La Ama: Primera Lección
Lucía está emocionada ante la perspectiva de ejercer su dominio con Lucas. Hoy tendrá una inesperada nueva oportunidad, le enseñará la regla mas importante de la Dominacón Femenina, que sea cual sea su capricho, el ha de obedecerla.
Lucía volvía de su café matutino. Sus tacones repiqueteaban el el suelo de linóleo del bufete. Su secretario le informó de que tenía una visita que le esperaba dentro. Lucía abrió la puerta y se encontró a Lucas hojeando un cuadro que colgaba de la pared izquierda de su despacho. Al oír la puerta abrirse se sobresaltó y se puso muy rígido.
Lucía le sonrió y le echó un amplio vistazo. Llevaba una ajustada camisa blanca, metida en unos pantalones ejecutivos azules oscuros. Usaba el mismo cinturón que la última vez que estuvo allí. Sus ojos color miel se encendieron al verla y dio un paso hacia ella para besarle la cara. Como si fuesen dos viejos conocidos que hacía tiempo que no se veían.
Acabo de salir de una cita con...
Lo se -le cortó ella -en realidad te esperaba -dijo con voz seductora.
El sonrió y se acercó a ella más para rodearla con sus brazos. Ella no se lo permitió. Aun tenía mucho que aprender y lo primero de todo era que era ella la que mandaba y el la complacía.
- Al suelo, de rodillas -dijo Lucía en su oído antes de apartarse de él.
Lucas ni siquiera se movió, la miraba confundido como si en realidad no recordase lo que había pasado hacía apenas unos días en ese mismo despacho. Lucía levantó una ceja y se cruzó de brazos, necesitaba que lo entendiese rápido.
- ¡Obedece! -dijo con voz autoritaria y levantar la voz -cuanto más tardes más duro será tu castigo.
Finalmente el se arrodilló con lentitud, había algo de rebeldía en sus ojos pero de momento no la seguía. Lucía fue hacia la puerta y echó el pestillo, después fue hacía la butaca de cuero que había tras el escritorio y se sentó con las piernas cruzadas sin tocar a Lucas pero pasando muy cerca de su cuerpo arrodillado.
Te voy a enseñar la primera y única norma en esto -habló con voz suave, él la miraba muy atento -yo mando, tu obedeces. ¿Lo has entendido?
Sí, pero...
No hay peros -le cortó ella con suavidad -si te pido que saltes, preguntas ¿cuanto de alto? Y saltas. ¿Lo comprendes?
Sí -dijo el con un asentimiento pero no se calló -pero...
Esto no es un intercambio de favores Lucas, creí que quedó claro el otro día -le cortó ella algo enfadada - Acércate -ordenó.
Lucas lo hizo, andó de rodillas hasta ella y Lucía se inclinó para capturar sus labios. Le dio un beso suave, sabía a hombre y a promesas de placer. Le asió el pelo con fuerza y mordió su labio inferior haciéndole recular. El la miró sorprendido y fascinado. Para calmarle ella lamió sus labios.
Ahora desnúdate -le dijo al oído.
¿Aquí? -preguntó receloso.
Lucía le dirigió una mirada airada y el empezó a obedecer. Desabrochó primero los botones de su camisa, dejando expuesto un torso musculoso y velludo. Lucía se mordió los labios, era exactamente la clase de cuerpo que prefería. Después poniendose en pié, desabrochó el cinturón y desabrochó el botón y la bragueta antes de quitarse los pantalones. Lucía observó esas piernas fuertes, largas y salpicadas de vello oscuro, su mirada fue entonces hacia su entrepierna. Lucas se quitó tambien los boxers blancos que llevaba quedándose completamente desnudo delante de ella.
Su cara estaba colorada y paracía muy nervioso, como si temiese que alguien entrase de repente y le encontrase de esa guisa. La mirada de Lucía se enganchó en su miembro flácido. Aun en ese estado era grueso y magnífico. No podía esperar para verle erecto.
- No tienes permiso para tocarte -le dijo señalando su pene -solo te correrás conmigo y para mi -Lucas asintió- ahora date la vuelta e inclínate sobre la mesa.
Lucas lo hizo, se giró, asentó los pies en el suelo y apoyó las manos en la madera. Lucía se lamió los labios al contemplar ese delicioso trasero masculino. Sus testículos se veían entre la mata de pelo entre sus piernas.. Era fuerte y redondeado, justo como debería ser un buen culo. Se puso en pié y sin darle tiempo a reaccionar le dio una fuerte cachetada en la nalga. Después le dio dos aun más fuertes que restallaron en la habitación.
Esto ocurrirá cuando no me obedezcas como yo quiero -dijo sentándose en el borde de la mesa a su lado, le dio otra cachetada más. Se fijó entonces Lucía en que su pene estaba erecto. No se había equivocado, tenía un pene magnífico y poderoso. Era grueso, sonrosado y encajaba perfecto entre sus piernas. Lucía se quitó la ropa interior, un tanga azul oscuro.
Abre las piernas -le ordenó con suavidad, él lo hizo. Con deliberada lentitud ató su pene y sus testículos con la minúscula prenda. Su sexo se humedeció al sentir el contacto de la carne masculina y endurecida entre sus manos -colócate bajo la mesa.
El lo hizo sin rechistar. Su pene atado y duro se balanceó muy suavemente. Lucas se sentó bajo su mesa. Lucía complacida fue hacia la puerta y quitó el pestillo, después volvió a su mesa y se sentó para continuar con su trabajo, exponiendo su sexo para que Lucas, escondido y desnudo bajo la mesa, lo viese en primer plano. Cuando necesitó una pausa del papeleo se asomó bajo la mesa y agarró con suavidad la nuca de Lucas, atrayéndole contra su sexo. Él se dejó hacer y se dispuso a devorar la carne humedecida.
- Despacio -dijo Lucía suavemente antes de volver a su trabajo.
Lucas le lamió y beso el coño con delicadeza, la punta de su lengua húmeda se colaba entre sus pliegues y jugueteaba con su clítoris en silencio. La puerta del despacho se abrió de repente. Lucas no paró de lamerla lo cual la complació enormemente. En apenas diez minutos que duró la repentina visita, Lucas siguió con su silencioso masaje. Lamía, chupaba y besaba. El placer y el calor nacía entre las piernas de Lucía y se extendía por todo su cuerpo.
Llegó un punto en que el placer era tan exquisito que sus pezones estaban sensibles y endurecidos y todo su cuerpo desprendía calor. Se recostó en la butaca y dejó que esa boca hiciese estragos en su coño empapado. Era dificil no gemir en voz alta e incluso el peligro de que alguien entrase y viese el espectáculo la excitaba más aún. Se fijó en que la dura polla de Lucas seguía completamente erecta lo cual le encantó.
- Mas rápido -le dijo deseando la bendita liberación de el orgasmo.
Lucas la obedeció de inmediato y comió con ansia. Lamía y chupaba con fuerza, como si le fuese la vida en ello. Chupeteó su clítoris e introdujo la punta de su lengua en la vagina de Lucía. la saliva empapaba su ya de por si mojado sexo. Un estremecimiento recorrió su cuerpo antes de que el placer se derramase salvajemente en olas infinitas. Lucía aferró la cabeza de Lucas con fuerza y sin miramientos, él la correspondió con poderosas lamidas que aumentaron el placer que sentía.
Le sujetó contra ella hasta que estuvo calmada y exhausta, solo entonces le soltó. Sus ojos de miel estaban llenos de lujuria contenida, Lucía sabía que estaba deseando follarla sin miramientos pero se contenía y eso la complacía enormemente.
- De pié -dijo apartándose para que pudiese salir.
Lucas salió de debajo de la mesa, con su pene duro atado con su ropa interior. Lucía fue hacia la puerta y cerró de nuevo el pestillo. Volvió a él y se colocó a su espalda. Rodeó su cuerpo masculino con los brazos e hizo que se acercase al escritorio. Besó y mordisqueó su ancha espalda y desató su pene y sus testículos. Colocó la ropa interior sobre la mesa, delante de Lucas y empezó a acariciar su miembro de arriba a abajo.
Él gimió muy bajo al sentir el contacto de sus manos. Lucía empezó a masturbarlo con una suave cadencia que poco a poco se volvió poderosa y apasionada. El gemía y sudaba, sus músculos se contraían y cuando Lucía supo que iba a correrse le apretó y aprisionó la base del pene con fuerza para evitar que el líquido se derramase. Lucas se apoyó en la mesa con las manos, conteniendo los gemidos de su boca, aún temiendo que alguien le oyera.
Lucía siguió apretando su pene y ni una sola gota de semen salió de su orgasmo. Volviendo a una cadencia pausada, soltó poco a poco el agarre, su polla seguía aun erecta e inamovible. Lucía tiró de su polla para girarle y cogió su ropa interior. Le ató de nuevo el pene y los testículos.
- Vístete y no te lo quites -le dijo apartándose en poco de él, buscó un trozo de papel y anotó en el una dirección. Cuando se hubo vestido, acomodando su erección, Lucía le guardo el papel en bolsillo del pantalón. Se inclinó sobre su pecho y le beso suavemente -te espero esta tarde a las 8:30, la dirección está en tu bolsillo.
Le besó de nuevo e incluso dejó que la rodease suavemente con sus brazos. El la besaba con los ojos abiertos, con una mirada fascinada y devota. Lucía se permitió tocar su cuerpo.
No te masturbes, ni te lo quites -le advirtió -no llegues tarde y continuaré con tu educación.
Gracias -susurró el.
Lucia le besó una ultima vez y le dijo que se marchara. Cuando cruzaba la puerta le dio una muy suave cachetada en el trasero. No podía esperar a esta tarde.