La amable dependienta

No es la más guapa pero si la más atrevida y amable. ¡Qué envidia para sus compañeras!

-       “¿me puedes guardar tres o cuatro caja de cartón? Estoy trasladando muchos libros y necesitaría poderlos empaquetar”. Esta es la petición que hago a una de las cajeras del supermercado que hay junto a mi casa.

Voy habitualmente a comprar allí y le tengo echado el ojo. Es muy simpática y tiene un hermoso cuerpo, siempre tiene una palabra amable y una bonita sonrisa cuando se dirige a mí. Eso me hace pensar que atenderá mi petición.

Tal y como me indicó, el día siguiente me presento a la hora de comer que es cuando menos clientes hay. Maribel me dice que la siga hasta el almacén. Mientras atravesamos el supermercado, me fijo en su bonito trasero que queda perfectamente contenido por los pantalones del uniforme. Me dan ganas de extender la mano y darle un toque.

Atravesamos una doble puerta de vaivén y ya estamos en el almacén.

-       Aquí están las “cajas del señor”, dice con un poco de sorna señalando las cajas que ha preparado para mí mientras me mira fijamente como el que espera algo.

En ese momento tengo deseos de agradecerle su dedicación, y de forma un tanto mecánica, alargo la mano hasta ponerla muy suavemente sobre su cintura al tiempo que acerco la cara a la suya para darle un par de besos de agradecimiento de forma amigable.

Accidentalmente esto se transforma en un leve encuentro de nuestros labios con mutua reacción de sorpresa. Me mira luciendo una leve sonrisa que mezcla la sorpresa con la aprobación.

Me encuentro en una situación con la que había fantaseado días atrás, a solas con Maribel con indicios que ella quiere estar conmigo. Tras unos instantes de titubeo me acerco hacia ella, mi boca busca la suya muy lentamente. Maribel mantiene la postura y deja que me acerque muy poco a poco.

Cuando nuestros labios entran en contacto siento como una chispa saltase de su boca a la mía. Luego nos fundimos en un largo beso y un fuerte abrazo.

Siento como su lengua entra juguetona en mi boca, enroscándose sobre la mía y lamiendo uno por uno todos los rincones posibles. La tomo por la nuca y le devuelvo el regalo llenando su boca con mi lengua.

-       “pensaba que no te ibas a decidir nunca, y mira que me había insinuado varias veces”, me confiesa Maribel. “todas la compañeras se reían cuando te veían entrar dando vueltas y vueltas para verme. Por fin ha llegado el momento”.

Me lame y relame los labios de una forma abrumadora, y termina mordiéndome el labio inferior.

Se separa, me mira fijamente a los ojos y me rodea la nuca con sus manos. Lentamente se va agachando al tiempo que desplaza la palma de sus manos desde los hombros hasta el vientre pasando por mi pecho.

De rodillas me mira desafiante mientras hace un gesto semejante al que haría una leona antes de clavar sus colmillos sobre su presa. Lo acompaña con una especie de rugido que me pone los pelos de punta.

Con su cara a escasa distancia de mi bragueta, posa su mano sobre el tremendo bulto de mi pantalón y lo recorre con mimo.

Yo, impaciente, me desabrocho el cinturón y el botón del pantalón. Raquel, toma el relevo y baja la cremallera de un tirón y mete la mano tras el slip para sacar su precioso trofeo.

Estoy tan alucinado por la situación que lo único que puedo hacer es dejarme llevar por el torbellino de su actuación.

Antes de que pueda moverme tira del pantalón y el slip hacia abajo hasta dejarlo enroscado en mis tobillos. Mi polla luce como nunca, erecta, bien gorda y caliente como un hierro al rojo. Maribel la asalta con pasión, la chupa y menea como si fuese un objeto delicado pero que al tiempo requiere caricias contundentes.

Me siento desfallecer, me tiemblan las piernas mientras trato de mantener la vertical ante sus enérgicas acometidas.

Busco apoyo en unas cajas y me recuesto un poco abandonándome a tan apasionada mamada. Un hormigueo me recorre la espalda y noto como los huevos se aprietan contra la polla, anunciando una próxima explosión de semen, que seguramente es lo que ella espera y desea con tantas ganas como tengo yo.

Antes de que ocurra lo inevitable, aprovecho un momento en que ella retira su boca para separarme, la tomo por las axilas y hago que se incorpore. Con ambas manos le aprieto las tetas e inmediatamente le desabrocho el cinturón.

Le bajo el pantalon dejando sus bragas al aire. Antes de que pueda reaccionar, la hago voltear e inclinarse hacia delante hasta apoyarse sobre las cajas.

Queda su culo redondo y bien proporcionado ante mí como un precioso tesoro que espera ser tomado. Echo a un lado la braga descubriendo parcialmente su rajita.

Con la otra mano me cojo la polla y la dirijo hacia la cueva que le espera.

Víctima de mi excitación, busco torpemente la entrada de ese coñito que me está esperando. Después de restregar la punta por la zona, noto como empieza a introducirse bien mojada por los flujos.

Sin pensarlo ni un instante empujo con fuerza, y con un golpe seco la clavo hasta que los huevos impactan con violencia contra las nalgas. A Maribel se le escapa un grito mezcla de dolor, sorpresa y placer.

Doy cinco empujones, enérgicos y amplios, uno, dos…cinco. Tengo que parar, estoy a punto de explotar, apenas puedo contenerme, me voy a correr.

Tras un par de segundos de pausa, Maribel empieza a mover sus caderas en círculo y ligeramente adelante y atrás. Se regodea reteniendo en su coño toda mi polla inflada como nunca. Culea lentamente atrás y adelante, al tiempo que intercala un movimiento que me deleita.

Extasiado miro hacia su culo pudiendo ver como mi polla entra y sale chorreando de fluidos.

-       ¡Me viene me viene! grito sin poderme contener ante el aluvión de sensaciones.

-       “Si, si… dame fuerte. Follame duro, quiero ser la primera”, dice entre los jadeos que le provocan mis embestidas.

Con un movimiento rápido, sin que yo pueda hacer nada, se retira de la postura y se vuelve a colocar de rodillas ante mí, para a continuación engullir toda la polla dentro de su húmeda boca.

Se la saca lentamente, entreteniéndose en chupar el capullo. Me la coge fuerte con la mano y frota enérgicamente arriba y abajo hasta que al final exploto y proyecto semen como nunca antes había echado.

Me la menea ahora con suavidad, apretando y aflojando el puño con una destreza sorprendente, me acompaña en las convulsiones siguientes a mi orgasmo. Las piernas me tiemblan y tengo que apoyarme en unas cajas.

Ella me da una última chupada para terminar diciendo que nos deben estar echando en falta y que ya continuaremos en otra ocasión. A partir de ahora todas las chicas del supermercado sabrán que Maribel ha sido la primera.

¡Quizás quieran competir entre sí para saber cuál es la más rápida!

Deverano.