L 8

L intenta acabar con su situación.

L intenta acabar con su situación, primero buscando apoyo en la empresa, después tratando de comprar a la señorita Laura.

J conoce lo que está pasando en el club, y aunque confía en la experiencia y saber hacer de sus gentes teme que L reaccione e intente sustraerse a lo que está pasando, reacción que, de producirse, J quiere controlar en la empresa, cortando los posibles intentos de escape de la chica. A J le parece excesivo lo que está sucediendo pensando que L no podrá soportarlo. Ha dado su opinión y ha recibido por respuesta que saben lo que hacen y que la joven está siendo tratada de acuerdo a su situación y carácter, y está respondiendo del modo adecuado, por lo que no encuentran motivos para la preocupación, pero él no las tiene todas consigo.

El lunes por la mañana J sube a ver al presidente para informarle del coste de los arreglos de L. La factura es elevada, se pasan las 4 semanas comprometidas según un coste básico, que se anuncia, se verá incrementado en función del mayor tiempo de dedicación que se estima será necesario, por lo que seguirán llegando más facturas correspondientes a los mayores servicios. Quiere aparecer, de nuevo, como el defensor de la buena administración y al tiempo crítico con lo que está haciendo la joven.

.- Sí, es más caro de lo que me podía imaginar, pero las relaciones con MCM bien lo merecen. Y no olvides que L nos está haciendo un favor, y no al revés. – Responde el presidente.

.- Lo que deberíamos hacer es escribir a MCM, creo que tú debieras hacerlo al presidente, por deferencia y por el interés personal que tiene en este asunto. Le explicarías lo ocurrido y, por supuesto, diciendo que su modelo – creo que es conveniente darle coba, aunque todos sepamos que la idea fue tuya – está ya en buenas manos y que desde el jueves pasado está acudiendo a uno de los mejores salones de belleza para completar lo que el fotógrafo desea que se haga. Con esto aparecerá patente que lo que hacemos tiene el único objeto de conseguir la mejor realización de las fotos, insistiendo en que se nos ha garantizado el cumplimiento de los plazos para tener las pruebas en 4 semanas. L irá al salón durante el tiempo recomendado, es decir 4 semanas, aunque siempre sea posible hacer las pruebas cuando se quiera.

.- Me parece muy bien, ¿por qué no lo escribes tú, que te lo sabes tan bien y lo firmo yo? Pero no des a entender que creemos que la idea ha sido suya, luego lo dirá. Ha sido mía.

.- Muy bien. – Sonrió ante la afirmación del presidente. ¡Le iban a decir a él de quién había sido la idea! Ya tenía escrita la carta, solo la variaría para atenerse a esa indicación del presidente, que llevaría a cabo con agrado, que el presidente quisiera aparecer como autor de la idea le convertiría en inestimable impulsor de lo que deseaba J. Se la pasaría a firmar en cuanto simulase que había podido escribirla, encargándose él mismo de enviarla esa misma mañana y por un propio, para asegurarse de la recepción. Luego él enviaría algo similar a su contacto en MCM. Con todo ello quería comprometer al presidente en la realización de lo que se estaba haciendo a L, cortando las posibles vías de escape de esta.

.- Entonces, digo que se pague la factura del salón de belleza de la chica.

.- Me parece bien.

.- Como tú mandes.

J también quería dejar pagado esa mañana el salón de belleza, sabiendo que eso obligaría a L a pensarse dos veces dejarlo y al presidente a tolerárselo. Iba dejando apoyos que pudiera utilizar para controlar las reacciones de la chica.

J había pensado en lo que L soportaba en el club para lo que no encontraba explicación aun conociendo la situación de la joven, sus embustes y engaños. No solo se la maltrataba y humillaba, se la obligaba a realizar actos que solo una puta muy curtida realizaría. Se decía que eso sería lo que querrían que hiciera como marrana, pero parecía muy pronto para que lo efectuara sin querer responder, escapar. No parecía posible que pudiera llegarse a tanto en tan poco tiempo, y se preguntaba por qué en el club podían estar seguros de que continuaría sometiéndose, y solo encontraba una respuesta, si lo había soportado continuaría haciéndolo.

"Pero por algo lo hace y no encuentro causa suficiente que lo justifique." Y eso le preocupaba. No le gustaba depender de algo que desconocía, quizás, solo de la suerte, lo que le dejaba en una situación en que no podía actuar ni influir en caso de necesidad. Si la joven intentara romper, como sería lógico pensar, no sabría que teclas había que tocar para volver a someterla.

J pensó de nuevo en las explicaciones que le diera el director del Club sobre la tolerancia durante los primeros 10 días, posiblemente se estaba refiriendo a esto, si aguantaba se metería en una situación de la que resultaba cada día más difícil salir, pero solo habían pasado la mitad de esos días, y L estaba soportando lo insoportable. A estas alturas, la joven tenía que ser consciente de lo que suponía todo aquello, y de que no se hacía porque sí, que todo lo que se la obligaba a realizar tenía que tener un motivo, y muy importante.

"No puede ser tan pánfila que no se percate que lo que se hace con ella tiene una causa y un objeto. Se tiene que estar preguntando él por qué de todo eso. Claro que la respuesta real no es fácil de encontrar. Pero, aún así, debería reaccionar." Y J temía la reacción, que preveía en consonancia con lo que estaba padeciendo.

J, que jamás hubiera pensado en que las cosas se desarrollarían del modo en que lo estaban haciendo, tenía que admitir que estaban dando resultados y muy buenos, y extraordinariamente rápidos, quizás en eso estaba la mayor ventaja, pero también el mayor peligro, temiendo que no podían mantenerse en el nivel de exigencias que ahora tenían, eso no habría nadie que lo soportara. Hasta tal punto estaba sorprendido y confuso, que no había querido hablar de ello con su socio, como si nada supiera, comentando únicamente que la joven estaba en el club y que allí se ocupaban de todo, y al parecer de forma bastante eficaz.

Pero no podía evitar la preocupación y nerviosismo que le producía el miedo a una reacción de L, que temía pudiera producirse en cualquier momento, de ahí su interés en involucrar al presidente lo más posible y estar prevenido para dar la respuesta adecuada si la joven intentaba escapar del club. J tenía la misma idea que L sobre lo que está podría contar. No la veía explicando lo que hacía y la hacían en el club, por lo que no sería fácil plantear su huída del lugar en base a lo que sucedía en él, pero algo debería decir si quería, como él no dudaba que quisiera, salir de allí, y eso era, precisamente, lo que él tenía que contribuir a evitar. Pero, era él quien no encontraba base suficientemente sólida para pensar que la joven accediera a continuar. Si ella estuviera decidida a salir de allí no sería posible retenerla. No comprendía cómo estaban tan confiados en el club.

Y cuando J estaba en esos pensamientos, una llamada del director del club aportaría algo que le dejó aún más perplejo.

.- Quiero avisarle que a nuestra marrana se le ha practicado una perforación en la nariz para ponerla una anilla. Espero que le guste.

.- Entonces, ¿va todo bien? – En la pregunta dejaba entrever sus temores.

.- Mejor de lo previsto.

.- Y la... marrana...

.- Responde adecuadamente, sin intentos serios de rechazo, ni muestras decididas de disconformidad. Se acomoda a prácticamente a todo lo que se le manda. Nos gustaría que denotara mayor resistencia, cierta raza. Una buena doma requiere vencer las oposiciones que manifieste el animal, domeñarle e imponer la voluntad del domador, y si es con una buena dosis de firmeza y exigencia, mejor. El animal tiene que saber quién manda, quién es su amo y que éste puede hacer uso de la fuerza, de los castigos, debe temerle tanto a él como a las consecuencias de una acción indebida, para que no se le ocurra realizarla en un momento que pueda crear problemas al amo.

.- Comprendo. Así que seguimos como hasta ahora.

.- Por supuesto.

.- ¿Aquí hay que hacer algo?

.- Exigir, forzar y en su caso castigar. ¡Ah! Por supuesto, la anilla no se puede quitar a voluntad de la marrana.

.- ¿Qué quiere decir? – J había entendido pero, como sucedía a menudo con los comentarios del director del club, precisaban de una explicación ulterior, para asegurarse de que las cosas eran como parecían.

.- Es fija. Aunque se pueda retirar, por no ser la definitiva. La que lleva va en la carne, la definitiva irá en el tabique, que es donde se ha perforado y cauterizado al fuego

.- ¿Cómo? – La pregunta, cortando al director, salió tan alarmada como incrédula. Luego continuaría con más calma. – ¿Qué quiere decir?

.- Para cerrar bien la herida en el cartílago. – Sería la explicación, como si fuera lo más natural. – Es un buen procedimiento, que además supone un doloroso sometimiento que viene muy bien al animal en doma. Para poner la anilla definitiva tenemos que esperar a que cure. Pero ella no puede retirar la que lleva, porque no sabe, y si lo consiguiera, cosa harto improbable, no podría colocarla de nuevo y se sabría lo sucedido, y ella sería castigada con toda severidad.

.- ¿Y sigue sin reaccionar? – La pregunta volvía a surgir incrédula.

.- Pensamos que está reaccionando de la manera adecuada y lógica… – El cinismo del director exasperaba un tanto a J, que estaba más que preocupado por esa posible reacción.

.- Perdone, pero a mí no me parece lógico lo que está soportando. Me maravilla que lo haga y no intente nada para evitarlo.

.- Mientras sea en privado y piense que no será conocido lo soportará. Otra cosa será cuando tenga que hacerlo públicamente. Pero cuando eso llegue estará preparada para realizarlo. Todo depende de la preparación. Como en la mayor parte de las actividades, y más en la domesticación de un animal. Por supuesto, es posible que tenga algún intento de rehúse. – J, que no lograba asumir ni las explicaciones ni, mucho menos, la tranquilidad de su interlocutor, no pudo evitar que la manifestación final le afectara.

.- ¿Qué puede hacer? – Preguntaba con temor a la respuesta.

.- Poco. Indudablemente quisiera dejarlo o, en su defecto, cambiar de domadora, pensando que con ello eludiría la doma.

.- Lo que no es factible. – Quería animarse él mismo.

.- No. No vamos a cambiar nada porque ella lo quiera.

.- Pero, acaso, sería una forma de ganar tiempo.

.- Tiene que estar siempre sometida y soportar lo que se la imponga. No estamos para sus caprichos, para eso está una buena caña.

.- Mientras lo soporte.

.- Soportará todo lo que sea necesario para su doma.

.- Y mejor será que no pretenda ningún cambio.

.- No, lo mejor es que sepa que no se va a salir nunca con la suya, y que se la impedirá cualquier intento de incumplir con sus obligaciones, y de modo concluyente y doloroso. Está comprometida y los compromisos hay que cumplirlos siempre. Que lo hubiera pensado antes de comprometerse.

J no sabía a qué compromiso se refería el director cuando todo, de un modo u otro, había sido impuesto, pero ya conocía su cinismo.

.- Usted acaba de decir que soporta todo en privado y que de pasar a ser conocido sería cosa muy distinta, y va a venir con esa anilla en la nariz, y no creo que sea muy grato para ella que la veamos así.

.- Menos grato sería que se hicieran públicas sus mentiras. La anilla es una humillación, sus falsedades representan la pérdida de su posición. Ella lo sabe tan bien como nosotros, de ahí que soporte la humillación para evitar que no se conozcan sus mentiras, lo que, además, puede llevar aparejado la publicidad de sus humillaciones, o parte de ellas. Nosotros podríamos explicar y ella lo sabe.

.- Pero… eso no nos convendría.

.- Eso a quien no convendría es a ella. Nosotros somos lo que somos y quien viene aquí lo sabe, incluidas las marranas.

J, siempre quedaba muy lejos de la seguridad y confianza que expresaba el director, sin que lograra hacerlas suyas. Temía que, si por cualquier motivo, saliera a la luz lo que sucedía, se viera salpicada la empresa y él en particular. Solo la idea de que eso nunca hubiera sucedido y la seguridad del director, suponían cierta tranquilidad. El club se jugaba mucho más. De nuevo se preguntaba por qué accedían a ocuparse de un asunto como ese. Tenían que estar muy confiados en que no iba a crearles problemas.

"Espero que acierten." – Él iba a colaborar en todo lo que pudiera, y esos días podían ser trascendentales para la realización de su proyecto y para su tranquilidad.

.- ¿Y va todo conforme a los plazos normales?

.- Normales, pero expeditivos, debido a la prisa que hay por tenerla domada.

.- No hubiera creído que saliera tan bien y tan rápido.

.- Queda lo más importante, pero creo que no habrá problemas en tenerla de marrana dentro de un tiempo que nos satisfaga, aunque nos acomodaremos, en lo posible, a sus plazos.

.- Gracias. – Agradecía al director, tanto su oferta como, y era aún más importante para él, la seguridad que le trasmitía, y que necesitaba para su propia tranquilidad. Pero no había pasado por alto esa referencia a acomodarse "en lo posible", que suponía que, en última instancia, sería en el club donde se decidiera qué hacer con la joven. – Ha dicho usted que aquí se exija a la hembra. ¿No será mejor darla un poco de esperanza en que va a recuperar su posición?

.- No tenga miedo en exigirla. Pero si cree que esa esperanza es buen argumento para motivarla y que así esté más dispuesta a obedecer, ofrézcasela, pero sin que eso suponga ceder en las exigencias, ni en los castigos si no cumpliera como debe. Pero es cosa de ustedes. Con nosotros no va a tener ninguna esperanza de benevolencia.

"Este debe pensar que aquí la podemos azotar como hacen en el club." – Se dijo J al escuchar la referencia a los castigos.

.- Por cierto, hoy va enculada. Se lo digo por si le apetece verlo y, acaso algo más. – Reía socarrón. Colgó sin decir nada más, dejando a J tan alterado como confuso, y de inmediato ansioso y excitado con la idea del culo de L penetrado por el objeto que la hicieran llevar.

"Este cabrón me va a tener excitado pensando en el culo de L."

"Y se reía…"

"¿Será cierto? Debería comprobarlo. Estoy creyendo todo lo que me dicen sin comprobar nada."

"¿Cómo lo conseguirán?

Dudaba para de inmediato aceptar la veracidad de lo que le decían, queriendo que fuera cierto y ansiando poder comprobarlo.

"Y L sigue tolerando. ¿Por qué no se quita eso? Seguro que se lo quita nada más dejar el club. Nadie va a saber si lo hace. Porque no va a temer que alguien quiera comprobarlo. Claro que este hombre me propone que lo haga yo, y… más…" – Sonreía entre confuso, alterado y excitado con la propuesta.

Por la tarde, cuando L está en la empresa, J vuelve a subir al despacho del presidente. Lo hace cuando sabe que está el Director General con él. Quiere que este también conozca los gastos de L, al tiempo que tratará de prepararles para no aceptar los posibles intentos de la joven de escapar del club. Aprovecha la reunión que suelen tener ambos antes del comité de dirección para pasar a decirlo.

.- Me parece que no tiene entidad para comentarlo en el comité.

.- No, no hace falta. – Es el presidente quien lo dice.

.- Seguro que no son baratos. – Es el director quien lo comenta en una forma de pedirlos, lo que J capta y entrega la factura, que es lo que quiere hacer.

.- Es por 4 semanas anticipadas, cobran por anticipado porque L ha aprovechado – lo dice con retintín – una oferta especial por 4 semanas, pero que tiene un contenido que, me parece que se está desbordando, con lo que el coste total subirá, y previsiblemente, bastante más. La niña, por lo visto, necesita muchos arreglos. Supongo que estará contenta con el lugar.

.- Bueno, J, no te pasas con ella, lo hace porque nosotros lo hemos querido. – Era el presidente, que comprendía que las críticas a los gastos de L podían referirse a él también. – Diré que suba y nos lo cuente.

Eso era lo que J deseaba, aunque fuera dar la oportunidad a la joven de que planteara su respuesta a la situación que padecía, si lo hacía delante de él podía controlar la situación. Quería evitar que lo hiciera directamente al presidente y este cediera a sus demandas. Además, quería que el presidente y el director general vieran el modo de vestir de la joven, a lo que ahora se añadiría la presencia de esa anilla, que le tenía desconcertado y también curioso, sabiendo que no lo acogerán precisamente con alabanzas, y que será un dato negativo más a apuntar en el debe de la joven, que contribuiría a la consecución de sus objetivos, tanto por el hecho en sí como porque el presidente no podría evitar pensar en su mujer, que pudiera ver a L ataviada de ese modo, si ya pensaba en que era una descarada ahora diría que tenía a una puta en la empresa y que había que echarla de allí, a no ser que quisiera corromper a sus empleados. J disfrutaba con esos pensamientos, que en buena parte respondían a la realidad. Pensó que posiblemente supieran algo de la forma en que iba vestida por comentarios de algún directivo, pero pocos la habían visto y seguro que no se esperarían lo que iban a contemplar.

"Espero que venga como estos días, y no me estropee la presentación."

Pero pensaba en el culo penetrado, deseando verlo y comprobar que L se atemperaba a llevar ese objeto y no se lo quitaba.

"Claro que el presidente puede querer que se vista normalmente, para evitar que se la vea de ese modo y se lo digan a su mujer. En ese caso, tengo que reconducir la demanda a otra que signifique estar poco en la oficina, para que sea vista lo menos posible. Ya viene poco, pues que venga aún menos y se pase el día en el burdel. Es el sitio más conveniente para ella." Se diría con cinismo.

Pero J también quería que L se comprometiera personalmente a permanecer en el club, y que lo hiciera ante sus jefes. Pero no estaba para nada tranquilo, si la joven se empeñaba, aunque no diera buenas razones, sería muy difícil evitar que dejara el club. J pensó en la seguridad del director del club buscando en ella la que le faltaba a él.

Sería el presidente quien sacaría el tema de la forma de vestir de L.

.- Por cierto, hay ciertas cosas que he oído y no me gustan, y que pueden crearnos problemas.

.- ¿A qué te refieres? – Era el director general quien preguntaba.

.- Me han comentado que está apareciendo con una forma de vestir que no me gusta nada.

.- A mí tampoco me gustan nada. – Era J que incidía en lo mismo.

.- Estará ensayando a vestirse de gata. – El Director hacía el chiste.

.- No sé si es de gata, pero ella me ha comentado que lo hace porque así lo quiere el fotógrafo, para que se acostumbre a presentarse algo más informal..., la verdad, no lo entiendo... ni me lo creo. Todo esto me suena a camelo. Lo que no sé es por qué lo hace, lo que me gusta aún menos. – De nuevo, J aparecía como quien menos propenso era a acceder a los modos de la chica, y a creerse sus explicaciones. – No me creo lo que dice ni sé por qué miente, lo que me hace estar en guardia. Por si acaso, quiero que entienda que tiene un compromiso que no vamos a permitir que rompa sin muy serias consecuencias para ella.

.- Yo tampoco creo esas explicaciones. Y si no son ciertas, estoy con J en que hay que vigilar sus pasos, y dejar claro que queremos que salga todo según lo comprometido. No podemos incumplir.

.- Eso ni se plantea. – Era el presidente, reaccionando como pensaba y quería L. – Pero ahora veremos cómo va.

.- A mí eso me importa menos, y además ya a nadie sorprenden las indumentarias de las mujeres... – Era el director general.

.- Pero son cosas que pueden crear problemas… En una empresa hay que cuidar las formas. Y esta tiene aspiraciones.… Y hay conductas que pueden crear situaciones poco gratas. – J, no podía evitar ver la sombra de la mujer del presidente detrás de sus palabras. Y él estaba dispuesto a no luchar por el mantenimiento de la indumentaria de L a cambio de que el presidente insistiera en su permanencia en el club.

.- Me parece que va dejando de aspirar.

.- ¿Tú crees? – J no supo si la pregunta, que surgió completamente espontánea, indicaba una esperanza del presidente o solo su sorpresa ante algo que no tenía previsto.

.- Y si no, es lo que hay que decir, eso seguro que reducirá alguna situación poco grata. – Estaba dando la idea al presidente, de cómo responder..., a la presidenta. – Y si su modo de vestir es incorrecto, puede ser un buen argumento para explicar esa pérdida de aspiraciones. Quizás signifique que ahora tiene otras, o se justifique frenar las anteriores.

.- Sí, frenar ciertas aspiraciones no es mala idea. – El presidente parecía indicar la actuación en ese sentido.

.- Es muy joven, y no está preparada para asumir unas responsabilidades que no son propias de su edad. Cada cosa a su tiempo. Ahora puede que haya encontrado otro tipo de intereses.

.- Tienes razón, y es bueno que ella también se percate de que debe ir por sus pasos, sin pretender correr más de lo debido. Y si no se comporta apropiadamente, debe saber que eso tiene consecuencias.

.- Y que si crea problemas es justo que lo pague. – J insistía. – Y ahora, que realice bien lo que se le ha encomendado y ella misma ha admitido y organizado a su gusto. Y si no importan mucho los modos de vestir, si que nos importa que cumpla con MCM. Que vaya como quiera, y en todo caso, que no venga por aquí mientras esté con sus líos de fotógrafos y salones de belleza. Ya se pasa casi todo el día fuera de las oficinas.

.- Me parece muy bien. Si no aparece convenientemente, que venga menos. O no venga. Será un buen aviso para que se entere de que hay cosas que no nos gustan. – El presidente había encontrado una buena excusa para salvar la situación, y quitarse el problema de la joven apareciendo de modo poco apropiado y que su mujer acabara enterándose, lo que era seguro, y J también solucionaba su problema, caso de que en el club insistieran en que siguiera vistiendo como lo hacía, aunque ello supusiera mermar las oportunidades de mostrarla ante los empleados. Sin duda era mucho más importante que pasara más tiempo en el club que en la empresa.

A pesar de todos los intentos de L por darse fuerzas y firmeza, cuando salió de casa para dirigirse a la oficina lo hacía desazonada. Si no se explicaba cómo podía haber permitido que la pusieran la anilla que colgaba de su nariz, menos aún comprendía sus propias acciones, cómo era posible que se hubiera mostrado como una puta, que hubiera tolerado que ese hombre usara de ella.

Se daba cuanta que estaba actuando como una puta, realizando acciones impúdicas propias de una puta, y esa misma mañana había sido entregada para que se la tomara como si fuera una puta.

Y tenía que ver al presidente y lo hacía vestida de un modo impresentable.

"Y con ese objeto en el culo…"

"Sin ropa interior."

"Quizás sea mejor hablar con J y que no me vea R."

Según se acercaba a la oficina la desazón se transformaba en angustia. No podía ir así.

"Tengo que romper… ¡y ya!"

"No puedo esperar más."

"Hoy lo tengo que dejar arreglado."

"¿Cómo he podido hacer lo de esta mañana?"

"Me han tratado como a una puta… ¡Y yo he actuado como una puta!"

"¿Cómo he podido mostrarme como lo he hecho?"

"He gozado y delante de ellos… Es horrible. Tienen derecho a pensar que soy una guarra."

"Era como si me gustara hacer todas esas...? – No quería ni emplear las palabras necesarias.

"Tengo que acabar hoy, tengo que acabar hoy."

"Todo es absurdo pero, en buena parte, no dejo de tener culpa yo. He antepuesto mi situación en la empresa a todo lo demás."

"Pero no quiero perderla… ¡es mi vida! No voy a dejar que esa miserable la destroce."

"Si tengo que pagar a esa puta, pagó, pero dejo ese lugar. Aunque tenga que endeudarme, acabo."

"Pero cómo he llegado a esto."

Pensó en el tiempo que llevaba acudiendo al salón, eran solo unos pocos días, parecía imposible que en ese escaso margen de tiempo hubiera cedido tanto, y lo peor era que cada vez se sentía más cogida y veía más difícil la salida, hasta el punto de no atreverse a romper por las bravas y seguía obedeciendo los mandatos de la señorita, incluso fuera del salón.

"Tenía que haber cortado el primer día. No permitir que esa golfa me tocara."

"¿Y cómo explicar lo que me sucede? No puedo… todo es terrible."

"Estoy convirtiendo al fotógrafo en el chivo expiatorio, y si un día alguien hablara con él… se sabría que he estado mintiendo."

"Tengo que arreglar esto ya. No puedo seguir en una situación que supone un riesgo permanente,"

Al llegar al edifico de la empresa intentó recuperar el ánimo, al menos aparentar toda la normalidad que su forma de mostrarse permitía. Fue a su despacho, que cada vez veía más como una especie de casamata donde se resguardaba de lo que le ocurría fuera.

Al poco recibió una llamada para subir a ver al presidente, volviendo a ella la sensación de angustia. Se planteó cómo hacerlo. No estaba presentable, no quería aparecer vestida de la forma en que iba, ya era suficiente mostrar la anilla en la nariz, pero si a eso se añadía la falda, la camiseta, las sandalias, el maquillaje, la imagen que ofrecía era la de una… fulana. El objeto en el culo se hacía mucho más patente, consiguiendo añadir un nuevo temor, este de que se pudiera escapar, o ser percibido, o visto. Nada de ello era probable, pero el miedo no desaparecía. Ahora tenía la sensación de que la falda era más corta, que existía el peligro de que un movimiento incontrolado pudiera elevarla y dejar el culo al aire, pero no podía llevar una mano detrás. Había cogido una carpeta para llevar algo en la mano rompiendo la postura obligada, y al tiempo poder cubrirse con ella, al menos parcialmente.

El dolor, que permanecía en la nariz, aportaba otra circunstancia que dificultaba lo que quería hacer. A pesar de ello y de lo que suponía aparecer del modo en que iba, salió hacia el despacho del presidente. Nada más encontrarse en el pasillo volvió a sentir el peso de su situación. Comprendía que no estaba en condiciones físicas y mentales para defender con todo el cuidado y diligencia que precisaba, el asunto que iba a plantear, pero pensaba que sus superiores no se mostrarían en contra de lo que deseaba, y ella no quería ni podía posponer la solución a su grave situación.

"Mañana volveré a la vida normal, y veré todo esto como un mal sueño."

Con esa ilusión siguió caminando.

J esperaba impaciente el momento en que L entrara en el despacho, disfrutando de lo que iba a contemplar, en ella y en el presidente, aunque sin poder evitar cierto nerviosismo. Ya tenía a todos preparados para defender lo que él deseaba y esperaba que la apariencia de la joven añadiera lo que faltara para conseguir que ambos reaccionaran en su contra, si es que se atrevía a plantear algo que se saliera del pentagrama que debía interpretar. Solo fallaba el dichoso objeto del culo que le tenía alterado, en una mezcla de ansiedad y excitación, cuando debía mantenerse tranquilo y solo atento a conseguir que todo fuera según tenía previsto.

"¿Por qué me lo habrá dicho ese maricón?"

"¡Y se reía!"

Pero si todos estaban preparados conforme J deseaba, no lo estaban para presenciar lo que iban a contemplar, cuando pasó L, ni siquiera J quedó inmune ante su aparición, con una falda por encima de medio muslo, las sandalias de tacón excesivo, una camiseta ajustada en demasía y corta en exceso, que dejaba parte de la tripa al aire, aunque ella trataba de cubrirla con la carpeta que había puesto sobre el pecho, pero que al primar la ocultación de los pezones, echaba demasiado hacia arriba propiciando la muestra del ombligo, a lo que se añadía el maquillaje exagerado. Pero lo más impactante, por lo menos para J, quizás por lo que suponía de novedad, era la argolla, mucho mayor que un anillo, de acero mate y con la palabra HEMBRA escrita en ella. Aquello superaba con mucho lo que el presidente e incluso el director, podían entender.

Para J ese modo de presentarse fue indicativo de la debilidad de L, si ni siquiera se había atrevido a cambiar su manera de vestir y seguía acomodándose a lo que se le imponía en el club, estaba claro que su decisión no debía de ser muy firme, quizás ni siquiera pretendiera plantear nada, que se hubiera acomodado a su situación y el director del club lo supiera o lo intuyera. J sonrió, pensó en la conversación con el director, todo ello afianzó su disposición a que la chica no consiguiera variar las cosas, si es que lo intentaba.

"Mira que si en el club tiene razón y ya han metido a la marrana definitivamente en la pocilga."

"Desde luego, si sigue una semana más me parece que ya no sale."

Si J estuvo durante un momento pendiente de la aparición, después su mirada se centró en la falda, quería ver a L por detrás pensando en su culo, se movió un poco para conseguirlo, entonces recordó sus deberes y miró hacia sus colegas, para conocer como encajaban el aspecto de la niña.

La cara del presidente era un poema, no era preciso conjeturar sobre la reacción que provocaba en él lo que veía, aunque permanecía en silencio, lo que hizo pensar a J que no querría decir nada que pudiera perjudicar el proyecto con MCM, al tiempo que no querría que se enterase su mujer. J había adivinado su pensamiento. Sería el director general, quien, sin poder contenerse, comentara:

.- Pero, ¿qué haces así?

J esperó la respuesta de L, que trataba de aparentar tranquilidad y normalidad, lo que indicó a J que no iba a decir nada de lo que estaba pasando en el club, de ir a hacerlo no podía presentarse como si nada ocurriera, eso le tranquilizó, al tiempo que le ofrecía mayor seguridad para presionar a favor de lo que deseaba, si es que llegase a ser preciso.

Si L había entrado sonriente, ante la pregunta del director abandonó la sonrisa, por un momento J se tensó, poniéndose en guardia, por si se hubiera equivocado en su anterior apreciación y la joven fuera a explicar su situación.

.- No me hables, ya estoy harta de estas cosas, que me pide el fotógrafo.

J respiró, era como había intuido, no quería hablar de lo que realmente sucedía y ponía al fotógrafo como culpable.

.- Pero bueno... ¿para qué?

.- Dice, y quizás lleve razón, que solo estoy acostumbrada a situaciones normales y que es conveniente que me haga un poco a otras no tan normales, para mí, pues según él no son tan raras, que me acostumbre un poco a lo que tenga que hacer ante la cámara, para que resulte natural, y él tarde menos en hacer las fotos. Por lo visto, uno de los problemas más comunes con las modelos primerizas es la falta de acomodo a lo que se quiere de ellas, por lo que se tarda más en conseguir lo que se desea.

Escuchado tal y como L lo decía, sonaba a posible, incluso J podía creerlo si no supiera la verdad, volviendo a maravillarse de la habilidad de L para encontrar argumentos que resultaran verosímiles y plantearlos con total desahogo y como lo más natural. Volvió a pensar que no iba a plantear nada que supusiera explicar su auténtica situación, lo que le relajó tanto que se permitió intervenir de modo que casi resultaba una provocación, mientras miraba a L buscando su culo.

.- A mí, eso me suena a camelo. – J, seguro de que L no podía decir la verdad, ponía en duda la veracidad de su exposición, que quería que, a su vez, fuera respuesta a la joven, a esa que estaba enculada delante de él, al tiempo que sabía que ese era el mejor modo de que el presidente, asustado ante la perspectiva de crear dificultades a la consecución de lo acordado con MCM, reaccionara defendiendo lo que la joven hacía. Aunque, en esta ocasión, pensó que se iba a necesitar algo más para animar al presidente, y eso, sin saberlo, lo pondría L con su siguiente demanda.

.- Si queréis hacerme el favor de decir que no os gusta, y que no veis bien que esté en la empresa de este modo, se lo diré al fotógrafo y acabamos de una vez. No me agrada nada ir de este modo. He aceptado por no querer oponerme, para que no se pensara que ponía pegas. Pero quería que fuerais vosotros quienes dierais el visto bueno para acabar con todo esto. Y si se necesita dedicar más tiempo para hacer las fotos, pues ese será el precio. – Era su respuesta a la impertinencia de J.

El director estuvo a punto de decir que acabara de inmediato con todo ello, pero se contuvo dejando que fuera el presidente quien hablara. L había previsto que sus jefes se opusieran a lo que veían, estaba segura que si ella lo facilitaba el presidente respondería poniéndose de su parte, y luego plantearía su estancia en el salón de belleza.

Pero L había dicho lo que el presidente no quería oír, la posibilidad de que no realizando aquello se retrasaran las fotos por que hubiera que alargar el tiempo de preparación, y eso no era asumible. Aunque ella se refiriera a dedicar más tiempo dentro del plazo fijado, incluso, pensaba plantear la disminución de este. Pero al presidente cualquier posible retraso le ponía nervioso y no quería variar nada.

.- Si el fotógrafo lo cree preciso... de esas cosas no sabemos nada. – El presidente intervenía, temeroso de que pudiera crearse una situación descontrolada que pusiera en peligro lo que se quería conseguir. Como siempre era el paladín de que fueran otros quienes decidieran.

.- ¿Pero, como vamos a creer que sea preciso? – J estuvo a punto de decir que era una necedad, pero ya había conseguido lo que pretendía y no era cuestión de molestar al presidente, y ya le había picado suficiente y aquel respondería. Se daba cuenta que estaba teniendo reacciones indebidas, quiso recuperar el dominio de la situación y olvidarse del culo de L, o dejarlo a un lado.

.- No quieras saber más que el fotógrafo. Y no quiero retrasos.

.- Lo que quiero saber es la verdad. No me creo esas paparruchas.

J trataba de estar pendiente del presidente, intentando averiguar lo que pasaba por su mente. Temía que el temor de este a su mujer hiciera que reaccionara pidiendo a L que acabara ya con esa forma de vestir, aunque la última intervención parecía indicar por donde iban sus temores. Por su parte, L, que veía como el presidente no respondía conforme ella había previsto, no quería conformarse con la aquiescencia a que siguiera tal como iba. Pero iba a volver a decir lo que no debiera, en su intento de justificar su comportamiento.

.- Bueno, dejemos esto y vamos a lo importante, para lo que estamos aquí. – Sería la solución del presidente, ante lo que J puso cara de incomprensión, disimulando que era quien más deseaba dejar las cosas como estaban.

L seguía sin conformarse con que se diera el visto bueno a su situación, por lo que volvería a intentar conseguir lo que deseaba.

.- R, si no te importa, quisiera que J tuviera claro que no hago esto por gusto y que creo que lo mejor sería evitarlo.

.- Mira L, quizás sea como dices, pero sigo sin creerlo, en todo caso puedo hablar con el fotógrafo y pedirle explicaciones. – Sabía que eso suponía un riesgo inasumible para L.

.- Claro, como yo no sirvo para hacerlo. ¿Qué te crees que he hecho? Y gracias por tú confianza. – Acabó con sarcasmo.

.- ¿Y qué dice él? – J no hizo caso y continuó intentando que L no se saliera con la suya.

.- Lo que ya he dicho, que es preciso, y así irán las cosas mejor y más rápidas. – Estaba diciendo todo lo que no debía, pensando que era lo que el presidente quería escuchar como mejor justificación de su forma de vestir, pero también era la mejor razón para que no quisiera imponer el final de esa forma de vestir, y J, que lo sabía, no pudo evitar una sonrisa de satisfacción, y no dejaría pasar la ocasión de incidir en lo que más actuaba sobre el presidente.

.- Mira, tú fotógrafo maravilloso no me va a explicar que todo esto es para ganar tiempo. – Como esperaba, L se lanzó a defender la presunta demanda del fotógrafo.

.- ¡Pues es así! – Dijo con furia.

.- Bueno, ya está bien. No vais a comenzar una pelea por lo que no es lo realmente importante. – Era el presidente quien intervenía. Hubiera deseado impedir que la joven no apareciera vestida de ese modo, pero tuvo que callarse temeroso de que al hacerlo pusiera en riesgo los tiempos comprometidos con MCM, a pesar que no quería ni por asomo, que alguien lo comentara a su mujer y tuvieran otra escenita. ¿Cómo explicarla que lo del anuncio era causa de la apariencia de la joven? Ya escuchaba la respuesta:

"De manera que esa estrella que queréis hacer comienza a actuar como tal. Pues ya se sabe lo que viene después, y como lo consiguen las que llegan. Y por lo que sé, ya se ha puesto a ello."

Ahora tenía que insistir a J para que L apareciera poco por la empresa, podía decirle que consiguiera que la joven estuviera más tiempo en el salón, o acaso, que si no se cambiaba que no fuera a la empresa.

El presidente, siguiendo su modo habitual de hacer las cosas, quiso aplacar a L y darle la oportunidad de explicarse, preguntó cómo iba todo. J, que escuchó la pregunta del presidente con sobresalto, temiendo que estuviera ofreciendo a L la oportunidad de pedir lo que él pensaba que trataría de conseguir, al percatarse de la postura tensa de la joven, intuyó que ésta estaba pensando en lo que iba a decir, y no dándola ocasión a que comenzara a explicarse, le mostraría la copia de la factura, en un intento de ganar tiempo y distraer a L de sus pretensiones. L, al leer el papel quedó lívida ante la cifra. Estuvo a punto de meter la pata y decir que aquello no podía ser.

.- Esperemos que no estemos tirando el dinero. Hemos pagado 4 semanas por adelantado, es decir, el máximo que debes estar en el salón, según nos dijiste tú misma. – Fue el comentario desagradable de J.

.- J, si L ha elegido ese lugar sin duda es el mejor, y eso se paga, y para nosotros no es un gasto sino una inversión que significa muy poco para nosotros. L, estamos en tus manos, aprovecha bien el tiempo, que ya ves, es muy caro, pero seguro que muy productivo, ahora para ti y después para la empresa.

.- No hay que preocuparse por eso, L se ha comprometido y cumplirá como está obligada. Si ella ha elegido el lugar y el fotógrafo, respetemos su decisión en la seguridad que honrara sus compromisos. – Ahora el director incidía en las obligaciones de L, para contrariedad de esta.

L quedó cortada. Sin darse cuenta apartó la carpeta que había mantenido sobre el pecho ocultando la muestra de los pezones que, por un momento, quedaron expuestos punteando bajo la camiseta, y ofreciendo otra muestra de descomedimiento. A J no le paso desapercibida la mirada del presidente. L se percató, volviendo a colocar la carpeta sobre las tetas con rabia mal reprimida, que dio paso a un momento de desaliento, afectada por los derroteros que estaban tomando las cosas. Pensó que no podía ir por un camino que conducía a negar todo lo que se decían sus jefes, a oponerse sus opiniones y pretensiones. Había preparado lo que tenía que decir, y aunque en ese momento fuera muy complicado hacerlo, quería conseguir que se admitiera que pudiera cambiar de salón. Quiso entrar de otro modo. Pensó en aprovechar el coste para ofrecer acortar su estancia en el salón.

.- Ya veo que os parece muy caro...

.- ¿A ti no? – La cortó J entre enfadado y burlón.

.- ¡J! Deja en paz a L. – Era el presidente.

.- Por eso mismo, si queréis ahorramos…, estoy menos tiempo.

.- ¡Si ya las tenemos pagadas! ¡Podías haberlo dicho antes! – J hablaba con evidente enfado por ese pago adelantado, que ahora parecía poderse haber evitado.

.- Pero ahorraremos los gastos variables.

.- Estarás al menos las 4 semanas comprometidas con MCM y el fotógrafo, después, si no quieres estar más no vayas. Aunque, supongo, que de algo servirá un salón de belleza.

.- Siendo tan caro debe servir de mucho. – J se burlaba, pero incidiendo en lo que quería, e íntimamente jactancioso de que el presidente hubiera reaccionado según él pretendía.

.- Lo importante es que acabes en 4 semanas. – Era el presidente quien insistía. – Y ya hemos pagado.

.- R, tiene razón, si hemos pagado 4 semanas, aprovecha las 4. – El director general se apuntaba a la misma idea, si ya se había pagado no era lógico no sacar el provecho previsto.

.- Lo que puedes hacer es prescindir de esos otros gastos variables, que son… - J estaba cargando la mano.

.- J, L no tiene que prescindir de nada. Que haga, o se le haga, lo que crean conveniente. Que permanezca en el salón todo el tiempo que sea preciso, todo el día, si eso es lo mejor. – J tuvo que controlar una sonrisa, al percatarse que lo que pretendía el presidente era facilitar a L la posibilidad de estar la mayor parte del día en el salón, de modo que no tuviera que aparecer por la empresa… con esas pintas. "Esos pezones han supuesto la puntilla". – Va a estar las 4 semanas, y en ellas hará todo lo que crea conveniente, o le apetezca. Eso debe quedar claro, no quiero más discusiones sobre ello. Ni para intentar disminuir tiempos o costes, ni aumentar el plazo dado a MCM.

El presidente, queriendo facilitar las cosas a L, y a sí mismo, no podía hablar más a gusto de J y a disgusto de L, pero esta seguiría insistiendo en lo que quería conseguir.

.- R, creo que están haciendo un trabajo intensivo, que permitirá que esté concluido en unos días...

.- Lo que queremos es que cumplas conforme te has comprometido, ni más ni menos. Y digo mal, porque no solo estás comprometida tú, también lo estamos nosotros y la empresa. Haremos lo que hemos dicho, sin cambios, cumpliendo escrupulosamente nuestra parte, tal y como hemos dicho a los de MCM. – El presidente se mostraba intransigente, como siempre que pensaba que lo que defendía era asumido por todos o casi todos los presentes, y le permitía aparecer ejerciendo su autoridad, lo que le encantaba.

L volvería a intentar escapar a su situación. Esta vez proponiendo hacer las fotos.

.- Si es preciso hacer las fotos de prueba ahora, yo estoy dispuesta. –

.- No es preciso, no corre prisa, lo que hace falta es cumplir con el plazo fijado.

.- Supongo que se te están haciendo las cosas que quiere el fotógrafo, si fuera preciso que nosotros insistiéramos sobre ello, díselo a J, él se encargará de solucionarlo. – Era el director general quien ponía su granito de arena. La reacción de la joven fue inmediata, y para J una revelación más de lo endeble de su situación.

.- No, no es necesario. Ya os he dicho que podemos acabar antes de lo previsto.

.- Ya sabes que dentro del plazo que hemos dado no hay ninguna prisa. Si acabas antes, nos parece perfecto, pero no por ello dejas de ir al salón, aunque sea para pasarte el día nadando. ¿Cuánto tiempo te ha dicho el fotógrafo que vistas como lo haces? – Lo preguntaba el director general.

Y, de nuevo, J tendría que intervenir para cortar el desarrollo de lo que seguramente diría L.

.- Puedo hablar con él para que acabe con ello. – Sabía que eso no lo podía permitir L, que, nerviosa, trató de que J no hiciera nada.

.- J, deja que sea yo quien resuelva esos aspectos. No necesito tu ayuda.

.- Pero, ¿qué plazo te ha dado? – El director general insistía en su pregunta, aunque ya recibida por J con menos aprensión.

.- No me ha dicho ningún plazo. Y en cuanto a hacer las fotos, me avengo a lo que sea más conveniente, yo no estoy en contra de hacer las fotos cuanto antes. – L trataba de encontrar algún resquicio por donde poder plantear lo que deseaba, aunque estaba viendo que no la dejaban ninguno. J volvería a impedirla el intento.

.- Lo más conveniente es hacer las cosas según les hemos dicho a los de MCM, eso es lo formal y lo que esperan. Así que tienes el tiempo que habías solicitado. Lo que quiere el presidente es que lo aproveches y que sea útil para asegurarnos que todo sale bien. Ya lo hemos avisado y no tiene sentido dar marcha atrás, parecería una informalidad, o lo que es peor, además, una muestra de incompetencia o de falta de interés por nuestra parte. No puede resultar que no sepamos hacer bien algo tan sencillo, o que estemos variando de opinión constantemente. Si hemos afirmado que es conveniente que realices esas mejoras que te hacen en el salón de belleza, tendrás que soportar lo que haya que hacer. Y si te gusta y es positivo, aprovecha la ocasión, ya que eres tú quien ha decidido todo, y se ha hecho según tus deseos.

.- Vaya, y tú no querías... – L no pudo evitar un inicio de reproche encolerizado, que tuvo que cortar al darse cuenta de que no era apropiado mostrar enfado por lo que decía J, que explicaría con total desparpajo lo que L no había acabado de concretar.

.- Pero, una vez que he perdido la batalla me paso al vencedor y como buen converso me pongo al frente de la manifestación. Y si tienes que ir al salón, vas, hay que hacer todo lo posible para que demos una buena imagen a MCM y tú seas el mejor regalo. Y me sigue sin gustar todo esto.

.- Bueno, pero no insistas más en ello. Ha quedado claro lo que hay que hacer, lo que tú tienes que hacer. Como dice J, eres el mejor regalo, que estamos intentando presentar lo más engalanado posible.

.- No os burléis de mí. Hago lo que puedo. Y yo también puedo equivocarme...

.- Y te lo agradecemos enormemente y sinceramente. Pero tienes que hacer lo que te has comprometido y bien, todos sabemos que puedes, por eso no conseguirlo no tendría sentido ni perdón. – Era el presidente quien, ahora, la presionaba.

.- Sí, L. Y aquí las equivocaciones no son trascendentales. Qué más nos da si te equivocases en la elección de fotógrafo o de lugar para realizar tus arreglos. La diferencia entre unos y otros no será nunca importante. Lo que queremos es que todo se realice en los plazos previstos y aunque, como tú dices, podamos equivocarnos, tenemos que disimularlo, si es que así sucediera, que por el momento no parece, no podemos ofrecer una imagen de incompetencia que, además, no creo que nos corresponda. Y para ti, fallar no solo sería un fracaso profesional, sino algo que, sin duda sería conocido y que también tendría consecuencias fuera de aquí. – Era J quien intervenía poniendo de manifiesto algo que él sabía que producía efecto en la joven, las consecuencias de sus acciones fuera de la empresa si apareciera como aceptante de lo que se hacía con ella en el club.

.- J, nadie va a fallar y menos L.

.- J...

El presidente quien cortaría el intento de L.

.- Ya está bien. No discutas con J.

.- Únicamente quiero decir que procuraré ser lo menos gravosa y haré todo lo posible por hacer las cosas con austeridad.

.- Me parece muy bien. – Era J quien lo decía.

L se sentía cada vez más atrapada, pero no quería ceder, no podía aceptar lo que querían de ella, tenía que conseguir romper la tela de araña que la sujetaba, no podía dejar que también en la empresa la quisieran en el salón. Reaccionó, con fuerza pero de forma descontrolada.

.- Lo que quiero es poder decidir cuando lo dejo, lo que más me conviene. Soy yo quien mejor lo sabe.

J comprendió lo que ocurría en L, y supo que era fácil de refrenar. Por una vez sería el presidente quien lo hiciera.

.- L, lo que hay que hacer está muy claro y no hay nada que decidir. Tienes que cumplir lo acordado y lo que hemos dicho a MCM.

.- R, eso es lo que quiero hacer y bien, por eso quiero ser yo quien ... – no quería decir "quien lo decida" – soy yo quien mejor conoce...

.- Gracias, L, pero eso no debe condicionar nada de lo que debes hacer. Acaba tu preparación como está planteada. – De nuevo el presidente era quien ordenaba. Vamos a la comisión, llegaremos los últimos. J encárgate de todo lo referente a este asunto, lo dejo en tus manos. Quiero que se haga como acabamos de decir. Ya sabes lo que pienso, así que ayuda a L para que todo salga sin crear situaciones ingratas. Creo que ha quedado claro como lo quiero y lo que debe hacer L. Así que lo haga…, y bien, A ver si acabamos con todo esto, al menos en esta casa y sin que nos cause problemas indeseados.

El presidente, había acabado de una forma inesperada para J, pero muy conveniente al dejar a L dependiente de él, al tiempo que le hacía una clara indicación para que ese control evitara los problemas que temía, que no eran otros que los que pudiera plantear su mujer.

.- Haré todo lo que esté en mi mano para conseguirlo y estoy seguro que L también lo hará, aunque no le guste que me encargue yo de controlarlo.

L permanecía callada, era muy desagradable quedar dependiendo de J, pero no era lo peor y ella sabría rehuir su control.

Salieron para la reunión, L no era directiva y no acudiría, J la acompañó al ascensor. Quería insistir en la sujeción de la joven al salón de belleza, dejar muy claro que no podía salir de allí sin la previa autorización de la empresa, incluso poniéndose él mismo como garante y autorizante.

.- Estoy intentando que todo resulte tal y como deseamos y como está pensado, y que no se produzcan situaciones que nos dejen en mal lugar, y mucho menos, que pueda estropearse el asunto. La verdad es que cada día estoy más seguro que todo saldrá bien, y te aseguro que ha habido veces que he dudado. A estas alturas, si no saliera demostraría que éramos unos incapaces o unos irresponsables, o las dos cosas a la vez, y sobre todo tú. – J mezclaba sus ideas sobre el club con la situación en la empresa, en unos comentarios que él solo entendía en su plenitud.

.- Ya has dicho eso antes, y no sé a qué viene.

.- L, eres tú quien representa el papel protagonista, y tuyo será el éxito principal, aunque, como siempre ocurre en estos casos, todos se apuntaran a él, pero si no salieran las cosas bien, tú has sido quien ha tomado las decisiones que pueden hacer que no salga como queremos, eligiendo el fotógrafo y el salón al que vas.

.- Bueno...

.- ¿No irás a decir que he sido yo? – Lo decía con una sonrisa que solo él entendía.

.- No..., no... Pero hay cosas...

.- No sé qué quieres decir ni qué cosas habrá, pero más vale que no te oiga el presidente hacer ese tipo de comentarios. Las que haya las solucionas o las aguantas. Mira, no podemos empezar con "cosas". Hay que presentar a los de MCM lo que nos han pedido y tú has aceptado darles. Sabes de sobra, que el presidente no va a tolerar que se le deje en mal lugar ante su amigo de MCM, que además demostraría que el otro gestiona mejor que nosotros. Hay un pique personal y profesional en todo esto, por lo que no podemos fallar. Los dos presidentes son amigos de toda la vida, pero también están permanentemente en una pugna entre ellos, son adversarios y competidores compulsivos, desde el golf a los negocios, y como comprenderás, el nuestro no iba a tolerar que en algo tan sencillo no fuéramos capaces de hacer lo que hemos prometido, el otro se lo estaría restregando toda la vida y burlándose de él. Te juegas mucho, más que nadie, pero está en tu mano salir triunfante, y lo que se te pide no es nada difícil, por lo que el fallo, el incumplimiento, la defección, sería muy grave, imperdonable. Quiero que quede meridianamente clara la situación, la tuya en concreto, que evite que hagas una tontería.

.- No acostumbro a hacerlas, J.

.- Más te vale.

.- Por qué estás tan impertinente.

.- Porque a veces tengo la impresión de que no supieras lo importante que es esto y sobre todo para ti.

.- No sé por qué dices eso.

.- Por tu actitud. L, antes de hacer nada de lo que nos tengamos que arrepentir, me lo dices, recabas mi consentimiento previo.

.- J, no dependo de ti.

.- En esto, sí. Así que obra en consecuencia. Ya bastantes molestias me ha creado tu capricho de hacer de modelo, y ahora me vienes a dar a entender que no querías.

.- No he dicho eso.

.- Los dos sabemos lo que has dicho. Haberlo pensado antes y haberme apoyado a mí, en lugar de intentar quedar bien con el presidente. Y no me creo nada de lo que dices sobre esa argolla, ya es bastante difícil de admitir lo de la forma de vestir, pero ya me dirás que hace esa referencia de hembra en la argolla.

.- Es un anillo.

.- ¡Llámalo como quieras! Te estás inventando un cuento que no cuela. Pero si esto tiene conexión con tus vacilaciones...

.- No existen vacilaciones, J. – Te pones muy pesado.

.- Mejor será, mejor para ti, L. Vamos a acabar lo que hemos iniciado y vamos a hacerlo según lo establecido.

.- Eso es lo que pretendo.

.- Pues hazlo con determinación y sin titubeos. Mira, L, si has elegido tú el fotógrafo y el lugar donde vas, mejor es que sean estupendos, y si no lo fueran, también. Porque para ti lo deben de ser. No puedes venir diciendo ahora que el fotógrafo no te gusta, o que la gimnasia de ese sitio no es sueca sino noruega, y no era eso lo que tú querías. Tienes que apechugar con tus elecciones.

.- ¿Y si no se tratara de gimnasia?

J pensó que la joven iba a plantear lo que él temía, y siempre sería mejor que comenzara por él, así podría reconducir la situación.

.- Pues como si es magnesio.

.- No es para hacer chistes.

.- ¿Qué quieres decir?

Aunque temeroso de la respuesta, J hizo la pregunta, queriendo aparecer interesado y hasta preocupado, prefería ser él quien conociera lo que L sabía y quería. Pero ella no sabía cómo explicarlo.

.- ¿Te fiarías de mí?

.- ¿Para qué?

.- Para… – No podía decir que para variar la situación, se calló buscando la explicación. – Si tuviera que tomar una decisión

.- Tómala, pero piensa que cualquier decisión que pueda suponer el fracaso de nuestro asunto llevaría aparejado tu señalamiento como fracasada, y ya sabes lo que sucede con quien fracasa.

.- J, que pudiera salir… – estuvo a punto de decir: "salir mal", pero se contuvo a tiempo, lo que aprovechó J para seguir insistiendo en su idea-amenaza.

.- Haz lo que debes, lo que se quiere de ti. De todas formas, todo deberá acabar muy pronto. Y espero que lo haga como está previsto. No sabes lo tranquilo que me voy a quedar.

La llegada del ascensor permitió una separación que ambos estaban deseando. J despediría a L, quedándose mirándola entrar en el ascensor, en un último intento de ver "algo".

Cuando L pasó al ascensor estaba alterada y asustada, no había sido capaz de plantear nada de lo que llevaba preparado y encima quedaba bajo el control de J. Solo la idea de poder acabar con la situación el día siguiente hacía todo soportable. Ya no quedaba más opción que hablar con la señorita y arreglar con ella todo el asunto. Tenía la seguridad de poder comprarla.

J dejó a L con la casi seguridad de haber encarrilado la situación tal y como deseaba, dando por hecho que si L continuaba una semana más en el club no sería capaz de escapar de él. Y no dejaba de tener buenos motivos para preverlo.

Esa noche, a pesar de la esperanza que representaba acabar con su situación, que aún quería mantener a pesar de los jarros de agua fría que había recibido, L dormiría muy mal, de su mente no podía escapar el pensamiento que la dominaba, cómo acabar con el embrollo en el que se había metido, que se le aparecía en un duerme - vela permanente, que la noche acrecentaba en sus aspectos más negativos, entre los que aparecía el apareamiento que había sufrido en el salón, que surgía con todas las connotaciones negativas.

"Me han tratado como si fuera una puta, tanto esa… miserable como el hombre."

"Se me ha obligado a presentarme como una puta."

"¡Y es que estoy haciendo cosas de puta!"

"¿Por qué tengo que estar haciendo…? Y me ofrezco como una puta."

"No puedo seguir haciendo esas cosas… ¡y no las voy a hacer!"

"¡Y no me van a volver a pegar!"

"De un modo u otro me voy a ir de ese lugar. Por las buenas o por las malas. Pagando o sin pagar."

Entonces aparecía en su mente lo ocurrido en la empresa, después de lo dicho por el D G, y por el propio Presidente, se había complicado el despedirse, debiendo continuar.

"O aparentarlo."

"En dos días pasará la semana obligada, después me iré, y si me quedo será de modo normal, y para ello estoy dispuesta a pagar, para ello y para que el informe que envían a la empresa no diga nada que me perjudique. Eso es lo que quiero y por lo que pagaré."

"Si tuviera que seguir acudiendo al salón, haría como ha dicho el presidente, gimnasia, o cualquier otra cosa, o me bañaría todos los días. Lo importante es pagar a la... a esa, y no volver a hacer el tipo de… cosas que he estado haciendo."

"Y ya tengo un recuerdo permanente de mi paso por el salón, y nada agradable. Tendré que ver como se puede arreglar." – Pensaba en el agujero que tenía en la nariz. Y sentir la argolla no pudo evitar maldecir a la señorita.

.- Maldita seas hija de puta. Pero no pienses que me has ganado. No vales nada y te compraré, y luego buscaré el modo de quitarte de en medio, que no vuelvas a joder a otra."

L plantea acabar con su situación en el salón de belleza.

L llevaba 5 días acudiendo al salón, y no podía soportar un día más. Con esa idea se despertaría y con ella se iba a presentar en el salón, dispuesta a comprar su libertad, y después de haber conocido el coste de su estancia en él, sabía que no iba a ser barato despedirse de allí. Se quedaría sin los pocos ahorros que tenía pero bien valía la pena.

Se arreglaría siguiendo las normas impuestas por la señorita, pensando en que ese fuera el último día en que tuviera que hacerlo y, quizás por ello, le resultara aún más costoso vestirse y pintarse como una fulana. El recuerdo de lo sucedido el día anterior en la oficina añadía un motivo más de rechazo a su apariencia.

Tenía que plantear su continuidad en el salón, que si fuera preciso mantener lo sería conforme a sus pretensiones, a sus planteamientos, cortando con los actuales modos. Pero lo que encontraría al llegar sería la continuación de todo lo que se venía haciendo con ella. L se presentaría en el salón, iniciando su presencia en él siendo sometida a la vejación de la introducción del falo en el culo efectuada por la criada, se dejó hacer humillada, pero con el pensamiento puesto en la pronta superación de esa situación. Ese día le resultaba especialmente difícil soportar esa intromisión en su intimidad, esa entrega humillante, y ni siquiera a la señorita, sino a una criada, que la realizaba como quien es titular de todos los derechos sobre ella. Quería acabar con todo aquello, y ese acto era uno de los que más la costaba soportar.

La criada la dejaría sola en la sala, a la espera de la señorita, en posición de respeto, que ya mantenía en la forma rígida y tensa que le era exigida, a pesar de la molestia que llevaba aparejada, que era prueba de estar haciéndolo debidamente. Y si su respuesta tenía base en la repetición, también existía otro motivo que actuaba sobre ella, obedecía lo que la señorita ordenaba, presentándose ante ella del modo en que era requerida para hacerlo, y de manera cada vez más entregada por ser lo que permitía sobrellevar mejor su situación, evitando los castigos que sobrevendrían a un comportamiento inapropiado. Y como si quisiera que sus otros pensamientos no interfirieran en lo que debía ser su principal preocupación, desechó sus desazones y furores, tratado de olvidar el objeto que sentía en el culo y la cólera que eso la producía, para pensar en lo que iba a decir. Estaba nerviosa y al tiempo violenta, tener que plantear su intención mientras permanecía desnuda y con el objeto en el culo la dejaba en una posición frágil y humillante, a su mente le costaba centrarse en lo que quería, intentaba resumir sus ideas y la forma de presentarlas a la señorita, percatándose de que, a pesar de sus deseos de escapar y de la voluntad de plantearlos a la señorita, permanecía erguida sin concederse una mínima relajación, ni siquiera como anticipo de la nueva situación que quería implantar de inmediato. No se daba cuenta, o acaso no quisiera dársela, de su falta de ánimo para romper con las ligaduras que la amarraban a aquel lugar y a la señorita Laura.

Pero ese día iba a suceder algo que variaría de forma decisiva su situación. Después de 5 días asistiendo al salón la señorita quiere dar un paso que pueda suponer un cambio definitivo en la joven. Las marcas que trajera el día anterior en el culo indicaban la existencia de un tipo de relaciones y actividades que podían dificultar, o incluso impedir lo que se pretendía hacer con ella. Eso y la idea de que será muy difícil que pase mucho tiempo sin que L se entere de lo que realmente es el lugar al que está acudiendo, hacen que se quiera tener a la chica suficientemente sujeta en prevención de su previsible reacción. Quiere aprovechar la cercanía de la conclusión de la semana de prueba para conseguirlo, planteando una situación que muy difícilmente esperaría L. E iba a ser la propia L quien facilitaría la oportunidad a su domadora.

La señorita aparecería, y para sorpresa de L, de modo mucho más suave de lo habitual, casi amigable, si bien llegara vestida de modo semejante al del primer día, con pantalones de montar y botas de caña pero con tacones, que ofrecían una imagen de mando y recordaron a L el amargo primer momento de trato ella. Si L pretendía acabar de inmediato con su situación, la señorita tenía previsto dar un paso trascendental en sentido opuesto a las intenciones de la joven, quería amarrar a L de forma que la dejara encarrilada para acceder a lo que se quería de ella, que inconsciente de lo que le estaba dispuesto, y ante la actitud más accesible de la señorita, quiso plantear su propuesta sin más dilación.

.- Señorita Laura...

.- Habla, Hembra. Pero estírate bien, los ojos bajos, exigiéndote. Sabes cómo quiero que te presentes a mí.

.- Sí, señorita.

Y L se tensó aún más, sintiendo la molestia en los hombros, en la espalda. La señorita era consciente de lo que ese tipo de exigencias suponían para L obligándola a mantenerse sometida, a sentirlo, atenta a cumplir con lo que se quería de ella, limitando su capacidad de respuesta, de oposición. No estaba allí para demandar ni siquiera plantear, sino para obedecer, para someterse, para presentarse en la postura exigida, en la postura entregada que le era propia, añadiendo a su desnudez, a la humillación de saberse penetrada, la rendición de hacerlo en la postura tensa, sumisa, disciplinada.

.- Habla.

.- Gracias, señorita. Quisiera plantearle mi presencia en este lugar.

.- Ya sé lo que vas a decir, una vez cumplida la semana no quieres continuar, es eso, ¿verdad?

.- Sí quiero continuar, pero no como hasta ahora. Quiero proponerla hacer una gimnasia convencional.

.- Pues no es necesario que plantees nada. – La señorita iba a decir algo que L no esperaba. – Hembra, no encuentro en ti los méritos necesarios para seguir ocupándome de tu doma, ni para que pertenezcas a este club, pero como nos hemos comprometido con tu empresa, cumpliremos nuestra parte, si bien a ti te devolveré a la gobernanta para que decida que se debe de hacer contigo, pero no seré yo quien lo haga, no te mereces que se te dome.

.- ¡Ah!

L no había previsto ese tipo de formulación sino una reacción contraria a su demanda, que fuera la señorita quien la desechara la desconcertaba, y aunque deseaba acabar con todo aquello, hacerlo siendo despedida y despreciada, la afrentaba y humillaba. Pero, no era solo la humillación, si se hacía como decía la señorita la crearía un problema con sus jefes en la empresa. Por un momento no quiso hacer caso al problema, si escapaba de esa miserable, todo sería soportable. Pensó que podía pasar a otra preparadora.

"Y no tengo que pedir a la hija de puta, que continúe conmigo."

"Esta odiosa quiere fastidiarme hasta en el último momento y tenerme supeditada a ella."

Pero aun queriendo hacer demostración de desinterés L se daba cuenta que tenía que evitar que se enviara un tipo de información a la empresa que fuera contra todo lo que se había dicho el día anterior. Por mucho que quisiera poner de manifiesto su desprecio por la señorita tendría que tragárselo y llegar a un arreglo con ella, para conseguir que las cosas no se escaparan de sus manos e intentar controlar la posible información a su empresa.

Por su parte, la señorita estaba mucho más segura del terreno que pisaba, consciente del carácter de L y sus servidumbres, y por ende de la falta real de alternativas que tenía la joven que condicionaba cualquier posibilidad de rebelarse, por mucho que quisiera demostrar suficiencia y dominio de la situación, tendría que avenirse a lo que se decidiera sobre ella. L, quiso dar un primer paso que supusiera un halago hacia la señorita.

.- ¿Qué... qué defecto ha encontrado en mi, señorita Laura?

L, aún teniendo curiosidad por lo que la señorita dijera sobre ese tema, preguntaba, tragándose esa nueva humillación, con objeto de ofrecer la impresión de importarla lo que ésta opinara, que siendo cierto, jamás hubiera accedido a hacerlo, precisamente para no ofrecer esa sensación a la señorita. Pero había otra razón para preguntar. L quería conocer lo que la señorita pudiera alegar si es que decidía escribir a su empresa.

.- ¿Defecto? ¡Qué generosa eres contigo misma! Serán defectos. Eres un pozo sin fondo de defectos, y no tienes voluntad de corregirlos. ¿Defecto? De manera que quieres saber que defecto he encontrado en ti. ¿Quieres que empecemos por no estar realmente interesada en conseguir lo que teóricamente deseas, aquello por lo que has venido aquí, que nos estás engañando desde el primer momento? Todo en ti es falso...

.- Señorita, no es así... – "¿Pero cómo se atrevía a decir algo así cuando lo que se hacía en aquel lugar era la perfecta representación de lo opuesto a cualquier pretensión normal?" Pero, a pesar de ese tipo de consideraciones, lo peor era que L sabía que era cierto lo que la señorita decía, y ya comenzaba a temer las consecuencias de una apreciación de ese estilo. Tenía que defenderse, y no negando la afirmación sino para prevenir sus implicaciones.

.- ¿Cómo que no es así? Si no has hecho más que mentirnos desde que llegaste. Acaso crees que somos tontos. De modo que nos das la dirección de tu empresa y el nombre de quien tenemos de contacto, no te parece que podemos preguntar. Y lo que nos han dicho no responde a lo que tú nos comentaste cuando llegaste. Mira, niña, si te he exigido es porque lo necesitas más que nadie, hay que domarte de verdad, conseguir que dejes de ser una embustera compulsiva, una tramposa, aunque sea a golpes de látigo. – Parecía justificar en la conducta de L lo que se hacía con ella. – Pero no vas a tener esa suerte, y posiblemente sea la ultima oportunidad que se te presente de que alguien te hiciera cambiar, de hacer de ti una hembra que sepa lo que supone serlo. Pero al menos, me daré el gustazo de enviar un bonito informe sobre ti. Es lo que te mereces. Y desde luego, mientras estés aquí, conmigo, vas a hacer lo que te ordene, aunque para conseguirlo tenga que cortarte la piel a tiras con la caña. Aunque pediré que se te pase a otra preparadora, que desgraciadamente no se podrá encargar de ti hasta dentro de unos días, antes no es posible ya que todas están ocupadas. Estarás contenta, es lo que has querido desde el principio, y yo también lo estoy por perderte de vista. No sirves, no tienes casta, no haces nada por las buenas, a todo hay que obligarte. Y ya sabes que no tienes que preocuparte por tu empresa, pondré una nota explicando que he sido yo quien no ha querido continuar contigo y exponiendo las razones de mi decisión, comenzando por tus mentiras. Espero que cuando lean mi nota quieran saber más, para explicarme a mis anchas. De algo van a servir estos pocos días de estar conmigo. Ya ves, tienes todo solucionado. – Acabó con evidente sarcasmo.

.- ¡Ah! - No pudo evitar el sobresalto. En la queja que había dejado escapar, estaba no solo su frustración por la constatación del desprecio que dejaban traslucir las palabras de la señorita, también delataba su debilidad, el temor que la embargaba. Pero ya era tarde para remediarlo, la señorita, que conocía sus flaquezas, ahora las confirmaba, y segura de sí misma y de lo que hacía, podía continuar con ello, exigiendo lo que estimase menester y concediendo lo que creyera más adecuado para mantener controlada a la joven y someterla de una vez por todas a su autoridad y voluntad.

L, que había escuchado asustada y preocupada, también lo había hecho rabiosa y ansiosa de cantar las cuarenta a la señorita, ¿cómo podía estar presentando lo que se estaba haciendo con ella como algo no solo normal sino positivo y bueno para ella? Pero tenía que dejar a un lado su rabia, las alusiones personales, y centrarse en lo que más la preocupaba, en lo que la señorita acababa de decir sobre la explicación a ofrecer a su empresa, a sus jefes. Solo pensaba en que en la empresa recibirían una nota en la que ella aparecería como la incumplidora, la tramposa, como la culpable de haber sido repudiada. Estaba amedrentada. Pero la quedaba jugar su última carta, pagar y eso sería lo que propondría.

.- Señorita, como quiero arreglar la situación a satisfacción de todos, le propongo pagarla por dejar las cosas como están y si se ocupa de mí de los modos, digamos, normales, dejando a un lado los que aplica ahora.

La señorita fue hacia el armario empotrado en la pared, lo abrió y sacando de él una grabadora, la puso en marcha, sin que L, que se mantenía en posición de respeto, de espaldas al armario, se percatara de ello.

.- De manera que me quieres pagar por dejar de cumplir con mi obligación para contigo, ¿y has pensado cuánto?

.- Ponga usted el precio.

.- ¿Por hacer trampas?

.- Por que se siga ocupando de mí del modo... – La señorita la cortó, acabando la frase por ella.

.- Sí, ya sé, del modo que tú quieres. – Se notaba la burla en el modo de hablar de la señorita. – Ya te he dicho que no quiero ocuparme de ti, que eres una tramposa y ahora me lo estás probando otra vez, que nos has pretendido engañar a todos, y mucho me temo que a tus jefes también, que no estás aquí por lo que dices, sino por motivos ocultos que tú conocerás. Pero, dime, ¿cuánto me pagas?

.- ¿Le parece bien 20.000? – L había pensado ofrecer 15.000 pero la actitud de la señorita hizo que subiera la oferta.

.- No, no me parece bien, nada bien. – La señorita, aparte de querer poner negar su aceptación, pretendía que L subiera la oferta para que se pusiera de manifiesto el mucho interés de la joven por ocultar lo que ella pudiera contar.

.- ¿40.000? – Elevó la puja a una cantidad que no pensaba pudiera rechazar la señorita. L no disponía de esa cifra, ni siquiera de la anterior, pero pensaba que su banco se la prestaría sin problemas. Recordaba una oferta que la hicieran hacía muy poco en base a su sueldo.

.- No solamente no me parece nada bien, sino que resulta ofensivo. No me seguiré ocupando de ti porque no te lo mereces, ya te dije que dejaría de atenderte si no hacías las cosas correctamente y eso es lo último que harás, y esa es la razón por la que te desecho y sin que tengas que pagar nada, y explicando a tu empresa las razones para hacerlo, a las que añadiré tu generosa oferta para que siguiera ocupándome de ti a tu conveniencia.

.- No puede hacer eso, lo negaré.

.- Pero bueno, ya está bien, vamos a acabar, iremos a exponer a la gobernanta la situación y la próxima semana habrá otra persona que se ocupe de ti, y sin que te cueste nada. No creo que eso te desagrade. Y si no te echo es porque has pagado 4 semanas por adelantado y no quiero que pueda pensarse que lo que se desea es dejar la plaza disponible. Pero ya sabes que si te quieres ir, se devolverá la parte correspondiente al tiempo que no vengas, como si te hubiéramos echado nosotros. No creo que te puedas quejar. Así demostraremos que no tratamos de evitar devolver la cantidad debida. Ya sabes lo que puedes hacer y lo que yo haré.

.- Pero, no dirá nada...

.- ¿De qué no quieres que hable?

.- Me dijo usted que haría un informe sobre... – La señorita volvería a interrumpirla.

.- Sí, claro, sobre tu comportamiento aquí. Es algo que se hace cuando quien paga es un tercero. Lo hacemos siempre y en tu caso con mucha más razón. Aunque comprendo que eso no te pueda gustar, pues haberlo pensado antes. Estabas avisada que informaríamos a tu empresa de tu comportamiento.

.- Señorita, ¿y qué va a decir?

.- La verdad.

.- No puede usted decir... – En esta ocasión sería L quien calló, quien no se atrevía a hablar de lo ocurrido. Parecía que de lo que no quería hablar era de algo que la avergonzara por ser su autora y no por ser quien padeciera los actos que no quería mencionar.

.- No solo puedo, sino que debo.

.- Pero..., hay cosas

.- Te acabo de decir que lo hubieras pensado antes. Aunque me temo, que en tu empresa sabrán perfectamente de tus falsedades e hipocresías. Por cierto, estoy grabando nuestra conversación, así que más te vale no mentir sobre ella.

.- ¡Ah!

.- Si no te gusta, es que he hecho muy bien. Ya sabes lo que voy a hacer.

.- Pero..., no puede...

.- Puedo, debo y quiero. Y ahora vamos a ver a la gobernanta.

No podía ser, la señorita no podía hacer eso, echaría por tierra todo lo que quería conseguir. El presidente no se lo perdonaría..., y si encima preguntaban... No podía enviar una nota a su empresa, y menos la grabación que acababa de hacer. No podía aparecer como una falsa, una tramposa, una embustera, eso era lo que menos la perdonarían, solo esa mención podía echar por tierra su posición en la empresa, no tendría que decir nada más, ni nadie se lo preguntaría, bastaría para que fuera rechazada por el presidente. Perdería todo lo que había tratado de defender y posiblemente lo que pudiera lograr fuera de su empresa, ni siquiera encontraría trabajo como meritoria, nadie la admitiría. Incluso se hacía explicable, cuando no comprensible, el trato que recibía de la señorita, sobre todo si ésta lo contaba como lo acababa de hacer, como un intento de meterla en cintura, de conseguir que aprendiera a comportarse, hasta a ella misma parecía lógico lo que había escuchado a la señorita. Tenía que limitar el desastre como pudiera. Estaba asustada y el miedo era muy mal consejero. Veía venirse abajo todo su mundo presente, sin ser capaz de enfrentar su pérdida, lo único que pretendía era que ésta no se produjera, aunque eso supusiera...

"Pero no puedo admitir lo que tanto he repudiado. Si he de perder mi puesto de trabajo, lo perderé..., aunque no encuentre otro."

"Pero si se sabe lo que ha sucedido..., perderé mis amigos, me despreciarán..."

"Pero, ¿qué puede decir?"

Y aunque L se dijera a sí misma, que poco podrían comentar de lo que sucedía en aquel lugar, no estaba nada tranquila, conociendo los modos de la señorita.

"Qué dirá. No puede explicar..., pero bastará con que diga que soy una tramposa, y envíe la cinta, y si el fotógrafo lo corrobora, que si me ve caída, no tendrá interés en ocultar lo que le he propuesto. Los dos diciendo lo mismo..., no tiene que hablar de todo lo que me ha obligado a hacer aquí..., eso no lo va a decir..."

"Y yo no lo puedo decir, si lo dijera y ella lo negara, o simplemente lo despreciara, seguro que no sería a mí a quien creyeran."

"Pero, yo tampoco lo puedo decir, como decir..., es imposible que pueda referirme a esas cosas. Las he tolerado, admitido, me he amoldado a todo. No he reaccionado en contra."

"Y está J. Seguro que en la empresa preguntan los motivos... J querrá enterarse."

"Pero, si es que no puedo explicar nada. ¿Cómo explicar la anilla de la nariz? Si estoy tolerando que se me ponga eso en la nariz, ¿cómo voy a decir que no acepto otras cosas y que se hacen contra mi voluntad? Y he dicho que ha sido el fotógrafo quien lo ha pedido."

"Y esta bruja..."

"Desde luego me hará responsable de todo."

"Y si se conocieran detalles..., y yo he consentido..., no puedo decir que se me ha obligado..."

"Pero se me ha obligado..., aunque formalmente no sea así, aunque no aparezca como imposición..., a cualquiera que se le cuente, sabrá que todo es obligado, nadie en su sano juicio admitiría voluntariamente lo que yo he admitido."

"Pero, entonces, ¿por qué he continuado viniendo? Tenía que haberlo dejado el primer día, incluso marchándome sin más."

"¿Y si hubiera algo grabado de…? He hecho cosas absolutamente abominables, y en las que aparezco como si yo fuera quien las deseara hacer… Y en algunos casos he sido yo quien las ha deseado hacer."

"Y algunas las he hecho estando sola, sin que nadie estuviera presente para obligarme."

"Ayer pedí al hombre que me tomara… y bailé para él… de forma más que indecente."

"Si lo hubieran grabado…"

"Si algo de eso se viera sería el fin, en la empresa y en cualquier otra parte… Solo me querrían como puta."

"Y con Martin habría terminado todo. Se enteraría enseguida."

Tenía que parar aquello, no podía permitir que la señorita siguiera adelante con ello, que no solo no la dejaba escapar de allí, sino que la obligaba a conseguir que la señorita no la rechazara. Sabía que la única opción que la permitía seguir en su empresa era la de continuar acudiendo, soportar lo que se quisiera de ella, tenía que hacerse a la idea de resignarse y padecer lo que fuera menester, por unos días. Eso era lo único que la reconfortaba. Sería cuestión de unos días.

"Voy a hablar con el fotógrafo y convencerle... Haré las fotos."

"Después mandaré a esta hija de puta donde se merece."

"Pero ahora tengo que evitar que la señorita haga lo que dice, eso me destruiría, y si paro el golpe aunque sea sometiéndome a sus imposiciones, gano tiempo para intentar evitar lo peor."

"Pero si no acepta dinero… ¿Qué puedo ofrecer?"

Comenzaba a estar angustiada.

.- Señorita Laura, si es un problema de tiempo..., creo que se puede solucionar. – Estaba siendo ella quien tratara de que la señorita se siguiera ocupando de ella, era tremendo. Pero era la única forma de evitar que en la empresa recibieran esa nota de la señorita que ella difícilmente podría aclarar, ni excusarse..., y la cinta, con su intento de soborno, ya solo eso echaría por tierra cualquier otra explicación que pudiera presentar. Era imposible dejar que la expulsara, tenía que convencerla. Tenía que soportar el desprecio y encima rogar para que la señorita cambiara su decisión. Tenía que ofrecer algo, demostrarla su disposición, hacerla ver que se había equivocado, y en todo caso, que ella estaba decidida a hacer todo lo que la señorita quisiera, que obedecería siempre. Estaba tan asustada y desesperada que conseguir parar el golpe, lograr que la señorita diera marcha atrás, se le antojaba no ya un éxito, si no la única salvación posible, por cuya consecución estaba dispuesta a hacer lo que fuera preciso.

"Será por muy poco tiempo..., y poco más se me podrá pedir sobre lo ya realizado. Como mucho, son dos semanas más..., eso no es nada..., aunque mi culo lo sufra..., pero habré defendido lo que tengo..., y mi futuro."

.- Hembra, te falta entrega, te falta entereza, te falta acatamiento, te falta sumisión. Y no tienes la rabia para enfrentarte y oponerte, sabiendo que puedes perder, tienes tanto miedo a quedar sujeta como a que te deje libre y tener que enfrentarte a la falsedad de tu conducta antes tus jefes. Esto es para hembras decididas, no para pusilánimes. Hay que dar demasiado y tú careces de capacidad para hacerlo, y yo no puedo perder el tiempo contigo.

.- Señorita, es posible que en algún momento no haya respondido conforme sería lo adecuado, lo correcto, la ruego me perdone, pero eso no quiere decir que carezca de empuje y decisión.

.- Eso hay que demostrarlo.

.- Cuando ha sido preciso he sido capaz de demostrarlo.

.- No, aquí.

.- Póngame a prueba. – La costaba decir algo así, pero el miedo a la ruptura pesó más que su orgullo. – Y yo… quiero mantener mi oferta… por ocuparse de mí. – Quiso añadir el señuelo de la oferta que había hecho por avenirse a liberarla, ahora por todo lo contrario, pensando en que quien paga manda y si la señorita pensaba que podía recibir una cantidad tan sustanciosa estaría mucho más dispuesta a transigir.

.- ¿Te refieres a los 40.000 que me has ofrecido?

.- Sí, señorita Laura. – L pensaba en los 20.000 iniciales, pero se avino a aceptar los 40.000.

.- Por lo menos me agrada que estés dispuesta a pagar esa cantidad por una buena doma.

L vio un rayo de luz. La señorita no era tan inmune al dinero. Quiso comenzar a sacar partido.

.- Si la doma es buena creo que lo vale.

.- Ya lo creo que lo vale, y mucho más, y lo vas a pagar.

.- Lo haré con mucho gusto sabiendo que usted corresponderá. – Volvió a insinuar que pagaría pero si la propia señorita se lo ganaba correspondiendo.

.- Yo no tengo que corresponder a nada, marrana.

.- No he querido… – La señorita cortó la disculpa.

.- ¡Hembra¡ ¡En tensión¡ ¡Ya está bien de quejas y encogimiento¡

.- ¡Ah!

.- Por lo menos, hasta que acabe contigo vas a mantener la compostura obligada.

.- Sí, señorita Laura, como usted mande, señorita Laura.

Y la hembra se irguió, adoptando la postura de respeto en la tensión y esfuerzo que debía llevar aparejado y que había relajado. Quiso ver en la demanda de la señorita la prueba que ella había pedido, y estaba dispuesta a llevarla a cabo hasta convencer a la señorita de la veracidad de sus afirmaciones, que además, esa vez, eran completamente sinceras.

"El dinero abre todas las puertas. Eso la ha reblandecido. Es caro pero ha valido la pena."

"Unos ejercicios físicos no van a ser óbice para impedir que consiga mis propósitos."

"Y nadie los ve."

Pero no serían solo unos ejercicios físicos, sería toda la gama de movimientos, posturas, gestos, que había estado aprendiendo durante esos días, que aborrecía realizar, que la humillaban, que la denigraban. Anduvo meneando el culo con total descaro, reverenció ofreciéndose con todo respeto, trotó buscando esforzadamente alcanzar las tetas, en ese movimiento que desde la primera vez que se viera obligada a realizar hacía que se sintiera vejada, y que esa mañana repetiría hasta la saciedad, levantando las patas hasta casi alcanzar las tetas, animada por la señorita, que jaleaba sus intentos, a lo que añadía el siempre estimulante golpe de la caña.

.- Ya va siendo hora de que llegues a las tetas. Quiero que lo logres. Quiero que me demuestres tu disposición y voluntad de cumplir con lo que me dices. Si otras pueden, tú también. Esfuérzate y consigue alcanzar las tetas. ¡Venga! ¡Arriba!

ZAS

.- ¡Ah!

La caña funcionaba animando, obligando, y L impulsaba sus muslos todo lo arriba que podía, queriendo conseguir lo que la señorita deseaba de ella, demostrarla su disposición, su entrega, su voluntad de obedecer, de hacer lo que ella deseaba.

.- Si lo consigues, tendrás muchos puntos para que te dé la oportunidad que deseas y no mereces.

Era la mejor motivación para conseguirlo y a ello se dedicó, casi deseando que actuara la caña para obligarla a alcanzar las tetas

Humillada, denigrada, pero olvidando su humillación, su ignominia, cada momento más atenta a lo que se la ordenaba, intentando cumplir, alcanzar las tetas con sus muslos, conseguir que la señorita la aceptara, realizando los gestos, movimientos, presentaciones, en busca de complacer a la señorita, demostrarla que lo quería hacer, que se esforzaba por llevar a cabo todo lo que se la mandaba, todo lo que la señorita la había enseñado.

La hembra sabía que la señorita la estaba poniendo a prueba, tal y como ella misma había solicitado que hiciera, y tenía que superarla, estaba decidida a pasar el examen, lo necesitaba, era su única salida, por encima de los miedos y humillaciones, y del cansancio que iba haciendo tal mella en ella que el esfuerzo se convertía en tormento. Con el miedo a no ser capaz de alcanzar el objetivo puesto por la señorita, trataba de compensar presentándose completamente entregada, sometida, obediente, que la señorita notara su entrega absoluta al cumplimiento de todo lo que se la ordenara, a todo lo que se deseara de ella.

Se había dicho que iba a demostrar a la señorita que si quería podía hacer cualquier cosa y bien, y lo intentaba a pesar del agotamiento. Se recordaba su compromiso, para superar la fatiga.

Incluso aceptó los golpes de la caña, que la señorita empleaba como acicate o como indicación de lo que deseaba, y en última instancia, como castigo ante la falta o el fallo, aunque ese día esto requiriese poca intervención.

El baile, en el que el falo representaba un elemento cada vez más importante, supuso el momento culminante de su actuación, era la acción en la que tenía que no solo mostrarse, también ofrecerse con gestos y palabras, permitiéndola, más que ninguna otra, la oportunidad de demostrar su buena disposición al poder emplear la palabra como medio de ofrecimiento y al tiempo de expresión de cómo asumía la situación que se quería para ella. Con él podía demostrar a la señorita la veracidad de sus intenciones y la firmeza de su decisión.

.- Baila a tu gusto. – Fue la orden que escucharía L, y con ella, la señorita había vuelto a poner en uso la grabadora, con una cinta nueva, previendo que la joven no podía dejar pasar la oportunidad de mostrar su buena disposición, cuando se le hacía una petición como esa, que fue acogida por L como una invitación relajante, que significaba unos momentos de distensión física, de descanso, lo que hizo que agradeciera que se la permitiera bailar. Luego, surgiría la oferta de su cuerpo, la conveniencia de mostrar, de ofrecer a la señorita lo que deseaba ver, escuchar. Eso siempre había supuesto unas acciones especialmente humillantes, desvergonzadas, degradantes, que ahora L tendría que realizar con especial dedicación, buscando convencer a la señorita de la autenticidad de sus ofrecimientos, de sus deseos de obtener los favores de aquellos que los contemplaran, aceptando las indicaciones de la señorita sobre la finalidad perseguida por el baile, actuando como una ramera que quisiera conseguir que el posible cliente demandara sus servicios. Nunca había hecho suya la idea de estar mostrándose, ofreciéndose, como estímulo carnal, como cebo para excitar los instintos de quienes contemplaran su baile, y ahora solo pensaba en hacerlo de forma que no quedara duda sobre lo que deseaba sugerir, ofrecer, incitar. Era ella misma quien aparecía como oferta final, ni siquiera era el premio, simplemente la carnaza, la mercancía, que quien pagara por ella podría adquirir. Tenía esa sensación, pero no la rechazaba, estaba ahí, debía dejarla a un lado, olvidarla y concentrarse en el baile, en la muestra desvergonzada, impúdica, que no dejara lugar a dudas sobre su postura aceptante de los deseos de la señorita.

Comenzaría a bailar con un contoneo que quería más provocativo, para enseguida pasar a ofrecerse de viva voz, al tiempo que mostraba y ofrecía distintas partes de su cuerpo. A pesar de sus intenciones, no podría evitar hacerlo cohibida, teniendo que realizar un esfuerzo para superar su retraimiento. No quería pensar que estaba realizando unas acciones propias de una puta. Ni siquiera tenía la excusa de decirse que lo que hacía podía suponer una forma de excitar a un amante, se ofrecía de modo indiscriminado, a todo el que la quisiera contemplar, buscando ser elegida por cualquiera, como una puta. Era lo que no quería admitir, era por lo que la costaba hacerlo, por lo que no le salía convenientemente. Notando su torpeza, quiso paliarla, superarla; utilizó la palabra, como medio de animarse a sí misma para hacer lo que tenía que presentar a la señorita.

.- Señor, bailo para usted, me encanta hacerlo, que me vea, mostrarme a usted. Me encanta complacerle, quiero que le guste mi baile, y quiero gustarle yo misma.

.- Señor, si le agrada lo que ve, es para usted, lo puede tomar cuando quiera, será un honor para mí que me acepte, que use de mí, que me llene con su hermosa polla.

.- Señor, puede hacer conmigo lo que le plazca. Me encantaría tenerle en mi boca, si lo que desea es mi culo, lo tengo preparado para recibirle.

.- Señor, míreme, me encanta gustarle, quiero ser suya, quiero ser su hembra. Por favor, elíjame, úseme.

L se percataba que esos ofrecimientos resultaban pacatos y tímidos, quería animarse, animarlos, pero no le salía. Tendría que ser la señorita quien planteando la falta de contenido de sus ofertas, la espolease para que se mostrara más contundente, pero parando la grabadora mientras lo hacía.

.- No seas sosa, ofrécete con más gracia, muéstrate más. Que se note que estás ansiosa de ser elegida, de poder complacer a quienes te elijan. Estás para eso y deseas hacerlo. Tienes que excitar a quienes te contemplen, y sabes como hacerlo. Consigue que deseen darte unos buenos pollazos, que quieran meter su polla por tu marrano culo. Sonríe en cada oferta, que se note lo contenta que estás haciéndola y esperando, buscando, deseando, que sea aceptada por alguno de tus señores. Si ofreces una buena mercancía, tienes que ser la primera en creerlo, para después demostrarlo.

.- Sí, señorita Laura.

.- Pues hazlo, y explica lo que haces, que tus palabras resuman tus gestos y ofrezcan el añadido especial de manifestar tu voluntad de complacer, de conseguir que te tomen como hembra, como marrana.

Y L se ofrecería de forma cada vez más desvergonzada, más impúdica, mostrando su coño, su culo, abriéndolos, introduciendo los dedos en ellos, al tiempo que acompañaba las muestras de su oferta con las de sus palabras y ruegos para ser tomada, usada, por quien la honrara eligiéndola para usar de ella. Y al hacerlo estaba configurando una forma de comportamiento que la identificaba con lo que era típico de una puta, al tiempo que al repetir ese tipo de actos, resultaba cada vez más fácil realizarlos, los iba asimilando, convirtiéndolos en algo casi normal, habitual. Y con ello la señorita trataba y conseguía, dominarla, llevarla por donde quería, obligarla a realizar unas acciones que la degradaban, transformándola en lo más cercano a una puta, y preparándola para pasar de la oferta de su cuerpo a su uso como se usa el de una puta.

Y ella, como una puta que gustara de su oficio, o que supiera lo que resultaba más conveniente para conseguir atraer al cliente, haría lo que la señorita la acababa de ordenar. Sonriente se ofrecería, animada, animaría a quien dudara en comprar su cuerpo. Miraría a la señorita, ofreciéndose a ella, mostrándose a ella, como si fuera el juez a quien hubiera de convencer, y así era.

"Señor, me encanta bailar para usted, soy feliz haciéndolo, solo me queda que usted me elija, para colmar mi felicidad. Si lo hace sabré complacerle. No piense que estoy solo para que use de mi cuerpo, estoy para conseguir que goce como nunca. Pruébeme."

"Señor, veo que mira mi culo. Si le gusta, puede tomarlo, es delicioso, y está deseoso de recibir su polla, y yo también. Métamela por el culo, me encantará que lo haga, sentir su polla en él. Después, la tomaré en mi boca. Mire como lo abro para usted, podrá encularme sin dificultad, estoy preparada para recibirle y me encantaría hacerlo, y estoy segura que a usted también."

Si el día anterior había roto todos los diques que contenían su impudor, su procacidad, para mostrarse totalmente desvergonzada, impúdica, ahora olvidaba todo resto de recato, de respetabilidad, intentando convencer a la señorita, demostrarla que haría todo lo que se la ordenara. Había cambiado substancialmente su postura, el día anterior lo hacía obligada, incluso cuando se mostraba excitada y deseosa de agradar y conseguir que el hombre la tomara existía un trasfondo de obligada obediencia, que ahora, sin dejar de existir, se transformaba en el deseo de hacerlo, de convertirse en lo que la señorita deseaba, en la voluntad de conseguir que la señorita la aceptara para domarla. Estaba propiciando, facilitando, la propia aceptación de esos comportamientos que tenderían a convertirse en algo cada vez mejor admitido y más fácil de efectuar.

Durante un largo rato, L continuaría bailando, ofreciéndose de hecho y de palabra, cada vez más desvergonzada, más descarada, más degradada, añadiendo unas caricias de por si ignominiosas e impúdicas, que ese día intensificaba hasta realizar los gestos obscenos mientras se ofrecía con palabras y sonrisas. Y si la repetición de esas caricias, a las que se acomodaba como si gustara de realizarlas, producía el efecto de hacerlas cada vez más aceptables y practicables, no podía dejar de producir otro efecto en ella, poco a poco iría excitándose, hasta convertir la oferta de su cuerpo en el deseo de su uso. Cada vez más acalorada, más exaltada, estaba convirtiendo la muestra a un tercero en una ofrenda de sí misma hacia sí misma, sus dedos ya no actuaban para mostrar a quien decía querer ofrecerse, sino como acicates de un deseo, convertido en necesidad, de obtener de ellos la penetración y el gozo que habían suscitado en su carne, y que trataban de completar con el uso del falo, convertido en instrumento de penetración y gozo. Ahora los ofrecimientos de su cuerpo, de sus agujeros, sonaban a ansiedad reprimida, a urgencia de compensación, a búsqueda de la reparación que precisaba.

La señorita que veía y comprendía, sonreía satisfecha, pero sin dejar de controlar a esa hembra que se transformaba en marrana.

.- No olvides que te estás ganando la doma. Ten mucho cuidado con lo que haces. No puedes correrte sin mi permiso. Sigue ofreciéndote, mostrándote, haciendo todo lo posible por conseguir que tus amos te elijan, que deseen usarte, que noten que estás ansiando tener sus vergas en ti, en tu boca, en tu coño, en tu culo.

La señorita no podía dejar que L continuara con las caricias a no ser que quisiera dejar que alcanzara el placer final, y no era lo que deseaba. Cortó el baile, ordenando que la joven volviera a intentar el trote alto, lo que ésta hizo con la frustración de una excitación insatisfecha, una complacencia inconclusa. Pero tenía que obedecer e inmediatamente. Y la señorita incrementaría sus exigencias, insistiendo con obstinación en la perfecta realización de posturas y movimientos, que L trataba de realizar tal y como deseaba la señorita.

.- No es posible que no hagas perfectamente todo lo que te es propio. Tienes que mostrarte como la marrana que quieres ser. No pienses que te voy a permitir ningún descanso hasta que consigas hacer todo lo que quiero que hagas, y cuando lo consigas, tampoco descansarás. Vas a tener mucho que hacer. Pero ahora lo más importante es que aprendas a obedecer y a efectuar todo lo que debe hacer una marrana bien domada.

Las alusiones eran ingratas pero L no se paraba a considerarlas enfrascada en realizar los ejercicios que la señorita le ordenaba sin solución de continuidad, con objeto de conseguir que no la desechara. Y la señorita mantendría las exigencias haciéndolo con unas formas cada vez más humillantes y vejatorias, en las que la expresión "marrana" comenzaría a aparecer con tanta frecuencia que sustituiría a su nombre de Hembra.

El aviso de que había llegado el momento del baño supuso tal esperanza de descanso que aceptó con gratitud que se la sacara de la sala, aunque saliera sin haber alcanzado el objetivo de completar el trote alto conforme se deseaba y con la frustración de una excitación reprimida y unas ansiedades insatisfechas. Volvía a estar como el día en que su acomodación a las exigencias de la señorita llegaba de la mano de unas sensaciones que hacían tolerable y placentero someterse a aquellas. Sabía que no debía dejarse llevar por esas emociones pero era muy difícil controlarlas, y dejando que se adueñaran de ella todo resultaba más fácil.

.- Te daré la oportunidad de seguir intentando conseguir hacer bien el trote. Iras de esa forma a la piscina.

.- Muchas gracias, señorita Laura.

Y lo agradecía de veras, quería seguir intentando, a pesar de percatarse que estaba demasiado cansada como para superar la prueba, quería poner de manifiesto su decisión, su esfuerzo, y hasta agradecía que la señorita la animara, la exigiera, aunque lo hiciera caña en mano, que empleaba con soltura, pero sin el éxito apetecido.

No iría directamente al baño sino a recibir un masaje, acogido con todo el agrado que significaba el descanso necesitado, a pesar de tener que hacerla con el falo en la boca y limpiándolo de su porquería, después se la permitiría bañarse, de nuevo enculada, a lo que seguiría la realización de los ejercicios físicos. Sería la propia L quien pidiera la realización de las abdominales que acababan llevando las rodillas a las tetas, lo que al estar tumbada, realizaba ya con soltura, y que ese día pediría hacer durante un mayor tiempo, para forzar y practicar el movimiento.

Durante ese largo rato, dejaría de quemarse la sangre dando vueltas a su situación en el salón, ese día su preocupación era conseguir ser aceptada por la señorita y parar la expulsión. No podía evitar el miedo a las consecuencias de lo que la señorita hiciera en caso de no querer continuar domándola. Pensaba en esa circunstancia empleando esa expresión, aceptándola como algo normal, apropiado, descriptivo de lo que se hacía con ella, y lo hacía para desear ser domada. Estaba rompiendo sus esquemas anteriores y sustituyéndolos por todo lo que había rechazado.

Regresaría a una última etapa de ejercicios. Llegaba queriendo superar la prueba.

.- Señorita...

.- Habla, marrana.

.- Si me lo permite, quisiera seguir intentando el trote alto..., y si usted quiere ayudarme.

Nunca hubiera pensado estar efectuando esa demanda.

.- ¿Con la caña? – Se burlaba.

.- Como usted crea más conveniente.

.- ¿Y la caña lo es?

.- Sí, señorita.

.- Pues comienza a trotar y gánate la doma.

.- Eso es lo que más deseo, señorita Laura.

Y L comenzaría otra fase de trote, decidida a lograr lo que la señorita deseaba, ya creía posible conseguirlo. Si la caña había estado presente en todos sus intentos, en este lo estaría con dolor, pero también como la ayuda necesaria para llegar al resultado deseado.

Y L lograría alcanzar las tetas.

.- ¡Bien! Quiero que des una vuelta completa sin fallos. ¡Y atenta a la caña! Si puedes, debes. No admito fallos.

Pero no era tan sencillo dar una vuelta completa sin fallos y la caña volvería a ser el colaborador necesario para conseguirlo, hasta que lograra alcanzar las tetas en cada paso, con una precisión que sacaba unos golpes secos y duros y con ellos un sonido neto en cada choque de los muslos contra las tetas, que repercutía en el objeto que llevaba en el culo, haciendo que se sintiera más penetrada, más enculada, con un falo ya de un grosor más que considerable, y que ella sentía cada momento con más intensidad y al tiempo con creciente excitación. Se unía la entrega y sometimiento que representaba el trote obligado, a esa otra sumisión, representada por la verga en su culo, pero ésta aportaba una especial voluptuosidad que L ya había sentido y que ahora volvía a hacerse patente, apoyada en el éxito de su esfuerzo, que parecía permitir esa compensación.

Después, la señorita haría que practicara todos los gestos y movimientos que debía aprender y que L realizaba ya con casi completa soltura, obedeciendo sin pararse a considerar la orden, que sabía cómo cumplir. Repitiendo una y otra vez, reverenciando, saludando, manteniendo posturas. Según fue pasando el tiempo, L comenzó a tranquilizarse.

"Si la señorita continua es que no me va a desechar."

"He superado la prueba y eso es un paso muy importante."

Ese pensamiento no solo la daba las esperanzas que necesitaba, sino que representaba el mejor acicate para que la hembra mantuviera su actitud, obedeciera sin plantearse la menos oposición, incluso deseando que la señorita le exigiera demostraciones de sometimiento, de obediencia, que antes hubiera aceptado encolerizada, y que ahora suponían pruebas de su esfuerzo, de su deseo de obedecer, de continuar.

Cuando llevaba un rato de ejercicios la señorita, haciendo que permaneciera en posición de respeto, la comunicaría su decisión:

.- Voy a ocuparme de ti.

.- Gracias, señorita Laura. No se arrepentirá. – L sintió un tremendo alivio y hasta auténtica gratitud hacia la señorita que la permitía salvar su situación, sin pensar que la señorita era quien había creado esa situación.

.- Quien te arrepentirás y mucho serás tú, si no cumples perfectamente con todos mis mandatos, exigencias y reglas. Vas a obedecer con total sumisión. Desde ahora en adelante, la caña te va a enseñar todo lo que no quieras aprender. Así que piensa bien en tu compromiso, que no tiene marcha atrás.

.- Señorita, haré todo lo que usted me ordene. De verdad, se lo prometo. – Estaba tan eufórica por creer solucionada su situación, que prometía con toda sinceridad.

.- Pues te tomo la palabra, aunque tu palabra no tenga ningún valor para mí, lo tiene que te acepte para domarte, y si tú no cumples como debes seré yo quien haga que cumplas. Ya lo sabes. Estás comprometida y yo haré que cumplas tu compromiso. Y sabes que tu primer deber es la obediencia, así que vas a obedecer en todo lo que se te mande.

.- Sí, señorita Laura.

.- Como necesitas un plazo adecuado para completar tu doma, voy a establecer el tiempo mínimo que deberás permanecer siendo adiestrada, domada, que será de 7 semanas en doma, y yo pondré las condiciones de tiempos, quiero que lo hagas manteniendo las maneras de hoy, en acciones, obediencia y respeto...

.- ¡Ah! – L comenzaba a darse cuenta de lo apresurado de su aceptación.

.- ¿Qué ocurre hembra?

.- Nada. Señorita Laura. – Pero claro que ocurría y la señorita lo sabía perfectamente. El plazo de 7 semanas superaba todas las expectativas de L. Ella había pensado en dos más y serían 6 más, o quizás 7 más, si comenzaba la cuenta desde ese día. Y aunque no hubiera pruebas nuevas, cosa que nadie garantizaba, era demasiado, aunque para domarla... "Eso es otra cosa"

"Para domarme se necesitarían 70 veces 7." – Se dijo, confiada y hasta desafiante. Pero otra cosa muy distinta contestaría a la señorita.

.- Sí, señorita Laura, como usted mande, señorita Laura.

.- Después firmarás la solicitud de estancia en el club por esas 7 semanas. Pasarás el reconocimiento médico pertinente.

.- Como usted mande, señorita Laura.

.- Te va a costar cara la doma. – L pensó de inmediato que la señorita se estaba refiriendo al pago que había ofrecido y quiso corroborarlo, al tiempo que pretendió sacar las consecuencias que deseaba.

.- Señorita, sé lo que vale y sabe que quiero gratificarla. – L, que ya había insinuado que el pago implicaba una correspondencia, ahora habló de gratificación evitando referirse a un pago. De nuevo obtendría una respuesta que no aceptaba ese tipo de argumentos.

.- Te va a costar 10.000 por semana, entregados por adelantado y sin devolución por ninguna causa. Aunque tenga que echarte antes del plazo fijado.

Era demasiado, la señorita se estaba pasando y mucho. Ella no disponía de tanto para poder pagar de inmediato, el banco no le daría tanto, y tampoco quería admitir esa pretensión disparatada.

.- Señorita, no sé si podré conseguir tanto.

.- Ese es tu problema.

L comenzaba a tener la sensación de estar siendo chantajeada. Pero era un chantaje que acabaría en siete semanas, como mucho. Que la señorita quisiera cobrar por adelantado y sin posibilidad de devolución hacía que pensara en que existía la posibilidad de acabar antes, a lo que se sumaba la mención a echarla antes de finalizar las 7 semanas, entonces valdría la pena pagar. L pensaba que la señorita no quería ofrecer ninguna muestra de componenda pero que accedería llegado el momento. "Si cobra y no hace nada mucho mejor para ella… y para mí". Como siempre L estaba muy alejada de la realidad.

.- Señorita, podré pagar algo menos.

.- Mañana trae 50.000.

.- Bien. Espero… – Iba a poner condiciones, la señorita lo vio venir, e iba a cortarlo y de una manera tan cruda como inesperada, demostrando, una vez más, que sus intenciones eran muy distintas a lo que L pensaba.

.- Tú ni esperas ni dejas de esperar nada. Tú obedeces. Y como vas a pagar por la doma vas a tener la doma que mereces. No vayas a creer que pagar te confiere ningún derecho que no sea recibir doble ración de caña si no haces todo bien. Eres una hembra en doma y marrana en ciernes. Y como tal se te marcará con tu condición y número en el coño.

Eso era diferente, la hembra desde que la señorita lo mencionara el primer día de su presencia en aquel lugar no había vuelto a ocuparse de ello, salvo en algún momento en que lo puso como pretensión absurda, y ahora aparecía como exigencia para mantener esa doma, que también había rechazado siempre. La hembra sabía que no podía vacilar, que la señorita no aceptaría sus titubeos, habló, pensando en retrasar el problema y darse tiempo para encontrar la solución. Al menos en ese momento no iba a dar al traste con una situación que la estaba costando tanto ganar.

.- Como usted mande, señorita Laura.

.- Arrodíllate, humilla ante mí y besa mis pies con devoción y entrega, agradecida a quien va a hacer de ti una marrana bien domada. – La señorita chascó los dedos.

.- ¡Ah!

Desconcertada, L se arrodilló ante la señorita, por un momento pareció aturdida, la señorita chascó de nuevo los de dedos, y como si ese sonido hubiera despejado sus dudas, humillando ante ella comenzó a besar sus pies. Y lo haría tal y como había dicho la señorita, con toda devoción y entrega, agradecida a que hubiera aceptado domarla, hacer de ella esa hembra bien domada. No quería pensar en la marrana a que se refiriera la señorita, asumiendo esa denominación como algo lúdico, una especie de forma más burlona que infamante, de hablar.

.- No tengo que decirte que cualquier incumplimiento lo castigaría sin la menor indulgencia, para que no se te volviera a ocurrir hacer algo semejante. No pienses ni por un momento, que me vas a tomar el pelo. Vas a cumplir, e irreprochablemente, con lo que te has comprometido, y lo harás por las buenas o por las malas, a latigazos, si es preciso.

Pero L, pensaba en las 7 semanas y en la forma de disminuir ese tiempo. Si tuviera que hacer los esfuerzos que se le pedían, los haría, pero no quería estar esas semanas.

"Serán las dos que no puedo evitar por mi empresa, después, me iré y no me volverán a ver el pelo. Una vez lejos de aquí, ya puede decir o escribir las notas que quiera, no solo lo negaré todo, sino que serán ellos los más interesados en cerrar el tema. Yo habré cumplido. Incluso haré las fotos de prueba, y de modelo después."

"Y si pago lo que quiere…"

.- Enderézate. – Chascó los dedos. – L quedó arrodillada y olvidada de sus pensamientos. – De nuevo otro chasquido de dedos. – Incorpórate. – Lo hizo, quedando en posición de respeto. – Reverencia y agradece, marrana.

L reverenció, en esa postura dio las gracias. – Gracias…, muchas gracias, señorita Laura. – No sabía si debía añadir algo más. Quedó reverenciando. Otro chasquido, vaciló.

.- Humilla, marrana.

Por un momento no comprendió lo que se quería, después recordó. Se arrodilló y humillando, besó de nuevo los pies de la señorita. No pensaba en nada, solo en obedecer, en hacer lo que la señorita quisiera, y humillar ante ella no era tan costoso, no exigía esfuerzo, y una vez aceptado, ni siquiera aparecía como humillante, solo era un gesto más.

.- Lame. – Lo hizo. – A pesar del añadido de desagrado, de repugnancia, hizo lo que la señorita ordenaba. Era un asco, pero podía superarlo. Esperaba estar aplacando a la señorita y convenciéndola de su disposición a obedecer y a realizar todo lo que se la mandara. Sabía que era lo mejor para evitarse problemas, y la idea de pasar por todo aquello del modo menos ingrato posible, evitando castigos y esfuerzos, lograba que aceptara casi sin más oposición que la repulsión que suscitaba tener que lamer el calzado de la señorita, que una vez superada no resultaba tan repulsivo.

Escuchó otro chasquido de los dedos, supuso lo que significaba, pero no se atrevía a enderezarse. Después otro chasquido y la orden de incorporarse. Lo hizo, reverencio, agradeció, permaneciendo en reverencia, inclinada ante la señorita. Entonces, dos chasquidos seguidos la avisaron, supo lo que debía hacer, se arrodilló y humillando besaría los pies de la señorita, y sin esperar a ninguna indicación lamería las botas, y todo lo haría con creciente entrega, sumisión, incluso fervor, que demostraban, no solo el deseo de complacerla, de ganarla, había algo más, que la señorita supo conocer y apreciar. Si L había pretendido conseguir tener a la señorita a su favor, entregándose a realizar todo lo que pudiera agradarla, la manifestación de su entrega ponía en evidencia que había pasado de la intención de halagar, de satisfacer, para conseguir ganarse a la señorita, al deseo de ofrecer y ofrecerse sin búsqueda de compensación. La señorita dejó discurrir esa demostración, comprobando hasta dónde la llevaría la joven, cuándo mostraría cansancio o decaía en sus gestos, que implicaban algo más que sumisión, que suponían aceptar su humillación ante ella, humillación entregada, incluso complacida, como complacida y esperanzada estaba la señorita contemplando esos gestos, que dejaba discurrir en una forma de estímulo tácito, que la marrana comprendía y apreciaba, animándose a continuar con sus muestras de sumisión, cada vez más expresas y sinceras, y por ello, más efusivas y devotas, hasta que la señorita cortó; la hembra escuchó otros dos chasquidos que la avisaban que debía incorporarse. Lo hizo, para de inmediato reverenciar y agradecer.

.- Gracias, señorita Laura, muchas gracias.

.- ¿Por qué agradeces, marrana?

.- ¡Ah! – Parecía dudar en la respuesta, pero enseguida respondió, siempre manteniéndose en reverenciar ante la señorita. – Por permitirme demostrar mi gratitud y devoción, y agradecerle su generosidad para conmigo.

La señorita chascó los dedos, L sin vacilar se arrodilló beso de nuevo sus pies, lamiendo con total entrega, besando con devoción, con ardor. La señorita la dejaba hacer, cada vez más encantada.

.- Bien, marrana. Así es como debes entregarte a tu señorita, a quien debes respeto, obediencia y completa sumisión. Si lo aceptas y obras en consecuencia, todo te resultara, no solo fácil, sino que encontrarás en ello, unas satisfacciones que te recompensarán por si solas del esfuerzo que te voy a obligar a hacer. ¿Te das cuenta de que tu posición natural es la que tienes ahora? Humillar ante tu señorita y demostrarla tu sumisión plena, es la que más te debe gustar, y que te deje hacerlo, lo que más debes agradecer. – Y como si L quisiera corroborar las palabras de la señorita, intensificó sus besos y lamidas, al tiempo que manifestaba el agradecimiento que se le pedía.

.- Gracias, señorita Laura, muchas gracias. – Y queriendo ir a más en su entrega, cogió con sus manos el tobillo del pie que besaba, buscando el acercamiento de la caricia, pero la señorita cortaría el gesto con una patada en la cara de L.

.- ¡Marrana! Solo tienes permiso para besar y lamer. ¡Retira las manos!

.- ¡Ah! Perdón señorita. Lo siento, señorita. – Y queriendo compensar su error y aplacar el enfado de la señorita, volvería a besar y lamer con pasión y entrega, que la señorita dejaba hacer sonriendo burlona, segura de la doma de la marrana, y consciente de que L estaba buscando con ello mostrarse tal y como ella deseaba, al tiempo que comenzaba a entregarse a ese especial sometimiento, si no con agrado al menos sin la aversión y repulsa anteriores, a pesar de la humillación adicional que llevaba aparejado.

Al cabo, la señorita chascó los dedos. – L supo lo que quería de ella, pero antes de incorporarse se demoró en otra tanda de besos, como si no quisiera dejar de besar los pies de la señorita. Pensaba en agradarla, en ablandarla, sentía que es lo que debía hacer, al tiempo que comenzaba a percibir en ello esas extrañas complacencias. No era la primera vez que la sucedía algo semejante, y si se dejaba llevar por esas sensaciones, todo resultaba más fácil. Pero aquello no se hacía para que la marrana disfrutara, no era eso lo que la señorita deseaba y no le iba a dejar saborearlo, al menos no todo lo que querría L, y desde luego, dejando patente que era algo que estaba en manos de la señorita y que se regalaba a la joven.

Y, de nuevo, sería la señorita quien cortara la demora en la obediencia, queriendo trasmitir a la marrana que su primera obligación era la obediencia. En lugar de dejar que la joven siguiera con sus besos, la empujó la cara, sin ninguna contemplación, con el mismo pie que besaba, alejándola de él. L se incorporó presurosa, volviendo a reverenciar y agradecer.

.- Gracias, señorita Laura, muchas gracias. – Y esta vez, continuó con su agradecimiento. – Gracias, por permitirme besar sus pies, humillar ante mi señorita, demostrarla mi sometimiento, mi respeto. Muchas gracias, señorita Laura.

Esa vez la señorita encontró en la voz de L la sinceridad de su ofrecimiento, sonrió, ella también con sinceridad, sin que su sonrisa fuera la manifestación de la complacencia por estar sometiendo a la joven. Sabía que aquel gesto de L no significaba que estuviera domada, pero indicaba el comienzo de su adaptación a la doma. Aún habría que vencer muchas resistencias, pero la marrana ya estaba ofreciendo los primeros síntomas de sometimiento y encontrando en ello algún momento de complacencia.

L había aprendido otro gesto de sumisión. Y aún sin pensar en sus propias reacciones, se percataba de que se sometía sin oposición, obedeciendo, sin pretender ni siquiera criticar lo que se le ordenaba, realizándolo con normalidad, en buena medida, con agrado, para demostrar su entrega a la señorita, y al tiempo, sin que hacerlo supusiera esfuerzo, y permanecer a los pies de la señorita, una vez aceptada la situación, era hasta relajante, y sabía que con ello complacía a la señorita, lo que en esos momentos, la importaba tanto como conseguir su buena disposición hacía ella.