La amiga de mi madre

El protagonista de esta historia parece que se quedara sin lugar donde dormir. Pero la amiga de su madre le prestara algo mas que la casa.

Era mi primer día en esta ciudad completamente extraña para mí, a la cual tuve que viajar ya que había quedado en su universidad. Había llegado en la mañana, y recién me estaba acostumbrando a sus calles y alrededores. La pensión donde originalmente llegaría ya no estaba disponible, por lo que por un momento pensé que tendría que dormir en la calle. Pero un llamado de mis padres me tranquilizo: Dormiría unos días donde una amiga de mi mamá, que yo no conocía para nada, hasta que encontrase otro lugar. Mientras caminaba hacia la parada del autobús para poder llegar a su casa, pensaba en mi futuro. Era un chico de 18 años, alto, de contextura media, pelo castaño y muchas ganas de salir adelante. Había abandonado toda vida amorosa para poder dedicarme 100% a mis estudios. Me marche de mi ciudad natal completamente solo y ahora estaba aquí, a la deriva, sin cama segura donde dormir.

Llegue a la casa de mi tía, una señora (por lo que me habían dicho mis padres) de 30 años, casada con un hombre mucho mayor, que en estos momentos no estaba en la casa, ya que se encontraba en un viaje de negocios. Según parece, ella me había visto cuando yo solo era un niño, por lo que me fastidio un poco imaginarme la típica tía con sus pellizcos en las mejillas y comentarios como: "Cuanto has crecido!" o "Pero eres igualito a tu papá". En fin. Estaba enfrente de la puerta con mi maleta y toque el timbre, y al cabo de unos segundos se abrió la puerta. Lo que estaba delante de mí realmente me dejo atónito:

Donde yo estaba mirando, y donde esperaba ver la cabeza de una mujer avejentada y pequeña, había un par de enormes senos que asomados por un gran escote poco dejaban a la imaginación. Llevaba una blusa donde se le marcaban los enormes pezones, erguidos tal vez por el frió.

No se si se dio cuenta de que quede unos segundos contemplando sus tetas, pero después rápidamente levante la vista y la mire a la cara.

Ho.. ho.. hola… - dije – usted debe ser la amiga de mi mamá, yo… - Adelante, pasa. – Me dijo, con una sonrisa en la cara – Se dio la media vuelta y entro a la casa, meneando un poderoso culo escondido en unos pantalones.

Me pregunte si se había puesto esa ropa a propósito, pero después deseche la idea. Ella era una mujer casada, que interés podría tener en seducir a alguien como yo.

Me alegra mucho tenerte aquí – me dijo – como mi marido no esta, estoy siempre sola, y siempre es grato tener alguien con quien conversar – no me había dado cuenta, pero estaba nuevamente mirando sus tetas – ojala que te sientas a gusto – dijo, mirándome de reojo. Rápidamente levante la mirada.

Me metí a la ducha que estaba en su alcoba, mientras ella estaba en la cocina. Me imaginaba sus tetas sin esa camisa y mi falo comenzaba a levantarse. Yo era un chico virgen, por lo que la situación era muy excitante. Salí de la ducha, me puse la toalla y me dispuse a salir hacia su alcoba para vestirme. Cual no fue mi sorpresa al darme cuenta que ella estaba en la alcoba… ¡En ropa interior!. Estaba de espaldas a mi, y me quede contemplando su hermoso culo. Ya mi erección fue inmediata y una pronunciada curva se podía distinguir en la toalla. Ella se dio vuelta, y me quedo mirando con un poco de sorpresa. Pero sus ojos se clavaron fijamente en mi verga.

Valla – dijo – se nota que ya no eres un niño – sin despegar su mirada de mi pene se dio vuelta, mostrando sus enormes tetas que eran oprimidas por el sujetador. Al ver esto, mi verga creció aun mas y parecía que explotaría. Ella pareció darse cuenta, y incluso parecía que le entretenía.

La tienes bastante grande – me dijo – Vamos, no te pongas nervioso, siéntate en la cama.

Casi de inmediato me senté, tratando así de poder controlar la vergonzosa erección.

Te ayudare con eso – me dijo – no es bueno que acumules tanta tensión.

Con su mano derecha corrió la toalla dejando a mi polla libre, erecta, majestuosa, como nunca antes la había visto.

Vaya!, esto si que es bueno – dijo – si prometes no decirle a nadie, te ayudare un poco.

Claro! – dije casi gritando de la emoción. Ella se rió, se sentó a mi lado y agarro la verga con una mano y mis huevos con la otra, y empezó a hacerme una paja.

La tienes bastante dura! – dijo, con sorpresa – a mi marido me cuesta mucho ponérsela así. Tus huevos también están bastante bien. Debes de tener locas a todas las chicas.

Yo no la escuchaba. Estaba sumergido en el placer de sus movimientos. Instintivamente, levante una mano y la coloque en su hombro, bajando lentamente hasta tocar su pecho. Ella soltó mi verga, se aparto, y se saco el sujetador.

Tócalas. Vamos, te gustara – me dijo – y comenzó nuevamente a masturbarme. Sintiendo la suavidad de su pecho y como ella aumentaba la velocidad del movimiento, mi verga no pudo resistir. Estallo en la más feroz de las eyaculaciones que he tenido, salpicando sus tetas con el blanco liquido. Quería a decirle algo pero ella me interrumpió:

Eres todo un volcán – me dijo – a algunas mujeres nos gusta mucho eso. Espero que te haya servido y gustado. Ahora es mejor que me vaya a limpiar. Se paro, y se fue al baño, dejando ver su delicioso trasero meneante. Mi verga ya se quería erectar otra vez, a pesar de haber escupido hace poco. Estuve sentado en la cama recuperándome de lo que acababa de suceder, hasta que ya no pude soportarlo. Necesitaba más.

Me pare y entre al baño, donde la vi desnuda en la bañera.

Vaya! – me dijo – que te haya echo una paja no te da derecho a pasearte por ahí apuntándome con eso – al decir esto no parecía nada molesta – date la vuelta mientras me visto. Avergonzado me di la vuelta, cubriendo mi verga con las dos manos. Estaba muriéndome de vergüenza. Pero repentinamente ella se paro atrás mió, mirando mi verga por encima de mi hombro.

Quieres mas, eh? – me dijo con voz risueña – pues ahora te toca a ti, sígueme.

Paso por alado mío, para mi absoluta sorpresa, completamente desnuda. Se acostó en su cama, de espaldas, con ese par de enormes senos moviéndose libremente.

Quiero que hagas todo lo que yo te diga, ok? – dijo – Si , señora! – el "señora" se me salio, pero pareció gustarle.

Tócame los pechos – susurro. No necesitaba repetírmelo. Me acerque y agarre ese par de melones con las dos manos. Los empecé a apretar suavemente. Sentía que mi verga volvería a explotar sin contacto alguno. La sensación de sus suaves pechos en mis manos me inundaba todo el cuerpo, hasta llegar a la punta de mi erecta verga.

Así – dijo, mientras dejaba escapar un excitante gemido – ahora quiero que deslices un dedo por mi coño, sin soltar mis pecho con la otra. Dicho y echo. Empecé a buscar entre sus piernas su vagina, con miedo a fallar debido a mi total desconocimiento del tema. La encontré. Empecé a deslizar mi dedo índice dentro de ella, como había visto en algunas películas pornográficas. Ella dio un grito de placer. Mi excitación llego al máximo, y sorpresivamente, un chorro de caliente semen salio de mi verga y se estrello en su pecho y cara. Mi verga, a pesar de eso, se esforzaba por mantenerse erecta.

Ella me quedo mirando con una mezcla de sorpresa y risa - parece que nos haremos muy buenos amigos – dijo.

Al otro día, cuando me desperté, la vi ella hablando por teléfono. Me acerque y ella termino de hablar.

Era tu madre – me dijo – al parecer tendrás que quedarte un mes mas aca hasta que se desocupe una pensión. Que pena, no? Mi verga nuevamente se comenzó a erectar.