La amiga de mi esposa (2)
No había terminado de hablar cuando ella se puso de rodillas en la cama y apartó las sábanas. Su rostro estaba inexpresivo. Me bajó los pantalones de pijamas y el slip para atrapar entre sus labios mi verga que estaba media morcillona.
La amiga de mi esposa (2)
Todo el día estuve esperando la oportunidad de colocar en trance a Laura, pero no pude debido a un conjunto de circunstancias. Ella no paraba de tener actividades y me arrastraba a casi todas. Estuvimos rodeados de otras personas hasta casi la medianoche. Como ya era tarde, ella se durmió casi de golpe.
Pensé en ir a buscar a Amelia, pero mi esposa podía despertarse y se armaría un chollo de la nada. Así que me concentré en conciliar el sueño. No fue fácil pero lo logré.
Desperté muy temprano y traté que Laura se despierte. Ella siempre ha sido un poco remolona para iniciar el día y de vacaciones se pone peor. La abracé por detrás, en la cama y le dije que quería hacer el amor con ella. Sin ambages ella me dijo que no tenía ganas.
Maldije internamente pero luego recordé lo de la frase del hipnotizador. Así que abrazándola con fuerza, le susurré la frase al oído varias veces. A diferencia de Amelia, no noté ningún cambio en mi esposa. Ella estaba quieta y parecía seguir durmiendo. Así que sin mayor entusiasmo le dije al oído la forma en que me gustaría que me hiciera el amor. Se lo dije explícitamente.
- Quiero que me hagas una mamada larga y profunda. No pares hasta que me hagas eyacular y luego te vas a tragar todo mi semen. Sin dejar escapar ni una gota.
No había terminado de hablar cuando ella se puso de rodillas en la cama y apartó las sábanas. Su rostro estaba inexpresivo. Me bajó los pantalones de pijamas y el slip para atrapar entre sus labios mi verga que estaba media morcillona.
Laura hace unos orales de campeonato. Cuando éramos novios me hacía venir en dos minutos con sus caricias bucales. Pero luego de casarnos dejó de prodigarme ese tipo de tratamiento. Claro que ahora practicábamos más el sexo anal, ya que antes de casarnos me había negado siempre su orificio posterior. Pero yo extrañaba su habilidad oral.
Gracias a la hipnosis, esta vez me hizo una mamada que me hizo ver a Judas calato. Cogió la base de mi pene con la mano derecha y empezó a mamar con una velocidad alucinante. No debieron pasar ni tres minutos y la leche empezó a brotar. Me sacudí sobre la cama mientras ella se tragaba hasta la última gota, tal como yo le había indicado.
Cuando dejé de temblar por la excitación y mi falo estaba fláccido, ella se sentó sobre sus piernas y me miró como si yo fuera transparente.
A pesar de que el día anterior ya había visto el efecto con Amelia, no podía dejar de asombrarme del resultado. Le dije a mi esposa que cuando se despertara no recordaría nada de lo sucedido y se alistaría para desayunar.
Ella pestañeó y me dijo que sentía algo raro en la boca. Fue a cepillarse y después se duchó.
Fui a la cocina y me encontré nuevamente con Amelia, que usaba unos shorcitos que apenas le cubría las nalgas y un top que dejaba ver que no usaba brassiere. Podia ver sus pezones apuntándome por debajo de la delgada tela de la escueta prenda.
Empezamos a desayunar y Laura nos alcanzó al rato. Ella le dirigió una mirada de reprobación a su amiga quien elevó la mirada y se fue a cambiar. Se puso brassiere y una falda que le cubría hasta las rodillas. Sin el espectáculo que había disfrutado, supe que debía empezar por cambiar esa situación.
Dediqué la mañana a acabar mi trabajo pendiente. Laura y Amelia salieron de compras y regresaron para la hora del almuerzo. Prepararon algo rápidamente y nos sentamos a comer. Ellas no paraban de hablar.
Cuando terminamos de almorzar, vino la sobremesa. Yo esperé una pausa y luego dije pronunciando cuidadosamente cada palabra:
- Reloj que muerde.
El efecto fue inmediato. Ambas quedaron quietas, con la mirada perdida, el rostro con gesto inexpresivo.
Me froté las manos y les indiqué que se desnudaran por completo. Ellas obedecieron de inmediato.
El resto de la tarde me dediqué a tomarles fotos mientras ellas hacían sus actividades habituales en traje de Eva.
Luego de ponerme cachondo por las fotos, le dí por el culo a Amelia a pocos pasos de Laura que estaba viendo televisión. Hacerlo con mi esposa a unos pasos fue realmente alucinante. Eyaculé copiosamente mientras Amelia gemía suavemente.
En la noche las saqué del trance para que hagan sus actividades con normalidad. A ambas les pareció un poco raro que no recuerden lo que hicieron por la tarde pero yo fingí que había estado trabajando en mi laptop y no tenía idea de lo que me decían.
Al día siguiente las puse en trance luego del desayuno. Le indiqué a mi esposa que ella no vería nada impropio en lo que yo haría con su amiga. Se haría de la vista gorda. A Amelia le indiqué que se deje llevar por la situación pues haríamos cosas muy cachondas. Luego les dije que actúen normalmente.
Al principio estaban un poco idas, pero luego noté que estaban más normales. Para probar le di un pellizco a Amelia en el culo, delante de las narices de mi esposa. Amelia soltó un gritito de sorpresa, pero no me dio una bofetada ni nada por el estilo.
Envalentonado, hice que los tres nos sentáramos en la sala a ver televisión. Laura estaba a mi izquierda y Amelia a mi derecha.
A los pocos minutos de empezar a ver la televisión, coloqué mis manos sobre los muslos más cercanos de mi esposa y su amiga.
Dejé la mano izquierda quieta sobre el muslo derecho de mi esposa, mientras mi mano derecha acariciaba el terso muslo de Amelia. Empecé a subir hacia su entrepierna, ella entreabrió los muslos sin dudar. Llegué hasta su sexo, aparte la breve braga que llevaba y empecé a acariciar con mis dedos su húmeda rajita.
Pronto encontré su clítoris y empecé a toquetearlo. Ella se estiró sobre el sofá, apoyando la cabeza sobre el respaldar para estar más cómoda.
A solo unos centímetros, su amiga y mi esposa, no se perdía el detalle de lo que veía en la televisión, era una sensación de lo más cachonda.
Amelia respiraba cada vez con más fuerza. Mantenía los ojos cerrados mientras mis dedos hurgaban en su intimidad proporcionándole placer. No tardé mucho en sentir que se venía. Arqueó el cuerpo y gimió mientras convulsionaba suavemente. Tembló un poco y apretó los labios para no dejar escapar sus gritos.
Laura seguía sin enterarse de nada. Así que saqué mi mano de su rajita y sin dudarlo, la cogí de la nuca para hacer que se incline y coloque su boca sobre mi pene. Ella no dudó en apartar mis shorts y empezó a lamer mi glande.
Era una situación de lo más bizarra. Mi mano izquierda sobre el carnoso muslo de mi esposa Laura y mi mano derecha guiando a su amiga Amelia para que no deje el ritmo de su mamada.
No demoré mucho en venirme. Hice que ella se trague todo el semen y luego cogi un poco y se lo ofrecí a mi esposa.
Laura me miró con un poco de asco así que la coloqué nuevamente en trance. Luego hice que limpie los restos que Amelia había olvidado.
Satisfecho por ese día, dejé que sigan con sus actividades diaras mientras yo iba a darme una ducha y dormir una siesta para descansar de tanto ajetreo.