La Admiradora
Una admiradora me ve en la calle y en pocos minutos terminamos en una tarde de sexo espectacular.
La amiga que estuve esperando nunca llegó a la cita, así que me desesperé y me fui a la parada del microbus para tomar el que me deja a unas cuadras de la casa.
Realmente no era muy tarde, así que llegaría a ver la tele un rato y después a dormir. El tránsito para esa hora estaba muy pesado y los microbuses pasaban llenos, estaba a punto de emprender el camino a pie cuando un automóvil se detuvo ante mí y una mujer, muy atractiva por cierto, y con unos años más que yo, me preguntó por un mercado, le dije dónde quedaba y ella me preguntó si la podía guiar. Lo pensé un momento pues no acostumbro subirme de aventón, pero accedí después de ver el espectáculo que ofrecía su falda subida casi hasta medio muslo, además tomaría el mismo rumbo que yo, aunque ella se quedaría a medio camino.
Avanzamos un poco y me comentó que el tránsito estaba imposible, mientras tanto yo aprovechaba los momentos en que ella miraba al frente para echarle una breve mirada a sus piernas. En una de esas se me ocurrió comentarle que tal vez sería mejor tomar una ruta alterna, a lo que ella respondió que era buena idea, poniéndome su mano derecha sobre el muslo, lo cual me causó cierta sorpresa porque los mexicanos somos un tanto sensibles en cuanto se trata de la invasión de nuestro espacio personal, y creo que aún más los del D.F.
Ella notó mi sobresalto pero reaccionó de la forma más natural y tranquila, lo que me tranquilizó también, aunque me excitó. Me empezó a preguntar cosas un poco más personales;
¿Cómo te va en el trabajo?
A veces bien, a veces no tanto, hay ocasiones en que no cae nada.
Me imagino que debe ser difícil no tener trabajo siempre, te he visto en la televisión, ¿te pagan bien, no?
Me sorprendió que ella supiera a qué me dedicaba y me le quedé viendo con esa sorpresa reflejada en la cara, sin que yo hablara, ella continuó.
¿A poco nadie te ha comentado que te ha visto en la tele?
Sí, sí me lo han dicho, pero siempre alguien conocido, por eso me saca de onda que alguien más me haya reconocido.
Te reconocí desde que estabas en la parada de los micros y me dieron ganas de platicar contigo, no creas que subo a cualquier desconocido a mi coche así nada más.
Me halaga, señora.
Jajaja, háblame de tú, es más cómodo, además no estoy tan vieja.
No quise decirle vieja... perdón, no quise decirte vieja.
Lo sé es sólo un chiste.
(Sonreí) Además de que no te ves grande, eres bastante atractiva.
Gracias.
¿Entonces, vas a ir al mercado?
La verdad, sí. Pero no es tan urgente... y encontrarse a alguien de la tele no es tan común.
No tomamos la ruta alternativa que le sugerí, continuamos platicando en el pesado tránsito, y yo seguía mirando con gran deleite sus piernas, estaban bastante bien formadas y mi mente creaba algunas imágenes que me excitaban... hasta que en un momento me tomó de la mano y me dijo;
- Ya veo que te he causado buena impresión, ¿no te gusta más esto?
Subió mi mano a su pecho y me quedé pasmado, aunque la verdad, esa mujer me estaba fascinando. Le contesté afirmativamente y fuen entonces cuando me propuso que termináramos la tarde en un hotel. Le dije que me encantaría, pero que no venía preparado y que no tenía dinero suficiente. Sugirió que pasáramos por la farmacia y dijo que ella invitaba. No me sentí muy cómodo pero acepté. Pasamos por condones y enseguida nos fuimos a un motel. Pagué la habitación y subimos por las escalerillas. Pude apreciar las ampias caderas que hacían un juego perfecto con las piernas que me habían hechizado minutos antes.
Entramos y encendí las luces, le pedí unos minutos para tomar un regaderazo antes de comenzar con lo que seguía ofreciéndole que en breve estaría con ella. Encendí el televisor, dejé los condones en la cama y me metí al baño. Abrí las llaves del agua y cuando el vapor empezaba a llenar el cuarto de baño se abrió la puerta, ella estaba allí, entrando completamente desnuda y preguntándome si me importaba compartir el baño con ella. Por supuesto la invité a pasar y nos metimos bajo el chorro de agua. Me encantaba tener a esa mujer conmigo. Le pasé el jabón por el vientre mientras mi erección se acomodaba entre sus nalgas. Subí y bajé las manos para enjabonarle los brazos, los senos, las caderas. Sus pezones endurecidos invitaban a masajearlos y, ocasionalmente los apretaba ligeramente entre mis dedos.
Su piel era suave, con poca flacidez, tallé su espalda, sus nalgas y caderas antes de acariciar con el jabón sus perfectas piernas. Ahí aproveché para besarlas y rozar levemente su vulva y penetrarla momentáneamente con un dedo.
Llegó mi turno y, ya de frente, comenzó pasándome el jabón por los testículos y el miembro, entreteniéndose un poco allí, luego subió por mi abdomen al pecho y me comentó pícara;
- Tienes un poco de pancita.
Me limité a sonreirle sin comentar nada más, ella continuó pasándome el jabón por los brazos, la espalda y las nalgas sin voltearme, más bien abrazándome, me repasó las nalgas y continuó con mis piernas. Mi pene tocaba ocasionalmente su cara, lo que ella parovechó para pasarle ligeramente la lengua o besarlo brevemente. En algunos instantes lo tomaba con la mano, como sujetándose mientras terminaba de enjabonar y enjuagarme las piernas.
Terminamos el baño y nos secamos mutuamente. Mientras me secaba, aprovechó para apretarme las nalgas con las manos dirigiéndome una sonrisa y diciendo que le gustaban, yo sólo le dije "gracias". Salimos del baño envueltos en sendas toallas y nos sentamos sobre la cama, frente al espejo. Sacó un cepillo de su bolsa de mano y peinó mi cabello mientras yo le retiraba la toalla del cuerpo y frotaba sus senos, deteniéndome sores sus pezones en repetidas ocasiones. Luego me pidió que la peinara y obedecí instantáneamente. Ella me acarició el miembro sobre la toalla y luego metió la mano para sentir mi excitación, con lo cual dejaba salir uno que otro discreto gemido a ojos cerrados.
Yo ya estaba muy excitado y deseaba penetrarla, pero no quería echar a perder el momento y continué a su ritmo. Cuando me di cuenta, ambos nos habíamos deshecho de las toallas y nos mostrábamos libremente. La recosté y comencé a besar sus labios mientras me apoderaba de sus senos para después acariciar sus caderas y escabullirme por su vulva hasta la vagina, rozándole el clítoris en cada oportunidad.
Nuestras lenguas seguían acariciándose acentuando la pasión en el ambiente. Ella me acariciaba la espalda con una mano y con la otra se aferraba al pene que desesperaba por invadirla, lo masajeaba y lo sacudía subiendo, bajando y jalando.
Mis besos bajaron por su cuello hasta alcanzar sus deliciosamente erectos pezones, introduje dos dedos en su vagina y reinicié el recorrido por su vientre con la boca. Alcancé los condones y saqué uno para colocármelo sin dejar de atenderla. Me levanté para colocarme sobre ella y penetrarla, la besé en los labios y con el pene recargado en su vulva le empecé a frotar intentando excitar el clítoris. Me tomó del miembro con los dedos y pensé que ella misma me haría penetrarla, no fue así, hizo un movimiento con el que me dejó de espaldas sobre la cama, se acomodó y comenzó una felación deliciosa, lo metía y sacaba de su boca, en momentos lo succionaba colocándome su mano en los testículos, estaba hincada disfrutándome. Yo podía admirar sus nalgas tersas y su lubricada vagina, por lo que no me contuve y empecé por acariciarle las nalgas para enseguida penetrarla con lo dedos y masajearle el clítoris con el pulgar.
So volvió a acomodar dejando mi cabeza entre sus piernas y me dijo, acercándome los condones;
- Extiéndeme uno dentro de la vagina.
Así lo hice mientras me tenía en su boca y jadeaba sin cesar. Le fui introduciendo el condon en la vagina y se le ocurrió estirarlo un poco y meter la lengua en él. Así, protegido, me entregué por completo al sexo oral, aunque no probaba sus fluidos, lo estaba gozando en grande.
Un momento después, se levantó y se retiró el condón que tenía adentro para sentarse nuevamente sobre mí, pero esta vez se dirigió el pene a la vagina, lo hizo lentamente y luego se dejó caer dejándome completamente dentro de ella. Yo sentía cómo sus fluidos me mojaban hasta los testúculos, estaba completamente excitada. La jalé hacia mí, recostándola para hacerme cargo de sus senos, ella, con sus manos apretaba las míaas, que se habían adueñado de sus pechos. La posición era algo incómoda pero como estábamos tan excitados por los "juegos" previos, no nos fue difícil llegar al orgaasmo, lo hicimos al unísono y se dejó caer de costado sobre la cama, haciéndome girar con ella para no salirme de su vagina.
Nos relajamos un rato y se lo fui sacando con cuidado antes de perder la erección y me dijo que se sentía muy bien, que había estado muy rico, yo también le dije que lo había desfrutado mucho. Se giró un poco volteando la cabeza para darme un beso que correspondí con avidez.
Las sábanas habían quedado desordenadas y las jalé para cubrirnos, para ese momento ella ya estaba recostada sobre su espalda. No la tapé toda, le dejé los senos a la vista, no eran muy grandes pero sí lo suficiente para poder admirarlos y acariciarlos. Mi pene ya estaba retomando rigidez ante la situación, lo que ella notó enseguida sobre su piel. Ya me había retirado el condón.
No te bastó ¿verdad? (dijo sonriendo)
Es que eres muy atractiva y me gustó mucho, eres genial.
Continuamos acariciándonos por un rato en silencio hasta que los jadeos volvieron a inundar la habitación. La televisión seguía encendida pero el sonido había desaparecido para nosotros, las imágenes se habían convertido en parte de la iluminación.
Mientras ella se entretenía con mi miembro, yo lo hacía con sus senos y cuello, besando y mordiendo ligeramente su piel. Mi mano entre sus piernasjugueteaba excitándole. Sus piernas se abrían para facilitarme la manipulación de su vagina.
Rápidamente me coloqué un condón y me coloqué encima de ella para penetrarla inmediatamente, entraba y salía desenfrenadamente. Sus fluidos se hacían cada vez más abundantes y la expresión de su cara era de completa entrega al placer, eso me excitaba sobremanera. Sus brazos me rodearon y sus piernas se cruzaron en mi espalda, sus jadeos se hacían más fuertes... hasta que ambos volvimos a estallar en el mayor placer.
Quedamos abrazados sin aliento y cubiertos de sudor. Comenzó a quedarse dormida y me salí de ella cuidadosamente.
Después de un tiempo despertó, yo acariciaba su cabellos y miraba la expresión de su rostro. Con el otro brazo le rodeaba la cintura. Se quedó acurrucada tranquilamente mirando al televisor, luego me empezó a hacer preguntas personales. Sobre mis metas, mis sueños, y algunos otros temas relacionados, le respondí todo lo que quiso saber... de repente pasaron unos de los comerciales en que trabajé y dijo;
¡Mira! Ahí estás... (pensativa) pero la verdad me gustas más en persona.
Me halagas, te lo agradezco.
Es verdad, y me la pasé muy bien contigo. ¿Te gustaría volver a hacerlo?
Sí, me gustaría mucho, tú lo puedes sentir.
Ya veo que sí... pero me refiero a volverlo a hacer en otra ocasión.
Me encantaría, yo también lo he pasado muy bien, disfruté mucho esta tarde.
Nos besamos de nuevo y lo volvimos a hacer sellando el pacto de continuar la aventura de manera indefinida.
Salimos del motel después de un duchazo (para quitarnos el sudor de tan tremenda tarde) y pasó a dejarme cerca de casa. Al despedirse me extendió un billete y le dije que no lo podía aceptar.
Hiciste un estupendo trabajo al hacerme olvidar mi soledad por unas horas y yo también quiero ayudarte para que puedas cumplir con tus sueños; tú me ayudas y yo te ayudo, quedamos a mano, acepta el billete, está bien. Además yo sé que lo necesitas.
Pues, viéndolo así, está bien, gracias, te lo agradezco mucho.
Acepté el dinero y nos despedimos, ella se alejó y yo regresé a casa. Nos seguimos viendo ocasionalmente, me llama cuando se siente sola o quiere platicarme algo. No siempre terminamos en la cama pero siempre termina ayudándome con algo de dinero, lo cual le agradezco infinitamente, sé que no es una persona adinerada pero lo hace con la mejor intención.
Antes de publicar este relato ella lo revisó y me autorizó a compartirlo contigo. No revelaré su nombre ni mayores datos para conservar la identidad y la confianza de mi protectora.
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