L 6

L busca relajación y desahogo y lo obtiene en un encuentro perturbador

L 6 L busca relajación y desahogo y lo obtiene en un encuentro perturbador

L llega al club bastante tarde. Al pasar por la hípica vio que todavía había gente, se detuvo, encontró a un grupo de amigos. Ellos la recibieron con evidente complacencia y ellas con mucha menos. L pensó en el efecto de la forma en que iba vestida. Estaría un rato charlando. Entonces se acercó un hombre conocido.

.- Te vengo a salvar de los críos. – La dijo casi al oído. Ella sonrió.

La debía duplicar la edad, estaba divorciado y tenía fama de saber hacer con las mujeres, aunque entre ellas no se hablaba bien de él, sobre todo entre quienes no habían estado con él, que contaban lo que se comentaba, modos y acciones poco o nada convencionales, cuando no algo peor, las otras no decían nada o muy poco, lo que no ayudaba a conocer la verdad. Que la eligiera no dejaba de halagar a L, animándola a probar y, acaso, confirmar las habladurías, que ahora se presentaban como un aliciente adicional.

.- Te invito a comer.

.- Estoy con los críos. – No quiso ceder a la primera, sabiendo que él insistiría.

.- Pues escapa de ellos. – Ella volvió a sonreír.

.- Me gusta despedirme.

.- Hazlo a la francesa.

.- ¿Dónde quieres ir?

.- A un sitio que te encantará.

.- ¿Se come bien?

.- He estado una vez y quedé con ganas de repetir, pero con mejor compañía.

.- ¿Con quién estabas? – L aprovechaba para enterarse de sus compañías, pero no resultó como pensaba.

.- Con mis queridísimos colegas. No sabes lo aburridos que pueden ser.

Se iría con él, al menos era previsible una buena comida y un rato más interesante y ameno que con los "críos" y, acaso, algo más. Irían en el coche de él. En el camino él habló de ella, lo que constituía un tema que entusiasmaba a L, lo hacía divertido y halagador, medio en serio medio en broma y consiguiendo que la joven entrara al trapo de sus comentarios, entre interesada, divertida y halagada, añadiendo caricias cariñosas y tenues que L recibía sin oposición, lo que él podía interpretar como una aquiescencia tácita a seguir con ellas, y había bastante de eso. L estaba entretenida y quería que él continuara con la conversación, y no la disgustaban las caricias, en las que veía el preludio a lo que apetecía. Una de las veces la puso la mano en el muslo acariciándolo, ella quiso poner un poco de orden y no mostrarse tan receptiva, cogiendo la mano quiso controlar la caricia.

.- Los mayores no entendéis a los adolescentes. – Fue la respuesta que recibió a su gesto, que hizo que le mirara sorprendida, después rió. Él siguió explicando. – Como ya habéis superado la fase de la tensión de las hormonas.

.- Y tú estás de lleno en ella.

.- Y cuando me encuentro a una chica como tú… ¡Huff! - Hizo un gesto con la mano acompañando a la exclamación, volviendo a hacer reír a L, divertida y complacida. – Bueno como tú no me había encontrado a ninguna.

.- Todo llegará, hay muchas, demasiadas para mi gusto. – Ahora fue él quien rió.

.- Me encantaría que fuera cierto, no sabes…, bueno, si fuera cierto quien estaría como loco sería yo. Ya lo estoy y solo te he encontrado a ti.

.- Las hormonas, claro.

.- Y algo más.

.- ¿Qué?

.- Iba a tener otro motivo para sentirme incomprendido y sin nada que dar. Te das cuenta que solo podría ofrecerte una pasión incontrolada.

.- Eso nos encanta, y a los mayores más.

.- Pero también la quiero yo, no me conformo…, y los mayores…, ya se sabe.

.- ¿Qué se sabe?

.- Como sois.

.- ¿Cómo?

.- No sentís lo mismo.

.- No se puede generalizar.

.- ¿Lo dices por ti? – La pregunta surgió con una ansiedad tan manifiesta que L, por un momento, llegó a pensar que era auténtica, después le miró y sonrió. Ni siquiera se atrevió a reír, como si tratara de no romper la posibilidad de que hubiera algo de cierto en la pasión que demostraba. Tampoco quería que su respuesta implicara el ofrecimiento que él deseaba obtener, solo la sonrisa debía ser su oferta. Pero esto no era suficiente para él. – No ves, siempre calláis cuando no queréis dar. Pensaba que tú no eras así. – L pensó que apenas la conocía y que todo era comedia, pero era tan halagador que lo quería creer como si fuera autentico. Sonrió de nuevo, ahora más cálidamente, en un mudo incremento de la oferta que antes hiciera.

Llegaban a una gasolinera, se dirigieron a ella, L pensó que podía haber esperado, iba a romper la conversación y estaba deseosa de continuarla, de que él siguiera con sus explicaciones, con esos comentarios de adolescente apasionado. Él pasó la zona de repostar y se dirigió al parking, sin que L supiera lo que pretendía. Dejó el coche alejado de la parte más concurrida, se volvió hacia ella y cogiéndola en sus brazos, la besó. L se dejó hacer, en principio sorprendida y pasiva, después divertida y halagada, y luego consentidora y excitada, y finalmente entregada, partícipe y colaboradora. Iba a resultar cierto lo de las hormonas, si lo fuera, ese hombre sería un chollo, incluso estaba dispuesta a dispensar la diferencia de edad.

El beso no tenía nada que envidiar a los más ansiosos y hambrientos. Él buscaba la boca de L con arrebato, introduciendo la lengua y paseándola por toda ella, como si quisiera tomar posesión de todos sus rincones, para después absorber la lengua de la joven en su boca, teniéndola allí, sin dejar que se escapara. L quería corresponder, primero con calma y dominio de la situación, como quien tiene que comportarse con la cordura que la otra parte parecía haber olvidado, después dejándose llevar cada vez más por la pasión del otro y respondiendo a ella de forma casi similar, aunque siempre con cierto grado de control.

Y él no pararía en el beso, para complacencia, excitación y emoción de la joven, una mano buscó bajo la camiseta, subiendo a las tetas que cogería alzando el sostén para poderlo hacer desnudas, apoderándose de ellas con el mismo ansioso deseo que había mostrado durante el beso. A pesar de que, por momentos, lo que era caricia se convertía en apretón, L lo recibía y aceptaba con una complacencia inusual. Hacía tiempo que nadie mostraba tal entusiasmo por su cuerpo y eso resultaba tan halagador como excitante. Y aún lo sería más al inclinar él su cabeza hacía el cuello de L y comenzar a besarlo y lamerlo, provocando un estremecimiento en la joven, que se multiplicaría al alcanzar la oreja y lamerla, convirtiéndose en gemido de placer, que él captó y comprendió, lo mismo que comprendió la crispación del cuerpo de L y después una especie de relajación que era manifestación de deseo de dejarse hacer, que él aprovechó para variar una postura que no favorecía sus acciones. Hizo que L se girase para apoyarla, tumbada, sobre sus muslos, sin que ella se opusiera, inmersa en sus sensaciones y en el deseo de que él continuara, por un momento pensó que no debía mostrarse tan fácil, aunque estuviera encantada y embelesada con esos atrevimientos, entonces notó como la otra mano del hombre se posaba en el muslo y después se dirigía hacia el sexo, quiso controlarla, no debía ceder tan fácilmente, pero él no cejó, ella le tenía cogido por la muñeca y trataba de impedir que siguiera hacia arriba pero él tenía más fuerza y ella no quería ni podía impedírselo, cedió dejando que él alcanzara el coño, que de inmediato liberaría de la pequeña tela que lo cubría, para agarrarlo con firmeza, luego bajaría el tanga, dejándolo por debajo de las rodillas, lo que gustó menos a L pero sin impedirlo, ya no estaba para atender a esos detalles, inmersa de lleno en las sensaciones que producían las manos del hombre, y este agarraría el coño con el puño apretándolo como si quisiera exprimirlo, por primera vez L, que se había tensado ante la acción, fue a decir algo, pero se contuvo, volviendo a relajarse, no quería enviar un mensaje de defensa, y menos de oposición, ni cortar el desarrollo de las acciones del hombre que continuaría con el magreo, como si de dos jóvenes ardientes se tratara. A L, que ya tenía casi olvidadas ese tipo de situaciones, aquello le traía remembranzas y cálidas sensaciones que iban en aumento a medida que él avanzaba en su atrevimiento y alcanzaba zonas y realizaba toques más osados. Tenía una mano en las tetas y la otra en el coño de L y las utilizaba con habilidad y conocimiento, buscando las zonas más accesibles y sensibles y los toques más precisos y excitantes, mientras L permitía, aceptaba, gustaba, deseaba, rindiéndose una y otra vez ante los avances del hombre, que ya quería que no se detuvieran hasta conseguir sus últimos objetivos, para lo que comenzaría a facilitar sus acciones abriéndose a él y dejando que actuara sin la menor oposición, y él aprovechaba las facilidades para avanzar sin tregua, como queriendo dominar todo ese terreno que se le rendía sin lucha, y lo estaba haciendo para complacencia de su propietaria entregada al disfrute de las acciones de él, que centradas en su coño, iban desgranando toques y caricias, finalmente convergentes en el botón más sensible, que L recibía entre jadeos. Solo la aparición de otro coche que aparcó a su lado rompió la situación muy a pesar de L, aunque fuera esta quien avergonzada de ser cogida en aquel estado, haciendo un esfuerzo, tratara de separar al hombre, y este, aceptó concluir, pero solo momentáneamente.

.- Vamos a tu casa. Comeremos después. Ahora a quien quiero comer es a ti.

A L no le pareció nada mal esa pretensión, sonriendo ante ella. Se recompuso en silencio mientras él sacaba el coche del lugar.

Irían a casa de L. Nada más entrar en ella él la cogería entre sus brazos, besándola y buscando tetas y coño. Ella ni siquiera quería decirle que esperase, disfrutando de esas ansiedades, encantada de generarlas y de que alguien las manifestara de una forma tan entusiasta. Él la quitó la camisola y luego quiso hacer lo mismo con la falda sin encontrar la forma de hacerlo, siendo ella quien se la quitara.

.- Ven. – Le cogió de la mano para llevarle al dormitorio, él no la dejaría, la alzó en sus brazos, siendo él quien la llevara, ella encantada, se agarraba al cuello del hombre. En el dormitorio L quiso ser más activa, no habían encendido ninguna luz, teniendo solo la que llegaba del pasillo, eso permitía a L mucha más libertad, iniciando ella la retirada de la ropa del hombre comenzando por los pantalones, arrodillada ante él, se los bajó y después los calzoncillos, encontrándose con un miembro casi erecto y de muy buenas proporciones lo que la animó a continuar, cogiéndolo con la mano primero y después besándolo para finalmente meterlo en la boca, mientras él, con los pies, se quitó los zapatos y después los pantalones y calzoncillos, separándolos a un lado. L estaba caliente y queriendo participar activamente, que él supiera que podía atreverse a lo que quisiera, que era receptiva, aunque una vez metida en faena lo que la gustaba era que el hombre tomara el mando y la iniciativa, disfrutando de lo que él hiciera, y con este iba a ser como a ella la gustaba.

Él dejaría que L continuara con la mamada pero enseguida querría que lo hiciera a su gusto, lo que comenzó a demandar primero y a imponer después.

.- Despelótate pero sigue con la mamada. – Ella, sonrió, o lo intentó. Siguiendo con la mamada comenzó a quitarse la ropa, tuvo que dejar la polla para quitarse la camiseta, que retiró junto con el sostén para evitar que él lo viera, aunque ya se habría apercibido de cómo era, luego continuó despelote y mamada hasta quedar desnuda.

.- Chupa también las pelotas.

L miró hacia arriba sonriente y aceptante, haciendo lo que la pedía, chupó los testículos para regresar después a la polla y de nuevo a aquellos. Cuando se dedicaba a chupar la polla surgió otra orden.

.- Traga toda la polla.

Eso no era tan sencillo, el miembro no era corto y meter todo el cilindro en la boca no resultaba tarea fácil, pero ella quiso hacerlo. Cogió la polla con una mano para ayudarse.

.- Pon las manos a la espalda. Solo quiero la boca. – L lo hizo, resultaba una postura algo incómoda, pero con esas connotaciones que hacían efecto en ella. Las órdenes de él las recibía sin rechazo, al contrario, encajaban en sus gustos, quería que el hombre decidiera y ordenara y ella obedecería y eso era lo que hacía, pero sin lograr cumplir con lo que él quería. Él trató de animarla y obligarla, imponiéndose a la falta de resultado de la joven. Poniendo una mano sobre la cabeza de L presionaría con ella para conseguir que tragara toda la polla. – Venga, tienes que tragarla entera, no seas blanda. – Y presionaba con más fuerza impidiendo que la verga saliera. Según ella iba aceptando y él animándose, fue convirtiendo las órdenes en exigencias que incrementaban su fuerza y firmeza.

.- ¡Traga más polla! ¡La quiero toda en la boca! – Pero ella no era capaz de hacerlo y al forzarla lo que conseguía era provocar que su cuerpo reaccionara queriendo expulsar el objeto al tiempo que aparecía la respuesta natural en forma de arcadas que tenía que controlar. A pesar de ello L lo seguía intentando y él insistiendo.

¡Esfuérzate más! ¡Te he dicho que la quiero entera en tu boca! – Menos mal que se había quitado la ropa, de no hacerlo hubiera quedado cubierta de saliva que se derramaba hasta caer sobre su pecho, tetas, y suelo. – ¡Más! ¡Traga más! ¡Tienes que esforzarte! Ya no eres una cría, y no es posible que no sepas hacer bien una mamada. – Y a L, que recibía los comentarios y exigencias con excitada entrega, no le gustó escuchar el último comentario, claro que sabía hacer una buena mamada, pero no era una puta y no estaba acostumbrada a "tragarse" una polla, pero eso poco importaba al hombre, al contrario, iba a demostrar que, en su apreciación, debía comportarse como una puta y, acoso, así la considerase. Y L se esforzaba queriendo cumplir con lo que él deseaba, aunque cada vez se sentía más atosigada y temerosa de no controlar las ganas de vomitar que inducía la polla cada vez que llegaba a su garganta, hasta el punto de tener que intentar separarse empujando con sus manos sobre los muslos de él, descomponiendo la postura ordenada. La respuesta fue inmediata y contundente, recibió una bofetada firme y fuerte, que hizo que casi se escapara la polla de su boca, solo la presión que él mantenía sobre la cabeza de L lo impidió.

.- ¡Pon las manos detrás de la espalda y no las retires sin mi permiso!

L lo hizo, asustada y bajo la presión de la exigencia del hombre y de su mano que la incrementaba sobre la nuca, haciendo que la polla se introdujera de nuevo y con firmeza hasta alcanzar la garganta, que esta vez la recibiría sin intentar rechazarla, poniendo de manifiesto la eficacia de la bofetada, que hizo que L olvidara los efectos anteriores en su garganta, la polla se estaba metiendo en ella, L la notaba, quería expulsar el objeto pero no se atrevía.

.- ¡Chúpala bien! ¡Como la puta que eres!

Ella, que, después de la bofetada, había continuado con las chupadas con una mezcla de miedo y extraña aceptación, sintió el comentario, pero pensó que eran formas que se utilizaban en momentos de excitación, y también lo admitió, para de inmediato responder como se la ordenaba, sin más consideraciones que no fuera obedecer, por lo que se apresuraría a esforzarse por hacerlo todo lo bien que sabía, y él mantendría la presión sobre su cabeza para que recibiera toda la polla en su boca y garganta, lo que L, por mucho que trataba de conseguirlo no acababa de lograrlo.

.- Sigue tragando polla. Tienes que tragarla toda.

Y ella lo intentaba.

.- Buena puta. Sigue así. Esfuérzate. Una puta tiene que ser una buena tragona.

Y ella, afectada por esas menciones, de nuevo las aceptó viendo en los plácemes de él su agrado por el bien hacer de ella, y tratando de seguir cumpliendo como él deseaba.

Él reculó llevando a L tras de sí, que trastabilló un poco pero siguió al hombre, que quería sentarse en la cama. Ahora estaba más cómodo y podía llegar mejor a la joven con sus manos. L continuó tragando la polla con chupadas largas y profundas, manteniéndola en su garganta, sintiéndola en ella, aceptándola hasta que él cedía en la presión sobre su nuca y ella se retiraba para conseguir una bocanada de aire y repetir la acción, siempre con las manos en la espalda, cogidas entre ellas para no moverlas de allí. L continuaría tratando de conseguir lo que él deseaba, completamente concentrada y entregada a la mamada.

.- Chupa los cojones y lame la polla por fuera.

Cuando salió la polla de su boca, L quiso justificarse.

.- Si me la metes mucho me produce arcadas.

ZAS

.- ¡Ah! – Había recibido otra bofetada en la otra mejilla, firme y dura como la anterior. Era evidente que él no quería que apareciera como un juego. L se llevó la mano a la mejilla, mirándole asustada.

.- Ya lo sé, por eso te estoy enseñando. Una puta no puede no saber hacer determinadas cosas. Haz lo que te he dicho.

Ella lo haría, curiosamente, cada vez más entregada y buscando la satisfacción de los deseos del hombre. Incluso con la idea de no estar cumpliendo como él deseaba, no logrando satisfacerle completamente. Se veía a sí misma como la obligada a complacerle. Quería mirar hacia arriba para ver la expresión de su rostro y saber cómo lo estaba pasando, de vez en cuando lo hizo, pero él la reprendería.

.- Mamona, tú a lo tuyo, es lo único que te importa. No te distraigas con nada más.

Si sentía un toque de humillación por la orden, notaba que esas formas hacían efecto en ella, calentándola, excitándola, al hacer que se sintiera guiada o, mejor aún, dominada. Y la nueva forma de referirse a ella como "mamona" tampoco la dejó insensible. Pensó en que lo era y que él tenía derecho a decirlo, añadiendo más excitación y entrega a su situación. Seguiría con las chupadas a los testículos del hombre, alternándolas con lamidas a la polla, cada vez más gustosa de hacerlo, cada vez más excitada, cada vez más deseosa de hacerle gozar. No sabía cuando debería volver a chupar la polla, sería él quien lo indicase al llevarla con su propia mano a la boca de L que la acogió gustosa volviendo a chuparla en toda su extensión y tragando todo lo que podía. Se esforzaba hasta que las arcadas aparecían y tenía que detener la inserción. Así lo haría durante un poco más, notando como la verga respondía a sus chupadas hasta que comenzó a encabritarse y de inmediato a soltar chorros de semen que ella recogió en la boca y después trago con delectación. Él permaneció en la boca de L uno momento más, con la complacencia de la joven que mantenía el cilindro de carne sobre su lengua tocándolo lo menos posible para evitar roces desagradables. Cuando él lo sacó ella sintió su salida casi como una pérdida, que sería compensada de inmediato. Él la ayudó a incorporase, ella seguía con las manos en la espalda sin querer bajarlas, en una mezcla de temor a desobedecerle y muestra de acatamiento a su mandato. Cuando estuvo en pie, sonriendo la cogió en sus brazos dejándola sobre la cama. Él acabaría de desnudarse en presencia de L que le miraba excitada y encantada, previendo lo que iba a llegar. Una vez desnudo pasó al cuarto de baño regresando enseguida, llevaba algo en la mano, se dirigió hacia ella gateando desde los pies de la cama, dejando sobre la cama lo que llevaba en la mano, mientras ella le esperaba ansiosa, pero sin querer demostrarlo. Él se pararía ante los pies de L.

.- Vuelve a poner las manos detrás de la espalda.

Ella lo hizo sin ninguna muestra de incomodo. Él separó los pies de L abriendo las piernas, después se agachó hasta poder alcanzar el coño con la boca, para comenzar a lamerlo, chuparlo, absorberlo, morderlo, mientras ella alzaba el centro de su cuerpo, crispada por todo ello, excitada, ansiosa de recibirlo, de que no se detuviera. Él alzó los muslos de la joven para colocarlos sobre sus hombros de forma que el culo quedara algo elevado lo que facilitaba a sus manos actuar en él y eso sería lo que comenzara a hacer, primero acariciando las nalgas y de inmediato buscando con sus dedos la raja entre ellas y en ella el agujero del culo. Cuando lo encontró se centró en él, pero no estaba practicable y había que utilizar algún lubricante si quería penetrarlo. A tientas buscó lo que había dejado sobre la cama, que no era otra cosa que el tubo de pomada que ella utilizaba para rebajar los efectos de los azotes, puso un poco en los dedos y regresó al culo de L. Esta vez los dedos no se detendrían a la entrada del agujero, primero uno lo penetraría haciendo que la joven se estremeciera y crispara, si el dedo había entrado sin problemas, cuando un segundo quiso unirse al anterior no sería tan fácil, conseguir que penetrara el culo supuso una primera molestia que ella soportó no solo sin queja sino con la complacencia de sentirse penetrada y poseída por el hombre. Este, durante unos momentos se dedicaría a mover los dedos en el culo de L, girándolos al tiempo que los metía lo que podía, repitiendo la maniobra hasta, a veces, sacarlos del culo y volverlos a meter en él, mientras seguía dedicándose al coño con la boca. L comenzó a elevar la grupa casi rítmicamente como siguiendo al hombre en sus acciones, a las que acomodaba su propio ritmo para alcanzar el goce que deseaba. Siempre manteniendo las manos detrás de la espalda, con lo que estas tenían que soportar el peso de su cuerpo y después de un rato resultaba una postura incómoda, a lo que se añadían las ganas de utilizarlas y la tendencia a retirarlas de donde estaban, en un descuido lo haría para llevarlas a la cabeza del hombre con objeto de actuar para que él mantuviera las lamidas como ella deseaba, pero eso no era lo que él quería, al sentir como ponía sus manos en su cabeza sacaría los dedos del culo y, con la otra mano pellizcaría la carne del coño apretándola con fuerza, lo que hizo quejarse a L, que no comprendía a qué venía esa acción.

.- ¡Ah! – Él apretó aún más. - ¡Ah! ¡Ah! – Por favor.

Como él siguiera sin decir nada, ella trató de adivinar, retiró las manos de la cabeza lo que hizo descender la presión, comprendió que había acertado, llevó las manos de nuevo a la espalda y él detuvo los pellizcos, devolviendo la otra mano al culo. L supo que debería obedecer lo que él la ordenara, y a pesar del dolor y lo que debería ser una humillación para ella, lo acogería sin muestras de disconformidad y con esa cálida respuesta que daba su cuerpo cuando se la obligaba a hacer algo añadiendo otra forma de posesión a la que nacía de la penetración.

Él continuó con sus caricias, ahora con el añadido de cierta rudeza, como si quisiera que ella no olvidara que debía conformarse con todo lo que él hiciera y quisiera de ella, y ella, no solo se conformaba sino que se mostraba dispuesta a someterse y cada vez más excitada. L ya solo quería y buscaba que alcanzar el placer final, pero este todavía iba a tardar. Él mantendría los toques pero deteniéndolos o disminuyéndolos cada vez que notaba como ella se aproximaba al momento de no retorno, entonces esperaba a que ella alejara ese momento, para después continuar. Pero como solo con eso era difícil contenerla, volvería a utilizar el dolor como medio para controlar las respuestas de la joven. Sacaría los dedos del culo para introducir un tercero lo que suponía tener que forzar el agujero, pero esto serviría una vez y después, los dedos se convertirían en una mayor fuente de gozo para L, por lo que tendría que morderla el coño con fuerza haciendo que chillara, lo malo era que al volver a excitarla L respondía con mayor exaltación, por lo que debía parar sus caricias. Él deseaba que ella perdiera completamente el control para que demandara lo que ansiaba, no le bastaban los gemidos y los movimientos del cuerpo en busca de su boca o sus dedos. Por fin ella respondió, volvería a mover las manos inconscientemente, para ponerlas sobre la cabeza de él, tratando de mantenerla en su coño, esta vez él permitiría la acción, continuando la suya con una mezcla de placer y dolor sobre el coño, al tiempo que avivaba los movimientos de sus dedos en el culo. Mordería y lamería consiguiendo que ella alzara el cuerpo descontroladamente al tiempo que gemía y finalmente demandara cuando sintió como se ralentizaban los toques.

.- ¡No pares! por favor, por favor! – Gemía con pequeños gritos, al tiempo que seguía alzando el cuerpo descontroladamente y presionaba sobe la cabeza del hombre, mientras este disminuía sus acciones, obligándola a rogar que continuara.

.- ¡Sigue! ¡Sigue! ¡Por favor! ¡Sigue! – Era un ruego, una súplica para que él permitiera que acabara, consiguiera que acabara. Y él se lo seguía negando, haciendo que ella elevara desesperadamente el cuerpo en busca de lo que él la retiraba.

Cuando él volvió a incrementar las caricias L gimió, arqueándose en tensión, mientras presionaba sobre la cabeza para que la lengua mantuviera sus lamidas, al tiempo que dejaba escapar ruegos y agradecimientos deshilvanados, moviendo su cabeza descontroladamente, hasta que se desplomó con un gemido prolongado. Y no iba a acabar ahí. Él descansaría unos momentos dejando que L disfrutara quieta, con los ojos cerrados, relajada, pero no sería por mucho tiempo, antes de que ella hubiera reaccionado él iniciaría otra tanda de toques haciendo que L volviera a gemir, esta vez de molestia, quería acabar de disfrutar del gozo que la embargaba y él la estaba mordiendo, se crispó.

.- Por favor. – Era una súplica esta vez para que parara su mordisco, que él no atendió, manteniendo su acción que acompañó de nuevas lamidas sobre el botón más sensible, ella volvió a quejarse queriendo retirar la cabeza del lugar tirando de ella hacia arriba, pero él no la dejaba volviendo a lamer esa carne, ella quiso girarse, no comprendía que no se la permitiera acabar de obtener la plena satisfacción. Él había hecho lo más difícil y ahora solo tenía que dejarla disfrutar de la relajación aneja al placer, pero él insistía, de repente ella se tensó, la carne respondía inesperadamente, la punzada primero supuso una nueva molestia pero de inmediato notó como aquello se convertía en una sensación diferente, que volvió a repetirse con otra lamida. L se uniría a la acción que recibía acompañándola con sus movimientos, ya en busca de esa lengua que la devolvía al placer de la carne. Él mantendría los toques, y en la medida en que la joven iba incrementando el gozo y la ansiedad por consumarlo volvería a actuar alternado lamidas y chupadas con mordiscos, mientras que los dedos regresarían al culo, momentáneamente olvidado, solo para descanso de la mano y postura del hombre. La respuesta de la joven era más rápida e intensa, por lo que él debería controlar mejor sus acciones para no conducirla demasiado pronto a la repetición del goce. Él quería ir mezclando la ansiedad por la consecución del placer que se la ofrecía con los toques que implicaban denegación, privación o incluso dolor, de forma que ella uniera dolor y placer y no fuera capaz de rechazar el primero por no verse privada del segundo. Quería que suplicara por su placer aunque eso supusiera una dosis de dolor. Ya había probado antes y sabía que ella respondía, ahora quería que respondiera en una situación más dura y exigente.

L estaba utilizando las manos sobre la cabeza de él para poner de manifiesto sus deseos, sus sensaciones, él quiso privarla de esa forma de manifestarse, no quería que tuviera derecho a manifestarse de ninguna forma y si a ello se añadía una nueva incomodidad, mejor. Separó su cabeza del coño de L, que al sentir la frustrante ausencia, respondió empujando con sus manos sobre la cabeza de él para hacer que regresara a donde estaba, pero recibiría otra clase de respuesta.

.- Pon las manos en la espalda y mantenlas allí hasta que te de permiso para moverlas. ¿Entendido zorra?

.- ¡Ah! Sí, claro. – Había escuchado la orden sorprendida y el trato casi asustada, pero no por el insulto en sí, sino por el modo duro de decirlo y el temor a que fuera muestra de descontento con ella, de enfado de él, y eso pudiera llevar aparejado el final de sus acciones sobre ella. Llevó las manos a la espalda inmediatamente, queriendo mostrarse todo lo obediente que él pudiera pedir y no dar ocasión a enfadarle.

.- Pórtate como deseo. – Él insistía en establecer su dominio sobre ella y la correlativa sumisión de la joven.

.- Sí, sí, por supuesto.

.- Te quiero puta y que no lo disimules.

Él regresaría al coño de L que le recibiría con gemidos de fruición y placer, que se mezclarían con otros motivados por la molestia o el dolor producido por los dientes al morder la carne, que después, de inmediato, reaccionaba con un incremento repentino de placer que la inundaba haciendo que echara el centro del cuerpo hacia arriba en busca de la consumación del gozo ansiado. Y él volvería a emplearse como lo había hecho, pero con mayor profusión de muestras de imposición y acciones dolorosas, como si quisiera castigar la conducta de L al tiempo que enviaba ese mensaje de sometimiento que deseaba que ella aceptara, y ella lo hacía y con creciente entrega y placer.

Él mantendría esa actuación durante un buen rato, teniendo a L sometida y en una tensión, que se había incrementado considerablemente por el temor a que él se molestara si no hacía todo lo que la ordenaba, y la privara del gozo que ansiaba.

Los dedos de él barrenaban el culo de L, queriendo hacerse sentir y lo consiguieron, L echaba el culo hacía arriba en busca de la penetración más profunda. La lengua se pasó, de nuevo, por el clítoris, con delicadeza, pero queriendo rozarlo en toda la extensión posible, ella volvió a crisparse y gemir, pero tolerando mejor el toque, que él repetiría obteniendo cada vez mejor acogida y gemidos más prolongados, con sus dedos siempre en el culo de la joven, hasta que volvió a reaccionar como antes, se crispó de golpe, echando todo el centro del cuerpo hacia arriba, al tiempo que se escapaba un gemido, casi grito, que se prolongó hasta que se dejó caer sobre la cama, con los ojos cerrados, casi desmayada, al margen de todo lo que no fuera el gozo que la inundaba. Permaneció así un largo momento.

Después, él avanzó sobre ella, que notó como se colocaba encima y entre sus piernas abiertas, que llevó hacia arriba hasta la altura de los hombros. L vislumbró lo que quería, pero no se movió, quería agotar el momento, disfrutar del gozo que la inundaba y que no quería dejar escapar hasta haberlo consumido completamente. Sintió la verga punteando en su coño buscando penetrarlo, al sentirla dentro tuvo un estremecimiento que llegaba pleno de emoción y calidez. Si acababa de gozar, ese gozo se completaba con la presencia de la polla en su cuerpo. Entonces se daba cuenta que deseaba ser penetrada, poseída y ahora lo estaba consiguiendo. Había retirado las manos de la espalda, lo que no debía hacer sin el permiso de él, pero ansiaba abrazarle, pegarse a él, se contuvo para evitar que él rompiera la situación, y él continuaría, jodiéndola con tranquilidad, después, sacando la verga del coño, pasándola por encima de este, en un roce que también recibía el clítoris, de nuevo, esa carne más sensible, recibiría la caricia con inicial prevención, pero enseguida reaccionaría como le era propio, el roce era muy suave y pasaba sobre el botón sin presionar, solo rozando. Después volvió a penetrarla, obteniendo la inmediata respuesta de la joven, que esta vez parecía más deseosa de ser penetrada que de recibir las caricias sobre su carne más sensible. Él lo percibió, dedicándose a joderla, al tiempo que buscaba acabar él también. Sería L quien obtuviera primero su placer, mientras él continuaba jodiéndola, hasta que se derramó en ella, lo que, al sentirlo L, hizo que se abrazará a él, olvidada de las prohibiciones, en un gesto que expresaba las ansias de recibir y no dejar escapar lo que él dejaba en ella.

Permanecieron un rato en esa postura, hasta que la verga perdido su vigor se deslizó fuera del cuerpo de L. Luego él se separó, quedando ambos tumbados y quietos en la cama. L volvería la cabeza hacia él, sonriente.

.- Y yo que evitaba a los adolescentes pensando que no darían la talla.

.- Y no la suelen dar. Yo soy un caso especial, aunque esté mal decirlo, pero es que empecé muy pronto y enseguida adquirí experiencia.

.- Un día me contarás tus aventuras.

.- Y tú las tuyas.

.- Me temo que no van a ser nada del otro mundo. No vas a aprender nada de mí. – Ella, instintivamente, quería evitar aparecer como ligera, y si no negaba carecer de experiencia, quería dar a entender que no era mucha y siempre controlada, aunque lo que acababa de hacer no fuera un ejemplo de control.

Como no quería seguir hablando de eso, se incorporó, estaba desnuda y aunque no la importara nada mostrarse de esa forma pensaba que debía haber quedado muy desarreglada y quería pasar al baño para lavarse y volver a maquillarse, y ver cómo tenía el culo. Fue a hacerlo saliendo rápidamente, él la cogió por la mano.

.- Voy a asearme. – Explicó para que la soltara.

.- No.

.- ¿No vamos a comer?

.- Pero tú vas a ir guarra. – Le miró sorprendida. – No podré ver tu cuerpo pero, al menos, lo oleré. – Ella sonreía.

.- Bien. – Aceptaba, volviendo a poner en tela de juicio sus intentos por mostrar recato.

.- No cierres la puerta.

.- ¡Pero bueno…! Hay cosas

.- Todas tan naturales como joderte. Puedes arreglarte y yo verlo. Quiero conocer más de las mujeres. – Ella sonrió, estaba encantada de que quisiera aprender y ser ella quien le enseñara, casi incluso en lo más natural.

Entró en el cuarto de baño directa a mirarse en el espejo, estaba absolutamente desmelenada pero con un brillo especial que la hizo verse más hermosa y deseable, quería estarlo y al comprobar que así era sonrió satisfecha, se volvió hacia él, sonriéndole, le dedicaba una sonrisa de agradecimiento, conocedora que esa especial belleza se la debía a él. Incluso el color de las mejillas, recordó las dos bofetadas, colaboraba con un sonrosado natural y cálido, que la gustó encontrar y contemplar. Pensó en que tenía que buscar más adolescentes como ese. Sonrió ante la idea y volvió a mirarle, esta vez como reflejo del temor a que pudiera haber "escuchado" su pensamiento y se molestara por él, al comprender que ella pensaba en otros. "Y me voy a tragar toda esa polla."

.- Que estarás pensando. – Ella retiró la mirada y respondió.

.- En ti.

.- Y no se puede decir.

.- No.

.- Entonces no era nada bueno.

.- ¿Contigo? difícilmente.

Él se levantó y aproximándose a ella la dio un azote.

.- ¡Ah! ¡Dan! – Empleó el apelativo y sonó a familiaridad, y no la resultó raro. – ¡Estate quieto! No ves como tengo que cerrar la puerta.

.- Y engañarme sin consecuencias. No te dejaré.

"Hay que andarse con cuidado con él. No será fácil mantenerle sujeto." – Pensó en su ex mujer. No creía conocerla. Tuvo curiosidad por saber cómo sería. Luego volvió al hombre, a su modo de ser.

.- ¿Cuándo empezaste? – Ya comenzaba a preguntar, imposible de contener su curiosidad. Él rió. – Tuvo que ser muy, muy pronto. Tienes mucha experiencia para tu edad – Quiso explicar el por qué de su curiosidad y al tiempo halagarle.

.- Siempre he sido muy espabilado.

.- No es necesario que lo jures.

.- Y con las nenas mucho más. Son mi debilidad. Y algunas más que otras. Por supuesto a las más, lógicamente, las exijo más. Pero eso las gusta. A una mujer se la puede pedir todo si se la sabe motivar.

.- Y tú eso lo haces muy bien. – Por la mente de L pasó ella misma.

.- Es un don natural

.- Que tú te has encargado de acrecentar a base de mucho esfuerzo.

.- La verdad es que sí, para complacencia de ellas. – Parecía como si no quisiera meter a L en el mismo saco que a las otras, lo que hizo que esta se sintiera especial. No sabréis nunca todo lo que hay que hacer por vosotras. – Esta vez la había metido en el saco común, sonriendo divertido y burlón, como queriendo que ella no se pasara en sus ilusiones, curiosamente, ella lo sintió y se sintió aludida, lo que no la gustó nada. Volvió a pensar que sabía demasiado y las conocía muy bien. De inmediato pensó en que a ella no la pillase, al revés, ser ella quien le controlara. – Y claro, tampoco lo agradecéis.

.- Porque no nos lo decís. – Estuvo a punto de decir, porque no me lo dices, pero rectificó a tiempo.

.- No ves, ni siquiera os enteráis. Y no se os dice porque no es cuestión de andar presumiendo.

.- No sé por qué tenía la impresión de que si de algo presumíais… - Dejó inconclusa la frase sonriendo burlona, sin que él entrara al trapo, pero sonreía divertido.

.- Aparte de que, para esas cosas, yo soy muy tímido.

.- Será para esas cosas. – Él rió.

.- En general con las mujeres.

.- Para esas cosas. – Ella volvía a ironizar.

.- Si supieras lo que me ha costado vencer parte de mi timidez, y todo lo que me queda.

.- Nadie lo diría.

.- Porque no conoces mis malos pensamientos.

.- Nunca se me hubiera ocurrido pensar que pudieras tenerlos. – Él reía y ella sonreía. – Cuéntamelos.

.- Ya te he dicho que soy tímido y me cuesta contar ciertas cosas.

.- Pero no, hacerlas.

.- No son para contar sino para realizar.

.- No sé si arriesgarme a eso.

.- No ves, tampoco sois nada valientes. Queréis aseguraros de todo y hay cosas que es mejor experimentar por sorpresa.

.- No sé si contigo.

.- No quisiera presumir

.- No lo hagas que te temo. – Él rió.

.- Me parece que debería ofrecerte una muestra.

.- Más vale una imagen que mil palabras. – Él volvió a reír.

.- Estoy por darte lo que quieres.

.- ¡No te he pedido nada! – Pero no estaba nada en contra de que él se lo diera.

.- No es preciso, soy suficientemente generoso para dar sin necesidad de que se me pida.

.- Contigo no es necesario lo de "pedid y se os dará."

Él, que permanecía sentado en la cama desnudo, se incorporó, fue hacia ella, la hizo girar y la empujó contra la pared, ella se quejó, pero de puro trámite y no por lo que hacía sino por lo que suponía para su arreglo.

.- Voy a tener que empezar otra vez.

.- No, solo continuar.

Él se refería a lo que iba a hacer, y ella se dejó sin la menor muestra de oposición, volvía a estar caliente y con ganas de recibir una "imagen". Cuando estuvo contra la pared, él se agachó separó los carrillos del culo con sus manos y metiendo la cara entre ellos buscó el agujero del culo, separó aún más las nalgas para llegar mejor al agujero y comenzó a lamerle. L comenzó a gemir casi de inmediato, se apoyaba en la pared, con la cara y las manos en ella, se hubiera dejado resbalar si al hacerlo no hubiera perdido la lengua que lamía su agujero. Sintió una mano buscando en su coño, de nuevo gimió más alto y separó las piernas. La mano ya estaba en su coño acariciándolo e introduciéndose en él, la acción conjunta de mano y lengua producía tal efecto en ella que sabía no aguantaría mucho sin correrse pero no quería perder la sensación, deseaba que continuara y continuó, él tampoco quería que se corriera enseguida, por lo que ralentizaba los toques o los detenía, provocando que ella echara el culo hacia atrás en su busca, y después que rogara su continuación.

.- Por favor, por favor

A lo que él no hacía caso, o lo hacía solo para saber cómo estaba ella y lo que podía seguir haciendo con ella, hasta tenerla tan excitada y ansiosa que le permitiera dar el siguiente paso. L notó la retirada de la mano del coño, no era la primera vez y lo recibió con la respuesta habitual echando el cuerpo hacia atrás en un gesto que decía de la búsqueda de lo perdido, pero con la esperanza de que regresaría al lugar como había sucedido antes. Luego notó que él hacia algo, por fin que se levantaba. Esta vez gimió, por la pérdida de su boca y el temor a que fuera definitiva, pero, para su consuelo y esperanza, él se apoyó en ella, entonces, con la exaltación renovada al sentirlo, notó la verga buscando entre sus nalgas, se crispó de ansiedad, pegándose contra la pared al tiempo que echaba hacia tras el culo que encontró la polla en su camino, esta presionó, el culo mantenía el tacto aceitoso dejado por la crema, lo que permitió que la cabeza del miembro enfilara el agujero sin apenas resistencia, pero aún así, tendría que abrirse paso para penetrar el culo de L, que se ofrecía a ello sin ningún disimulo ni pudor, ni temor al dolor. Cuando venció la resistencia L gimió de molestia y placer. La polla comenzaría a joderla el culo mientras la mano de él regresaría al coño para coadyuvar a mantener a la joven excitada y ansiosa.

Aunque concentrada en lo que hacía con ella, por la mente de L pasaban ráfagas de ideas. Resultaba tan sorprendente que estuviera tan caliente, que deseara volver a tenerle dentro, que la hubiera enculado con tanta facilidad, aunque antes, los dedos hubieran preparado la entrada, que a ella le apeteciera tanto, que encontrara en esa polla que la jodía el culo un extra de excitación. Eran imágenes que pasaban rápidamente, mientras sentía la polla en su culo, la deseaba, quería notar cómo se metía hasta el fondo, sentir el vientre de él chocando contra sus nalgas. Gemían a cada golpe como si recibiera un azote, apoyada contra la pared, sin saber cómo se sostenía. Las manos de él buscaron sus tetas, que apretaron con ansiedad, después, una de ellas bajó hasta el coño, que cogió en el puño, haciendo que L se crispara de una mezcla de dolor y deseos de que se mantuviera allí, que apretara más, que doliera más, encontrando en ese dolor un extraño placer. Pero sería la polla quien reclamara toda la atención al meterse con fuerza en su culo. Una mano apretando una teta y la otra el coño, así se correría en el culo de L, que gimió al notarlo, con un placer especial. L no se había corrido, pero estaba disfrutando enormemente. Él se separó enseguida, lo que L sintió como si hubiera perdido algo, quería la polla en su culo, quería volver a sentirla dentro.

Cuando se separó de ella, L se giró, quedando frente a él, desnuda.

.- Ahora límpiala.

L comprendió y no la importó. Se arrodilló ante él y cogiendo la polla la llevó a la boca comenzando a chuparla, aún no había perdido todo su vigor. Incluso el sabor a los humores de él y a su propia suciedad no la resultaron desagradables ni asquerosos. Quería hacer lo que él la había mandado, hacerlo bien, que supiera que estaba dispuesta y gustosa de agradarle. Chuparía la polla con cuidado y suavidad, sabiendo que aún estaría muy sensibilizada. A pesar de que acababa de eyacular enseguida respondería a los toques de L, lo que está recibió con un agrado que la animó a continuar. Pensaba en que a él le seguía apeteciendo ella y su cuerpo no lo podía disimular, si es que hubiera querido. Ella continuaría con mayor suavidad sus lamidas, que el recibiría llevando la mano a la nuca de L y comenzando a presionar sobre ella, de la misma forma que lo hiciera anteriormente, ella adivinó lo que quería y comenzó a "tragar" toda la polla, lo que no era muy difícil en ese momento, y la polla reaccionaría con la diligencia y agradecimiento que merecía el gesto de ella, creciendo en su boca hasta llegar a la garganta, que ella quiso entregar para que la polla se adentrara en ella, la sentía crecer presionando para entrar en la garganta hasta que tuvo que iniciar su retirada para recuperar el aliento y volver a tragarla. Ya estaba en buena forma y tamaño, por lo que la limpieza se había convertido en una nueva mamada que L hacía con total entrega y placer, deseosa de que él volviera a alcanzar el gozo que, sabía, merecía.

.- Pon las manos detrás de la cabeza. – Él comenzaba a mandar, lo que no desagradaba nada a L, que respondió de inmediato poniendo las manos detrás de la cabeza. Ahora cada chupada llevaba la presión de las manos y la incomodidad de la peor estabilidad, a lo que se añadía la fuerza con que presionaba la mano de él sobre su nuca. Ella deseaba que se corriera en su boca, era un deseo especial, gustándola chupar una verga, solo con sus más especiales parejas la había gustado tragarse el semen, con él deseaba no ya tragarlo, sino gustarlo, tenerlo en la boca, saborearlo. Pero no lo iba a conseguir, esa vez. Él saldría de su boca sin correrse, aunque con una promesa que la compensó.

.- Ahora no. Y no es porque no pueda, ya sabes… lo de la juventud, pero vamos a llegar tarde. – Sonrió. – Y hay que dejar algo para el postre. Una buena mamada y algo más…, ya sabes

Ella se incorporó, le sonrió. Estaba empalmado y tenía una muy buena polla, que L no podía dejar de mirar, volviendo a desear tenerla en la boca.

"Mejor en el culo". – Ese pensamiento casi hace que enrojezca. "Y le voy a hacer una buena mamada".

.- Espero saber

.- Seguro que sí.

.- Cada vez me va a gustar más llegar a los postres. – Miraba a la polla sonriendo, cada vez más descarada.

.- Anda, acaba de arreglarte, tampoco vamos a llegar a cenar. – Bromeó.

.- No me importaría nada. – Ella se descaraba sonriendo.

.- Toma claro.

.- ¡Oye!

.- Pero los jóvenes tenemos que alimentarnos de otras cosas, no teneos vuestra resistencia.

.- Te recuerdo que estás

.- En pelotas. Ya sabes, por si acaso.

.- Los jóvenes sois tremendos. – Lo malo es que pensaba que sería capaz. – Anda, vístete. Yo también quiero comer.

.- Sal de una vez.

.- Tengo que pintarme y peinarme.

Eso duraría un buen rato, que él pasaría mirando. Cuando acabó, él se aseó y vistió. L permaneció "guarra" como él quería, pero para nada molesta, al contrario, sintiendo los restos que él había dejado en ella con una mezcla de excitación y deseo de tocarlos, de sentirlos. Era una actitud extraña en ella, lo normal no solo hubiera sido limpiarse bien sino evitar ensuciar la ropa y, desde luego, no tocar las zonas "manchadas".

Cuando salieron él la hizo pasar delante.

.- Quiero verte el culo, menéalo con descaro. – Ella le sonrió divertida y complacida, pasó delante meneando el culo provocativamente.

.- Lo que hay que hacer por los chavales.

.- ¡Que zorra eres! – Hablaba desde atrás y, por tanto, con voz más alta de lo normal.

.- ¡Calla! – La petición no era por lo que decía sino por que pudiera ser oído.

.- Hay que tener mucho cuidado contigo puedes convertirte en adicción. – Ella volvió a reír divertida y cada vez más complacida. Después de lo sucedido que él pensara de esa forma no podía ser más estimulante y halagador. Mantuvo un contoneo que consiguiera que él no separara los ojos de su culo. Pero enseguida llegaron al coche, a ella la hubiera gustado alargar el paseo y con él, el espectáculo.

La comida sería sustituida por una cena temprana. Al llegar al restaurante ella preguntó por el aseo, ante su sorpresa Dan querría saber para que lo necesitaba, y lo decía ante el maître que les iba a conducir a la mesa.

.- Ya sabes, a empolvarme las mejillas.

.- Pues haberlo hecho en casa. – La respuesta dejó paralizada a L, que tuvo reflejos para reaccionar.

.- Vaya, sigues con tus manías.

.- No son manías, es simple sistema educativo. Quítate la camisola. – Ella no hubiera querido quitársela, o hacerlo una vez que estuvieran a la mesa, era la única cobertura de una tripa que se añadiría a la oferta de los muslos, pero no se atrevió a oponerse, no fuera a recibir una respuesta parecida a la del aseo. Se la tuvo que quitar, el maître se ofrecería a dejarla en el guardarropa, y a él se la entregaría. – Vamos a la mesa. – El maître sonrió e inició la marcha, con ellos detrás, la primera L, que iba controlando el contoneo. Les conducía a la zona de las ventanas, la más alejada de la entrada, pero la más agradable.

.- ¡El culo! – Escuchó tras ella, en voz que tenía que haber llegado al maître. L entendió sonrojada y avergonzada, y ya molesta, pero inició un contoneo descarado para evitar que él volviera a recordárselo. Menos mal que debían ser los primeros y solo un par de camareros contemplaban el paseíllo que estaba haciendo. En esos momentos notaba más la cortedad de la falda que favorecía una mayor muestra de los muslos con el movimiento de las caderas.

Cuando se sentaron L le diría medio más en serio que en broma:

.- Esta te la guardo.

.- Mearás delante de mí.

Hablaba con total naturalidad. L, nerviosa, miró a su alrededor, pero debían ser los primeros.

.- Por favor, no digas esas cosas en público.

.- Son tan naturales

.- Por favor. – Ahora era ella quien alzaba un poco la voz para rogar que no siguiera, pero él, sonriendo, continuó.

.- …Como darte por culo.

.- ¡Dan!

.- Y si a ti te gusta que lo haga a mí me gusta verte mear. Espero que no tengas inconveniente en ofrecerme esa pequeña diversión lo mismo que yo te ofrezco la que tanto te gusta a ti.

.- Eres un poco rarito.

.- Para tu mayor contento.

.- Bueno, dejemos el tema.

.- No eras tú quien decía que habláramos además de hacer.

.- Y tú el vergonzoso.

El restaurante resultó tan agradable como él había dicho, y la comida sin sofisticaciones, sabrosa y sencilla. Él volvió a su modo divertido y sus comentarios gratos para L, si bien no evitaría los referidos a los aspectos que ponían nerviosa a L, que esta admitía con gesto sufrido y sin mayor rechazo siempre y cuando no tuviera miedo de que pudieran ser oídos por terceros. L comió con un apetito que casi la avergonzó, pocas veces había tenido tantas ganas de comer. Él la miraba divertido, mientras charlaban.

.- Si te portas bien te reservo un postre muy especial.

.- ¿Cuál? – Ella lo suponía pero quería escucharlo, casi no se lo podía creer, volvía a parecer un adolescente incansable que hubiera encontrado la posibilidad de follar y no quería dejar de hacerlo todas las veces que pudiera. Comenzaba a sentir la excitación que llegaba acompañando esas insinuaciones, y que ella quería que siguiera aumentando.

.- ¿Qué te gustaría más?

Ella no quería decirlo.

.- ¿No me das una pista?

.- ¿La necesitas?

No la dejaba salida.

.- Tú.

.- Y de mí.

.- No te lo puedo decir, te volverías insufrible. – Él rió.

.- ¿Y dónde en ti?

.- Te dejo elegir.

.- ¿No tienes preferencias?

.- Sí.

.- Dímelas.

.- Las que imaginas.

.- ¿De verdad?

.- Te vas a quedar sin ello.

.- Pues por ahí te joderé.

Ella miró a su alrededor asustada de que alguien hubiera escuchado lo que acababa de decir, como si todos supieran por donde quería joderla. Menos mal que los de la mesa de al lado estaban a lo suyo, pero al mirar hacia la que tenía algo más hacia atrás se encontró con la mirada divertida de la mujer joven que comía en ella, no pudo evitar ruborizarse.

Al salir, después de cenar, con el restaurante ya lleno, tenían que pasar entre la fila de mesas. Él la cedería el paso sonriente, ella encontró en la sonrisa cierta guasa que unió al recuerdo de su contoneo, que tendría que repetir, ahora en presencia de un nutrido grupo de comensales, y encima con esa falda mini en exceso y enseñando la tripa.

"Pero todos querrían tenerme con ellos." Se diría animante y descarada. "Y este quiere presumir de…" – Paró el pensamiento que traía una palabra que no quería pronunciar. Y ella no sabía si aparentarlo y hacer que nadie quisiera perder su salida. "Ya tendré a todos pendientes de mi culo." Y se contoneó con descaro, dedicándoselo a él y para que supiera que podía tener a todo el restaurante pendiente de ella.

Al entrar en el coche él la iría a quitar la camisola que acaba de ponerse.

.- Prefiero llevarla puesta.

.- Si te gusta exhibirte tanto como a mí verte.

.- No me gusta exhibirme.

.- Y hoy has hecho novillos. – Ella calló.

.- Quítatela. Cuantos menos impedimentos mejor.

.- ¿Qué…? ¿No pretenderás…? – Ella sonrió con expresión de reconvención. Él se la quitaba. – Anda, deja. – Pero no dejaba de gustarla que él quisiera volver a empezar. – Podemos hacerlo en casa.

.- ¿Por qué vamos a esperar tanto? – Estarían a 10 minutos. – La quitó la chaqueta. – Sube, que no cojas frío.

Ya en el coche, él la propuso:

.- ¿Qué prefieres, ir a casa a tomar el postre o algo más divertido?

.- ¿Más divertido? Y además eres modesto. – Él rió. - ¿Y qué es eso más divertido?

.- Un club muy especial.

.- Ya, de señoritas.

.- Como tú.

.- No seas grosero.

.- Son estupendas.

.- Como yo. – Él volvió a reír.

.- Casi.

.- Me está entrando curiosidad.

.- Entonces ¿vamos?

.- No me gusta esa clase de competencia.

.- Para ti no es competencia.

.- No sé cómo debo tomar eso. Prefiero ir a casa.

Entonces él, para sorpresa de L, se bajó la cremallera del pantalón y sacó la polla.

.- Te veo poco animada, chúpala, eso te restablecerá el ánimo.

.- ¡Dan! Estamos en la calle.

.- Es de noche. Anda, recuerda tus años mozos.

.- No seas grosero.

.- Estoy seguro que lo has hecho en el coche.

.- ¿Y tú? – No negaba su afirmación.

.- Siempre que puedo.

.- Pues hoy espera un poco.

.- No puedo, necesito que me atiendas. Anda, no me tengas esperando.

.- ¡Dan, por favor! Nos pueden ver.

.- Me encantaría, me sentiría envidiado, y más de una también te envidiaría a ti.

.- Pues no sé por qué.

.- Deja que te enseñe.

.- Déjalo.

Pero él la cogía una mano para llevarla a la verga. Ella, con aprensión, la cogió. – Ahora agáchate y chúpala.

.- Estamos muy cerca de casa, vamos a ella.

.- Iremos, pero me gusta que vayas chupándola. ¡Venga!

L miró a su alrededor, estaban en un sitio bastante a cubierto de las miradas inoportunas.

.- ¿Si pasa alguien?

.- Hoy no le invitaré a compartirte. Te quiero solo para mí.

L se inclinaría y comenzaría a chupar la polla. Sería muy difícil que nadie la viera y ella quería llegar a tragar toda la polla. Era como una asignatura pendiente que quería aprobar y con él de maestro. Pero, las cosas con él no eran nunca tan sencillas. Él puso en marcha el coche, conducía con la mano derecha mientras la izquierda la tenía sobre la cabeza de L, impidiendo que esta la retirara. Pararon en un semáforo, L notó como D elevaba la falda dejando el culo al aire, acariciándolo, quiso evitarlo, recomponerse con sus manos. Él presionó sobre la cabeza.

.- ¡Quieta, mamona! – Para evitar que bajara la falda tiró de ella hacia arriba dejándola desnuda desde la cintura hacia abajo, solo el mínimo tanga cubría lo más indispensable. L quiso protestar pero no podía, él mantenía la presión sobre su cabeza.

.- Sigue chupando, y hazlo bien. – El coche se detuvo de nuevo, esta vez había menos luces, era lo único que podía apreciar L. La mano se paseo por el culo y luego buscó el coño. El tanga apenas suponía un pequeño impedimento, que él iba a quitar. De un tirón lo rompió.

.- ¡Ahg! – La había hecho daño. Ahora quiso oponerse y acabar con aquello, no podía estar enseñando el culo, pero él no la dejaría.

.- Tranquila, mamona. Sigue, tú a lo tuyo. Yo me ocupo del resto. – Apretó el coño con fuerza, ella, de nuevo, quiso protestar y recomponerse bajando la falda, pero obtendría la misma respuesta, aún más ruda, tirando de la falda hasta hacer que se elevara hasta las tetas, donde topó y se detuvo. L se daba cuenta que estaba desnuda desde las tetas hasta los pies, con las medias como única prenda. Luego la mano regresaría al coño, esta vez para acariciarlo.

Durante un momento se ocuparía del coño, después él la diría.

.- Ponte más tumbada sobre tu asiento. – Ella no quería hacerlo, suponía mostrarse aún más. Sería de noche pero había bastante luz, lo notaba cada vez que pasaban bajo una farola que iluminaba todo el habitáculo, comenzó a estar asustada de que la vieran desde otros coches. Como no se moviera, al volver a parar, él la cogería con su mano derecha por el centro del cuerpo elevándola, como la hiciera daño L tuvo que ayudarle apoyando el pie derecho en el suelo para alzarse, quedó prácticamente tumbada boca abajo sobre el asiento, con la pierna derecha caída hacia el suelo y la izquierda sobre el asiento, echada hacia arriba, si la mantenía elevada daba con el zapato en el cristal de la ventana, por lo que la doblaba para llevarla sobre el muslo y el culo. El centro del cuerpo, coño y culo, quedaban ofrecidos y asequibles para la mano derecha de él, que no permaneció inactiva ocupándose de ambos agujeros, mientras L mantenía una actividad muy reducida, casi mecánica, sobre la verga, pendiente de lo que él hacía y de lo que ocurría fuera del coche, sin poder quitar de su mente lo que estaba haciendo y la muestra que ofrecía de su cuerpo.

L pensaba que irían a su casa, pero comenzó a notar más tráfico y pasaba el tiempo y no llegaban a casa. Quiso preguntar, pero él no la dejó manteniendo la polla en su boca. La mano de él actuaba en el culo y el coño cada vez que paraban, mientras en ella se incrementaba la tensión por el miedo a ser vista. Él había hablado de recordar sus años mozos, pero nadie la había hecho nada semejante. Este hombre, esta vez para desagradable sorpresa de L, era diferente, y mucho más arrojado y atrevido que la mayoría de los jóvenes. Al incremento del tráfico se añadió el de las luces, que ahora iluminaban el interior del coche permanentemente. L comenzaba a estar perturbada y asustada, parecía que estuvieran en una zona céntrica o muy comercial o concurrida. Quiso volver a recomponerse. Esta vez la reacción de él fue un azote duro y firme, que la hizo emitir un chillido gutural.

.- Ponte bien, tienes un culo para presumir.

Eso ya lo sabía ella pero no iba a ir mostrándolo desnudo por la calle. Pensó en lo que se decía de él, comenzando a comprender que no era falso.

.- Chupa bien la polla. Estas muy distraída. Si lo haces bien vamos a casa, si no nos damos una vuelta por el centro.

Esta vez L gimió. No podía ser. Chupó la polla lo mejor que pudo. Pararon otra vez. La mano de D se puso en el culo de L, buscó el agujero y metió un dedo en él. – L volvió a gemir.

.- Chupa bien. – Y ella lo hacía, queriendo evitar que cumpliera su amenaza. El dedo dejó el culo para poder seguir conduciendo.

Volvieron a detenerse. Y él volvería al culo, esta vez metiendo dos dedos en él, que giraba y hundía en el agujero. L continuaba chupando la polla, pero sin concentrarse en ello. De repente le pareció que pasaban sombras, el corazón la dio un vuelco pensando que podía ser gente que pasaba por un paso de cebra. Si era así la verían. Quiso recomponerse, dejó caer ambos pies al suelo, buscó la falda con la mano, descompuesta, queriendo cubrirse con ella, empujó con fuerza la cabeza hacia arriba, ayudándose de la otra mano para separarla, queriendo acabar con la mamada, al tiempo que intentaba protestar. Él reaccionó. Sacó los dedos del culo dando dos violentos azotes a L, que gritó.

.- ¡Quieta! ¡No llames más la atención! No des más espectáculo.

.- ¡Aahhgg! – El gemido salió abatido. ¡La estaban viendo! Y a él no le importaba. Era horrible. Ahora quería cubrirse aún más el rostro, que nadie lo viera. Volvieron a moverse, lo que supuso tal alivio para L que reiniciaría las chupadas como queriendo con ello lograr que él la llevara a casa. Había llevado las manos a ambos lados de la cara para evitar que se pudiera ver lo que hacía, aunque a nadie le cupieran dudas.

.- ¡Ponte como estabas! – No quería hacerlo. Él soltó un momento el volante para dar otros dos sonoros azotes. - ¡Obedece, puta!

No podía ser. No quería que fuera. No quería obedecer. No tenía por qué. L notó que el coche se detenía. Él volvió a elevar la falda, esta vez el tirón hizo que superase una teta, luego otro azote cayó sobre el culo, ahora de nuevo desnudo. Ella, vencida, dejó caer el pie derecho al suelo.

El coche volvió a moverse, lo hacía despacio, giró entrando en una calle menos iluminada, volvió a detenerse, esta vez debía de ser bajo una farola o en una zona con escaparates muy iluminados, la luz entraba a raudales en el coche. L estaba tan perturbada que paró las chupadas, la mano volvió a su culo haciendo que L se estremeciera. Estaba tensa, como a la espera de algún indicio que la permitiera saber donde estaba.

.- ¡Sigue chupando! Estamos en una zona de putas, tienes que aparecer como una de ellas.

.- ¡Ahgg! - ¿Cómo podía decir esas cosas? ¿Cómo podía tenerla de ese modo y en una zona de putas? Estaba haciendo una mamada y enseñando el culo desnudo, y no podía evitarlo. Y la podían estar viendo, ¡la estarían viendo!

.- O me haces una buena mamada o nos paramos en la parte más concurrida. Puedes ser una atracción especial para los turistas. Puedes salir en alguna revista japonesa. – Se burlaba, pero para L era horrible.

Ella quería decir que le haría la mamada pero no allí, pero no podía hablar, únicamente la quedaba acabar pronto. Chupó la verga con prisas.

.- Tranquila, hazlo bien.

L notaba que el coche iba más despacio, por lo que dedujo que habría más tráfico, ambas circunstancias favorecían que pudiera contemplarse lo que hacía y cómo estaba. Se detuvieron otra vez. Él la cogió una mano y la llevó a la espalda.

.- Déjala ahí. – Luego haría lo mismo con la otra. – Coge las manos. – L lo tuvo que hacer, perdiendo la protección que pretendía al tenerlas a ambos lados de la cara y haciendo más difícil la mamada. Ahora notaba más la luz, que más que disminuir habían sido sus manos quienes la nublaran. La mano de Dan buscó de nuevo el culo, y en él el agujero. L estaba pendiente de lo que pudiera pasar fuera del coche. Unos golpes en el cristal de la ventana la estremecieron. Sintió el aire frió que indicaba que se había bajado el cristal. Estaba completamente descompuesta.

.- ¿Vas a tardar mucho en dejarla?

Al escuchar la voz L intentó llevar las manos a la cara. Dan respondería de inmediato con un azote violento.

.- ¡Quieta zorra! – No podía ser. Y otros lo estaban viendo. Luego se dirigió al que había hablado.

.- Cuando acabe la mamada.

.- ¿Es muy cara?

.- No, pero no es muy buena. Mejor te buscas otra.

.- ¿Pero se lo tragará?

.- Si no, cobra. – El otro rió.

.- Ya lo vemos. Y tiene un buen culo.

.- Sí, para lo uno y para lo otro. Pero cobra más por el culo. – Otra vez se oían risas. L escuchaba tan anonadada y angustiada que no podía dar crédito a lo que sucedía. Luego, él se dirigiría a ella. – Golfa, ya te has vuelto a parar. Así no vamos a acabar nunca, sigue chupando. – Y luego a su interlocutor. – Lo siento, tengo que moverme, tendrás que buscarte otra, aunque no tenga tan buen culo.

.- Suerte. Y gracias por el espectáculo.

.- Puta, acaba bien la mamada, no querrás pasarte la noche aquí. Voy a dar otra vuelta, si no lo haces a mi gusto bajo los cristales.

L no supo como lo hizo, pero lo hizo, pero sin que él se derramara en su boca. Una vez satisfecho se dirigieron a su casa, ella manteniendo la polla en la boca. Tardarían 15 minutos más en llegar, que a ella se le hicieron eternos. Cada vez que el coche se detenía o pasaban bajo una farola el miedo a ser vista, a que alguien más se acercara, se hacía insufrible.

Cuando llegaron a la casa, él aparcó el coche, liberando la cabeza, L dejó la polla.

. - ¿Quién te ha dado permiso para dejar de chupar la polla? ¡Vuelve a chuparla inmediatamente!

Parecía enfadado. Ella, asustada, volvió a meter la polla en la boca, sin saber que quería ahora. Estaba completamente anonada y entregada. Solo quería componerse, subir a casa y olvidarse de esa tremenda humillación.

.- Chúpala mejor, la tienes mustia.

Estaban a la puerta de su casa y no sería extraño que algún vecino entrara o saliera y podían ver lo que hacían, y ella continuaba semi desnuda. Menos mal que estaban en una zona poco iluminada. Durante un rato él se dedicó a culo y coño, ahora podía hacerlo con más comodidad y continuidad.

.- Bueno, vamos a darte tu postre. – La liberó.

.- ¡No quiero postre! Eres… eres un miserable.

.- ¿Por un poco de picante? Ya verás como me lo agradecerás cuando te comas el resto.

.- Eres un cerdo. No me voy a comer nada. ¿Cómo has sido capaz de tenerme así? Me has tratado como a una puta... me has mostrado...

.- No creo que nadie te reconozca por el culo, no eres tan popular.

.- Dan, eres un monstruo.

.- Ya está bien, ahora vamos a darte por culo. Eso te gusta, ¿verdad pingajo?

.- No, y no quiero nada de ti. – Estaba cada vez más encolerizada. Tratando de recomponerse antes de salir del coche. Buscó la camisola en el asiento de atrás, cuando lo hacía notó que el coche se ponía en marcha, se volvió para salir, pero ya se movía.

.- ¡Para! ¡Déjame salir!

.- Lo prometido es deuda y yo cumplo mis promesas.

.- ¡No quiero nada de ti! ¿A dónde me llevas?

Se alejaban de la zona más céntrica. Él iba rápido. Llegaron a uno de los parques de la ciudad, en el que se introduciría hasta parar entre un grupo de coches aparcados a ambos lados de un paseo.

.- Esta es una zona segura. Todos están a lo mismo y nadie quiere molestar ni ser molestado. Aunque supongo que lo conoces.

.- ¡No! Nunca he estado con un depravado.

.- Niña, que te he visto el culo. – L tuvo que controlar un gemido. Estaba cogida. – Depravación que ahora vas a disfrutar tú, y acaso como te gusta, pero ahora vamos a pasar un buen rato, después te daré lo tuyo.

.- No quiero seguir pasando buenos ratos contigo.

.- Pero nos queda tu culo.

.- No nos queda mi culo. – Pero, a pesar de la seguridad con la que hablaba, no estaba nada segura de que pudiera evitarlo, el comentario sobre su culo había sido un mazado para su capacidad de respuesta. Ya estaba insegura y asustada en aquel lugar, temiendo lo que pudiera suceder si alteraba el orden con que aquella gente actuaba.

.- Despelótate. – No quería hacerlo. - ¿Quieres que lo haga por ti?

.- Sabes que no quiero y si me obligas estarás cometiendo un delito.

.- Si quieres, después vamos a la comisaría.

.- Sí, pero ahora.

.- Ahora todavía no lo he cometido.

.- Sí, me has tenido

.- Mostrando el culo, que tú tendrás que explicar. L, ya somos mayorcitos, déjate de pamplinas y vamos a lo que hemos venido. No me gustaría tener que comenzar por "tus" depravaciones. Te garantizo que vas a pasar un buen rato, y tu culo también.

.- Dan, no quiero hacerlo. Y no voy a pasar un buen rato. – Estaba segura de no pasarlo, pero muy insegura sobre su capacidad para evitarlo. La mención a "sus" depravaciones, haciendo hincapié en el adjetivo hizo efecto en L.

.- L, yo sí quiero y yo voy a pasar un buen rato. – Y él demostraba mucha más convicción en su propósito. – Mejor es que te desnudes tú, pero si no lo haces lo haré yo. Sabes que me gustas despelotada.

.- Dan, no quiero hacerlo, y menos en un lugar como este. No tengo los mismos gustos que tú. No quiero estar en medio de esta gente.

.- Ya, prefieres con las putas.

.- ¡Déjame!

.- No grites mucho, no sea que alguien se acerque a reconvenirte.

.- Si me obligas a hacer esto estate seguro que te arrepentirás.

.- ¡Hazlo!

Ella, asustada de él y de que alguien pudiera acercarse, comenzó a quitarse la falda, quería evitar mostrar el sostén que llevaba, que incidiría en señalarla como él había dado a entender. Se volvió hacia la puerta de su lado para quitarse la camiseta y al mismo tiempo, el sostén. Quedó desnuda, con las manos tratando de cubrir lo más indispensable, temiendo que alguien se aproximara, y temiendo lo que iba a hace él.

.- Quítate las medias, las puedes romper. – Ella se las quitó. Él tumbó el respaldo de los asientos todo lo que pudo, componiendo una especie de cama.

.- Ponte a 4 patas.

.- Por favor, Dan… No quiero hacerlo.

Pero, ante la falta de respuesta de él, lo hizo, ya lo que quería era acabar cuanto antes. Él se quitó los pantalones y calzoncillos, quedándose con la camisa. Se acercó a ella por detrás. La cogió por el cuello con la mano derecha, cerrándola sobre él y haciendo que inclinara la cabeza hacia el asiento hasta que L se apoyó en los brazos en lugar de en las manos, lo que obligaba a ofrecer más la grupa. Durante un buen rato él se dedicaría al culo y coño de L con sus manos. Ella conocía por experiencia que podía ser muy hábil, pero no parecía que quisiera esmerarse mucho, los toques no buscaban los puntos más receptivos ni los realizaba con la suavidad de antes, dando la impresión de no querer que ella se excitara, por lo que podía prolongarlos sin temor a que ella alcanzara el clímax. Después de un rato en que los dedos fueron los protagonistas comenzaría a joderla, y lo haría de la misma forma poco esmerada con que venía actuando, sin aparentes ganas de acabar, mientras ella se dejaba hacer. Luego la pasearía la polla por el exterior del coño, rozando los labios y entre ellos la carne más sensible, que no estaba muy receptiva y propensa a revivir. A pesar de ello, y de la oposición que mantenía, L de daría cuenta, para su desagrado y confusión, que comenzaba a sentir los efectos de los toques, dirigiéndose hacia una nueva situación de calentamiento que no quería y menos que él lo apreciara. No quería volver a correrse por su causa y, por unos momentos, trató de evitarlo, no quería darle ese gusto, no quería que la viera ansiosa y gimiente, si era esa puta que él decía no lo sería más con él. Pero según iba dejándose hacer menos oposición sentía, y si además dejaba de rechazar las caricias que recibía, relajándose, estas comenzaban a generar los efectos normales, y eso sería lo que sucediera. Y el hombre, apercibiéndose de ello, y conociendo lo suficiente de las zonas más sensibles de L, iría acentuando las caricias, incrementando los pollazos, atendiendo los lugares más propicios, hasta que ella comenzó a dar señales de que deseaba continuar con las atenciones que recibía.

Pero él quería que, esta vez, el goce fuera ganado y sufrido. No quería que fuera fácil para ella. Se lo iba a dar pero haciendo que la costara, que lo tuviera que pedir, suplicar y llegara acompañado de humillación y dolor, y aún así suplicase por que él continuara y acabara.

Durante un buen rato él mantendría su modo de hacer, sin permitir que las caricias produjeran unos efectos que permitieran a la joven quedar inmersa en el goce de los sentidos, lo que él evitaba, ya no era ella quien lo quería evitar. Cada vez que L daba muestras de dejarse llevar él la "espabilaba" de modo nada amable. Bien con un acto molesto, cuando no doloroso, como podía ser un pellizco en los labios del coño o en los pezones, o una mención ingrata, refiriéndose a ella como puta y expresando como se comportaba como tal y quería volver a correrse, lo que constituía una especie de ducha escocesa que ponía a L ante su situación que volvía a rechazar. Él también se detenía cada vez que cortaba el desarrollo de los deseos de la joven, obteniendo un descanso que le era preciso para disminuir las demandas de su propio cuerpo.

Cuando L comenzó a ceder, a quedarse quieta recibiendo los asaltos de la verga sin oponer resistencia, él mantendría su acción, que iría consiguiendo la respuesta positiva de la joven, pasando de la quietud a la aceptación gimiente, y después a otra más activa, acompasando el movimiento de su grupa a los golpes de la polla del hombre, que haría un cambio que trastocaría aún más a la joven. Sacando la polla del coño la llevaría al culo de L, que al notarla en su entrada se crispó, dejando escapar otro gemido, que se prolongaría cuando la verga comenzó a meterse en su culo, al que comenzó a joder como antes lo había hecho con el coño, consiguiendo una entrega de la joven cada vez mayor, ya olvidados los anteriores rechazos, y sin ganas de más oposiciones, y como si quisiera reconocer el cambio experimentado en su postura respecto al enculamiento que recibía, L dejó caer la cabeza sobre el asiento, apoyándose en el con los brazos, hombros y la propia cabeza, quedando con la grupa como parte más elevada de su cuerpo, en un ofrecimiento de esta que resultaba patente y muy grato para el hombre, que veía muy próxima su victoria. Y para afianzar aún más esa posición, el hombre volvería a las caricias que implicaban un grado de exigencia y molestia para la joven. Desde atrás cogió ambos pezones con sus dedos comenzando a oprimirlos y retorcerlos, L gimió pero enseguida se acomodó, como si encontrara en el dolor una nueva sensación que coadyuvara a incrementar la que generaba la verga en su culo. Sería cuando una mano buscó entre sus piernas el otro botón y comenzó a hacer lo mismo con él cuando la queja subió de tono, pero sin que implicara el rechazo a los dedos que maltrataban esa parte tan sensible, al revés, el toque sería como un aguijón en el deseo de L.

.- Por favor, por favor… - Seguramente no habría pensado que iba a realizar esa demanda, humilde, suplicante. El hombre continuaba como si no escuchara nada, quería oír más súplicas, e incrementó pellizco y jodienda.

.- ¡Aaaaahhhh! – El gemido se prolongaba en consonancia con el pellizco, pero no era de rechazo, al contrario, quería que fuera una súplica para que él acabara.

.- Por favor, Dan… te lo ruego… acaba. – Y alzaba la grupa al encuentro de la polla.

.- No me tengas así, no lo puedo soportar. – Y él no cedía. Ella no sabía que decir, y los dedos apretaron más la carne del pezón y del clítoris.

.- ¡Aaaaahhhh! – Dio unos golpes en el asiento con los puños.

La verga incrementó el vigor y velocidad de los pollazos.

.- Sí…, sí…, gracias…, sigue…, sigue…, todo lo fuerte… En el coño también… apriétalo… - Se escuchaba a sí misma como si fuera otra quien hablara, quien rogara que la apretaran el coño y lo retorcieran, y los pezones, y la dieran por el culo. – Y continuó pidiéndolo según se incrementaba dolor y gozo, acercándola al unísono al placer que ansiaba. – Sí…, sí…, sigue…, por favor… - Súplica a la que seguían nuevas quejas, auténticas de dolor, al apretar y retorcer él pezón y botón, pero que de inmediato se transformaban en gemidos de placer y elevación de la grupa en busca de la mayor penetración de la polla en su culo. Estaba ansiosa de alcanzar la culminación de su goce y al tiempo quería mantener, incluso incrementar lo que él hacía con ella, no pensaba en el dolor, pero lo deseaba como si fuera parte inseparable de los goces que necesitaba, y quería que continuara como síntoma de que aquellos no cesaban, que iban en aumento, y él la daba lo que deseaba, manteniéndola en esa situación hasta que fuera ella quien dejara escapar un grito. Luego pensaría que jamás había gritado al alcanzar el goce pleno.

Él insistió en sus acciones, ahora quería volver a hacer que chillara, pero ella continuó con gemidos más bajos y continuos, hasta que al retorcer el clítoris otra vez, volvería a gritar completamente abstraída de todo lo que no fuera un placer que la dominaba, luego cayó sobre la cama como desmayada, y así estaba. Él, sin conocer el detalle, se percató de que L había quedado inerte, no por ello detendría el enculamiento, continuó con él, queriendo que al recuperarse de lo primero que se percatara fuera de la polla que la daba por culo. Quería conocer su reacción. Pasados unos segundos L se movió, volvía en sí, notó lo que ocurría en su culo, gimió, Dan no supo que había detrás del gemido, él mantuvo sus pollazos, otro gemido, este sonaba a sorpresa, pareció querer incorporarse un poco pero volvió a dejarse caer con un gemido prolongado. Siguió recibiendo los golpes de la verga en el culo, a cada uno repetía el gemido, Dan notaba que iba echando el culo hacia arriba, como si buscara la polla o quisiera facilitar su penetración. Permanecía como ausente, solo respondiendo a la introducción de la verga en su culo con esos gemidos tenues y la elevación de la grupa, que mantenía alzada. Como él mantuviera la situación ella comenzaría a dar otras señales de vida, los gemidos, que salían descontrolados y de modo inconsciente, fueron sustituidos por una respiración más profunda, la grupa se mantenía elevada. Él se corrió, notando como ella se crispaba sobre la verga, cerrando los músculos del esfínter, y aceleraba la respiración al tiempo que echaba la grupa aún más hacia arriba. Luego se relajó cayendo sobre el asiento con otro gemido. Quedó inmóvil. Él quedo en su interior, también inmóvil sobre ella. Luego se separó dejándola en la postura en que estaba, sin que L se moviera.

Él se recompuso.

.- Te voy a llevar a casa.

.- Gracias. – Estaba desnuda. Él colocó los asientos. L no sabía si podía vestirse. - ¿Te importa que me vista? – Preguntaba, había cierta vergüenza al hacerlo, pero muy poca, casi resultaba un detalle para con él.

.- La verdad es que como mejor estás es desnuda. – Él la atrajo hacia sí, sin que L se opusiera. – Ponte la camisa, no cojas frío. – Ella lo hizo. Quedando luego cerca del, como si quisiera que volviera a abrazarla, él la sonrió y volvió a cogerla con el brazo.

Cuando llegaron al portal, ella quiso vestirse.

.- Así vas bien. Subamos rápido. – Salir con la camisola era ir casi con el culo al aire, ya que esta lo cubría muy escuetamente, pero así lo haría, eso sí, corriendo, y cuando se aseguró que no venía nadie. En el ascensor él la pondría la mano en el culo.

Nada más entrar en la casa él ordenaría:

.- Despelótate. – L le miró con una sonrisa, le gustó que él quisiera seguir contemplándola.

.- Quisiera ir al cuarto de baño. – Lo dijo para no rendirse a la primera.

.- Despelotada irás mejor, y yo iré conmigo. – Eso ya no la gustaba tanto.

.- Tengo que hacer

.- Lo que tengas que hacer.

.- Te prometo que saldré.

.- Y yo que me aseguraré. – Tuvo que desnudarse.

L tendría que tolerar que él la acompañara al cuarto de baño y estuviera presente mientras orinaba, a pesar de sus súplicas para que la permitiera hacerlo sola. Lo malo fue que no era capaz de orinar. Al cabo de una espera que resultaba más que prudente y no comenzando a orinar, Dan se acercó y agachándose llevó la mano al coño de L, que quiso evitarlo pero no pudo impedirlo. La mano se introdujo en el coño pasando los dedos por su interior, de repente comenzó a escaparse un chorro abundante y cálido, que caía sobre la mano que aún permanecía en el coño.

.- ¡Que puta más reprimida eres! Lo que hay que hacer para hacerte mear.

Después irían al dormitorio.

.- Ponte a cuatro patas y bien abierta.

L estaba ahíta, y no comprendía que él pudiera desear más. Se puso como él deseaba.

.- ¡Ábrete a tope! – L separó más las piernas. Quedó quieta.

.- Ahora vas a contar hasta mil.

.- ¿Como?

Escuchó otros ruidos detrás. El ruido cesó, luego un silencio.

¡¡¡AAAAHHHH!!!

Un golpe había caído sobre su culo. No podía ser. Se llevó las manos a la zona dolorida.

¡¡¡AAAAHHHH!!!

.- ¡¡Ponte bien!! – La orden surgió casi en un grito que paralizó la maniobra de L, sin más recuperó la postura anterior.

.- ¡¡¡AAAAAHHHHH!!!

Otro golpe cayó sobre el culo, aún más fuerte. No sabía con qué la pegaba pero el dolor era atroz. Quedó absolutamente paralizada. Creyendo que no había cumplido con lo que la había mandado abrió las piernas todo lo que pudo, sin prevención de ningún tipo ni importarle lo que mostraba. Permaneció quieta sin atreverse a hacer el menor ruido temerosa de llamar su atención. Los golpes seguían doliendo, temió que hubieran hecho heridas.

.- Separa los carrillos con las manos. – Lo hizo, ahora avergonzada de mostrarse de esa forma.

.- Los azotes han sido un aviso, quiero que sepas que no voy a tolerarte desacatos de ningún tipo. Estás muy crecida y hay que ponerte en tu sitio, cosa que si parece que ya se está haciendo, aún no se ha conseguido. Ahora vas a contar hasta mil, en voz alta y clara, despacio, tranquilamente, sin moverte, ni mirar hacia atrás ni hablar nada, y manteniendo el culo bien ofrecido y abierto hasta que acabes la cuenta. Cada vez que incumplas comenzarás la cuenta de nuevo y añadirás mil números más, así que te conviene hacerlo bien. Yo estaré por aquí o me iré, en todo caso dejaré la puerta de la calle abierta, por si quiero volver. Si me llevo las llaves te las devolveré mañana. Ya estás en periodo de cuenta, empieza a contar. Si lo haces todo bien no tardarás mucho en acabar.

.- Pero

¡¡¡AAAAHHHH!!!

Otro golpe había caído sobre el culo.

.- Te he dicho que sin hablar. Te has ganado otros mil. Tienes que contar hasta dos mil. Cuenta.

L estaba aturdida, no quería hacer aquello y menos que dejara la puerta abierta, si él se fuera podría entrar alguien y cogerla de esa guisa. Sería tremendo. Pensaba en un vecino que viera la puerta abierta. Tenía que decirlo pero se arriesgaba a sumar otros mil números más.

.- Parece que quieres otros mil.

.- Uno, dos, tres… - L comenzaría la cuenta.

.- Ya sabes, no te muevas, muestra el culo bien abierto y no dejes de contar.

Ella continuó contando, aturdida, con el culo doliente y caliente, atenta a cualquier sonido que llegara desde atrás, pero no oía ninguno, lo que la hacía suponer que él continuaba en la habitación, lo que hacía que tratara de llevar la cuenta perfectamente, temerosa de ver incrementado el castigo, o recibir otro golpe. Cuando había superado los 300 escuchó unos ruidos apagados pero que parecían llegar desde fuera del dormitorio, por un momento quedó asustada, temiendo que él se hubiera ido y al dejar la puerta abierta alguien hubiera entrado y ella estaba ofreciéndose en una postura peor que impúdica. Quedó tan paralizada que casi deja de contar, continuó temerosa de que él estuviera aún allí, con el corazón encogido y atenta a cualquier otro sonido que pudiera producirse, pero no hubo más. Ella siguió la cuenta algo más tranquila. Comenzó a pensar en lo que estaba haciendo, hasta ese momento había estado pendiente solo de lo que sucediera a su alrededor, ahora, al pensar en su situación se percataba de lo anormal, ilógico, absurdo de tener que estar realizando esa cuenta, y al tiempo se percataba que no resultaba sencillo pensar y contar a la vez, por mucho que fuera una cuenta sucesiva que salía de memoria, o dejaba de pensar o tendía a equivocarse, a olvidar el último número, y temiendo que él pudiera seguir allí no podía permitirse equivocaciones.

Por su cabeza pasaban las imágenes de lo sucedido esa tarde. Era todo tan diferente, tan especial, tan absurdo, pero tan... – y la costaba reconocérselo – tan excitante, tan compensador. No sabía como podía pensar eso, sobre todo después de los 4 azotes, que aún la quemaban y casi perdonaba ya.

Había superado los 700 y ya estaba cansada de la postura y del esfuerzo por mantener las nalgas separadas, y quedaban casi las dos terceras partes. Para animarse un poco animó la velocidad con que contaba que había disminuido inconscientemente, pero duraría poco su pequeño optimismo

Cuando llegó a los mil cien, de repente sintió unas manos que la cogían por las caderas, instintivamente dejó escapar un pequeño grito al tiempo que fue a elevar la cabeza, pero una mano la agarró por el cuello obligándola a pegarla contra el colchón. Era un gesto muy parecido al que hiciera Dan en el coche por lo que pensó que sería él de nuevo, lo que la tranquilizó. Después notó algo moviéndose en la raja de las nalgas, comprendió lo que era, una verga, lo que incrementaba la idea de que era de nuevo Dan quien se iba a ocupar de ella. Esta vez sin la menor oposición por su parte, al revés, tener a alguien con ella y que este fuera Dan, suponía una tranquilidad que necesitaba, habiendo temido que pudiera entrar otro tipo de conocido, o un desconocido. Que él quisiera volver a tomarla no dejaba de suponer una gratificante demostración del atractivo que ejercía sobre Dan, pensó que no paraba nunca, volviendo a repetirse que, en ese aspecto era un chollo, que ninguna mujer querría perder.

"Ni siquiera yo. Por eso ninguna explica cómo le ha ido con él, no quieren que las demás lo sepan y se animen a intentar conseguirle y que se lo haga a ellas."

"No solamente lo sabe hacer, también sabe hacértelo desear, yo debería estar ahíta y me sigue apeteciendo que me tome. ¿Por qué? ¡Y después de pegarme! Eso no se lo perdono." – Pero pensaba como si se lo perdonara. Quizás quisiera acabar siendo ella quien ganara la partida consiguiendo que él siguiera deseándola.

La polla buscó la entrada del culo, estremeciendo a L cuando se puso en ella. L quería hablarle, preguntar, pero era seguro que la castigaría y no quería ampliar la cuenta. Se dejó hacer en silencio, él tampoco hablaba. La polla la penetró sin apenas esfuerzo, el culo estaba preparado y bastante bien abierto. Durante un buen rato fue jodida por el culo, sin más aditamentos, sin que las manos hicieran nada. Ella se dejaba hacer concentrada en los pollazos que recibía, amplios, firmes, fuertes, continuos. Era imposible no disfrutar de tan buen enculamiento, aunque estuviera más que satisfecha, y se dijera que no estaba allí para que él usara de ella a su antojo, y encima no podía ni hablar, tenía que amoldarse a todo lo que él quisiera, y la había golpeado, aunque esto casi lo había olvidado, porque no quería tener esa causa para rechazarle, a pesar de que la estuviese sometiendo de nuevo, imponiéndose a ella, enculándola sin su previo consentimiento.

"¿Cómo será capaz? No es un jovencito ni está hambriento de sexo. Debe de tener más del que pueda querer."

"Y yo ¿por qué me voy a resistir? Si él me lo da no veo por qué voy a rechazarlo."

Volvería a negarse esa posibilidad, ni quería, ni debía, ni él se lo merecía.

Y seguía recibiendo los golpes de la polla que llegaba hasta el fondo, haciendo chocar su vientre, sus testículos, contra el culo de ella. Comenzó a jadear. Quiso volver a resistirse.

"No puedo ni decir lo que quiero. Le odio. Esta me la va a pagar. Diré que es miserable. Yo sí hablaré de él." – Sabía que no podría hacerlo pues implicaría dar a conocer una situación imposible de contar, pero con esos pensamientos se enrabietaba más, queriendo con ello mantener la oposición a lo que se hacía con ella. Y él seguía incansable. Notó como la carne penetrada se cerraba aún más sobre la que la penetraba, y ella supo que lo hacía sin que ella lo quisiera, y también que no quería que él detuviera las penetraciones de la verga. Esa constatación fue un golpe para ella. El jadeo se convirtió en gemidos, que no fue capaz de controlar a pesar de saber que no eran de queja, eran de deseo, de un deseo indeseado, que la hacía gemir por sí mismo y por lo que suponía de pérdida del control de la situación, pero también por notar a su cuerpo cerrándose sobre la carne invasora, también contra su voluntad. Se sentía humillada y avergonzada por ese deseo que surgía sin que pudiera evitarlo, ni siquiera rechazarlo, aunque lo intentara.

Involuntariamente, inconscientemente, echó el culo hacia arriba incluso tendió a separar aún más las piernas, a abrirse más, a ofrecerse más, después, avergonzada, quiso deshacer lo hecho, pero ya era imposible, el mensaje se había enviado y había sido conocido. Ahora fue ella quien quedó quieta, queriendo ofrecer una imagen de desinterés mientras la polla encadenaba sucesivos golpes en su culo, hasta el fondo. L trató, de nuevo, de escapar a la tendencia a dejar que las sensaciones discurrieran, pero la polla seguía golpeando su culo y llevándola por los caminos que L no quería transitar. No quería ceder, pero la polla continuaba imparable y ella sentía los efectos, apretó los dientes. Él supo que estaba en el camino del gozo, y que sería él quien lo controlaría para no permitir que lo alcanzara. Los jadeos se entremezclaron con gemidos. Él notaba como ella estaba cada vez más entregada, más absorta en lo que hacía con ella, más deseosa de dejarse hacer y menos dispuesta a luchar por evitarlo. Sintió el absurdo de querer huir de algo tan maravillosamente placentero. Gimió ante una constatación que significaba el principio de su entrega, de su rendición. Y gimió por los pollazos que recibía, ya como manifestación del gozo que dejaba discurrir por ella. No podía hablar pero pensaba en rogar al hombre, no podía soportar mucho más tiempo la tensión y ansiedad de un placer inacabado, un goce que nunca alcanzaba su plenitud. Por fin, no controló lo que su cuerpo pedía y habló, y lo hizo queriendo poner también en ello la rabia por su situación, por su rendición, y de inmediato supo que no debería haberlo hecho.

.- Por favor, no soporto más.

Por unos momentos la polla incrementó su movimiento y ahora sin meterla del todo en el culo de L, actuando más con la punta sobre este, después, para la anonadada sorpresa de la joven, notó como salía la verga de su culo. Gimió, esta vez por la pérdida, que esperó fuera solo momentánea, pero para su total consternación y abatimiento, escucharía a Dan:

.- Pues si no lo soportas se acabó.

.- ¡Ah! – Era la queja por una frustración.

Él se colocó al lado de la cama, cogió a L por los pelos haciendo que se girase hacia él, elevándola el rostro, apuntó con la verga hacia la cara de la joven.

.- Abre la boca. – Ella lo hizo sin dilación. Sabía lo que vendría y lo esperó con una mezcla de deseo, humillación, ansiedad. – La verga comenzó a lanzar semen sobre el rostro de L, poco cayó en la boca y lengua que se ofrecía para recogerlo, lo que cayó ella lo tragó, el resto quedó en su cara y algo en el pelo. Por unos momentos había olvidado la demanda de su cuerpo que deseaba que eso hubiera caído en su interior, y ahora volvía a hacerse presente ese deseo, ya imposible de alcanzar.

Él quedó con la verga delante del rostro de la joven, que sin pensarlo acercó la boca para meter la verga en ella.

.- Con cuidado, chúpala con mucho cuidado, y límpiala bien.

Para su propia sorpresa L actuó con el máximo cuidado para que sus toques sobre la verga no causaran molestia al hombre, limpiando la carne, chupándola, ensalivándola. Notaba en su cara los churretones que descendían pegados a ella mientras se iban licuando. No la importaba ni la hacían sentirse sucia. Se sentía sometida, y eso a pesar de la ansiedad que aún sentía en su culo, o quizás fuera esa sensación, esa ansiedad, parte de su aceptación de algo inaceptable.

.- Recompón la posición y acaba de contar. Añade mil más por haber hablado sin permiso. – L tuvo que morderse el labio para no protestar. – Cuando acabes consuélate sola.

A L se le haría muy larga la cuenta. Primero asustada por el miedo a que pudiera entrar alguien o por la presencia de él, después recordando lo ocurrido con una mezcla de rechazo colérico y humillación, a lo que se unía el recuerdo de los gozos que había disfrutado, sin que lograra encajar ambas facetas. Según iba contando más ardiente y palpitante sentía el culo y más fuerte la ansiedad que emanaba de él. Cuando L acabó de contar se volvió a ver si él estaba, no había nadie, se incorporó y fue a cerrar la puerta, al llegar vio que estaba cerrada. Había sido un detalle. "Pero me ha hecho pasar un mal rato". Luego vería el cable del móvil doblado y enrollado sobre sí mismo, ese había sido el objeto con que la pegara.

Se sabía sucia. Pensó en como él la había querido guarra. Tenía que lavarse, pero en lugar de eso se fue ver el culo. Allí estaban las cuatro marcas de los golpes, una había cruzado a las otras y los puntos de contacto entre ellas aparecían pequeñas manchas de sangre, denotando que la piel se había roto, pero eran tan pequeñas y ya secas que no produjeron temor a L. Pensó en darse la pomada, después se arrepintió, como si quisiera que no desaparecieran las señales que él había dejado en su cuerpo, pero se la pondría pensando en que al día siguiente sería mejor que hubieran desaparecido o resultaran mucho menos netas. Se iría a la cama, sucia, guarra y desnuda. Su mente estaba en su culo, en el recuerdo del enculamiento, de la polla que lo había jodido. Se tumbó en la cama, boca abajo, sabía lo que quería, la avergonzaba, pero lo iba a hacer. Llevó la mano derecha al culo, pasándola por él, notando el calor que aún desprendía, comprobando que las heridas estaban cerradas y que no molestaban cuando pasaba los dedos por ellas, se acarició la redondez de las nalgas, como preparándolas para el siguiente paso que tanto la costaba iniciar, avergonzada de solo pensar en hacerlo. Se acarició entre las piernas, pero ese día quería algo más, quería lo que él no había querido darla. Por fin llevó unos dedos nerviosos al agujero del culo, y buscando la entrada metió dos en él, generando un choque de sensaciones y excitación tan fuerte que tuvo que llevar la otra mano al sexo para acariciarse y obtener el placer que tanto había ansiado desde que él la dejara frustrada. Y sería con el recuerdo del enculamiento como alcanzaría de nuevo el placer, siendo, esta vez, sus dedos quienes la enculaban, y no eran comparables a la polla del hombre.

Esa noche no pensaría en el salón de belleza ni en la señorita Laura. Solo se diría que el día siguiente resolvería su problema.

Se dormiría con los dedos en el culo. Y sin saber que si hubiera aceptado la invitación que le hiciera el hombre para ir después de la cena, se habría enterado de qué había en el edificio donde iba todos los días.