La Acampada (2)

Después del primer día, viene el segundo (que listo que soy), y la história sigue, aunque se tuerce un poquitín...

Tenía 17 años cuando me di cuenta que el amor era una mierda. Aunque más que amor… lo que sentía era… decepción. Puede que mi faceta ya olvidada de soñador, brotase de nuevo… aunque ésta vez esperaba no encontrarme entre tubos de hospital y una raja en las venas.

Apenas desperté por la mañana, en la tumbona, se me vino el mundo encima. Sólo de pensar que para Marcos sólo había sido un reto personal y que se lo había dicho a Mue… Tenía frío. Cogí la sudadera de Héctor, una negra que me llegaba por los muslos. Y me volví a tumbar. Encendí un cigarrillo y esperé a que alguien se despertase, rezando por que no fuese Marcos. Miré el reloj. Eran las siete y media. Maldije. Era muy pronto para que alguien se levantase.

Fui a la tienda de la comida, y cogí el termo de café. Encendí la parrilla con el gas butano y puse el termo encima. Aunque fuese del día anterior, sentaría a gusto. Y Raúl salió. Tenía un aspecto… divertido. Él con sus pelos por aquí y por allá, en calzoncillos, con su tórax… y su cara de sueño, y su mano rascando su nuca, levantada.

Bostezando, se acercó a mí, y me abrazó por la cintura con una mano, y me besó la mejilla.

-Buenos días- susurró.

-He hecho café le dije.

-No me apetece.

Y seguía abrazado a mí.

-¿Qué pasó ayer?

-¿Qué pasó?- pregunté.

-No, Marcos, ¡No!- respondió imitando mi voz, separándose de mí y yendo al coche de Berta donde estaba el barril lleno de agua helada y resto de hielo encima de las bebidas zozobradas. Cogió una coca-cola, la abrió, tomó un gran trago y me volvió a mirar-. ¿Qué pasó?

Me sentí endeble ante él. Me conocía perfectamente. Pero no iba a contárselo. Iba a guardarme eso para mí mismo.

-¿Qué pasó?- insistió.

-Nada- fingí con un tono alegre con una sonrisa forzada.

-Bah, Martí, soy tu mejor amigo- dijo mientras se sentaba en mi tumbona y se refregaba los ojos del sueño- y te conozco. No gritas así porqué sí.

-… - solté yo, un rugido casi inaudible. ¿Era tan predecible?

-Lo intuyo.

-¿El qué?- le pregunté al instante, esperando que acabase con ésta conversación. Me miró, soltó una mueca y se levantó.

-Vamos a levantar a los demás- y no le reproché. Aunque deseaba saber lo que intuía, prefería no oírlo de sus labios.

La forma de levantar a los demás era rociándolos de espuma de afeitar por toda la cara. Era una putada, pero eran las normas.

Ya a las ocho, estaban todos despiertos, bañados en un pegajoso tacto en la cara, refunfuñando cada uno en silencio, sabiendo no poder quejarse, pues de seguro que otros años ellos habían cometido la misma fastidiosa broma.

Después de desayunar todos juntos, decidimos que hacer.

-Vamos a la montaña esa de cada año, hacemos deporte, tomamos aire fresco, y nos bañamos en el lago- propuso Marina.

-Estará helada- contestó Mue.

-No vamos a pasar cuatro días aquí sin ducharnos. Alguien ya empieza a echar peste- dijo Héctor mirando a Alberto, que ni siquiera se molesto en enfadarse.

-Vamos chicos, cada año lo hacemos- dijo Raúl-. Vamos a bañarnos en el lago, panda de esnobs grandilocuentes.

-No sabes ni lo que dices subnormal- le dije yo, pasando mi brazo por su cuello y apoyándome en él.

A las diez y media, ya estábamos camino a la cima, 700 metros encima de nosotros. Era una cima irregular, unión de varias cimas. En el medio, en lo que en otra época debió ser un cráter (por suponer), ahora se encontraba un lago. Y la montaña era una basta ladera, sin mucha vegetación grande, fácil de subir.

El sol brillaba alto, y el calor se mezclaba con la brisa matutina. Abriendo paso iba Raúl con Alberto. Unos metros más atrás, yo, Mue, Marcos y Héctor. Y, unas decenas más abajo, Berta y Marina. ‘A ver, zorra, ¿quieres darte más prisa y dejar de decir que tienes flato, flato, flato?’ le gritaba Marina.

Marcos no me había dirigido la palabra. Y Mue estaba rara, aunque no tenía nada que ver conmigo, sino por la vergüenza que sentía de haberse acostado con Alberto.

Y yo estaba algo hecho polvo. Hacía tiempo que no me enamoraba. Con mis diecisiete años, pensaba que esa etapa homosexual con Raúl, se había pasado. Pero allí estaba, en plan Brokeback Mountain… Y nada más lejos de sentirme bien por estar en aire limpio… Avancé el paso hasta Raúl. Y Alberto descendió hasta Mue. Joder.

-Hey- me dijo dándome una palmada en la espalda-. ¿Carrera?

-Estás loco. Quedan más de doscientos metros- le dije-. Además, mira donde esta Berta.

Nos giramos. Abajo quedaba una gran pendiente. Las dos chicas estaban como a cien metros de nosotros.

-Da igual. Carrera.

-Joder…- le dije-. Espera.

Esperé hasta que Héctor llegase a nuestra altura. Me saqué la camiseta, y le dije si me podía llevar la mochila. Raúl hizo lo mismo con Alberto.

-No se vale parar. Si paras, pierdes. Tiene que ser continúo.

-Un, dos, tres… ¡ya!

Empezamos a correr. Suerte de mi entrenamiento físico. Raúl era claramente más veloz y tenía más resistencia que yo, pero seguía a mi lado.

-Venga Martí, que tú puedes- me animaba

-¿Por qué no te concentras en llegar tú en vez de animarme a mí como si no pudiese alcanzarte?

-Porque no puedes, cariño.

Después de quince minutos, llegamos. Los demás aún seguían muy lejos. Se habían parado a esperar a las otras dos. Y Raúl y yo nos encontrábamos ante un paisaje precioso, exhaustos. Las nubes de algodón, se quedaban reflejadas en el agua. Y a lo lejos, se podían ver ciervos, y en las alturas, águilas que volaban como los reyes de ese paisaje desolador por falta de árboles. Pero era así. Precioso.

Sin darme tiempo a reaccionar, y sin esperarlo mucho menos, Raúl me abrazó y me besó.

Demasiado contraste.

Muy imprevisto como para reaccionar.

-Nene

-Yo no pienso bañarme primero

-Vamos sosa- le picaba Marina a Mue-. Eres la más pequeña. Estás en tu deber.

Nadie se atrevía a tirarse al lago primero. Y mientras todos insistíamos porqué lo hiciese Mue, y sin darnos cuenta de que Marcos estaba sólo con el calzoncillo, corrió y sin pensarlo se tiró.

-¡Ese Marcooooooos!- le gritaban todos.

Continuamente, Raúl se desvistió y se tiró, siguiéndole Mue, Berta, Héctor, Marina y Alberto.

-Vamos granuja- me gritaban-. Tírate maricón.

-No pienso coger un resfriado por hacerme el machito.

Y me quedé mirándoles semi desnudos.

-¡Achís!- estornudó Berta, mientras Héctor se sonaba los mocos.

-Sois una panda de nenazas. Os constipáis con nada- les reprochaba Marina.

Descender había sido más fácil que subir, estaba claro, pero mucho más duro estando empapados. Menos yo, seco como una pasa.

Estando en la tienda, con mis auriculares y Underoath a todo volumen, Raúl entró, tumbándose a mi lado, quitándomelos de las orejas.

-Ese Martí- me susurró.

Después de unos segundos, le miré, condescendiente.

-¿A qué coño ha venido el morreo?- le pregunté-. Pensaba que ya todo estaba olvidado y enterrado.

-No puedo

-No, Raúl, no- le corté serio.

-No puedo… intentaba seguir la frase.

-Raúl cojones, ¿Y Berta?

-No puedo fingir que no siento nada, ¿sabes?- me contestó mosqueado. Los ojos le brillaban, y no pudo menos que despertar ternura en mí.

-No puede ser Raúl.

-¿Porqué? ¿Ahora te has colado del socorrista ese?- me preguntó con rabia-. Yo soy mejor salvavidas que él.

-¿Qué tiene que ver Marcos en esto?

-No sé… dímelo tú, ¿no?

No contesté.

-A Berta la quiero muchísimo, no lo dudes, pero…- y dudó que decir, con un silencio intrascendente-, pero… pero tú fuiste el primero.

-¿El primero en qué?

-Tú fuiste el primero en todo en mi vida. Mi primera vez, mi primer amor

-¿Tu primer qué?

-Sí, joder, estaba coladito por ti, Martí.

No sabía que decir. No era desprecio lo que sentía… era impotencia por no poder cerrar sus labios.

-Y… ¿y se puede saber porqué cojones me cuentas esto ahora?- no entendía a que venía esto.

-Porque

-No, Raúl, no. No son maneras. ¿Porqué no me lo contaste cuando todo hubiese sido perfecto?- los ojos se me habían llenado de una capa acuosa.

-No me atrevía

-Pues no, Raúl, no. Ahora… ahora todo sería perfecto. Pero no. No voy a permitirlo.

-Joder Martí. Estoy así por ti.

-No me achaques tus movidas mentales. Ya lo he superado todo. No me jodas ahora.

Salí de la tienda con la sensación de haber sido bañado con una jarra de agua fría. No me lo podía creer. No lo quería creer. Era todo tan impactante, frustrante…Salí de ese claro para adentrarme en los árboles y pensar.

¿Qué hubiese sido de mí vida si ésta conversación la hubiésemos tenido cuatro años antes? ¿O tres? ¿O dos? Incluso hacía un año me hundía cada vez que lo veía, pero el hecho de que empezase con Berta… descartó toda posibilidad. Y no la odié. Ella era mi amiga y se merecía a Raúl, un ser irracionalmente perfecto.

Quería morir. Sí, una sensación momentánea. Una sensación inmadura. Pero no era más que un bipolar deprimiéndome, después de pasar una etapa maniaca de casi un año.

Es difícil de explicar… lo que siente alguien, esa impotencia… de haber estado años al borde del abismo por algo que pudo ser posible… y que ya no lo era. Sientes un vacío dentro que te engulle. Era más psíquico que físico, pero lo primero afectaba a lo segundo.

Quería marcharme de allí, pero quedaban dos días aún. Las heridas se habían abierto, cruel y sutilmente, afectando mi orgullo y mi pasado.

Apoyado en un árbol, sentado en el suelo, con las piernas contra mi pecho, y mi cabeza gacha, me había quedado dormido. Las lágrimas trazaban un camino aún.

Y alguien me despertó. Con calma. Levanté la cabeza, con angustia matándome por dentro. Y Raúl estaba allí. De cuclillas. Sonriéndome, salvándome, acariciando mi mejilla.

-No pretendía hacerte daño nene- me dijo con toda la dulzura del mundo.

No pude más que soltar unas lágrimas. Estaba hecho polvo.

Suavemente separó mis piernas y se colocó entre ellas, abrazándome, mientras yo lloraba, lamentándome.

-¿Por qué no me lo dijiste, subnormal?- le rogaba contestar.

-No pude, no pude- me contestó con su mirada fija en la mía, buscando mi boca.

Sus labios rozaron los míos, mientras inconscientemente girábamos la cabeza para avisarnos que Berta estaba de piedra a unos metros, observando a un chiquillo llorando, a su novio, tierno, abrazándolo, besándolo.

Continuará

[Ahora sí que lo digo. Gracias por comentarme. ¡Récord en comentarios con La Acampada! Eso es triunfar xD. Siento haber tardado tanto, pero he hecho tres versiones de ‘La Acampada II’ y al final he optado por ésta, en el que no hay sexo presente, pero sí una imagen lúgubre, íntima, que espero haber reflejado con palabras. Espero que me comentéis tanto como en la primera parte, y yo espero no tardar tanto con la próxima muahahahaha ^^]

MurderHopes

ninguna gota de su sangre era humana, pera estaba hecha como una dulce y delicada muchacha