar el cordón de la bata que cubría su desnudez, y continué sobandole las hermosas tetas y pellizcándole sus duros pezones.

El placer que yo sentía era indescriptible. Luego, cuando ella lo creyó conveniente, se alzó la bata y colocándose a horcajadas sobre mi se metió mi polla en el coño y comenzó a follarme. Sus movimientos eran lentos pero intensos. Mi madre menea sus caderas como si toda la vida hubiese bailado la danza del vientre. Es una verdadera experta y nada tiene que envidiar a las mejores. Por algo mis tíos habían visto en ella una verdadera mina de hacer dinero.

La penetración era muy intensa. Yo notaba como la punta de mi polla rozaba la pared más profunda de su vagina. Y para mi mayor placer, tenía frente a mi sus dos maravillosas tetas que se me antojaban frutas tropicales. Las agarré con mis manos y mientras ella se descomponía en un orgasmo maravilloso, comencé a lamer y a chupar sus pezones con la intensidad que lo haría un bebé para sacar la leche de las tetas de su madre.

Yo estaba tan excitado que tenía que hacer un gran esfuerzo para contenerme. Así que, sacando sus pezones de mi boca, le indiqué que necesitaba comerle el coño. A ella le costó sacarse mi polla de su coño, pero consiguió descabalgar. Se sentó junto a mi y separó sus piernas mostrando la cosa más hermosa que halla avisto jamás. Con sus dedos separó sus labios mayores y me ofreció su raja, objeto de mi culto religioso, y que se veía empapada de sus jugos íntimos. Me arrodillé devotamente, como solo se hace ante una divinidad, y con suma solemnidad me apliqué a lamer su sexo.

Lo recorrí con mi lengua en toda su longitud, de abajo arriba varias veces, recogiendo el exceso de flujo y tomándolo como si fuera el elixir de la vida. Mi madre se contorneaba ligeramente y me agarraba la cabeza por el pelo. Yo notaba que le gustaba que le comiera el coño, así que me apliqué a darle el mayor placer que pudiera. Su clítoris estaba muy excitado, así que me dispuse a masajearlo con mi lengua y a chuparlo con mis labios hasta que conseguí que mi madre se corriera con otro orgasmo que le provocó una mayor secreción de flujo, y que bebí como agua de una fuente refrescante.

Cuando sus temblores fueron cesando hice que se tumbara en el sofá. Me coloqué sobre ella e introduje mi polla nuevamente en su coño. La  follé despacio, como no podía ser de otra manera, y volví a deleitarme con su boca, introduciendo mi lengua dentro y dejando que ella la chupara. Me encante el cálido y dulce sabor de la saliva de mi madre. Todos sus fluidos me dan vida. No en vano la adoro como mi Diosa creadora. Ella, solo ella, me dio y me da la vida. Me tuvo e sus entrañas y con su cuerpo me sigue dando vida. Se, que estoy tan enganchado a mi madre que dudo que pueda enamorarme de otra mujer, aunque ella siempre me ha dicho que si lo haré. No se.

En fin, inmerso estaba en aquella gloriosa follada que le estaba dando a mi madre cuando de pronto oímos como el cerdo de mi padre despertaba de su inconsciencia.

- ¡Inés, Inés! ¿Donde estás mujer? - Le oímos llamar.

Mi madre reaccionó rápida y nerviosamente. No esperábamos que se despertara tan pronto, así que dando un respingo nos incorporamos e intentamos recomponernos. Ella solo tubo que liarse y abrochar su bata, pero yo, con la polla tiesa y apunto de reventar, tuve que buscar mis pantalones cortos y ponérmelos con dificultad, ya que no podía disimular mi erección.

- Oh! cariño, lo siento mi amor, de verdad. Que mala suerte. - Dijo mi madre en voz baja  intentando disculparse, como si la culpa fuese suya.

- No pasa nada mamá, no te preocupes. Ve y atiende a ese cabrón.

Mi madre se apresuró a salir del salón contestando a la llamada de mi padre.

- ¡Ya voy, ya voy! ¿Que es lo que te pasa, Pepe? - Dijo en un tono que denotaba algo desgana simulada.

- Agua. Traeme una botella de agua fresca. - Dijo él sentado en la cama.

En ese momento aproveché yo para ir hasta mi habitación y encerrarme allí.

- Que es lo que estabas haciendo, que has tardado en contestar, eh. - Dijo él como exigiendo una explicación por nada.

- Estaba arreglando la casa y no te he oído, perdona. - Dijo mi madre a modo de disculpa.

- Y tu hijo, ¿se ha ido?

- No. Está en su habitación, ¿porqué?

- Porque quiero que te acuestes conmigo un poquito, gatita.

- Pepe, no creo que estés en condiciones. - Dijo ella en un vano intento de evitarlo mientras le llevaba el agua.

- ¿Que no estoy en condiciones? Ven mira, te lo demostraré. - Dijo él como presumiendo de la mierda de picha que tiene.

- Pero... yo me encuentro algo cansada..., y no me apetece mucho.

-Ya estamos otra vez. Siempre con escusas. Antes no eras así, no creo que lo de tus padres sea tan importante, al fin y al cabo no están enfermos graves. Algo más te ocurre, Inés. - Dijo él enfadado.

- No, de verdad que no me ocurre nada, solo que después de lo de anoche no he dormido bien, nada más.

- Bueno mujer, no seas así, tumbate un ratito conmigo, anda. - Dijo él algo contrariado y exigente.

Ella no tuvo más remedio que acceder, y yo, solo de pensarlo, me retorcía en mi habitación. Al cabo de un momento volvieron a mis oídos sus asquerosos gruñidos de puerco que me provocaban arcadas de asco. Sufría solo de pensar en el rato tan desagradable que mi  pobre madre estaría pasando soportando las torpes embestidas del baboso de mi padre. Era tal el asco que le estaba tomando a mi padre, que empecé a desearle la muerte, pues era lo único que podría liberar a mi madre de su indecente machismo.

Por suerte acabó pronto, pues era eyaculador precoz, y esto me aliviaba, por mi madre, claro. Al cabo de unos instantes caí en la cuenta de que mis huevos me dolían debido al calentón que había cogido, y no tuve más remedio que hacerme una paja, pues sabía que, con mi padre despierto, era imposible darle a beber a mi madre mi leche que tanto le gusta.

A ultima hora de la tarde fui a buscar a mis hermanos que se habían quedado a dormir en casa de Andrés, ya que su mujer se los llevó junto con sus hijos, para cuidarlos. Luego, caída la noche, cenamos como de costumbre y nos fuimos a dormir temprano...       Continuará.