L 5

L acude al club durante el fin de semana.

5.- Fin de semana en el club y reunión con amigos.

Sábado y domingo constituirían una continuación de lo sucedido los dos días anteriores, con la señorita persistiendo en sus demandas, a las que iría añadiendo sucesivas exigencias que mantuvieran a L en permanente tensión y sabiéndose controlada y sometida.

El sábado aportaría otra sorpresa. Después de regresar del baño, la señorita la hizo ofrecerse desnuda, inclinada, abierta de piernas, con las manos detrás de la cabeza, en una postura incómoda, desagradable y tan ignominiosa como impúdica.

.- Dime, hembra, ¿te dan con frecuencia por el culo?

La pregunta cogió por sorpresa a L, que enrojeció avergonzada. No quería contestar. ¿Quién era esa mujer para hacer esa preguntar?

.- No, señorita Laura. – Contestaría con rabia contenida, y avergonzada de que su respuesta significara que era enculada.

.- ¿Te gusta que te la metan por el culo?

De nuevo la insolencia y salacidad en la pregunta, que debería quedarse sin respuesta, pero que de nuevo la tendría.

.- Sí, señorita Laura.

.- Con el culo que tienes es lo mejor que te puede suceder, lo que me sorprende es que se te use tan poco por ese agujero. Habrá que prepararle para que puedas ser penetrada con facilidad. Pero eso es fácil de conseguir. Separa las nalgas con las manos, que vea bien la entrada a tu puerco agujero.

.- ¡Ah! – L, con mano temblorosa, humillada y vejada, temiendo la desobediencia, trató de separar los carrillos, haciéndolo solo parcialmente.

.- ¡Obedece bien! No quiero tener que azotarte para conseguir que lo hagas como es debido. Te he dicho que quiero ver bien la entrada a tu marrano culo, y te he dicho que te quiero obediente, siempre, en todo momento y circunstancia, para la obediencia no existen excepciones.

L, separó bien las nalgas, ahora notando el aire en la entrada y luego unos dedos grasos, que la crisparon, haciendo que se cerrara involuntariamente, la señorita se apartó un momento.

.- ¡AAHH! - Había caído un golpe certero y duro de la caña sobre la parte alta de su culo, compulsivamente separó las nalgas. Ya no trató de disimular nada.

.- Así está mejor. Ya verás como acabas cogiendo aprecio a la caña y agradeciendo el estímulo de unos buenos azotes. – Los dedos regresaron a la raja entre las nalgas. L manteniendo los carrillos separados, ofrecida, deseando que los dedos no bajaran hacia el coño. Los dedos se posaron en la entrada del culo probando la resistencia que presentaba a su penetración, después uno se introduciría en él, al que enseguida acompañaría otro.

.- Baila sobre mis dedos.

Y L bailaría enculada por los dedos de la señorita, que no permanecerían ociosos, antes al contrario, barrenaban el culo de la hembra. Pero no duraría mucho esa presencia en su culo, los dedos se retiraron para regresar aportando una novedad que L no esperaba. Notó algo más duro presionando la entrada del agujero, algo que comenzó a penetrar y según lo hacía, abría el agujero cada vez más, produciendo en L un creciente malestar que enseguida se convertiría en dolor, al que ella respondió intentando cerrar el paso y gimiendo, pero ninguna de las dos cosas sería suficiente para evitar una penetración que no cesaba de doler y progresar, hasta que por fin se relajó, obteniendo el alivio de la ausencia de tensión y dolor en sus músculos. La señorita le había introducido un falo, con una base más ancha y un canalón que evitaban que saliera del culo o se colara en él.

.- Lo llevarás mientras estés en esta casa. Es el mejor modo de prepararte el culo para que los señores que lo deseen puedan usarte por él. L escuchaba atónita. Como en otras ocasiones similares sentía toda la vergüenza y humillación de una explicación absolutamente improcedente, intolerable, impúdica. – Baila enculada.

L recibe la orden con un estremecimiento, de ansiedad, de ignominia. Comienza a bailar, al hacerlo el objeto se hace más presente en el culo, y según baila no puede evitar cerrarse sobre él, como queriendo asegurarse de que no escapase, pero lo que consigue es sentirlo más. El contoneo del culo se le antojaba una oferta para que "alguien" lo usara.

.- Acaríciate, ofrécete. – La señorita, a pesar de que no quería facilitar el gozo de la joven, deseaba verla excitándose, que fuera ella misma quien ansiara tanto su gozo que acabara demandándolo y sabiéndose sometida también a sus instintos, incapaz de dominarlos.

Las manos de L se dirigieron a sus tetas, lo harían trémulas, bajo la mirada divertida de la señorita, que contemplaba como la hembra trataba de no dejarse llevar por sus apetencias.

.- Acaríciate bien. Ya sabes cómo hacerlo.

La señorita quería seguir demostrándola que era ella quien mandaba y decidía, que era a quien tenía que obedecer y someterse y quien, en última instancia, era dueña de sus gozos, quien podía dárselos o negárselos, y esto último sería lo que iba a hacer frustrando las ansiedades de L. Apremió a L para que mantuviera las caricias, que ella centraría en zonas poco erógenas, mientras seguía bailando. Luego, cuando se fue excitando, dejó que ella sola recorriera el camino que la conducía a la complacencia que cada vez apetecía más, lo que haría L con lentitud y apenas soluciones de continuidad producidas por la vergüenza o la consciencia de lo que hacía. Entonces la señorita intervenía para que mantuviera las caricias, hasta que llegaron al coño, ahí tuvo el único sobresalto que detuvo su mano. La señorita no permitió que durara.

.- ¡Continúa, marrana!

.- ¡Ah! – Ahora el sobresalto llegó por la orden y la referencia a la marrana, pero regresó a la caricia, quizás la orden era la escusa que necesitaba.

Introdujo unos dedos en el coño, luego, pringados con el lubricante de sus humores, comenzaría a acariciar el clítoris. Cuando comenzó a jadear la señorita haría que se detuviera.

.- ¡Ya está bien, marrana! Cuando quieras correrte pides permiso.

.- ¡Ah!

L volvió en sí, avergonzada, sofocada, anhelante, aun mantenía la mano sobre su sexo.

.- Deja de tocarte el coño.

.- ¡Ah! Sí, señorita Laura. – La señorita sonreía divertida, ante la reacción avergonzada de la hembra.

.- Manos detrás de la cabeza.

.- ¡Ah!

.- ¡Trotando! ¡Las patas en las tetas!

Haría que L diera un par de vueltas, intentando alcanzar la tetas con sus rodillas, con la ansiedad y excitación embargándola, defraudada, sintiendo el poder de la señorita sobre ella. Cuando la señorita consiguió calmar un poco las ansiedades de la joven que dejaba sin satisfacer pero rebajadas en sus impaciencias, continuaría con sus pretensiones, ahora con una forma que supondría otra demanda, otra imposición humillante y denigrante para L.

.- Saca el falo del culo.

L obedecería con mano trémula al tiempo que regresaba a ella toda la excitación y ansiedad que poco antes la había embargado. Agarró el saliente y torpemente tiro de él, sintió el objeto salir rozando las paredes del agujero, lo sacó del todo, quedando con él en la mano.

.- Límpialo.

L no comprendía.

.- ¿Cómo?

.- ¿Cómo limpias las vergas que te han dado por culo?

.- Pero... – L no sabía dónde hacerlo. La señorita la miró divertida.

.- Ya veo que no sabes cumplir como debes. Chúpalo bien hasta que quede perfectamente limpio.

.- ¡Ah! pero...

.- ¿Acaso no quieres obedecer? – La señorita hablaba con un deje de guasa que al tiempo era de amenaza. L miró el objeto manchado con su porquería. No podía llevarlo a la boca, la señorita la acarició el culo con la caña, ella se estremeció, sabiendo lo que llegaría si no obedecía, convulsa y asqueada llevó el objeto a la boca. Sintió el olor, el sabor, después el tacto, esto último supuso el choque más violento, notaba que la porquería que estaba en el objeto pasaba a su boca. Casi no lo creía. En un momento toda la emoción, toda la excitación se evaporaron.

  • Mételo otra vez en el culo y baila con él.

L hizo lo que la señorita mandaba, pero no resultaba sencillo, demostrando la falta de ensayos, y su nerviosismo. La señorita la ayudaría colocando el objeto en posición.

.- Ahora, empuja, y métetelo a tope. – Lo hizo, sintiendo el recorrido, hasta que llegó al canalón, donde quedó fijado. – Marrana, puedes acariciarte. L no quería volver a empezar, llevó las manos a las tetas tratando de evitar otras caricias.

.- Puedes jugar con el falo en tu culo.

Y L jugaría con él, moviéndolo en su interior.

.- El coño. – Llevó su otra al coño, trémula temblorosa, avergonzada, humillada, manteniendo siempre un contoneo que quería ser un baile. A pesar de su intención de evitar excitarse pronto la excitación hizo acto de presencia, y cada vez más apremiante. Era como la contrapartida a las humillaciones e iniquidades que sufría, y que hacía que las olvidara, al menos momentáneamente.

.- Si quieres gozar masturbándote, pide permiso para hacerlo.

.- Gracias, señorita Laura.

Agradecía automáticamente, sin pensar en lo que decía y dispuesta a pedir lo que se la requería, sin importarla hacerlo a esa señorita que aborrecía, solo quería olvidarse de su ignominia con el goce de los sentidos.

.- Yo te diré cuando puedes correrte. Permanece atenta a mis indicaciones y obedece al pie de la letra.

L continuó con sus caricias, hasta que la señorita la dio un golpe firme con la caña en la parte delantera y alta de los muslos.

.- ¡Manos en la cabeza!

.- ¡Ah! Señorita... – Era una queja de frustración. Pero ya las colocaba.

.- Baila bien. – Y L bailaba. Y no pensaba en rebelarse, en decir ¡basta! Y acabar con aquello. No pensaba en que debería negarse, debería cortar la situación, debería impedirse a sí misma esa pretensión de alcanzar un placer que por el lugar, el momento, la dependencia, todo, hacia que se convirtiera en algo tan obsceno como infamante. No pensaba en eso, porque quería acabar con la tensión de su cuerpo, quería que la señorita le permitiera lograrlo y, acaso, después, huir.

Después de un momento que a L se le hizo demasiado largo, la señorita permitiría que continuara con sus caricias, hasta que de nuevo estuvo al borde de la consecución del placer final, L recordó que requería el permiso de la señorita para correrse.

.- Señorita, me permite correrme.

.- ¿Cómo? – L pensó que la señorita no había entendido bien.

.- Señorita, si me permite correrme.

.- ¿No falta algo a tu pregunta? Comprendió.

.- Señorita, me permite correrme como una marrana.

.- Lo harás cuando yo te diga.

.- ¡Ah! Sí, gracias, señorita Laura. – Quedaba frustrada y sometida y lo agradecía.

.- ¡Manos detrás de la cabeza!

La orden cortó el discurrir de un gozo que ya se escapaba del control de L, esta vaciló antes de obedecer.

¡ZAS!

.- ¡Ah!

El golpe logró que superase su titubeo. L coloco las manos detrás de la cabeza, al tiempo que mantenía el contoneo del baile. El dolor casi fue un alivio, que permitía descender, aunque fuera por unos momentos, la ansiedad que la dominaba, pero que solo lograba aplacar. Bailaría intentando alejarse de las ansias que la embargaban.

.- Puedes volver a refocilarte como una marrana.

.- Gracias, señorita, gracias, por permitir que me refocile como una marrana.

No trataba siquiera de disimular mínimamente sus necesidades, sus apetencias, ni eludir las formas humillantes de solicitar lo que deseaba. Bailo acariciándose. Enseguida pediría permiso para culminar su acción.

.- Por favor, señorita, le ruego me permita correrme como una marrana.

.- Tienes permiso, marrana.

.- Muchas gracias, señorita.

.- Pero hazlo de forma controlada. Baila bien y acaríciate sin ansiedad. Eres una marrana que sabe hacer las cosas bien.

.- Sí, señorita.

.- Saca el falo del culo, ponlo en la boca y sustitúyelo por los dedos.

La orden perturbó un momento a L, de inmediato la acepto, agradeciéndola.

.- Sí, señorita Laura, gracias, señorita Laura.

Llevó el objeto a la boca, notando sus olores y sabores, curiosamente, supuso un incremento de la excitación. Los dedos tomarían el lugar del objeto, y tanto los que se dedicaban al coño como los que penetraban su culo, actuaron con resolución para lograr que su propietaria consiguiera el placer que anhelaba, aislada de su entorno, absolutamente indiferente a todo lo que no fuera la tensión y ansia que crecía en su cuerpo y que necesitaba dar salida en el estallido del goce anhelado. L se corrió con un gemido prolongado, que se escapaba casi como un gruñido de la boca llena por el falo. La señorita la dejó inmersa en su gozo.

L dejaba el salón absolutamente descentrada, alterada, sin comprender nada de lo que estaba sucediendo, sin ser capaz de hacerse cargo de la situación, sin saber cómo reaccionar. Creía seguir teniendo en la boca el sabor del objeto, era como si se negara a abandonar su paladar. ¿Cómo podía haber hecho tal cosa? ¿Cómo la señorita podía haberla pedido que lo hiciera?

"No quiero volver a hacerlo... Puedo llevar el objeto ese en el culo, pero no limpiarlo con la boca."

"Pero me he dejado llevar..., y he pedido permiso para gozar, para masturbarme ante la señorita... como una marrana… ¿Cómo es posible?"

"No puedo hacer esas cosas. Tengo que cortar con todo ello."

"Lo que tengo que hacer es no volver a ese lugar. Llevo 3 días y he hecho cosas..., me han hecho cosas impensables, intolerables... y en solo 3 días."

"¡He gozado con ello!"

"¡He pedido que se me deje gozar con ello!"

"Pero voy a acabar."

No había explicación para la realización de ese tipo de acciones en un salón de belleza, L lo sabía, y se preguntaba por qué la señorita lo estaba demandando. De nuevo volvía a las vueltas y revueltas sobre lo que podía hacer, lo que la convenía, lo que la creara menos problemas.

"Pero, es que esa... esa mujer – había evitado referirse a la señorita como "puta", como hacia normalmente – me ha explicado que si no me presento a la doma..., el castigo no solo serían los azotes, supondría varios días más de permanencia en ese lugar si no aviso con 48 de anticipación, y que piensa hacerlo cumplir, aunque tuviera que decirlo en mi empresa... Y es capaz..."

Buena parte de la tarde del sábado, la pasaría pensando en qué hacer, cuándo y de qué forma lo haría, y curándose las marcas del culo.

En una reunión con amigos

Esa tarde-noche L estaba invitada a ir casa de una amiga, no sería una fiesta, aunque seguramente se bailaría, estarían sus amigos. Sabía que iría el primo de la anfitriona, que mostraba interés por ella, interés que L correspondía. Pertenecía a una familia socialmente importante y acaudalada, siendo a sus 35 años el sucesor de su padre en los negocios familiares, y podía ofrecerla un buen matrimonio de conveniencia. No estaba nada mal físicamente, aunque no era el tipo de carácter que gustaba a L, por lo que no había hecho mucho por clarificar su relación, aunque se habían visto a menudo y sin disimular una preferencia mutua. Ahora, L quería poner de manifiesto que la preferencia suponía predilección. Sabía que Martin – era su nombre – encontraba en L a la joven que, con su belleza y unas cualidades admiradas y valoradas en su entorno, hacía que él apareciera como interesante y atendido, lo que no dejaba de halagarle.

L estaba segura que él pensaría que iría a la reunión, pero la forma obligada de vestir era un motivo que la echaba atrás. No la apetecía nada aparecer ante sus amigos del modo en el que tenía que hacerlo, no en una fiesta, si a eso se sumaba la relajación producida por los goces que había obtenido y el escaso humor que sus pensamientos producían en ella, no resultaba raro que estuviera tentada de quedarse en casa, después, decidió acudir, no quería que Martin pensara que prefería otra compañía a la suya, ahora le necesitaba más que antes, y quizás encontrara en los brazos del hombre los gozos "naturales" que hicieran olvidar los que le ofreciera la señorita. Mantendría la explicación del anuncio que se quería que hiciera como causa de su forma de vestir. Incluso podía ser motivo de presunción tanto de su belleza como de su importancia. L sabía hacer muy bien ese tipo de despliegues.

Lo malo eran las marcas que llevaba en el culo, eran demasiado elocuentes y muy difíciles de explicar, aunque estaban curando muy rápidamente y ese día habían añadido poco a las anteriores, pero no podría permitir que Martin las viera, si se fuera a la cama con él tendría que tener cuidado. Después la idea del objeto con que se estaba dilatando el agujero de su culo pasó por su mente haciendo que se estremeciera con ese recuerdo, de inmediato quiso constatar si estaba cumpliendo su finalidad, pero la avergonzaba pensar en ello, y mucho más en la posibilidad de llevar a cabo esa constatación. Se atrevió a pasar los dedos bajo la cinta del tanga, entre sus nalgas, pero sin permitirse detenerse en la entrada al agujero. Comenzaba a añadir a la turbación que le producía ese tipo de acción la excitación de un deseo que le pedía continuar, comprobar cómo estaba el agujero, al tiempo que conseguía dar satisfacción a la ansiedad de sentir sus propios dedos en el culo y este penetrado por ellos. Pasó los dedos otra vez, atreviéndose a detenerlos a la entrada, presionó con uno, encontró el lugar cerrado, no parecía que el falo que había llevado en el culo hubiera abierto este, se alegró. Luego pensó en que debería lubricar el dedo, llevarlo a la boca suponía otro añadido de excitación, lo hizo, chupándolo para después regresar con él a la entrada del culo, esta vez lo penetró con facilidad. Posiblemente el falo había comenzado a hacer efecto.

"Y se me abre para que se me pueda encular con facilidad. Y lo dicen con toda tranquilidad, como si fuera algo normal, como si fuera parte de lo que se hace en un salón de belleza..., es completamente absurdo."

"Y lo peor es que me excita. He gozado como una loca. Y ahora mismo, me excita lo que hago..., que no debería hacer."

"Si Martín me lo hiciera..., y por el culo..."

"No debería pensar esas cosas... Bueno, ¿por qué no? Pero no lo hará..., a no ser que yo le incite... Si me viera con esta ropa interior... Y me puede ver… si yo se la enseño. Pero solo por delante."

Se atrevería a meterse otro dedo en el culo, que tampoco costó mucho introducir. Solo cuando recordó que no le estaba permitido masturbarse sacó, incomprensiblemente temerosa, ambos dedos del agujero. Luego se dio cuenta que no tenía que dejarse llevar por ese tipo de mandatos, que era ella quien decidía sobre esos aspectos y no la señorita Laura, que además no se iba a enterar de lo que hiciera.

"Pero ahora es mejor que no continúe con ello. En todo caso, que sea Martín quien me relaje." – Pero dudaba que lo hiciera a no ser que ella le impulsara, y que la tomara por el culo sería aún menos sencillo.

Antes de ir a la fiesta pasaría por la zona de tiendas que más la gustaba a comprar algo que la favoreciera más. Con eso llenaría lo que restaba de tarde hasta la hora de la cita. Estuvo buscando cuidadosamente las prendas más apropiadas, cambiándose conforme alguna de las que adquiría le gustaba para la reunión de ese día. Compró medias, finas y trasparentes, como la señorita había especificado, y que llegaran lo más alto posible en los muslos, prácticamente hasta la entrepierna, queriendo que ocultaran todo lo posible compensando lo que no cubría la falda, para evitar que un movimiento poco cuidadoso dejara ver el muslo desnudo.

"Con el culo deberé tener más cuidado, ese lo llevo como quien dice al aire y con las marcas de los azotes." – Lo pensó con una naturalidad que la sorprendió, para después reaccionar contra esa miserable que la había azotado.

"Cuando pueda la voy a…, es una miserable."

Adquirió otra camiseta, conforme a las prescripciones de la señorita Laura, luego encontraría una camisa corta, que dejaba la tripa al aire, pero que permitía evitar la manifestación de las protuberancias de los pezones, que tan poco la gustaba. Compraría otra falda, corta pero más alta en la cintura, que restaba desnudo a la tripa, pero no ocultaba una parte substancial de los muslos, que aparecían demasiado expuestos.

Encontró una especie de camisa de ante, larga y cálida, que podía utilizar como prenda a llevar sobre las camisetas o camisas, ya que cumplía el requisito establecido por la señorita – no llegaba a cubrir la falda – y podía ser utilizada como prenda a ponerse para salir a la calle, y acaso en la oficina o en una casa, al menos circunstancialmente. Ya estaba pensando en cómo saltarse el mandato de la señorita. Se llevó dos de tamaños distintos, pero que no resultaban inadecuados, que una fuera más corta, no la importaba, dado que ninguna debería cubrir la falda y en cambio, ambas cubrirían las tetas, y la más corta casi resultaba una especie de camisola que podría justificarse como ayuda para abrigarse un poco mejor, aunque no pudiera ponérselas en lugares cerrados, con lo que de poco le servirían dentro de la casa, salvo al entrar o salir, en eso pensaba, alargando los tiempos de entrada o salida, lo que resultaría extraño con un chaquetón.

"No debería haber comprado dos, son caras y el miércoles tendré solucionado todo."

Por último se decidiría a comprar alguna ropa interior, que le permitiera cambiarse la que llevaba. No le resultaba grato pedir ese tipo de prendas, pero lo tendría que hacer.

Como la reunión no era una fiesta formal, la gente vestía con informalidad, por lo que la ropa de L pasó bastante desapercibida, aunque alguno notara la diferencia sobre las prendas más puestas que solía llevar, a lo que se añadía las posturas que debía mantener. Curiosamente, notaría como sus contoneos excesivos con un brazo a lo largo del cuerpo y la mano medio abierta y mostrada hacia el exterior, eran contemplados con miradas que decían del interés de los hombres y cierto recelo en las mujeres, como si vieran en ello una oferta adicional que incrementase la atracción hacia ella.

Más tranquila y segura, se dedicó a su objetivo, con la mezcla de disposición hacia su preferido y cierto alejamiento para atender a otros interesados, pero de forma que esto constituyera un acicate y no redujera el interés de Martín, hasta que fuera éste quien quisiera acapararla, volcándose entonces con él.

Aunque la reunión propiciaba poco los "apartes" de las parejas, el tamaño de la casa los favorecía, y el baile también. Por lo que al cabo, alguna pareja más decidida se atrevería a comenzar a mostrar sus deseos y apetitos, al principio de forma muy controlada, después con algo más de descaro, y algunas escapando hacia lugares más a resguardo. A L le hubiera apetecido que Martín la dedicara alguna de esas atenciones, estaba necesitando que un hombre se ocupara de ella, pero Martín no estaba por la labor, al menos en la casa, y ella no podía dejar que otro se ocupara de aportarla lo que necesitaba. Se dijo que lo más que iba a conseguir sería un magreo en el coche, y eso si dejaba el suyo y volvía en el de él.

"Voy a acabar más caliente de lo que estoy."

"Y no debía de estarlo. No sé por qué me apetece tanto una polla. Me he corrido más que suficiente como para serenarme."

Si lo sucedido en el salón debería haberla calmado, su recuerdo la soliviantaba. Pocas veces había sentido envidia y menos aún deseos de ponerse en la situación de las parejas que estaban besándose y acariciándose, y entonces lo sentía, incluso queriendo verlo, por lo que miraba, tratando de hacerlo disimuladamente, pero queriendo ver que se hacían, buscando encontrar a alguna metiéndose mano, pero el paseo por la casa, excitado y nervioso, no dio los resultados apetecidos.

"Y seguro que hay quien lo estará haciendo". Se dijo malhumorada de no encontrar lo que quería. Solo encontró a una pareja besándose mientras el chico apretaba una teta de su compañera. L volvió a pasar por donde estaban tratando de ver algo más, deseando que él fuera más atrevido, pero la segunda vez habían dejado el magreo.

L estaba caliente y húmeda. Subió al cuarto de baño de la habitación de su amiga, para calmarse y refrescarse un poco con tranquilidad. Tenía el tanga humedecido, se lo quitó, era desagradable dejar que la humedad se enfriara sobre su carne. Se limpió. Puso el pequeño trozo de tela sobre un radiador para que se secara. Al salir del cuarto de baño se acercó a la ventana y apoyándose en el alféizar se inclinó mirando al jardín y la piscina que ofrecía la visión del agua iluminada por los focos interiores. No había encendido la luz de la habitación por lo que estaba a oscuras. Estaba algo más calmada de sus inquietudes, pero no así de sus ansiedades, estas cada vez más despiertas y también necesitadas de conseguir la calma.

.- Estas para comerte. No sabes que bien te sienta vestirte de putita. – La voz del joven, se unió a sus manos, que la apresaron desde atrás, dando un susto a L, aunque enseguida reconoció al hermano de su amiga, lo que la calmó al tiempo que reaccionó conforme se merecía la acción del joven.

.- Pues tú estás de bofetada, y me parece que sé quién te la va a dar. ¡Y suéltame!

L, encolerizada y alterada por el comentario del chico, se movió para zafarse, pero él la tenía bien sujeta y no la dejo escapar.

.- Solo quiero hablar contigo.

.- Pues habla y suéltame. – L, se mostraba más razonable en vista de que no podía zafarse del abrazo del joven, que parecía mucho más fuerte de lo que su delgadez hacía prever. Ella, ni quería ni podía organizar un escándalo en casa de su amiga y con su hermano.

.- Bueno, querría algo más. Deja al muermo de mi primo y vamos a mi habitación.

.- Pero, ¿qué te has creído? – Intentó zafarse otra vez.

.- Quieta, solo quiero hablar contigo..., por ahora, putita.

.- No vuelvas a decir eso.

.- Quieta, putita. Quiero que hablemos y tenerte así.

.- Pues así no vamos a hablar, y menos para escucharte decir sandeces.

.- Seguro que yo te sé hacer cosas mucho más sabrosas que ese. Tienes un culo de toma pan y moja.

.- ¡Riky! Deja de decir ordinarieces.

.- ¿No me irás a decir que Martin no te la mete por el culo?

.- ¡Ya está bien! ¡Suéltame inmediatamente! – Se movió con fuerza, pero él no cedía. Notaba la presión de la polla del chico contra su culo, ella no intentaba zafarse de esa presencia, precisamente para no poner de relieve que se había percatado de ella, y porque no la desagradaba nada, aunque en esto no quisiera pensar, pero era un intento que solo permitía mantener las apariencias, que ni él ni ella podían pretender que pasara desapercibido. En la postura en que se encontraban, con L apoyada sobre el alféizar de la ventana, ofrecía el culo a quien estuviera detrás de ella. L pensó que a pesar de la falta de luz, cuando el joven se acercó, debía haber visto bastante de sus muslos, acaso el inicio de su culo, debido a la inclinación en que estaba y la cortedad de la falda. Ahora la ausencia de tanga la perturbó y preocupó. Pensó que él se podía dar cuenta y si se atrevía a ir a más… Quiso zafarse de nuevo, pero sin conseguirlo.

.- Cálmate. ¿Acaso no te gusta que lo hagan?

.- Déjame. ¿No querrás que se lo diga a Tracy? – Era su hermana y anfitriona.

.- Esa también es una buena pieza, sois tal para cual. Se la podrá dar a mis padres pero no a mí, ni tú tampoco. Sé de vuestras andanzas, menudo par de golfas.

L se resintió ante el comentario del joven, tanto por lo que pudiera conocer de sus andanzas, como por el calificativo que empleaba, y sobre todo por el miedo al uso que pudiera hacer de lo que conociera. Era primo de Martin y lo que dijera en casa sobre ella pronto sería conocido por Martin. Se dijo que al meterla en la misma cesta que su hermana esas referencias debía tomarlas como fruto del desagrado por haberse enterado de alguno de los romances que habían tenido ambas. De todas formas, L no podía permitir la conducta del joven, sobre todo los comentarios sobre ella y su hermana.

.- ¡R! no te tolero que digas eso, y menos de Tracy, es tu hermana.

.- Y una golfa, como tú. ¿Qué tendrá que ver una cosa con otra? O es que piensas que las putas no tienen hermanos.

Él chico mantenía a L agarrada por la cintura y pegada a él, la joven se percató que estaba rozándose contra su culo, por un momento temió que resultara demasiado evidente su consentimiento y pensó en reaccionar, pero eso era aún peor, trató que fuera él quien se separara, actuando con menos brusquedad hacia él.

.- R, no deberías decir eso ni en broma.

.- No te digo nada que no sepas, ni que sea un secreto, pero es mi hermana, ella se lo va a perder, no va a tener a su hermanito para hacerla un favor, pero tú sí. – El comentario volvió a enfurecer a L, que ya estaba asustada por la referencia a que no eran un secreto los comportamientos de ella y la hermana del joven.

.- ¡Suéltame, te he dicho! – Volvió a intentar escapar, pero era inútil, el muchacho no cedía, y cada vez que ella lo intentaba, apretaba con más fuerza, con lo que la polla, aposentada entre sus nalgas, presionaba de tal forma que L la sentía casi como si la tuviera directamente sobre su carne. De repente temió que él la hubiera sacado de los pantalones y de ahí que la notara con tanta precisión. Ahora, intentar escapar de aquello se convertía en el peligro de que el hiciera algo más, bastaba con que elevase la falda para conseguirlo. – Aquí quien es una buena pieza eres tú. ¡Déjame!

L, no podía dar un espectáculo, por lo que controlaba sus expresiones, casi agradecida a que el chico tuviera ocupadas ambas manos sujetándola, con lo que no podía intentar nada más. Si no la había gustado nada el inicio de la actuación del joven, luego, su apasionamiento descarado y ansiedad por ella, no la dejaban indiferente, ni la polla que presionaba contra su culo. Si no fuera el hermano de su amiga, y sobre todo, si no tuviera 18 años y una tendencia incontrolada a contarlo todo y presumir de sus conquistas, que L siempre había creído fruto de su fantasía en la mayor parte de las veces, hubiera estado tentada de dejarse hacer, pero siendo primo de Martín los riesgos se incrementaban enormemente y, además, sentía el comentario sobre sus actos, que la tenía preocupada. Decidió que tenía que cortar y de inmediato. Ya tenía suficientes líos.

.- Putita – parecía que el joven se había abonado a esa expresión, que si L no deseaba que empleara, él daba la impresión de afirmarse haciéndolo e imponiéndose a lo que quería ella – si vienes pidiendo guerra...

.- No vengo pidiendo guerra.

.- Pues ese culo parecer que piensa de otro modo. Y ese idiota, no sé a quién habrá salido, desde luego, no a esta parte de la familia. Mira que no darte por culo.

.- ¡Riky! No te permito que digas eso.

.- A las putas no os importa que os digan eso.

.- ¡Ya está bien, o me sueltas o grito!

.- No pienses que si te suelto no voy a metértela por el culo, ya tendré ocasión.

.- Pues hoy no es tu día. Tendrás que esperar.

.- Estoy caliente.

.- Pues date una ducha fría.

.- Tienes que tener ganas, no me creo que ese te sepa satisfacer, tú necesitas más de lo que él te puede dar para quedar saciada. Tienes a otro, claro, pero hoy te ha fallado y tienes ganas. Se te nota.

.- No tengo a nadie y "ese" no tiene por qué saciarme. – Pero estaba asustada por ese "se te nota", que temía fuera cierto, desde luego, para el muchacho lo era.

.- Tonto será si no lo intenta. Que no lo consiga es normal, es un picha floja y tú tienes que ser difícil de satisfacer. Menudo putón estás hecho.

.- Riky, haz el favor de no hacer esos comentarios y no sé de donde sacas esas ideas. – La referencia asustó y aquietó por un momento a L, al tiempo que hizo que intentara conocer más.

.- Te estoy observando desde hace mucho...

.- ¿Quién eres tú para vigilarme? – Estaba enfadada y asustada. No podía evitar pensar en que era primo de Martin y, aunque daba la sensación de que no se llevaban nada bien, la sangre siempre es una buena argamasa para unir a las personas.

.- Siempre me has interesado.

.- Si eres un crío. – L se percató que no debía haberlo dicho, que era algo que tenía que molestar al joven.

.- Que te podría hacer un favor a ti y a tu culo.

.- Bueno, ya está bien. Suéltame de una vez. No hay más que hablar.

.- L, no seas tonta. Por simular una modestia que no tienes vas a perder la oportunidad de recibir unos buenos pollazos...

.- ¡Riky!

.- ¿No te das cuenta que es una tontería? Yo te podría calmar los ardores del coñito. Estás pidiendo que te metan una buena polla. Y yo soy quien te puede putear con más cautela. No tiene por qué enterase nadie. Vamos a mi habitación.

.- No me va a putear nadie y quien tiene que calmarse eres tú. ¡No estoy pidiendo nada! ¡Y no quiero conseguir a nadie! – L, cada vez más asustada por lo que hubiera detrás de las palabras del joven, se debatía entre el deseo de desaparecer y el de hacer que hablara para conocer que sabía.

.- No seas tonta. Se te nota demasiado que estás muerta de hambre.

.- ¡Y deja de frotarte contra mí! – Reaccionaba inquieta y exaltada. Lo que decía Riky era cierto, y a ella le asustaba que pudiera conocerse, que resultara tan evidente. Tenía que controlar mejor sus maneras. Y él tenía la polla entre sus nalgas, ella la notaba incrustándose a pesar de la tela de los pantalones, la de la falda no suponía impedimento, no podía ocultar que se daba cuenta que él se frotaba y reaccionaba a ello, aunque con evidente retraso.

.- Es lo que me queda, si no quieres algo mejor. Estate quieta y acabo.

.- Pero..., ¿cómo puedes...?

.- Ya ves, fácil que es uno. ¿No te gustaría que me corriera en tu culo? Te la metería rápidamente.

.- ¡No! – Esta vez hizo un movimiento brusco logrando zafarse de él, que atento a correrse había descuidado el abrazo. Escapó.

.- Esta me la pagas. Ya me enteraré de lo que haces. Y no pienses que ese culo se va a librar de mi polla.

El comentario tranquilizó un poco a L al hacerla saber que el joven no debía conocer nada de lo que estaba sucediendo, solo parecía que conociera alguno de sus lances, aunque la amenaza de enterarse supusiera otra fuente te desasosiego para la joven, que escapaba alterada. Fue en busca de Martín, tendría que controlar sus maneras con él, pero sabía que a él le gustaba que le demostrara interés y ganas, y ese día, ella necesitaba que la atendieran, no quería reconocer lo que Riky acababa de decirla, pero necesitaba una polla, como el joven ofrecía. Quiso conseguir que Martin se ocupara de ella. Al acercarse él preguntó dónde se había metido.

.- Estaba viendo el jardín desde arriba, con las luces de la piscina está muy bonito. ¿Subimos a verlo?

.- ¿Desde dónde?

.- La habitación de Tracy.

.- No le gustará que entre en ella sin decir nada.

L volvería a subir a la habitación de su amiga a recoger el tanga y sin la compañía de Martin. Se quedaría con las ganas de conseguir que este la atendiera, regresando a su casa con la sensación de que Riky tenía razón, y que de haberse dejado hacer por él ahora estaría más sosegada.

"Y pensando en lo que podría contar ese chismoso" – Se dijo, para consolarse.

Como era tarde y estaba cansada, logró dormirse pronto, a pesar de que lo hiciera sin haber calmado los ardores que mantenía durante demasiadas horas, ni siquiera se plantearía acabar con ellos por su propia mano, encontrando en el sueño justificación suficiente para evitar pensar en lo que suponía de acomodo a la prohibición, que consideraba impropia e inatendible, de la señorita Laura, pero que no se atrevía a conculcar.

Domingo

L despierta con una excitación que se está convirtiendo en algo permanente, como si las veces que alcanza el placer en la casa a donde va no sirvieran para relajarla, cada vez necesita más a ese macho al que la señorita se refiere y para quien se prepara, pero que no logra conseguir para ella.

El domingo supondría para L la continuación de lo sucedido el día anterior, ya con la idea de tener que cumplir los 7 días obligados.

"Son unos días más, y puedo estar evitando lo peor. Tengo hasta mañana para avisar y no alargar el tiempo más de 7 días."

Sentía pavor a que la ruptura provocara el conocimiento de su situación, y con ello perdiera todo lo que estaba intentando defender, y si se conocía lo que estaba pasando en aquel lugar, aún podía ser peor.

Y ese domingo no faltaría una nueva humillación. Esta vez comenzaría de mano de la criada que la recibiera, a quien L se presentó con la formula exigida por la señorita. No se acostumbraba a repetir esas frases, que la sonaban a absurdas, además de humillantes. Pero mucho más humillante iba a ser lo que aconteciera inmediatamente.

La criada la condujo a la sala de costumbre, allí la ordenó desnudarse y ponerse sandalias y sostén. Una vez conforme se quería, la propia L se colocó en posición de respeto, antes de que la chica se lo ordenara, evitándose esa nueva muestra de sumisión a una criada. Pero ésta la ordenaría inclinarse.

.- Bien abierta de patas. – L, lo hizo, recibiendo la orden con una sensación de derrota y vergüenza.

"Voy a ser yo misma quien piense en mí como en un animal, que tiene patas en lugar de piernas".

Escuchó a la chica haciendo algo. Había ido al armario empotrado, regresó junto a L, quedando detrás de ella, que esperaba ya perturbada; notó la mano de la chica sobre la parte alta de su culo, se estremeció.

.- ¡Quieta, hembra! ¡No quiero ni un movimiento! ¡En tensión! Pon las manos detrás de la cabeza.

L, nerviosa, se colocó como se le ordenaba, manteniendo esa postura inclinada y con las piernas separadas. La mano de la criada pasó a la espalda, donde se afianzo con firmeza, forzando la inclinación del torso de L. La otra mano buscó la entrada del culo de L, ahora al estremecimiento por la sorpresa se unió el temor por lo que pudiera llegar a continuación.

L no comprendía lo que pretendía la chica. La mano de la criada buscó la entrada al agujero del culo de L, que está cerró cuando algo fresco y viscoso tocó la carne llevado por el dedo de la criada. El dedo no era muy grueso por lo que no debería ser difícil que forzara la entrada y penetrara por ella, pero L se resistía, estaba haciendo de esa reacción una prueba de su voluntad de resistencia.

.- Hembra, deja de cerrarte. – Pero no lo hacía.

La criada se separó un momento, regresando para colocar la mano sobre la raja de las nalgas buscando la entrada del culo, ahora L notó que eran dos los dedos que se pusieron sobre ella, presionando con fuerza, mientras L mantenía la defensa cerrándose con fuerza.

ZAS

.- ¡AAHH!

La criada había dado un golpe firme sobre el culo de L con la suela de un zapato, y de inmediato aprovechó el momento de pérdida de control de L para meter los dos dedos en el culo.

.- ¡Quieta! ¡Ponte bien! – L había descompuesto la postura, y la criada la quería como antes. – Te aconsejo que aprendas a obedecer, si no quieres ganarte muchos azotes.

La criada volvió a apoyar una mano sobre la espalda de L para mantenerla en la posición que deseaba, mientras que con los dos dedos de la otra barrenaba el culo de L que notaba esa presencia, humillada por ella, por el azote, por la postura, por la claudicación ante la criada. Durante unos momentos los dedos se ocuparon de abrir el agujero, después salieron de él, siendo sustituidos por algo diferente, que se colocó a la entrada del culo.

.- ¡Ah! ¿Qué...?

.- ¡Quieta! Te voy a meter el enculador.

.- ¡Ah! - La queja era un gemido de vergüenza y humillación. No podía ser. ¿Cómo se atrevía...?

.- Sabes que debes permanecer enculada todo el tiempo que estés aquí. Agradécelo a la señorita Laura, que te prepara el culo para los señores que tengas el honor de servir. Es algo más gruesa que la de ayer, pero aún deberás recibir algo mejor. – Fue la explicación de la criada, entre dominante y divertida. – Claro que ya habrás recibido cosas mejores.

El objeto iba penetrándola, hasta llegar a tener la base bien afianzada entre las nalgas.

.- Ya está. Disfrútalo. Ponte en posición de respeto. – L lo hizo. - ¿No te falta algo?

Sabía lo que faltaba, pero encima tener que presentarse a esa...

.- Hembra en respeto y obediencia, señorita.

.- La próxima vez que se te olvide daré parte de ello. Hoy te perdono.

.- Gracias, señorita.

ZAS – ZAS

.- ¡Ah!

La chica había dados a L dos azotes con la mano.

.- Esto es para que sepas que también puedo ser yo quien te corrija. ¿Has entendido?

.- Sí, señorita… Gracias, señorita.

.- Así está mucho mejor. Mantén la postura.

L permaneció en la postura obligada, sintiendo la humillación e indignidad de la postura, del objeto en su culo, que se incrementaba con el pensamiento de saberse sometida a una criada.

Apareció la señorita Laura, L se tensó al escuchar los pasos que se acercaban, componiendo la figura tal y como lo quería la señorita. Se percataba que sus reacciones no eran las debidas, que incluso, si se sometía lo debería de hacer controlando sus respuestas y no dejándose llevar de sus miedos, pero estos eran libres y dominaban sus respuestas.

.- Ya veo que estás disfrutando de la verga en el culo. Eso te gusta, ¿verdad, marrana?

Volvía a pensar en el final de todo aquello a solo unos días y que era mejor soportar y evitar el peligro del escándalo, al tiempo que surgían en ella otros temores que hacían más terrible lo que estaba soportando. Volvía a preguntarse por el lugar, por lo que ocultaba, por lo que habría detrás.

"Pero esto acabará en tres días." – Esa esperanza la mantenía.

.- Sí, señorita Laura.

.- Claro, es lo pertinente para un culo como el tuyo, que hay que preparar convenientemente para los señores. Pero tienes muchas más cosas de las que disfrutar. Comencemos a hacerlo. Estarás deseosa de aprender y practicar.

Ese día el objeto en el culo sería el gran protagonista.

La señorita quería que bailara de forma más excitante, más provocativa.

.- Bailas para incitar al macho, para hacer que te desee, tienes que conseguir que quiera poseerte, joderte, darte por culo. Tienes que ofrecerte a él, ofrecer tus agujeros de hembra. ¡Muéstralos bien!

L escuchaba asombrada, perturbada, humillada, sintiéndose afrentada por unas referencias que se escapaban a su comprensión. Ella no estaba para incitar al macho, ni para conseguir que la jodiera. No conseguía establecer la causa de esas demandas de la señorita, pero se venía ellas, no quería crearse más problemas y buscaba acabar cuanto antes y, avergonzada, mostraba sus agujeros tal y como la señorita deseaba. Y para la señorita no sería suficiente.

.- Abre el coño, separando los labios, que se vea el interior.

.- ¡Adelanta el coño!

.- ¿Cómo?

.- Echa el centro del cuerpo hacia fuera, que el coño sea la parte del cuerpo más adelantada. Estas buscando la polla que lo joda y lo adelantas para que se sepa que quieres que te jodan.

No podía ser. ¿Cómo se atrevía a decir esas enormidades? Y ella tenía que obedecer. Y encima ese objeto en el culo. Echó el coño hacia fuera. Estaba crispada y alterada.

.- ¡Ese coño, marrana! ¡Ofrécelo más al macho para que te joda! ¿O acaso prefieres que te dé por culo?

Volvió a lanzar el coño hacia delante, casi queriendo con ello decir que no quería ofrecer el culo.

.- ¡Polla en la boca!

L no entendía la orden.

.- ¡Saca la polla del culo y métela en la boca!

.- ¡Ah! L, aturdida, vacilaba. – Pero, pero..., cómo...

ZAS

.- ¡AAHH!

.- ¡Polla en boca! ¡Toda!

Esta vez no solo comprendió la orden, también que tenía que cumplirla, fue a sacar la polla del culo, estaba bien afianzada en él, como pegada, tiró de ella, tenía que vencer la resistencia del canalón, se hizo daño, comenzó a salir, la sacó del todo, con mano temblorosa la llevó a la boca. Otra vez la porquería, no quería verla, cerró los ojos mientras se introducía el objeto en la boca, era de mayor grosor y longitud que el del día anterior, llenaba la boca hasta notarlo en el inicio de la garganta.

.- Mete los dedos en el culo.

.- Barrena el culo con los dedos.

.- Sigue bailando, mostrando bien el culo, inclínate más, que se te vea bien, ábrete más de patas. Siempre bamboleando el culo, acaríciatelo. – L iba realizando todos los actos que la señorita ordenaba. – Separa los carrillos del culo, que se te vea bien el agujero. – Lo hizo. – Bien, así lo muestras abierto, preparado para ser enculado.

Era absolutamente degradante, ¿cómo podía tenerla así? La señorita también debería sentir vergüenza, no podía ser tan depravada que no se avergonzara de lo que hacía L, de lo que decía ella.

El objeto llenaba la boca de L, que lo mordía para evitar expulsarlo. Era molesto y debía desfigurarla el rostro. No podía mover la lengua.

.- Acaríciate la raja con la mano derecha, pero mantén el carrillo izquierdo bien separado con la otra mano, así facilitas la maniobra y yo veo mejor el agujero.

L, con mano crispada paso los dedos sobre la raja, al hacerlo por el agujero notó como estaba ligeramente abierto.

.- Puedes probar la apertura del culo. – No sabía qué hacer. - ¡Pero, que tonta eres! ¡Métete un par de dedos en el culo!

ZAS

.- ¡Aaahhgggg¡ - El golpe fue contundente, haciendo que L se encorvara.

Sabía que la desobediencia la valdría un nuevo azote, pero no podía hacer lo que la señorita la ordenaba, no quería hacerlo, ya no estaba como el día anterior, ni quería estarlo, si la señorita no sentía la sordidez de esa acción, ella sí, y no quería realizarla. Ya estaba bien, no quería degradarse más. No era solo penetrarse ella misma y delante de la señorita, era la suciedad, que sentía aún más degradante e ignominiosa, impúdica.

.- ¡HEMBRA!

L se estremeció ante el grito que llamaba su atención reclamando obediencia, pero no se movió, incapaz de someterse al mandato de la señorita, lo que ésta no podía consentir.

ZAS – La respuesta fue inmediata, el golpe secó, duro, correctivo, quería escarmentar, enseñar, obligar.

.- ¡AAAHHGGG!

.- ¡Obedece!

L seguía con los dedos sobre la entrada a su agujero, convulsa, asustada, los avanzó un poco, sin encontrar resistencia, presionó un poco más, los dedos penetraban con facilidad.

.- ¡Más adentro! ¡Los quiero completamente en el culo!

Los metió más.

.- Comienza a barrenar el culo. Gira los dedos dentro de él.

Era abyecto, indecente, pero L inicio el movimiento, no comprendía como lo hacía, pero lo estaba haciendo, y lo seguiría haciendo.

.- Bien, sigue jugando con el culo, al tiempo que bailas y lo muestras abierto y con tus dedos en él.

Y L, bailaría de ese modo, obedeciendo todos los mandatos de la señorita, sin volver a intentar desobedecer, incumplir, ni siquiera cuando la señorita le ordenara sacar los dedos del culo y sustituirlos por el falo, y una vez enculada, chupar los dedos para limpiarlos, lo que haría sin querer verlos, humillada, rebajada, asqueada.

La señorita volvería a hacer que sacar el objeto del culo para limpiarlo con la boca, en esta ocasión simplemente como parte de los ejercicios que la ordenaba realizar, probando su obediencia, enviándola un mensaje de sometimiento, de acatamiento, y ella obedecería, acomodándose a todo lo que se la ordenaba, asustada de la reacción de la señorita ante su posible desobediencia, sintiéndose doblegada, sometida y con ello menoscabada, escarnecida. Pero ese día no quería perder el control, ese día se doblegaría ante la fuerza bruta, pero dejaba claro que no buscaba ni quería ninguna satisfacción, aunque su cuerpo se lo pidiera.

La señorita, que se percataba de lo que pasaba por la hembra, también quería doblegarla en esa situación y de manera doble, haciendo que se excitara y ansiara alcanzar el gozo relajante y después negándoselo. Y lo haría de forma que L fuera totalmente consciente del desarrollo de su excitación y su posterior rendición.

.- ¡Marrana, quiero ver cómo te acaricias y excitas! ¡Te quiero chorreando y enseguida! – No tenía el menor reparo en ordenarlo y que la hembra, la marrana, lo supiera, al revés, quería verla derrotada en toda regla.

Y L también se percató e, instintivamente, quiso negárselo. Si tenía que obedecer eso no implicaba dejar que consiguiera vencerla.

L se acariciaría con una única idea en la cabeza: no dejarse llevar por las caricias. Durante un buen rato estaría actuando en culo, coño, tetas, ante la mirada de la señorita que ve como L trata de controlar los toques que realizaba. No quiere emplear la caña, ya que lo que pretende es que L no sea capaz de controlarse, pero parece que, ese día, es capaz. Entonces la señorita se aproxima y por detrás agarra el coño de L, que responde en un gesto espontaneo de alejamiento.

.- ¡Quieta, marrana!

L está húmeda. Al conocer que la señorita se tiene que haber percatado siente como la domina la rabia, diciéndose que no va a conseguir que actúe como el día anterior. La señorita busca el botón más sensible, tira de él. L grita, cuando la señorita lo suelta L nota como palpita. – Mete los dedos en el culo. – L obedece, mientras ella se dedica al culo la señorita actúa en el coño, ahora acariciando el clítoris con suavidad, lo que es bien recibido por la carne antes maltratada.

.- Sigue tú, marrana. – Ordena a L, que toma el relevo con agrado, tanto por evitar que la señorita continúe con sus toques como por ser ella quien los realice, los suyos son más precisos y conocedores de lo que demanda ese trozo de carne, que quiere calmar, pero al hacerlo comienza a incrementar unas sensaciones que ya estaban a flor de piel. Llevaba deseando hacerlo desde el día anterior. Quiere detenerse.

.- ¡Sigue! – La señorita no deja que rompa el ritmo. – Y enculate. – L lo hace con la idea de distraerse de las otras acciones, pero añade más leña al fuego. De repente se da cuenta de que está entrando en la zona en que es muy difícil la marcha atrás. Vuelve a tratar de ralentizar los movimientos. Esta vez es la mano de la señorita quien se vuelve a apoderar de su coño siendo ella quien busca el botón y comienza a acariciarlo. Por un momento los toques, más firmes y dominantes, consiguen un efecto contrario, pero enseguida aparece la respuesta natural.

.- Mete el falo en el culo. – L lo tiene que hacer mientras la señorita se ocupa del coño. Pero los enculamientos resultan débiles y anodinos, la señorita agarra la mano que a su vez coge el falo, y con decisión inicia los movimientos del objeto en el culo de L, que gime ente el vigor con que el falo se incrusta en su culo. Es un gesto de dominio y posesión que siempre hace efecto en ella. L nota como se incrementa su excitación, no quiere ceder. El falo en el culo la tiene absorbida con sus embestidas, siendo sus dedos meros comparsas, pero que acaban generando una situación en la que resulta muy difícil no dejarse llevar, comienza a jadear. Cuando la señorita la ve absorta en sus caricias acabaría con ellas. Suelta el falo.

ZAS – El golpe cortó a L dejándola descompuesta y ansiosa.

.- ¡Hembra! Las manos detrás de la cabeza. – L se colocó. - ¡Al trote! - Comenzó a trotar. - ¡Al trote alto! - L gimió.

"Otra vez, no." – Pero elevaría los muslos tratando de alcanzar las tetas con ellos. Aún no sabía lo que vendría inmediatamente.

.- ¡Hembra! ¡Quiero las patas en las tetas! ¡Y bien! - Y para animarla a conseguirlo, la daría un buen golpe con la caña en el muslo que levantaba. Para sorpresa de L, la señorita se dirigió a la puerta, mientras decía: - Ahora vamos a ir a tu baño. ¡Eleva bien las patas!

Tenía que salir con el objeto en el culo, lo que significaba pasearse de ese modo por aquel lugar.

"Se tiene que ver..., no lo ocultarán las nalgas... No puede ser."

Pero sería, y para más degradación de L, la señorita la obligaría a ir de la forma más difícil y humillante, al trote alto y con las manos detrás de la cabeza. L, que tuvo un momento de vacilación, resuelto con un golpe firme y duro de la caña, comenzó a andar, absolutamente aturdida. La voz de la señorita la devolvió a lo que debía hacer.

.- ¡Cierra bien el culo! - Lo hizo maquinalmente.

.- ¡Quiero oír los golpes de las tetas! - L no pensaba que pudiera conseguirlo nunca, por mucho que se esforzara.

L se encontró en el pasillo. No comprendía cómo podía realizar aquello. Su mente no pensaba en la desobediencia ocupada por el temor, el terror a ser vista. Ni siquiera pensaba en rebelarse. Anduvo por los pasillos, quería llegar, acabar, meterse en la piscina y ocultarse de la vista de los demás. Pero llegar suponía ser vista por quienes estuvieran en la zona.

"No me puede hacer entrar así…, no puede…, no…, eso no…"

Pero ese no sería el día en que se cumplieran los deseos de L. La suerte no estaría con ella y la señorita, segura de la entrega de L, quería seguir imponiendo su voluntad y sometiendo a la joven, que comprendiera que iba a dominarla siempre.

Cuando estaban cerca de llegar a la zona de la piscina L creyó escuchar el sonido de unos pasos que se acercaban, no pudo evitar alzar un poco los ojos, estaban a unos 6 metros de una esquina del pasillo, para su confusión, vio a dos criadas acercarse hablando.

.- ¡Hembra! ¡Quieta! ¡Manteniendo el trote alto!

Se detuvo sin dejar de trotar, con los ojos bajos, sin atreverse a mirar a las criadas que se acercaban.

.- ¡Eleva las patas! ¡Mantén la postura! ¡Exígete!

ZAS

.- ¡AAHH!

Las criadas llegaron a la altura de donde estaban paradas, saludaron a la señorita con respeto.

.- ¿Vais a la zona de servicio?

.- Sí, señorita Laura. – Respondió una de ellas.

.- Decid a Mary que dentro de 15 minutos vaya a la piscina a ocuparse de la hembra que estará allí. Va enculada. – L no pudo evitar un gemido al escuchar esa referencia.

.- Sí, señorita. ¿Quiere que le digamos que la hembra va enculada?

.- Sí.

ZAS

.- ¡AAHH! – Y tú, no te distraigas y eleva bien las patas. – Como no respondiera, aunque intentara subir las patas todo lo posible para evitar un nuevo golpe, la señorita demandaría respuesta. – ¿No oyes?

.- Sí, señorita Laura. Como usted mande, señorita Laura. – Se escuchó decir, vejada y aturdida.

Las criadas se alejaron.

.- ¡Hembra! ¡Continua la marcha!

Confusa, alterada, asustada de llegar a la piscina, temiendo lo peor, después de lo que acababa de suceder, L continuó la marcha. Trataba de conseguir alcanzar las tetas, esforzándose en ello, queriendo demostrar su buena voluntad, sus intentos de obedecer, de complacer a la señorita, y con ello conseguir que la perdonara ese trago de entrar al trote en la piscina.

Llegaron a la zona, la señorita abrió una de las dos puertas oscilantes para dejar pasar a L, que comprendió que tendría que hacerlo al trote. Pasó a la piscina. Escuchó unos sonidos, había alguien, la estarían viendo, mirando, ella miraba al suelo. La señorita se detuvo, L también, a su lado, pero sin dejar el trote. El sonido de las sandalias parecía crear un eco, o es que ella lo escuchaba aún más.

Cuando se lanza a la piscina dejaría escapar la tensión que la embargaba en un lloro amargo y desconsolado, pero que tuvo el efecto benéfico de ser como un lenitivo que permitió calmar, aunque solo fuera momentáneamente, sus tribulaciones, que los posteriores minutos de natación, conseguirían pacificar algo más. Pero la calma no duraría mucho. Llegaría la criada para ocuparse de sus cuidados, y con la criada llegaría otro momento de tremenda humillación para L. Si aparecer ante ella con el objeto en el culo era ya suficientemente vejatorio, sería la propia criada quien proporcionaría la mayor afrenta, para su bochorno, la retiraría la verga del culo y con toda tranquilidad, como quien realiza un acto normal, la llevo a la boca de L.

.- Límpiala bien mientras me ocupo de ti. Utiliza una mano.

L tuvo que hacer un esfuerzo para no volver a llorar. Abrió la boca y dejó que la criada la introdujera el objeto, que con la dificultad que suponía su tamaño, comenzó a lamer, pasando la lengua por él, al tiempo que con la mano lo giraba y movía de dentro a fuera y viceversa para poder limpiarlo, reconociendo y sintiendo su suciedad. Se estaba acostumbrando a ella en la boca. La criada continuaba con los mismos arreglos de días anteriores. La depilación del sexo estaba dejando la zona limpia de vello. También la pondría la pomada para los golpes, que ese día, como el anterior, no habían sido muchos.

Saldría del salón bastante menos tarde que el sábado, pero lo haría en un estado casi de shock. Lo sucedido en el salón la tenía trastornada, extraviada. Se dirigió a casa, no pensaba en comer, en su mente solo había una idea, un pensamiento, algo que la llenaba, que abarcaba todo, que no la dejaba pensar en nada más, el recuerdo de lo sucedido, un recuerdo como brumoso, que no se fijaba en detalles, o que pasaba de uno a otro sin detenerse en ninguno. Al llegar a casa se quitó la ropa, y quedándose desnuda fue a verse en el espejo del cuarto de baño, el mayor de la casa. Estaba demudada, pero su cuerpo parecía mantener todo su esplendor, por primera vez, sonrió. Luego se giro, tratando de ver el estado de su culo, de sus muslos, castigados por la caña. Casi solo uno aparecía destacado, el resto estaban muy desdibujados, la pomada hacía su efecto refrescante y lenitivo, ella volvió a ponérsela. Al hacerlo pasó los dedos por la raja del culo, nerviosa y trémula, en una reacción ansiosa y excitada, buscó la entrada, quería comprobar su estado, pero no podía evitar una sensación de vergüenza y al tiempo, algo que la perturbaba aún más, de acaloramiento, y después de rabia, podía hacer por propia voluntad algo que la había hecho sentirse humillada y vejada y con ello romper la prohibición de la señorita. Llegó a la entrada del agujero, presionó, el dedo se introdujo con facilidad, el agujero mantenía la lubricación que dejara la verga en él. Un dedo era poco, cada vez más turbada y excitada, añadió un segundo dedo, que también pasó sin problema, los mantuvo un momento quietos en el culo, pero después comenzaría a moverlos con impulsos trémulos, no podía evitarlo, deseaba dejarse llevar por esa ansiedad que de pronto se adueñaba de ella, era como la compensación a dar a su cuerpo, después de todo lo que había sufrido. La otra mano se dirigió al coño, cuando la puso sobre él el recuerdo de la prohibición de masturbarse actuó como un acicate, ambas manos trabajaron al unísono en culo y coño. Ella sabía perfectamente cómo conseguir que su cuerpo alcanzara el gozo reparador y no tardaría en hacerlo, con una rapidez que no era normal, denotando el grado de excitación, de exaltación, de ansiedad, en que se encontraba. El placer se adueñó de ella en un gemido prolongado, mientras se dejaba resbalar al suelo, donde llegó con los dedos aún en el culo, de donde no quería sacarlos.

Estuvo un largo momento saboreando el gozo y la relajación que la embargaba. Cuando se recuperó, volvió a mirarse en el espejo, sonrió, se colocó para verse mejor, todavía en el suelo. Se percató que la depilación del chocho había dejado el sexo limpio y el monte reducido a un pequeño conjunto de pelos largos y suaves. Otro día más y si se quería, desaparecerían completamente.

Seguía sin comprender lo que estaba ocurriendo en el salón. Por primera vez, la idea de que algo organizado podía estar sucediendo, pasó por su cabeza, pero tampoco encontraba sentido a eso.

"Bueno, mañana, de un modo u otro, habrá acabado todo, al menos en cuanto a lo que voy a hacer y cuando. Todo lo más que deberé soportar son tres días más."

Se preguntaría por la casa a donde iba. No tiene nada que hacer y decide a volver al salón, a ver la casa, a recorrer el lugar donde se ubica, a preguntar por él. Pasa con el coche varias veces sin encontrar ningún tipo de referencias. La manzana está compuesta solo por el edificio al que acude, el tamaño indica que no puede ser solo un salón de belleza, allí hay, o puede haber, bastantes más actividades. Tiene una zona ajardinada en lo que parecía la parte trasera, pero que bien podía ser la principal, y que una valla muy alta y un abundante y espeso arbolado, no dejaba contemplar. Había varias entradas, aunque una aparecía como principal. No vio movimiento de entradas y salidas. A la que parecía entrada principal se accedía por un pequeño jardín separado de la calle por el muro elevado y una reja. Hay una caseta con un guarda, quien probablemente abriría la verja. Duda en acercarse y preguntar, no lo hace, no quiere ser vista por nadie. Se aleja. No se ha enterado de nada.

Cuando vuelve hacia casa piensa en que no quiere meterse en ella y pasar toda la tarde rumiando su tribulación. Recuerda que bastantes domingos hay saltos en la hípica de su club. Como no hay casi tráfico puede llegar y encontrar a algunos de sus amigos. Piensa en la forma en que va vestida.

"Voy a provocar un alboroto."

Y tiene ganas de provocarlo, o quizás de obtener lo que el día anterior no la dio Martin. Ahora nota el apetito y también las ganas de comer.

"Con un poco de suerte puedo saciar los dos."