La adivina

Un buhonero llega a una aldea muy remota y se ve envuelto en una serie de acontecimmietos que van a cambiar su vida

El carro iba cargado de objetos de diversas clases, desde platos a  telas, pasando,  por tamices, vasos o embudos. Lo tiraba un caballo alazán. En el pescante, con las riendas en la mano, en medio de una verde pradera, iba Luis, un joven buhonero de 22 año, alto, moreno y bien parecido. Empezó a anochecer. Ya casi no se divisaban las grandes montañas que rodeaban aquel inmenso valle. Luis, detuvo a su caballo, al lado de un pequeño río que atravesaba el valle.

-¡Sooo, Bucéfalo!

El animal, obedeció a su amo. Luis, bajó del pescante. Desenganchó el caballo del carro. Le quitó los arreos, y lo dejó suelto, paciendo en  la hierba. Hacía calor. Fuera un caluroso día de Agosto y la noche iba a ser pesada. Luis, se quitó la camisa, el pantalón de pana y las sandalias. Desnudo, se bañó en el río. Tenía la sensación de que alguien lo estaba observando, pero no vio a nadie.

Después del baño hizo un pequeño fuego para el café, y con él cenó unos trozos de tocino y unas tortas.

Al acabar de cenar, puso una manta doblada de almohada. Bajo la noche estrellada, con la hierba como colchón, y con grillos, cigarras, mochuelos y lechuzas de compañía, se quedó dormido.

En medio de la noche, Luis, se despertó y vio delante de él a una gitanilla. Tenía hermosos ojos azules, sus labios eran carnosos, su nariz, perfecta, su tez morena y su cabello rizado era negro azabache. En su cuello lucía un hemoso collar de esmeraldas. No podría decir la edad que tenía.

-¿Quién eres? -le preguntó Luis, mientras se incorporaba

-Sin nombres - dijo ella, y se quitó de encima la túnica blanca que traía puesta,.

Sus tetas eran perfectas, ni grandes ni pequeñas. Su cintura era de avispa y sus caderas anchas. Su sexo estaba rodeado de pelo negro azabache, rizado, Tenía el culo redondito, y sus piernas eran largas.

Luis, estaba empalmado como un burro, hasta a Bucéfalo, se le estiro la herramients al ver tanta belleza.

La gitanilla, se arrodilló detrás de Luis, con sus tetas acariciando su espalda. Le giró la cabeza y le dio un casi interminable besó con lengua. Luego, le dio a chupar aquellas tetas duras, con  areolas negras, con pezones desafiantes y de tacto aterciopelado, que Luis, devoró. Poco después, hizo que Luis, se echara y le puso el chohito mojado en la boca, Luis, lo lamió y lo chupó, largo y tendido, y nunca mejor dicho.

La gitanilla, sintió qe se iba a correr.

-¡¡¡Veni...vidi... vici!!! -exlamó.

Agarrando la cabeza de Luis, para que no se le escapase, se corrió, y entre estremecimientos y palabras que Luis, no entendió, le llenó la boca de un flujo blanquecino

Luis, al acabar de correrse la gitanilla, sacó su polla.

-Te toca -le dijo

La gitanilla, como, por arte de magia, desapareció.

Luis, pensó que debía estar soñando. Aún así, meneó la polla y en unos segundos se corrió. después, se quedó dormido.

A la mañana siguiente, Luis, al despertar, y recordar el sueño, sonrió y habló consigo mismo.

-Ojalá tuviese un sueño de esos todas las noches.

Cogió la manta que le había servido de almohada y vio que estaba manchada de un líquido blanquecino.

-Seguro que es de mi semen.

Después de desayunar, enganchó a Bucéfalo al carro. Poco más tarde se ponía en marcha. Al mediodoa llegaba a un pequeño pueblo entre montañas. Todas las casas eran blancas. Todas fueran pintadas con cal. Fue recibidio con gran expectación por los vecinos que encontró en el camino.

El pueblo se llamaba Paraíso, y tenía unos 300 habitantes. A los diez minutos de llegar, Luis, hizo sonar el cuerno.

Al juntarse la gente, sentado en el pescante del carro, sacó en subasta unos platos.

-¡Media docena de platos de barro! ¿Cuánto dan por ellos?

Los vecinos eran muy bien llevados, y cuando hacían un trueque, nadie se metía en medio, por eso que, subasta no habría

-Seis pepitas tamaño extra grande -dijo una mujer de unos sesenta años.

-Señora, las pepitas de calabaza no tienen ningún valor para mí.

-Mis pepitas son de oro - se acercó al carro y  le enseño a Luis, un saquito lleno de grandes pepitas de oro.

-¡Adjudicados a la señora!

A los vecinos, les pareció un chollo, ya que comían y bebían en platos y vasos de madera.

Al final, sólo entre platos y vasos, Luis, juntó más de cinco quiloa de oro. Se había hecho rico en menos de dos horas.

Cuando terminó de hacer negocio era la hora de comer.

-¿Dónde podría hospedarme y dar buen forraje a mi caballo? - le preguntó a una cuarentona que iba acompañada de una jovencita rubia.

-En nuestra casa encontrará buen forraje tu caballo, y tú, buena comida y cama, joven.

-¿Y compañía? -preguntó con picardía, Luis, mirando para la muchacha, que le sonreía.

-Todo en esta vida tiene un precio, joven.

-¿Y el de la posada cuál es?

-Una manta y una sábana por cada semana que estés en nuestra casa.

A Luis, le pareció bien, pues no pensaba quedarse más que acomer, a cenar, a dormir, y al día siguiente abandonaría el pueblo

-¿Qué hay de comer hoy?

-Conejo asado con patatas y zanahorias.

Luís, vio pasar, a  unos cinco metros de él,  a la gitanilla de la noche anterior. Llevaba puesta la misma túnica blanca y lucia el mismo collar de esmeraldas.

-¡¿Quién es esa muchacha?! -le preguntó Luis, a la cuarentona

-No es dulce para tu paladar.

-¿Pero quién es?

-La adivina.

Fin del primer capitulo.