La amputada

Una chava sufre junto a su familia un aparatoso accidente de tráfico. Sobrevive pero tiene que sobreponerse a un trauma tanto físico como psíquico.

Despierto lentamente, pero no sé donde. Aún no he abierto los ojos pero sé que no estoy en mi habitación. Porque oigo diferentes ruidos de gente caminar y hablar, y ruidos de cosas que se mueven y que bueno, sé del seguro que en mi casa no estoy. Intento moverme pero algo me lo impide, no sé si es que estoy atada a la cama o que ya estoy en el cielo pero lo único que consigo es abrir los ojos.

Me cuesta que las cosas que veo entren en mi cabeza pues no conozco nada de ello. El techo es blanco, como las paredes, y hay hombres y mujeres vestidos de blanco por todas partes. Al final me decido que tengo que averiguar donde estoy y le pregunto a un hombre de blanco que pasa por mi lado.

-Aina: oiga, usted, por favor, ¿donde estoy?

El hombre parecía atareado en alguna cosa pero pierde las prisas que llevaba y se acerca a mi.

-hombre: ¿que hay?

-Aina: ¿donde estoy, que pasa?

El hombre parece tomar un pequeño cuaderno que hay sujeto en los pies de mi cama y me dice.

-hombre: ¿eres Aina Soporopova?

-Aina: sí, claro, ¿donde estoy, qué significa esto?

El hombre suelta el cuaderno y me toma de la mano.

-hombre: sufriste un accidente de tráfico, tú eres uno de los supervivientes. Dentro del coche en que ibas iban un hombre de 35 años, una mujer de 35, y un chiquillo de 7 años. La mujer y el niño perecieron y tú hacía 5 días que estabas aquí, en coma.

-Aina: ¡oh dios! no puede ser... mi madre... Tommy... ¡muertos! buuuuuuuuh.

Estallo a llorar y no parece ser la primera vez que el enfermero vive una circunstancia así, pues me toma de la cabeza y me arropa el lloro que desesperada echo.

-enfermero: tranquila hija, no eres la primera que sufre algo así. Muchos otros lo han superado antes que tú y no vas a ser menos.

-Aina: buuuuh, buuuuuuuh.

Mi histeria dura no sé si todo la mañana, o toda la tarde, o toda la noche, porque no sé ni qué hora es, pero acabo sobreponiéndome y prometer que tengo que seguir viviendo. Una vez me trasladan del uci (unidad cuidados intensivos) a una habitación, me viene a visitar papá, que resultó ileso. Diversos médicos me visitan también y me informan de que he sobrevivido pero he quedado un poco tocada. Me han amputado la pierna izquierda, pero que no me preocupe demasiado por ello, pues me van a poner una prótesis y podré andar tan bien como cualquier otro. Sigo en el hospital recuperándome durante un mes más, primero paso de alimentarme por la vena, a volver a comer con tenedor. Dos horas al dia las paso en el gimnasio, obedeciendo la fisioterapeuta que controla ahí la evolución de cada paciente. Y en un mes y medio regreso a casa.

Papá está a punto de dejar el trabajo para ofrecerme los cuidados que necesitaré, pero yo le digo casi riñiéndole que ni se le ocurra, que sé valérmelas por mi sola. Una vez recuperada el siguiente paso en caminar, por ello me viene a recoger una ambulancia para trasladarme al centro ortopédico. Caminando en muletas entro en él con la ilusión en mis ojos. Ahí hay tan solo una persona. Un hombre de mediana edad que me recibe contento.

-hombre: hola Aina, ¿eres tú verdad?

-Aina: sí, soy yo.

-hombre: mi nombre es Kiko. De ahora en adelante seré tu asesor ortopédico y lo primero que vamos a hacer será caminar.

-Aina: me encantaría volver a hacerlo, te puedes inmaginar.

Entramos en la consulta y ahí me hace una especie de molde de la pierna con un yeso, me hace unas pocas incómodas comprobaciones más, y me despide. Y alegre en todo rato me cita para nada más dentro de una semana para recibir mi pierna nueva. Regreso al centro ortopédico a la semana siguiente y me recibe con una amplia sonrisa, antes de decirme que la pierna está lista. En la sala de espera hay un par de personas más, pero yo soy la primera en entrar pues me lo merezco.

-Kiko: verás que bien que vas a caminar, incluso podrás bailar en la discoteca.

-Aina: ja ja, si consigues eso mereces el premio Nobel.

Me siento en la camilla de la consulta y pantalones fuera lo espero que vaya a buscar la prótesis. Regresa al cabo de 5 minutos con algo que reconozco al instante como mi nueva pierna.

-Kiko: vamos a ponerla.

Entre los dos manipulamos un rato y acaba encajándomela en el muñón. Mientras me la encaja va tocando no sé qué puntos en huesos de mi ingle y coxis. Yo noto una sensación muy intensa parecida a cosquillas y se lo digo.

-Aina: ¡uy! me da mucha cosa que me toques ahí.

-Kiko: je je, sí, ya sé que son puntos muy sensibles pero mi trabajo es conocer bien esos puntos y no hay remedio.

-Aiba: buena va, ¡ayyy! que cosaaaaa!

Acabo montada, y junto a su sustento doy unos cuantos pasos a través de una barandilla que hay montada en la pared de la consulta.

-Kiko: así, así Aina, te desenvuelves muy bien. Ahora da unos cuantos pasos pero caminando de lado.

Así lo hago y caminando de lado cual mimo del circo, voy conociendo la que será a partir de ahora mi mejor amiga, mi prótesis. A indicación de Kiko doy también unos pasos hacia detrás hasta que este parece satisfecho con su trabajo.

-Kiko: mmmm fenomenal, creo que me ha salido perfecta esta primera pierna. Venga siéntate que vamos a sacarla para hacerle unos últimos ajustes.

Me siento en la camilla y otra vez Kiko se concentra bastante en analizar como me queda encajada. Me mete la mano en esos sitios del pecado y yo noto otra vez esa fuerte sensación parecida a cosquillas.

-Aina: je je je je je.

-Kiko: compréndeme Aina, si yo pudiera te lo haría menos...mmm...pesado. Pero tengo que saber bien donde está cada hueso para encajarlo lo mejor que pueda.

-Aina: no pasa nada, le tendré que pillar la costumbre, je je je.

-Kiko: así, mejor que te lo tomes bien.

Kiko sigue manipulando y esta vez se alarga un poco más la faena pues tiene que darle su último toque mágico. Su mano está tocándome un hueso justo al lado de mi raja y de pronto yo me confundo y me parece que esté junto a una pareja sexual. Le tomo la mano y la acaricio como alguna vez he acariciado la mano de un chico que me esté masturbando el sexo.

-Kiko: mmmm Aina, veo que eres una chica fogosa.

-Aina: ¡uy! perdona, no sé qué se me había metido en la cabeza! Ahora me creía yo que estaba con un novio y me entregaba al placer.

Digo esto riendo pero con la cara roja como un tomate pues estoy excitada.

-Kiko: no pasa nada, comprendo que mis tocamientos puedan tener algún efecto inesperado. Pero si me lo permites tengo que seguir.

-Aina: sigue sigue.

Ante mi disculpa Kiko vuelve a meter sus manos por esos sitios prohibidos, pero mi paciencia está al borde del agotamiento. Cierro los ojos tratando de evadirme del mundo de las sensaciones pero estás no hacen más que hacerse más intensas. Noto sus dos manos como manipulan la prótesis y palpan esos huesos que no se ven pero están escondidos dentro la carne. Mi paciencia llega a su fin y como si el poder de una bruja se hubiera apropiado de mis manos, vuelvo a tomarle las suyas con delicadeza y las guío para acariciarme mejor. Noto su inicial sorpresa en sus manos, pero acaba creyendo lo que le intento comunicar con ellas y sigue el movimiento al que le invito.

Ahora una de ellas, cogida por la mía, recorre mi rajita mmmmmm, por fin lo que más quería. Mientras la otra, también guiada por mi, me oprime el gluteo izquierdo tranpasándome la fuerza de sus dedos pero en forma de placer. No tardamos en lanzar por la borda la simpática faceta culpable de todo, el tocamiento en el coxis, y nos apresamos en un lenguado beso que parece hervir como una olla.

-Aina: muaccc, muacccc, no te molesta ¿verdad?

-Kiko: muacc, muaccc, qué me va a molestar niña.

Para acomodarme mejor me saco la pierna artificial y la dejo caer al suelo. Mis manos se dedican ahora a desabrocharle la bata blanca que lleva, y descubro ufana que bajo ella lleva tan solo un liviano pijama, por cierto abultado.

-Aina: ¿un médico en pijama?

-Kiko: no sabes lo cómodo que es.

-Aina: muaaccc, mmm, sí, eso hay que descubrirlo.

Facilmente le dejo caer los pantaloncitos al suelo y tomo una gorda polla que pide ser masturbada. Se la casco un rato al mismo tiempo que él me ha desbragado y me mete el dedo dentro.

-Aina: mmmm, asííííí cabrónnnn, como si abusaras de miiiiimmmm.

Me acabo cansando de cascarlo y le pido que se siente en la camilla, para mamarlo. Me cuesta un poco tragarla toda per con la ayuda de su mano en mi nuca, lo acabo haciendo.

-Aina: gooooorbl, goooorbl, gooooooooorbltjó tjó tjó (toso)

Ahora es él que manda y se pone derecho ante la camilla, para acercando mi cadera al borde, metérmela hasta el fondo.

-Aina: ¡ooooooooh!

No detiende su dominación en mi y me folla degenerado durante un rato en el que yo no puedo dejar de gemir ni un solo momento.

-Aina: oooh, ooh, ooh, ooh, oooh, ¿soy la primera paciente? ooh, ooh.

-Kiko:

-Aina: oooh, oohmm, me da igual, ohmmmm.

Mi primer polvo con una sola pierna, este y muchos otros románticos pensamientos pasan por mi cabeza durante el rato que Kiko me folla. Primero conmigo sentada y él derecho ante mi, después conmigo estirada y él encima mío dominándome, y al final me pongo a "tres" patas, apoyada en la pared el lado malo,

y él sigue follándome otro largo rato que se me hace divino. Me olvido de que he perdido una madre, un hermano, una pierna, y canto mi felicidad prometiendo que seré más mejor que nunca. Al cabo de un rato en que Kiko me demuestra que podré con todo, efectua las que noto últimas penetraciones que descargan abundante leche en ese tan querido que tengo sexo mío. Estas últimas penetraciones me hacen vivir un tremendo orgasmo durante el que prometo olvidar toda la tristeza del mundo, y volver a ser la misma que he sido siempre.

-Aina: ooooh, oooooh, ooooooooh, oooh, ooh, oh.

En acabado me ayuda a volverme a poner la pierna y se abrocha de nuevo la bata, que sé que solo lleva pijama dentro. Caminando a dos patas como cualquier otro humano, abandono la consulta ante los que veo ya impacientes otros "pacientes" de Kiko. Y me despido de él preparada a luchar de nuevo en la dura batalla de la vida, tengo todas las armas.