La alumna que imparte placer en el colegio. I

Tras reprobar matemáticas, seduje al profesor más estricto de la escuela para aprobar su materia.

Hola soy Laura, tengo 18 años, delgada, chaparrita y curso el último grado del bachillerato. Hoy quiero contarles algo que me pasó hace unos días.

Resulta que yo era una chica muy estudiosa y tenía buenas calificaciones en la escuela. Cómo siempre fui tratada como una niña, era muy inocente, tímida e ingenua. Pero desde hace unos meses cuando conocí a un hombre con tremenda verga de 23 cm y con quien he tenido relaciones sexuales, he descuidado mucho mis estudios y por consecuencia mis calificaciones han bajado demasiado.

Creo que el descubrir los placeres del sexo y la experiencia de haber sido cogida por ese hombre, en ese entonces desconocido, me alocó porque desde aquel día me he vuelto muy caliente y muy loca. A cada rato mis pensamientos me llevan a fantasear con el sexo, incluso me han motivado a hacer cosas que antes ni siquiera me hubiera atrevido a intentar.

Poco a poco, mi forma de vestir ha ido cambiando radicalmente, pasó de vestirme como una niña inocente  a una mujer muy coqueta, o mejor dicho, como una verdadera puta. Al principio solo me vestía así cuando iba a coger con aquel hombre, pero al sentirme admirada y deseada por los demás hombres en la calle, por eso he llegado a mi escuela vestida muy provocativa.

Mi materia favorita es la de literatura, en la que mantengo a pesar de todo mi buen promedio, pero en la que sí ando reprobando es en matemáticas, de por sí no se me daba y ahora sin estudiar pues menos.

Mi maestro de Cálculo Mercantil es un señor de unos 45 años, quien siempre me pareció muy interesante y guapo a pesar de su panza chelera y su forma de ser muy estricto.

Cuando nos hizo el examen para calcular el interés simple o compuesto, o algo así, yo no supe contestar ni una sola pregunta, es que no entré a la clase en esos días que dio ese tema, por lo que reprobé con cero, y con esa calificación aunque sacara diez en los demás exámenes no tendría oportunidad de pasar el curso.

Entonces se me ocurrió una idea loca y absurda, total ya no tenía nada que perder. Pensé en seducir a mi profesor, el más estricto de la escuela.

Por el frío que hacía, no me pude vestir sexy para llevar a cabo mi plan como yo quería, pero aún así me lancé y traté de insinuármele al maestro al terminar la clase. Me acerqué al profesor y le pedí otra oportunidad, la cual me negó rotundamente, entonces con una sonrisa coqueta le dije que si no había alguna forma para que me pasara en su materia, pero su reacción no fue la que yo esperaba.

El profesor se enojó mucho, me empezó a regañar y a dar su sermón, me dio a entender que yo lo ofendía con mi propuesta y que él nunca se prestaría a un soborno. La verdad es que ni siquiera me dio chance de insinuarle que yo estaba dispuesta a pagarle con sexo con tal de aprobar su materia. Frustrada y decepcionada me fui resignada y segura de que reprobaría su materia.

Los siguientes dos días preferí mejor no asistir a su clase, pero después reflexioné y volví a entrar para prepararme y presentar el examen extraordinario. Como ya no hacía tanto frío el día que asistí y yo estaba ya harta de vestir muy tapada y abrigada, me puse una de mis tantas falditas que me gustan, aunque todavía con un suéter.

Mi faldita era de color blanca con una franja negra en medio que rodeaba toda la falda, con dobleces o pliegues como las de las faldas de las porristas y con una caída de apenas como 10cm después de mi intimidad. Esta falda me gusta mucho porque con cualquier giro, aire o con simplemente agacharme un poco, deja ver la ropa interior que llevo puesta.

Cuando entré al salón tuve que sentarme hasta en frente porque los demás alumnos, por el temor que le tienen al profesor, se sentaron hasta atrás. El maestro llegó minutos después y empezó a dar su clase como siempre, continuamente me miraba, incluso me hizo pasar tres veces al pizarrón a resolver un problema de cálculo, por supuesto que no yo supe resolverlo, bueno, estaba tan difícil que ni siquiera mis compañeros pudieron.

Yo pensé que el profe seguía enojado conmigo por la propuesta que le había hecho y que por eso me miraba constantemente y me hacía pasar al pizarrón. Pero en una de esas lo caché como tenía su mirada fija en mi entrepierna, entonces me acordé que me había puesto una tanguita blanca, de esas que están tan delgadas que dejan asomarse los labios vaginales por los lados con cualquier movimiento. Además de que me quedaba un poco floja porque no encontré una a mi talla.

Ahora que de algún modo yo sabía cuál era el punto débil del maestro, no iba a dejar pasar esta oportunidad y con toda la intención de excitarlo, abrí más las piernas y las levantaba como no queriendo. Cada vez que yo hacía eso, la faldita se me subía más, haciendo que mis delgadas piernas quedaran casi totalmente descubiertas.

De pronto, un compañero de nombre Fernando que estaba sentado en la fila de a lado pero un lugar atrás de mí, se cambió un asiento al frente, quedando en la banca que estaba justo de mi lado izquierdo. De reojo noté que fingía ver sus apuntes, pero en realidad tenía su mirada puesta en mis piernas. Creo que no fui tan discreta y ese compañero quería disfrutar también del espectáculo sensual que le brindaba a nuestro estricto y temido maestro.

Llegó un momento en que el profesor se puso tan nervioso que nos dio la respuesta del difícil problema, dejó de dar su clase y nos puso a repasar el libro como castigo, mientras él se quedó sentado tras su escritorio, y claro, con su vista puesta en mí. Tal vez fue mi imaginación pero me pareció por un momento que él tenía una mano sobándose su paquete y lo ocultaba tras el escritorio.

Para rematar mi espectáculo, con las piernas entre abiertas, subí mi pie derecho en la barra que tienen las bancas en las patas, esto hizo que yo levantara mucho mi pierna, que la falda se me subiera casi toda y que mi labio vaginal izquierdo se dejara ver. Estaba segura que mi profe por lo menos eso me veía porque de inmediato sentí el frío sobre toda mi rajita, señal de que se había hecho un hueco y que mi tanga no me estaba cubriendo bien por lo floja que estaba.

Me quedé en esa posición hasta que la clase terminó, siempre procurando apuntar hacia mi profe para que tuviera la mejor vista y así lograr excitarlo. Por momentos le movía mis piernas ligeramente de un lado para el otro y en forma rítmica para provocarlo más.

Claro que no pude evitar que mi compañero de lado también disfrutara de mi espectáculo, es que la falda se me subió tanto que tal vez hasta él podía verme la tanga y por ende, parte de mi conchita al desnudo.

Al final de la clase, el profesor me pidió que me quedara para hablar de mi calificación, entonces me preguntó:

  • ¿Qué pasa con usted señorita Laura? -yo me asusté, pensé que me iba a regañar por abrirle las piernas durante la clase, pero prosiguió. -antes usted era una buena alumna, si bien no sacaba dieces, no tenía tan malas notas como ahora.

  • Lo siento profesor, es que he tenido muchos problemas personales. -le contesté para justificarme.

  • Ya veo, creo que usted sabe que con éstas notas no pasará mi materia, ¿verdad?

  • Sí maestro, por eso le pedí otra oportunidad.

  • Mire señorita, lo único que puedo hacer por usted es darle asesorías y aplicarle un nuevo examen.

  • Gracias maestro, entonces, ¿cuándo serían?

  • Mañana no tengo clase en su grupo pero tengo dos horas libres a las 10:00am, ¿puede usted a esa hora?

Aunque tenía otras dos clases a esa hora, acepté pues en esas materias no iba tan mal como en matemáticas.

  • Entonces mañana la veo en el salón de maestros. -me dijo mientras salíamos del salón.

Como teníamos una hora libre, yo me disponía a ir a la biblioteca, no para estudiar sino para protegerme del frío pues mi faldita no me ayudaba mucho. Entonces me interceptó Fernando y me hizo la plática. Debo señalar que casi ni nos conocíamos ya que es el primer año en que coincidíamos en el mismo grupo. De hecho la mayoría de mis amigas y amigos quedaron en el grupo de mi ex novio y su actual novia. Yo era por decirlo así, la extraña en este grupo.

La verdad es que Fernando siempre me resulto indiferente, no es el tipo de hombre que llamaría mi atención, es más, para mi gusto no es un muchacho guapo, y por lo mismo no estaba interesada en él.

Fernando me invitó a que platicáramos sentados en un desnivel afuera del edificio de la biblioteca. Durante el tiempo que estuvimos ahí, él a cada rato me miraba las piernas como tratando de ver debajo de mi faldita esa tanguita que tal vez logró descubrir antes en el salón, pero yo tenía frío, encogía mi cuerpo y tenía mis piernitas bien cerraditas.

Primero su plática fue muy normal, como de amigos, luego me empezó a decir que yo era muy bonita, después que yo le gustaba mucho y por último que si quería andar con él, o sea ser su novia.

Yo le dije que iba muy rápido, que yo ni siquiera lo conocía. Entonces me contestó supuestamente jugando:

  • Bueno, si no quieres ser mi novia, ¿qué te parece una aventura?

  • ¡¿Qué?! ¡Estás loco! -le contesté.

  • ¿Qué tiene de malo?

  • ¡Y todavía preguntas!

  • Mira, si no te gusta pues ya no insisto -dijo ya sin el tono de broma de antes.

  • ¿Cómo crees?

  • Ya, no te hagas del rogar, si en toda la clase de mate me estuviste coqueteando.

  • ¿Yo? Yo no te coqueteé -le dije sorprendida.

  • Eso no importa... entonces, ¿qué? ¿sí o sí?

  • Ya te dije que no.

En eso lo llamaron Alberto y Marco Antonio, sus dos amigos inseparables, para mí, otros dos chicos sin chiste. Fernando se levantó, yo hice lo mismo, y antes de irse con ellos me dijo que lo pensara y luego me dio un beso como si se despidiera, yo tuve que voltear mucho mi cara pero aún así no pude evitar que tocara mis labios con los suyos.

Yo me fui a la biblioteca y luego entré a la siguiente clase y me senté hasta atrás, Fernando espero que yo me sentara para ocupar nuevamente el asiento a mi lado, eligió la banca a mi izquierda para evitar que la paleta de mi banca le tapara la vista hacia mi cuerpo y así seguir disfrutando de mi espectáculo sensual.

Pero yo me sentía ya muy acosada y para hacérsela más difícil, me bajé un poco mi faldita para que me cubriera más, cerré muy bien mis piernas y apunté mis rodilla hacia mi lado derecho y traté de darle la espalda. Él se quedó callado, supuse que entendió el mensaje. Segundos después entró la maestra de historia para dar su clase.

En ningún momento volteé hacia él, y antes de que terminara la clase, preparé mis cosas y fui la primera en salir. Me dirigí a tomar mi camión y logré escabullirme de Fernando, por lo menos por ese día.

Al día siguiente volví a vestirme muy sexy con mi faldita corta soportando el frío de la mañana que congelaba mis delgaditas piernas, debo haber parecido una loca pues todos estaban bien tapaditos y solo yo venía  enseñando pierna, me dirigí al salón de la primera clase que estaba en un segundo piso, pero como vi que Fernando estaba adentro, me quedé afuera en el pasillo, un poco alejada de mis demás compañeros.

Me distraje al ver desde arriba la llegada de mi ex novio, quien iba solo sin su supuesta novia. Luego vi a su novia que ni lo saludó, parecía que estaban peleados. Por estar distraída no me di cuenta de que Fernando ya estaba a mi lado.

  • Hola Laurita, ¿Por qué estás aquí tan solita? -me dijo antes de darme el beso de saludo.

  • Pues estoy esperando a que llegue el maestro -le dije con sarcasmo.

  • Aaaah... Y entonces, ¿qué? ¿Ya pensaste mi propuesta?

  • ¿Cuál propuesta?

  • Ya sabes...

  • Pues tú también ya sabes mi respuesta... Ya viene el maestro. -le dije al ver a lo lejos al maestro, y me metí al salón, luego me senté en una banca lejos de la de Fernando.

Lo mismo hice en la clase siguiente, logrando evitarlo con éxito, y cuando dieron las diez, fui casi corriendo al salón de maestros para evitar que Fernando me siguiera acosando. Cuando llegué el profesor de cálculo me estaba esperando afuera del salón.

  • Señorita Laura, qué bueno que llega, pero no podré darle la asesoría. Es que tengo que salir algo lejos a hacer una diligencia imprevista. -me dijo muy apurado.

Yo puse mi cara de decepcionada y le dije que estaba bien, que cuando tenga tiempo me avisara. Entonces me dijo:

  • Bueno, si usted quiere me puede acompañar y allá le doy su asesoría.

Yo me alegré mucho, era tan rara su propuesta que empecé a sospechar que tal vez era un plan que se traía en manos, pero me hice la inocente que no se daba cuenta de nada.

  • Está bien profesor, es que en verdad quiero pasar su materia.

Luego nos fuimos al estacionamiento y salimos de la escuela en su carro. Quince minutos después llegamos a un edificio y me invitó a acompañarlo.

  • Venga señorita, tengo que ver a un amigo, tardaré un rato. Mejor acompáñeme para que no se aburra aquí solita en el carro.

  • Sí, profesor. No hay problema.

Mi sospecha se hizo más grande al ver que el profesor sacó de su pantalón las llaves del departamento, era ilógico que tuviera las llaves si se suponía que el depa no era de él.

Abrió la puerta y me dijo que pasara.

  • Déjeme ver si está mi amigo. -hizo como que buscaba.

Yo ya no tenía duda, ¿no se suponía que se habían citado?

  • Pues no está... bueno, vamos a empezar con la asesoría. -dijo mientras sacaba su libro.

Había un escritorio en donde su amigo solía trabajar, arrimó dos sillas muy juntas para que nos sentáramos y abrió su libro para enseñarme la fórmula para calcular el interés. Entonces me empezó a explicar acercándose mucho a mí y acercando demasiado su cara a la mía, yo podía sentir su aliento en mi cara, y como no queriendo, puso su mano en mi pierna y me la apretaba o me la acariciaba según mis buenas o malas respuestas que le daba, casi siempre me la apretó pues a cada rato le respondía muy mal.

No tardé mucho en calentarme, y por eso aproveché su cercanía, y cuando yo le contestaba, volteaba mi cara hacia él para que nuestros labios se rosaran. Aunque él disimulaba, su aliento y su respiración se sentían en mi labio inferior, la picazón de su bigote en mi labio superior y la humedad de nuestros labios mezclándose en cada rose. Además coloqué mi mano en su pierna como señal de que eso me gustaba.

Con forme su supuesta asesoría avanzaba, él subía su mano cada vez más sobre mi pierna hasta que la tuvo toda adentro de mi falda, rosando mi rajita y estirando un dedo para sobármela discretamente.

Yo solté un suspiro prolongado al sentir el rose de su dedo en mi rajita y le dije:

  • ¿Y si tomamos un descanso profe? Es que no me puedo concentrar.

  • Está bien, pero no quiero perder mi tiempo sin hacer nada y aburriéndome.

Como estábamos tan cerca y nuestros labios rosándose, le fue tan fácil darme un buen beso, el cual le respondí sin dudar. En ese mismo momento, metió con más confianza su mano en mi intimidad y me sobó con varios dedos.

Mi respiración se aceleró de inmediato y mi excitación se hizo evidente e incontrolable que yo misma tomé su brazo que tenía hurgando en mi rajita y la empujé más adentro como señal de que me gustaba y que quería más.

Entre los besos él me dijo:

  • Estas bien rica, ya tengo mi pene a punto de reventar por ti.

  • ¿De verdad profe? ¡A ver!

Con mi otra mano, le agarré su paquete que se resaltaba bajo el pantalón y se lo empecé a jalar, mientras él seguía besándome y con una mano bajo mi falda y la otra bajo mi blusa, apretándome mis pequeños pechos.

Así estuvimos varios minutos hasta que ya bien calientes, nos pusimos de pie y él me fue desvistiendo sin dejar de besarme.

  • ¡Wow! Tú sí que eres el sueño de todo hombre, tienes un cuerpo tan bonito, eres muy bonita, chiquita y flaquita… hasta pareces una niña.

  • ¿Tú crees eso? -le pregunté ya tuteándolo.

  • ¡Claro! De hecho tú eres la fantasía de muchos hombres, sobretodo de los maduros. Además vestida así dan ganas de hacerte el amor todo el tiempo.

  • Aaaaah, ¿y tú eres uno de esos hombres? –le pregunté con un tono de niña traviesa.

  • Eso ni se pregunta, basta con que veas como tengo de tiesa mi verga para que te des cuenta.

  • Entonces, déjame ver.

Con una mirada de pícara, le desabroché el cinturón, luego el pantalón, le bajé el cierre y bajé su pantalón. Me gustó cómo se veía su paquete dentro de su calzón, estaba tan erecto que casi se le salía por el resorte del calzón de una pierna.

Luego metí mis dedos a los lados de su calzón y se lo fui bajando, su pene salió de golpe, amenazante y con venas que parecía por reventar de lo tiesa que estaba. Le medía como 14 o 15 cm, y su cabeza aun no se le asomaba completamente.

Con mis dedos, descubrí del todo su cabeza y agachándome se la empecé a mamar.

  • ¡Así, así, así! Lo haces muy rico. -me decía entre gemidos.

Creo que su excitación fue demasiada que sin avisar se vino en mi boca. Por la misma fuerza de su semen, no pude evitar tragarme gran parte de su lechita. La demás cayó en mi cara cuando me la saqué de la boca.

Con un pañuelo me limpié el semen de mi cara y unas gotas que cayeron en mi pecho. Por un momento me desilusioné pues pensé que hasta ahí había llegado mi querido profesor. Creo que al maestro en cálculo le falló el cálculo.

Al ver mi reacción y mi carita de frustración me dijo:

  • No te preocupes mi amor, ¿a poco crees que voy a dejar pasar esta oportunidad de hacerte mía?

Desnudándose completamente, se acercó a mí y me cargó para llevarme a la cama para acostarme boca arriba. Ahí me abrió las piernas y me hizo sexo oral. Con los dedos de una mano, abría mis labios vaginales para descubrir mi clítoris y chuparlo con sus boca, y con un dedo de su otra mano me dedeaba de una forma increíble.

Ni yo misma sé cómo le hizo pero con un solo dedo me hizo sentir un placer indescriptible que me ocasionó un gran orgasmo (más tarde me dijo que estimuló mi punto más sensible o lo que algunos llaman el punto G, aunque sigo sin entenderlo).

Ahora era yo la que necesitaba recuperarse, y solo opté por masturbarlo y volver a mamar su verga. Me sentí como un bebé hambriento y prendido en la teta de su madre, solo que en lugar de teta era un pene y yo estaba hambrienta, pero por ser penetrada.

Utilicé todos mis recursos, principalmente le sobé la parte baja de su glande con la punta de mi lengua, poco a poco fue recuperando su firmeza aunque no del todo. Entonces ya no me dejó continuar y buscó su pantalón, de ahí sacó un condón y se lo puso. Para mí era una novedad pues ni Eduardo, el hombre con quien mantengo relaciones, ni mi tío, quien me desvirgó, habían usado uno para cogerme.

El profesor se subió a la cama y se puso entre mis piernas para poner su pene en mi entrada vaginal, empujó y su verga me entró sin mucho problema, ya estaba muy mojada y lubricada por la calentura del primer orgasmo. Me abrazó metiendo sus brazos por debajo de mi espalda y tomar mis hombros con sus manos.

Empezó con su bombeo mientras yo levantaba y le abría lo más posible mis piernas. Como su mete y saca era algo rápido, tuve otro orgasmo casi inmediatamente. Pero él no se detuvo y continuó con su embestida ahora con mayor velocidad. Me percaté que ya su verga había recuperado toda su firmeza y que estaba a punto de reventar a la par de sus gemidos.

Librando una mano de mi espalda y dirigiéndola a mi entrepierna, me volvió a excitar mi clítoris mientras me seguía cogiendo, haciendo que me viniera por tercera ocasión. Nuestros gemidos eran tan fuertes que parecían coro, aunque los míos eran más bien gritos incontrolables.

Cuando parecía que se vendría otra vez, sacó su verga de mi interior se acostó a lado mío y me indicó que me montara en él, yo le obedecía en todo. Primero él era el que se movía pero cuando lo vi que se estaba cansando continué moviéndome yo misma.

Minutos después me levantó y me guió para que me pusiera en cuatro y siguió cogiéndome por varios minutos más. Su verga me entraba con facilidad pero aún así lo disfrutaba mucho.

Mientras me bombeaba me preguntó:

  • ¿Te han cogido por el culo?

Con mi voz cortada por los gemidos y el mete y saca que me daba, le contesté:

  • No, es que lo tengo muy cerrado.

De pronto se detuvo y sacó su verga de mi vagina. Me sorprendí por su reacción y también porque cuando me la sacó, un gran chorro de mis jugos salieron de mi vagina.

  • Entonces voy a ser el primero en cogerte por el culo. -me dijo muy contento.

Hizo que abriera más mis piernitas todavía en posición de perrita, me echó saliva en mi ano y me metió uno de sus dedos mientras que con la otra mano se jalaba su verga para no perder la erección. Creo que no tuvo que echarme mucha saliva porque con el sudor y con los jugos que habían escurrido hacia mi culito cuando estaba acostada ya tenía bien mojada mi colita.

En total me metió tres de sus dedos para abrirme, y sin perder más tiempo colocó su verga en mi entradita y me la fue metiendo. Cuando me metió los dedos, había sentido algo de dolor pero ahora con su verga penetrándome, era más doloroso pero realmente delicioso.

Aunque me sentía muy apretada, era rica la sensación de sentir como su verga se abría paso en mi interior y esa deliciosa fricción que se sentía por dentro. Sin que me entrara su verga completamente, empezó con su mete y saca lento, aunque al principio me empezó a doler, poco a poco desapareció el dolor y el placer me dominó.

Me tenía tomada con una mano en mi cadera y la otra sobándome mi clítoris y un dedo estimulando a lo que él le llamaba mi punto G. Mi excitación fue tan grande que yo misma empujé mi cuerpo hacia su verga para que me la metiera completamente. Él captó mi señal y con fuerza me la clavó hasta el fondo.

Sentí mucho dolor pero yo misma en mi cabeza me dije:

  • Al diablo con el dolor... ¡Qué rico se siente!

Empecé a tener un orgasmo tras otro, pero aun así no quería que esto se acabara. Mientras tanto mi profe decía entre gemidos:

  • ¡Aprietas bien rico! ¡Eres toda una niña bien puta! ¡Me gustas mucho!

De pronto sacó su pene de mi interior, pensé que ya había eyaculado pero no, solo se quitó su condón y me dijo mientras me volvía a penetrar:

  • Quiero dejarte un recuerdo para que te acuerdes que yo fui el primero que te penetró tu culo.

Yo seguía con mi excitación tan alta que tenía cortos pero ricos orgasmos que provocaban que mis jugos escurrieran por mis piernas y mojara la cama.

Con un mete y saca muy duro y rápido, los gemidos del profe se hicieron muy fuertes y eyaculó en mi en mi interior. Por un momento se quedó quieto y con profundos respiros, me asusté porque pensé que le iba a dar algo. Realmente parecía muy cansado, como si toda su energía se le hubiera ido en su eyaculación.

En cuanto a mí, tenía sentimientos encontrados, por una parte me sentía aliviada y satisfecha de que todo esto acabara, por fin podía respirar después de tantos orgasmos, pero a la vez me sentía triste porque esta experiencia estaba terminando y fue tan rico que una quisiera que no se acabara nunca.

También estaba muy admirada de mi profe, pues a pesar de no tener un gran pene, con su experiencia me dio lo que hasta ese día había sido mi más placentera y excitante cogida, creo que ni mi profe de cálculo podría calcular cuánto placer me dio.

Quise sacarle la información sobre eso que me hizo en mi supuesto punto G, pero no soltó ni una palabra, yo creo que para dejarme intrigada y esté dispuesta a volver a coger con él.

Después de eso nos bañamos y regresamos a la escuela. El maestro me aseguró que al final del curso me pondría mi diez, que bien me lo merecía y me pidió que siguiera asistiendo a su clase y que no le contara a nadie lo que hicimos, bueno aunque se los cuento a todos mis lectores, pero omito su nombre y el de la escuela para evitar problemas.

También me dijo que era la primera vez que hacía algo así con una alumna, pero que conmigo no pudo resistirse, que se excitó tanto al verme sentadita frente a él y dejándole ver toda mi vagina depilada, porque dijo que hubo varios momentos en los que me vio toda mi rajita, además de que su gran fantasía era cogerse a una chavita y que yo era lo más cercano a eso, ya que por ser yo muy flaquita y chiquita parezco de mucho menor edad. Y por eso hizo lo que hizo conmigo, contrariando incluso sus propios escrúpulos.

Al día siguiente ya me vestí un poco más abrigada porque cada vez hacía más frío. Entré a la clase de mi profe querido, quien aunque trató de disimular en clase no pudo ocultar su alegría al verme ahí sentada hasta en frente y sonriéndole varias veces.

Tampoco faltó Fernando quien se sentó a lado mío y durante todo el día se la pasó insistiéndome en tener algo conmigo. Como yo había llegado contenta a la escuela me porté un poco más amistosa con él. Yo creo que lo tomó como que yo ya estaba cediendo y por eso me molestó todo el día con lo mismo.

Incluso hubo un momento en donde me dejé abrazar y, jugando, él me alcanzó a dar medio beso, o sea, logró besarme la mitad de mis labios con los suyos. Pero cuando más peligroso se ponía el asunto, yo logré escapármele y me regresé temprano a mi casa.

Continua...