La abuela Katy

Historia de nieta y abuela...

LA ABUELA KATY

La abuela Katy era una mujer alta, espigada, de muy buen carácter. A mi  desde chica me arropo y me cuido mucho ya que mi madre fue una madre soltera y para aquellas épocas, hablo de los ochenta era toda una novedad y una incomprensión y una falta de moral impensada.

Pero ella, mi abuela, nunca se caracterizó por  seguir las normas y las reglas de la sociedad y la vida misma. Digamos que me enseño desde muy pequeña  a hacer lo que me diera la gana. A no temer al qué dirán. A hacer un camino sin molestar, ni dañar a nadie, pero alejándome de las personas malas.

Desde siempre creamos un lazo especial con aquella mujer de esplendidos pechos blancos, digo esplendidos porque como dije de siempre la conocía a ella, tal cual era, con sus formas, con sus redondeces, y con esos hermosos pechos.

Nunca tuvo prurito en andar desnuda frente a mí y a su hija, aunque mamá estaba muy poco en casa debido a su trabajo. Así fue que yo también, me acostumbré en andar así por la casa sin ninguna vergüenza, con mis formas, eso me lo enseño ella.

__¡Mira cómo crecen tus tetitas!¡Serán hermosas, en verdad, si ya son hermosas!__ decía ella mirando mi cuerpo que en verdad crecían día a día.

Así pasaron varios años. Ella era como una segunda mamá, tan vital, tan joven, así la veía yo, no me di cuenta hasta mucho tiempo después que admiraba su valor, su forma de enfrentar las cosas.

Ella me llevaba a la escuela y me iba a buscar en los primeros años y luego me esperaba en la puerta de casa, y luego dejo de esperarme de manera visible, calculo yo como hacen todas las madres, para esperarme dentro de la casa, con la comida preparada, nunca me hizo faltar nada.

Siempre había sido temerosa de las tormentas, lo sigo siendo, pero desde pequeña cada vez que de noche había un tormenta por más pequeña que sea, me refugiaba en la cama de Katy, mi abuela, que desde siempre tuvo la costumbre de dormir desnuda.

Solía contarme cuentos y algunas historias hasta que me dormía. A veces yo me despertaba de madrugada y podía sentir su piel caliente. Más de una vez acaricie sus pechos, por eso siempre me gustaron. No tengo idea de qué edad tenía en aquellas ocasiones, pero me gustaba rozar sus nalgas con mis dedos inquietos y alguna vez hasta acaricié velozmente su vagina depilada y humeada.

Me sentía extraña y con la sangre revolucionada, no sabía en aquellos entonces de que tenía una calentura de novela. De que estaba excitada y que mi abuela me volvía loca sexualmente.

La vida fue pasando, fui creciendo y trayendo los primeros noviecitos a casa, aunque nunca duraban demasiado.

La abuela Katy los recibí de buenas maneras, a todos, como sabiendo que no durarían mucho.

Había llegado a  mis diecinueve, convirtiéndome en una nenita sexualmente atractiva. Mi redondo culito, mis pechos parecidos a los de Katy mi abuelita. Ella seguía mostrándose tal cual era todos los días, y yo no me daba cuenta de que babeaba por ella, que me gustaba verla desnuda, paseándose delante de mí.

__¡Cada día estas más linda nena!__ decía ella

__¿Tú crees abuelita?

__¡Claro mi cariño…te he visto convertirte en la mujercita que eres hoy día!

__¡Y tú no te ves nada mal!__ dije poniéndome roja por completo, era la primera vez que le decía así a Katy, que me miro con sus ojos claros abiertos y de fuego, yo lo presentí, los sentí chorreando sobre mí.

Pasaron unos días de aquello, era de noche, estaba inquieta, el día había estado feo y nublado. No sé a la hora que empezó a llover y a tronar, los relámpagos alumbraban los cielos negros. Me empecé a poner nerviosa, con el corazón saltando en mi pecho. Mi madre no estaba, andaba de viaje y no volvería en varios días.

Los truenos alzaron e hicieron vibrar los vidrios. Eran cerca de la una de la madrugada y yo dando vueltas en la cama con el corazón en la boca. Cuando no aguante más me levante de la cama en plena oscuridad.

Caminé por el largo pasillo y abrí la puerta del cuarto de La abuela Katy, escuche su respiración profunda y a la vez cargada de una vibración sensual indescriptible.

Avance sin decir palabra, arrastrando mi humanidad convulsionada y temerosa y a la vez agitada y nerviosa, temblorosa.

Corrí las sábanas que cubrían el desnudo cuerpo de Katy y me metí contra ella, sintiendo su aroma, su piel que ardía como la mía.

__¡Te esperaba, sabía que vendrías mi chiquilla miedosa!

__¡Katy, sabes que es más fuerte que yo!__ me pegue fuertemente a su espalda, pase los brazos por debajo de su cintura, aferrándome a su vientre plano, sentí erizar su piel, contraer sus músculos. Sentí como se agitó y como trago saliva. Como gimió en un susurro tenuemente alterando mis sentidos de perra deseosa.

Tomo mis manos, y sin decir nada solo suspirando hondamente. Las llevo hasta sus hermosas tetas, hizo que las estrujara. Al instante sentí que mi vagina me punzaba y se humedecía de manera automática, de forma brutal, como que me orinaba. Estaba tan caliente, al sentir en mis dedos esos enormes y gordos pezones de la abuela creciendo, como crecía la locura de ella y de mi locura, sin poder detenerme, bese su nuca, llevada por la lujuria del momento.

__¡Ahhh querida, aprieta mis pezones, cariño…ohhh cuanto tiempo he deseado este momento!!__  todas mis dudas se borraron y empecé a dar rienda suelta a todos los años de sueños mojados que tuve con esa mujer que ahora gemía a mi lado, retorciéndose.

Tomo una de mis manos y la llevo a su cueva húmeda y caliente, metí sin pensarlo los dedos, enseguida se abrió aquella mujer como flor. Hundí los dedos acariciando los pliegues, metiéndome dentro de ella y ella gimiendo y lloriqueando arqueando su cuerpo y pegando sus nalgas en mi grupa, y yo ardiendo tanto o más que ella, pegando mis tetas ardientes en su espalda y chupando su cuello largo y fino, encantador.

Ella se giro y chocamos las tetas, nos pegamos en un beso profundo, metió su lengua y jugo largamente en mi boca que explotaba de deseos y calentura. Ella se apropio de mi cuerpo a su voluntad. No conocía que se podía gozar tanto.

Su lengua se metía, me invadía y a mí me encantaba, acariciaba de frente, ahora, sus tetas infladas, llenas para mi, jugando con sus botones a punto de explotar, arrancándonos orgasmos innumerables, interminables, alocados.

Ella a la vez hundía sus dedos en mi vagina. Los metió. Serruchó penetrando, escarbando, arrancando lloriqueos endiablados de mi garganta.

Luego, fue como arrastrándose por mi cuerpo joven y necesitado de amor y caricias y su lengua se perdió en mi chorreante almeja abriendo las puertas del gozo. Jugando con mi botón alargado y de forma sinuosa y a la vez erecto y bastante grande. Su lengua invadía, me hacía feliz, me daba gozo, me hizo entender de una buena vez que me gustaban las mujeres, y que por sobretodo me gustaba mi abuela Katy.

Esa lengua y esa boca me besaban, me chupaban, me mordían, y entonces giro mi cuerpo, beso mis nalgas, las mordió, y abriéndolas me beso el ojete, me chupo durante minutos interminables, arrancando gruñidos ahogados de mi garganta, gozando plenamente de aquellas caricias que nadie me había dado como ella hasta aquella madrugada, su lengua jugaba con mi anillo, se metía dentro, yo aullaba, teniendo orgasmos sin descanso. Me mordía, yo daba alaridos de placer y lujuria, estuvo chupando mis jugos durante toda la madrugada. Fue mi bautismo con una mujer.

Me inició en el camino del sexo con mi propio sexo. Me ayudo a descubrir mi camino en este mundo. Se lo debo todo  aquella abuela Katy. Mujer sabrosa como pocas, incansable para el sexo y el amor. Bellísima. Amante exquisita.

A lo lejos los truenos siguieron en aquella madrugada de fuego. No me importaron nunca más las tormentas, porque nuestros encuentros eran tomentosos, fueron realmente escandalosos. Cuando estábamos solas en la casa, los encuentros eran fogosos, salvajes e interminables.-