La Alianza

Una historia llena de sensaciones y sentimientos que espero os hagan sentir la diferencia entre amor y el sexo.

La Alianza

Sonaba el despertador, entreabrí mis ojos y eran tan solo las 8 de la mañana, me dirigí al baño y vi en el espejo una cara desfigurada por la vida, mostraba todo lo que no quería ver, unas serpientes rojas contorneando esos ojos azules, mi cara marcada por escenas con la almohada y una sonrisa apagada por los infortunios de la vida, también distinguía miles de hormiguitas que se deslizaban sin orden ni sentido por todo mi rostro cruzándolo de oreja a oreja, pero al fin y al cabo, no era nada que no se pudiese disimular; pero ese corazón partido en mil pedazos y dispersados por todo mi ser, ese no tenía arreglo, decoré mi cuerpo con mis mejores galas, una camisa de seda blanca, mi traje de lino color azul celeste y una corbata estampada, que iluminase más mi rostro, y por supuesto ese juego de zapatos que nunca me atreví a estrenar, pero hoy era distinto. Saqué la alianza de novio que tenía estancada en mi dedo anular, la posé sobre mi mano, cerré el puño con energía y la contraje con mi pecho, en ese instante dos expresivas gotas de un jugo del dolor recorrieron mi mejilla, pero me dirigí hacia la puerta con miedo a que tanto sentimiento fuera a romper todo mi ser,

Cerré la puerta de mi departamento con energía y me dirigí con todo el dolor y la furia a casa de mi novia, ,mientras en mi cabeza torpedeaba una sola frase "¿porqué me abandonaste...?; una vez allí, me encaminé con paso forzado hacia el ascensor, el cual se abrió sin ninguna prisa, me estaba esperando, pero se cerró pausadamente, mientras yo repetidas veces pulsaba el cuarto, el cuarto, el cuarto..., pero estaba claro que no llevábamos el mismo orden de prioridad en las cosas, yo debía subir rápidamente, y el dichoso aparato debía esperar sus segundos, "por favor, cierra tu ¡maldita puerta ya!", hasta que se puso en marcha toda esa clase de mecanismos diabólicos que le hacían subir.

Por fin llegué, me situé enfrente de la puerta, y en ese momento mis pensamientos me jugaron una mala pasada, tenía miedo, miedo de ver todo el fanatismo que me esperaba en el interior, miedo a perderme, a volver a romperme como fina escultura de cristal y ya no volver a ser igual, fue entonces cuando respiré profundo y toqué el timbre.

Me abrió la puerta muy cortésmente una señora cabizbaja, desplomada como yo, harta de ver los sinsabores de la vida y de luchar, y luchar ¡¿para qué?!

-         ¡Hola Juan! (me dijo, apenas sin sentirlo, con un vacío en su ser que hacía que la ausencia se notase aún mas en mí)

-         ¡Hola! (respondí, tragando esos sin sabores en forma de saliva, que ahondaban hasta lo mas profundo de mi estómago)

-         Adelante, ya sabes que esta es tu casa,

-         Gracias (contesté)

La casa estaba abarrotada de personajes amorfos, transparentes para mí, no significaban nada, nada en absoluto, mi objetivo se centraba en aquella habitación rosa, si ya sé, parecerá cursi, pero así le gustaba a mi novia, y sí, no me he equivocado, he dicho "gustaba", del tiempo ¡ya no!, ¿por qué?, pues porque un ¡maldito borracho! se cruzó en nuestro camino cortando la vida de la mujer que amo haciendo aún más insignificante la mía.

Aquel baúl recogía tantos recuerdos...Mostraba esa linda cara, como muñeca con carita de porcelana, sus ojos cerrados, ojos dormidos, que despertaban en mí todo tipo de anhelos; su sonrisa siempre fue enigmática y me proporcionaba tanta alegría, pero en esta ocasión ese júbilo estaba absorbida por la pesadez de aquella habitación, entonces mis recuerdos afloraron como aves al vuelo, libres, buscando esos verdes prados que tanto imaginaba, y me recordé aquella noche en un parque hermoso, con ella a mi lado y sus piernas, esas bellezas rectilíneas, sedosas, abiertas de par en par para mí, mostrando toda la belleza de su sexo, con esa mirada pícara, con su alegre sonrisa complaciente, mientras entre sorbo y sorbo de su néctar me fundía con su alma, esa fusión química que tantas veces habíamos experimentado y con esos movimientos rítmicos con ella encima haciéndome el amor, disfrutando de todo aquello que nos hacia ver la vida de otra manera; éramos libres, éramos realmente felices… De pronto...una losa de sufrimiento golpeó mi ser, ¡reacciono! y vuelvo a la fatídica realidad, ¡la maldita realidad!, un cuerpo inerte, sin vida, sin nada, sin expresión, ni mirada, totalmente frío como un glaciar, así me sentía yo. Me acerqué, le di un beso en los labios, como acostumbro y sin decir media palabra, me fui.

Quizás esa fue la actuación mas cobarde, y la que mas dolor me causaría en toda mi vida, pero no podía soportar esa pesadez, esas miradas que como flechas iban encajándose en mis sentidos, hasta dejarlos a flor de piel, o quizás esas miradas no se dirigieran a mi rostro sino a mi atuendo. Escuchaba sus murmullos diciendo: "vaya atuendo mas inapropiado para despedir a su novia ¿así la quería?", pues sí, así la quería, la amaba de tal forma que tuve que cumplir su último deseo, cambiar el negro del luto por mis mejores galas, y así lo hice, aunque me sintiese como un payaso en aquel lugar, tal vez ésta fue la gota que colmó el vaso y fue la que me instó a huir definitivamente.

Me dirigí con toda mi pesadumbre a un bar, estaba dispuesto a intoxicarme, a envenenarme con pequeñas gotas de ardor, mis cigarrillos se encendían y apagaban, se apagaban y volvían a encender, el vaso de whisky barato nunca estaba vacío, mis ojos enrojecidos ya de tanto alcohol confundían todo tipo de paisajes, y todo empezaba a verse oscuro, pero algo cambió en ese momento...Una chica hermosa y extraordinariamente radiante apareció frente a mis ojos, cual muñequita salida de cómic japonés, pues no tenía defecto alguno empezó a deslizarse hacía mi, se le notaba clase, mucha clase, calzaba unos tacones de aguja que martilleaban mi cerebro y recorrí su cuerpo con solo una mirada; portaba un vestido blanco con purpurina, y un pañuelo adornando su cabeza para decorar esa larga melena castaña, sus pechos parecían explotar, pero no por su tamaño, sino por lo ajustado del vestido, esta chica había logrado que ese miembro que todos tenemos bien escondido, despertase y quisiera probar de que estaba hecha esa bella figura.

Me acerqué y le susurré al oído, ella con una ligera sonrisa me miró de arriba abajo, como examinado el tipo de pastel que se podría desayunar en esa cálida mañana de agosto. Cruzamos unas cuantas palabras y con las miradas nos sumergimos en los más íntimos deseos, nos absorbimos de todas esas fragancias imaginarias que dibujaban nuestros cerebros y al final decidimos buscar más intimidad. Dirigimos nuestros ansiosos cuerpos al hotel mas cercano, y en ese momento de locura discerní que todavía llevaba la alianza en mi puño, me dio miedo, además de remordimientos, pero decidí aparcarla en lo más profundo de mi bolsillo, y volver a sentirme vivo, alegre, feliz, pues era tanta mi tristeza que si no hacía algo con ella terminaría matándome a mi también.

Una vez en la habitación, las luces se fueron haciendo tenues, muy tenues, mis manos dibujaban con trazos sueltos de pasión todo su cuerpo, primero sobre su envoltorio blanco, después fui desnudando poco a poco su bello cuerpo sin prisas; ella hizo lo mismo, primero la corbata, después la chaqueta, desabotonó la camisa con cierta destreza hasta llegar al último botón y ¡zas!, como una ligera brisa, se deslizó hasta posarse en el suelo; yo hice igual con su vestido, parecía como si jugase a moldear todas las zonas de su cuerpo, hasta que al final flotaba tranquilo y pausado también en el suelo, me quité torpemente los zapatos, y después me dirigí a ella bajando poco a poco su tanga hasta que una iluminación me hizo desear, poseer, besar, comer aquel tesoro que guardaba íntimamente.

La reposé en la cama y fui poco a poco desabrochando sus zapatos, descamando la piel de serpiente que tenía por medias, hasta que al fin, todo estaba desnudo, suave, como debe de ser; mi lengua fue explorando cada parte de su pie, subiendo suavemente por su pantorrilla, sus mulos, sus ingles, hasta llegar a ese volcán de deseo, esa vulva floreciente de olores y sabores, que yo inspeccionaba con mucho cuidado sin permanecer excesivo tiempo en el mismo lugar; corría de izquierda a derecha, entraba en su cueva, para luego salir sigilosamente y así gozaba de su exquisito clítoris; sus pechos mostraban la aureola de sus pezones dilatados y firmes como perlas, su piel sonrojada por el sol se hallaba bañada de un rocío de lluvia por todo su cuerpo; sus labios mordían los míos, sus uñas marcaban mi espalda cercando su territorio, mientras yo seguía con mi ascenso, subiendo firmemente, ascendiendo por su cuerpo, posando mis labios en sus zonas sensibles, y dinamitando sus sentidos, su cuello, ¡ummm!. Recuerdo aquel cuello, como el de un cisne, largo y firme, tan tenso que dejaba ver sus venas dilatadas, parecían explotar. La alegría en sus movimientos alborotaba su pelo, y entonces ¡lo agarré!, ¡lo estiré!, lo mecí, lo acaricié, suavemente; también sus labios se recreaban con los míos a ese bello juego, me regalaban ese licor que al fundirse con el mío creaba una atmósfera ideal para nuestra penetración y ¡SÍ, la penetré!, la fundí con mi cuerpo, la atraje hacia mí, para luego desplazarla hacia atrás, la volvía a adherir a mi como un imán, para después dejarla volar, su cuerpo como bello espectro suspiraba en cada rincón de la habitación, en cada centímetro de mi piel, la hice mía, y ella me hizo suyo también, al final después de tanta y tanta agitación, sentí como mi cuerpo ascendía, y ascendía para luego caer y llegar a la tranquilidad. Después de todo aquello apareció una ligera pausa, unos respiros de tranquilidad que dieron lugar a besarnos tiernamente para luego volver a iniciar ese rito de felicidad, pero esta vez con más pasión, con más dureza, rozando casi la violencia, estábamos a un paso de llegar al cielo cuando… Uno, dos, tres, sonó el despertador.

Me levanto todo agitado, rezumba todavía en mi cabeza los espasmos de satisfacción. Miro la hora, son las 8 de la mañana, al fondo una ventana entreabierta deja pasar la brisa con aroma a azahar, unos pájaros se posan en mi balcón dándome los buenos días, y en los rincones un ligero eco me dice: "amor esta noche has estado fantástico, así quiero que me recuerdes siempre, he dejado en ti ese trocito de mi ser que no debía dejar escapar en el edén, allí te esperare, siempre tuya..............María". Yo le conteste rompiendo a gritar mis cuerdas vocales:

-         ¡Noooo! ¡Amor no te vayas todavía!

-         No te preocupes, siempre estaré en ti.

Autor: thecatman