La amable peluquera

Aquella peluquera hacia buenos cortes de pelo, y te dejaba muy relajado...

La amable peluquera

Siempre iba a aquella peluquería, aunque estaba lejos de mi domicilio, la había conocido cuando vivía en ese barrio, y me gustaba como cortaban el pelo allí. En especial tenían una peluquera, aunque ya no era una chavala, parecía una muñeca Barbi, rubia y repeinada, no te daba la charla hablando de futbol, y cuando te manoseaba la cabeza, yo solía cerrar los ojos y me relajaba bastante.

Cuando llegue estaban a punto de cerrar, de hecho solo había un niño con su madre, al cual le estaba cortando el pelo el otro peluquero, un tipo bajito, feo y con bigote, la peluquera estaba ya barriendo el pelo que había por el suelo.

Me miraron con aire de resignación, y ella se puso a la tarea, me senté en uno de esos enormes sillones de peluquería, y me coloco una sabana por encima de mi cuerpo. Mientras tanto el otro ya había terminado, y cuando cobro a la madre el servicio, le dijo a la peluquera:

Me tengo que pasar a recoger el coche, que me cierran el taller ¿Cierras tú?

Bueno, pero bájame ya el cierre de la tienda, no vaya a ser que venga algún cliente pesado de última hora. Este señor ya me ayudará luego si no le importa ¿No?

En absoluto, por favor- dije yo un tanto azorado por el comentario de ella.

Efectivamente cuando el otro peluquero se fue, bajó la persiana metálica, de tal forma que de la calle, solo se podían ver los pies y poco mas de los transeúntes.

Yo estaba un poco cortado, pensando que la chica se estaba retrasando en su salida por mi culpa, pero cuando ya me iba a disculpar, note que ella pasaba su mano por mi cabeza con más delicadeza, al menos eso me parecía, como si quisiera acercar su cuerpo al mío, y a veces sus grandes senos rozaban en mi cara. En otras ocasiones restregaba su entrepierna en el extremo del brazo de la silla, incluso fugazmente se apaño para aplastar un poco mi mano con su bajo vientre.

Con estas circunstancias obviamente yo me estaba poniendo un poco nervioso, y mi pantalón se abultaba, felizmente la sabana que me protegía, ocultaba mi erección.

Mientras ella callaba, haciendo como máximo algún comentario sobre mi corte de pelo, o el champú que iba a usar, cuando me lavará la cabeza. Yo cerraba los ojos y esperaba el final de aquella tortura. Ella me quito finalmente la sabana, me cepillo el cuello para quitarme los últimos pelillos sueltos y me preguntó si me había gustado el corte de pelo. Asentí y me fui a levantar para pagarle. La tienda de campaña de mis pantalones me delataba, y una fugaz mirada de ella me lo confirmó.

Espere un momento que me cambie, y me ayuda con el cierre-me pidió. Se fue a la trastienda a quitarse la ropa de trabajo.

Yo estaba totalmente frustrado, me iba a cascar cuando llegará a casa una paja histórica, pensando en aquella tía.

Ya esta, muchas gracias por esperar.- Me dijo, volví la cabeza y me quede sorprendido, la peluquera se había quitado la ropa de trabajo pero no se había vestido, estaba con una braga roja minúscula, y llevaba una camiseta que le quedaba justa, marcando las formas generosas de unas tetas apenas contenidas por un sostén.

No te iba a dejar así- mientras me rozaba con su mano el paquete- Siéntate.

Me senté de nuevo en el sillón, ella lo hizo reclinarse hacia atrás, y me desabrocho el pantalón, Mi polla ya había emergido del calzoncillo y estaba medio amoratada por el calentón.

Tienes mucho pelo, esto hay que arreglarlo- cogió una maquinilla y fue pelándome la zona, con una delicadez exquisita, casi sin tocarme.

Cuando termino se subió al sillón, este era resistente y bien anclado al suelo, y se puso a horcajadas sobre mi boca. Empecé a chupar su vulva, a la cual era fácil de llegar pues la braga prácticamente era una tirilla en esa zona y se metía dentro de ella, obviamente tenía el pubis depilado y solo un ligero vello rubio se intuía en algunas zonas. Agarre con ambas manos su culo, era amplio, algo blando, ya los treinta y pico años de la peluquera se iban notando, pero sobre todo lo que más me excitaba era su blancura. Ella se estaba calentando, y todo su bajo vientre se contorsionaba, hasta se tiraba pedos. La boca se me lleno de su jugo, y sus nalgas estaban rojas por la presión de mis manos.

Se fue deslizando por mi cuerpo hasta que su boca, pintada de carmín quedo sobre mi polla, iba a empezar a chuparla pero se levanto a enjabonarla, - Espera, que voy a lavártela, y así te quito los pelos, que no me los quiero tragar-

Mientras me lavaba la entrepierna, yo aproveche para irle metiendo mano, al principio con un dedo, pero vi como ella se iba abriendo, casi me cabía la mano entera. Mientras en la calle se oía el ruido de los coches y los pasos de la gente. Hasta sus conversaciones se podrían haber oído, si no hubiéramos estado distraídos con otros temas.

Frota, más fuerte, cabrón- me decía mientras un moco pegajoso caía por mis dedos. Cogí un bote cilíndrico de champú y se lo metí fácilmente, ella no puso objeciones, es más, me indico una botella de loción mucho más grande y que además que tenía estrías, y lo introduje en su coño haciéndolo girar. Le cabía de todo en su vagina.

Se quito la camiseta para secarme con ella el pene. Dos tetas blancas, grandes, se me ofrecieron, una ya se había salido del sostén, que apenas las contenía, le saque la otra. y pendulaban con los pezones rosas algo caídos.

-Bueno sobre todo no me estropees el peinado, que me cuesta un esfuerzo arreglármelo, no seas bruto- Y empezó a chuparme la polla, sus rojos labios se aplicaron justo en el limite del glande y allí se dedico a lamer. La agarré por los hombros y empuje para que se la tragara entera, pelada mi polla parecía aun más larga, ella empezó a sorber, estaba sofocada, apenas podía respirar. Yo estaba espatarrado en el sillón, ella de rodillas con las bragas puestas, pero empapadas, y el sujetador descolocado, con las tetas colgando, pero perfectamente peinada con su pelo lleno de laca.

Cuando ella noto que me iba a correr, me saco la polla de su boca.

Te lo voy a echar en el pelo, putita-dije.

Ella puso cara de pánico, y volvió a enchufarse a mi miembro, me corrí con todas mis ganas en la boca de aquella rubia repeinada, por las comisuras de sus labios se salía el semen yendo hacia el pálido cuello de la peluquera, No le deje sacar la polla hasta que esta se quedo algo fláccida dentro de su boca.

Ella aun no estaba satisfecha y se sentó encima de mi, dándome su espalda y espatarrada, por encima de su hombro veía su coño reflejado en el amplio espejo de la pared de la peluquería, entre botes y peines, se empezó a masturbar, sentía su culo moverse en mi vientre, le agarre por las tetas, una mano en cada una de ellas, no las abarcaba, vi en el espejo lo que mis dedos ya notaban, como los pálidos pezones se erguían, y oscurecían por la excitación. Mi rabo estaba aplastado por su peso y no estaba para nada, pero aguante estoicamente, cogió de nuevo el bote estriado y se lo metió hasta una profundidad que yo no me hubiera atrevido, se doblo sobre si misma por el placer. Luego ya mas tranquila se recompuso y se bajo.

Mi pene estaba por un lado agotado, pero por otra parte con ganas de jugar. Ella con una mano, pálida y delgada, pero firme, empezó a frotarlo, sonriéndome, mientras con la otra

Se regocijaba en sus propios pechos, los cuales trataba también de que yo chupara.

Cuando finalmente me corrí, eyacule sobre sus manos, las cuales coloco a modo de cuenco, y con ellas se froto su monte de Venus, esta vez de su boca le caía la baba por la excitación.

Ya más tranquilos nos vestimos, cerramos la peluquería y nos fuimos a nuestras respectivas casas. La semana que viene creo que iré a cortarme de nuevo el pelo, trataré de llegar a la hora del cierre.