La Amiga de mi Madre. 2: La Revancha

Originalmente había pensado que "La Amiga de mi Madre" sería un relato único, pero mi amiga insistió para que la completara con una segunda parte, que es la que ahora les vuelvo a presentar. Espero que les guste.

2. La Amiga de mi Madre. La Revancha

Aquella experiencia que tuve con Lucia cambió profundamente la percepción de mi sexualidad. Como les conté, desde aquella vez en que la amiga de mi madre me llevó a su casa y me hizo conocer un nuevo mundo de sensaciones descubrí mi homosexualidad y empecé a salir y a tener relaciones con chicas. Al principio fueron rollitos pasajeros, chicas con las que me iba una o dos veces a la cama. Tampoco es que buscara una pareja estable… Siempre había sido una chica muy caliente y, ahora que conocía mis verdaderas preferencias, me volqué en su disfrute todo lo que quise y más. Lo único que no logré fue convencer a Lucia de volver a hacerlo. Ella siempre me repetía que nunca bebía dos veces de la misma copa. Desde luego, sobra decir que nunca conté a nadie lo que pasó, como imagino que harían el recto de sus “víctimas de confianza”.

Solamente se lo conté a alguien en una ocasión. Pero es que ella era especial. Se llamaba Judit y fue mi primera novia. La conocí una noche en un bar al que solía asistir y en seguida me llamó la atención. Ella era rubia, con un pelo corto que caía en una corta melena ondeando en suaves bucles, ojos azules, pequeña nariz, suaves labios rosados, tez blanca como la leche y un cuerpo de magníficas proporciones que tapaba con un pequeño vestido muy ajustado sobre altos zapatos de tacón. Hablamos, tomamos unas cañas, la invité al piso que compartía con varias compañeras y allí, en mi habitación, nos entregamos a la pasión. Disfruté como nunca lo había hecho antes.

Empezamos a vernos con más frecuencia desde entonces. Éramos como amigas íntimas a los pocos días y novias al par de semanas. Disfrutábamos de nuestro tiempo juntas en todo tipo de actividades y, sobre todo, hacíamos incesantemente el amor. Todo se desarrollaba de una manera más bonita y romántica de lo que había sido nunca con un chico.

La historia que les voy a contar tuvo su origen en una noche que compartimos en su casa. Ella todavía vivía con sus padres, pero en aquella ocasión estaban en un viaje. Hablábamos de nuestras experiencias amorosas y, claro, surgió el tema de cuándo y cómo descubrimos nuestra verdadera naturaleza. Ella me contó como había sido lesbiana desde siempre. Nunca le habían llamado los chicos y perdió la virginidad con la que fuera su mejor amiga a los dieciséis. Me llegó el turno de hablar y la verdad es que dudé… ¿Debía contarle mi experiencia con Lucia? No estaba segura, pero al fin y al cabo, confiaba en ella y no creí que se fuera a molestar o a denunciarlo. Así pues, se lo conté. Todo. La depresión tras la ruptura con mi novio, mi antigua heterosexualidad, la salida de marcha aquel día, los pervertidos persiguiéndome, la aparición de mi tía, cómo me llevó hasta su casa, la violación, lo que fue haciendo… Ella me escuchaba muy atenta cada una de mis palabras. En su cara no se veía rechazo o condena, más bien estaba excitada. Y yo, al contarlo, también lo estaba. Cuanto terminé de contar aquella experiencia, ella quedo un rato en silencio antes de decir:

-La verdad es que es increíble.

-Sí-asentí.

-Y tu madre supongo que tampoco sabe nada-dijo.

-Nadie. Sólo lo sabemos Lucía, tú y yo. Ella es muy discreta.

-Ya lo veo.

-No sé cuántas veces lo habrá hecho, pero sé que no soy la única a la que ha disfrutado en violar-dije, relamiendo cada palabra en mi excitación.

-Le gustan jovencitas, ¿eh?

-Sí. He hablado con ella a veces de su afición y me ha explicado bien sus gustos.

-Vaya… Y, oye.

-¿Sí?

-¿Nunca has querido tomarte la revancha?

-¿La revancha?-le pregunté, perpleja.

-Hacerle tú lo mismo, atarla, dejarla indefensa y abusar de ella todo lo que quieras, devolverle su favor, por decirlo de alguna manera.

-Pues no, no se me había ocurrido nunca-admití, pensándolo por primera vez-Pero ni siquiera sé si será posible. Ella es más fuerte y tiene los mecanismos, yo no podría someterla por la fuerza como me hizo a mí, y no tengo sus juguetes ni sus cosas.

-Esos obstáculos que dices podrían solventarse si quisieras que nos tomáramos venganza.

-¿Qué nos tomáramos?

-¿No pensaras que te dejaría sola? Necesitarías mi ayuda.

Yo asentí. La verdad es que la idea empezaba a agradarme.

-¿Tienes algún plan?-pregunté.

-Teniendo en cuenta todo lo que me has contado de ella y sus gustos… Sí. Tengo un plan.

Su plan me encantó nada más oírlo. Me parecía perfecto y casi quise ponerlo en marcha de forma inmediata, pero ella me detuvo. Había que esperar el día indicado. En unos día sería viernes y los viernes eran el día de la semana en que, según sabíamos, ella era más activa, cuando terminaba de trabajar y se concentraba plenamente en su afición. Tuve que aguantar la impaciencia de poder llevarlo a cabo hasta entonces. Fur duro. Todo lo que habíamos contado me había excitado mucho, pero por suerte entre las dos nos dimos mutuamente algo de tranquila relajación…

Aquel viernes eran las cinco, ¡qué eterna se me había hecho la semana!, cuando salí de casa y me dirigí a la de Lucia. Los viernes ella salía un poco antes del trabajo y siempre estaba allí a esas horas.

Y, en efecto, allí me la encontré. Me alegré al encontrarla vestida informal, viendo una película en el sofá de su salón. Significaba que probablemente no tendría planes, lo cual facilitaba los nuestros.

-¿Qué tal, Nerea?-me saludó-¿Cómo tú por aquí un viernes tarde? ¿No has quedado ni nada?

-Hola-le contesté-La verdad es que no y me parece que tú tampoco.

-No, hoy me quedaré en casa. No tengo nada que hacer salvo aburrirme.

-Ah. Pues yo he venido porque quería presentarte una idea…-dije con todo el tono insinuante que pude.

-¿Una idea?-pude notar su interés, parecía haber picado el cebo, pero no quise precipitarme.

-Verás… Es que… Tengo una amiga-hablaba lentamente, como dudando de si me atrevía o no a decirlo-Y, bueno,…, aquella experiencia resulto tan excitante que,…, he pensando…ya sabes…

-¿Me estás ofreciendo a tu amiga como presa?

-Sí, eso podría decirse-respondí con toda intención.

Ella quedó en silencio un momento. Meditaba la oferta… No pareció sospechar por lo que le había dicho, pero seguro que lo hacía… Pero por otro, la lujuria y el deseo debían estar también haciendo su labor. Contuve una sonrisa al pensar que sería ella la que, como yo en su momento, se metería feliz en la trampa.

-¿Cómo lo harás?

-Le diré que tengo una amiga que puede ayudarla con una cosa de la matrícula, ella ha tenido algún problema con eso… Puedo traerla hasta aquí.

-Eso estaría bien… ¿Y tú quieres algo a cambio de ese favor que me haces?

-Me gustaría participar, aunque fuera sólo como testigo.

-Um….Nunca lo he hecho con testigos, pero supongo que puedo hacer una excepción.

-Y tengo una idea que me gustaría sugerir.

-Pues dila.

-Sería más divertido si la durmiéramos, poniéndole algo en la bebida por ejemplo, y luego se despertara desnuda, atada y con los ojos vendados.

-Suena excitante, aunque no es mi método habitual. Pero, en virtud de mi agradecimiento por este “regalo” que me haces… Adelante. Tengo lo que necesitaríamos… ¿Y cuando puedes traerme a esa corderita?

-Hoy mismo si quisieras.

-¿De verdad?

-Claro.

Ella volvió a quedar pensativa un momento…

-Sí, llámala.

Todo había resultado mejor de lo esperado. Judit había llegado media hora después de mi llamada y mientras, yo y Lucia habíamos preparado todo lo que ella esperaba usaría con mi amiga… Eso mientras me preguntaba por su aspecto, lo que sabía de ella, si era o no virgen… Yo iba inventándomelo todo según preguntaba, respondiendo de la manera que creyera le iba a gustar y excitar más.

Cuando sólo quedaba el vino por preparar, llamó a la puerta. Le sugerí que fuera a abrir mientras yo terminaba de preparar las cosas. Ella ya estaba plenamente confiada y quería ver por sus propios ojos si su “presa” era tan atractiva como se la había descrito, por lo que aceptó sin dudar y salió de la cocina. Fue entonces cuando preparé las copas.

Fuimos al salón, estando ya las tres y empezamos a hablar. Judit se había puesto un top que dejaba atisbar su canalillo y unos vaqueros ajustados que perfilaban su culito. Además se había recogido el cabello en dos coletas que le daban un aspecto muy morboso… Mi tía la miraba con mucho interés y, por fuera de su aspecto imperturbable, yo sabía que la estaba devorando con la mirada. Finalmente, traje el vino y las tres apuramos nuestras copas. Ella debía estar ya tan ansiosa por su juego que no notó nada raro al beber… Pero si debió notarlo cuando perdió la consciencia.

Nosotras no perdimos el tiempo y, de hecho, ya teníamos los preparativos hechos para ello. La arrastramos hasta la misma habitación en que tiempo atrás ella me había violado sin compasión. En ese mismo lugar ella iba a experimentar lo que ella les hacía a sus victimas por primera vez… El morbo de la idea me tenía toda mojada…

La desnudamos y la pusimos en el centro de la sala, atándole por las muñecas con dos cadenas que surgían de las paredes. También le pusimos una venda en los ojos, bien apretada para que no pudiera ver nada. A mi me preocupaba que, imaginando que yo estaba detrás de aquello mi tía se relajase, pensando que nada le iba a pasar, pero Judit me dijo que ella se ocuparía de eso. Viendo a Lucía, la que en aquella ocasión me había tratado a patadas ahora a mi merced… Estaba deseando que despertase para que sintiera mi revancha.

Cuando lo hizo, instintivamente intentó moverse para quitarse la venda de los ojos. Y se encontró encadenada, desnuda y de rodillas sobre el suelo. Si algo de miedo le cruzó por la mente al encontrarse en esa situación, lo disimuló muy bien.

-Veo que ya te has despertado-dijo Judit. Habíamos acordado que solamente hablaría ella, al menos al principio. Pensamos que hablando yo ella se haría a la idea de que era un vano intento de revancha sin nada más que un poco de sado, y queríamos que creyera otra cosa…

-Así que esa guarrilla de Nerea y tú queréis devolverme mi propia medicina-dijo ella, desafiante-Soltadme y os enseñaré como se hacen las cosas de verdad, mocosas.

La tía no perdía nada de su aplomo, pensé. Yo no estaba segura de que hacer, pero Judit no. Se acerco a Lucía y le cruzó la cara de un severo bofetón que no pudo advertir y que la arrojó al suelo. Y no la dejo levantarse sino que le descargó una terrible patada en el estomago. Me hizo un gesto para que la imitara y yo también le pegue otra en la espalda. Recordando los golpes que ella me propinara se me disiparon las pocas dudas  y puse mi pie sobre su cabeza, presionándolo.

-Controla esa boquita, puta-le dijo Judit-Aquí mando yo.

-A mí no me impresionáis-dijo ella, todavía con mi pie sobre su cabeza-No me va ser dócil, así que podéis ahorraros vuestras bobadas.

-Estás muy equivocada-le dijo Judit-¿Te crees qué esto va de broma cómo tus juegos? No. Nuestra venganza va en serio.

-¿Y eso qué quiere decir, mocosa?-le preguntó.

Ella me hizo un gesto para que me retirase y apareció con una correa de perro, de esas de castigo. Se inclinó sobre ella y se la puso.

-Eres una perra y más te vale comportarte mejor, eso o llevarás palos.

-No me asustas-dijo ella.

Entonces Judit tiró y la correa apresó el cuello de Lucia, apretándoselo, dejándola sin poder respirar, se estaba quedando morado. Estuvo un rato así mientras ella intentaba resistirse llevando las manos a la garganta, pero las cadenas no le permitían hacerlo. Yo casi me preocupé de que le pasara algo de verdad, pero Judi soltó la cuerda al rato y ella pudo volver a respirar.

-¿Vas a ser buena?-le preguntó Judit-Lo vas a pasar muy mal como te sigas resistiendo. Ahora te toca recibir, será mejor que lo asumas, zorra.

-Estás loca-dijo ella, ahora nerviosa y respirando agitada, buscando captar todo el aire posible… Pero enseguida recupero la compostura-No me someteréis, me hagáis lo que me hagáis.

Y yo cada vez estaba más decidida a verla doblegada y suplicante. ¿Pero cómo? Judit entonces me pasó un rodillo de madera que había traído en su bolso y me indicó que le golpeara en la espalda. Para darme fuerzas recordé nuevamente todos los golpes que ella me dio y descargue con fuerza el pesado objeto en su espalda. Ella quedó contra el suelo y, aunque se resistió en principio, al tercer golpe empezó a gemir del dolor. Cuando le había dado nueve o diez golpes, Judit me detuvo. Lucia tenía la espalda enrojecida y jadeaba levemente.

Entonces ella se inclinó y, agarrándole la cabeza, la besó en los labios, la veía metiéndole la lengua y explorando su húmeda boca. Ella se dejó hacer, aunque yo creía que intentaría morderle la lengua. Al separarse, le obligo a abrir la boca y escupió, haciéndoselo luego tragar. Al punto, dirigió la cara de ella hacia mí. Yo avance con seguridad. Sofía había estado llevando el ritmo, pero si era mi venganza no le debía permitir dejarme apartada. Besé a Lucia, introduciendo también mi boca para penetrar en su interior. Mi lengua jugo con la suya y recorrí su boquita, aunque con cuidado. Y cuando iba a salir, le di un mordisco a su húmeda lengua. Entonces le empecé a comer, casi literalmente los labios, mordiendo y estirándolos. Quería ir más allá de lo que ella me hizo. Ella intentó resistirse, pero Judit la tenía bien sujeta. Cuando me aparte, le había dejado la boca muy dolorida. Aproveché el separarme para darle otro bofetón. Debía aprender bien que ahora ya no era la que mandaba. Ella me había hecho todo cuánto quiso, pero ahora era yo la que le iba a hacer temblar…

Me agaché y empecé a lamer su pezón izquierdo y a succionarlo con mis labios. Judit hizo igual con el derecho y las dos comenzamos a devorar ansiosas sus tetas, como dos bebés ansiosas que querían la leche de su madre. Ella gemía suavemente, intentando en vano contenerse. Entonces yo, y luego Judit al verme, pasamos a los mordiscos. Primero suaves, apenas acariciando la carne con el filo del diente, y luego clavando con auténtica fuerza. Ella no se resistía, ya sabía que era inútil. Las cadenas las había fijado ella misma y era una experta. Su propia obra la traicionaba.

Yo seguí bajando y me coloqué entre sus piernas. Mi lengua ya había probado aquella rajita, pero ahora lo iba a hacer de un modo distinto. Empecé lamiendo suavemente, recorriendo los pliegues con mi lengua, humedeciéndolos e intentando penetrarla con ella. Y finalmente, pasé a su clítoris. Primero, presionándolo con la punta de mi lengua, luego, succionándolo con mis labios. Mis dientes fueron lo siguiente, y cuando lo mordí con fuerza ella, como yo en su momento, no pudo silenciar un grito de dolor y un estremecimiento. Y estaba húmeda… Su conejito empezaba a emanar sus jugos…

Entonces Judit se desabrochó los pantalones y se los quitó junto con los zapatos. Luego se bajo las bragas y se coloco sobre ella, agarrándole la cabeza para ponerla entre sus piernas. Al tiempo me paso la correa.

-Si esta puta intenta algo, dale su merecido-me dijo-Y tú, zorrita, ahora vas a lamerme mi coñito y nada de tonterías.

Esta vez Lucia no contestó y, cuando Judit restregó su conejito contra su boca, se limitó a abrirla para empezar a lamerlo.

-Así, me gusta-suspiró mi novia cuando ella la penetró con la lengua y empezó a succionar después su monte de Venus. Apretaba su cabeza contra su entrepierna mientras empezaba a gemir-¡Vaya! ¿Cómo sabes hacerlo eh, zorra?-fue restregando su coñito por su cara mientras a ratos volvía a dejarla al alcance de su lengua. Momentos después…-¡Oh! Está puta me va a hacer acabar…-apenas terminó de decirlo y le llegó el orgasmo en la boca de Lucia. Gemía con fuerza al tiempo que sus piernas se estremecían.

Entonces se apartó, aún jadeando ligeramente.

-Deber haber comido muchos coños, ¿eh?-le espetó.

-Pues sí-replicó ella. Su tono era firme, pero menos que antes.

-Ahora es el turno de mi amiga-me hizo un gesto de cabeza.

Yo me acerqué a Lucía, que seguía de rodillas. Pasé, después de quitarme pantalones y bragas, como ella había hecho antes, mi pierna derecha por encima de su hombro izquierdo, y luego la izquierda por el derecho, así mi entrepierna quedó delante de su cabeza. Ella, sin que tuviera que hacer nada, empezó a comerme la almejita por sí sola. Parecía haberle cogido el gusto a la situación.

¡Dios! Solamente tenía la lengua para jugar, pero cuánto placer sabía dar con ella. Recorría con habilidad mi hinchadita vulva, besaba mis labios, succionaba mi clítoris, penetraba en mi interior… Sentía su caliente lengua moviéndose por mi intimidad a su antojo y cada leve gesto envía señales de brutal placer a mi cabecita… Apreté su cabeza contra mi coñito, la quería sentir todo lo posible. Estaba tan caliente y tan loca que casi quería explotar… Le tire del pelo y empecé a gritarle…

-¡Puta!, ¡cómemelo así, como tú sabes!-insultándola desahogaba para de esa calenturienta excitación que me hacía difícil hasta pensar… Estaba más cachonda de lo que nunca lo había estado-¡Venga, zorra, puta!

Ella no se inmutó, pero aceleró en sus movimientos todavía más… Mientras, Judit me ayudaba a quitarme la camisa y me lamía los pezones al tiempo que me metía dos dedos en la boca, haciéndomelos chupar como si fueran una polla.

Y entonces fui yo la que llegó al orgasmo, tomándose también Lucia mis jugos con sedienta avidez.

-Es buena esta guarra a la hora de comer coños, ¿eh?-me dijo.

-Así es-asentí, retirándome.

Y era cierto. Nunca nadie me había hecho disfrutar de un modo semejante.

-¿Habéis obtenido ya lo que queríais?-preguntó-Pues soltadme.

-¿Quién ha dicho que lo hayamos hecho, puta?-le replique antes de Judit dijera nada, dándole una patada que la puso contra el suelo, pisando con mi pie sobre su vientre-Pues no hemos acabado y te tendremos así todo lo que queramos.

-Eso es-me secundó Judit poniendo también su pie encima de ella.

Entonces ella fue a recoger otro de los juguetes que habíamos preparado. Eran dos grandes, inmensos consoladores negros. Duros, largos y gruesos. Ambos estaban preparados para ser puestos con correas como si fueran pollas de verdad. Nos los ajustamos con las correas y nos preparamos. Íbamos a cogerla las dos a la vez, ella por el coñito y yo por el culito.

La levantamos, haciendo que quedara de pie entre las dos con las piernas lo más abiertas posible. Judit se posicionó, pegada a ella, aprovechando para volver a mordisquear sus pezones. Colocó la punta del vibrador junto a la entrada de su coñito. Éste estaba húmedo, pero de todas formas no lo haríamos de forma suave. Yo la sujeté para que no pudiera moverse y entonces ella le enterró, con un brusco movimiento, la mitad de aquella gruesa verga en su coñito. Lucia apretó los dientes para contener una exclamación de dolor, sobre todo cuando en una segunda embestida pude ver que la pija artificial de Judit fue totalmente engullida entre los labios de nuestra víctima. Mi novia se quedó quieta un momento antes de empezar a moverse, penetrándola rápida y duramente.

-¿A qué esperas?-me dijo entonces-¡Acompáñame!

Yo asentí y me preparé para ello. Me coloque pegadita a la espalda de Lucia y le abrí las nalgas para colocar la punta de mi falo en su entrada. Ésta se veía estrechita y muy cerrada. Al lado de la punta de mi falsa polla el agujerito se veía tan diminuto que pensé que sería increíble que pudiera meterse algo tan grande. Pero no era momento para dudar.

La sujete de las caderas, con ayuda de Judit, que la seguía penetrando, y presioné con todas mis fuerzas. Ahora si que Lucia no pudo contener un grito de dolor cuando aquel mástil, abriéndose paso, le destrozó su culito, empalándola al introducirse por completo de una brutal embestida en que no me detuve hasta que se la metí enterita. Ahora tenía aquellas dos grandes vergas follándosela por delante y por detrás.

Yo también empecé inmediatamente un movimiento de penetración, saliendo y entrando. Al principio me costaba, su culito todavía intentaba resistirse a que le taladrara las entrañas, pero mi voluntad se impuso y poco a poco fue abriéndose a mi paso. El dolor de tan duras cogidas fue cediendo y, minutos después de que empezáramos a follarla, estaba gimiendo de placer.

-¿Has visto?-me dijo Judit-Nuestras vergas están haciendo gozar a nuestra perra.

-Es cierto-asentí-Gime como una putita a la que le gusta recibirlo todo, ¿eh? ¿Es qué eres una putita, Lucia?

-Sí, lo soy-respondió está entre jadeos.

-¿Qué eres qué?-insistí.

-Una putita-respondió.

-¿Y te gusta que te demos verga eh, zorrita?

-Sí… ¡Oh, Dios! ¡No paréis!-pidió.

-Pero, ¿estás escuchando?-le dije con una sonrisa maliciosa a Judit-La perra nos está dando una orden. ¿Se puede eso tolerar?

-Tienes razón-replicó ella-Deberíamos sacárselas como represalia, si es que tanto le gustan. Eso o que lo pida como corresponde.

-¡Por favor! ¡Seguid follándome!-intervino ella. A mi me daba un morbo inmenso toda aquella conversación.

-Así sí-se burló Judit-Cuando se pide con educación, se recibe.

Seguimos un rato más, cogiéndola cada vez más duro hasta que, con un tremendo estremecimiento, llegó al orgasmo, acompañado de un excitante gemido.

-¿Has visto? La muy guarra se ha venido y todo.

-Es lo que tienen las putitas-dije.

Entonces nos salimos las dos, sus dos orificios debían estar muy abiertos y sus piernas le temblaron al tener que sostenerla de repente. No teniendo muchas fuerzas se sentó en el suelo.

En ese momento la obligamos a tumbarse boca arriba y nos colocamos sobre ella. Judit se puso sobre su conchita, empezando a restregar su conejito al haberse quitado ya el juguete, contra la de Lucia. Yo me puse sobre su boca y volví a disfrutar de la habilidad de su lengua en mi conchita… Mientras Judit y yo empezamos a besarnos y acariciarnos. Sus manos me quitaron la camiseta que llevaba y yo hice igual. Yo me retire el sujetador, ella no se había puesto a propósito, para ser un “cebo” más atractivo. Nos acariciábamos y masajeábamos nuestros pechos mientras nos dábamos un profundo beso, sumergiéndonos en la boca de la otra mientras nuestras conchitas se restregaban contra el cuerpo de Lucia, la mía en su boquita y la de ella contra su conejito.

Entonces intercambiamos posiciones: Judit se puso sobre su boquita y yo coñito sobre coñito. Sentía sus labios frotarse contra los míos, calentitos, húmedos,…, oh,…, era como si me nuestras vaginas se poseyesen ellas mismas, se masturbasen mutuamente… Aceleré y me apreté contra ella todo lo que pude mientras Judit dirigió mi cabeza hacia sus pechos perfectos, cuyos pezones empecé a succionar antes de lamer todo aquel circular monte.

Y sentí las ganas de ir al aseo. De hecho, antes de ir había bebido bastante agua para asegurarme de que podría hacerlo. En aquella ocasión que motivaba mi “revancha” ella había practicado conmigo lo que comúnmente se llama “lluvia dorada”… Algo que en principio no me llamaba mucho, ni para hacer ni para que me hicieran pero en este caso, se lo debía.

Le hice un gesto a Judit, levantándome y volviéndome a poner sobre la boquita de Lucia.

-Ahora vas a probar otro caldo-le dije, recordando sus palabras.

Ella también debió entender la referencia y su primera reacción fue girar la cabeza. Yo se la agarré y la golpee contra el suelo.

-Será mejor que seas obediente-le recordé tirando ligeramente de la correa.

Le obligué a mirar hacia arriba y a abrir la boca y, entonces, lo solté.

Lo notaba caliente, casi cristalino al ser prácticamente todo agua, cayendo directo a su boca… Le desbordaba y salía bañándole las mejillas a pesar de que la oí tragar todo lo rápido que podía.

-Túmbate encima de ella-me dijo entonces Judit-Boca abajo.

Yo lo hice y entonces la vi aparecer con otro consolador que no estaba entre los que habíamos preparado. Uno de dos puntas.

Se agachó detrás de nosotras y nos lo introdujo a la vez. La de Lucia ya estaba abierta, pero en la mía sentí aquella polla de goma entrando devastadora entre mis carnes, sedienta de catar mis entrañas…

-Ve con cuidado, tía-le pedí.

Ella, como respuesta, de un empujón me metió el doble de lo que había introducido hasta ahora. Solté un pequeño grito de dolor que apenas pude contener al ver una sonrisa en los labios de Lucia, labios sobre los que con nuevos mordiscos tomé represalias mientras sentía aquella verga taladrándome. Todavía pude sentir la presencia de la “bebida” que le había suministrado.

Mientras movía el consolador para penetrarnos a las dos, Judit se movió hacia mi derecha y, cogiendo mi mano, la llevo a su coñito. Sin dejar de morder y besar a Lucia y de ser penetrada comencé a masturbarla, acariciando su rajita, presionando, retorciendo su clítoris, introduciendo mis dedos. Lo había hecho ya muchas veces y conocía los lugares y los modos que más le gustaban. Al poco, las tres estábamos jadeando levemente como putas, llevadas por el morbo y el placer.

-Sois las dos unas putitas maravillosas-dijo entonces Lucia.

-¿A qué sí?-le replicó Judit-Y tú que no querías al principio, pero ahora repetirías, ¿eh?

-¡Sí!

-¿Ves, Nerea? En el fondo es una zorra que quiere que le den lo suyo, leña y más leña…

-¡Oh, sí!

Y Judit aceleró sus movimientos de penetración. Mi coñito ya estaba abierto y recibía con facilidad las entradas de aquella polla de goma. Pero me sentía derretirme del placer… Al poco, Lucia y yo llegábamos prácticamente al mismo tiempo a un intenso y delicioso orgasmo. Yo me deje caer sobre ella, sintiendo el calor y el sudor de su cuerpo contra el mío, su respiración agitada tras el clímax…

Y entonces Judi nos obligó a ponernos de rodillas y dirigió nuestras cabezas a su coñito. Las dos empezamos a lamerlo, disputando por introducir mejor la lengua en su conchita, por disputar su clítoris… Ella tampoco aguantó mucho más y acabo dándonos su néctar en nuestras bocas, que tomamos con gran sed.

Quedamos las tres agotadas contra el suelo.

Yo había gozado mucho con la experiencia, aunque creía que al final había sido una venganza “blanda” en comparación a lo que había hecho ella, pero, en aquel momento me sentía plenamente satisfecha.