La abuela Engracia
La abuelita Engracia, nunca pensé que una abuela me pudiera hacer gozar tanto...
Tengo 45 años, casado y con hijos, llevo una vida normal, trabajo, casa, casa, trabajo. La única peculiaridad es que trabajo de noche y llego a casa sobre las 7 de la mañana. La casa junto a la nuestra la habita una abuela. Debe rondar los 65 años. Vive sola, es la abuela Engracia para todos nosotros, y es muy querida por nuestros hijos, pasa más tiempo en casa que en la suya, incluso come muchas veces con nosotros, como una más de la familia. Es la abuela típica, rubia con las raíces oscuras, siempre está sonriendo, es de cara muy agradable, gordita, con unas tetas increíblemente grandes y caídas, está gordita por todas partes, como las abuelas de toda la vida. En casa hay una llave de su casa, lo mismo en la suya una de la nuestra.
Una mañana cuando llegué de trabajar, al pasar junto a la ventana de su dormitorio, me sorprendí al verla en la cama, nunca me había fijado antes, estaba dormida, podía escuchar perfectamente los leves ronquidos que emitía. Ya había suficiente luz para poder ver todo el dormitorio. Estaba de lado casi boca abajo, con la pierna que le quedaba arriba medio flexionada, llevaba un camisón remangado hasta la cintura lo que dejaba completamente al aire todo su trasero, gordo y flácido y me dejaba ver como asomaban algunos vellos medio canosos, medio rubios entre sus piernas, me quedé mirando un par de segundos y seguí avanzando hasta mi casa. Cuando estaba dentro me di cuenta que mi polla había crecido, no me lo podía creer, me había excitado ver a una vieja. Esperé un momento entre la duda de volver o no volver, y asomándome a la calle, mirando que no hubiera nadie, volví a acercarme a la ventana de Engracia. Estaba boca arriba, seguía durmiendo, volví a vigilar a un lado y a otro y me recree con la visión que me brindaba, sus piernas algo abiertas me dejaba ver perfectamente su bajo vientre, con todos sus vellos diseminados por él, podía ver la oscuridad que producía sus labios, aunque no llegaba a ver nada más que el comienzo y hasta donde me dejaba ver el camisón, todos sus vellos, hasta el pliegue que formaba su vientre. Sentía como mi polla palpitaba en mis pantalones, la seguía escuchando respirar profundamente. Miré a un lado y a otro y seguía solo en la calle, pero cuando volví la cabeza, se había movido y medio dormida miraba a la ventana extrañada, me quité rápidamente sin que llegara a verme, o por lo menos pensé que no le había dado tiempo a reconocerme, esperé un momento y pasé rápido por la ventana, se había tapado con la sábana. Así que contrariado volví a casa. Sin saber porqué, me pasé todo el día pensando en la vieja, ese día no apareció por ella.
Cuando llegué al día siguiente a la ventana, sentía mi corazón latir a mil por horas, me daba incluso miedo asomarme y no ver nada. Pero no fue así, allí volvía a estar, boca arriba con el camisón incluso más remangado que el día anterior. Esta vez tenía las piernas incluso más abiertas, casi podía ver toda su raja por completo, me dí cuenta que su respiración no era igual, aunque estaba con los ojos cerrados dudaba si dormía o no, pero me era imposible dejar de mirarla. Tuve que quitarme de la ventana cuando pasó un coche y disimular, cuando volví tenía las piernas algo flexionadas lo que me brindaba una visión aun más grande de toda su raja, no tenía los labios grandes, mas bien escondidos hacía dentro, solo veía una pequeña apertura donde imaginaba que debía estar su clítoris y esa raja oscura que la surcaba de arriba abajo con una buena cantidad de vellos rizados algo más oscuros por los bordes. No me quedó duda alguna que se estaba exhibiendo, de esa manera no se suele dormir, me quedé mirando durante un par de minutos, el tiempo que no pude aguantar más las ganas de follarla o de por lo menos hacerme una paja recordando la visión de aquel coño. y la verdad es que cayeron varias en todo el día.
Esa noche me sorprendí al verla en casa, estaba feliz, reía y jugaba con los niños, y yo solo podía imaginar ese coño de vieja, y poder tenerlo en mi boca y saborearlo a conciencia. Cenó con nosotros, apenas nos dirigimos la palabra, me daba apuro, estaba casi seguro que sabía que era yo quien la miraba por la ventana y mis ojos se iban a sus grandes tetas sin poder remediarlo. No me lo podía creer, pero mi polla reaccionaba ante la idea de follarme a la abuela Engracia. Mientras cenamos sacó el tema del sueño, y comentó varias veces y una mirándome a mi, que el médico le había recetado unas pastillas y que no la despertaban ni aunque se subieran encima de ella. Que se quedaba dormida y no despertaba en toda la noche, hasta bien entrada la mañana. Sabía que eso era mentira, porque la había visto despierta otros días cuando yo llegaba del trabajo. ¿Por qué decía todo eso? E insistía tanto en que no se despertaba con nada. Estuve toda la noche en el trabajo pensando en eso y en ella. Estaba deseando llegar a casa.
Cuando llegué y me asomé me llevé una pequeña desilusión, estaba tapada con la sábana, cuando me resignaba y comencé a caminar la escuché moverse, volví atrás y me quedé con la boca abierta. Se había destapado y estaba completamente desnuda. Sin camisón, estaba boca arriba, unas de sus tetas caía sobre su lado, era tan grande que el peso la hacía caer, la otra se aguantaba encima, tenía unas aureolas grandes y bastante más oscuras que el resto de su piel. Sus pezones se me antojaron más duros de lo que debían estar, no se si por el frío que pudiera sentir o porque estaba excitada, se movía más en la cama, hacía bailar las tetas, eran grandes, muy grandes, flexionaba una pierna y se pasaba a veces una de las manos por el muslo, rozando la ingle y tirando un poco de su piel, haciendo que su raja se abriera un poco, casi estuve tentado de sacarme la polla y hacerme una paja allí mismo, pero estaba en medio de la calle. Estuve un largo rato mirándola, incluso llegó a darse la vuelta completa, dejándome ver su blando y enorme trasero. Aguante todo el tiempo que pude, pero cuando comenzaron a aparecer gente por la calle, no pude disimular más y resignado me metí en casa. No volví a ver a Engracia hasta la noche, volvió a quedarse a cenar. Y volvió a sacar el tema del sueño. Esta vez pillé lo que me estaba diciendo, iba dirigido a mi, ya que el comentario fue claro y rotundo.
.- Si alguien llegara a entrar en mi casa a robar, incluso si saltara sobre mi, no me despertaría!!
Solo le faltó añadir .- “Si alguien entrara y me follara no me enteraría.”
Además del recodarnos que teníamos una llave de su casa, y si no la habíamos perdido. Mi mujer ajena a todo, incluso llegó a mostrarle donde estaba guardada. Lo que ella acompañada de una mirada y un suspiro volvió a decir.
.- Así me quedo más tranquila, sabiendo que alguno de ustedes puede entrar en mi casa si algún día me pasara algo!!
¿Me estaba invitando a entrar en su casa?, desde luego así podría mirarla con la tranquilidad de que nadie me veía. Pasé toda la noche pensándolo y si a la mañana siguiente volvía a darme el espectáculo, cogería la llave y entraría.
Estaba deseando llegar, mi corazón latía como si fuera mi primera cita, o como lo recordaba, la primera vez que fui a follarme a una prostituta, cuando aun era un chaval y me había enamorado de la madame del burdel del pueblo. Lo mismo del día anterior, sábanas, pero nada más asomarme, aunque no sabía como lo hacía para verme con los ojos cerrados, se destapó dando un hondo suspiro, esta vez si llegué a ver la parte rosada del interior de su viejo coño. Además se apretó una de las tetas, mostrándome lo duro que tenía el pezón. No me lo pensé, fui rápido a casa, entré sin hacer ruido, cogí su llave y volví a salir, esperé que no hubiera nadie en la calle, y entré rápido en la suya, se me iba a salir el corazón por la boca, y mi polla iba a romper la cremallera del pantalón, su dormitorio, era el primero nada más entrar, el portalón interior estaba abierto lo mismo que la puerta de su dormitorio. Esperé un momento para recobrar el aliento y asomé la cabeza, la cabrona lo tenía todo estudiado, había echado la cortina de la ventana, ahora nadie desde fuera podría vernos. Allí estaba, desnuda, boca arriba y al igual que yo, notaba su respiración agitada, además de un olor a hembra madura, el dormitorio se estaba inundando de un olor que me era familiar, olía a sexo femenino, no me lo pensé me saqué la polla y comencé a pajearme casi rozándola, aunque no me atrevía a tocarla, paré un momento, no deseaba correrme tan pronto, acerqué mi cara a su teta más cercana, la notaba respirar agitada, su pezón estaba duro como una piedra, bajé mi cara por su vientre y apoyando una mano entre sus piernas acerqué mi cara a su coño, sin duda alguna estaba tan mojada que podía notar la humedad que dejaba en la cama, se movió haciendo que mi boca tocara sus labios, estaba completamente encharcada, supongo que sin poder aguantarse soltó un pequeño gemido al sentir el contacto de mis labios, veía como su pecho subía y bajaba de una manera súper acelerada, estaba más que excitada, volví a pegar mis labios a los suyos y esta vez saqué mi lengua, solo rozarla sentí como estallaba en un orgasmo que intentaba disimular como podía, se debía de hacer la dormida para que yo no me diera cuenta, su coño manaba flujo como si fuera una fuente, un olor más fuerte del que estaba acostumbrado, pero para nada me disgustaba, pasé mi lengua por toda su raja, abriéndola y sorbiendo ese flujo intentando no dejar escapar una gota, mientras ella resoplaba y cerraba los puños con fuerza en la sábana, cuando sentí que se iba relajando me levanté, no me pude contener y apreté una de sus tetas con mi mano, volvió a temblar y a gemir entre dientes, mis dedos pellizcaban su pezón, busqué la otra con mi otra mano, eran inmensas, grandes, pesadas, ni con las dos manos abarcaba una de ellas, de cerca podía ver sus grandes aureolas oscuras, en forma de galletas maría y esos pezones grandes y duros desafiándome a ser tragados por mi boca, no me lo pensé, ya no había nada que pensar, ella había dicho que no se despertaba con nada, y si lo hacía como iba a explicar la situación a la que habíamos llegado. Sin llegar a subirme encima de ella, me abalancé sobre una de sus tetas, mordí con fuerza, chupé, tiré de él, apreté, lamí y relamí hasta la saciedad, era vedad que no habría los ojos, ni aunque tirara de su pezón hacía arriba, lo que no podía era impedir que de su boca salieran gemidos y más gemidos, guturales, sonoros, de todas las maneras, y de todas las intensidades, cuando me cansé de mamar de las dos, mi polla estaba que iba a explotar, solo me quedaba acabar lo mismo que había hecho ella, no sabía donde acudir, seguía con las piernas abiertas, ofreciéndome su coño oloroso, sus inmensas ubres temblaban como flanes con su respiración y se mordía ahora el labio inferior como impidiendo abrir esa boca para decir a gritos que me la follara, follármela hubiera sido una tontería ya que no hubiera aguantado ni meterla, de momento estaba saciado de sus ubres, solo me quedaba que abriera la boca y degustara mi leche lo mismo que yo había hecho un rato antes, me subí un poco en la cama, me pajeé delante de su boca, solo me bastó rozar mi capullo por sus labios, para que ella entendiera lo que deseaba, con los ojos cerrados y con la cara mirando hacía mi, me dejaba que metiera mi capullo en su boca, sentía su lengua y su respiración, y como intentaba no hacerme daño con los dientes, como ya sabía no iba a poder aguantar mucho, apenas unos cuantos meneos y con mi capullo dentro de la boca, comencé a soltar chorro tras chorro una cantidad bestial de leche, sentía como ella succionaba y tragaba sin decir nada, parecía gustarle, ya que hacía cualquier intento para que no la sacara, seguí con mi capullo en su boca incluso un buen rato después de haber terminado, su lengua y sus labios ayudaban a que no se me bajara totalmente, estaba decidido a follamerla cuando sonó mi móvil, los dos pegamos un respingo, única muestra de que estaba tan despierta como yo. Me guardé la polla y salí de la casa, sabía que era mi mujer, era normal, debía haber llegado hacía más de una hora. No me costó disimular mi llegada más tarde a causa del trabajo.
Andaba como en una nube, la única idea que rondaba mi cabeza era follarme a la abuela Engracia. Y parecía que a ella también, pasó casi todo el día en casa, la notaba feliz, reía, jugaba con los niños. Y de vez en cuando me lanzaba una mirada que me hacía sentir hasta escalofríos. Por la tarde hice una copia de su llave, para no tener que entrar en la mía. Me las ingenie para salir antes del trabajo, y aparqué antes de llegar a casa, de esa manera nadie me vería. Ni siquiera había amanecido cuando llegué a su puerta, la cortina estaba echada, seguramente ya sabía que entraría sin tener que mirar, seguramente pensaba que una vez probado el flujo de su almeja, sería como un afrodisíaco y querría más y más y no se equivocaba. Entré despacio, había algo que no me esperaba, era tan temprano que no veía nada, aun estaba todo oscuro. Apenas unos segundos después sentí como encendía la luz de su mesita, la abuela pensaba en todo, y me daba a entender que me estaba esperando, respiré hondo y asomé la cabeza por la puerta de su dormitorio. Me estaba esperando, estaba sentada con las piernas abiertas colgando en el filo de la cama, las manos extendidas hacía atrás sosteniendo el peso de su cuerpo, desnuda, una sonrisa de oreja a oreja, sus grande ubres colgaban y medio reposaban en las curvas de su barriga, medio podía ver los vellos de su coño, y como este ya dejaba una marca mojada delante de él. No había mucho que decir, no sabía como podía sentir esa atracción por esa mujer que bien podía ser mi madre, pero apenas tardé unos segundo en despojarme de toda mi ropa y acercarme hasta colocarme entre sus piernas, de esa manera le brindaba mi polla, fue tragada literalmente, con una mano estrujaba mis huevos y con la otra me pajeaba con verdaderas ansias, gemía, respiraba entrecortadamente, y me succionaba de una manera como antes nadie me había hecho, no es que fuera una experta, pero se notaba que no era la primera pija que se comía la abuela. Por momentos paraba y se cogía las tetas, se las levantaba y metía mi polla entre ellas, eso me volvía loco, podía ver como mi polla que es de un tamaño considerable desaparecía por completo entre esas ubres. Yo ya lo que deseaba era follármela, me subí en la cama, apoyado en el pared, me senté con las piernas estiradas y le mostré mi polla, no dejaba de sonreír, para la edad que tenía estaba bastante ágil, quedé entre sus piernas, con su mano guió mi polla hasta la entrada, pasó mi capullo por su duro clítoris, lo sentí claramente, y sobre todo lo caliente de ese interior y lo mojada que estaba, no se hizo demorar, se sentó metiéndosela hasta los huevos, nunca había tenido el cuerpo de una mujer se esa edad encima mía, no me desagradaba la flacidez de sus carnes, y sobre todo ver que para la edad que tenía era ella la que tomaba la iniciativa, botaba como una posesa a la vez que emitía una especie de ronroneo, que ella se moviera me dejaba con la sola preocupación de mamar esas ubres, era alucinante, podía apretar, morder y no emitía ni una sola queja, todo lo contrario, parecía que gozaba más aun, tenía los pezones duros como piedras, los pellizcaba con verdadera fuerza y solo conseguía que botara y ronroneara con más ganas, me gustaba levantar su barriga, apretar su flácidas nalgas, no tardé en hacerle señas para que supiera que iba a correrme de un momento a otro. Se movió con más ganas, y el ronroneo se convirtió en pequeños gemiditos casi guturales, mi corrida fue brutal, sentí como nunca como me derramaba en el interior de una mujer, poco a poco fuimos aminorando los movimientos, pero para mi sorpresa, estaba tan excitado que mi polla casi no perdió dureza, y eso estaba dispuesto a aprovecharlo bien, hice que se tendiera en la cama, y doblando sus piernas volví a metérsela para ahora poder ser yo quien la embistiera a mi antojo. No me lo podía creer, mi polla estaba dura como una piedra, y la hacía sonar cada vez que la embestía con verdadera furia, sus gemidos eran sonoros, me miraba con los ojos como platos, estaba gozando, estuve embistiéndola más de 15 minutos hasta sentir como volvía a derramarme en su interior, para terminar cayendo rendido sobre ella y luego a su lado. Me había dejado verdaderamente satisfecho, apenas unos minutos se irguió en la cama, pensaba que se iba a levantar, pero en vez de eso, se acercó para darme un beso, pasó su lengua por mis labios, llenándomelos con su saliva, la dejé hacer, volvía a ronronear, la vieja estaba de nuevo cachonda, no me lo podía creer, mi mujer quedaba satisfecha con uno y desde luego no conseguía que se me levantara después de una corrida, parecía que le gustaba eso de pasar su lengua y soltar saliva, la estaba dejando hacer, nunca me habían hecho algo así y aunque no me agradaba en demasía que me llenara con sus babas, tampoco me molestaba del todo, sacaba su lengua para dejar que la chupara a modo chupachup, la escuchaba ronronear, parecía que le gustaba que chuparan su lengua, me estaba soltando una cantidad de saliva que tenía que tragar o dejar que se saliera de mi boca, no tardó en acompañar sus lamidas con un magreo con su mano en mi polla, a veces se levantaba una de sus tetas y llenaba todo su pezón con una buena cantidad de saliva y me la ofrecía para que la chupara, eso me gustaba más, y la verdad es que no tardé en volver a sentir como mi polla palpitaba de nuevo, ya estaba medio subida encima mía, ella tenía toda la iniciativa, no tardó en darse la vuelta y colocarse encima mía, dejando mi cabeza entre sus muslos, tenía un panorama completo de su coño, ahora más abierto, podía ver toda su raja abierta, podía ver los restos de mi leche pegadas en sus muslos, todos sus vellos pegajosos y algo que no me había dejado ver hasta ese momento, sus nalgas abiertas y la entrada sonrosada de su ano, una estriada entrada de un color rosado, me quedé fascinado al ver como ese agujero palpitaba, y como si fuera un potente afrodisíaco, mi polla recobró una dureza insospechada, ella no se lo creía y gozaba de nuevo chupando y lamiendo hasta mis huevos, engullía mi polla hasta los huevos, sentía como apretaba la garganta, ronroneaba de nuevo, y pude comprobar como comenzaba a gotear flujo de su coño, nunca había sentido ascos de limpiar mi propia lefa del coño de mi mujer, y esta vieja se merecía una buen lavado de bajo. La hice bajar un poco más, me gustaba sentir su barriga en mi pecho y sus increíbles tetas en mi bajo vientre, sentía la dureza extrema de sus pezones en mis muslos, comencé pasando mi lengua por la flacidez del interior de sus muslos, estaba llena de flujo y esperma, el sabor al principio no era muy agradable, pero sus lamidas con tantas ganas, merecían la pena, pasé mi lengua por todos sus vellos, le gustaba, había dejado de chupar mi polla y solo me la apretaba con su mano como para que no me escapara, gemía flojito, eran pequeños grititos guturales, terminé por hundir mi lengua en su encharcado coño, lamí los restos de mis corridas y sorbí una buena cantidad de flujo que la vieja soltaba a borbotones, parecía un manantial, pero lo que la hizo gozar hasta hacer que su cuerpo temblara de una manera más fuerte fue cuando alcancé el agujero de su culo, abría con mis manos sus nalgas, incluso con fuerza, lo que provocaba que se abriera el agujero de su ano, mi lengua entraba y salía con facilidad, manaba flujo en más cantidad, parecía que le gustaba que hurgaran en su puerta trasera. Y parecía sorprendida que alguien se atreviera a chupar y meter su lengua en un agujero como ese. Lo que ella no podía saber es que lo que más me gusta es follarme un buen culo, algo prohibido en mi casa, por el tamaño de mi polla. Mi polla estaba totalmente recuperada, la sentía gorda y dura como hacía tiempo no la sentía, la hice levantar, ya había amanecido hacía rato y se comenzaba a escuchar ruidos en la calle. Me coloqué en el filo de la cama y tiré de ella hasta conseguir que se colocara a cuatro con las rodillas fuera de la cama, volvía a tener esa cara de ninfómana, dejó el culo arriba y dejó su cuerpo medio tendido en la cama, apunté mi polla a su coño, entró con suma facilidad, solo hice que se llenara de sus babas, la subí hasta la entrada de su culo, fue como recibir una descarga recorrer todo mi cuerpo, era un agujero grande, caliente, muy caliente, podía ver como palpitaba, podía ver como esas estrías se movían como con vida propia, esperando que entrara en su interior, apreté y mi capullo desapareció como por arte de magia, se lo había tragado como una facilidad que me dejó con la boca abierta, la saqué y ventoseo, daleo la cabeza como pidiendo perdón, volví a meter ahora con más fuerza, media polla dentro, ella seguía mirándome con los ojos muy abiertos, veía como resoplaba, parecía extasiada, saqué y volvió a ventosear, metía y sacaba con fuerza, veía como se hundía y como esas estrías se abrían para dejar paso al grosor de mi polla, apreté con más fuerza, hasta ver como mi polla desaparecía por completo, había levantado la cabeza, como acomodando mi polla en su interior, resoplaba con fuerza, no quería gemir, ya se escuchaban las voces de la gente en la calle, agarré con fuerza sus nalgas y comencé a sacar y meter mi polla, a veces paraba en seco y ella gemía, sentía como su esfínter se apretaba con verdadera fuerza a la base de mi polla, cuando la sacaba entera, ventoseaba, no me importaba, incluso me gustaba, veían como su esfínter se abría para dejar paso al aire que quedaba aprisionado en su interior, cuando sonó la alarma de mi móvil, sabía que debía terminar, en apenas media hora debía estar en mi casa para no levantar sospecha. Se la hundí con todas mis fuerzas, le dí un par de cachetes en las nalgas, le gustaba, no gemía con fuerza, pero la sentía resoplar sin llegar a respirar cómodamente, fueron más de 5 minutos sacando y metiendo con todas mis fuerzas mi polla de su culo, entrada y salía con total facilidad, aunque sentía el calor y la estrechez de su interior, mi corrida llegó como la erupción de un volcán, me agarré a sus caderas y ahora fui yo quien gimió como nunca lo había hecho, soltando una cantidad de leche en su culo que hasta yo mismo me impresioné, nada más terminar se giró, se sentó en el filo de cama y comenzó una limpieza de polla, como nunca me habían hecho, no dejó de chupar y limpiar con su lengua hasta dejármela completamente limpia, limpia de verdad, se lo agradecí con un morreo en condiciones, notaba que estaba entregada, me vestí rápido, había levantado sus piernas flexionándolas, en esa postura podía ver la entrada de su abierto esfínter, lo veía palpitar y como expulsaba una buena cantidad de leche que recogió con su mano y sin ningún tipo de ascos se la llevó a la boca, relamiéndose los dedos, eso hizo que mi polla palpitara, no me lo podía creer, pero ya no tenía tiempo paraa más. Debía salir de la casa. Desde esa mañana mi primera parada era en casa de la abuela Engracia. Era verdaderamente insaciable.