La alumna una maestra (04 - Final)

Precisamente por eso es que cierta vez nos disponíamos a recostarnos luego que ella me estuvo mamando un buen rato en el sillón. Nos sacamos toda la ropa y ya se veía que María estaba roja de ganas de acabar. Yo, como siempre, tenía la verga dura y caliente luego de tanta sobada

En esta cuarta entrega, les voy a contar una de las razones por las cuales María y yo continuamos siendo amantes durante tanto tiempo. Para aquellos que no hayan leído las anteriores que se encuentran publicadas aquí en las heterosexuales, les resumo que María había sido alumna mía del último año de la carrera de abogacía y nos liábamos con gran frecuencia y placer.

María era experimentada en los placeres del sexo y aunque había tenido varias parejas aún conservaba una frescura y un cuerpo digno de una jovencita a sus 30 años. Sus senos, sin ser enormes tenían una maravillosa proporción con el resto de su cuerpo destacando sus pezones, los cuales se endurecían como dos piedras cuando estaba caliente (que era casi todo el día).

Tenía un culo formidable, redondo y saliente. Su rajita, siempre húmeda estaba casi toda depilada y denotaba un clítoris de buen tamaño que se inflaba y enrojecía con facilidad.

María no tenía dificultades para llegar al orgasmo y casi siempre lograba orgasmos múltiples. Esto me obligaba a trabajar duro pues no era mujer de quedar satisfecha rápidamente.

Como he contado, siempre manoteaba mi verga con sus dos manos y se la metía en la boca para jugar un rato antes de permitirme que la cogiera. Solía tener la costumbre de tocarse mientras me mamaba la verga y muchas veces hacía que le acabara en la boca mientras ella se chorreaba sus jugos espesos por las piernas. Nunca desperdiciaba una gota de mi semen sea en el agujero que fuera.

Teníamos sexo anal frecuentemente. Por lo menos una vez cada día que follabamos. Ella lo disfrutaba tanto como yo lo hacía y aunque no había sido el primero por allí atrás, de seguro había sido el mas frecuente.

Precisamente por eso es que cierta vez nos disponíamos a recostarnos luego que ella me estuvo mamando un buen rato en el sillón.

Nos sacamos toda la ropa y ya se veía que María estaba roja de ganas de acabar. Yo, como siempre, tenía la verga dura y caliente luego de tanta sobada. Nos acercamos al lateral de la cama y María se tiró sobre ella con sus piernas tocando el piso. Luego las levantó y se las tomó con ambas manos por detrás de los muslos exponiendo ante mi vista la hermosura de su concha con los labios ligeramente abiertos que mostraban la vagina empapada de jugos.

Ligeramente mas abajo, su ano. Era marrón y suave y parecía moverse o contraerse automáticamente. También estaba lubricado por la mojadura de la concha que escurría hasta allí

Apoyando mis brazos en la cama a los costados de María acerque mi cabeza a ese agujero tan familiar. De inmediato ante la presión cedió y permitió que ingresara con facilidad.

María gemía y decía toda clase de groserías pues sabía que eso me enloquecía.

Sus palabras mas frecuentes eran: "Así.. Así.. dame mas, dámela toda...como me calienta...me voy a ir de nuevo " y cosas por el estilo.

Mi verga ingresó por completo en su ano dura como una piedra. Ap4enas podía contenerme para alargar ese momento y no llenarla enseguida. De repente paré de moverme y la retiré. Cuando salió la cabeza el ano había quedado abierto del tamaño de mi verga. Se podía ver adentro oscuro y firme. Embestí de nuevo esta vez con fuerza y hasta el fondo. Mis pelos llegaban hasta su esfínter sin dificultad. Nuevamente la saque por completo mientras María se deliraba de placer.

-Mira que me han cogido! Pero así te juro que jamás mi amor! Sigue, sigue! Mientras se corría por tercera o cuarta vez.

Nuevamente empujé hasta el fondo de ese culo hermoso y María que apenas había terminado de acabar me dijo:

No puedo parar. Estoy como pegada al orgasmo. Me muero sigue mas!

Gritaba. Estaba teniendo un enorme orgasmo múltiple. Aquellas mujeres que lo han disfrutado podrán dar fe de que resulta devastador.

Por mi parte, no aguanté mas y sus gemidos me hicieron correr dentro de lo mas profundo de su ano. Yo mismo sentía el calor de mi semen acumulado cuando lo bombeaba adentro.

María me aferró mis nalgas y rápidamente me metió su dedo corazón en mi culo apretándome por dentro. Eso hizo que mi próstata siguiera lanzando chorros calientes dentro de ella. Luego con un grito se abrazó fuerte y se relajó.

Casi siempre después de acabar tanto, María se orinaba un poquito. Me acerqué a su oído y le dije: Déjalo salir hoy no te preocupes, mientras le presionaba el vientre.

Gimió un poquito, me dijo te amo y se orinó. Yo saqué mi verga de su culo, la apoyé en esa raja mojada y le di un beso.

Por fin nos dormimos.