La amiga de mi esposa (1)

¿Encuentro casual entre la amiga de mi esposa, que a su vez es esposa de mi jefe?

El sol acababa de salir por el este y ellos se despertaban de una noche de lujuria y pasión.

Roxana Nicatti de Radeudo miraba al techo de la habitación del hotel, mientras Estaban Taonino estaba tirado boca abajo, con un brazo colgando del lado izquierdo de la cama y acariciando con la mano derecha los tibios senos de su amante.

Todo empezó hace cinco años.

Los dos estaban casados cuando se conocieron. Roxana, tenía dos hijos con el dueño de la empresa en la que trabaja Enrique, Pablo Radeudo; y Enrique estaba casado con la mejor amiga de Roxana, María Crelianof, pero no tenían hijos ya que María era estéril.

Enrique había sentido hablar mucho sobre Roxana, pero nunca la había visto sino en fotografías.

Cuando Enrique comenzó a trabajar en lo de Pablo, Roxana se había distanciado de su esposo debido a una discusión y estaba de viaje por Estados Unidos. Cuando volvió de allí se dirigió directamente a la casa de su antigua compañera de colegio, que hace tanto tiempo no veía, pero esta se encontraba fuera de casa porque estaba de compras. A esa hora Enrique ya había vuelto del trabajo y se encontraba sólo en casa.

Suena el timbre.

-Disculpe, aquí vive María Crelianof, -dijo Roxana tras la puerta mientras Enrique la observaba a través de la mirilla- soy Roxana Nicatti de Radeudo, una antigua compañera se colegio.

Al abrir la puerta, sus ojos se chocaron y el fuego comenzó a encenderse.

Ella vestía una musculosa blanca, con una transparencia que permitía ver sus delicados senos y una falda tableada. Enrique sin embargo acababa de bañarse y aún tenía el torso mojado, así que sólo tuvo tiempo de colocarse una toalla alrededor de la cintura.

-¿Cómo está usted señora Radeudo? –Atinó a decir Enrique- ¡OH! Disculpe que la reciba en estas condiciones, sucede que acabo de llegar del trabajo, me estaba dando una ducha y mi esposa no está aquí, salió de compras.

-No, no, no y no. No me digas señora, decime Roxana. Después de todo soy la amiga de tu esposa y vos trabajás con mi esposo.

-Perdóneme… o… perdoname, es la costumbre. ¿Querés pasar a tomar algo mientras la esperás? Sé que acabas de llegar de viaje y quizá estés agotada.

-Te lo agradecería muchísimo: estoy exhausta y no me va a venir mal un vaso de agua.

-Esperame un minuto, voy a cambiarme.

-¡No! Si es por mí no hace falta. ¡Mientras no se te caiga la toalla! Ja, ja, ja.

Cuando él se retiró ella se sintió muy excitada, al ver la gran espalda de Estaban, su pequeña cintura y sus glúteos trabajados. Se decidió entonces: buscó el baño, se desvistió y colocó una toalla alrededor del cuerpo. Salió apresurada y se sentó en el mismo sofá en el que se había sentado.

Cuando Enrique salió se asombró muchísimo, tartamudeó un poco y Roxana lo interrumpió:

-Vi que te sentías incómodo porque no estabas vestido: decidí entonces equiparar órdenes para que estemos de igual a igual.

Mientras decía esto, Roxana se iba acercando a Enrique, acariciando su abdomen esculpido con cincel con su mano izquierda y colocando con su mano el dedo índice de Enrique en su boca, mientras su lengua juguetona lo acariciaba sensualmente.

El pene de Enrique comenzó a hacerse notar bajo la toalla blanca, su respiración se aceleró, al igual que sus pulsaciones y la mano que aún tenía libre se desplazó por la esbelta cintura de Roxana, hasta que reaccionó y retrocedió.

-Pero… no… espere… esperá… usted, digo… vos… y yo.

-Ja, ja, ja. ¡Sí! "Usted", "vos" y yo, los tres juntitos vamos a hacer una fiestita.

-Pero… usted tiene esposo… hijos… yo tengo a mi esposa. ¡Esto no es posible!

-Dale, si te morís de ganas, si por debajo de la toalla se te notan las ganas. Además: mis hijos tienen 18 y 20 años, mi esposo se acuesta con cuanta secretaria se le cruza por el camino; y con respecto a tu esposa… -se acercó y le susurró al oído- …si te tuviera satisfecho no se te hubiera parado la pija de esa manera.

Luego de esto, Roxana se desató la toalla y los ojos de Enrique se desparramaron por todo su cuerpo. Primero sus grandes pechos, coronados por unos bellos senos; luego su estómago y fina cintura, y más abajo el abundante bello púbico; continuaban unas piernas únicas, que se veían suaves y tiernas. Roxana izo con su dedo índice una señal pidiéndole que se acerque.

Enrique, sin dudarlo, soltó su toalla y la tomó de la cintura levantándola, mientras ella enredó sus largas piernas en su cintura. Él comenzó a morder sus senos, mientras ella gemía placer.

Rodaron por la suave alfombra, mientras él comenzó a besar su ombligo, y al llegar a su vagina, introdujo su lengua y empezó a succionar violentamente.

En ese momento, suena el teléfono. Enrique se levantó repentinamente y corrió a atenderlo. Agitado levantó el tubo.

-Hola… ¡sí!... no, nada mi amor, pasa que estaba tomando una ducha y vine corriendo… ¿qué necesitas?... ah, venís tarde… -guiñó un ojo a Roxana- bueno, no hay problema… si, si, yo me preparo algo para comer y listo, pasala bien… ¡ah! Pará, pará ¿a qué hora decís que volvés?… ¡ajá!, a las diez entonces. Chau mi amor… ¿Qué decís? Son las 15:34, de acá a las diez de la noche, ¿Qué voy a hacer? ¿Engañarte? Ja, ja, ja. Suerte y nos vemos.

Soltó el tubo del teléfono, se dio vuelta, miró pícaramente a Roxana y cuando se iba a abalanzar sobre ella se frenó, volvió a tomar el teléfono, marcó y luego de unos momentos dijo:

-¡Hola!... Juan… habla Enrique… sí… le podés decir al jefe que no voy a ir a trabajar… sí, me torcí el tobillo cuando venía para acá y no me siento bien… si, si, si… gracias nos vemos. –mientras cortaba dijo- Bueno nena, ahora sí tenemos toda la tarde para nosotros. ¿Qué te parece si empezamos con una ducha?

Enrique tomó a Roxana, que aun estaba tirada en el piso, por la cintura y la levantó hasta que su ombligo estuvo a la altura de su boca, comenzó a besárselo. La colocó sobre sus hombros y masajeó su ano con los dedos mientras la llevaba hasta el baño.

Ella gemía de placer, mientras tocaba sus senos. Al llegar al baño, enrique la soltó suavemente en el suelo y la besó largamente, mientras masajeaba y pellizcaba sus firmes y suaves nalgas.

Enrique la dejó un momento, abrió la ducha y bruscamente metió a Roxana bajo el chorro de agua caliente. Tomó jabón y una esponja y frotó con él todos los rincones del cuerpo de Roxana, luego la enjuagó, mientras besaba todo su cuerpo y en un brusco movimiento, la apoyó contra la pared e introdujo su lengua en su vagina. Los gemidos de placer de Roxana excitaban más y más a Enrique, lo que hacía que acelerara más su succión.

De repente, la dejó, la dio vuelta e hizo que colocara sus manos en los grifos y metió su pene en el ano de Roxana, comenzó a convulsionarse fuertemente, mientras que ambos gemidos aumentaban minuto a minuto.

-¡Pará!, ¡pará! –dijo Roxana con éxtasis en la voz- vamos a tu cama, quiero terminar allá.

Se dio vuelta y lo besó en los labios, mientras se colgaba de su cuello y colocaba sus piernas alrededor de la cintura de Enrique. Sus sexos se estrechaban y los fluidos de Roxana bañaban el pene de Enrique.

El placer aumentaba mientras subían las escaleras y sus lenguas se estrechaban. Al llegar a la puerta entreabierta de la habitación, Enrique le dio un empujón con su pie y arrojó a Roxana sobre la cama.

La excitación los segaba y les aumentaba progresivamente el deseo.

Cerró las cortinas y encendió una luz tenue que daba un clima de relax. Luego se abalanzó sobre ella, comenzó besando sus muslos, luego lamió su vagina, siguió co el ombligo

-¡Ya basta! ¡Bestia! ¡Metela ya que estoy que hiervo!

-¡Enserio, PUTA! ¡Callate y abrí la boca! ¡Dale chupame la pija!

Entonces la "obligó" a abrir la boca y a la merle todo el pene. Ella se hacía la difícil, pero cedió y lo tomó del culo mientras le lamía el pene y los testículos. Entonces se dieron vuelta, él se acostó en la cama y mientras ella seguía lamiendo y chupando, él volvió a colocar su lengua en su húmeda y sabrosa vagina. Hicieron un 69 salvaje y brutal, hasta que al fin sucedió: una última convulsión, una agitación suprema y el orgasmo mutuo y simultáneo.

-Viste, –dijo Roxana mientras se acostaba en la cama, junto a Enrique- viste que la íbamos a pasar súper bien. ¡Y eso que vos no querías!

-Pero me encantó –contestó Enrique un momento antes de comerle la boca- Dale, anda a buscar tu ropa y cambiate acá.

Roxana se levantó, lamió el aun erguido pene de Enrique y dijo:

-Ojo, cuando vuelva quiero más.

-Todavía me queda resto, acá te espero.

Bajó, recogió la ropa que aun estaba en el piso, subió y al cerrar la puerta de la habitación, se abrió la puerta de la calle: María, la esposa de Enrique acababa de llegar.

-¡Cagamos! Me pilló mi mujer.

Ambos se vistieron rápidamente

-¡Hola! ¡Mi amor! ¿Dónde estás?

-¡Acá arriba! Pero no subas… te tengo una sorpresa.

Roxana saltó por la ventana y antes de irse preguntó a Enrique:

-¿Volveremos a vernos, Quiquito mi amor?

-Sí, pero la próxima es en tu casa. Nos hablamos luego.

La puerta se abrió:

-¿Qué estás haciendo, amor? Hace frío para tener la ventana abierta.

-Estaba enfriándome un poco… estoy muy excitado y necesitándote mucho

EN LA PRÓXIMA SIGUE.