La amiga de mi esposa (3)
El beso fue ganando en intensidad, nuestras lenguas se entrelazaron en una lucha sin sangre. Mis manos, dejaron su culito, y pasaron a apretar sus tetas. Las estrujé con mucha pasión.
La amiga de mi esposa (3)
Se acercaban los últimos días de las vacaciones. Tenía que aprovechar el tiempo con Amelia, así que aproveché que mi esposa Laura se fue de compras para poner en trance nuevamente a su amiga.
Bajo hipnosis le ordené que me viera con mucho deseo, con unas ganas irrefrenables de tener sexo.
Luego la desperté, ella abrió los ojos y vi su mirada llena de deseo.
De improviso, sin aviso, me dio un beso apasionado. Sus labios devoraban los míos, su lengua se metió en mi boca. La abracé con mucha energía. Sus tetas se frotaban contra mi cuerpo. Mis manos cogieron su culito como si fueran garras.
El beso fue ganando en intensidad, nuestras lenguas se entrelazaron en una lucha sin sangre. Mis manos, dejaron su culito, y pasaron a apretar sus tetas. Las estrujé con mucha pasión.
Sin dejar de besarla la llevé al sofá de la sala donde estábamos. Mi esposa regresaría en varias horas así que teníamos tiempo de sobra.
Amelia demostraba que era sumamente ardiente. Su mano derecha me cogió la verga sin dudar. Metió su mano debajo de mis holgados pantalones cortos y empezó a hacerme una paja. La detuve con delicadeza y la coloqué sobre el sofá.
Empecé a besarla en todo el cuerpo. Mientras le quitaba la ropa. Chupé y lamí sus zonas más sensibles. Desde su cuello, sus enormes tetas, su barriga plana y sus bien torneados muslos. Estaba sumamente excitada.
Le quité las braguitas, y como respuesta ella abrió ampliamente las piernas. Yo la tenía bien tiesa. Me despojé de mi ropa y quedamos ambos desnudos.
Sin dudarlo, hundí mi boca en su entrepierna. Comencé a lamer su coñito con avidez. Mi lengua recorrió su vagina con maestría. Amelia empezó a gemir cada vez con más fuerza. Era un deleite ver como se retorcía bajo los embates de mi lengua en su húmedo clítoris.
Concentré todos mis esfuerzos en su coñito. Abrí los labios mayores con ambas manos para que mi lengua pueda acceder con mayor facilidad a sus exquisiteces. Mi lengua recorrió todos sus húmedos rincones.
Amelia no tardó en correrse. Se retorció en mis brazos mientras se venía. Emitió un grito mientras mi lengua jugueteaba con su clítoris, mientras me ayudaba con los dedos. Amelia parecía que hubiese perdido el control. Soltó un grito agudo y empezó a convulsionar de placer. Arqueó su espalda mientras una explosión de flujo inundó mi boca.
La dejé descansar unos minutos y luego empecé nuevamente a hacerle un cunnilingus. Esta vez le di mayor protagonismo a ms dedos.
Introduje mi dedo medio derecho a su coñito. Estaba muy húmedo. Así que comencé a moverlo en círculos. Mientras, mi lengua chupaba nuevamente su clítoris.
La estimulé concienzudamente hasta que alcanzó un segundo orgasmo. Tan estruendoso como el primero.
Dejé que se recueste sobre el sofá, dándole unos segundos para que recupere el aliento. Luego me coloqué sobre ella y nos besamos con frenesí. Ella parecía querer comerme los labios. Era delicioso hacerle probar sus propios efluvios del coño que acababa de chupar.
Mis manos volvieron a atacar sus enormes tetas, acariciándolas primero y luego estrujándolas con deseo redoblado.
Amelia abrió las piernas ampliamente, invitándome a entrar. No me hizo de rogar y acomode mi enrojecida verga sobre la entrada de su conchita y la penetré de golpe. Ella soltó un grito ahogado.
Su coñito estaba muy húmedo y se amoldaba perfectamente a la dureza de mi falo. Ella suspiraba y gemía conforme yo me movía dentro y encima de ella. Mis estocadas eran cada vez más profundas. Sentía que todo el deseo se agolpaba sobre la punta de mi glande.
Amelia empezó a proferir grititos de placer. Lo cual me excitaba más y más. Yo la follaba con muchas ganas. Ella me abrazó con fuerza. Su rostro denotaba todo el placer que experimentaba.
Sus piernas se entrelazaron en mi cintura. Me tenía completamente atrapado. Seguí dándole con energía. Ella gemía ruidosamente. Difícil contenerse más así que me vine dentro de ella copiosamente. Solté unos gruñidos mientras ella también alcanzaba el orgasmo. Sentí como mi semen salía en chorros mientras se contraía su vagina.
Me derrumbé sobre ella. Amelia soltó el abrazo y me liberó del lazo de sus piernas. Nos detuvimos sudorosos. Mi cuerpo aplastaba sus tetas contra mí. Podía sentir sus pezones claramente. La besé mordisqueando suavemente su labio inferior.
Me levanté cuando mi pene perdió su vigor. Ella quedó sobre el sofá. Podía ver un poco de mi semen saliendo de su vagina. Le indique que se dé una ducha.
Definitivamente eso de la hipnosis me estaba dando placeres inimaginables.