La abogada (Boss Lady) y VII
Capítulo final. Donde Amy pierde su virginidad y Rachel le hace una singular propuesta.
Este relato es una traducción del original "Boss Lady" escrito por Euryleia Rider y aparecido en las páginas de BDSM library.
La semana casi había llegado a su fin. Amy regresó a su oficina tras una dura reunión con el Ayudante del Fiscal para encontrarse con un sobre en el centro de su mesa con una llave en su interior. Intrigada, consultó su correo electrónico para ver si había alguna indicación al respecto pero no tuvo éxito. Decidió entonces iniciar sesión en la cuenta de Hotmail que Rachel había creado para ella. Su nombre de usuario era “boitoy” y en su bandeja de entrada encontró un mensaje de “Maam2U”.
“Animalillo, se que probablemente hoy tengas un montón de trabajo que hacer antes de que puedas irte esta noche. Tengo planes para cenar, pero después volveré a mi despacho. Usa la llave que te he dejado para estar allí a las ocho en punto. Presentate adecuadamente”.
A la hora prevista, Amy se encontraba en el despacho de Rachel preguntándose si estaba haciendo lo correcto. Estaba desnuda, con las piernas separadas justo la anchura de los hombros, sujetándose la muñecq izquierda con la mano derecha; de pie, a unos treinta centímetros del escritorio de su jefa. Había llegado un poco antes de la hora, y ahora estaba tratando de no temblar en la fresca habitación mientras esperaba.
Se preguntaba qué estaría haciendo su jefa, si estaría pasando el rato con otra persona. Sabía que no debía sentir celos, pero era difícil contenerlos. Podía ser solo un juguete para su jefa, pero Rachel significaba mucho para ella.
Se tensó al oir un ruido y su corazón latió desbocado al oír la puerta abrirse a sus espaldas. Se relajó al oír la voz de Rachel.
Estoy muy satisfecha con el desenlace del caso Falk. – le dijo Rachel al pasar junto a ella y sacando de su maletín un par de carpetas. – Tu argumentación fue original y la opinión del juez no ha hecho más que confirmar tus argumentos.
Gracias, Señora.
Apuesto a que te estás preguntando que haces así si tan satisfecha estoy de ti.
Sí, Señora.
Esperar para complacerme nunca es un castigo.
Por supuesto que no, Señora.
Tiéndete en el suelo. Arrástrate hasta mí y salúdame adecuadamente.
Amy casi gimió al sentir el roce de la gruesa alfombra contra sus erectos pezones. Aun se asombraba como humillarse ante una mujer madura podía excitarla de esa forma. Rachel aun no le había hecho nada, no la había tocado en toda la semana y aun así Amy ardía de excitación.
Cuando Rachel la autorizó, Amy se arrodilló y acarició las medias bajo la falda de su jefa. Suavemente colocó sus labios sobre la parte interior de la rodilla de Rachel y lentamente comenzó a hacer un sendero de besos a lo largo de la cara interna de los muslos de su jefa. Mientras lo hacía, se estremeció de nuevo al notar la cercanía del sexo de Rachel.
Rachel se levantó la falda y miró a su juguete.
- He tenido un día muy largo y tengo planes para ti una vez lleguemos a casa.
Amy asintió mientras Rachel dejaba caer de nuevo la falda sobre la cabeza de la muchacha.
Envuelta ahora por la húmeda y caliente oscuridad, Amy cerró los ojos disfrutando de la embriagadora fragancia que emanaba de la entrepierna de su jefa. Pero no quiso demorarse en ello demasiado tiempo, estaba ansiosa por saber que tenía Rachel preparado para ella.
Usando la lengua, separó los pliegues de los labios vaginales de su jefa. El sabor del sexo de Rachel era almizclado, con matices dulces y salados al mismo tiempo. Recorriendo delicadamente los labios, la lengua de Amy se lanzó finalmente sobre el clítoris de la mujer que aun permanecía escondido en su pequeña vaina. Abriendo la boca, chupó suavemente mientras chasqueaba la lengua por sobre la sensible perla.
Amy necesitaba saciarse con el sabor de su Dueña, así que introdujo su boca lo más adentro posible de la hendidura de la mujer y, lentamente, apretó la lengua sobre ella. Los hinchados labios se apartaron fácilmente y sintió sobre su lengua las calientes paredes del estrecho túnel de su jefa. Sus acciones estaban provocando que Rachel liberase grandes cantidades de fluídos que Amy, golosa, lamía. Adoraba el sabor de su Ama.
Un gemido ahogado, más intuído que oído, le recordó porque estaba allí y Amy volvió a prestarle delicada atención al clítoris ahora duro y prominente que había quedado al descubierto. La joven abogada lo masajeaba con la lengua, sintiendo como aumentaba la tensión en las piernas de Rachel, acercándose al orgasmo. Con un par de lengüetazos más, Rachel llegó al clímax.
Amy continuó besando y lamiendo suavemente el sexo de su jefa, limpiando poco a poco los jugos provocados por el orgasmo. Había estado celosa de que su jefa hubiese estado con otra persona, pero ahora, desde su privilegiado punto de observación, podía comprobar que los asuntos que habían ocupado a Rachel habían sido solamente profesionales.
Rachel dio un paso atrás y se apoyó en la mesa. Con los ojos entornados, observó como Amy se pasaba la lengua por sus labios. Un instante después se enderezó y le ordenó:
- Vístete.
El sonido ronco de su voz tranquilizó a la muchacha al comprobar que Rachel no estaba realmente enojada con ella. Sintió una pequeña oleada de orgullo al comprobar que su trabajo oral había afectado a Rachel lo suficiente como para que se le notase. Se vistió con la rapidez que da la práctica y se anudó la corbata con un nudo Windsor medianamente decente. Al acabar, Amy juntó las manos a la espalda para indicar que estaba lista.
El trayecto hasta el coche de Rachel transcurrió en silencio. Nada más entrar al coche, Amy se desabrochó el pantalón. Rachel, deslizando la mano por le hendidura del calzoncillo, empujó un dedo en el coño de la muchacha. Como de costumbre, jugueteó un instante con el himen de Amy.
Creo que ya va siendo hora de que pierdas esto.
¿Señora?
Esta noche será la noche de tu desfloración.
Recordando la película que vieron un par de semanas atrás, Amy tembló.
No tengas miedo. Haré que tu primera vez sea digna de recordar.
¿Me hará daño?
Sí. – dijo moviendo el dedo y sonriendo cuando Amy comenzó a aprisionarlo. – Sin embargo, si haces todo lo que te diga, realmente disfrutarás de ello.
Amy estaba preocupada, pero se daba cuenta de que sus opciones eran bastante limitadas. Podía luchar contra lo inevitable y hacer que resultase una experiencia desagradable o bien podía confiar en que Rachel supiese lo que hacía y acabar disfrutando.
Al llegar a la casa, Rachel subió las escaleras mientras Amy se desnudaba en la entrada. Mientras se quitaba la chaqueta, Rachel miró hacia la abogada que acababa de subir y se encontraba, de pie, en el umbral de la habitación.
Vete al baño de los invitados y haz lo que debas hacer. Incluso puedes darte una ducha siempre que seas rápida.
Gracias, Señora. – contestó Amy antes de echar a correr por el pasillo y sentarse en el inodoro. Necesitó concentrarse para liberar su vejiga. Estiró la mano y vió que estaba temblando. Respiró hondo varias veces para relajarse.
Saltando hacia la ducha, apretó con fuerza los dientes y abrió el agua fría. Aguantó bajo el agua el tiempo justo de limpiar con agua y jabón la suciedad del día. Energicamente se frotó con la toalla al acabar para recuperar algo de calor.
Volvió con presteza a la habitación de Rachel para ver la cama ya preparada. Se percató que dos cintas colgaban del cabecero. Tragó saliva y se sobresaltó un poco cuando Rachel salió de su cuarto de baño cubierta por una bata de seda verde oscuro.
- Pareces nerviosa. – comentó la mujer. – Ven, acércate a la cama.
Rápidamente Amy se tendió sobre las frías y suaves sábanas levantando los brazos aunque Rachel aun no se lo había pedido. Intentó relajarse mientras su jefa le ataba las muñecas a las cintas del cabecero. Cuando Rachel acabó y se dio la vuelta, Amy comprobó la fuerza de las ataduras. Estaba bien sujeta y se dio cuenta de que estaba realmente desamparada.
Volviendo de su tocador, Rachel se sentó en la cama y se deslizó la bata por sus hombros. Tomando un poco de crema hidratante en sus manos, procedió a extendérsela por sus piernas y brazos, levantando la vista para comprobar como Amy la miraba con avidez.
Rachel no podía dejar de admitir que una de las cosas de las que más disfrutaba en su papel dominante era el de ser la guía que conducía a las mujeres a la plenitud de su sumisión. Por ello, se sintió complacida con las miradas de admiración que adivinaba ver en el rostro de su nuevo juguete.
Terminada su rutina nocturna, se dirigió al baño y se enfundó un arnés de cuero sujetando bien las correas. Ajustó al arnés un pequeño dildo y embadurnó de lubricante el objeto de silicona, sonriendo para sí al pensar que Amy ya debía de estar lo suficientemente húmeda como para no necesitar del lubricante.
Lentamente, Rachel caminó hacia la cama, comprobando como los ojos de Amy estaban clavados en el falo de goma que se balanceaba entre sus piernas. Subíendose a los pies de la cama, la mujer separó las piernas de Amy colocándose entre ellas. Empujó ligeramente sus caderas hacia delante de forma que la punta del consolador señaló directamente a la entrepierna de la joven abogada. Un nuevo empujón de las caderas de Rachel logró que el aparato chocase con el pubis de Amy.
Una punzada de emoción, mucho más fuerte que su miedo, recorrió a Amy. La fuerza que irradiaba del cuerpo femenino situado sobre ella le quitaba el aliento. Su corazón se aceleró con el ansia de sentirse una extensión del cuerpo de su dueña.
Con sumo cuidado, Rachel tomó el consolador con una mano y empezó a cariciar con él suavemente la hendidura de la joven de arriba abajo, deslizando la cabeza del objeto entre los lisos labios de su sexo y acariciando los pliegues interiores. Sin poder evitarlo, Amy gimió y alzó las caderas al encuentro del falo.
- Ummmm… parece que alguien tiene hambre. – dijo riendo Rachel mientras alineaba la cabeza del dildo con la entrada de Amy. Empujando con cuidadosos movimientos de cadera, logró que la punta penetrase en el estrecho conducto. – Abre los ojos y mírame. Quiero que recuerdes bien esto.
Amy abrió los ojos y clavó su mirada en los ojos de su jefa. Sus pezones estaban duros y su pecho subía y bajaba al ritmo de su respiración agitada. Rachel se arrodilló ante sus bien separadas piernas con una mirada de intensa concentración en su rostro. Poco a poco, empujó con sus caderas hacia adelante.
Amy notaba como las paredes de su coño se distendían para acomodar la cabeza del consolador que, lentamente, se abria paso a través de ella. La sensación era indescriptible. Salvo el dedo de la doctora, jamás había tenido nada dentro de su sexo, y menos tan profundamente. Como Rachel mantenía constante la presión, la cabeza seguía entrando hasta que, al fin, topó con su himen.
La presión que el objeto invasor ejercía sobre su hímen, poco a poco, de ser incómoda a placentera. Amy no podía dejar de sentirse extraña ante la experiencia. Rachel entraba en ella unos segundos para luego retroceder unos centímetros y volver a avanzar de nuevo en su interior. Cuando Amy al fin se relajó dejándose llevar por el movimiento, Rachel alargó una mano para frotar suavemente el clítoris de su esclava.
La caricia y el movimiento de vaivén supusieron la perdición de Amy. Sintiendo un hormigueo en su interior que anunciaba un inminente orgasmo, suplicó a su dueña.
Por favor.
Sí. – respondió Rachel empujando hacia adelante sus caderas al notar el primer espasmo del clímax de Amy.
Amy sintió un profundo desgarro en su interior. Un golpe de dolor que se ahogó rápidamente en las poderosas olas de su orgasmo. Cuando el último espasmo sacudió su cuerpo fue consciente del objeto en su vagina. Podía sentir las señales enviadas por tejidos jamás utilizados, así como la deliciosa sensación de estar llena y distendida.
Rachel la miraba mientras ella sonreía con lágrimas en los ojos tratando de colocar sus caderas en una posición más cómoda. El consolador en su interior la hacía sentir algo incómoda.
¿Estás bien?
Creo que sí, pero me duele un poco.
Siempre duele la primera vez, aunque he tratado de hacerlo lo menos doloroso posible.
Sáquelo, por favor.
No, el dolor disminuirá enseguida. Levanta las rodillas, eso te ayudará a aliviar la incomodidad.
Amy obedeció descubriendo que podía mover un poco más las caderas y que el malestar se apaciguaba y era reemplazado por una sensación diferente a cualquiera que hubiese tenido antes. Era algo intensamente erótico estar conectada de esa manera a otra persona. Gimió y trató de soltar sus manos para abrazar a Rachel.
Esta se inclinó sobre Amy. La joven podía notar el roce de su jefa contra su excitada piel. El contacto con sus deliciosos pechos, con sus muslos, con sus caderas, con su vientre no hacía más que sobrealimentar su excitación. Abriendo los ojos, vió como los labios de Rachel se acercaban a los suyos.
Por vez primera, Rachel la besó. Su lengua penetró en la boca de Amy en un largo y pasional beso. Al terminarlo, Rachel se apoyó sobre sus manos haciendo que el dildo volviese a moverse en el interior de Amy.
¡Oh, Dios mío!
No, no Dios, sólo tu dueña. – dijo Rachel echándose a reir al tiempo que echaba hacia atrás sus caderas.
Amy sintió entonces como la polla artificial salía de ella hasta que sólo permaneció dentro la cabeza del artilugio para, luego, volver a deslizarse lentamente hacia adentro. No pudo evitar volver a gemir con la nueva invasión. Rachel. Mientras tanto, estableció un ritmo de vaivén que la volvía loca, alternando lentas y profundas estocadas con empujones rápidos y poco profundos, llevando a Amy a un estado de éxtasis.
La sensación era mágica y en pocos minutos Amy se estaba corriendo de nuevo sin que por ello Rachel detuviese sus envestidas. Siguió bombeando hasta que alcanzó su propio orgasmo. Jadeando, se retiró del interior de Amy acostándose a su lado.
Amy estaba sin fuerzas y un profundo cansancio se apoderó de ella. Se quedó dormida sintiéndose más plena y satisfecha de lo que jamás en su vida había estado. Aun conservó la sonrisa de satisfacción por la mañana al despertar y le duró todo el fin de semana en el cual, Rachel, le mostró algunos “trucos” con varios consoladores de diferentes tamaños.
Su favorito, sin duda, fue un dildo curvilíneo. A medida que Rachel lo sacó de su, aun apretado, canal vaginal, podía sentir como cada uno de los baches del objeto se hacían sentir en su interior. Era una sensación tan agradable que la hacía estremecer cada vez que pensaba en ella.
Rachel disfrutaba penetrando a Amy. Con cada envestida, la base del arnés donde colocaba el dildo presionaba sobre su sexo. Esa presión y su posición dominante eran inmensamente satisfactorias para ella. En ocasiones, incluso, añadía un pequeño consolador con el que se penetraba a sí misma. Pensar en esos momentos en los que ambas estaban realmente unidas, penetradas al mismo tiempo, bastaba para llevar a Amy casi al orgasmo.
Rara fue la vez en que Amy se corrió sólo con la penetración. Necesitaba para ello sentir como Rachel se movía contra su clítosris o que lo acariciase con sus dedos. Lo que otros veían como un fracaso, ellas lo consideraron una ventaja. Durante todo el tiempo que Rachel quisiese, Amy era capaz de ser follada por su dueña sin distraerse por su propio placer, disfrutando de ser parte del placer de su Dueña y tomando el suyo cuando ésta dispusiese.
Escocida pero satisfecha de su fin de semana de fútbol y sexo, Amy se incorporó el lunes al trabajo con el corazón alegre. Sin embargo, casi de inmediato, su nuevo asistente estropeó su buen humor.
Durante toda la semana el muchacho no dejó de cometer errores. El lunes no pudo concertar varias citas que ella le había pedido. El martes derramó el café sobre el teclado de su máquina de dictados, perdiendo así varios días de transcripciones. El viernes perdió una presentación dejándola en mal lugar y haciéndola parecer tonta ante dos de los socios del bufete con los que no había tratado con anterioridad. Airada, Amy estalló.
Caminando por el pasillo, Rachel no pudo dejar de escuchar la reprimenda y se detuvo. Esperó a que Amy acabase y cando estaba a punto de regresar a su despacho la llamó en voz alta.
- Señorita O’Reilly. Concedame un segundo de su tiempo.
Amy comenzó a sudar de forma que su mano casi resbala del pomo de la puerta.
Por supuesto. – contestó nerviosa sosteniendo la puerta abierta para que entrase su jefa.
Me he percatado de que no has tenido ningún problema en reprender a tu asistente y pedirle que se quede a rehacer el trabajo.
No, no lo he tenido. – Amy no se había parado a pensar en ello. - ¿Cree que hago mal? Sabe lo que espero de él y esos documentos no habrían sido aceptables para nadie.
¡Oh, no creo que hagas mal! Supongo que a veces me sorprende lo dominante y fiera que puedes llegar a ser cuando se trata de tu trabajo. – dijo Rachel ladeando la cabeza. - ¿Quién era tu secretaria antes de que llegase Vivian?
Era Esther Bernstein. Tuve suerte de contar con ella. Siempre sabía lo que necesitaba incluso antes de que se lo pidiese.
Los buenos asistentes son un verdadero tesoro capaces de hacer o deshacer cualquier trabajo. – dijo Rachel arrugando la frente. - ¿Cómo es que conseguiste a alguien de su nivel?
Me la recomendó Jacob Farmer cuando él se jubiló.
¿Conoces a Jacob?
Mi padre fue uno de sus protegidos.
Tu padre. – dijo Rachel haciendo una pausa mientras pensaba en el O’Reilly que ella conocía. - ¿Tu padre es el juez de la Corte Suprema?
Sí, Señora.
Bien, has hecho una magnifica labor tratando de labrarte tu propio nombre en el bufete. Ni siquiera había oído ningún rumor acerca de tus contactos.
Conseguí el puesto con mi expediente y mis méritos. – dijo Amy un poco enfadada.
Rachel pareció darse cuenta de que había tocado la fibra sensible de su protegida. Ligeramente, tocó el hombro de la muchacha.
Lo sé. Y te guardaré el secreto porque veo que estás dispuesta a aprender lo que yo, y otros como yo, estamos dispuestos a enseñarte.
Gracias.
Bueno, también he venido para ver si tendrías tiempo extra para ocupar el tercer puesto del equipo en el litigio contra Precision Machine Works .
Amy miró con recelo a su jefa.
- ¿Me lo está ofreciendo a causa de quien es mi padre o a causa de… de nuestra relación?
Enfáticamente Rachel negó con la cabeza.
- No. Por que te lo has ganado.
Amy sonrió.
Entonces acepto.
Estupendo. Te llevará muchas horas, ya hablaremos de ello más tarde. – dijo Rachel volviéndose hacia la puerta. – Nos veremos en la cena, ¿verdad?
Sí, Señora. – Contestó Amy con una sonrisa volviendo a sentarse tras su escritorio. Estaba empezando a sentirse a gusto en su trabajo. Y una gran parte de ese sentimiento se lo debía a la atención personalizada que Rachel le dedicaba. Ociosamente se preguntó de que hablarían más tarde antes de centrar su atención en el trabajo que aun le esperaba sobre la mesa.
En el restaurante, como siempre, Rachel pidió para las dos. Cuando el camarero se retiró, ella se inclinó sobre la mesa.
Creo recordar que mencionaste que tu contrato finalizará pronto.
Sí, Señora. En septiembre.
Quiero que este fin de semana te quedes en tu casa meditando la propuesta que voy a hacerte.
¿No me quedaré con usted?
Este fin de semana no. – dijo Rachel observando la cara de decepción que ponía su pupila. – Y no es porque haya sucedido nada malo contigo.
Amy asintió para demostrar que escuchaba.
Quiero que te mudes a mi casa.
¿Qué?
He estado pensando en nuestra relación y quiero más. – dijo Rachel haciendo una pausa para tomar un trago de su copa de vino. – Ahora la pregunta es ¿qué quieres tú?
Amy se quedó sin habla. Sólo se había atrevido a soñar con compartir más momentos de la vida de Rachel. Atinó a asentir con la cabeza.
¿Es eso un sí? Tienes todo el fin de semana para pensar en ello.
No necesito el fin de semana. Sé ya lo que quiero.
¿Y qué quieres?
Quiero ser suya todo el tiempo.
Rachel sonrió.
¡Bingo! – dijo mientras pelaba una hoja de alcachofa a la plancha y clavaba sus dientes en la base. – Porque yo deseo también que seas mía.
Um…
¿Tienes alguna pregunta?
Sí, creo que sí. ¿Por qué esta propuesta?
Por varias razones. Con nuestros horarios de trabajo, tus entrenamientos y viviendo cada una en su casa, no te veo tanto como me gustaría. – Rachel sonrió ligeramente al ver la expresión de decepción que empezaba a dibujarse en la cara de Amy. – Pero no es solo por conveniencia. Quiero que aceptes llevar mi collar.
¿De verdad? – dijo Amy casi gritando.
Sí. De verdad. - Rachel dejo sobre la mesa, cerca de las manos de Amy, una larga caja. – Quiero que la imposición del collar se realice en una ceremonia al efecto, pero, mientras tanto, esto es un sustituto que puedes usar para llevar al trabajo.
Vacilante, Amy tomo la caja. En el interior se encontraba una pesada gargantilla de plata hecha de anillos de moebius entrelazados.
No se que decir. – susurró Amy con lágrimas en sus ojos. – Tenía miedo de que no me lo ofreciese por no ser digna de llevar su collar.
No, mi mascotita. No te lo había ofrecido antes porque albergaba dudas sobre los sentimientos que tenía hacia ti. Cuando tomé este camino contigo, no buscaba una compañera prmanente. Pero, de alguna forma, te has hecho un hueco en mi corazón. – Rachel sonrió. - ¿Aceptas?
Amy se levantó de la silla y se arrodilló al lado de Rachel. No le importaba que el resto de comensales del restaurante viesen su gesto de sumisión. Por el contrario, estaba orgullosa de contar con testigos.
Sí. Me siento honrada de aceptar su collar y lo llevaré con orgullo.
Sé que lo harás. – dijo Rachel tomando la joya de la caja y ciñéndola alrededor del cuello de Amy. - ¿Cómo te queda?
Perfecto. Completamente perfecto.
Bien. Ahora vuelve a tu silla para que podamos terminar la cena y ya terminaremos esta conversación en tu casa.
Las dos mujeres se sonrieron la una a la otra antes de que Amy acabase bajando los ojos y volviese a la silla. No podía estarse quieta y sus dedos constantemente se posaban sobre el metal que rápidamente se iba calentando al tacto de su piel.
Constantemente lanzaba miradas a la mujer fuerte y dinámica que había frente a ella, la mujer a la que planeaba entregarle su cuerpo y su alma, y, por primera vez en su vida, Amy sintió que había encontrado su lugar en el mundo. De rodillas o tras una mesa de conferencias, Rachel siempre sería la dueña de su corazón.
P.d.: Por fin se acabó la serie. Quiero pedirles disculpas a todos por los retrasos en la publicación de los capítulos. Y agradeceros a todos la paciencia que habeis tenido al leerla, la molestia de valorarla y los comentarios que me han animado a seguir con la traducción. Un abrazo a todos y, sobre todo, muchas, muchas, muchas gracias.