L 9

L es marcada con su nombre y número

Hembra 73

La señorita haría salir de nuevo a L de la sala sin explicarle a donde la llevaba. Iba desnuda como era habitual, solo con las sandalias y el sostén que dejaba al aire los pezones, yendo al trote alto y con las manos detrás de la cabeza. L trataba de cumplir perfectamente con las formas obligadas, echando los codos hacia atrás, manteniendo la cabeza alta y la mirada baja, con las tetas hacia delante, que facilitaba el llegar a ellas con los muslos, lo que sucedía ya bastante veces, si bien tenía que esforzarse y no distraerse; en caso de no alcanzarlas la señorita acudía a recordarle su fallo con un certero golpe de la caña, todo ello le obligaba a realizar un esfuerzo en cada paso que daba, al tiempo que suponía una demostración de sometimiento a la señorita que la alteraba pero que realizaba con el pensamiento puesto en estar ganándose el mantenimiento de su situación. Y a la demostración del trote alto, siempre tan ingrata para ella, se añadía realizarla en un lugar en que podía ser vista por terceros, incrementando vergüenza y abatimiento.

Llegaron ante una puerta que L conocía, la señorita la abrió. L permanecía trotando en el sitio sin atreverse a parar sin que la señorita lo ordenara. Sentía y escuchaba los golpes en las tetas, que habían perdido el pequeño apoyo que suponía el sostén al haberse escapado de él, saltando a cada paso para caer chocando contra el muslo. Pasó a la pequeña habitación donde se le había perforado la nariz y donde se encontraba el mismo hombre que lo hiciera. El sillón - camilla, parecía llenar la habitación, centrando la atención de la joven y sus temores, y estos se impusieron sobre las demás sensaciones.

L había entrado permaneciendo al trote ante el hombre, abochornada de tener que presentarse de ese modo vejatorio ante el hombre que había usado de ella como si fuera una puta, pero la señorita no la había autorizado a parar, teniendo que esforzarse para realizar el trote llegando a las tetas en cada paso y manteniendo las posturas.

.- Hembra, en posición de respeto, saluda y reverencia.

L, reverenció al hombre, antes de ponerse como le ordenaba la señorita, agradecida de finalizar con el trote.

.- Hembra en respeto y obediencia, señor. – Por un momento pensó en lo absurdo de esa frase, que ya empleaba sin apenas entrar a considerar su contenido. Pero era lo menos grave de lo que la estaba sucediendo, solo una muestra más de la excentricidad del lugar, que seguiría siendo albergue de otras mucho peores, y a renglón seguido.

Un chasquido. – La hembra reaccionó de inmediato, primero en tensión, después, comprendiendo, arrodillándose ante el hombre. Otro chasquido. Humilló, comenzando a besar los zapatos, no quería lamerlos, le daba asco pasar la lengua sobre ellos, pero la caña se posó en su culo, lo tomó como una advertencia, aguantando el asco, lamió el zapato. Estaría un largo momento a los pies del hombre, mientras este y la señorita miraban complacidos. No había en esos gestos los mismos componentes que existieran cuando los realizaba humillando ante la señorita, pero esta no podía esperarlo y era prematuro para pretenderlo, ya estaba bastante satisfecha viendo como la joven se entregaba, sin atreverse a mostrar ninguna disconformidad, a la realización de unos gestos que humillándola y asqueándola, decían de un sometimiento antinatural.

.- Va aprendiendo la hembra. – Comentó el hombre.

.- Más le vale. Va siendo hora de que se comporte como la marrana que debe ser.

Ese día, L escuchaba ese tipo de referencias con la misma pasividad con que aceptaba las demás exigencias, pendiente de solucionar su situación. Otros dos chasquidos. La hembra se incorporó, reverenció al señor y agradeció, quedando en reverencia.

.- En posición de respeto, marrana.

Había realizado la sucesión de acciones sin pararse a pensar en lo que hacía, sabía que bastaba con que lo hiciera, que no debía plantearse nada más, y así lo estaba haciendo, demostrando su acomodación y disposición a someterse y obedecer todo lo que se la mandara. Seguía intentando actuar conforme se quería de ella. Tenía que ganarse la continuidad en esa doma que odiaba y tantas veces había querido evitar.

El hombre la examinaría tal y como hiciera en la anterior ocasión.

.- Veo que sigue siendo necesario disciplinarte, pero no te sientan mal las marcas de los azotes, resultan apropiadas para alguien como tú. La señorita sabe como usar la caña en un buen culo. Voy a examinarte la nariz, no debe presentar problemas. – Examinó la nariz de L, que mantenía la postura de respeto mientras el hombre lo hacía. – Está todo bien, y te sienta muy bien la anilla. Hembra, voy a hacerte unas fotos que dejen constancia del estado en que se te acoge y tú acomodo a lo que se hace contigo. Son simplemente de muestra, por lo que no tienes que actuar ante la cámara, solo salir tal y como estás, pero no quiero caras serias, mantén la sonrisa, estás más guapa alegre y sonriente.

La exposición del hombre supuso devolver a L a la realidad de su situación. No todo lo que se quería de ella podía ser aceptado sin condiciones, y esas fotos no eran nada tranquilizantes. No había pensado en tener que hacerse unas fotos, ni quería que se las hicieran, pero no podía negarse, aunque una duda la asustaba, podían quererse descomedidas o quizás impúdicas. Y ella estaba desnuda. ¿Qué debía hacer? Pero esa no era la pregunta, la verdadera surgió de inmediato: ¿qué podía hacer? Otra vez la realidad imponía sus condiciones, que ella no podía eludir. ¿Y qué era eso de demostrar su acomodo a lo que se hacía con ella? Sin duda, eso era lo que había dicho a la señorita, lo que ella misma estaba intentando demostrar, su acomodo a la situación, su interés, su complacencia porque se la permitiera continuar siendo domada. Pero las fotos… ¿para qué eran precisas? La explicación de dejar constancia del estado en que se hallaba no resultaba muy convincente. Pensó que no debiera admitirlas, pero resultaba muy difícil oponerse a la primera demanda que se le hacía después de su compromiso de aceptar todas las que se le hicieran. La señorita no iba a permitirla ninguna defección, estaba avisada de lo que ocurriría en caso de faltar a su compromiso, ya no podía dar marcha atrás, estaba obligada y sabía que la caña acabaría de convencerla, y que la señorita la utilizaría sin vacilar y con todo la contundencia necesaria, si es que no se amoldara a lo que se le pedía. No tenía más remedio que resignarse, plegándose a lo que se quisiera de ella. Se dijo que estaría atenta para el caso que fuera preciso reaccionar, pero sabiendo lo difícil que sería enfrentarse a la señorita, oponerse a una orden suya. No se atrevería y si no se atrevía de poco servía todo lo demás. Cruzó los dedos, esperando que el fotógrafo no quisiera que se mostrara de manera indecente.

"Si lo hiciera, no tengo más remedio que no consentirlo, de hacerlo sería colocarme en una situación en la que podría ser chantajeada sin apenas posibilidad de evitarlo. Pero si la señorita me repudia todavía sería peor."

Conocía ambas posibilidades y sabía lo difícil de dar una respuesta, lo mismo que notaba la carencia de resolución para plantarse, por eso volvía a cruzar los dedos rogando porque no sucediera lo que temía.

.- Quiero verte sonriendo siempre, mantén la sonrisa, estás más guapa y las fotos resultan más agradables. Aunque el sostén que llevas es muy sugestivo prefiero que te lo quites. – L se lo quitó, ella también prefería no llevarlo.

Luego la señorita limpiaría la cara de L y la arreglaría el maquillaje.

.- Tienes que salir guapa y apetecible.

El hombre comenzaría tomando una serie de fotos en diferentes posturas, primero en pie, que si L no admitió con agrado, tampoco lo hizo con exceso de rechazo, aunque se estuviera mostrando desnuda a la cámara. Después de todo lo sucedido en esa casa si solo se la sacaba desnuda podía acceder a ser fotografiada.

.- Sonríe. Siempre sonriendo. No quiero que lo olvides.

.- Ni yo tampoco. – Avisó la señorita, y L conocía de sobra las consecuencias de desobedecer cualquier indicación de la señorita.

El hombre hizo que se pusiera de cara a una pared, dando la espalda a la cámara parecía todo más llevadero, y aunque le ordenara algunas posturas más atrevidas, pensar que no se sabía quién era disminuía sus temores. La fotografió abierta de piernas y después inclinada, de forma que el culo apareciera en primer plano y con él, el sexo, y en el culo el objeto que lo penetraba, la avergonzaba más la muestra del objeto en el culo que otra cosa. L volvía a pensar que no se sabía que era ella. Pero después la pidió volver la cabeza, perdiendo ese anonimato que se había convertido en la excusa para sus cesiones, y siempre sonriendo, y luego haría que se girarse para fotografiarla de frente, también apoyada en la pared. Ella cerró las piernas, pero enseguida tendría que abrirlas, y después alejarlas de la pared, el fotógrafo quería que apoyara los hombros en la pared, arqueando el cuerpo para adelantar la parte central, que quedaba como la más saliente del cuerpo, al tiempo que se ofrecía con las piernas abiertas y las manos detrás de la cabeza, en una postura más que descarada, descaro que se incrementada con la sonrisa que se convertía en invitación.

.- Ahora pon las manos detrás del culo para echar el centro del cuerpo más hacia delante. Separa bien las patas. – L no se acostumbraba a esas palabras apropiadas para un animal.

L se iba conformando, si bien tensa y pensando en el momento en que debería negarse a continuar mostrando, no podía eludir presentarse sonriente, en una apariencia de agrado que indicaba su acomodo a algo que debía repudiar.

El hombre le pediría que se sentara en el sillón, lo que supondría una perturbación adicional al temer lo que llegara después.

.- Con los pies apoyados sobre el asiento.

Al escuchar esa orden L pensó que tendría que reaccionar, quizás no debía dejar pasar más tiempo, si accedía, si no se oponía, estaría dejando en manos de la señorita, de las gentes de aquel lugar, un arma que usada en su contra, podía tener efectos terribles, y aún así, no se atrevía a negarse, se dijo que poco más ofrecía sobre lo ya efectuado. L se sentó en el borde de aquel extraño sillón, nerviosa y asustada, con las piernas cerradas y las manos cruzadas cogiendo las rodillas, sabiendo que no sería lo que más gustara al hombre, pero lo quiso como gesto que indicara su falta de acomodo a mostrar lo que no quería. La señorita, inmediatamente, daría un golpe seco y firme sobre las manos, fue suficiente para que L, sin decir nada, solo dejando escapar un gemido por el dolor y el desasosiego de presentir que las cosas no iban a discurrir por donde ella deseaba, colocará las manos apoyadas en el asiento, a los lados del cuerpo. Y el hombre no pararía en sus pretensiones.

.- Hembra, siéntate bien, apóyate en las manos y separa bien las patas. Sonríe. – Vaciló, se dijo que no podía esperar más, estar de esa forma supondría aparecer de manera completamente impúdica. Pensó que ya había hecho algo parecido, como si con ello quisiera justificar su acomodo, que llegaría de inmediato por intervención de la señorita, cuya sombra se acercó, y eso bastaría para que adoptara la postura, solo intentó separar menos las piernas, mostrar, lo menos posible, pero el intento duró un momento, la caña dio unos golpes en las piernas y L las separó al límite de la camilla. Seguía con las sandalias puestas, lo que la obligaba a echarse un poco hacia atrás y a apoyarse en las manos para no caer tumbada de espaldas, quedaría ofrecida abierta de piernas, mostrando el coño depilado. Sentía el objeto en el culo, presionando hacia dentro al estar sentada sobre su base, sin saber si también mostraría la parte que sobresalía de aquel.

Y de inmediato vendrían otras demandas. Querría que expusiera detalles más íntimos y en posturas más audaces, lo que alteró y desazonó aún más a L, incrementando un nerviosismo que se estaba convirtiendo en autentica angustia por las consecuencias de esas fotos, que se veía obligada a disimular con una sonrisa que cada vez le resultaba más difícil componer. Sin saber como reaccionar, nerviosa y tratando de colocarse de modo que evitara las muestras más atrevidas, continuó posando sin osar rechazar las demandas del fotógrafo, que pronto iban ser para componer posturas y gestos desvergonzados, que el hombre iría ordenando sin solución de continuidad, y que ella recibía con esa tibia reacción que intentaba velar, que no ocultar, lo que el hombre deseaba fotografiar.

.- Ahora ponte medio tumbada, apóyate en los codos en lugar de en las manos, permanece con las patas bien separadas. Eleva la cabeza, mira a la cámara y sonríe. Sonríe siempre, no quiero tener que estar diciéndolo.

Y era la sonrisa lo que suponía el mayor esfuerzo, cuando la desazón y el temor a las consecuencias de esas fotos hacían que fueran las lágrimas quienes pugnaran por escapar de sus ojos. No quería continuar con esas fotos pero las ya realizadas comenzaron a aparecer como la excusa para seguir tolerando, posando, sonriendo. Lo ya hecho resultaba tan revelador que era más que suficiente para dejarla en poder del poseedor de las fotos.

.- Escúrrete hacia abajo, manteniendo las rodillas dobladas, y bien abierta de patas. Túmbate, con las manos detrás de la cabeza.

.- Ahora, eleva las patas, y cógelas con las manos, por los tobillos. – L, no comprendía la orden, cuando se percató de lo que suponía el rubor tiño sus mejillas. Resultaba demasiado desvergonzado, era mostrarse de forma absolutamente indecente, no podía pedirla esa muestra de impudicia. El hombre empleaba expresiones ingratas de escuchar que parecían querer acompañar a unas posturas, que como la que se requería, eran obscenas. L dudó por un momento, incluso se atrevió a iniciar una queja, una demanda, una cuestión.

.- Pero… ¿esto…?

El hombre, ni siquiera se dio por aludido. Su respuesta sería volver a demandar.

.- Hembra, colócate como te he dicho. No perdamos tiempo. Nos queda mucho por hacer.

Y ella, cada vez tenía menos motivo y menos fuerza, para oponerse, ya estaba cogida por todo lo hecho. Pensó en lo que había mostrado, lo que se había fotografiado. Incluso, se dijo que si quisieran fotografías suyas podían haber hecho todas las que quisieran y más. "Han tenido todas las ocasiones para hacerlas".

La segunda orden había sido más imperativa, más intemperante, reaccionó, y cumpliendo la orden, elevó las piernas, cogiéndolas por los tobillos, quedando de forma completamente desvergonzada, ofreciendo todo el centro del cuerpo a la cámara. Se percataba que sus agujeros estaban mostrándose completamente, pensó en el culo, lleno con el falo. L, estaba cada vez más asustada de las consecuencias de lo que estaba haciendo. No atreviéndose a desobedecer, como si quisiera encontrar una excusa para su inacción se planteaba dar una respuesta que parara aquello. Pero solo era un pensamiento, que no pasaba a la acción.

.- Separa bien las patas, que pueda fotografiarte bien el coño. – L, miraba al hombre, sin saber que hacer. Se abrió, él quiso más, se aproximó. – Separa más las patas. – La puso como deseaba, separando los pies hasta dejarlos al límite de lo que daban de sí los músculos.

.- ¡Marrana, mantente bien abierta de patas! ¡Sonríe! – Era la señorita quien lo decía con acento de advertencia. L tiró de los tobillos hacia fuera para mantener las piernas lo más separadas posible. Esbozó una sonrisa, de nuevo sin atreverse a hacer nada contra una pretensión denigrante para ella, mientras notaba la máquina haciendo las fotos.

.- Tira de los tobillos hacia atrás, que vaya también más hacia atrás el centro del cuerpo, que quede más elevado y se vea bien la entrada del culo y el enculador que llevas.

.- ¡Ah! - No pudo evitar el gemido de vergüenza.

.- Bien, echa un poco más hacia atrás las patas, que queden enmarcando la cabeza. Sonríe. Así se ven muy bien tus agujeros de hembra, y la argolla en la boca con tu nombre en ella. Sonríe. Voy a sacar un primer plano de todo ello. Estás estupenda en esa postura, con los dos pares de labios tan próximos y apetecibles. Dentro de un momento tendrás los de abajo aún más apetecibles.

L no sabía a que se estaba refiriendo el hombre, ya ni pensaba en lo que suponía lo que estaba haciendo, se encontraba cogida, sin posibilidad de reaccionar. Para su mayor bochorno, el hombre sacaría el falo del culo ofreciéndoselo para que la cogiera con la boca, lo que hizo L humillada y roja como un pimiento.

.- Sigue mostrándote, voy a hacerte unas fotos en las que salga el culo sin el falo. La hembra tiene un bonito culo. – Se dirigía a la señorita. – Puedes estar contenta, es algo muy apreciado en una marrana. – Ahora volvía a hablar a L. – Voy a elevar un poco el respaldo para que apoyes la cabeza y se muestre mejor. – Lo hizo, ahora L quedaba con la cabeza más alta, lo que suponía que se vería mejor entre las piernas. – Sacaría varias fotos en esa postura.

.- Mantén las patas en alto, sin dejarlas caer y bien abiertas, y separa las nalgas con las manos. – Soltó los tobillos, lo que hizo que las piernas quedaran inestables, luego, temblorosa, separó las nalgas con las manos. - ¡Ábrete más el culo! Qué se vea que lo tienes bien preparado para ser usado, a conveniencia, por los señores. – L no podía por menos de sentirse vejada por ese tipo de comentarios, que no venían a cuento. ¡Qué importaba a ese hombre como tuviera el culo y quien usaba de él, que no eran, ni iban a ser, esos señores a quienes se refería el fotógrafo!

.- Muestra el coño separando los labios, que se vea bien que es un coño limpio y sano, de una marrana joven, que apetezca ser usado.

Hacer lo que el hombre decía era un trauma, aunque ya lo había hecho ante ese mismo hombre, y lo hiciera a diario ante la señorita, ahora la costaba realizarlo, era obsceno, y la estaban fotografiando de ese modo, ya la habían hecho unas cuantas fotos que podían calificarse de pornográficas, y lo había permitido, se había prestado, al pensarlo, pensaba en lo que eso podía suponer en manos de... ¿en manos de quién estarían? La pregunta la angustió, por un momento pensó en bajar las piernas, acabar aquello, pedir las fotos, los negativos, pero comprendió que era una pretensión absurda, la señorita no la hubiera hecho caso y ya había demasiadas fotos y demasiado impúdicas, tenía que cruzar los dedos y esperar que solo fueran para uso interno, y no poner a la señorita en la tesitura de utilizar esas fotos en su contra.

"Pero las tienen en su poder y pueden usarlas cuando quieran. Nunca podré demostrar inocencia. En cuanto muestren una foto estoy perdida. Tengo que hacer lo que quieran. No podré escapar hasta que no haya cumplido... y esperar a que ellos también cumplan."

"Me estoy poniendo en sus manos."

"Estas fotos son como unos grilletes que me hubieran puesto. Peor aún, me tienen mucho más cogida."

Se percataba que lo que estaba sucediendo era lo más grave que la había ocurrido hasta entonces.

"¿Cómo no me he dado cuenta antes?"

"Me he dado cuenta, no soy tan tonta. No me he atrevido a hacer nada."

"¿Cómo lo he permitido?"

"Estoy asustada. No me atrevo a llevar la contraria a la señorita."

"Estos me quieren tener en sus manos..., quizás chantajearme."

"Ya no hay remedio."

"Esto no es un salón de belleza..., eso ya lo sé..., siempre lo he dudado..."

"Y lo que hacen..., seguro que es para chantajear..., no hay otra explicación..."

"No es ella sola. Estos son unos delincuentes..."

"Y esta… delincuente quiere que la pague…"

"Será para que se la pague… Ahora puede exigir el pago…"

"Es una miserable."

"Una ladrona."

"Y ahora, ¿cómo voy a la policía? Por eso hacen esto, para evitar que se les denuncie."

"Podré comprar las fotos."

"Tendré que comprarlas."

"¡¡Ya las estoy comprando, ya la estoy pagando!!"

La mente de L pasaba de unas ideas a otras de forma contradictoria, pero todo era una contradicción a la que tenía que someterse.

"Estoy en sus manos."

"Si la señorita quería tenerme controlada, lo va a conseguir."

"Ahora tengo que ver qué puedo hacer, qué es lo que más me conviene, cómo respondo."

"Pero, el hombre ha mencionado las marcas de los azotes…, eso será lo que yo pueda alegar…, si se ven, demostraré que se me ha pegado, se me ha obligado a la fuerza, y por eso tuve que dejar que me hicieran las fotos."

"No debo sonreír más…, que aparezca seria."

"Pero, ya he sonreído bastante. Y ahora es igual, con esto en la boca." – Continuaba con el falo en la boca.

"Pero, un buen fotógrafo podrá hacer desaparecer las marcas de los azotes…, y me quedaría sin prueba… No querrán que se vean."

"Y además lo he consentido… Me tienen cogida por todas partes."

Y se seguían haciendo fotos. A pesar de estar completamente centrada, o mejor cabría decir, descentrada por lo que se veía obligada a hacer, L se apercibía de lo irregular de su situación, de lo anómalo de lo que se estaba haciendo con ella, no llegaba a comprenderlo ni a comprender su consentimiento, su sometimiento, a lo que se sumaba una duda que ya había surgido en ella en alguna ocasión, y que ahora se acrecentaba sin pausa. ¿Por qué se hacía aquello? ¿Qué era un lugar dónde ese tipo de actuaciones parecían algo normal y acaso habitual? El hombre la devolvería a la indignidad de los actos que estaba realizando.

.- Vuelve a separar los carrillos del culo. Hazlo bien, que se aprecie la entrada al agujero.

.- Mantén bien separado el carrillo izquierdo con la mano izquierda, y mete un par de dedos de la derecha en el culo. Y las patas bien abiertas, trata de controlar su movimiento.

.- ¡Uhm! - No quería hacerlo, era demasiado, y menos para ser fotografiada de ese modo. La señorita puso la caña sobre el culo de L, paseándola por él. Comprendió el aviso. Con dedos que temblaban hizo lo que se la ordenaba, los dedos entraron en el culo sin ninguna dificultad, demostrando la apertura del agujero.

.- Presiona con los dedos hacia su lado, de forma que abras más el agujero. – Lo hizo. – Pero sin sacarlos del culo. Mételos bien y separa la nalga, que se vea el agujero abierto. – Tuvo que hacerlo, bermeja de vergüenza.

.- Bueno, puedes apoyar los pies, pero mantenlos todo lo separados que puedas. Abre el coño con la mano izquierda y acarícialo con la derecha. Quiero que se note que lo estás acariciando.

L no pudo evitar un gemido incontrolado. Casi agradecía tener el objeto en la boca que evitaba que tuviera que sonreír. Comenzó a acariciarse el sexo.

.- Hazlo bien. Te he dicho que quiero que se note.

Como siguiera sin complacer al hombre este ordenaría:

.- Ponte el falo en el culo. – Tuvo que hacerlo, nerviosa y temblorosa. – Sonríe. – Había concluido la tregua que la permitía evitar la sonrisa.

.- Acaríciate bien y demostrando con tu expresión lo mucho que te agrada hacerlo.

.- Lo sabe hacer muy bien. – La señorita la recordaba que lo había hecho muchas veces delante suya. Pero no era lo mismo. Lo intentó. Pero los dedos se encontraron una carne nada preparada, de todas formas se acariciaría.

.- Chupa los dedos. – Lo hizo, la saliva ayudaba a que los toques resultaran más suaves. Durante un rato continuó acariciándose, recurriendo a ensalivar los dedos con frecuencia, sonriendo. – Cierra los ojos y demuestra lo que te gusta. – Tuvo que fingir que estaba concentrada en la caricia y disfrutando de ella. – Vuelve a poner el falo en la boca y acaríciate también el culo.

.- Ahora vas a cambiar de postura. Ponte a 4 patas.

Se iniciaría otra tanda de fotos, en las que L se mostraría ofreciéndose de modos similares, pero a 4 patas.

.- Métete el falo en el culo. – L lo hizo con mano temblorosa. – Sácalo. Vuelve a metértelo en el culo. – Sácalo, pero mantenlo a un lado, que se vea el agujero abierto y el falo al lado. – Las explicaciones dejaban patente lo que sacarían las fotos.

.- Mira hacia atrás sonriendo.

.- Ponte el falo en la boca y mira hacia atrás.

.- Apóyate sobre los hombros y la cabeza. – Eso suponía quedar con el culo como parte más alta. – Vuelve a separar las nalgas con las manos, que se vea bien la entrada del agujero. Mete los dedos de la mano derecha y separa las nalgas también con la mano izquierda.

.- Ahora utiliza la mano izquierda para ofrecer el coño abierto. – L quiso retirar la mano derecha para evitar la oferta del culo. - ¡No! Mantén los dedos de la mano derecha dentro del culo y separa bien la nalga, que se vea la entrada al culo, y el coño bien abierto. – Lo hizo temblorosa, notaba como los dedos parecían debilitarse y temblar.

.- Bien, por ahora es suficiente.

Al retirar las manos fue perceptible el temblor en ellas. No había podido dejar de pensar en el uso que pudieran hacer de esas fotos, preguntándose una y otra vez, para qué se querían. Se habían demandado posturas indecentes, luego, se la habían tomado fotos en que mostraba... todo. Quería saber con que objeto.

"Son de muestra, eso ha dicho..., pero ¿qué quiere decir con eso?"

"De muestra de qué… de una indecencia."

Nadie lo explicaría, ni ella se atrevería a preguntar.

.- Túmbate boca arriba. – Ella no había sacado el falo de la boca.

En esa situación, el hombre, ante su confusión y susto, sacó una especie de cincha, con un par de cinturones semejantes a los de los aviones, uniéndolos por la hebilla, tirando después con fuerza para fijar a L al sillón por la cintura.

.- ¡Uhm!

.- Tranquila, hembra, es para que no te muevas. – Diciéndolo y como si eso fuera suficiente, la cogió las manos para atarlas sobre la cabeza, lo que asustó de verdad a L, que comenzaba a sentir auténtico temor, que se convirtió en aturdimiento y sobresalto cuando escuchó al hombre.

.- Te voy a grabar tu nombre, es parecido a un tatuaje

.- ¡Uhm!

.- No es tan molesto. Muchas jóvenes lo llevan, está de moda.

.- ¡UUUhmm!

.- Hembra, se te va a marcar con tu condición y número, como te he dicho.

.- ¡UUHHMM!

Pero, lo acababa de decir esa misma mañana, ella no se lo esperaba, no tan pronto, había aceptado pensando en que tendría tiempo para resolverlo, después de evitar que la señorita la desechara. Quería hablar, quiso escupir el falo que llevaba en la boca. Pensaba en las fotos, y en lo que podía suponer llevar esas marcas que se le querían poner, se estremeció, luego la calmó algo pensar que la zona en que se la iba a marcar no sería vista, era demasiado íntima, pero aún así, no se quedaba completamente tranquila. Pensó en Martin, ¿qué diría cuando lo viera? ¿Cómo explicarlo?

"Ya llevo la anilla."

"Debería decir que no puedo..., que voy a hacer de modelo..., si al menos consigo retrasarlo..."

La señorita añadió algo que siendo en el fondo una amenaza mucho peor, momentáneamente la tranquilizó.

.- La marca de tu nombre se hará especialmente liviana, como no es propiamente un tatuaje no es permanente y se irá absorbiendo para desaparecer en unas semanas, si antes no se te quita para reemplazarlo por la versión definitiva de tu condición.

El hombre sacó el falo de la boca de L, ella quiso aprovechar para hablar.

.- ¡Calla! - Era la señorita quien ordenaba. El hombre ya ponía otra cosa en su boca, era una especie de bocado que sujetó detrás de la cabeza con una correa. L quedó mordiendo el bocado. Después, tranquilamente, le volvió a meter el falo en el culo.

.- Así estarás más a gusto. – Se burló.

Luego colocando los estribos apoyó las piernas de L sobre ellos, sujetándolas con unas cinchas similares a la que la fijaba por la cintura. Nada era tranquilizante.

El hombre haría la marca del nombre con un sistema de tatuaje temporal que no resultaba nada molesto, lo que serenó bastante los temores de L. Después escucharía a la señorita avisándola sobre el siguiente paso.

.- Ahora se te pondrá el número, me gustaría que fuera definitivo, pero eso supondría que habría que prescindir de buena parte de tu pública berrea, así que se te marcara de modo más ligero, para poder remarcar encima con el grosor definitivo. No obstante, la marca del número será permanente y se hará al ácido. Quiero evitar la sensación de precariedad y que pienses que todo es transitorio y puede ser eliminado. Se te pondrá en el exterior de ambos labios, a los lados, en la parte superior. Es doloroso, pero soportable.

.- Te impregnará la piel y debajo de ella, pero manteniendo la textura, aunque penetre profundamente en el tejido. – Explicó el hombre. – Es una marca indeleble, que se convierte en parte de ti. Guardaré la misma tintura para el marcaje definitivo.

De nuevo regresaron a L los miedos y ansiedades, tanto por el posible dolor, que la señorita había avisado, como por ese otro aviso, aún más temible, que amenazaba con ser una marca permanente. L, estaba asustada, desazonada, temiendo lo que iba a llegar, querría haber dicho algo, pero no podía hablar, solo emitir sonidos ininteligibles, que se atrevía a exteriorizar levemente, temerosa de disgustar a la señorita. Quería pensar en que se podría quitar, fuera lo que fuera, por mucho que se estimara permanente, y más si se hacía de forma ligera y con números pequeños.

El hombre tiró de las correas que sujetaban cintura y piernas, de forma que L quedó firmemente amarrada, sin prácticamente posibilidad de mover el centro del cuerpo, que quedó fijado al sillón. Por último, y para mayor nerviosismo de L, la pondría una cinta sobre la frente, que sujetaba la cabeza y que ataría también al sillón, de manera que no pudiera mover la cabeza.

.- Es para que no te muevas y puedas hacerte daño.

L, estaba cada vez más asustada, sin comprender que fuera precisa esa preparación para hacerla un tatuaje. Una vez bien sujeta e inmovilizada, para sorpresa de L el hombre no se dispuso a hacer un tatuaje como ella esperaba, en su lugar humedeció los labios y luego pegó en ambos una tira parecida a una tirita, cada una de las tiras llevaba un número, una el 7 y la otra el 3, colocándose de forma que se leyera 73. Los números estaban compuestos por la tintura que se deseaba poner, en este caso roja, y un ácido, de ahí el modo de referirse al sistema como marcaje al ácido, que producía dos efectos, el primero era introducir la tintura más firmemente en la carne, lo que hacía aún más indeleble la marca, y generaba un calor que se convertía en sensación de quemadura, y era esto lo que, principalmente se quería, y convertía el tatuaje en algo muy doloroso, que la marcada recibía sin poder evitar gritar, y de ahí la referencia a la berrea. Si su empleo se había iniciado como sustitutivo de la marca con hierro, se había querido que fuera suficientemente doloroso para crear en la marrana marcada la sensación de sometimiento y pertenencia a su nuevo colectivo de marranas.

El marcaje de las marranas suponía un hecho muy importante, al que se concedía la relevancia que tenía y al que se invitaba a aquellos socios que, se sabía, deseaban contemplarlo, proporcionando un espectáculo con un número creciente de aficionados. L no sería marcada como marrana, solo se la grabaría su nombre de Hembra y el número que la identificaba, y este, aunque fuera el que también llevaría como marrana, tampoco se marcaba del modo definitivo, dejando esto para la berrea, por lo que el acto de ese día no tenía las mismas connotaciones que un marcaje típico.

Una vez colocadas las tiras como el hombre deseaba, quitó una lámina que llevaban adherida, como se podía quitar la tira de papel que llevan las tiritas, quedando al aire los números 7 y 3, el primero sobre el labio derecho y el segundo sobre el izquierdo. Al contacto con el aire se produjo una reacción química en el contenido de los números. L comenzó a notar un calor que parecía introducirse en su carne y que crecía por momentos, comenzó a querer moverse, intentando disminuir el malestar, y después, al transformarse en dolor, intentando una imposible huída, que acabó en gemido cuando se convirtió en quemadura, y enseguida, en un grito que aparecía como un sonido inarticulado a causa del bocado, que iba a dar paso a un grito mayor y más descomedido.

.- ¡AAHHGG!

Que siguió en aumento.

.- ¡AAAHHHGGG!

.- ¡AAAHHHGGG!

El chillido se hacía incontrolado, convirtiéndose en un alarido que escapaba al bocado que L mordía cada vez con más fuerza. El dolor la abrasaba por dentro y por fuera, era como una quemadura que se introdujera en su carne apoderándose de ella y sin acabar de entrar, atravesándola y quedándose en ella.

.- Berrea bien la marrana, tiene buenos pulmones.

.- Es lo que tiene que hacer. Después berreará de otro modo. – El hombre rió.

.- Está recibiendo bien el ácido. Todavía chillará.

L escuchaba los comentarios, pero sin atender a ellos, totalmente concentrada en un dolor que se había metido en su carne y que no salía de ella. Como había avisado el hombre, chillaría de nuevo, descontroladamente, incapaz de dominar un dolor que la traspasaba, que la quemaba por fuera y por dentro. Sin pretender contenerlo, en la imposibilidad de hacerlo. Por unos momentos el dolor disminuyó, permitiéndola un mínimo tiempo de respiro, de relajación. El hombre se aproximó a mirar.

.- La marrana recibe muy bien, enseguida estará perfectamente marcada. Es un sistema estupendo, aunque no tenga el sabor de una marca con hierro, pero deja la piel perfecta y para zonas como en la que se está marcando a esta marrana, es muy importante, aunque los buenos aficionados no cambien un buen hierro al rojo por nada.

.- Es el gusto por lo clásico, que yo también aprecio, y que no hay que dejar de practicar.

.- Aunque el ácido permite un espectáculo que no tiene parangón. Se comprende que cada vez tenga más adeptos.

Y el "espectáculo" se reanudaría. La quemadura se incrementó haciendo que L volviera a gritar incontroladamente. Y con los gritos reaparecerían los intentos desesperados de escapar del dolor, de pedir, rogar, suplicar, que acabara, por un momento pareció que la quemadura descendía. El hombre se aproximó de nuevo a examinar los números.

.- Bien, esto está a punto.

Pero en lugar de acabar, el dolor se agudizaba de nuevo, más y más, insoportable, haciendo que el grito se convirtiera en alarido creciente, incontrolado.

Disminuyó de nuevo, consiguiendo que la joven dejara de gritar para quedar en una queja continua acompañada de la respiración entrecortada. Pero solo sería un pequeño alivio que desaparecería enseguida con otro incremento del dolor, que llegó seguido de otra tanda de aullidos.

Luego comenzó a descender el dolor, que manteniéndose en el cuerpo de L, al menos dejaba de producir la sensación de estar siendo abrasada por dentro y por fuera, aunque se mantuviera la de una quemadura permanente.

.- Déjala descansar un momento.

.- La relajaré las ataduras.

El hombre aflojó las cinchas. L comenzaba a respirar con algo de sosiego. No supo el tiempo que permaneció en esa situación. Sería el hombre, quien acercándose con un vaso de agua y ofrecérselo la sacara del semidesmayo en la que se encontraba. Bebió el vaso y otro más. Todavía estuvo unos minutos más tumbada sobre el sillón.

El hombre se aproximaría de nuevo, esta vez a retirar todas las sujeciones.

.- Bien, ya has descansado bastante. Incorpórate.

Lo hizo con dificultad, se sentía debilitada, sin fuerzas. Debía estar hecha un adefesio. Se fue a pasar una mano por el rostro.

.- ¡Hembra, en posición de respeto!

Era la señorita, que no le daba descanso. A pesar del desfallecimiento, no dudó en estirarse, colocándose como se la ordenaba. Sería el hombre de nuevo, quien le ofrecería un vaso, esta vez de vino dulce, que ella bebió con ganas, notando enseguida sus efectos.

.- Ya eres la hembra 73. Humilla ante tu señorita, que te ha hecho marcar con tu condición y número. Que eso sea lo que primero que hagas llevando las marcas que te singularizan. – La señorita chascaría los dedos.

L, aturdida se arrodilló, escuchó otro chasquido de los dedos de la señorita, se postró ante ella, besando sus pies, al principio con distracción y tibieza, después, percatándose de su despego, con resignación y acatamiento, para ir rindiéndose, sometida, pensando en que tenía que acatar las órdenes de la señorita, cumplirlas, obedecerla, hasta hacerlo con total entrega, buscando no solo mostrar su obediencia sino su deseo de complacerla, de abandonarse a ella, besando con devoción, con veneración, con pasión.

Que se la permitiera estar en esa postura, que la señorita quisiera tenerla a sus pies, la dejaba unos momentos de calma, de descanso, era como un relajo que la señorita la regalaba, y ella quería hacerse merecedora de ese regalo, demostrando su entrega, su devoción. Si no sentía las sensaciones de la vez anterior, al menos encontraba en esa postura, en su sometimiento, en su entrega, unos momentos de sosiego, de alejamiento de las demás exigencias que la habían traumatizados. Allí, humillando ante la señorita, besando sus pies, se encontraba a cubierto de esas otras imposiciones. Así permanecería hasta que la señorita la ordenara levantarse, lo que hizo uniendo a la palabra otro chasquido de los dedos, L ya sabía que ese sonido era el modo de avisarla para que se postrara o se incorporara.

Cuando se levantó, reverenciaría y agradecería, y hacerlo después de haber sufrido el marcaje decía del grado de sumisión que había alcanzado la hembra, la aprendiza de marrana. Pero era un agradecimiento siguiendo la fórmula habitual, que no era lo que la situación demandaba, L lo intuía, por eso cuando la señorita hizo referencia a la inadecuado de su comportamiento, ella supo de inmediato lo que se esperaba que hiciera.

.- Marrana, ¿acaso aún no sabes cómo debes agradecer un hecho especial?

.- Gracias, muchas gracias, señorita Laura por haberme marcado con mi condición y número.

.- Debes estar orgullosa de llevarlo y lucirlo. Es la expresión de lo que eres, de quien eres.

.- Sí, señorita Laura, muchas gracias por ponérmelo. – Y sin que la señorita indicara nada, L se arrodilló ante ella y bajando la cabeza hasta los pies de la señorita, volvería a besarlos.

.- Bien marrana, así me gusta, con estos detalles me complaces, y eso debe de ser algo primordial para ti. Sigue besando los pies de tu señorita.

Y L continuaría besando los pies de la señorita, incluso atreviéndose a subir un poco por los tobillos.

ZAS

.- ¡Ah!

No había sido un golpe violento, pero si lo suficientemente duro como para que L comprendiera que no solo era de aviso, que con él se la quería castigar por ese gesto de atrevimiento.

.- Lo siento, señorita Laura.

Regresó a los pies, que permaneció besándolos con efusiva entrega.

Cuando la señorita decidió acabar chascó los dedos, L se levantó para reverenciar y agradecer.

La señorita dejaría que se arreglara un poco allí mismo, simplemente limpiándose la cara y recomponiéndose el maquillaje. A pesar del dolor que permanecía en sus labios, la curiosidad por ver como había quedado la marca hacía que no fuera capaz de evitar mirar hacia abajo para intentar verla, ni siquiera eso la permitiría la señorita.

.- Ahora no es momento de mirar la marca. Está muy bien, ya la verás después. Acaba. – Sería la propia señorita quien acabara de arreglarla.

El hombre volvería a fotografiarla, en posturas similares a las anteriores, si bien dedicando especial atención a su coño, ahora con las marcas recién impresas.

Repetiría esa foto que tanto avergonzó a L, haciendo que se colocara tumbada con la cabeza apoyada en el respaldo del sillón, y elevando las piernas cogiera los tobillos con las manos y echara las piernas hacia atrás hasta tenerlas prácticamente sobre los hombros, lo que dejaba ofrecidos los agujeros centrales del cuerpo y el rostro enmarcado por los muslos. Ahora en el centro del cuerpo aparecía el nombre y sobre los labios del sexo los números marcados en ellos. Y más abajo la base negra del objeto que penetraba su culo.

.- Sonríe con alegría. Estás mostrando la marca que te identifica y te debe enorgullecer. – Lo mandaba la señorita y L compuso una sonrisa que debía haber sido llanto.

Después, la misma foto con el objeto en la boca y el culo mostrando una abertura que indicaba el uso que se hacía de él.

El hombre explicaría:

.- La marca de los números te dolerá durante al menos 24 horas, pero irá disminuyendo la sensación de quemadura. No la toques, y no te pongas ropa interior mientras te duela, para evitar que te roce, y mejor es que lleves faldas cortas, que permitan que se oree la zona. La hembra es toda tuya. – Acabo ofreciendo a la señorita.

Sin necesidad de que la señorita dijera nada L se colocó en posición de respeto, esforzándose en mantener la postura con todas las exigencias que deseaba la señorita, si el dolor de las marcas era una llamada de atención permanente, a él se sumaría la molestia añadida en sus hombros, el empeño por permanecer perfectamente ante la señorita. Se sentía extrañamente doblegaba, sojuzgada, compelida a atender los deseos de la señorita, sus deberes para con ella, como si esta representara la autoridad a obedecer, a respetar. No sabía por qué se comportaba espontáneamente de un modo que hasta hacía tan poco era lo que rechazaba y repelía, pero se encontraba mostrando ante la señorita su subordinación, su sometimiento, su obediencia.

.- Hembra, las marcas que se han grabado en tu cuerpo son distintivo y exigencia, distintivo de tu condición y exigencia de tus deberes. A partir de este momento deberás comportarte según tu nueva condición. Eres esa hembra que se designa en la marca que llevas grabada, aspirante a la marrana que serás. Y debes comportarte como lo que ya eres y lo que muy pronto serás, así se te exigirá y se te demandará. Ahora te llevaré a firmar tu solicitud de permanencia en el club.

L escuchó esas referencias, a la marrana, al lugar como "club", sin apenas sorpresa, no era la primera vez que la señorita hacía ese tipo de mención, y no se dedicó a pensar en ello, ni su mente ni su cuerpo estaban para ocuparse de lo que podían significar. Lo mismo sucedió con las otras menciones que había escuchado sin entender lo que la señorita indicaba, aunque comprendiendo que detrás de ello existía una especial exigencia, e intuyendo que iba más allá de la doma que se quería para ella, y que al acceder a esas 7 semanas de doma, estaba comprometiéndose a unos comportamientos que suponían mostrarla como la hembra que se deseaba que fuera y cuya condición se había grabado sobre su sexo, añadiéndose algo más y más determinante, más específico, cuál sería su definitiva condición, que sustituiría a la actual y que también sería marcada en su coño.

.- ¡Atenta hembra! Manos detrás de la cabeza. – La hembra se colocó. – Sobre el lugar, al trote alto.

La hembra comenzó a trotar. No supo de dónde sacaba fuerzas para hacerlo, al levantar las piernas sentía como la piel marcada se hacía más presente, incrementándose la sensación de quemadura que aún mantenía en su carne. Gimió, sin obtener la menor muestra de compasión de la señorita, curiosamente, esa ausencia de interés se tradujo en un inmediato incremento del esfuerzo por realizar el trote lo mejor posible, era como un estímulo para cumplir con el mandato de la señorita, como si temiera no estar haciéndolo bien y por eso no recibía esa muestra de atención que requería su queja. Pero no estaba en las mejores condiciones para realizar lo que se la ordenaba. Y si alcanzar las tetas con los muslos no resultaba fácil, no sería su estado lo que impidiera a la señorita hacer uso del mejor argumento persuasivo, la caña, que golpeando los muslos conseguiría lo que parecía imposible. Así sería llevada hasta el despacho de la secretaria de la gobernanta, donde entró y permaneció al trote, haciendo que los muslos llegaran hasta las tetas, chocando contra ellas, mientras L avergonzada, humillada, ultrajada, debía mostrarse ante una secretaría que la miraba sonriendo divertida, como si fuera un espectáculo que representaba ante ella.

.- Recién marcada. Te sientan muy bien las marcas rojas.

Como L no dijera nada.

ZAS

.- ¡Aahh!

El golpe había caído con firmeza sobre su culo.

.- ¡Marrana, responde!

.- Gracias, señorita.

.- Esta aún traumatizada. – La secretaría disculpaba a L.

.- La falta de respeto no tiene excusas.

.- Lo siento señorita Laura, le ruego me perdone.

No sabía muy bien por qué, pero estaba respondiendo no solo formalmente entregada a la señorita, sino algo más importante, notándose como más vinculada a ella, más dependiente y sometida a la señorita, como si la marca que llevaba supusiera una ligazón especial con quien se había manifestado como la hacedora de que la llevara.

.- En posición de respeto.

.- Hembra en respeto y obediencia, señorita Laura. – Pudo descansar del trote.

Pasarían al pequeño despacho de la gobernanta.

.- Te traigo a la hembra para que firme su petición.

.- Aquí la tengo preparada. Parece que se está portando algo mejor de lo esperado.

.- Ya veremos.

.- ¿Trotas bien, marrana?

.- Sí, señora gobernanta.

.- ¿Hasta dónde?

.- Hasta alcanzar las tetas con las patas, señora gobernanta.

.- De manera que has conseguido realizar el trote alto. Estoy segura que cuando la señorita Laura te lo pidió por primera vez no creíste que fuera posible. – La sonreía.

.- No señora gobernanta.

.- Veamos como lo haces. ¡Marrana, al trote alto!

L comenzaría a trotar delante de la gobernanta, alcanzando las tetas en cada paso, mientras la gobernanta y la señorita hablaban del contrato que debería firmar. Escuchaba el sonido de sus tetas chocando con los muslos, que parecían retumbar en el pequeño habitáculo, llenándolo con su cadencia. Estaba delante de la mesa de la señora, escuchando la conversación entre ambas mujeres. Sentía la quemadura y el esfuerzo por realizar el trote perfectamente, y lo hacía de modo casi natural, como si fuera lo que tenía que hacer, su obligación, su deber.

.- ¿Se ha incluido la referencia a la marca y a la argolla?

.- Tal y como has dicho. Por cierto, ha quedado muy bien. ¿Ha berreado mucho la marrana?

L no comprendía ese tipo de alusiones, que la infamaban y despreciaban, considerándola como un animal, pero se avenía a ellas, como se avenía a todo lo que la señorita quería de ella y para ella.

.- Por supuesto.

.- Siento no haber podido presenciarlo.

.- Queda la berrea final.

.- Espero no perdérmela. Vaya, aún no has conseguido dominar el trote. – La gobernanta se dirigía a L, que había fallado en uno de los pasos, pero sería la señorita quien intervendría.

.- ¡Marrana! Las manos detrás de la cabeza.

L, de inmediato, llevó las manos a la cabeza, al tiempo que alcanzaba las tetas con contundencia, lo que no evitó que la señorita lanzara la caña un par de veces a sus muslos, como castigo y aviso.

.- ¡Aahh!

.- ¡Aahh!

Luego, las dos mujeres, seguirían hablando, mientras L mantenía el trote, cada vez más cansada, pero sin cejar en su empeño por alcanzar la tetas en cada paso.

.- No pensaba que decidieras domarla, no parece tener suficiente carácter, y raza ninguna.

.- Y carece de ambos, pero no siempre se puede obtener lo mejor, y ella está muy ilusionada con ser domada. Ya sabes que me gusta dar una oportunidad a quien la solicita con entusiasmo e ilusión.

L pensó en el pago que iba a hacer, queriendo encontrar en ello la causa del cambio de una resolución que ahora aparecía como algo decidido, y congratulándose por haberlo conseguido, aunque fuera a costa de pagar un precio muy elevado. Volviendo a equivocarse completamente.

.- Sabes que eso no suele conducir al resultado apetecido.

.- Pero al menos enseñará a la marrana buen comportamiento y tengo la impresión que durante las semanas de doma obtendremos de ella mucho más de lo que se podía pensar. Siempre se le podrá dedicar a trabajos de ayuda, y si se esfuerza y se la doma como requiere, quizás pueda ser una marrana de apoyo, que pueda prestar buenos servicios. No todas pueden estar al máximo nivel. Y las domésticas son necesarias y no suelen resultar malos pingajos.

.- Si tú lo crees, no seré yo quien te lleve la contraria. De manera que has berreado como una marrana. – Comentaba a L.

.- Y con ganas. – Respondió la señorita Laura.

.- Deja de trotar, aunque no te viene mal practicar hasta que no necesites que la señorita Laura te anime a hacerlo. Acércate que te vea.

La hembra se acercó. Respiraba con trabajo después de haberse esforzado en el trote. Mantenía las manos detrás de la cabeza, sin atreverse a bajarlas antes de haber recibido permiso para hacerlo. Se mostraba asustada y humilde, al tiempo que actuaba con una diligencia que no podía más que sorprender, y por supuesto a la propia L, que se veía obedeciendo con presteza y exactitud, unas órdenes que como poco deberían plantear su rechazo inmediato.

Solo hacía unos días que había estado en ese mismo despacho con la gobernanta, presentándose como una cliente que deseaba obtener los servicios que en aquella casa se ofrecían, ahora al recordarlo, parecía algo muy lejano, pero aún así, no acababa de comprender el cambio experimentado, ¿cómo era posible que permaneciera ante esa misma mujer, desnuda, marcada, como si no fuera la misma joven que había llegado en busca de los cuidados de un salón de belleza?

Recordó como había reaccionado cuando apareció la señorita y sus impulsos contra ella, y lo peor de todo, su decisión de acabar con su presencia en aquel lugar, riéndose, o queriéndose reír de la señorita y sus intenciones para con ella. Ahora resultaba evidente que los métodos de la señorita producían los resultados que esta deseaba, controlando a la hembra y obligándola a obedecer, a aceptar, a someterse. Ya no sentía ni las ganas, ni mucho menos la necesidad de resistirse, de oponerse. Quería que todo acabara y ella pudiera dejar aquel lugar sin crearse más problemas.

Tenía que darse cuenta que todo lo que estaba sucediendo no casaba con lo que se suponía debiera ocurrir en un salón de belleza, ni era lo que L había ido a buscar en aquel, pero ella aceptaba lo que se le hacía, lo que se le ordenaba, lo que se quería de ella, dejando a un lado las preguntas sin contestar, obviando las causas de esa conducta, sin buscar explicaciones, como si todo ello fuera algo que se la pudiera mandar, imponer y ella estuviera obligada a realizar. Su comportamiento solo podía ser consecuencia de la aceptación de las condiciones impuestas por la señorita que no tenía más remedio que cumplir, siendo mejor hacerlo sin plantearse lo que llevaba aparejado su capitulación, evitando las posibles reacciones de rechazo, que solo podrían poner en peligro la realización de su compromiso, arriesgándose con ello a que la señorita la castigara, o peor aún, además, la echara con las consecuencias que más temía. Pero aún así, no podía dejar de apreciar la anormalidad de todo lo que estaba sucediendo.

Había pensado en lo que se querría de ella, en los motivos para hacer lo que se estaba haciendo con ella, en el chantaje, ahora había que pensar en algo compartido por las gentes de aquella casa, que no sabía bien qué era, aunque cada vez estuviera más claro que no podía ser un simple salón de belleza. Lo que se hacía en aquel lugar no se correspondía con un salón de belleza, así no se hablaba en un salón de belleza, las referencias que hacían ambas mujeres no eran propias de un salón de belleza, ni se realizaban acciones como la que ella acababa de sufrir, y si no era un salón de belleza, entonces, ¿qué era aquello? ¿Dónde estaba? ¿Qué club era aquel?

Ante su asombro, casi no la importaba la respuesta, en ese momento el dolor seguía siendo la sensación que ocupa su cuerpo, mientras sus pensamientos giraban de forma descoordinada sobre lo que estaba sucediendo, con el deseo de evitar otros castigos, comportase de forma que no provocara a la señorita, que la impulsara a castigarla, a azotarla, pero, se tenía que enterar, tenía que saber que había detrás de aquello. Nadie marcaba a un cliente. Entonces, ¿qué significaba lo sucedido, que sin duda alteraba todo cálculo sensato sobre lo que se hace en un salón de belleza? Su mente parecía reaccionar.

"Es absurdo, lo que ha sucedido es completamente absurdo..., imposible..."

"Como es absurdo que me haya dejado..., pero estaba atada... ¿y por que me he dejado atar? Acaso soy imbécil..., parece que lo fuera."

"Pero..., ¿dónde estoy? Que aún no lo sepa, cuando llevo casi una semana viniendo..., y soportando..., porque no es venir, es venir a dejarme hacer una serie de cosas..., no es posible..., pero claro, si esto es..." Y no sabía qué era, qué podía ser, aunque imaginaba y la respuesta la hacía temblar.

"No puede ser trata de blancas, porque no me dejarían salir, ni podría saber nadie donde estoy."

"Me han marcado y hablan de ello como si fuera algo normal..., y lo han hecho con dolor, me han hecho mucho daño, me han quemado..."

"Y he sido yo quien a pedido, rogado, que se me permitiera continuar... Pero no sabía lo que iba a suceder después. Pero la señorita me avisó..., y yo acepté."

"Y ahora quieren que lo convalide, que lo firme, que lo acepte formalmente..."

"Claro, está prohibido, es un delito, si no lo convalido y lo denuncio..., van a la cárcel. Si son ellos quienes deben estar asustados, no yo..., ellos se juegan mucho más..."

"A no ser que la otra vez firmara... Nadie me dijo lo que firmé... No lo leí."

"Y no son tontos, no dejarán algo como eso sin amarrar..."

"Y no sé cómo ha quedado, ni siquiera lo he visto." – Ahora estaba asustada pensando en cómo estaría la marca.

"Y las fotos, con ellas en sus manos yo también lo estoy. Estoy en su poder."

"¿Cómo voy a rebelarme?"

"Y quieren que pague"

"¡¿Y por qué voy a pagar?! ¿Qué voy a evitar si lo hago?"

La gobernanta examinó la marca de los números.

.- Es sorprendente lo bien que quedan, y la suavidad con que mantienen la piel. Veo que la llevas enculada. – Hablaba a la señorita.

.- Incomprensiblemente no tiene el culo bien rodado y se hace necesario prepararle para recibir las pollas con suficiente facilidad.

.- Sí que es raro que una marrana como esta no haya sido enculada lo suficiente para tener el culo preparado y poder presentarla al macho para ser usada por el culo con normalidad.

L no podía entender que las mujeres realizaran ese tipo de referencias, que hablaran de ese modo, con esa impudicia, sobre esos temas, pero tampoco se preocupaba por ello, ni por la constante alusión a la marrana, que encontrando denigrante admitía como algo entre ellas, estaba pendiente del dolor, que se mantenía presente y activo, como una permanente quemadura, y cuando era capaz de pensar su mente se dirigía a lo que sucedía en aquel lugar y a ese aspecto que quedaba pendiente, la firma de la solicitud, que no quería realizar, pero que sabía no tenía fuerzas para rechazar.

"Ya me han marcado, ya solo puedo intentar que me lo quiten..., eso será lo primordial... Pero, si pudiera vengarme..."

.- Déjame ver la solicitud. – Pidió la señorita Laura.

La gobernanta se la entregó. La señorita iría señalando en voz alta los aspectos más importantes.

.- Atiende a lo que vaya diciendo, Hembra, es lo más significativo y lo que más te debe interesar. Es una solicitud para permanecer durante 7 semanas en el club, por supuesto, recibiendo las atenciones adecuadas a una buena doma. – Miraba a L con una sonrisa entre burlona y divertida, mientras esta permanecía en posición de respeto, inmóvil, con el dolor en el centro de su cuerpo, por momentos dominando su atención que debía tener pendiente de lo que dijera la señorita y se esforzó por atender.

Curiosamente, ahora, la mención a las 7 semanas, aparecía como una garantía de salida de aquel lugar. Si se limitaba el tiempo de estancia a ese plazo, no debía tratarse de lo que había pensado. Entonces, ¿qué había detrás de todo aquello? ¿A qué se refería esa mención al club? La señorita cortó sus pensamientos. – Se convalida todo lo efectuado hasta ahora, incluido el marcaje al ácido del coño de la hembra y la colocación de la anilla nasal, que se dice efectuados, como efectivamente ha sido, en interés y a instancia de la interesada, que eres tú – la señorita sonreía al decirlo, si no había sido literalmente así, L había pedido continuar la doma y con las condiciones establecidas por la señorita, entre las que se encontraba recibir esa marca – se ha realizado como modo de identificación personal y vínculo con el club, al tiempo que supone una forma de señalarte y adornarte, que es motivo de vanagloria y orgullo para ti, por lo que manifiestas tu agradecimiento al club por haber admitido tu súplica para permitir vincularte y obligarte de modo tan especial al club, y luciendo los símbolos de tu vínculo. Se añade que, por tanto, existe conocimiento y consentimiento previo para marcarte – ya se mencionaba en el anterior contrato la posibilidad de marcarte y anillarte. – Se prevé el cambio a la marca definitiva que, como es lógico, indicará tu condición y número, y que se te grabará cuando se considere oportuno, en consonancia con la evolución del adiestramiento que recibes, y por decisión del club, para ti, por decisión mía, que aceptas desde ahora, por lo que ya no serás tú quien decida el cambio. – De nuevo, la señorita sonreía burlona. Y L pensaba en el sarcasmo de dar a entender que ahora sí decidía lo que se le había puesto. – Se hace referencia a los 6 días de prueba, en los que se han practicado, siempre conforme al escaso tiempo de permanencia en el club, las actividades normales del tipo de instrucción y disciplina que precisa una hembra como tú, y por tanto, son conocidas y realizadas por ti, que se continuarán efectuando siguiendo las mismas pautas, con las lógicas variaciones y añadidos determinados por la evolución del adiestramiento y las obligaciones que supone tú más estrecha vinculación al club. El pago, que realizará tu empresa, se hará cada dos semanas, por adelantado, por supuesto, después de las 4 semanas que ya están pagadas. Quizás, para no andar con demasiados pagos, se facturen las 4 semanas restantes de una sola vez, ya que te comprometes a estar ese tiempo. Como ya se establecía en inicio, en caso de que hubiere circunstancias que permitieran compensar lo adelantado, así se haría. – Era una leve esperanza de que podría concluirse antes. L quiso unirlo a las otras indicaciones que creía haber encontrado con motivo del pago que debía efectuar, para pensar en la posibilidad de acortar aquello, pero de inmediato llegó la contrapartida. – Por supuesto, se mantienen los motivos y tiempos de los posibles añadidos.

L se enteró de que eran 8 semanas en total, más el tiempo que se añadiera por incumplimientos. Y eso fue lo que más le interesó, casi lo único. Quiso decirse que transcurriría enseguida, pero después de lo que estaba pasando, de lo que acababa de suceder hacía tan poco, todo era mucho, demasiado.

.- Es una solicitud tipo para esta clase de marrana, con los añadidos que deseabas. – Era la gobernanta quien explicaba, dirigiéndose a la señorita Laura.

.- Bien. Los incumplimientos...

.- Castigados conforme las normas y las especificaciones deseadas, que la hembra ya conoce, y que no hace falta reseñar en concreto. Solo mencionaré los que suponen mayor tiempo de permanencia en la doma como consecuencia de incumplimientos que lleven aparejado ese tipo de ampliaciones, o como castigos, que las hagan ineludibles. De los castigos físicos, he reseñado los azotes por conocer el especial aprecio que tienes por ellos, pero lo añado en un anexo. La hembra admite conocerlos y los acepta en forma y cuantía, según los criterios propios y las decisiones específicas para cada caso concreto. Se añadirán unas fotos que muestren el estado de la hembra al firmar la solicitud, antes y después de ser marcada. – Ya sabía un uso que tenían las fotos, y que si solo fuera ese podía darse por muy satisfecha, ya que no evitaba el posible uso como arma contra ella. Esa idea llevaba a L a volver a plantearse el modo de eludir la firma, aunque, la existencia de las fotos en poder del… club, o lo que fuera – ese desconocimiento de lo que había detrás del "club" añadía otro aspecto perturbador y alarmante – era motivo más que suficiente para estar asustada y dependiente de lo que quisieran de ella; su firma poco suponía, solo la manifestación de su conocimiento y la aceptación de lo realizado, si se quisiera hacerle daño bastaría con mostrar las fotos a quienes interesara. L vuelve a preguntarse por qué se habían hecho, no había ninguna necesidad y menos las muestras impúdicas de su cuerpo.

"Pero, si se han hecho es por algo o para algo…, y me tienen cogida. Quizás sea eso lo que se ha pretendido, evitando que pueda reaccionar contra ellos. Si las mostraran todo lo que yo pudiera decir no valdría para nada."

Sería la señorita quien acabara de explicar.

.- Ya conoces cuales son las penalizaciones por incumplimientos, en castigos y en permanencia adicional, no hace falta repetirlas. El sistema de cómputo de los días que se añadan por incumplimientos se une al compromiso, para que no existan dudas sobre esa obligación adicional, que se establece como medio para alcanzar la doma que se pretende para alguien como tú, de quien no se puede estar seguro de la sinceridad de sus compromisos. Queda claro, que el documento no es un contrato de servicios por parte del club, sino una solicitud de formación y aprendizaje por tu parte, que te comprometes a recibir y pagar, según las normas y sistemas que se emplean en el club para instruir y preparar a quienes, como tú, solicitan que se les adiestre y forme, discipline y entrene. Estás obligada a permanecer durante el tiempo establecido y los añadidos a que den lugar los incumplimientos, porque se trata de conseguir que adquieras la preparación y el entrenamiento precisos para realizar aquello que da origen a este contrato. Por decirlo de forma más sencilla, debes superar las pruebas que acrediten el buen fin de la doma que recibes, tienes que ganarte tu aprobado, que indique tú capacitación para realizar idóneamente todo lo que una marrana debe llevar a cabo. Marrana, vas a ser domada como la marrana que eres, y yo seré quien te dome. – Era la señorita quien explicaba con contundencia, mientras L escuchaba como si estuviera en otro mundo, entendiendo las palabras pero comprendiendo su significado con dificultad, sin querer entrar en el contenido más ingrato, por no creerlo factible, o por no desear que lo fuera, aunque las palabras de la señorita dieran pie a pensar lo que no quería.

.- El club se reserva el derecho a dar por finalizado el acuerdo si, en su opinión, que será motivada y dirigida a tu empresa, cree que no se están consiguiendo los objetivos perseguidos, o la hembra no cumple con lo que nosotros estimamos necesario para alcanzarlos, en cuyo caso, se enviaría a quienes pagan los gastos del adiestramiento la información justificada de los motivos para dar por concluida nuestra intervención, perdiéndose las cantidades entregadas por adelantado.

Curiosamente, esa explicación, que ella acogía como una amenaza, esta vez fue fuente de relativa tranquilidad para L, que vio en ella la garantía de no producirse la situación que estaba pensando como posible objeto de todo aquello. Pero seguía sin comprender los comentarios ni lo que pudiera haber detrás de ellos.

.- Por supuesto, comunicaremos a tu empresa la prolongación del tiempo previsto, lo haremos como petición tuya, y ofreciéndoles acoplar el momento de estancia en el club a las necesidades que tengan de ti en la empresa. – De nuevo, una mención que venía a limitar su capacidad de reacción tenía esa otra parte positiva, que parecía indicar la inexistencia de los aspectos que más podía temer L, al supeditar a la conveniencia laboral los tiempos de permanencia en aquel lugar. – Y también por supuesto, aunque se te expulse, cumplirás el tiempo de doma que hayan merecido los castigos impuestos. No pienses, ni por un momento, que si incumples, podrás librarte de los castigos. Todo lo contrario, esos días que te queden, seguro que querrás no haberlos pasado aquí. – De nuevo, la señorita dejaba patente lo que sucedería, sin concesiones ni tapujos. L no se podría llamar a engaño, pero no era eso lo que le preocupaba en ese momento, si pudiera escapar aunque recibiera castigos, incluso sin merecerlos, lo aceptaría.

.- Tendrás que hacer un reconocimiento médico. Vas a estar varias semanas durante las que deberás cumplir con todo lo que es propio de tu condición y situación, lo que hace conveniente, más aún, necesario, que no presentes ninguna anomalía física o enfermedad que pueda suponer una contraindicación para llevarlos a cabo. Después, se mantendrá la vigilancia médica oportuna, bien por ser la que se exige aquí, bien porque lo señale el doctor. – Se dio por concluida la explicación, que en su última parte había hecho surgir toda clase de dudas en L, volviendo a aparecer los peores augurios sobre el lugar, que esas precauciones médicas venían a corroborar. Pero no quería creer en esos pensamientos, no era posible, había otras pruebas en contra, la principal el poco tiempo que se quería que estuviera en aquel lugar, y que se cobrase por lo que le hacían en él. Le vino a la cabeza: "además de puta, pago la cama".

.- Bien, que la hembra firme la solicitud.

Al coger el documento, L vio el encabezado de la primera página: "Solicitud de acogida, formación y prácticas, efectuada por (aparecía su nombre completo, y a continuación: conocida como HEMBRA 73 ), como complemento del documento firmado por la Hembra y el Club con fecha xxx", conforme a los métodos y usos propios del club, comprometiéndose Hembra 73 a cumplir fielmente con las normas, actividades y costumbres del club, realizando todo lo que es propio de este tipo de formación y prácticas derivadas, y en especial las disposiciones de obligado cumplimiento que se detallan a continuación, y cuya infracción será causa de las sanciones pertinentes. Todo ello con el objetivo de preparar a la hembra solicitante para el cumplimiento de los fines específicos de su condición y situación particular, según lo que es típico y común a estas y propias del club, en el que solicita ser acogida y adiestrada.

L, que no comprendía las referencias que leía, y menos después de esa amenaza, que para ella no lo era, de expulsión si no cumplía perfectamente con lo que se deseaba de ella, no podía evitar mostrarse dubitativa, vacilante, había llegado el momento de firmar y las 7 semanas pesaban sobre ella, y convalidar la marca que acababan de ponerla suponía quedar formalmente en manos del club, sin poder plantear la exculpación de haber sido forzada a la realización de los actos que se había visto obligada a efectuar. Tenía el documento en la mano, quería leerlo, pero sus ojos no pasaban de esas primeras líneas, solo pensaba en cómo negarse a firmar. Pensaba en ello como en la última defensa que podía presentar, pero las fotos surgieron en su mente, comprendió que poco podía defender si aparecían. Un estremecimiento la recorrió, auténticamente atemorizada de que eso pudiera suceder. Acababa de realizar algo mucho más peligroso y degradante. A pesar de ello y de su estado, que difícilmente le permitía pensar con claridad, se percataba de que aquello no respondía a nada normal. Pero ¿qué había de normal en lo que sucedía en aquel lugar? Todo era anormal, comenzando por no saber qué se quería de ella. Su mente daba vueltas a esa idea, cuyo conocimiento aclararía muchas cosas. Pero era una última instancia para la que prácticamente carecía de tiempo, y la señorita iba a recordárselo.

.- Hembra, ¿a qué esperas?

L recibió el aviso con un sobresalto, no quería firmar y la señorita la exigía hacerlo y de inmediato. Era ella quien había pedido, implorado, que se la permitiera continuar, ser domada. No podía desobedecer, sentía que no se atrevería a insubordinarse, no ante quien había humillado, que tenía el poder de ponerla esa marca. Se percataba que lo mejor para ella era mantener las mejores relaciones con esas mujeres, disimulando su desagrado por lo que se quería de ella, hasta poder escapar de allí.

"Y una vez fuera, no podré hacer nada contra ellas mientras tengan las fotos." – Y era cierto, ahora estaba más sujeta que nunca.

Pensó en las marcas que acaban de grabarse sobre su sexo, eso era lo importante, eso era lo que había que solucionar, y las fotos, cuyo solo recuerdo la dejaba indefensa, firmar un papel poco añadía, de poco servía si no quisiera cumplir, solo serviría para dar una excusa para que el club la echara, si así lo quisiera, encontrando en ello el pretexto que, ella sí, necesitaba, no se planteó nada más, dejando a un lado sus intentos de rebelión, que sabía no sería capaz de mantener, firmó.

La gobernanta cogió algo de una copiadora que tenía sobre una mesita adjunta. Lo puso ante L.

.- Firma también estas fotos. – Debían ser algunas de las acabadas de hacer, estaban colocadas por el reverso y no se veía cuales eran, pero eran bastantes. Debían haberlas enviado por el ordenador y la gobernanta las había sacado en papel, que ahora quería que ella firmara. Sabía que si lo hacía daba carta de naturaleza a su realización, aceptándola, pero eso ya se decía en la solicitud. Firmó las hojas, sin saber que fotos firmaba, y quizás fuera lo mejor, aunque pensara que serían las más desagradables por desvergonzadas.

.- Marrana, inclínate sobre la mesa. – Era la señorita quien ordenaba. Asustada, L se inclinó, apoyándose sobre la mesa de la gobernanta. - ¿Te importa? – Preguntó la señorita a esta.

.- En absoluto.

L no sabía a qué se refería la señorita con ese: "¿te importa?" La señorita le sacó el objeto del culo y se lo puso ante la boca, que L de inmediato abrió para facilitar que lo introdujera en ella, mientras la gobernanta la cogió por ambas manos, tirando de ellas. A esas alturas L no tenía que adivinar lo que iba a suceder. Temblaba al pensarlo.

.- Marrana – Ese nombre la sonó de forma diferente a otras ocasiones, ahora le escuchaba como algo propio, el suyo – no tolero insumisiones, ni conatos de desobediencia como el que acabas de perpetrar. – Sin más, actuó.

ZAS

.- ¡AAHHGG!

El golpe había caído sobre el culo de L con brutalidad, como si la señorita quisiera castigar, enseñar y demostrar a la propia L, y quizás a la gobernanta, como se domaba a una marrana, a esa marrana que la propia gobernanta cogía con firmeza para que recibiera el castigo, y de quien había tenido que tirar con todas sus fuerzas para evitar que se desprendiera de la sujeción cuando cayó el golpe sobre su culo.

ZAS

.- ¡AAHHGG!

ZAS

Ahora, la gobernanta tiraba de las manos de L, pero no porque ésta forzara para escaparse, sino para mantenerla sobre la mesa y evitar que se escurriera al suelo, sin fuerzas para permanecer en ella.

.- ¡AAHHGG!

.- No te castigo más porque acabas de recibir la marca, pero la próxima vez no seré tan indulgente.

La gobernanta soltó las manos de L que tuvo que hacer un esfuerzo para no dejarse caer al suelo, luego la sacó el falo de la boca, entregándoselo a la señorita que volvió a metérselo en el culo. Ahora, sin el objeto en la boca, debía contestar al generoso proceder de la señorita para con ella, ya podía hacerlo y lo hizo, casi sin habla.

.- Gracias, señorita Laura, por corregirme y disciplinarme.

Y la señorita le presentó ante los labios la caña, que no dudó en besar.

.- Gracias, señorita Laura.

.- Va aprendiendo.

.- Como verás, no como debiera, pero lo hará, ya lo creo que lo hará, no por falta de raza carece de instinto y sabe perfectamente lo que la conviene.

Después de la firma del documento ante la gobernanta esta lo guardaría, sin mencionar que hubiera una copia para la hembra, que dejaría el despacho, sin haberse atrevido a preguntar por ello. Haría el regreso desnuda, al trote, por los pasillos de la casa.

La última parte de la sesión de doma sería más corta y lo que se la demandara, menos exigente.

Ese día, al finalizar la doma, la señorita la dejaría al cuidado de una criada que se ocuparía de examinar la nariz y el culo, comprobando su estado y curando el segundo, donde los azotes recibidos habían producido ligeras heridas.

.- Aunque curaran enseguida procura no sentarte y duerme boca abajo. – Sería la recomendación de la criada. Para L lo más importante era que sanaran y no dejaran marca, y eso parecía que no iba a ocurrir.

La presencia de la marca y sobre todo el número sobre el sexo, tuvo otra consecuencia.

.- Como comprenderás no es pertinente ir marcada y ocultar la marca, así que llevarás tangas sin entrepierna, como el que te voy a entregar para que te pongas a partir de ahora.

Se pondría la prenda, que dejaba el coño completamente al descubierto al pasar por sus laterales unas estrechas cintas, que se unían sobre el monte de Venus formando una especie de alas, por encima del nombre grabado, por detrás se convertían en una que pasaba entre los carrillos del culo. Era no llevar nada cubriendo el sexo.

.- Bien, ya sabes cómo es, cómprate otros iguales. Ahora puedes quitártelo para evitar que pueda rozarte. – Fue todo un detalle de la señorita, que L agradeció y no con ironía.

.- Gracias, señorita Laura.

.- Para que estés más distraída, no te voy a quitar la verga del culo. Llévala toda la tarde.

.- Gracias, señorita Laura.

Resultaba patente la actitud entregada y sometimiento de L.

.- Y para que obtengas mayor complacencia en la nueva situación que has alcanzado, te he elegido unas prendas que te permitan mostrarte mejor.

L, no pudo evitar un estremecimiento, y no le faltaba motivo. La señorita le entregó una camiseta, era muy fina, se la puso, cuando la tuvo puesta resultó ser también muy corta y ajustada, holgadamente por encima del ombligo y dejando apreciar los pezones, que se pegaban a la tela sin que un sostén sin copas, que también se apreciaba bajo aquella, disimulara su presencia. Ya nerviosa, L se puso la falda, lo primero que sintió fue el roce sobre las nalgas, que aportó otro susto a L, al percatarse de que con solo ese roce se reavivaba el escozor en algunos puntos de la carne, lo que indicaba que, muy probablemente, estaban heridos. Temió porque pudiera haberse equivocado en su apreciación anterior y fueran heridas perdurables. Con ese temor en el cuerpo se percataría de que la falda era aún más corta que la que habitualmente llevaba, incluso que la del día anterior, llegando a cubrir escasamente el borde de las medias, que debería llevar muy altas para evitar mostrar el tramo final. Pensó en cómo quedaría cuando se sentara, estaba obligada a mantener las piernas juntas y, aún así, mostraría buena parte de los muslos. "Es imposible ir así". Se dijo con desánimo. "Y los números en… el sexo… Van descubiertos. No puedo ir así… No, no puedo…" "Con esta falda, al sentarme, será muy difícil no mostrar el sexo… No puedo ir así… No, no, no."

Por último, la señorita le entregaría otras sandalias, L temió algo parecido a lo ocurrido con las otras prendas, y lo era, las sandalias tenían un tacón más alto, superaba los 12 cm. Se las puso.

.- A ver, muévete un poco, que vea como te sienta el conjunto. – L lo hizo. – Deliciosa. Estás preciosa, los señores no te van a dejar en paz. Eres una bomba.

.- Señorita….

.-Habla, marrana.

El apelativo sigue sonando de modo especial ese día.

.- Señorita…, pero... son demasiado cortas..., no..., no... – no se atrevía a decir que así no podía ir, ya era demasiado como iba con las otras prendas, y tenía que trabajar, estaba en una empresa donde no podía aparecer de ese modo – no debo estar así en la empresa..., señorita, no es lo correcto.

.- Claro que lo es, Hembra, para una hembra como tú, lo es, para cualquier hembra de tu condición lo es. Si no presumes tú de buenas patas, ya me dirás quien lo va a hacer. Las tienes para enseñarlas. Tienes que lucirte. Y menéate con gracia, sobre todo el culo, que atraiga todas las miradas. Y recuerda que no debes llevar ninguna prenda que descienda por debajo de las faldas, debiendo quedar siempre visible el borde inferior de ellas. Mañana vete a esta dirección en ayunas y lleva un recipiente con orina, quiero que se te haga un reconocimiento médico. Después vendrás aquí, directa e inmediatamente.

.- Sí, señorita Laura.

.- Ten, ponte esta chaquetilla para que no pases frío de aquí al coche.

Se pone la prenda, es tan corta que apenas llega a la parte alta del culo, pero eso no es lo peor, sino ese aspecto juvenil, con varios colores, que la hacen completamente inapropiada para L. Tendrá que volver a buscar algo que sustituya a esa prenda, tal como hiciera con la que se la diera la primera vez.

.- No olvides el pago que tienes que hacer.

.- No, señorita.

.- Mejor es que lo hagas de una vez.

.- Sí, señorita Laura. Señorita

.- Dime, marrana.

.- Tendré que ir al banco.

.- Ve después del reconocimiento médico. Y después ven inmediatamente.

.- Sí, señorita.