La amante secreta del concejal: la reunion

Y continua la historia

LA REUNIÓN

Saben… Cuando se comienza a escribir las vivencias sobre sí mismo es un tanto difícil coordinar las ideas para que estas vengan en el orden en que ocurrieron.

Ese día en que Antonio y yo estuvimos juntos por primera vez y en el que disfrutamos tanto, desahogamos toda la pasión contenida. Él me confesó que ni en sueños se había imaginado tenerme así y yo dentro de mí también lo pensé. Antonio no me atraía en absoluto, solo lo utilice para no caer con un hombre comprometido que solo ofrecía sexo, una simple aventura de una noche.

Yo sabía que con Antonio sería otra cosa. Él y yo nos manejábamos en el mismo mundo, pero que debíamos cuidar nuestra imagen. Él político de fuerza, con todas las personas esperando cualquier error de su parte. Yo Abogado en un pueblo donde no abundan los abogados y con éxito debido a mi empeño y carácter. Total… ambos con una imagen que cuidar, pues si hay en un futuro la oportunidad de incurrir en la política la aprovecharé, y Antonio lo sabe y me apoya, por lo tanto,  debo mantener una buena imagen y ser amante de Antonio no me la da. Conclusión, tengo un amor prohibido, lo que hace que nuestros encuentros sean mas excitantes y apasionados.

Cuando culminamos esa primera vez con tal intensidad. Antonio y yo nos duchamos juntos, ni que decir que aprovechamos la oportunidad para acariciarnos mutuamente y volver a hacer el amor (o seria mejor decir el sexo?), con la misma intensidad.

Quién me iba a decir que ese señor tan respetable y estresante seria un semental en la cama, ni soñarlo. Total que hay que cuidarse de los serios y que perro que ladra no muerde.

Antonio me escribía continuamente y estaba al pendiente de mi y de lo que hacia. Una semana después de nuestro encuentro me envió un mensaje citándome a una reunión en la sede del partido. Yo acepte ir y me di un buen baño, me coloque una falda y una camisa de seda que no dejaba nada a la imaginación, no trasparentaba pero insinuaba cada curva de mi cuerpo, rematé con unos zapatos bien altos, en fin la elegancia en persona, salvo por el sostén negro y el hilo a juego debajo de mi falda, jajajaja, tenia la esperanza de tener una sesión sexual con Antonio y si se daba la oportunidad no la iba a desaprovechar para nada.

A las siete y media llegue a la sede del partido. Mas de uno de los hombres de allí se me acercaban a piropearme (debo agregar que una mujer sola y sin compromisos, independiente y con bienes propios llama demasiado la atención en mi pueblo y yo estoy en esta categoría, pero estoy con quien me da la gana no con quien quiere), todos menos Antonio, yo solo observaba ese brillo especial en sus ojos, ese brillo de todo macho que sabe que esa mujer es su hembra y que acérquese quien se acerque es él quien tiene derecho a ella y conoce cada centímetro de su cuerpo, que recuerda como la hace sentir y que no teme se la arrebaten.

Nuestro contacto visual fue cortado por el anfitrión de la reunión, nos mando a sentar y Antonio se sentó a mi lado, me saludo con el habitual beso en la mejilla aprovechando para decirme al oído un rápido “te deseo”. Con eso me desarmó, sentí mi totonita palpitando, deseaba que me cogiera ahí mismo. Ya sentados cruce mis piernas, y me senté lo mas relajada que pude. Estábamos allí para tomar una decisión trascendental para el partido, cuando opiné y expresé mi punto de vista sobre el asunto, cual no seria mi sorpresa que quien me llevaba la contraria era precisamente Antonio.

Lo tenia a mi lado objetándome, me giré hacia él y le refuté su alegato, a lo que él se me enfrentó en contra. Comenzamos una discusión en la que todos los presentes tomaron postura a favor del uno o del otro,  cuando estábamos en plena discusión sentí una mano que se posaba en mi pierna, acariciando de arriba hacia abajo. No reaccione, actué como si esa mano no estuviera allí, discutíamos pero el brillo de nuestro ojos delataba una pasión que no tenia nada que ver con lo que pasaba arriba de la mesa. Llegue a pensar “lo hace para que me rinda y no le discuta”, tal pensamiento me hizo enojar, traté de cerrar las piernas para impedir los avances de esa mano, pero abrió mis piernas y pellizcó mi clítoris por encima de mi ropa haciéndome brincar. Tosí para disimular ante los presentes y seguí hablando.

La mano de Antonio subía poco a poco, llegó hasta mi ropa interior acariciando sobre ella mi clítoris, y yo? Pues mojadita, sintiendo el placer de esa mano. No se como seguíamos discutiendo tan fuertemente como lo hacíamos, con esa mano haciendo estragos bajo mi falda, pero lo hacíamos, mi voz sonaba ronca, pero no precisamente de cansancio. Esa mano bajo mi falda me desarmaba, mi cuerpo se estremecía, sentía escalofríos, cuando pensé que no podía excitarme mas sentí un dedo en mi raja, acariciando, separando mis labios, tratando de encontrar el camino hacia mi vulva.

Yo aun tenía fuerzas para coordinar mis ideas. Estábamos en ese punto álgido. Debajo de la mesa un dedo que ganaba terreno poco a poco y arriba de ella una discusión ganada poco a poco por mi. Uno de los compañeros me pasó una laptop con el fin de darme material para apoyar mi posición, con manos cada vez más temblorosas la tome y comencé a teclear. Antonio se me acercó, observaba por encima de mi hombro lo que allí se informaba, mientras su dedo seguía haciendo maravillas bajo mi falda, abrí mis piernas un poco más, quería más, y sentí como otro de sus dedos trabajaba ya. No sabía como iba a seguir disimulando, estábamos frente a un grupo de diez personas sentados alrededor de una mesa discutiendo y yo quería que me cogieran. Todos tenían sus ojos fijos en nosotros, esperando como terminaba la discusión. Antonio perforaba con sus dedos mi totonita, respirando suavemente a mi oído y yo con mis manos encima de un teclado deseando que todos desaparecieran para disfrutar al máximo de sus caricias.

Ya sentía el orgasmo tocando las puertas cuando Antonio retiró su mano. Quede fría, sentí como una cubeta de agua fría vaciándose en mi cuerpo, quería que esa mano terminara el trabajo que comenzó pero no, Antonio se retiró y aceptó su derrota dándome la razón en el tema a discusión. Me molesté, no me gustó ese juego. Después que llegamos a una decisión, todos comenzaron a recoger las carpetas, yo comencé a redactar el acta para imprimirla y dejarla asentada. Como a nadie le gusta quedarse a levantar papeleo, se retiraron lo más rápido que pudieron. Yo quede sentada allí, escuchando las pisadas de quienes se iban. Todo quedó en silencio, escuche como Francisco, el secretario y encargado de las llaves, comenzaba a cerrar las puertas. Me concentré en mi trabajo. Terminaría e iría a darme una buena ducha fría. Estaba molesta, no me gustaba que me dejaran así caliente y con ganas. Antonio había sido el primero en retirarse.

De pronto sentí que alguien me observaba, sin levantar la vista dije “tranquilo Francisco, ya terminé, imprimo esto y me voy”. Escuche una voz grave y conocida diciendo “No estoy apurado”. “Antonio”, solo alcance a decir esto cuando sentí que me levantaban de la silla y me sentaban en la mesa. Antonio apago las luces y comenzó a besarme. Me tenia sujeta de la muñecas. Yo quería empujarlo, golpearlo, tenía rabia y él me tenía completamente dominada. Me besaba, cruzo mis manos detrás de mí y me ató con una cinta que tenía al alcance. Ya teniéndome asegurada, comenzó a acariciarme de manera fuerte. Mis senos estaban hinchados, estaban siendo acariciados brutalmente por encima de la camisa. Antonio no dejaba que yo me le separara, mordí sus labios, pero solo sirvió para que me tomara fuertemente del cabello y echara mi cabeza hacia atrás, besándome una y otra vez, no se como lograba respirar.

Abrió mi camisa y soltó el sostén dejando mis senos libres e hinchados. Los observó con mirada lujuriosa y comenzó a chuparlos, morderlos y acariciarlos. Sus caricias no eran suaves pero me excitaban. Me estaba tratando duramente y yo estaba más excitada que nunca, sentía mi vagina totalmente húmeda y una excitación que buscaba la calma.

Sentí las manos de Antonio bajando mi falda junto con mi hilo, no me quitó los zapatos, me imagino que porque así me veía mas sexi. Allí estaba, las manos atadas a mi espalda, mi camisa y el sostén abiertos, completamente desnuda y encima de la mesa. Antonio acariciaba cada parte de mis piernas sin separar su mirada de la mía, finalmente me empujó acostándome encima de la mesa, no podía moverme, no deseaba moverme, solo lo deseaba a él. Antonio subió mis pies a la mesa y separó mis piernas e inclinó su cuerpo metiendo su cara entre ellas. Y comenzó la tortura. Acariciaba con su lengua mi clítoris, me mordía, metía su lengua en mi vulva, para luego pasarla por mi culito, yo solo gemía, no podía articular palabra. Sus dedos me penetraban y su lengua y dientes trabajaban en mi clítoris. No se cuantas veces me corrí pero no quería que parara, estaba gozando como nunca imagine y mis manos atadas a mi espalda deseaban acariciar, tocar, pero esto no me frustraba, al contrario, me excitaba aun mas, me sentía y deseaba ser su prisionera.

Al culminar uno de mis orgasmos mas intensos, sentí que Antonio se desnudaba. Acercó mis piernas al borde de la mesa dejándolas colgar y comenzó a follarme. Me penetró duro, quise gritar pero sentí una de sus manos en mi boca acallando mis gritos, me penetraba ansioso, una y otra vez. Me colocó de lado y finalmente boca abajo. Mis manos atadas y mis piernas cortas no me dejaban moverme para acomodar posición. Me tenía boca abajo cuando comenzó a follarme rápidamente con un ritmo enloquecedor, mis senos eran estrujados por sus manos, su boca besaba mi espalda. Cuando estaba cerca del orgasmo sacó su miembro y terminó pajeandose y corriéndose encima de mi. Su leche bañó mi espalda y cabello.

Culminado el acto procedió a desatarme. Yo estaba sin fuerzas después de algo tan intenso. Me levantó y limpió mi cuerpo, acurrucándome en sus brazos. Procedimos a vestirnos, imprimir el dichoso acta y llevarme a mi casa, despidiéndome con un beso apasionado.

Después de este día, de más esta decir que me es difícil concentrarme en las reuniones del partido. Nuestros ojos se encuentran y brillan tras el recuerdo de lo que paso en esa mesa. No les puedo negar que deseo repetir esa noche, pero les aseguro que la próxima vez no seré yo quien este atada.