La amante (7)

Sofía no aguantó aquel espectáculo y su mano se dejó caer en la vulva expuesta de Vero cuando se sentó, apretándola con suavidad, con un amor tan grande que, cuando ella salio de su sorpresa, no se la quitó observando a su cuñada extrañada. El recuerdo reciente de Rebeca y su condición de mujer volvió a invadir su cerebro y la llenó de deseos hasta no hacía mucho desconocido. Sofía le metía la mano por dentro de la braguita. Se dejó llevar por las caricias que se hicieron más atrevidas cuando la bata quedó totalmente abierta.

LA AMANTE

(Septima y última parte)

Sofía

Había llegado a su casa casi a trompicones, aterrada, con el corazón a punto de salírsele de su pecho. No podía creer que hubiera mujeres que destrozaran su vida de aquella manera, que se sometiera a un gran hijo de puta como su her… Sin embargo ¿Por qué la admiraba? ¿Por qué deseaba estar en la piel de la sumisa humillada de Pablo? No aspiraba ser así, ahora no, pero las veces que la azotó gozó tanto como cuando se encontraba follando en los brazos de sus tres amantes. Si, tenía que reconocerlo, era una perra que se sometería gozosa a todas las vejaciones que quisiera éste de ella. Tenía que huir de la ciudad, de la tentación del bondage, huir de su hermano Pablo sobre todo.

Tan pronto entró en la casa se dirigió nuevamente al baño y estuvo cerca de una hora bajo la lluvia de la ducha reparadora. Se ponía de espalda o de frente para que la fuerza del agua corriera por todo su cuerpo acariciándola, apagando su veneración callada por la sumisión, los castigos a los que Pablo la sometería cada vez que la tenía para si. Los senos y pezones estaban tan duros que le dio la impresión que se iban a romper en mil pedazos. Apenas si se secó los pies, vistió sólo unas bragas transparentes culot, con blonda y encajes bien ajustados a las caderas y a la vulva quedaba visible, bien depilada. Salio del baño chorreando, dejando que las gotas la siguiera calmando mientras el cerebro no dejara de trabajar machacón en lo mismo. Tenía que pensar en preparar el equipaje que tenía que llevarse.

Llegó un momento en que la multitud de imágenes que segregaba su cerebro les fueron reales. Bajó del ropero dos buenas maletas de viaje comenzando a prepararlas. Todavía sentía en todo el cuerpo los latigazos de Pablo, las manos grandes de él en sus mamas estrujadas en todas las direcciones, estirándolas, mordiéndolas, palmeándolas…, chupándolas; la polla en la vagina ardiente que se pegaba al cilindro como si quisiera no dejarlo escapar nunca, sus dedos hurgando en profundidad el esfínter como él, dominante, sabía hacerlo ¿Y la mujer? la boca de Rebeca mamándole y mordiéndole el clítoris, los labios superiores, menores y todo el interior de su coño mientras él la trajinaba sin compasión, cuando se corrió y aquella mujer los bebía todo como si fuera néctar pura. Había sido unas horas que nunca olvidaría, sobre todo el cuadro final que contempló viendo aquella mujer tan martirizada por las cadenas bajo el yugo de un Amo que la mataba a orgasmos.

-¡¡Aaaaah!! ¡¡Bastaaaa!! ¡Dios, nooooo…! –Sus muslos y manos apretaban su sexo con fuerza. Apreciaba, por los ruidos que creía oír que sus ovarios no dejaban de vibrar como locos viniéndose en puros orgasmos –Si no me quito estos pensamientos de la cabeza moriré reventada como una puta perra en pura excitación.

-¡Si Sergio estuviera aquí…, Dios mío!

Comenzaba ahora, a duras penas, con la segunda maleta, aún atormentada por los pensamientos repetitivos en la casa de su hermano, cuando el timbre de la puerta sonó. Se quedó sorprendida, no podía ser Sergio, él tenía llave, tampoco Alex, también entraba por sus propios medios ¿Pablo? No, éste nunca la tuvo, tocaba siempre. Pero no, aún estaría con Rebeca, follándola por décima vez, llevándola, seguramente, al éxtasis completo… ¡Qué envidia le tenía! Ahora mismo se la comería a bes

-¡¡Basta ya, coñooooo…!! ¡¡Basta!! -Gritó a pleno pulmón. Estaba sola en casa.

¿Quién podría ser? Se puso una ligera bata china azul celeste con un gran dragón a tres colores que la atravesaba en diagonal. Prenda pequeña que le tapaba nada más que la base de las nalgas. En el pasado se la ponía para despedir a Alex o Sergio cuando la visitaban en su dormitorio. Se dirigió a la puerta y observó por la mirilla. El corazón se le puso en la garganta. Sofía estaba al otro lado de la puerta.

-¡Hola, Sofía! ¿Qué te trae por casa? –La miraba con recelo. Se curaba en salud ante algún resquemor de su cuñada y amiga –Estoy haciendo las maletas… pero ¡Pasa, pasa, por favor!

-Perdona, Vero, si te molesto. Nos volveremos a ver antes de que te marches, cuñada, pierde cuidado –Sofía había oído sus gritos. Si estaba allí era por algo.

-Pasa, mujer –Rió feliz y confiada -No gritaba por ti sino por imágenes majaderas que no cesan de martirizarme.

-¿Algún, o… algunos hombres?

-Sí, Sofía, sabes perfectamente a quienes me refiero –Cortante, seria ahora, cambiándole el semblante. De pronto la vio fea y repugnante, una bruja horrible que mantenía en su boca cruel una sonrisa diabólica. No dejaba de ser una puta dañina, lo sabía –Los amo como a mí misma, no te lo voy a negar.

-Y no seré yo quien venga a molestarte por ello ni pedir explicaciones absurdas, Vero. Estoy aquí para decirte en primicias que Sergio y yo nos hemos separado y queremos el divorcio. Te dejo así un terreno que nunca fue de mi propiedad, amiga mía. Me acosté en varias ocasiones con Sergio y le hice creer que esta preñada y él. Demostrandome lo buena persona que es y hombre de ley, me tomó como esposa –Soltó una carcajada fuerte y cantarina -Esperanza me habló mucho y mal de vuestras relaciones, que os había visto en vuestra casa materna a Alex y a ti y me volví loca de celos porque siempre me he creido mejor que tu. Vero, siempre te consideré una ridícula inocentona, nunca te enterabas de nada y mira tú, ya te acostabas con tus tres hermanos.

-Mis celos también fueron en contra de ellos mismos por tenerte como amante fija. Me enamoré de ti al poco de conocernos y lo supe cuando cumplí catorce años. Jamás te lo he dicho porque no te diste cuenta, tampoco el momento ni el lugar. Ahora sí, eres hétero y lo se, yo, en cambio, soy bisexual, pero nunca he dejado de desearte. Te odié a muerte con tus incestos. Ahora sé que tu amistad vale un imperio.

-¿Te acuerdas lo que dijo tu hermano Pablo en el funeral? Sentí tanto terror como Esperanza cuando él habló de Madame Vitoria y su vínculo con prostitutas de clase. Siempre has sabido que me tiraba a los profesores y alumnos de secundaria y del instituto, pero de las chicas nadie lo supo jamás, esa era mi tapadera. Mi naturaleza es así. Yo también soy una pupila de la madame, una puta de elite mucho antes de casarme. No sabía que Esperanza lo fuera, nunca nos encontramos en los saraos de esa matrona. Cuando Pablo demostró quien era ella creí morir al creer que iba a hablar también de mí también. Mis padres estaban allí y por nada del mundo hubiera querido que se enterasen. No ocurrió nada de eso, pero me hizo pensar el daño tan grande que te estaba haciendo. Y se lo confesé a mi marido ¿Tú quieres creer que ni siguiera se inmutó? Me miró como si lo supiera de siempre. Dijo que os había hecho mucho daño a los dos. Sólo piensa en ti y sueña contigo, Vero, no hay nadie más en su vida que tu, te lo juro por Dios.

Mientras hablaban, Verónica la había conducido hasta su habitación donde estaban las dos maletas abiertas, una llena otra con ropas y otras cosas esparcidas por la cama. Sofía, detrás de ella, miraba las bases de las nalgas de su amiga cubiertas y apretadas por el culot. La bata, al ser abrochada, se había levantado más de la cuenta por detrás mostrando un perfecto culo sabroso de mujer. Se sentaron en la cama y, la joven, desinhibida, no se dio cuenta que la batita se abría mostrando su sexo insultante, transparente y limpio de vello. El escote se abrió lo suficiente como para mostrar sus tetas dejando ver el esplendor de ellas y unos botones medianos envueltos en unas pequeñas areolas sonrosadas exquisitas.

Sofía no aguantó aquel espectáculo y su mano se dejó caer en la vulva expuesta de Vero cuando se sentó, apretándola con suavidad, con un amor tan grande que, cuando ella salio de su sorpresa, no se la quitó observando a su cuñada extrañada. El recuerdo reciente de Rebeca y su condición de mujer volvió a invadir su cerebro y la llenó de deseos hasta no hacía mucho desconocido. Sofía le metía la mano por dentro de la braguita, los dedos hábiles abrían sus labios externos rozando los menores, subiendo luego hasta atrapar el clítoris y pellizcarlo con rotundidad pero con delicadeza que ella no pudo más que dar respingos y abrir sus muslos en una sincera entrega. Se dejó llevar por las caricias que se hicieron más atrevidas cuando la bata quedó totalmente abierta.

Reaccionó más todavía al sentir que sus pezones eran poseídos y chupados de forma distinta a sus hombres, como lo había hecho Rebeca. Su amiga le había quitado la bata dejándola caer sobre la cama y sus manos la recorrían toda con tanto cuidado y cariño que la emocionó. Los dedos largo y bien cuidado de Sofía se metieron profundamente en su vagina acariciando las paredes con la yemas de esos dedos. Con la otra, después de ladearla, se ocupaba de su orto y, poco a poco fue introduciendo tres y cuatro dedos hasta que no pudo más. Sus bocas se fundían en besos profundos, húmedos y un orgasmo tremendo la invadió inundando alegremente la mano de Sofía. Ésta la sacó de su feminidad sin dejar de sodomizarla y se la llevó a su boca saboreando sus flujos mientras la miraba intensamente. Quiso retirarse, huir de su amiga, pero una gran fuerza la mantenía clavada en la cama, de lado, entregada como la puta que decían Alex y Pablo que era. Su boca seguía estando poseída por la boca de su amiga y cuñada.

Con una parcimonia característica, Sofía llegó al pubis perfectamente depilado y lo mimó con tenues pellizcos y golpecitos elegantes. Llegaba hasta el principio de los labios con esta técnica que tanto éxito le había dado con otras, igual que había hecho con el estómago. La lesbiana abarcó de una sola vez su sexo mediano y abultado y luego lo oprimió dentro de su larga y fina mano.

Los labios vaginales formaron una sonrisa vertical en la que se vio a las claras un clítoris embravecido e inmensamente brillante, unos labios menores gelatinosos y muy humedecidos por las sensaciones recibidas y una entrada vaginal fácil de abrir por el uso de años que se habían hecho de ella. Los dedos profesionales y gentiles de Sofía se metieron por entre la vulva buscando el punto álgido de la mujer amada, con caricias constantes, circulares y cortas, a medio camino, de arriba hacia abajo y en sentido contrario. El clítoris vibraba, los labios menores se encharcaban de los jugos que su cuñada, que había dejado ya la boca de ella, veía como le crecía el pequeño pene al ritmo que la misma mujer imprimía.

Sofía estaba delante de su amiga, de rodillas y ésta acostada ahora en suelo, las piernas encogidas en ángulos y abiertas. Inclinó la cabeza rozando el pubis con sus cabellos y se apoderó con los labios del agitado y goloso botón femenino que hizo que su dueña exhalara un gritito de placer echando el cuerpo hacia delante y la cabeza para atrás. La lengua sabia recorría ahora los labios menores y saboreaba todo el néctar que los dejaban mojados, redondeaba el meato con la punta de la lengua percibiendo un cierto sabor salobre y caliente. Sabía jugar muy bien con la punta de su lengua haciendo círculos entre éste y el clítoris. Verónica berreaba más que gemía. Sofía no paraba, se encontraba ahora masajeando con el órgano bucal el camino hacia la entrada de la vagina y allí, sin contemplaciones, introdujo la lengua y metió algo más que la mitad de ésta. Y Vero se arqueo tanto que apoyó la cabeza en el suelo estampando todo su coño en la cara de su amante.

Ésta revolvía con facilidad la lengua dentro de aquel agujero maravilloso, buscaba las paredes algo distante para su órgano, consiguiendo que la joven tuviera un tremendo orgasmo mojando generosamente los labios de ella que se abrieron para beber con desespero. Puso su nariz a la altura del clítoris y lo frotó como si estuviera dando besos lapones. Vero, extasiada, seguía expulsando flujos, gimiendo más y más.

Su amiga seguía tendida en el suelo, una pierna estirada y la otra haciendo ángulo, ambas muy abiertas, la vulva exuberante en medio, chorreante y mostrando su poder de seducción. Sofía se puso en pie y Vero la contempló con ojos distintos a los de siempre.

La lesbiana se agachó sobre Vero poniendo sus brazos estirados a los lados de los hombros de la amiga, colocó sus piernas en medio de las piernas de ésta y fue bajando despacio la pelvis hasta unir su vulva experimentada con la vulva joven y hermosa de la otra. Se hizo un poco a un lado y acopló, con un cuidado exquisito, uno de sus labios en medio de la semiabierta vulva de la chica y comenzó a frotarlos de forma continuada de arriba abajo muchas veces para estimular la zona erógena mientras la miraba moverse agitadamente. Luego, las dos vulvas se fundieron frenéticamente en constantes caricias.

Aquella penetración por rozamientos duró unos diez minutos y Verónica tuvo el tercer orgasmos estremeciéndose su precioso cuerpo por el placer tan grande que le estaba produciendo Sofía. Las manos, apoyadas en el suelo, eran sostén para levantar la pelvis y pegar aún más su vulva con la de Sofía y amante, gozando de aquel encuentro plenamente.

Ahora, la esposa de Sergio estaba de pie, contemplándola con el amor declarado, sonriendo la ausencia de ella que seguía tendida en el suelo y las piernas abiertas, su bello sexo brillante como el charol, todavía degustando el placer que una vez más le había ofrecido su cuñada.

-¡Noooo…! ¡No sigas, por favor, Sofía! Yo…, yo no sé que decirte. No te amo como quieres que te ame, amiga mía ¡Oh, Dios mío, discúlpame! Vamos a dejarlo así ¿Vale? No… quiero volverme loca pensando que no soy como creo que soy. Deseo a mis tres amantes y aspiro a seguir perteneciéndoles por siempre. Me puedes tachar de una puta miserable y asquerosamente incestuosa, pero he dedicado mi adolescencia y juventud a ellos y no ha habido mujeres ni más hombres para mí que mis tres hermanos ¡Lo siento, querida!

Sofía estuvo un rato mirando fijamente a un punto de la habitación. Cuando los volvió hacia ella estaban empañados de gruesas lágrimas. Estaba a punto de un ataque de nervios y dolor. No se sentía contenta de haberle demostrado su amor por ella, no. Como pudo se levantó, se vistió y, sin mirarla ni decir nada, se dirigió hacia la puerta de la calle saliendo para siempre de la vida de su gran amiga y todavía, cuñada.

El egoísmo asqueroso de Alejandro

Estaba colocando las maletas en un lugar de su habitación donde no molestara al pasar cuando percibió una presencia ajena a ella. Se giró en redondo, asustada. Enfrente tenía a Alex que la miraba fijamente. Vestía tan sólo la corta bata china, abierta, mostrando parte de su desnudez. Conocía aquella mirada de deseo incontenido, no en vano la había visto durante años reflejada en su ojos. En tiempos pasados la hubieran puesto a cien y se hubiera lanzado a sus brazos desde el mismo lugar en el que se encontraba.

Ya no sentía eso. Ahora era un sentimiento de repulsión, asco e indiferencia. No supo porqué le dio vergüenza que la observara desnuda. Tanto años entregándose a la pasión y en esos momentos no era más que un extraño que le había inflingido en su corta vida daño y dolor.

-¡Hola, Vero! Qué guapa estás así. Me gusta verte sexy, dispuesta para mí. Eres una guarra de la que nunca me canso y lo sabes.

Se acercaba a ella despacio, quitándose la americana, la corbata y desabrochándose la camisa blanca. Se había desnudado de medio arriba.

-Qué haces aquí, Alex. Tú y yo acabamos definitivamente cuando el funeral de mamá ¿No te acuerdas? –Cruzaba la batita sobre su cuerpo anudando el cinturón -No fuiste capaz de respetarme publicando nuestra relación a los cuatro vientos y dejando que se enterara la golfa de tu mujer. Vete, Alex, por favor, pasado mañana me voy de aquí. Espero que para siempre.

-Ella y yo ya no estamos juntos, nos vamos a divorciar. Se lo dije a porque compartíamos lecho, follábamos mucho y porque sigue siendo mi mujer. Nunca pensé que lo aireara, te lo juro. Pero ya todo eso pasó, ahora podemos estar nuevamente juntos. Dejo mi casa y me vengo aquí de nuevo, dormiré junto a ti, en ese prostíbulo que tienes por habitación, putita, compartiéndote con el otro. Por cierto ¿Sigue Sergio visitándote?

Estaba tan cerca de ella que le quitaba la bata y la tiraba sobre la cama. La contemplaba mientras sus manos se dejaban sentir sobre su cuerpo, acariciándolo en cada zona, hundiendo sus dedos en su sexo y jugando con éste con desesperación. Quiso apoderarse de su boca pero ella la retiró con presteza. La mano libre de Alex pasó por toda su espalda y se paró amasando sus nalgas, hundiéndose en ella, buscando su esfínter, queriéndola poseer con los dedos por delante y por detrás.

Ella se dejaba hacer esperando el momento de rechazarlo. Estaba siendo acariciada en profundidad pero ya no sentía nada por él. Tiempo atrás hubiera estado a punto de tener el primer orgasmo. Saberse sobada por su hermano mayor la hacía sentirse sucia, vil, como una prostituta que follaba por dinero, dejando sus sentimientos y necesidades para el chulo o su pareja.

Alejandro le tomó la mano y se la llevó a la bragueta. Lo encontró muy excitado, su polla totalmente empinada y los huevos comenzaban a ponerse duros. Pronto la obligaría a mamársela y ponérsela a la entrada de su vagina.

-¡Qué te pasa, putita! ¿Ya no me quieres? ¿No sientes gana de que te folle como antes? Sabes que soy el mejor, el que te da todo el placer que necesitas, el que siempre te ha vuelto loca. Déjate hacer, golfa, llevo pensando en ti todo el día y he salido antes sólo para follarte hasta vaciar mis huevos en tu coño limpio de niña pequeña. Deja de joder y ponte al asunto.

No había perdido su comportamiento despótico y ese desdén que siempre lo caracterizó. Para él, la mujer no era nada más que un objeto de deseo, un sexo con agujero donde desprenderse de su necesidad en forma de semen. Empujándola contra la pared le quitó la mano, bajó la cremallera y sacó su pene nervudo y lleno de venas negruscas. Un olor suave a varón le invadió las pituitarias de su nariz. Enfiló su sexo al de ella y comenzó a follarla lentamente, entrando más por cada envite del coito. Cuando lo sintió bien dentro se zafó violentamente empujándolo hacia atrás y corriendo al otro lado del hombre.

Alex tuvo que apoyarse en la pared. Sintió un profundo dolor en los escrotos y la maldijo de mil maneras posible. Se volvió poco a poco y la preguntó con los ojos.

-¡Nunca más, Alej, nunca más! Ya no siento nada por ti, no quiero volverte a ver jamás y, por supuesto, ya no seré tu amante sumisa. Lo nuestro se terminó porque tú lo has querido. Me has ofendido hablando de nuestras relaciones con otros. Has sido siempre un egoísta redomado ¿No te acuerdas, Alex? Fuiste tú quien me entregó a los otros. Debiste haber defendido nuestra relación con uñas y dientes teniendo cuidado. Era una niña sin experiencia alguna que sólo veía a través de tus ojos, tus sentimientos eran mis sentimientos, tus deseos los míos. Jamás compartiste conmigo en la cama nada de tu vida, sólo era la puta que siempre has querido que fuera para ti y yo he caído en esa espiral maligna que me ha llevado hasta ahora mismo. Márchate, por favor, todo ha terminado. Adiós.

Mientras hablaba se había puesto del otro lado de la cama. Le tenía miedo y no quería que él, en un arrebato le hiciera daño. Pero se equivocó. Alejandro, rojo de rabia, mordiendo sus palabras, cogió la chaqueta, la camisa y la corbata y salió de la habitación. Antes de marchar lo oyó decir.

-¡Te arrepentirás, puta! Estás sola y volverás a mí a cuatro patas. Pero para entonces

La puerta se cerró con violencia

¿Dónde estás, Sergio?

Se encontraba ya en la estación esperando el tren que la llevaría en 18 horas a su nuevo destino. La gente, variopinta, pasaba a su lado en todas las direcciones, pasajeros con sus equipajes que entraban o salían de la estación, otros que se despedían o se encontraban, abrazándose, besándose en una emocionante despedida o encuentro, personal de la misma estación, visitantes varios. Ella estaba sola en medio del andén 8, acongojada, mirando a todas partes, esperando ver con quien deseaba encontrarse. Nadie era la persona que esperaba y sus bonitos ojos, sin maquillaje alguno, se llenaron nuevamente de lágrimas y desesperanza, su corazón se rompía cada vez más. El tren se iba en cinco minutos y seguía en aquel sitio muy visible esperando, esperando, esperando

-¿Dónde estás, Sergio? -Lo esperó como agua de mayo todo el día anterior y ya desesperaba por la noche. Ignoraba el motivo por el que no quería verla y no había cogido el móvil ni un sólo momento –No apareciste ¿Por qué? De mis hermanos amantes eres el único de quien no me gustaría separarme nunca. No entiendo este silencio y tu traición ¿Dónde estás, Sergio?

El tren avisaba con dos pitidos potentes. Se iba y no la va a esperaba. El Revisor la observaba, veía que es una pasajera angustiada, esperando a alguien querido y estúpido que nunca aparecía, y la preciosidad de jovencita se va a quedar en tierra.

-¡Vamos, señorita, el tren no espera! –Y le sonríe benévolo invitándola a subir.

Verónica sube con el corazón en la garganta. Piensa, mientras la ahoga un profundo llanto, que ha echado por tierra siete años de su vida dedicados exclusivamente a tres hombres que la han abandonado sin ningún miramiento. Ahora tiene que aprender a vivir sola. El Revisor la ayuda percibiendo los estremecimientos del mal de amores, seguramente. Recoge su maleta y sube con ella los altos escalones del vagón y la conduce hasta su asiento.

-No ha venido, señor, no ha venido –Le comenta amargamente al empleado –De los tres es en el único en que confiaba ciegamente. No ha venido, no ha venido

-"¿De los tres? ¡Caramba con la niña!" –El revisor se aleja asombrado.

El tren silva nuevamente y se pone en marcha. Verónica baja la ventanilla y se asoma por esta. La terrible congoja la domina estremeciéndose con el llanto que no puede reprimir. Mira hacia el fondo del andén que está a punto de desaparecer y no lo ve.

-¡Sergio, Sergio! ¿Dónde estás?

Estaba sentada en la antesala del despacho del jefe de Recursos Humanos de la empresa. Se había presentado ante la atractiva secretaria como la nueva jefe de Administración y esperaba ser recibida. De ahí se irían al director de la sucursal. Desde que había llegado dos días atrás todo su entorno había sido negro y triste. Su móvil no paró ni un solo minuto en llamarlo y sin resultado alguno. Estaba sola en una ciudad desconocida, extraña ¡Maldita la hora en la que hizo caso a Sergio para aceptar este destino! ¿Acaso fueron ellos tres los que tomaron la desición de desprenderse de ella? Era un razonamiento lógico, siempre la dejaban de lado en las desiciones. Si Sergio intervino ¡Maldito él también! Si lo tuviera delante lo abofetearía y le arañaría la car

-¿Señorita Verónica Escuder?

Se levantó del asiento como impulsada por un resorte potente ¡Esa voz! Lo miraba y no lo podía creer ¡¡Dios mío, no puede ser! ¡Él! ¡Él…!

-¡Tú, tú… aquí –No podía articular más palabras de lo emocionada y aturdida que estaba. A quien tenía delante era la persona que todo el fin de semana estuvo buscando, al que odiaba más que a nadie en ese momento –Tú..., tú…, pero si yo te he estab

Ante ella, vestido con un traje gris marengo de corte elegante, camisa blanca, corbata de seda azul luminoso y su sonrisa amplia y maravillosa, estaba Sergio que, a tres pasos de ella, la miraba tan profundamente y con tanto cariño que todos los negros pensamientos desaparecieron de su atormentado cerebro.

-Si, soy Sergio, tu jefe de Recursos Humanos. Bienvenida a tu nuevo destino, te daré la bienvenida a nuestro hogar después, cuando terminemos la jornada. Vas a empezar una etapa distinta de tu vida y sólo conmigo, Vero. Aquí sí que vas a sentirte segura y muy feliz, de eso me encargo yo solito, sin ayuda de nadie más. Vamos a mi despacho

Y le hizo un guiño pícaro, un guiño que Veo, con el alma en vilo, agradeció en lo más profundo de su corazón.

¡¡FELICES FIESTAS 2008 - 2009 PARA TODOS LOS AUTORES, LECTORES, AMIGOS Y A LA WEBMASTES TODORELATOS!!

THOR