La alumna una maestra
Todo comienza hacia el principio de 2002 cuando María se inscribe en la última materia correspondiente a la carrera de abogado por lo que debía pasar todo un año conmigo. Para aquel tiempo, María contaba con 30 años, era divorciada y con un niño de cuatro años.
Hola a todos, luego de leer muchas historias a cada cual mas jugosa, he decidido por fin contar algo que espero les agrade. La historia es absolutamente verídica y solamente me reservo el nombre de la protagonista pues no cuento con su autorización para hacerla pública.
Todo comienza hacia el principio de 2002 cuando María se inscribe en la última materia correspondiente a la carrera de abogado por lo que debía pasar todo un año conmigo.
Para aquel tiempo, María contaba con 30 años, era divorciada y con un niño de cuatro años de edad. Cuando la ví por primera vez me pareció soberbia. Una latina maravillosa, no demasiado alta pero con un cuerpo espléndido del que resaltaban unos senos duros, no excesivamente grandes pero totalmente proporcionados que salían de unos provocativos escotes de camisa que habitualmente utilizaba.
La cintura bien marcada denotaba una firme cadera y unos glúteos mas que apetecibles y se adivinaban una piernas bien torneadas debajo de los ajustados jeans. Todo ello en el marco de una simpatía muy particular que redoblaba la belleza natural de su rostro.
En fin, María me cautivó de inmediato. Lo cierto que siendo su profesor no podía dejar de mirarla y de dirigirle constantemente insinuaciones a las que respondía sonrojándose y sonriendo.
Pasó un tiempo hasta que un día muy lluvioso le ofrecí acercarla a su casa a fin de que no se mojara. Mientras íbamos charlando la conversación se hizo mas íntima y en cuanto legamos a la puerta de su apartamento ya habíamos quedado en salir a tomar algo en otro momento. Ese momento se produjo días después y concluyó como imaginarán en una maravillosa encamada que confirmó todas mis expectativas.
Luego de ese día nos convertimos en amantes durante largo tiempo. De todas las experiencias que vivimos, recuerdo muy bien que una noche yo salía de mi gimnasio y recibo su llamada pidiéndome que pase un momento por su casa.
Yo sabía que eso era una invitación a una maravillosa encamada pero me encontraba algo escaso de tiempo y francamente cansado de la actividad física. Sin embargo accedí y me encontré media hora mas tarde en la puerta del apartamento. María bajó y luego de un largo beso me pidió que subiera ya que estaba sola. Para acentuar su deseo me mostró que tenía puesta una minifalda sin bragas.
Ven, me dijo agarrando mi mano y llevándola a su conchita que estaba por cierto bastante húmeda. Al instante olvidé mi cansancio y nos montamos en el ascensor que recorría los 6 pisos hasta su puerta.
Los manoseos y las palabras que me dijo produjeron un inmediato efecto en mí y cuando llegamos arriba, yo ya estaba con mi pija durísima esperando entrar en esa cueva húmeda y caliente.
Ingresamos al departamento y allí nomás nos comenzamos a quitar la ropa. María me bajó los pantalones y tomó firmemente mi garrote al tiempo que se agachaba y le comenzaba a dar una espléndida sobada. Por cierto siempre lo hacía maravillosamente bien. Cuando ya estaba a punto de correrme en su boca, ella se paró y luego se dobló sobre una mesa de roble que había en la estancia dándome la espalda mientras que con una mano se tocaba la raja y gemía suavemente.
Abrió ligeramente sus piernas y recostándose sobre la mesa me pidió que la cogiera. Yo acerqué mi pija a esos labios y dado el estado de excitación no tuve ninguna dificultad en introducirme hasta el fondo de su vagina al momento.
Luego de un instante, quedándome quieto, le dije en voz alta que quería dársela por el culito cosa que no habíamos hecho hasta ese momento.
María me dijo que hiciera lo que quisiera y de inmediato se tomo ambas nalgas con sus manos y me ofreció un ano redondo y oscuro sin temor alguno.
Al principio pensé que debía dilatarlo pero el morbo fue mayor y extrayendo mi polla llena de sus jugos de la vagina, la apunte al agujero y empuje suave pero firmemente.
Este respondió enseguida y una vez que hubo pasado la cabeza la hundí hasta el fondo.
¡Me estas matando! ¡Esta muy dura! Mientras me decía esto ella misma empujaba su culo hacia mí de una forma deliciosa. Todo fue tan increíblemente bien que enseguida nos vinimos. Ella gemía pidiendo y yo le vaciaba una cantidad increíble de leche que no dejaba de salir de mi pingo. ¡Por Dios esto es una enema mi amor! Sigue por favor y cosas por el estilo. Una vez que me hube tranquilizado algo comencé a retirarme hasta que al salir la cabeza aún hinchada se oyó un ¡chop!
María se dio vuelta y me preguntó si me había ensuciado al ir tan adentro. Yo acaricié su ano que estaba aún dilatado mientras ella comenzaba a besarme de nuevo como si nada hubiera pasado aún.
Un instante después estaba tratando de revivir a mi polla con la boca cosa que consiguió con algo de esfuerzo. En eso me dijo:
No es la primera vez que lo hago por el culo pero la verdad es que ha sido la mejor. Como pudimos nos fuimos yendo al dormitorio donde se recostó en la cama y volvió a alzar las piernas bien abiertas mientras me decía. Ahora elige la raja o el culo de nuevo.
Que difícil era elegir! Pero dada la novedad, volví a apoyarme en su agujero que ahora estaba húmedo de mi leche y de un solo movimiento entré hasta la mitad. Luego lo saque por completo viendo que el ano quedaba abierto y se mostraba su interior inundado.
María hacía ciertos movimientos que sacaban la leche para afuera y la metían de nuevo.
Ese panorama hizo que el mete y saca fuera completo. Entraba hasta el fondo, salía todo, entraba a su vagina, salía y nuevamente atrás. María gritaba de gusto y se corrió dos o tres veces antes de que yo nuevamente estallara, esta vez en el fondo de su vagina que latía y me apretaba el pene cada vez.
Luego descansamos y fue cuando me dijo que a partir de ese día cada vez que la cogiera tendría que hacerlo como hoy.
Me acompaño hasta la puerta y con un suave beso me despidió mientras que con una mano se sostenía los jugos que escapaban aún de su culito y su raja.
Mañana quiero verte de nuevo, me dijo. Y así fue