La amiga de mi hija.
Iba a ser un día como otro cualquiera. Recoger a mi hija y dejarla en casa de su madre. Para nada me imaginaba ese final, o debería decir es comienzo.
Lo que me pasó el otro día fue excitantemente estremecedor, por catalogarlo de alguna forma.
Fui a recoger a mi hija de clase, tiene 18 años y estudia bachillerato. La recojo a ella y a Aitana, su amiga. Aitana tiene un año más que mi hija y están siempre juntas. Viene mucho a casa.
Yo estoy separado, soy bombero en el aeropuerto y, aunque tengo muchos días libres mi mujer no lo llevaba bien y decidió dejarme. La custodia de la niña la tengo yo, pero a veces la llevo a casa de su madre.
El otro día, mi hija había quedado con su madre. Así que pensé, la llevo a ella y a Aitana la dejo a la vuelta, será más rápido para todos.
Las espero en la puerta del instituto y las escucho como se despiden, entre risas, de otras amigas. Siempre ríen y cuchichean cuando me ven. Según mi hija es porque soy muy atractivo. La verdad es que a mis 38 años, me conservo muy bien y estoy en forma. Algo bueno tiene mi trabajo.
Se montan en el coche, le doy y beso a mi hija y saludo a su amiga. Me pongo en camino a la casa de mi ex mujer. Tardaríamos un diez minutos en llegar.
Adiós cariño pásatelo bien con tu madre, avísame cuando quieras que venga a recogerte.
Si papá, adiós te quiero. Adiós Aitana, después hablamos.
Aitana se bajó del coche para ocupar el asiento del copiloto. Y durante los quince minutos de trayecto íbamos hablando de sus clases y de tonterías así. Por hablar de algo.
Ella iba con las piernas cruzadas y jugando con su pelo rojizo. Llevaba el uniforme del instituto y su falda dejaba ver parte de su muslo. Debo reconocer que de vez en cuando se me iba la vista a sus piernas. Su piel blanca, casi brillaba por el sol. Por mi mente pasaban las más sucias e inmorales fantasías. Me incomodaba tener esos pensamientos, pero no los podía controlar.
Cuando llegamos a su casa, había una enorme caja de Amazon.
Vaya, os han dejado un paquete enorme.
Si, mi padre me dijo que tenía que llegar, pero como no hay nadie, lo han dejado aquí. A ver cómo lo meto ahora.
Ella abrió la puerta y bajo del coche, con la mochila casi abierta, colgada de un hombro. Se despidió y cerró la puerta. Yo me quedé mirando, esperando hasta que entrara en su casa. Hay cinco escalones que llevan a la puerta y, al estar ella en una posición más alta, casi podía ver por debajo de su falda. La llevaba bastante corta porque se da tres vueltas en la cintura. Lo sé por mi hija, que hace lo mismo. Dicen que es muy larga y queda muy fea, así que casi todas las niñas de su instituto hacen la misma operación.
El uniforme consta de camisa blanca, y falda a cuadros en tonos de verde. Llevan unos calcetines, también verdes, casi a la altura de la rodilla.
Me quedé ensimismado viendo cómo se movía su falda, los vuelos luchaban contra el leve viento, mostrando cada vez más de sus piernas. Hasta que se agachó para coger el paquete. Los libros cayeron de la mochila que se terminó de abrir. Y entre risas y desesperación se giró para mirarme y comprobar que había visto lo desastre que era.
Me decidí a apagar el coche y echarle una mano.
- Recoge tú los libros anda, yo cojo la caja.
Rodee el coche y esperé a que abriese la puerta. Una vez abrió, me agaché y cogí la pesada caja. Me dijo que la dejara allí mismo, en el salón. Y me ofreció un vaso de agua. Ella tiró su mochila en el sofá y fue a la cocina, que estaba allí mismo, separada del salón por una pequeña barra americana.
- Muchas gracias, me dijo mientras se tiraba encima de mí para darme un abrazo y un beso en la comisura del labio.
No sabía que fuese tan efusiva. Le devolví el abrazo rodeando su cintura con mis brazos. Tiene una cintura fina y no es muy alta, lo que hacía que yo tuviese que estar un poco inclinado hacia ella. Giró su cara hacia la mía y me besó en los labios. Rápidamente me solté y me retiré de ella. Se hizo un silencio incómodo. Eso no estaba bien, pero me gustó. Me volteé para marcharme y ella se abalanzó sobre mí por la espalda. Me abrazó y entrelazó sus manos por delante de mí. Le cogí la mano, observé el gran contraste entre su piel y la mía. La acaricié levemente desde la mano hasta el codo. Pude notar como se erizaba su piel y todo su cuerpo se estremeció. Me giré entre sus brazos y sus intensos ojos verdes me hipnotizaron. La agarré de la cintura y nos fundimos en un apasionado beso.
Sus labios, húmedos y cálidos, me excitaron. Subí una mano por su espalda hasta que llegué a su rizado pelo. Mi otra mano se fue deslizando lentamente hasta su culo. Con mis dedos fui subiéndole poco a poco la falda pero, cuando la rocé bajo la falda, me vino un flash de lo que estaba haciendo y, justificándome, me retiré de ella.
Aitana, sin mediar palabra, se acercó a mí. Metió una mano bajo mi camisa y la otra la llevo a mi entrepierna. Me miró con una sonrisa cuando notó lo excitado que estaba. Y su tierna mirada, me excitó aún más. No me podía contener, mientras ella me tocaba yo le besaba el cuello y le metí las dos manos bajo la falda. Agarraba sus glúteos con fuerza para pegármela más a mí. No recuerdo haber estado tan excitado. Cuando escuché el “clic” de mi cinturón, salí de dudas en cuanto a sus intenciones.
Mis pantalones cayeron por su propio peso. Yo le desabrochaba la camisa mientras ella acariciaba mi abdomen para finalizar metiendo su mano bajo mi ropa interior. Sentir su mano en mi miembro casi hace que me corra. Yo le abrí la camisa y se la retiré hacia atrás, cayendo al suelo. Sin quitarle su sujetador rosa, empecé a besarle los senos. Me parecía imposible que una piel pudiese ser tan suave. Mis manos volvieron a rodear su culo. Ella se agachó mientras bajaba mi bóxer.
Miró hacia arriba y yo la miraba a ella, acariciando su pelo. Comenzó a besar mi pene erecto. Notaba sus labios acariciándome, su lengua saboreando mi miembro de arriba a abajo. Puso sus labios en la punta, como si los estuviera besando y sin dejar de mirarme, se lo fue introduciendo lentamente. La habilidad que tenía en el sexo oral no me cuadraba con su edad. Estaba a punto de correrme. Con mis manos acariciando su cara, se puso nuevamente de pie. La besé intensamente y con mis manos en su culo, bajo su ropa interior. La levante y la senté encima de la mesa. La empujé hacia atrás para que se tumbara y le retire su ropa interior, húmeda, pude palpar lo excitada que estaba. Le abrí un poco las piernas y metí mi cara entre ellas. La besaba, la acariciaba y la chupaba. Su sabor era indescriptible. Podía notar lo mucho que le gustaba por el temblor de sus piernas y por cómo me agarraba la cabeza.
Me incorporé y puse mi pene en la entrada de su vagina, me cogió las manos y, suavemente se la fui metiendo. Nos mirábamos y apretábamos las manos, hasta que se la metí entera. Empecé a acelerar el ritmo y ella gemía de placer. Notaba como mojaba mis huevos.
- Fóllame fuerte por favor, me dijo ella mientras jadeaba.
Sus palabras me pusieron más caliente, si es que eso era posible. Le di un tirón de las manos y la atraje hacia mí. La cogí en brazos y me la empecé a follar en el aire. Ella me abrazaba con tanta fuerza que casi me deja sin respiración. La solté en el suelo y la puse de espaldas inclinada hacia adelante, apoyada en el respaldo del sofá. Le abrí las piernas y se la metí desde atrás. Con la falda subida y agarrándola de sus rizados pelos, empecé a darle envestidas. Follándomela en esa posición no iba a durar mucho pues, las vistas, me estaban excitando al máximo. Estaba a punto de correrme y ella lo sabía, tenía que sacarla para no acabar dentro de ella. Cuando notó que la estaba apretando, rápidamente se incorporó y dio la vuelta. Me agarró la polla y empezó a masturbarme apuntándose a su abdomen. No tuvo que trabajar mucho, en unos segundos, mi semen recorría su vientre inundando su ombligo, casi con el mismo tono de blanco. La mano que le quedaba libre, se la llevo a su abdomen y se untó toda mi leche por él, mientras me miraba. Yo no daba crédito. Con esa edad y parecía sacada de una peli porno.
Desde entonces tenemos una relación que no sabría definir. Ella me gusta pero hay mucha diferencia de edad. Lo hemos repetido alguna que otra vez y no sé, el tiempo dirá que pasa.