La Acampada (3)
Después de todo, no todo sale como uno quiere... o sale como en fondo quieres, solo que no lo ves.
Cuando los olvidados regresen
Otra noche durmiendo afuera, en la tumbona, con una sabana. La temperatura había descendido unos grados, pareciendo estar de luto por mi estado de ánimo. Me encontraba en la penumbra, entre la oscuridad y la luz que iluminaba el farolillo. Héctor estaba sobando en el suelo, en su saco de dormir, jurando lealtad hacia mi. Si tu vas a dormir afuera, yo también, gritó antes de acostarnos.
Eran cosa de las cuatro de la mañana. Mue estaba durmiendo con Marcos, Berta con Alberto (su hermano, para los no enterados), y Raúl se había quedado sopa cascando con Marina sobre lo ocurrido. Mi sentido de culpa me había prohibido dormir cómodo en una tienda. Y es que me sentía realmente culpable. Había oído sollozar a Berta antes de caer ante Morfeo
Después del beso, después de la pillada, Berta volvió al campamento, sentándose al lado de Mue. Raúl y yo volvimos cinco minutos después, mientras yo seguía llorando y él me tranquilizaba. Al llegar, tuvimos que aparentar normalidad. Lo que supongo que más le dolió a Berta, el hecho de que Raúl no fuese a hablar con ella para intentar explicarle alguna excusa. Ni siquiera se molestó.
Y allí estaba yo lamentándome por haber jodido una relación sin sacar nada de provecho. No me apetecía salir con Raúl después de haberle jodido de esa manera a una de mis mejores amigas. Ni se me había planteado.
Eran las seis y media cuando los primeros rayos de la alborada resplandecían por encima de la arboleda, como una manta de finas pinceladas de luz. El campamento se había tornado menos hostil, y echaba de menos despertar en mi cama. Aunque no podía despertar. Ni siquiera había dormido.
Aburrido y sin saber que hacer, decidí ir a un riachuelo que pasaba cerca del campamento. Me puse una camiseta, mi chaqueta de algodón y unos pantalones largos. Hacía frío a esa hora de la mañana, en pleno Pirineos. Me llevé una toalla, jabón y desodorante.
Después de caminar un ratito por la basta vegetación, llegué a un tramo donde bajaba una pequeña riera que provenía de la montaña. No traía demasiado caudal, pero sí el suficiente como para cubrirte hasta las rodillas. Alrededor del cauce había rocas planas, bellísimas para ese ecosistema. Era un lugar especial para mí. Y para Raúl. Allí habíamos pasado varias horas siendo más pequeños, cuando veníamos con nuestros padres.
Encima de esa piedra, se la había chupado y me había follado. Yo tendría catorce años, y el dieciséis. Fue una de las últimas veces que lo hicimos. Él era un chaval, pero ya tenía ese atractivo que aún conservaba. Y yo era un niño, poco tonto para la edad que tenía. Nuestros padres estaban de excursión por una de las montañas, y él y yo habíamos decidido quedarnos allí, en esa roca. Era verano, y hacía una calor insoportable. Asi que sin dudarlo un momento, nos desnudamos y nos metimos en el agua, que bajaba con más velocidad por el deshielo de la nieve. Me encantaba ver a Raúl así, desnudo, alegre. Tenía un cuerpo muy atlético para ser sólo un adolescente. Y yo me sentía un mocoso a su lado, aunque siempre me decía lo mucho que le atraía. Entre tontería y tontería, me subí a su espalda para ahogarlo, y él sólo se mantuvo en pie, mientras acariciaba mi orto con sus dedos. Se fue girando como pudo, y quedó cara a mí, con mis piernas cruzadas en su cintura, y mis brazos enredados en su cuello, mientras jugueteaba con su pelo. Él me acariciaba mi mejilla, y se acercó para besarme, mientras me tendía en la roca, a espaldas, y él seguía en el agua, tumbado sobre mí. Sin previo aviso, abrió más mis piernas y de un solo golpe, me la metió hasta sentir todos sus huevos pegados en mí. Solté un gemido que debieron oír nuestros padres. Y es que él era así, el chico más tierno antes del sexo y él más bestia ante él. Y me gustaba. Me hacía disfrutar como nadie Comenzó a sacarla hasta su capullo y a arremeterme su gloriosa polla, ancha y larga para esa época. Y bombeaba y no paraba. Yo gritaba, suplicando más, más, más. Y él como un buen campeón, cumplía. Me reventaba por dentro, me destrozaba. De seguro que me dolería el culo durante un par de días. Fue unas de las más rudas folladas que me dio Cuando estaba a punto de correrse, me avisó. Me la sacó de golpe y yo me agaché ante él, en el agua, que me cubrí hasta las costillas estando de rodillas. Me metí su feroz tranca hasta el fondo, mientras él me agarraba de mis pelos y me follaba tan brutamente como se follaba a mi culo. Ostras tío, ¡Síiii! Eres el mejor dijo antes de que me inundara la boca de su lefa.
Y el hecho de encontrarme allí, sobre la misma roca donde me había follado, me hacía volver nostálgico, muy lejos de excitado. La tristeza comenzó a brotar de nuevo en mí. Pero no era plan de deprimirme de nuevo, aumentar ese vacío.
Me desvestí lentamente, mientras sentía el frío llenar mi piel. Fui bajando mis pies de la roca para empaparme del agua. Estaba helada. Helada. Salté un poquito de la roca y quedé en el agua, mis pies contra las rocas del fondo. El río no alcanzaba mis rodillas, pero sentí como mis pies se entumecían. Así que me bañé rápidamente. Mojé todo mi cuerpo con mis manos, y pasé el jabón por todas partes. Velozmente me lo saqué con más agua y volví a subir a la roca. Con la toalla me sequé.
-Qué recuerdos, eh - dijo una voz en mi oído, mientras unos brazos me rodeaban el pecho y el tórax. Me giré para ver la cara de Raúl apoyada en mi hombro, mientras lo besaba.
No supe que decir. Puede que fuese mejor no decir nada, que fuese parte de ese momento el silencio.
Detrás de mí, fue abriendo sus piernas alrededor de las mías, mientras yo me quedaba apoyado en él. La magia del lugar y del momento se apoderó de nosotros.
-¿Qué haremos?- me preguntó, mientras le daba calor a mi cuerpo desnudo. De mientras, acariciaba todo mi cuerpo con sus manos, pasándolas por mi pecho, por mis abdominales, por mi ingle, por mis muslos pero sin atreverse a tocar esa zona erógena-. ¿Qué será de nosotros?
-Nada no se puede.
-¿Qué?- dijo algo asombrado d mi respuesta.
-Que no puede ser. Ya hemos jodido bastante a Berta y
-Creo que ya es hora de que pensemos en nosotros, ¿no?- me contestó-. Creo que ya nos merecemos ser felices.
-¿Por qué cojones eres tan narcisista?- dije ya cabreado levantándome, separándome de él.
-¿Qué? ¿Narcisista?
-Sí. No les eches la culpa a los demás. Si no estamos juntos es por qué no me lo dijiste no me dijiste que te gustaba.
-Te quería.
-Lo que sea
-Joder Martí no me atrevía seguía siendo un niño inseguro y tu eras más pequeño y
-Pequeño, pero bien que me follabas.
-Es distinto. No sabía si tú me querías o si sólo querías mi - y se miró la polla-. Además, ¿Por qué no me lo dijiste tú?
-Es diferente
-No. Es lo mismo. Tú no creías que alguien como yo pudiese quererte. Estando a mi lado te sentías inferior, lo sabía. Por eso te trataba como te trataba. Y te trato como te trato. Como la persona más importante en mi vida, lo más valioso que he tenido jamás.
-Creo que se han despertado - oía las voces en el campamento, lo que era pájaro de mal augurio.
-¡Como si se quiere despertar el Papa, joder! Sólo dime si quieres intentarlo si no sientes nada, dilo, que no quieres que todo sea perfecto, como tú dijiste ayer pero no lo digas para no dañar a nadie dilo porque lo sientes- su mirada se mezclaba entre la adrenalina de decir lo que tantos años había callado y el dolor, la tristeza el miedo.
-Estáis aquí- gritó Marina acercándose a nosotros-. No veas como esta Berta en el campamento
-Estamos hablando Marina- dijo Raúl mosqueado.
-Creo que es mejor que vengáis
-¡Joder tía, vete de una jodida vez!- gritó Raúl sin mirarla. Estaba sentado en la roca, mirando al río, y yo de cuclillas lavándome la cara.
-A mi no me hables así gili
-Mira, Marina, eres muy graciosa con tus salidas de arrogante capulla, pero ahora te estoy diciendo que te vayas. ¿No puedes tragarte el orgullo e irte sin tener que tener la última palabra, leches?
Y a asombro mío, se marchó.
-Eh, Raúl- gritó Héctor desde el bosque, cruzándose con Marina.
-¡Qué os larguéis todos de una puta vez!- chilló enrabiado Raúl.
Era raro ver a Marina irse con el orgullo en el suelo, pero más ver a Raúl gritando a sus amigos.
-Te has pasado- le dije acercándome a él-. Puede que pase algo
-Pues ves. Vete a ver que le pasa a Berta
Y yo no sabía que hacer. El eterno dilema a quien quieres (¿lo quería?) o los amigos
-Deberías hablar con ella- le sugerí.
-Vale, sí. ¿Qué quieres? ¿Qué le pida perdón? ¿Qué me perdone y todo vuelva a ser como antes?
-Sería lo mejor
Se quedó callado. Supongo que no esperaba esa respuesta. Y es que ni yo sabía que quería había sido todo tan de repente.
Y se levantó de la roca y se dirigió al claro.
-¿Dónde vas?- le pregunté.
-El que se va a hablar con Berta ahora soy yo.
Y me quedé ahí, desnudo
En el campamento había paz, a contra de lo que creía. Marcos y Mue estaban bailando una canción de Black Eyed Peas, Pump it, Marina y Héctor se habían ido a dar un paseo y Alberto estaba sentado a la sombra de un árbol. Eran las ocho y pico de la mañana, llegaba del río. No había rastro de Raúl y Berta.
Me acerqué a Alberto y me senté enfrente de él.
-Alberto -dije con vergüenza.
-No, a mi no tienes que darme explicaciones. Eres mi amigo y lo que pase con mi hermana y su novio es cosa suya. No me influenciará en ti- me soltó.
-Está bien sólo te quería pedir un cigarro- le dije sonriente.
-Siéntate
-¿Sabes dónde están?
-Están en la tienda- me dijo señalándola con la cabeza.
-Oh
-Lo están arreglando
Esas palabras me supusieron un infierno. Hacía 24 horas estaba preocupado de si Marcos esto y Marcos lo otro ahora el pasado había vuelto hiriendo el doble. ¿Y si volvían? ¿Y por qué me suponía eso un problema? Supongo que es eso de cuando lo tienes no lo quieres, y cuando te lo quitan darías tu vida por tenerlo de nuevo. El hecho de que me quedase callado advirtió a Alberto de que no estaba en mi mejor momento.
-Tranquilo - me dijo, acariciando mi mejilla-. ¿Está muy fría el agua del río?
Alberto se fue a bañar, y yo me acerqué a Mue y Marcos, que ahora estaban saltando bailando Walls Of Jericho, un grupo hardcore. Yo me acerqué a ella y mi mirada lo dijo todo.
-Beibi- rugió como una mamá protectora. Marcos siguió dando brincos, mientas Mue me daba un abrazo, que dicho sea, fue bastante reconfortante.
-¿A mi no me saludas?- me preguntó Marcos cuando me separé de su amiga.
-Hola- le dije en un susurro de dolor.
-¿Puedo hablar contigo?- preguntó él.
-Claro- le dije. La verdad es que ya no sentía rencor mi mente estaba ocupada por el cacao mental que me había hecho Raúl en unas horas.
Entramos en donde se suponía que tendría que haber dormido, con Marcos y Mue. Se quitó la camiseta de tiras (porque realmente dentro hacía un calor sofocante) y se sentó en posición de indio. Yo le imité, enfrente de él.
-¿Te pasa algo conmigo?- me preguntó tras unos segundos de silencio, contemplándome. Dude en que contestar. No iba a reprocharle el habérselo contado a Mue. No era mi estilo.
-No - contesté lacónicamente-¿Por ?
-No sé antes de ayer parecía que pasaría algo con nosotros y ahora estás con Raúl que no cagas- dijo.
-¿Qué?- aluciné-. Esto de Raúl no lo he buscado yo. Me lo he encontrado. Y si no pasó algo entre nosotros que pasó no fue porque no quise.
-¿Entonces?
-Te oí contárselo a Mue, que me la habías - al final lo solté.
-¿Y?- contestó como si fuese lo más normal del mundo.
-Y decirle algo como te dije que se le podía - repliqué-, como si fuese una apuesta.
-Mira las cosas se han complicado por malentendidos. Si que dije eso, te recuerdo que estaba sobrio pero no fue ninguna apuesta ni nada del estilo.
Callé. No sabía si creerle o no.
-El caso es que yo a ti ya te conocía. De vista y siempre le había dicho a Mue que estabas buenísimo. Y ella me decía que no tenía posibilidades, que eras hetero. Y cuando lo conseguí
-¿Fue un reto personal?
-Si quieres llamarlo así Yo sólo sé que me gustabas y que conseguí lo que quería pero no he conseguido lo que quiero.
-¿Qué es lo que quieres?- la conversación se había desviado del tema. Él me había cogido mi mano con la suya y me la acariciaba levemente.
-Tenerte además, Mue ni siquiera se acuerda de lo que le conté.
Me pareció verosímil, y aunque Marcos fuese un tio casi perfecto me renegaba a caer en las garras de Raúl y en las del propio tío que tenía delante de mí. Lo mejor sería pasar de ambos pero, ¿cómo? ¿Cómo pasar si había vuelto a obsesionarme con Raúl aun así sin querer reconocerlo? ¿Cómo reconocer que había vuelto a mi etapa homosexual? Era liberal, sin prejuicios de ningún estilo pero se hacía raro.
Lo que estaba claro es que más que disfrutar, lo estaba pasando fatal.
-¿Piensas escogerme?- preguntó Marcos.
-¿Escoger?- esa pregunta me pareció tonta, ridícula -. No se trata de escoger. Ni si quiera sé si me gustas Eres muy muy guapo pero Y Raúl tiene a Berta, y yo ya no quiero complicar más las cosas
Marcos se levantó, acariciándome el mentón y dándome un beso en la mejilla, y salió.
Toda mi vida deseando tener a alguien con quien estar y ahora tenía a dos, y no me decidía. En tres días había sentido ilusión, excitación, diversión, placer, rencor, decepción, tristeza, confusión, nostalgia, vergüenza soledad.
Cogí una libretita que llevaba y empecé a escribir, algo que siempre me ahuyentaba de los problemas y me desahogaba.
Dulces caricias olvidadas
Mustias rosas enterradas
Amargo dolor,
Desesperanza y amor
Me besaste para matarme
Y la sangre cayó, manó de mi corazón
Nada negro logra saciarme
Y ella murió, buscando su redención
Y me besaste, para matarme
Y ella perdió, aferrada a su salvación
Cada susurro me provoca a amarte
Y ella cayó, negándote el perdón
Y tú y yo, solos en la oscuridad
Besas mi cuerpo ante un mal recuerdo
Y tú y yo, amándonos hasta la eternidad
Y entre nuestros cuerpos, en este cementerio
La noche cayó lentamente. El día se me hizo eterno. Los minutos pasaban como horas, y yo me quedé casi todo el día en la tienda solo. Berta y Héctor pasaron el día por ahí en las montañas, haciendo de Heidi para evadirse de los malos rollos que había entre nosotros. Marcos y Mue se lo pasaron en grande, pues no paraban de reírse. Berta salió tres horas después de empezar a hablar con Raúl, y éste media hora después. Nadie se dignó a venir a verme, excepto Berta que amablemente, cuando empezaron a comer me dijo que empezaban a comer, que fuese. A lo que me negué con un Gracias, no tengo hambre. Al menos tuvo el detalle
De repente, oí gritos. Y muchos gritos. ¿Qué pasaba?...
Continuará
[¡!!Wueeee!!! Gracias por decirme todo lo que me dijisteis en el anterior relato es confortador ver como lo que hago gusta. Ah, al tío que me dijo que vigilase la ortografía ¡pero si no hay faltas! Habrá alguna en plan acento o algo así, pero graves no hay la gente está chalada xD Saludos a Sergio, ¡mi nuevo tete! ^^, Y gracias por hacerme sentir como un DIOS xD Y al que no le guste lo que haga, que no lea, mira que es fácil ¡Gracias a todos! (y pensar que al principio era tope narcisista muahahahaha)]
MurderHopes
la muerte estará el doble de cerca.