L 34

Cese de L. Colocación del rabo.Final.

34 Cese de L en la empresa. Colocación del rabo. Nuevo destino. Final

El día siguiente aportaría más novedades a la nueva marrana. Al levantarse fue a ver la marca, como hiciera la noche anterior, aún la molestaba pero bastante menos. Seguía igual, parecía que así iba a permanecer siempre, con el mismo tono en el color, sin la pérdida de tonalidad del dibujo. Vuelve a sentirse plenamente marrana.

Por su mente pasa la idea, tantas veces acariciada, de dejar aquel lugar, entonces siente como si la marca la atara a él, como siente que no está en la misma situación que el día anterior. La marca, que debiera ofrecer el motivo final para acabar con todo aquello, aparece como una sujeción especial que tuviera que romper.

Se atreve a pasar los dedos por las letras. Siente la piel suave, lo mismo que la de los labios, sobre la que están grabados los números. Piensa que esa suavidad es indicativo de que la tintura se ha convertido en piel.

"Incluso en carne. Tiene que haber traspasado la piel y haber llegado más abajo." - El recuerdo del dolor era prueba de ello. Se estremece al recordarlo. Está mirando la marca como hipnotizada por ella. No comprende cómo ha podido llegar a esa situación.

“Es lo que se quería. Estaba avisada. La señorita me lo dijo el primer día.” – Se reconoce, sincera y desalentada.

“Pero, ¿por qué lo he admitido yo? ¿Por qué sigo aquí?” – En eso no se muestra tan sincera consigo misma. No se quiere contestar, no se atreve a hacerlo. Por fin se dice: “porque soy una cobarde”. Pero ella sabe que hay algo más, mucho más. Sabe que ha existido una guerra que ella ha ido perdiendo batalla tras batalla, como sabe que su cobardía ha sido causa principal en sus derrotas, y aún coadyuva a mantenerla en el lugar en que se encuentra, sometida a la voluntad de terceros y sin atreverse a rebelarse.

"Me he atrevido, pero fracasé." – Se dice, no queriéndose entregada completamente ni completamente cobarde.

Sabe todo eso, y sabe que está cada vez más asediada, y lo peor es que se siente aislada, cada vez más imposibilitada de reaccionar, y con la marca que lleva, aún más sujeta. El pensamiento que ha surgido al ver su nombre – no es su nombre, pero ya ni se molesta en rebelarse contra su propia cavilación – es completamente cierto, es una marrana y está en un burdel de marranas. Pertenece a él, es parte de él, y eso significa tener una relación que la une al burdel.

“Es que estoy trabajando aquí. Vivo aquí. Este lugar - ¡un burdel! - se ha convertido en mi casa.”

“¡Me están prostituyendo aquí! ¡Porque ese es mi trabajo!”

Se dice abatida, desalentada., mientras se mira desnuda en el espejo.

“Puta y desnuda, para mostrarme mejor, más ofrecida, más guarra.”

El recuerdo del día anterior, de la estampación del nombre, de la noche de servicio, aparece ante ella. El dolor se unía a la humillación, a la desvergüenza, la obscenidad. Piensa en las veces en que fue usada.

"Para celebrar la marca que me habían puesto."

“Por el culo. Tienen que usarme por el culo.”

"Así me celebran más... y mejor." - Trata de emplear la ironía contra sí misma.

Esa idea la lleva a otra. Teme por las consecuencias. Lleva unos dedos a esa parte del cuerpo, busca la entrada, empuja, nota el agujero aún lubricado, los dedos pasan sin apenas presión. Tanto el lubricante como la apertura del agujero la inquietan y desaniman más. Quiere irse, tiene que irse de allí, pero todo parece confabulado para impedírselo, comenzando por su falta de fuerzas.

"Son más fuertes que yo..., y no hay que luchar contra quien es más fuerte, es una estupidez."

"¿Quién me podría ayudar? Aunque tuviera que contarlo todo, que confesar mí situación. Si no tengo ayuda no podré vencerles."

“Sería descubrirme, pero pronto acabaré siendo descubierta.”

Siente la soledad. No encuentra a nadie que pueda ayudarla. Después del tiempo que lleva en el burdel, actuando como una puta más, es imposible pretender que lo hace obligada, forzada.

"Y he dicho demasiadas mentiras, incluso sobre este lugar, que nadie creería que he venido obligada."

"¡Si he defendido mi presencia aquí!"

Y hay algo en lo que tampoco quiere pensar, pero que el reconocimiento de su soledad ha hecho surgir: ¿qué hará cuando deje esa casa? Es el remate imposible de olvidar, que la abruma dejándola impotente para cualquier respuesta. Antes tiene que resolver su situación.

"Tengo que vivir... y de qué."

A lo que se unen sus temores a ser descubierta como puta, siempre presentes, que aunque parece que aún no se han convertido en realidad, - no se sabe por qué no quiere pensar en lo sucedido en la fiesta - tampoco puede estar segura de no haber sido reconocida en el club.

Se da cuenta que se ha formado una especie de tela de araña a su alrededor que va sujetándola cada vez más, y que va a hacer muy difícil la recuperación de su estatus anterior, limitando sus esperanzas. Pero, aún le queda la de poder encontrar otro trabajo, quizás en otra ciudad. Piensa en ello. Se dice que para conseguirlo no debe permanecer más en un burdel.

“Acabará conociéndose…, y nadie querría a una prostituta. Tengo que salir cuanto antes.”

Pero no pone fecha, dejando a otros esa facultad. Y los otros son quienes la tienen sometida en el burdel. L lo sabe, pero no se atreve a plantearse la reacción obligada, necesaria.

“¿Cuánto me quedará de permanencia aquí?”

Solo existe algo en lo que encuentra una compensación: su cuerpo, que está mirando, distraídamente, para ver lo que han hecho con él, y en el que, de repente, se fija, viéndolo de otro modo, lo mira con complacencia. La ausencia del falo del muslo, que resultaba tan obscena como ignominiosa, supone un añadido a su belleza, a su lucimiento. Mira el lugar donde estuvo, no se nota nada, parece perfectamente borrado. Sonríe satisfecha. Vuelve a mirarse. Siente como su cuerpo parece haber adquirido una consistencia diferente junto con las formas que el ejercicio diario ha ido esculpiendo para hacerlas más plenas, más patentes, más apetecibles.

Se gira para verse el culo, por el que siente una especial predilección, correspondiendo a los deseos que provoca. Sonríe al verlo redondo y prominente. Aún se aprecian las marcas de los azotes, aunque ya desdibujadas. Las heridas solo se produjeron en los lugares en que se cruzaron los golpes, y eran estas las que más temor habían causado a L, temor que ya había desparecido al quedar solo vestigios que, resultaba patente, muy pronto se extinguirían. Sin ese temor solo queda el placer de contemplar la carne turgente. Casi ni piensa en el castigo que dio origen a esas marcas, parece como que hasta eso fuera algo natural, propio del lugar y apropiado a su condición. Tan es así, que la idea que conlleva, y aparece de modo casi inconsciente, es la del deber de cumplir fielmente sus deberes en el club, que es un prostíbulo, para evitar ser castigada. Concede ese derecho a quienes la mandan y someten y se demanda a ella misma la obligación de obedecerles y cumplir con las deberes que le imponen, que estando en un burdel y como una prostituta, en ellos se incluye el de ser prostituida. Todo eso pasa por su mente de manera imprecisa pero suficientemente nítida como para que L se percate y lo sienta, contribuyendo a dejar en ella esa sensación de abatimiento propio de la derrota, del fracaso.

Vuelve a mirarse por delante, casi buscando inconscientemente algo que le permita una salida, una esperanza. Ahora mira las anillas en pezones y nariz, ya no las ve raras, en todo caso, provocativas, pero eso tampoco es desdeñable.

“Quizás son un poco grandes. Pero no demasiado.”

Las tetas no solo están plenas también parecen más firmes.

"Debe de ser consecuencia del trote alto."

“También son muy apetecibles. Y las anillas las adornan.”

“Pero la anilla de la nariz es demasiado elocuente. Mejor sería no llevarla. Aunque aquí no desentona.”

Se percata de que ese pensamiento implica la aceptación de su situación.

“No la acepto, pero estoy en ella y me influye, quiera o no quiera.”

“Tengo que volver a plantearme la salida de este lugar.”

“Pero estoy condicionada por mis compromisos. Tengo unos plazos que cumplir. Que ni siquiera conozco los que son.”

“No sé el tiempo que me queda. He dejado que ellos lleven la cuenta.”

Y si eso la importa no lo hace creándola un temor añadido, solo una intranquilidad momentánea, que deja a un lado, cuando debería ser algo que aportara una lógica preocupación. En un tiempo, nada lejano, había constituido una preocupación esencial.

“Aunque lleven bien la cuenta, yo debería saberlo. Tendría que preguntar.” – Pero, hasta eso lo pone en condicional. Y es que no se atreve a hacerlo, por no atreverse a demandar nada a la señorita, cómo si no tuviera derecho a hacerlo, como si no fuera quién para hacerlo. Quiere dejar al tiempo, a su trascurso, la resolución de su situación, cuando el tiempo era parte importante, muy importante, de su situación, tanto que para la dirección del burdel ya había transcurrido el suficiente como para poder estabularla permanentemente. Eso, que L no conoce, permite que espere el momento de dejar el lugar, y mientras llega seguirá siendo puteada, prostituida en un lugar donde corre el riesgo de ser reconocida, y que presagia que llegue lo que no desea y está previsto para ella.

Absorta en sus pensamientos, coge el pequeño cencerro que pende del clítoris, se fija en él, apenas lo ha hecho antes, Le gusta más que el anterior. Es más pequeño y pesa menos, aunque sigue tirando del botón, lo que hace que este se mantenga sensibilizado y ella permanentemente disponible, en una excitación que se ha convertido en una agradable y persistente presencia, que la incita a tocarse, lo que hará con suavidad, para dejarlo enseguida. Es algo que no se le permite y retira la mano. Tampoco se atreve a desobedecer una orden de la señorita. Se da cuenta, y ni aún en la soledad de su baño se atreve a desobedecer.

Al soltar el cencerro contempla la nueva marca, perfectamente dibujada y visible. Los números, que ya ha visto muchas veces, parecen adquirir otro contenido al llegar en compañía de la mención que los precisa. Debiendo sentirse señalada de un modo infamante, lo que siente es diferente. Ni siquiera se para a considerar que esa mención equivale a la de prostituta, la ve, la considera su nombre, nombre que, además, es definición, expresión de la cualidad que, se quiere, la diferencie. Es como los nombres antiguos o los de muchas tribus, que describen una cualidad de su poseedor.

Empieza a comprender algo que nunca ha querido ni plantearse: se está haciendo a su situación, lo mismo que se hace al lugar, a obedecer a la señorita.

“Soy una marrana.” – Se dice desmoralizada, impotente. Pero no está consternada. No es una sorpresa.

“Debería partir de esa situación, que es la real." No se atreve a decirse: “debería aceptar esa situación”, pero sabe que eso es lo que ya está aceptando, lo que ya ha aceptado.

“Es un hecho. No puedo variarlo…, al menos por ahora, así que todo lo que piense y decida tiene que tenerlo en cuenta. No puedo obviarlo. Quiera o no quiera, me guste o no me guste, es algo con lo que tengo que contar.”

“De ahí tengo que partir. Sería absurdo no hacerlo y, acaso, lo único inteligente fuera aceptar la situación, no quemarme la sangre, actuar para no crearme más problemas, y plantearme la salida. Buscarla, encontrarla.”

“Tengo que aguantarme hasta que se cumplan los plazos, hasta entonces no tengo nada que hacer porque nada puedo hacer.”

Pero tampoco quiere aceptar la derrota. Se sabe cogida, se siente cogida, pero quiere darse una esperanza que la permita buscar otra salida, encontrar otras salidas, solo para encontrarse metida en su incapacidad.

“¿Voy a aceptar ser una prostituta? ¡Continuar siéndolo! ¡Ya lo soy!”

“Va a resultar que todo lo que tengo que hacer es acomodarme a mí situación y ser una ¡perfecta! prostituta.”

“Desde luego, debería ser tan buena como para no ganarme castigos. ¡No quiero ser castigada!¡No quiero volver a ser azotada!”

“Si no tengo más remedio que seguir aquí, al menos que sea del modo menos ingrato posible. Si me van a ofrecer como puta que no sea con una paliza.”

Nadie ha llegado a avisarla. Tiene que salir, ir a desayunar. Tiene apetito pero la cuesta encontrarse con las marranas que estén en la sala. Haciendo un esfuerzo se decide. Debería estar condicionada por la marca que lleva, y lo está, pero de un modo muy diferente al que sería natural. Se acerca al encuentro de sus compañeras, de las demás marranas, sabiendo que ese día lo hace mucho más afín a ellas, mucho más como ellas. Siente el grupo como algo suyo, aunque no quiera pertenecer a él ya no es ajena a él, ahora es parte de él. Solo le faltaba el rabo, pero ella se sentía marrana. No quiere serlo pero sabe que ha comenzado a formar parte de la piara. - Le ha salido esa palabra, “piara”, sonríe, pero luego pierde la sonrisa. No tiene ninguna gracia para ella.

"No soy un cerdo." - Se dice con firmeza, para, de inmediato, completar: "pero sí una marrana".

Después de todos sus temores y desesperanzas esa idea no aparece como algo inmoral e ignominioso, se siente marrana y casi lo percibe como algo natural, normal, apropiado, algo que, por ser un hecho, no es posible  evitar.

Su desnudez se hace presente. Vuelve a decirse, desamparada y descorazonada, que es una marrana.

“Por eso tengo que ir como un marrana.”

Y no es solo la desnudez, es el contoneo descarado, la postura de brazos y manos. Se va mostrando con desvergüenza, llamando la atención. Diciendo lo que es, lo que pretende de ella. Y no se atreve a controlar movimientos y posturas. Tiene que mantenerlos y lo hace.

“Soy aún más marrana que ellas. Estoy más exigida, más obligada, más desnuda. Lo que yo hago no lo hacen ellas.” – Piensa de sí misma comparándose con las demás marranas.

Y es cierto. Y eso la avergüenza más. Advierte que mantiene unas diferencias con el resto de marranas, pero que en lugar de hacer que se sintiera alejada de unas prostitutas, lo que consigue es todo lo contrario, que se siente una más pero un peldaño más abajo. No es igual  por ser inferior. Se siente temerosa de lo que va a encontrar, de lo que las chicas vayan a decir, de cómo la tratarán. Ella, que tantas veces ha querido diferenciarse, ahora va a aparecer como una más, y teme la acogida.

Llega a la sala, las chicas la saludan con efusión y afecto, como si estuvieran celebrando un éxito, lo que ella siente y agradece sonriente. Y eso es lo que parecen hacer festejando el marcaje. Lo comentan. La felicitan. Quieren ver la marca de cerca, que ella tiene que mostrar, dejar que la contemplen. Las chicas alaban la marca. No la tocan pero lo comentan sin ningún tipo de embarazo, como algo normal, de lo que se puede hablar con toda naturalidad, mientras L se muestra en su completa desnudez, sin que, esta vez, la perciba como algo ingrato y humillante. Casi está complacida y halagada de mostrarse y de ser admirada por quienes son su competencia.

La aprecian como marrana, haciéndola sentir la diferencia con su situación anterior. Para ellas, lo mismo que para la propia L, aquella marca era suficiente para considerarla marrana, aunque lo que imprimía carácter fuera el rabo. Y ella acepta la consideración y las felicitaciones de sus ya compañeras.

Las chicas conocen el suplicio que ha supuesto para L su marcaje, pero lo dan por bien empleado. Hablan de él con total naturalidad y como algo por lo que hay que pasar para conseguir el privilegio de ser una marrana de club. Por eso la felicitan y valoran el marcaje. Vuelve a aparecer la semejanza con los ritos iniciáticos de muchas culturas.

.- Porque duele se valora más.

.- Y la marca queda fenomenal.

.- Te sienta muy bien. Las letras están muy bien hechas.

No hablan de que L ha sido marcada de castigo, cuando es seguro que lo conocen. Pero mencionan el rabo para animarla.

.- Dentro de muy poco te lo podrán y podrás lucirlo.

.- Pero, como eso es seguro, lo importante es que ya eres una marrana completa.

Está claro que quieren que lo sea y tenerla con ellas, lo que L acepta sonriendo a sus comentarios, aunque mantenga su prevención y escrúpulo ante su situación, pero quiere disimularlo, no mostrarse opuesta, enemiga. Las chicas valoran su nuevo estado y ella no puede mostrarse en contra. Además, están siendo simpáticas y agradables y L está disfrutando de los elogios. No es extraño que, para las chicas, la idea de ser una marrana sea algo valioso, pero a L aquellas alabanzas le suenan raras, pero las acepta agradecida a la buena acogida y el deseo que tenerla con ellas. Y ya sea tan valioso como dicen las chicas o no lo sea, sabe que es una marrana como lo son sus compañeras.

“Pero tengo que acostumbrarme a la idea”. – Al decírselo no se da cuenta que está admitiendo la idea, haciendo suya su nueva situación, como si fuera la que le era propia, la auténtica y real.

Deja la sala en una estado muy diferente a cuando llegara. La charla con las chicas – ya sus compañeras – la ha distraído, alejándola de sus pensamientos y ahuyentando su abatimiento. Se ha reído con ellas, con sus comentarios, con sus cuentos, que han hecho que se sintiera arropada, aceptada, apreciada, pero, sobre todo, parte de ellas. Inconscientemente, involuntariamente, pero eso era lo principal. Era una marrana más. No era diferente, no era menos que ellas. Y eso que, casi inconscientemente, la reafirma, volvería a constatarlo inmediatamente, y ya no sabría si para no sentirse inferior o para sentir todo lo que de rendición y dependencia tiene ser una marrana del burdel.

Volvería a recibir la sesión de doma. L se nota diferente, como nota diferente a la señorita. Se siente como si hubiera entrado a formar parte de un colectivo y estuviera dando sus primeros pasos en él. Sabe que tiene que cumplir las normas específicas de ese grupo, y está dispuesta a hacerlo, se siente obligada, pero con una sensación que supera a la de una obligación forzada, para convertirse en una obligación basada en el vínculo, en la pertenencia al grupo, que hace que surja en ella el deber de demostrar su deseo de acomodo, de entrega, de servicio. Tiene que realizar sus cometidos, lo que se le mande, y hacerlo bien.

Como ha pensado en la conveniencia de hacerse a su situación, de conseguir que pase lo menos desagradablemente posible, no rechaza su reacción, al contrario, es la mejor para acomodarse y hacer todo más fácil y benigno para ella. Pero, eso es solo la disculpa a algo que es mucho más profundo, cuyas causas están mucho más arraigadas.

Cuando llega la señorita Laura, la reverencia y de inmediato se postra ante ella para besar sus pies, agradeciendo y reverenciando de nuevo cuando se incorpora. Ahora ve a la señorita de modo diferente, la sabe y reconoce como su señora, a quien debe respeto y obediencia especial, y se lo quiere expresar. “Gracias” a ella lleva esa marca, es la señorita quien lo ha hecho posible, es ella quien la doma todos los días, preparándola para llevar la marca y comportarse como la marrana que esa marca dice que es.  Todo ello lo siente L y lo quiere manifestar. Esa es la verdad que no se quiere plantear ni reconocer. Pero está sometida a la señorita hasta el punto de encontrar en su sumisión la postura idónea para ella.

Con la marca está aflorando lo que la señorita sabía y esperaba, ahora la sumisión de la marrana comienza a ser auténtica, normal, natural en ella. Y la señorita sonríe complacida y satisfecha contemplando a la nueva marrana postrada a sus pies, besándolos sumisa y entregada después de haber soportado ser grabada con dolor y humillación y ser ofrecida con procacidad a los clientes como una marrana más, como una ramera más.

Y la señorita, no iba a disminuir sus exigencias, al contrario, incidiría en las enseñanzas de respeto, obediencia y entrega, preparando a la nueva marrana lo mejor posible para la realización de los servicios propios de una marrana y diciéndolo sin ambigüedades.

.- Marrana, ahora tu principal dedicación y esfuerzo debe de ser servir a nuestros clientes y amigos, como la marrana que eres, consiguiendo para ellos las complacencias a las que tienen derecho, y que pueden pedirte, exigirte como marrana. Para eso has sido preparada y la marca que se te ha puesto lo indica y te obliga.

Y de la mano de esa exigencia tendría que ensayar las ofertas a realizar a los clientes tanto mientras bailaba como cuando se ofreciera a ellos. L ha efectuado toda la gama de muestras de su cuerpo, acompañadas de ofrecimientos de partes concretas, sabe hacerlo, y cada vez con más naturalidad, a pesar de los contenidos, muchas veces obscenos y siempre  impúdicos.  Lo hace sonriente, expresando la satisfacción que la produce mostrarse de esos modos para complacer a quien se ofrece, y lograr apetecerle y que desee usar de ella. A veces, a la muestra acompaña la invitación verbal, que acompaña con palabras lo que dicen sus gestos, que añade una especial procacidad a su oferta.

L sabía que iba a estar ofrecida en el salón, lo que seguía generando unos efectos perturbadores en ella, no podía evitar el temor, que la inundaba, a ser vista o reconocida por alguien, en cambio, los actos impúdicos que realizaba, el ser tomada, usada, como marrana, casi no la importaban, solo la asustaba ser vista por quien la conociera, por lo que, cuando deja a un lado ese temor, y ahora está mucho más preparada para desatenderlo, se muestra y ofrece con descaro y desenvoltura, a lo que añade una sonrisa, demostrativa de la complacencia con que se ofrece, con que recibirá las demandas y realizará las entregas, que hace más grato y agradable su ofrecimiento a quienes lo presencian, consiguiendo que se la elija sin solución de continuidad. Serviría tantas veces, a tantos clientes, que perdió la cuenta.

El segundo día después de ser marcada el dolor es mucho menor. De nuevo, lo primero que haría nada más levantarse sería ir al cuarto de baño a ver la marca, que le perece aún más neta y visible, aún siente calor en el lugar, toca las letras, pasando los dedos por ellas, no siente molestia, aunque nota la piel algo diferente, incluso más suave. Está mirando durante un rato, después se mira el cuerpo, se pone de perfil, buscando ver las redondeces del culo. Está cogiendo un gusto especial a esos exámenes de su cuerpo. Sonríe ante lo que contempla. Pasa las manos por sus curvas. Está descalza, regresa a ponerse las sandalias de tacones muy altos, vuelve con ellas puestas, ahora las curvas de su culo parecen ofrecerse más amplias, vuelve a sonreír, la gusta lo que ve. L mira las marcas que aún permanecen, como si fueran algo normal. Piensa en que está muy bien, en que tiene que gustar a los hombres, pero tiene en la cabeza a los clientes, es a estos a quienes tiene que gustar. Pasa las manos por las redondeces de su culo.

“Claro que gusto a los clientes. Ninguno despreciaría un culo como el mío, es natural que me la quieran meter por el culo, es estupendo.”

“Ayer no dejaron de usarme por el culo. ¡Lo debo tener bueno!”

“Tengo que decir que me lo cuiden.” – Lo piensa como quien debe de procurar mantener el valor de un activo para su empresa.

Apenas piensa en la adaptación a su situación que suponen esos pensamientos. Lleva dos días sirviendo en los salones de modo continuado, como marrana plena, hasta llegar tan cansada a su habitación que solo pensaba en caer en la cama y dormirse, y en lugar de reaccionar en contra está admitiéndolo como el trabajo que debe realizar, el que le es propio, el que le corresponde como marrana.

Después de asearse y acicalarse, desnuda, como tiene que estar siempre, sale de la habitación en busca de la zona de las marranas. Ese día ha dejado atrás los pensamientos sobre su situación. Va al encuentro de sus compañeras. Al llegar saluda sonriente, recibiendo una respuesta similar. Las chicas se interesan por ella, por el posible dolor, ella responde limitándolo, superándolo. Se sirve lo que le apetece y se sienta a desayunar y charlar, dando por concluidas las consecuencias del marcaje. Le apetece estar con las chicas, charlar, escuchar sus comentarios sobre cualquier tema, pero sobre todo sobre lo que han hecho el día anterior. Sus anécdotas, las pretensiones raras de algún cliente. Todas se reían. L se encuentra como una más. Es un rato que cada día resulta más agradable. Se sabe, se siente, una más de ellas. Ya no hay diferencias. No es alguien distinto, no es un añadido indeseado.

L sabe lo que la espera ese día y lo afronta sin traumas, deberá servir a tantos clientes como el día anterior, pero no es eso lo que la preocupa, a pesar de ser lo que la caracteriza como una ramera. Está aceptando esa situación como algo normal, inevitable, que debe soportar y sobreponerse a ello, eso es lo que se dice, quizás para salvar la cara, y eso es lo que hace, pero lo hace cada vez con menos esfuerzo, con menos coste. Solo la posibilidad de ser reconocida sigue perturbándola por momentos, impidiendo que alcance una calma duradera.

Ese mismo día, L recibe la orden de presentarse a la gobernanta, lo hace inmediatamente, cuando llega a su despacho, la señora que está sentada a su mesa, chasca los dedos, L de inmediato se arrodilla y yendo hacia los pies de la señora bajo la mesa, los besa con dedicación y fervor, sin ninguna señal de tibieza, mientras la señora la contempla complacida, dándola tiempo para que demuestre toda su entrega y devoción.

Cuando la gobernanta hace que se incorpore la entrega un sobre y la presenta un recibo, L coge el sobre y mira el papel extrañada.

.- Son tus emolumentos por los servicios que has realizado a nuestros clientes.

.- ¡Ah¡ pero...

.- Es lo que se te debe, que no es lo normal, porque debes contribuir a pagar el coste de tu doma, y los gastos de tu estancia en el burdel. Tampoco lo es porque hay mucho tiempo acumulado.

L no entiende nada, firma el recibo, en el que le parece leer una cantidad muy elevada, pero está tan ofuscada que casi ni se da cuenta.

.- Ve a dejarlo y después a hacer lo que debas.

.- Sí señora. Si no desea nada más.

.- Sí, se acostumbra a dar las gracias.

.- ¡Ah! perdón, señora, lo siento, muchas gracias. – Y sin esperar ninguna indicación vuelve a arrodillarse y besar los pies de la señora.

.- Ya te puedes ir. – L se incorpora.

.- Sí, señora, gracias, señora, muchas gracias.

Salió del despacho, alterada. El pago de sus servicios la ha cogido desprevenida, no había pensado en esa circunstancia, que, al surgir, la deja consternada, estaba cobrando por prostituirse, la estaban pagando, había firmado el recibo. Vuelve a aparecer el posible conocimiento del cobro como lo importante y obviando que eso lo era la causa que lo ha originado. No pudo evitar pensar en si aquello iría a Hacienda, si así fuera...

“No puede ser, tiene que ser dinero negro, las putas no cobrarán de otro modo.”

Pero no estaba segura. Tenía que preguntarlo, decir que no lo quería, y menos de ese modo.

“No me he fijado en el concepto, no sé lo que he firmado..., mira que si se menciona..., no puede ser...”

Hacía tan poco que había pensado en la posibilidad de cobrar precisamente por prostituirse, y de golpe recibía el pago a sus servicios en el burdel, cuando en el no cobrar había encontrado la única eximente a la prostitución, que acababa de desaparecer.

Llegó a la sala de doma, allí abrió el sobre, había una suma considerable, ganaba más en el club que en su trabajo. Por un momento se sintió satisfecha, bien pagada. Después miró el concepto en el que recibía, “Por servicios realizados según lo acordado”. El concepto no dice nada concreto, por lo que de ello no se puede deducir que este sirviendo como pupila del club. En cambio existe una retención fiscal, lo que indica que es una cantidad que se declara y que ella misma deberá declarar al fisco, lo que no la agrada nada, pero al menos, no se menciona que sea una pupila, ni que los servicios que realiza, tengan ese contenido. Vuelve a la cantidad que ha recibido, y a pensar que es mucho dinero.

“Y parece que no es lo normal..., que las demás ganan más.”

“No dice el periodo de tiempo al que corresponde… Llevo mucho tiempo sirviendo…”

“Y trabajo bastante. Últimamente no paro.”

Vuelve a esa situación en que encuentra normal las referencias a la prostitución, a su prostitución.

Desechó esas ideas, no debía pensar en ello, no debía admitirlo y menos considerarlo el pago a sus servicios.

“Pero, es lo normal. La gente cobra por su trabajo y aquí son serios y pagan.”

“Me han marcado como marrana y, lógicamente, se me paga como tal. Si no lo hicieran serían deshonestos.”

“Pero no soy una puta, no puedo cobrar, tengo que devolverlo y decirlo a la señora gobernanta.”

Pero no lo haría. Aparecería la señorita Laura. Cuando la oyó llegar, se puso en posición de respeto.

.- ¿Qué hacías, marrana?

.- Estaba guardando un sobre que me ha dado la señora gobernanta.

.- ¿Has cobrado?

.- Sí, señorita.

.- Es justo que cobres tus servicios de marrana.

.- Señorita Laura... – Quería decir que no deseaba cobrar por esos servicios.

.- ¿Te parece que no están bien pagados?

.- Señorita..., no es eso.

.- ¿Qué ocurre, marrana?

.- No lo esperaba...

.- Pues, a partir de ahora, lo recibirás todas las semanas, aunque menos que hoy que tienes haberes acumulados con anterioridad. Pero deberá ir a más, si es que cumples como debes, y más te vale cumplir, y espero que eso signifique una nueva razón para desempeñar perfectamente tus obligaciones de marrana.

.- Señorita...

.- Antes de decir nada, contesta a lo que he dicho.

.- Sí, señorita Laura, lo siento, señorita Laura.

.- Otra cosa, acostúmbrate a humillar cuando te presentes y despidas, es una bonita costumbre que debes adquirir y practicar, conmigo y con todos, sobre todo con los clientes, que agradecen esos detalles.

.- Sí, señorita.

L humillaría ante la señorita, besando sus pies, hasta que ésta chascó los dedos indicándola que podía incorporarse, para de inmediato, comenzar los ejercicios de doma, olvidada ya toda intención de comentar su deseo de rechazar el pago como marrana.

Solo falta la colocación del rabo. El director ha dado un tiempo a J para que finiquite las relaciones laborales con L, mientras, no quería dejar de presionarla para completar su preparación con vistas a su total estabulación, por lo que aprovecharía la oportunidad de una fiesta particular organizada a través del club, para hacer que asistiera. Tenía influencia con los organizadores para hacer que invitaran a alguien. Se quería que estuviera uno de los colaboradores que utilizaba el club, que sería el que estuvo en el concurso de baile, que, a su vez, invitaría a alguno más.

Para L sería la primera vez que acudiera a ese tipo de fiestas. Había escuchado algún comentario a sus compañeras, pero no había prestado mucha atención, más interesada por las posibles anécdotas que por el lugar donde tuvieran lugar. Pero eran actividades relativamente habituales, y desde luego, normales para las marranas del club. La gobernanta llama a L, a quien recibe en presencia de la señorita Laura. La joven recuerda la orden de la señorita para humillar al presentarse, lo que hará ante la gobernanta y después ante la propia señorita.

.- La marrana va aprendiendo. - Comenta la señora.

.- Más le vale, a ella y a su culo.

Cuando se incorpora la señora la comunica su asistencia a la fiesta, lo que la joven recibe con sorpresa y, de inmediato, con temor; es una novedad que puede tener consecuencias graves para ella, pero tiene que disimular y aceptar con respeto y sumisión, incluso con gratitud, y así lo hace.

.- Muchas gracias, señora.

.- Muéstrate bien quiero ver cómo estás. A ver qué vamos a enviar.

.- Sí, señora.

L está tan acostumbrada a exhibirse que ya no tiene ninguna reacción en contra de mostrarse, aunque ello suponga la realización de algo que debía de desagradarla por lo que tiene de humillante e impúdico, pero en lugar de sentir rechazo, trata de realizar lo que se la demanda del modo más sumiso y cuidadoso posible. Sin recibir más indicaciones, L se acerca a la señora, colocándose en posición de respeto, que compone perfectamente, erguida, con las manos a la altura de la cintra, abiertas hacia delante, sin que ni brazos ni manos toquen el cuerpo, y las tetas hacia fuera, los pies separados, echando el centro del cuerpo ligeramente hacia delante, en un gesto de adelantar el coño, la mirada baja y los labios entreabiertos con la lengua levemente entre ellos.

La gobernanta la contempla satisfecha, mientras permanece inmóvil a la espera de lo que se desee de ella. Esta completamente desnuda salvo por las sandalias de tacón muy elevado, que ayudan a incrementar la oferta de un cuerpo que es una llamada a los malos deseos. La señora mira las anillas de los pezones, de la nariz, el colgante del coño, la marca de marrana y el número. Todo colabora para que la oferta de L aparezca completa y tan voluptuosa como lasciva.

.- Realmente es un buen trabajo. - Habla a la señorita. - Alguien decía que del cerdo le gustaba todo, hasta los andares. De esta marrana se podía decir lo mismo. - La señorita sonríe. Ella también está complacida con la exposición que hace la marrana. Es su obra. Pero quien también recibe el comentario con agrado es la propia marrana, que parece querer agradecerlo estirándose más, componiendo la postura de modo aún más exigente.

.- Menos el carácter. La falta de raza se hace sentir.

L siente el comentario de la señorita. Se estira aún más, como queriendo demostrar lo contrario.

.- Es cierto. - La confirmación, por parte de la gobernanta, vuelve a afectar a L. - Pero la doma y el látigo hacen maravillas.

.- Lo malo de los animales descastados es que hay que estar permanentemente sobre ellos, para evitar que se desmanden y vuelvan a los comportamientos que les son naturales.

.- Pues haremos que no le falte el látigo y que repita lo que debe hasta que le salga natural.

L escuchaba unas explicaciones que debiendo humillarla y que la menospreciaban, no encontraban en ella una reacción de rechazo, solo de vanidad herida, quería considerarlas infundadas, pero aceptaba el juicio de la señora, debiendo someterse y admitiendo su situación tal y como la señorita la describía, cada día más dócil y sumisa y, quizás, cada día más conforme con esa opinión y la situación que la sustenta.

.- Por supuesto. Y este animal tiene un culo especialmente diseñado para el látigo…, además de su uso natural como marrana. – Sonríe.

.- Marrana, me parece que tu culo va a tener muchas y estrechas relaciones con el señor látigo. Después de las pollas de los clientes va a ser tu acompañante más asiduo. Pero ahora veremos el coño. Ofrece el coño, marrana.

.- Sí, señora gobernanta.

L echa las tetas hacia fuera y, arqueando el cuerpo, también el coño que queda más adelantado, luego separa los labios con los dedos de ambas manos para que la señora lo pueda apreciar por dentro. Lo hace con especial cuidado, como queriendo demostrar que cumple perfectamente y que las apreciaciones sobre su falta de raza son equivocadas.

.- Marrana ofreciendo coño, señora gobernanta. - Espera a que la señora la indique lo que desea. La señora, más por dejar constancia del dominio sobre ella que por otra cosa, lleva su mano a la boca de L.

.- Chupa los dedos. – La señorita, que no pierde detalle, sonríe divertida. Está encantada con el comportamiento de la marrana, que muestra la buena doma que ha recibido y, por tanto, su buen hacer. Ella también se ha percatado del esfuerzo de L por hacer bien las cosas, reaccionando a los comentarios sobre su carencia de raza.

Cuando L ha chupado los dedos de la señora con diligencia, esta los lleva al coño, pasándolos por él, mientras L se arquea más para facilitar los toques, que la señora mantiene con suavidad.

.- Marrana, pon las manos detrás de la cabeza.

.- Sí, señora. – Se coloca. Y aunque la nueva postura resulte menos cómoda se arquea todo lo que puede para seguir ofreciendo el coño lo mejor posible.

La señora coge el coño con la mano y lo aprieta, luego aprieta la zona del clítoris con el pulgar y el índice, mueve los dedos en vaivén para que los labios toquen el botón de carne. L permanece quieta, aunque no puede evitar tensarse ante el toque que oprime su carne más sensible. La gobernanta mantiene la presión y el roce, sabe que está teniendo que llegar al clítoris. L pasa de la tensión a la crispación, y de esta a la calidez de la excitación. Comienza a respirar más convulsa. La señora sonríe y vuelve a la acaricia. La carne de L responde, ya no es necesario ensalivar los dedos, que pasa por el coño y luego introduce en la vagina. L respira más agitada, pero mantiene la postura. La señora mete y saca los dedos varias veces, atenta a las reacciones de L. No cabe duda de que ese tipo de penetración hace efecto en la joven. La señora saca los dedos, lo que hace que L gima, la señora sabe que es una queja de frustración, luego agarra el coño con la mano y aprieta con fuerza, y manteniendo a L cogida de esa forma, hablará.

.- Marrana, te voy a enviar a servir a una fiesta particular. Vas como marrana de esta casa con todo lo que eso implica. Vas a servir a los señores y señoras que te lo demanden y a hacerlo con total entrega, corrección y esmero. Tienes las mismas obligaciones que si estuvieras aquí. Permanecerás a disposición de todos, mostrándote y ofreciéndote para todo lo que deseen de ti. Harás todo lo que te manden y te dejarás hacer todo lo que les venga en gana. Eres una marrana ya marcada, y tienes que comportarte como tal. – Mientras lo decía, la gobernanta apretaba el coño con fuerza al tiempo que hacía unos movimientos como si lo exprimiera. L, que mantenía la excitación, sentía esos apretujones en su carne, que reaccionaba deseando más.

.- Sí, señora gobernanta. Lo que usted mande, señora gobernanta.

.- Como comprenderás no voy a admitir la menor queja sobre tu comportamiento, que si la hubiere tendría el máximo castigo. Ya conoces bien la caña. Date la vuelta que vea el culo. – La gobernanta soltó el coño de L después de dar un último apretón, que la joven recibió con un pequeño gemido y un ligero encogimiento, para, de inmediato, colocarse como la señora había ordenado.

.- Inmediatamente, señora gobernanta. – L se giraría, manteniendo las manos detrás de la cabeza. La gobernanta miraría el culo, por el que pasaría una mano.

.- Ya casi no quedan marcas del merecido castigo de azotes que recibiste, lo que quiere decir que no fue tan duro. – Era puro sarcasmo. – Y puede ser mucho más. Espero que no haya que llegar a ello.

.- No, señora.

.- Aunque la caña sea un argumento tan persuasivo que resulta inevitable emplearlo cuando os ponéis tercas. Supongo que lo encuentras convincente.

.- Sí, señora.

.- Tienes un culo precioso, que apetecen los clientes y que es un activo de esta casa que no queremos dañar. Lo sabes, ¿verdad?

.- ¡Ah! Sí, señora.

.- Pues si lo sabes, razón de más para que le saques todo el partido posible.

.- Sí, señora.

.- Muéstramelo bien.

.- Inmediatamente, señora. – L se inclinó, separó las piernas y con ambas manos separó los carrillos del culo para ofrecer la visión del agujero. – Marrana ofreciendo el agujero del culo, señora. – La señora miró a Laura sonriendo.

.- Hay que felicitarte por la buena doma de la marrana. Por lo menos ha conseguido irla acostumbrando a realizar los comportamientos debidos.

.- No ha sido difícil. Ya hemos comentado que la pena es que no sea un animal de raza. Pero, para no serlo, mantiene suficientes buenas formas. Y tampoco se puede pedir que todas las marranas lo sean. Está será una buena marrana de uso y disfrute.

La señora llevaría un par de dedos al coño de L que mantenía la lubricación, luego al agujero del culo ofrecido por la propia joven, y los metería en él, moviéndolos y girándolos en el culo. Con la otra mano volvería a agarrar el coño. De esa forma continuaría sus comentarios.

.- Eso es lo fundamental. Es su principal cometido y obligación, para eso se la ha preparado. Debe de servir como marrana de uso y disfrute. De todas formas hay que estar en guardia para evitar cualquier incumplimiento, que no hay que tolerar y, de producirse, castigar con la máxima severidad. Y eso lo debe de saber la marrana, que todavía no tiene el rabo y debe ganárselo. Marrana, espero que te esfuerces para conseguir tu rabo.

.- Sí, señora.

.- Sabes que es el mayor honor que puede alcanzar una marrana.

.- Sí, señora. – L aceptaba como si creyera en ello y lo deseara. Y, en cierta forma, era cierto, al menos no deseaba crearse conflictos por ello y, mucho menos llevar la contraria a la señora gobernanta, que iba a pedirle una confirmación expresa.

.- Pero no veo que estés poniendo de manifiesto tu deseo de llevar el rabo. O hay que seguir con tu doma. - Y como si quisiera castigar a L por su falta de entusiasmo por obtener el rabo, apretó el coño hasta hacer que la joven gimiera y tuviera un movimiento de encogimiento.

.- ¡Permanece inmóvil, marrana!

.- Sí, señora. Lo siento, señora. - L recuperó la postura.

.- ¡Contesta!

.- No, no señora. Claro que deseo llevar el rabo que tanto me honra y que espero merecer lo antes posible. – Lo dijo con una facilidad de la que ella misma era la primera sorprendida. Pero, sobre todo, lo diría como si fuera lo natural, lo que debiera conseguir, lo que representaba ese honor al que se refería. Era una respuesta obligada y que no podía dar de otra forma si no quería caer en motivo de conflicto o castigo. Carecía de la pasión del auténtico deseo, pero admitía y aceptaba. L recordó a sus compañeras, ellas lo habían aceptado y creían en la veracidad de ese honor que confería el rabo. En ese momento supo que aún había diferencias con ellas. Sintió como un hálito de esperanza, que hizo que reaccionara poniéndose, instintivamente, en guardia, como había estado tantas otras veces desde que entrara en aquel lugar. Pero si esas ocasiones habían sido superadas por una realidad que se imponía, contra la que había sido impotente, ahora, con solo una mínima esperanza, era muy improbable que pudiera obtener algún resultado.

.- Pero, aún sin rabo eres una marrana de este club y como tal debes comportarte en todo momento, y por supuesto fuera de él, y en particular cuando eres enviada a ejercer tu oficio, como vas a ir a la fiesta a la que se te ha invitado.

.- Sí, señora. - Pero a L volvía el temor a lo que pudiera encontrar en la fiesta.

.- No creo que sea necesario decirte cuál debe de ser tu comportamiento y lo que se espera de ti como marrana de esta casa.

.- No, señora. Puede estar segura que haré todo lo necesario para complacer a los señores clientes.

.- Eso espero. Antes de ir os veré a todas las convocadas para servir en la fiesta. No pienses que eres la única. - Esa era la mejor noticia. - Ya te avisaré. - Sacó los dedos del culo y libero el coño. - Límpiame los dedos. - L se arrodilló delante de la señora y comenzó a lamer y chupar los dedos que esta le ofrecía. Cuando la gobernanta pensó que era suficiente, despidió a la marrana. - Puedes irte, marrana.

.- Muchas gracias, señora gobernanta. - Sin esperar más, L volvería a humillar ante la gobernanta y después ante la señorita.

Cuando salió del despacho iba con una mezcla de acaloramiento y deseo frustrado y el temor de no haberse comportado como deseaba la señora y haberla desagradado.

"Si estuviera enfadada conmigo seguro que me da unos buenos latigazos."

"Y yo debería ser más sumisa y pedir perdón cuando noto que he hecho algo mal y están descontentos conmigo."

"Podía haber conseguido que la señora mantuviera sus caricias."

"Soy tonta. dejo escapar unas oportunidades estupendas para pasar un buen rato."

"Y sobre todo para complacer a la señora."

Todos eran pensamientos que ponían de manifiesto el grado de sometimiento y entrega de L.

Por su parte la gobernanta no estaba nada descontenta de L y así lo comentó a Laura.

.- Muy posiblemente siga siendo conveniente el empleo del látigo con esta marrana para conseguir un aprendizaje que permanezca, pero el trabajo realizado con ella es muy positivo.

.- Aún mantiene restos de voluntad de autonomía. No ha acabado de aceptar su situación. No se quiere marrana y espera poder escapar a su condición.

.- Es muy difícil erradicar completamente ese afán, pero ya lo tiene muy aplacado y se nota que no trata de ir en contra. De todas formas seguiremos controlándola. Esta preciosa, cada día más hecha, más hembra, más apetecible. Los clientes demuestran su apetencia por ella. Hay que conseguir que se entregue completamente. Quiero tenerla sin veleidades de ningún tipo. La quiero sometida. Y si para lograrlo necesita látigo que lo tenga. Eso es gratis. Veremos cómo se porta en la fiesta y la reacción posterior. Va a ser otra conmoción para ella.

.- Espero que la enseñe a comprender que no tiene más alternativa que el club, y eso suponga un gran paso en su control total.

L iría a la fiesta en compañía de otras 5 pupilas, pero para ella, entre ser la primera vez y el desconocimiento de quienes encontraría en la fiesta, ante los que aparecería como una ramera, y con la amenaza de ser reconocida, la situación suponía una expectativa traumática, que la tuvo en vilo antes del festejo y la tendría durante la fiesta.

La gobernanta daría sus instrucciones a las marranas, nombrando jefa del grupo a la más veterana, que sería la encargada de resolver los posibles conflictos e indicar a las demás lo que creyera oportuno, debiendo ser obedecida en lo que ordenara.

.- Vais a hacer que los clientes pasen un buen rato, para ello será preciso que os usen con prodigalidad. Debéis conseguirlo, dedicando a ello todo el esfuerzo que fuera menester. Si la jefa de grupo viera necesario algún tipo de actuación y os lo dijera haréis todo lo que ella os indique. Está autorizada a hacerse obedecer, empleando los métodos que estime necesarios para conseguirlo, incluido, por supuesto, los disciplinarios.

Luego, a solas con la que sería la jefa del grupo, la encargaría que cuidara especialmente de L, ya marrana, 73.

.- Es una novata que quiero espabile, superando las dificultades y conflictos propios de la primera vez. Quiero que sea la más usada, para lo cual tienes que estar atenta a conseguir que sea requerida, haciendo todo lo posible para lograrlo.

.- No se preocupe por eso. La marrana será la más usada.

.- Puede tener algún intento de rehúse, si así ocurriera actúa con toda contundencia, desbaratándolo de inmediato y disciplinando a la marrana en el acto y sin contemplaciones. No dudes en utilizar la caña, es lo que mejor entiende, incluso preventivamente, para que sepa que lo que ocurrirá si da el menor motivo. Y, por supuesto, si ves el menor gesto que indique falta de acomodo o intento de incumplimiento. A los participantes en la fiesta no les chocará ni desagradará contemplar el castigo y como se doblega a una marrana. Puede ser un buen motivo para animarles a usar de ella.

La gobernanta, al enviar a L a la fiesta quiere que sea vista por sus amigos, y comprenda que su situación y condición es conocida, al tiempo que se sepa sujeta al club, marrana del burdel, con muy escasas o nulas posibilidades de dejar de serlo. Debe de ponérsele el rabo enseguida y para entonces deberá estar completamente entregada por saberse sin otra salida. Para ello se han ocupado de que concurran a la fiesta tanto conocidos de L  como alguien de MCM, y sepa que también en su mundo profesional sería conocida su prostitución.

Las chicas irían juntas a la fiesta, saliendo del club donde se arreglarían y vestirían de forma adecuada. Si para el resto de las jóvenes, son unos momentos diferentes, que ofrecen una novedad y la probabilidad de un rato más divertido, para L la expectativa no es del mismo tipo que para sus compañeras, estas están contentas y alegres, no así L, que se muestra cohibida y apagada, temerosa de lo desconocido. Tiene elegido un vestido negro, largo, lo que le agrada, pero no así la ausencia total de ropa interior y que el vestido se abriera por un lateral desde el hombro hasta los pies, dejando al descubierto la cadera de ese lado, y menos mal que cae con suficiente vuelo, por lo que si al andar se abre no lo hace tanto como para ofrecer la visión de la zona central de su cuerpo, aunque piensa que deberá permanecer atenta a no hacer movimientos que aparten la falda y posibiliten esa visión. Lo que no evita la abertura es la verificación de la ausencia de ropa interior, y la muestra más o menos generosa de las redondeces del culo que sobresalen en cada paso.

Si no sabe a quienes encontrará en la fiesta, sabe que yendo con sus compañeras aparecerá como una más de ellas y quienes las vean sabrán que son unas fulanas, aunque pudieran pasar desapercibidas si hay otras mujeres más o menos como ellas. Pero no creía que fueran mostrándose como lo hacía ella y sus compañeras. Se percataba que se pretendía que fueran ofreciéndose, en una invitación para demandar sus servicios.

La fiesta es en una casa en una urbanización de los alrededores de la ciudad. Llegan cuando ya está iniciada. L entra en la casa con una sensación muy diferente a la de ir a una fiesta. Piensa en las veces que su entrada suponía una emoción especial, sabiéndose hermosa y elegante y esperando el agasajo de quienes encontraría. Ahora pasaba a la casa temerosa y avergonzada, sabiéndose prostituta y con el miedo de encontrar a alguien que la conociera. No puede tratar de minimizar la muestra de su cuerpo, que debe dejar a lo que naturalmente ofrezcan su postura y movimientos, aunque ella trate de controlarlo disimuladamente.

Las chicas se suman a la fiesta. Hay poca gente, lo que hace pensar a L que estaría en los comienzos. L está con una de sus compañeras de quien no quiere apartarse, como buscando en esa compañía una defensa que necesita, tanto para conocer lo que tiene que hacer como para apoyarse en caso de necesidad. Trata de andar con pasos cortos para controlar la apertura del vestido.

.- Anda con naturalidad y dejándote ver. – Le dice su compañera. Y ella tiene que hacerlo, facilitando la muestra del muslo y el culo, y acaso, algo más. Si normalmente no percibe el sonido del pequeño cencerro que cuelga de su sexo, ahora se hace presente.

Un hombre, que parece ser un mayordomo, les dice que suban al  segundo y último piso, lo hacen un poco sorprendidas, sobre todo L, al llegar parece que no hubiera nadie, recorren un largo pasillo sin encontrar nada, dan la vuelta y recorren la parte opuesta de pasillo, al final gira hacia otro más corto, que recorren hasta que escuchan sonidos detrás de una puerta mal cerrada, se miran, la compañera de L llama, nadie contesta, llama más fuerte, entonces oyen una voz que las manda pasar.

La compañera de L abre la puerta. Aparece una especie de biblioteca grande, con una chimenea, a ambos lados librerías y alrededor dos sofás, uno a cada lado, enfrente tres grandes butacones, separados por dos mesitas auxiliares. En medio una gran mesa de madera muy gruesa, y bastante deteriorada. La iluminación la componen unas luces que salen de los bordes de la mesa que dirigen la luz hacia el centro de esta, de abajo a arriba, como una especie de candilejas, que no molesten a quienes se sienten alrededor. Sobre la mesa una lámpara moderna con focos, estos dirigidos hacia abajo. El conjunto hace que la mesa aparezca como un pequeño escenario. En la pared enfrente de la chimenea hay una gran mesa de despacho con papeles encima, y en la tercera pared, frente a la puerta de entrada, bajo un triple ventanal, otro sofá y dos butacones. Entre las dos zonas para sentarse hay un taburete parecido a los que se usan en el club para que se apoyen las marranas y facilitar su uso por los clientes, y a su lado un búcaro con cañas. L apenas se percató de todo ello, concentrada en lo que fuera a pasar.

Hay 4 señores bebiendo y charlando sentados alrededor de la chimenea. L respira más relajada al verlos y comprobar que le son completamente desconocidos. La compañera de L hace una reverencia y saluda como es norma en las marranas, lo que a L la devuelve a la realidad de sus obligaciones, ahora algo menos ingratas al salvar el temor a que se la conozca. Imita el saludo de su compañera.

.- Marrana 73 en respeto y obediencia.

La otra pide permiso para bailar, hablando por las dos.

.- Subid a la mesa. – Las indica uno de los señores, ambas lo hacen y comienzan a bailar para ellos. L espera no tener que realizar las muestras y ofrecimientos obscenos que son norma en el club, pero pronto se percata que eso va a ser difícil de evitar al iniciar su compañera una serie de acciones que primero suponen ir mostrando lo que el vestido oculta y después la retirada de éste, quedándose desnuda, lo que L tiene que imitar. Y no es solo el desnudo lo que la avergüenza y asusta, la indicación que lleva sobre el coño, y a la que aún no se ha acostumbrado, supone una marca ignominiosa que la rotula como prostituta, igual que las otras chicas, todas putas y pertenecientes al mismo burdel.

Ahora siente los colgantes, las anillas de los pezones, que se mueven con su baile, el colgante del coño, que deja oír su tintineo, y que siente como tira del botón de carne del que pende, haciendo que este palpite con cada pequeño tirón. Y las marcas de los golpes en el culo, aún no desaparecidas del todo, que indican algo más, que parecen invitar a más   con ella. Se siente señalada aún más que su compañera, como si fuera una marrana más marrana, más ofrecida, más entregada.

Durante un rato ambas jóvenes bailan para los señores que siguen con su charla. L, que ha escuchado la conversación sin apenas enterarse de lo que decían, comienza a interesarse por ella, lo que hace que se sosiegue un poco. No hay ningún movimiento de entradas o salidas, hasta que aparecen dos caballeros, rompiendo la calma. Se sientan con los demás y se añaden a su charla. L es incapaz de verlos bien al deslumbrarla la luz, pero consigue distinguirlos. No conoce a ninguno, se serena más, lo que facilita las muestras de su cuerpo. Los hombres, si contemplan el baile de ambas chicas, están también en su charla, y L se ha percatado de ello, lo que añade otro paliativo a las ofertas de sí misma que está realizando.

Enseguida aparecen tres hombres más, que se quedan en pie, charlando entre ellos. L no consigue verlos, aunque está metida en el baile y menos asustada porque pudieran encontrarla allí, esa nueva presencia la intranquiliza. Trata de ver a los recién llegados, pero no lo consigue. Piensa que no hay mucha gente y eso disminuye las posibilidades de que alguien sea conocido, le parece que el riesgo es menor que en el club.

La otra chica actúa conforme a lo que es normal en ellas, mostrándose y ofreciéndose de maneras crecientemente lascivas, animando a los hombres a pedir otros servicios, es lo que deben hacer y conseguir, están allí para que demanden su uso como marranas. L, que no pretende ese objetivo, tiene que aceptar su situación y acomodarse a ella, viéndose obligada a seguir los pasos de su compañera, no pudiendo aparecer remisa, ni siquiera menos dispuesta que aquella a mostrar y ofrecer, aunque lo haga a remolque de las muestras y ofrecimientos de la otra. Solo la ausencia de las presencias que más teme va serenándola y con ello consiguiendo realizar con menos tirantez y más soltura unas acciones que debiendo avergonzarla solo producen miedo a ser reconocida. Sabe que el fondo de su conducta no es lo que la preocupa sino ser vista por quien la conozca, tanto se ha acostumbrado a unos actos que debería rechazar siempre. Pero las cosas no iban a salir como parecía se encarrilaban.

L, iba desgranando, con parsimonia pero con continuidad y creciente impudicia, unas ofertas de su cuerpo que ponen de manifiesto que la marca que  la señala como marrana dice la verdad. Ella lo sabe y sabe lo que indica con esos actos, que no es otra cosa que invitar a quienes los presencian a tomar lo que se les ofrece de modo tan obsceno, y si no lo hicieran ella sabe lo que tiene que hacer, que no es más que incrementar la oferta, mostrando más y de forma más desvergonzada, hasta que alguno responda y demande. Si ha separado las nalgas para mejor mostrar el agujero del culo en una indicación impúdica de que puede ser utilizado al  antojo de quien lo desee, luego introduciría sus dedos en él, en un acto que sabía denigrante, pero que formaba parte del elenco de acciones a realizar.

Cuando estaba en ello y no queriendo pensar en ello, solo hacerlo y esperar a que alguien reaccionara, casi como la forma natural de acabar su oferta y con ello dejar de tener que hacerla, obteniendo la recompensa a su trabajo, escuchó una voz que le resultó familiar, por un momento quedó casi paralizada, lívida, aterrorizada. Era lo que más temía. Continuar con sus muestras resultaba casi imposible, no podía hacerlo ante alguien que la conociera, continuó meneándose pero deteniendo los dedos que actuaban en su culo, para luego sacarlos, como si hubiera acabado con esa muestra. La voz, que saludó a alguien y después se alejó un poco, haciéndose menos reconocible, se aproximó de nuevo, estremeciendo a L, luego creyó saber donde la había escuchado antes, fue en la fiesta en el campo.

“No, fue durante el rato que estuve en la sala de fiestas.”

Entonces se percató de quien era. Era el hombre que parecía amigo de Pol. Eso la calmó un poco, pensando en que poco añadía a lo ofrecido entonces, pero no era para estar calmada. Tenía que seguir con la oferta que estaba haciendo, ahora, casi deseando que alguien la tomara, aunque se supiera que era para usar de ella como de una puta, para su tribulación eso sería lo que sucediera. Alguien se acercó, L se estremeció pensando en que fuera el hombre que conocía, pero la mano que había cogido la suya no pertenecía a aquel, tiró de ella para que descendiera de la mesa, lo que hizo con patosería, casi cayendo, y teniendo que ser sujetada por el hombre que la llevaba con él, pero en lugar de hacerlo hacia fuera del salón sería hacia el lado más alejado de la puerta. L se percató de su desnudez, no supo por qué la sintió más que cuando bailaba mostrándose obscenamente, hubiera querido cubrirse con las manos y casi lo hizo, conteniéndose en el último momento. Siguió al hombre, que se aproximó a un taburete que a ella le recordó a los que se usaban en el burdel para colocar a las chicas y…, al pensarlo volvió a estremecerse. ¿Es que acaso quería tomarla allí mismo? Esa idea la alteró y amedrentó. Miró a su alrededor, para su completo anonadamiento reconoció a Pol al lado del hombre que hablara, que no era otro que el que ella había supuesto. Ambos la miraban con una sonrisa divertida, que ella creyó, además, despectiva en Pol. El hombre que la conducía habló dirigiéndose a los demás.

.- Si no os importa voy a poner en su sitio a esta marrana que me parece un tanto distraída y disipada, y de paso animarla un poco. – Luego, dirigiéndose a L que había escuchado como si no fuera con ella:

.- Apóyate boca abajo sobre el taburete. – L continuaba sin reaccionar abrumada por la presencia de Pol. Quería echar a correr y escapar de allí. Tiró de su mano intentando escapar de la sujeción del hombre, este, que estaba atento a lo que pudiera hacer, no dejó que se desasiera. Ella comprendió que si escapaba se metería en un lío con el burdel, por su mente pasó la imagen de la caña, temió el castigo, pero, sobre todo tenía un miedo especial a salirse de lo que estaba obligada a hacer. No era la caña, o no era solo eso, había algo más, algo que había interiorizado, hasta el punto de hacerlo suyo. Entonces, en esa situación, sintió por primera vez su auténtica condición, lo que era, lo que se había hecho de ella, lo comprendió y comprendió que su reacción correspondía a lo que se esperaba de ella, a lo que era su condición. Quiso desechar la idea, pero con ello no desechó su respuesta, no quería pensar en lo que la había dejado inmóvil, que no era la mano que la agarraba, sino la imagen que tuvo de sí misma, la imagen de puta. Oyó la voz del hombre.

.- Ponte sobre el taburete.

Ella sabía lo que eso significaba, lo que se iba a hacer con ella, lo que se quería de ella. No quería evocar la idea de puta, quería olvidarse de ella, no pensar en ella como mejor modo de no tener que admitirla. Confusa, temblorosa, incoherente, miró al hombre, quiso sonreír, sabía que con la sonrisa ponía de manifiesto una oferta que se hacía complacida y eso calmaba y contenía al hombre. Se acercó al taburete y se agachó hasta apoyarse con el vientre y el pecho sobre él, quedando con las piernas a ambos lados de las patas y los pies ligeramente apoyados en el suelo.

Pero no era solo al hombre a quien se mostraría. La imagen de Pol se hizo presente al escuchar su voz. Se había acercado para presenciar mejor y hablaba con el otro hombre. L agarró con crispación las patas del taburete. Ambos la había visto y usado como una puta, quizás sabían que lo era, y la muestra que estaba haciendo era la confirmación de ello. Esa constatación cayó como un mazazo en L.

“Ahora voy marcada como marrana. Tienen que saber lo que eso significa… Seguro que lo conocen. Nos envían del club. Todos lo sabrán. Todos saben para que estamos aquí.”

“Y si no lo supieran, viendo lo que hacemos no necesitarían más explicaciones.”

“No pueden tener dudas de que soy una… puta.”

La presencia de algo que buscaba la entrada de su culo hizo que la crispación surgiera también en este, cerrándolo al intruso. L se dio cuenta de lo que suponía su reacción, tenía que relajarse y facilitar la entrada de la carne que ya empujaba para abrir la suya. L llegaba preparada del burdel, por lo que no era preciso lubricarla el agujero. Trató de relajarse, la polla presionaba con vigor, pero la otra crispación la de la tensión por la muestra de puta que hacía ante quienes la conocían, aunque ya la hubiera hecho con anterioridad en aquella sala de fiestas, no la dejaba relajarse. Ahora la idea de prostituta estaba presente llenándolo todo. El hombre se ayudaría de unos azotes para desbloquear la crispación de L. Pronto se abrió paso, penetrando en el interior del culo de la joven. Durante unos momentos estuvo moviéndose en él con vigor, después, como si quisiera no acabar enseguida y alargar el disfrute, ralentizaría los movimientos, al tiempo que volvía a los azotes que alteraba con las introducciones de la verga, luego la sacaría completamente, para volver a meterla, lo que haría varias veces, separando con las manos las nalgas para mejor presentarse el agujero a la siguiente penetración, al tiempo que permitía la contemplación del agujero dejado, durante un momento, abierto por la polla. Estaría repitiendo esa acción durante un rato, sin que consiguiera que L se relajara, teniendo que forzar el agujero, ya que, inconscientemente, L se cerraba en cada embestida, en una reacción que trataba de evitar la posesión de su culo y su entrega al enculamiento. Quizás el mayor roce que eso suponía para la verga que la enculaba hizo que se vaciara antes en el culo de L, permaneciendo en él hasta que salió por sí misma al perder su vigor.

Cuando la verga dejó el culo de L sería para que su dueño se colocara delante de la joven.

.- Chúpala y límpiala bien. Con mucho tiento. - Era otra nueva humillación que tenía que realizar ante Pol. La voz del hombre no era muy amable, lo que indicaba que no debía haberle gustado la falta de entrega y colaboración de L, quien, asustada, trataría de enmendarse durante la limpieza de la polla. Quería evitar cualquier nota desfavorable sobre ella, y eso a pesar de la presencia de Pol que estaría contemplando todo. Pero eso ya poco la importaba. Su situación estaba patente, y poco más iba a añadir una mamada.

.- ¿No te apetece darla por culo? – Era la voz de Pol. – Tiene un culo espléndido, aunque no quiere recibir como debiera. Pero eso puede ser más divertido. Ven a vérselo bien.

.- Por supuesto. La tengo ganas desde hace mucho.

Era una voz de alguien algo mayor que Pol, y que no le resultaba desconocida a L, que comprende que debe ser uno de los amigos de Pol, del grupo de los “mayores”. Es horrible. L piensa en Martin, y aunque ya lo tiene olvidado la idea de que le cuenten lo que es, lo que hace, la deja absolutamente vencida.

.- ¿Te importa? – Pol pedía permiso sin que L supiera para qué ni a quién.

.- En absoluto. - Era el hombre que acababa de darla por culo y a quien estaba limpiando la polla quien contestaba. - L notó unas manos que separaban los carrillos del culo. Ya sabía para qué se pedía permiso. - Y tú, no te distraigas. - Hablaba a L que, incapaz de superar la situación, había casi detenido la limpieza de la polla, a la que tuvo que regresar con renovado interés.

.- Ahora la tienes con el culo bien preparado. ¿Qué te parece? - Era Pol dirigiéndose a su amigo, a quien mostraba el agujero que mantenía abierto con sus manos para que pudiera contemplarlo mejor.

.- Que es una tentación.

.- Pues dala por culo.

.- Esperaré a que acabe con su quehacer. - El quehacer al que se refería era la limpieza de la polla que acababa de darla por el culo.

.- No te preocupes por mí. Si te apetece darla por culo ya, no esperes.

.- Gracias. - Luego se dirigió a Pol. - Pero si te apetece a ti, tienes derecho de pernada. – Ríen.

.- Yo ya la he dado por el culo bastante. Tómala tú.

.- Gracias. La verdad es que siendo una puta…, me hubiera gustado que no lo fuera.

.- Pero es una puta que está muy buena. Aprovéchate que es gratis.

.- Si lo hago, seguro que aparece Lena.

.- No creo que le importe que te la folles. Me parece que nunca han sido amigas.

.- Tampoco creo que le agrade.

.- Está abajo. Venga, dala por culo. Ten. – Le ofrecía un condón.

Y el joven lo haría, mientras L se afanaba en limpiar la polla a su anterior enculador, limpieza que se estaba convirtiendo en una mamada en toda regla. El hombre había vuelto a excitarse y empujaba con firmeza la polla en la boca de L, haciendo que esta tuviera que tragarla en toda su longitud, poniendo de manifiesto lo ducha que era para conseguirlo.

Al ocuparse de la verga en su boca L perdió bastante atención a lo que se hacía en su culo. Quería agradar al hombre al que hacía la mamada, y dejarle el suficiente buen recuerdo como para hacerle olvidar su poca entrega al enculamiento anterior. Sentía la polla en el culo y sabía que pertenecía a alguien que conocía quien era ella, lo que ofrecía otro motivo para tratar de olvidarse de ello, lo que conseguía, en parte, al ocuparse de la verga que tenía en su boca y en su garganta. Ella trataba de colocar la cabeza en línea con la garganta para facilitar la penetración, mientras el hombre metía y sacaba la polla L actuaba para respirar mejor, al tiempo que chupaba la carne en la mayor longitud que era capaz, tratando de chupar la parte más sensible, pero el hombre insistía en meter la polla hasta el final, incluso ayudándose de su mano para presionar sobre la parte de atrás de la cabeza de L para forzarla a recibir la verga. Así seguiría hasta que se derramó en su garganta. Esta vez el hombre se retiraría enseguida. Parecía que no deseaba que L tratara de chuparle más, posiblemente por evitarse los toques que podían resultar molestos. Luego, con la mano, dirigió la polla a la cara de L sobre la que dejó que cayeran las últimas gotas, manteniéndola sobre las mejillas de L esperó un momento, después la frotó con cuidado sobre cada una de las mejillas.

.- Ahora lámela un poco, con mucho cuidado. – L lo haría, hasta que él retiró la verga.

.- Después podemos repetir. – Sería su despedida.

L había acabado de limpiar la polla, recuperando la conciencia de la presencia de la otra polla en su culo, al hacerlo se sintió humillada y estremecida al pensar quien era el que estaba enculándola. El joven se había inclinado sobre ella, apoyando las manos en su espalda para sostenerse mejor, descargando golpe tras golpe en su culo, mientras jadeaba. L trató de relajarse, pero el pensamiento de lo que, sin duda, llegaría después de lo que estaba sucediendo la tenía aturdida y aterrada. Hubiera querido recuperar la polla en su boca simplemente para distraer su atención de lo que estaba sucediendo. Había desaparecido toda la tolerancia que, poco antes, había sentido al aceptar que ya era imposible de ocultar su situación, su condición. Ahora estaba ocurriendo todo lo contrario, al hacerse presente, de forma mucho más clara, lo que iba a suceder en muy poco tiempo.

.- Mira qué tenemos aquí. – El joven detuvo sus arremetidas en el culo de L. – Una voz femenina había cortado sus acciones. Era Lena. - ¿Qué te pasa? Acaso has perdido las fuerzas, porque no creo que lo hagas por deferencia hacia mí. – Mientras hablaba, la joven se había acercado al búcaro con las cañas y cogido una, de vuelta al taburete donde su amigo estaba dando por culo a L, lanzaría la caña sobre el culo del joven, que gritaría.

.- ¿Qué haces? – Quiso recomponerse.

.- Sigue con tu puta. No la dejes a medio camino.

Él se incorporó tratando de adecentarse, sin hacer caso de la recomendación de su amiga.

.- Es L. No pensé que te importara mucho. - Fue la excusa del joven.

.- O sea, que según quien sea a quien te folles deberé estar contenta. Por lo menos podías esperar a follártela en el burdel. Veamos quién es L. – Se acercó a L y cogiéndola por el pelo elevó su cabeza. – Al reconocerla no pudo evitar una sonrisa, mientras L cerraba los ojos en un intento escapar a su situación por el procedimiento de no verla. – De modo que eres tú. – La mirada y, sobre todo la sonrisa, despectiva y más que complacida, decían del placer que había supuesto el descubrimiento. - No digo que haya valido la pena que Al te dé por el culo, pero ha tenido su compensación. - Dejó caer la cabeza de L para lanzar la caña sobre su culo.

.- ¡Aaahhh! – El golpe había sido mucho más duro que el que recibiera el joven. Lena había puesto ganas y rabia en él.

.- ¡Aaaahhh! – Otro golpe seguiría al primero.

.- Como vuelvas a follarte a mi hombre te rompo tu culo de puta.

¡ZAS! – Un tercer golpe cayó sobre el culo de L haciendo que chillara descontroladamente.

.- ¿Te has enterado, puta?

.- Sí, sí.

¡ZAS!

.- Sí, qué, marrana.- De repente, Lena había caído en la cuenta que L tenía que ser una de las marranas que había en la fiesta. No llevaba la marca en la nalga como había visto en otras, pero tenía que serlo, por lo que lanzó el dardo, esperando la respuesta, que sería como esperaba y deseaba.

.- Sí, señorita. – L sintió toda la humillación de esa respuesta, que era más costosa y dolorosa que los golpes de la caña.

Y ahí no acabaría. Lena volvería a coger a L por el pelo del que tiró con fuerza, haciendo que L tuviera que apoyarse en el taburete para mantener la postura. Pero la joven siguió tirando hasta hacer que L se pusiera en pie. La miró. Allí, en el coño de L, estaba la confirmación de su condición de marrana. – De manera que eres una marrana. Bueno, eso ya lo sabíamos. Ahora te hemos visto practicar…, y por el culo, lo que es muy apropiado para una marrana.

Lena que había conseguido que todos estuvieran atentos a lo que hacía, sintió que se había convertido en protagonista y que podía llevarse con ella el interés de los presentes, lo que la animó a demostrar su fuerza y capacidad para domeñar a L, a quien llevaría tirándola del pelo, para hacer que se girase poniéndose de espaldas al taburete.

.- Por favor, que alguien me traiga una cinta adhesiva o algo para atar. – Pidió Lena. – Y tú túmbate sobre la espalda.– Lena lo decía al tiempo que tiraba del pelo de L, ahora hacia abajo para hacer que se tuviera que echar apoyada sobre la espalda, como Lena quería. L no se atrevía a desobedecer. Temía a la chica y a rebelarse. – Alza las patas y cógelas con las manos. – L lo hizo. Un hombre cogería un rollo de papel de celo de la mesa de despacho y se lo daría a Lena. – Baja más los muslos, que las piernas queden a los lados de la cabeza. – L se puso de ese modo. Estaba ofreciendo el centro de su cuerpo con total procacidad.  – Así estás mejor, más marrana. – En esa postura pasó la cinta por un tobillo y tirando de él hasta dejarlo a la altura de la cabeza, sujetó la cinta a la pata del taburete, luego haría lo mismo con el otro tobillo, quedando ambos sujetos a las patas del mueble y L ofreciéndose de modo obsceno, con coño y culo visibles y apetecibles.

.- Marrana, sepárate las nalgas para que se te vea bien la entrada a tu marrano culo.

.- ¡Ah! – L no pudo evitar un gemido.

.- ¡Aaaahhhh!

Lena había utilizado la caña dando un duro golpe sobre muslos de L, que chilló al recibirlo.

.- Eso es para que tengas razón para quejarte. ¡Ponte como te he dicho!

L tuvo que separar las nalgas con las manos.

.- ¡Más!

ZAS

.- ¡Aaahhh!

El nuevo golpe, que acompañó a la exigencia, había sido más fuerte. L separó los carrillos todo lo que pudo, mostrando el agujero del culo, abochornada y humillada.

.- Ya la tenéis a punto para lo que queráis de la marrana. Como algo bueno tenía que tener, tiene un buen culo, aunque lo tenga bastante guarro. – Dijo Lena, dirigiéndose a los señores. Cada vez más dueña de la situación y sintiéndose contemplada y valorada. – Si no os complace a total satisfacción no tenéis más que decírmelo, con mucho gusto explicaré a la marrana, con la caña por supuesto, que ha de comportarse como debe de hacerlo una buena marrana. – Y para demostrarlo lanzó la caña otra vez sobre el culo de L, que dio un bote gritando de dolor.

Pol se acercó y dejó una caja de condones al lado de L, lo que fue recibido con comentarios sobre la prudencia de la juventud.

El conocimiento de L como marrana y su actuación ante los presentes, supuso para Lena el olvido de las circunstancias en que se había producido. Dirigiéndose a su novio y a Pol les invitaría a sentarse en los sillones del fondo de la sala pero que estaba muy cercanos al taburete en que quedó L.

.- Vamos a sentarnos allí. Así vernos cómo follan a la marrana. – L escuchaba todo absolutamente anonadada.

Como si la invitación de Lena hubiera supuesto una orden para los señores, quizás, lo que supuso fue una excitante oferta muy difícil de rechazar, aquellos comenzarían a acercarse a L para usar de ella, sobre todo por el culo. Y como si la oferta hubiera trascendido al resto de los invitados, van apareciendo más, con alguna acompañante y otras dos marranas llevadas por los invitados.

Durante el largo rato en que se suceden los señores en el uso de L,  se va formando un grupo numeroso que permanece en el lugar charlando y presenciando el espectáculo que ofrecen quienes siguen tomando a L. Las marranas que han subido se unieron a la que estaba con L para bailar para los invitados y, de vez en cuando, alguna es usada por alguien que no quiere esperar su turno con L, que es quien recibe la mayor parte de las atenciones de los presentes. Van pasando todos los que quieren usar de ella, y cuando los usos se ralentizan y con ellos la diversión y el espectáculo, Lena quiere más. Se ha constituido en animadora de la fiesta a costa de L.

.- Estáis decayendo en vuestros ímpetus y hay que animaros un poco. – Comenta a los presentes. -  Si no os importa os quito un momento a una marrana, enseguida os la devolveré.

Llamaría a una de las dos marrana que bailan sobre la mesa. Sería la jefa de grupo quien se adelantaría, sin duda tratando de poder dirigir mejor lo que se quisiera.

.- Desata a L. Quiero que ella y tú nos entretengáis. Tenéis que animar a los señores que están un tanto desganados. Mostrarnos como lo hacéis entre vosotras.

La demanda de Lena es recibida con muestras de agrado por los presentes, que se preparan para contemplar el nuevo espectáculo.

A L, que se la mencione por su nombre es algo que supone facilitar su reconocimiento y se siente señalada de modo aún más elocuente, pero tiene que aguantarse, lo mismo que lo tiene que hacer con la nueva exigencia de Lena. Sus ataduras son retiradas por su compañera, y lo que debería constituir una relajación viene a añadir otro ultraje más, ahora tendrá que exhibirse ante los presentes realizando otro tipo de acciones tan ignominiosas como las que ha estado haciendo.

La compañera de L la coge de una mano para ayudarla a incorporarse.

.- Mejor sobre la mesa de baile. ¿Os importa? - Preguntaría Lena.

Se escuchan voces de asentimiento. L nota como su compañera tira de ella para acercarla a la mesa, de la que las otras marranas han bajado para dejar el sitio libre, mientras los presentes se han acercado, dejando sitio a Lena y a otra invitada en uno de los sofás para que pueda apreciar mejor el espectáculo. Dos mujeres más no han querido sentarse, permaneciendo con sus parejas, que las cogen con gestos que evidencian que no van a tener mucho pudor para mostrarse más atrevidos. De alguna forma, esas libertades suponen una facilidad para lo que pueda hacer L. Estar rodeada de quienes  se muestran poco o nada vergonzosos hace que piense que lo suyo es algo normal entre aquellas gentes. Y pudiendo ser normal, en ella no lo era ni por la forma ni por los contenidos, que presentaban una diferencia esencial: ella lo efectuaba como puta.

.- Muéstranos bien a L, que todos podamos apreciarla sin ambages.

La compañera de L sabe perfectamente lo que hacer en estas circunstancias, L tampoco es primeriza, pero su experiencia es mucho menor y la conmoción que supone su situación, muy grande. Es su compañera quien lleva la iniciativa y ella quien se deja conducir. Suben a la mesa, L llevada por su compañera.

.- Vamos a ofrecer a las señoritas y señores un espectáculo ameno, divertido y, sobre todo, guarro. Tanto como tú. Marrana, déjate hacer y obedece en todo lo que te ordene. - Dice a L en voz alta para que todos lo puedan oír. Los presentes reciben la propuesta con risas y aplausos. L está nerviosa y el aviso de su compañera no hace más que avivar su perturbación, que pronto se convertirá en avergonzada confusión.

Posiblemente lo que hace la compañera de L es lo apropiado y lo que debe hacer en esas circunstancias, pero no evita que L escuche esos comentarios tensa y asustada, susto que irá a más cuando constate que la chica está dispuesta a cumplir su oferta.

.- Quiero que los señores y las señoritas presentes no se muevan de donde están salvo para acercarse a verte mejor, así que aplícate a conseguirlo. - Luego, volviéndose hacia los espectadores, continuaría con su ofrecimiento. - Como estarán apreciando la marrana que tienen ante ustedes es un bonito ejemplar, apto para todo uso, y dispuesta a ser usada. Ahora les va a presentar una pequeña muestra de sus valores y habilidades que, estoy segura, serán de su agrado. Espero que así sea y ella lo haga, y que no tenga que animarla. – E hizo con la mano el gesto de zurrar.

La audiencia volvió a reírse con las palabras y la mímica de la chica, que sonreía de todo ello, mientras L permanecía con expresión que quería, también, sonriente pero sin acabar de conseguirlo, quedando en un  rictus que los presentes veían como expresión de sus temores, lo que convertía en más reales y, sobre todo, más temidas las amenazas de su compañera.

Uno de los presentes se adelantó para ofrecer a la chica una caña que ha ido a coger del búcaro.

.- Ten, por si la marrana no se comporta como debe o hay que animarla un poco más. Que no se comportará y habrá que animarla. Así que no dudes en usar la caña. - Era una clara invitación a no dejar inactiva la caña. Las palabras del hombre recibieron un aplauso que venía a indicar que había otros que también estaban por el uso de la caña.

.- Muchas gracias, señor. Me complace que sepa el modo de tratar a una marrana como esta. - Recogió la caña, comprendiendo que tendría que utilizarla tanto si L no cumplía como se esperaba, como si lo hacía. Aquel hombre, y otros más, querían que se utilizara.

.- Espero que tú también.

.- De otra cosa no, pero de marranas sé un montón. - De nuevo se escucharon risas. Sin duda la chica sabía cómo ganarse a los presentes y lo hacía. L no pensó que, al final, ella sería la pagana en caso de que fuera necesario mantener el interés de la audiencia. - Vamos a animarla... y animarles..., si es que lo necesitan.

La propia L, en la medida en que estaba atenta a los comentarios de su compañera, dejaba un poco a un lado su situación y lo que se le pediría hacer. Pero era algo que no podía olvidar, como tampoco podía olvidar que había gentes que la conocían, lo que equivalía a que, con toda seguridad, en muy poco tiempo sería conocido por bastantes de sus amigos y conocidos.

Una vez sobre la mesa la marrana comenzará a mostrar a L, y para  consternación de esta lo haría de las formas más impúdicas. Primero haciendo que se muestre en pie, abierta de piernas, con las manos detrás de la cabeza y echando el centro del cuerpo hacia delante para que el coño quede en primera línea de oferta.

.- Marrana, ¡más coño! Los señores quieren más coño. - De nuevo risas.

.- Mucho más. - Se oyó.

.- Pues pídamelo a mí. - La marrana provocaba nuevas risas.

.- Lo haré.

.- Se nota que usted entiende. - Las risas continuaban, distendiendo la situación pero sin que ello supusiera margen para que la compañera de L dejara de exigir a esta, que seguía arqueada, mostrando el coño. - Marrana, ya has oído al señor. Quiere más coño, y para tú agrado eres tú quien se lo tienes que dar. ¡Más coño, marrana!

L se arqueó más, echando el coño todo lo adelante que pudo. Pero que no fue suficiente para su compañera.

.- ¡Marrana! ¿No has oído lo que te he dicho? - ¡Más coño!

L tuvo que arquearse en una postura descompuesta para poder adelantar más el coño. Al hacerlo surgió en su mente la idea de que estaba siendo contemplada por Pol y Lena y su novio. Era sencillamente horroroso para ella. Se comentaría, se lo contarían a sus amigos, y ella quedaría como una prostituta.

"Que es lo que soy. Y no les va a quedar ninguna duda."

Ese pensamiento la dominó por un momento, hasta que la voz de su compañera la devolvió a lo que sucedía a su alrededor.

.- Ahora vas a ir girando para que todos puedan apreciar tu marrano coño. Señores, el coño de la marrana está a su disposición para todo lo que gusten de él. No está mal visto que se utilice sobre la marcha. - De nuevo las risas. – Y menea el coño, que repique el pendejo. No se sabía si con ello se estaba refiriendo a la propia L o al colgante del coño. Pero L movería el centro del cuerpo para hacer que el colgante sonara mientras se mostraba a la contemplación de los presentes.

.- Anda, sigue ofreciéndonos a la marrana. Después, con toda seguridad, será usada con generosidad.

L acabó de dar una vuelta, quedando en la posición inicial y ofreciéndose todo lo más que podía, al tiempo que mantenía el movimiento que producía el sonido del cencerro. Su compañera se acercó a ella, desde un lado cogería los labios del coño y separándolos ofreció la vista a los presentes.

.- Mantén el coño bien mostrado y ofrecido, que todos puedan verlo bien. Y mantén el meneo.

L tuvo que dar otra vuelta mostrada de ese modo.

.- Ahora, para desentumecer un poco los músculos, vamos a dar un pequeño trote. Con las manos sobre la cabeza, realiza un trote bien hecho, que guste a los señores y señoritas. Erguida y elevando las patas.

L tendría que comenzar a trotar sobre el lugar. Al hacerlo las tetas brincaban, cayendo después sobre el pecho contra el que chocaban produciendo un ruido peculiar, que pronto fue seguido por las palmas acompasadas de los presentes. Después daría unas vueltas sobre la mesa, seguida en todo momento y controlada por la marrana, y con las palmas de los demás. L volvería a la posición inicial, en la que continuaría con los saltos del trote, que acabarían cuando finalizaron las palmas. L quedó sudando y cansada.

.- Para mejor descanso de la marrana qué mejor que nos ofrezca una muestra de su lindo culo.

.- ¡Muy bien!¡Y con generosidad! Es un buen espectáculo.

.- ¡Y por dentro también lo es! ¡Y queremos verlo!

Los presentes estaban entrando en el juego, divertidos, y cada vez más excitados. Alguno esperaba con impaciencia que acabara la demostración para comenzar a probar lo que estaba contemplando.

La compañera de L hace que esta se coloque inclinada y cogiéndose los tobillos con las manos, y teniéndola abierta de piernas separará los carrillos del culo para ofrecer una buena visión de la entrada al agujero, que se abre mucho más de lo normal, poniendo de manifiesto el uso que ha tenido. Después pedirá a L que sea ella misma quien separe las nalgas y se ofrezca del mismo modo que acaba de hacerse con ella. Pero no lo hace tan bien como quieren los presentes.

.- ¡Que se abra más! - Pide alguien, y la marrana repite la orden.

.- Marrana, quiero que te abras como lo sabe hacer una marrana. - Pero tampoco sería suficiente. La marrana pensó que se quería algo más, y que las peticiones estaban propiciando otra cosa, y enseguida sabría lo que era.

.- Anímala. - Ya estaba claro, querían que se utilizara la caña, cosa que ella había estado evitando, pero que ahora se hacía imposible rehuir.

.- ¡Marrana, quiero verte las tripas por el culo!

ZAS

.- ¡Ah! - La marrana había descargado un golpe seco sobre los muslos de L, que lo recibió con una queja, más por la sorpresa que por el dolor, aunque este no fuera débil, pero no era de los contundentes, ni de los que querían y esperaban los que demandaban ese tipo de castigo.

.- Así no vas a conseguir nada. Vamos a tener que enseñarte a manejar una caña, en tu culo.

La marrana comprendió que tenía que castigar a L con bastante más contundencia, para lo cual buscaría la escusa de una mayor exigencia a la joven.

.- ¡Marrana, te he dicho que quiero verte las tripas por el culo!

ZAS

.- ¡Aaahhh!

Esta vez el golpe fue firme y duro, haciendo gritar a L, que trató de separar los carrillos del culo a ultranza, forzando el tirón sobre ambas nalgas, y logrando que el agujero se agrandara, pero no era suficiente para su compañera, que quería demostrar su dureza y la firmeza de sus exigencias.

ZAS

.- ¡AAAAHHHH! - El golpe, aún más duro, hizo aullar a L, que trató de abrir aún más el culo, y sorprendentemente lo consiguió, ante la propia sorpresa de su compañera que, a pesar de su experiencia, estaba comprobando como una buena caña bien manejada producía prodigios.

.- Ahora, y permaneciendo con el culo tal y como lo tienes, vas a ir girando para que todos lo puedan apreciar. Señores y señoritas, si alguien desea verlo más de cerca no duden en hacerlo, la marrana les mostrara su marrano culo a su plena satisfacción. Para mejor contemplación y divertimento de ustedes, voy a dejar un falo que puedan utilizar en el culo de la marrana para verificar su apertura. - Y la marrana saldría un momento, regresando con el falo que puso sobre la mesa.

Y no fueron ni uno ni dos los que se acercaron a contemplar la muestra que hacía L de ese agujero, y después meter el falo en el culo de L, que abierto a tope por la propia chica, se ofrecía impúdicamente para ser penetrado. Cuando los presentes se fueron acercando a observar mejor el culo y después a utilizar el objeto en él, L sentía el temor de que alguno fuera uno de sus conocidos, recibiendo las penetraciones con un estremecimiento que no era debido al hecho en sí mismo, sino a que fuera realizado por alguno de ellos.

Aunque la sucesión de acciones tenían atenta y afanada a L, su mente era incapaz de apartarse de la idea de estar siendo contemplada por Pol y sus amigos, lo que hacía que cada gesto de impudicia que realizaba llegara cargado de una humillación y vergüenza especial, que iba a tener un repunte cuando durante un instante creyó ver otra cara conocida, le pareció que era alguien de MCM.

Después de la exhibición de L su compañera pediría que se pusiera encima de la mesa el taburete sobre el que había estado L. Cuando estuvo colocado, la marrana haría que L se tumbara sobre el taburete boca arriba, y elevándola las piernas hizo que se cogiera los tobillos con las manos dejándola en una postura parecida a la que hacía tan poco había mantenido sobre ese mismo taburete. A pesar de lo libertino de la postura L permaneció en ella sin intentar recatarla ni, menos aún, eludirla, sabía que debía hacer lo que su compañera quisiera, y temía el uso de la caña.

Esta vez sería su propia compañera quien mostraría el culo de L, separando las nalgas y abriéndolo todo lo que pudo, para luego meter el falo y comenzar a moverlo en él, y después arrodillarse quedando con la cabeza sobre el sexo de L, mientras continuaba metiendo y sacando el falo del culo de esta.

En esa postura comenzaría a chupar el sexo de L, que hasta entonces se había dejado hacer sin otra pretensión que evitar castigos y complacer a los clientes. Pero, ahora su compañera estaba añadiendo algo muy diferente, que si no querido ni al principio bien recibido, luego iría ganando su aceptación y después su complacencia, para acabar suponiendo excitación y placer, recibido con especial satisfacción ya que suponía el mejor medio para alejarse de sus temores y vergüenzas.

La marrana conocía los puntos donde incidir y cómo hacerlo, mientras L respondía con la respiración entrecortada y cogiendo los tobillos con las manos crispadas, tirando de ellos hacia atrás, inconscientemente, para mejor ofrecerse al falo y a la boca, cada vez más excitada hasta llegar a la situación de deseo en que se pierde de vista todo lo que no sea alcanzar la culminación de un gozo que significa también la consecución de la relajación pedida por el cuerpo.

Pero no era eso lo que deseaba su compañera, que cuando tuvo a L a su merced, jadeante de ansiedad, sacaría el falo del culo, obteniendo por respuesta el alzamiento del centro del cuerpo de L en busca del objeto que se escapaba de su culo, y ahí no acabarían sus desdichas. Su compañera se retiraría dejando de lamer el coño de la joven, que privada de quien conseguía el placer para ella, gimió, alzando con más denuedo y ansiedad el cuerpo tratando de volver a conseguir los toques que la enardecían.

La compañera de L se incorporó.

.- Señores, tienen a la marrana ansiosa por ser penetrada. Creo que la postura es muy cómoda para usarla por cualquiera de sus agujeros.

De inmediato uno de los presentes se acercaría a usarla por el culo y otro lo haría por el otro lado para hacer que L le chupara la polla. El cambio cogió por sorpresa a L, que por un momento, confundida, no supo lo que sucedía, pero enseguida su cuerpo respondería amoldándose a una situación que podía ser la continuación de la que estaba disfrutando. La estaban follando por el culo mientras ella había comenzado a chupar la verga que tenía en la boca. A pesar de la situación en la que estaba, no sintió especial rechazo a las acciones que se realizaban con ella, quizás necesitaba tanto la relajación de su cuerpo como la de su espíritu, que llevaba aparejadas esas acciones, en sí misma y en lo que suponía de ruptura con sus desasosiegos.

Aunque la percepción de su situación y de quienes podían estar presenciándolo se mantenía, creando un elemento de disconformidad, pronto quedaría a un lado, superado por el placer que iba creciendo con cada embestida de la polla en su culo. Pero el hombre se correría demasiado pronto, deteniendo sus embestidas y dejando a L privada de la consecución de un placer que ya esperaba y necesitaba. El hombre se retiraría. Entonces, la compañera de L ocuparía su sitio, y con el falo en el culo y su boca sobre el sexo de L, efectuaría lo que el hombre no había realizado, pero ordenando a su compañera que acabara la mamada que estaba haciendo.

Y L se esforzaría por compaginar la absorción del placer que su compañera creaba en ella con la realización de una buena mamada. La postura en que estaba favorecía la penetración de la polla hasta su garganta y L lo facilitaría tratando de elevar la cabeza para que la verga entrara lo más posible, el hombre se percató, acogiendo con satisfacción el intento, que ayudaría con el empuje de su cuerpo. Pronto L estaría tragando toda la polla, hasta que se corriera. Entonces la compañera de L se entregaría a conseguir el placer de la joven con sus lamidas sobre el coño de L y las penetraciones del culo, llevándola hasta el estallido final.

Durante un momento se la permitió disfrutar de la relajación subsiguiente. La voz de su compañera la diría, esta vez a su oído:

.- Ahora cumple perfectamente con todos los que usen de ti. No olvides que eres una marrana.

.- Gracias. - L agradecía lo hecho por su compañera, que le acariciaría una mejilla.

Después L recibiría otra ronda, siendo usada con profusión durante un largo rato, ya sin la inconsciencia provocada por la excitación, lo que se traduciría en la vuelta a la percepción de lo que suponía ser puteada en presencia de unos conocidos.

Lo sucedido en la fiesta supone un revulsivo para L, que comprende que el conocimiento público de su situación es cuestión de tiempo y poco tiempo, por lo que, si quiere evitarse otra humillación pública que puede ser mucho peor que la sufrida en la fiesta, debe romper con el club. Si ha salido con la sensación de derrota, de saber que ha perdido la batalla y la guerra, al menos ha sacado fuerzas de flaqueza para plantearse la huida del club. No teniendo nada que perder, que al menos no tenga que pasar una situación como la que ha sufrido en la fiesta. Si sus amigos van a conocer su paso por el burdel, que al menos, no la vean ejerciendo de puta. Lo comentarán, hablaran de ello, pero nadie la habrá visto en el burdel.

“Pero ya me han visto de puta en ejercicio.” – Se dice anonadada y horrorizada. No sabe cómo podrá soportar la presencia de sus conocidos, pensando que pueden saber que es una puta.

“Lo sabrán…, y enseguida.”

“¿Qué estarán comentando?” – Todos los pensamientos acaban en lo mismo, la vergüenza de su situación y la necesidad de evitar que la puedan ver en el club.

“Ya sabrán en dónde estoy. Seguro que saben el nombre del club y seguro que habrá alguno que sea socio o conozca a un socio y querrán verme…, y pedir que les atienda. Querrán putearme.”

“Pues ¡no lo van a hacer! Me escapare si es preciso.”

Esa idea, que semanas antes constituiría el pensamiento dominante, vuelve a ocupar esa plaza en su mente, durante horas dará vueltas en su cabeza, buscando desesperadamente la forma de llevarla a la práctica. Sabe que el club la tiene sujeta y que será muy difícil librarse de esa sujeción, como sabe que, en caso de escapar de ella, no tiene donde ir ni medios económicos para subsistir. Vive al día, nunca se ha preocupado de constituir unos ahorros para caso de necesidad pensando que todo lo que pudiera necesitar lo tenía cubierto de una forma u otra. Tampoco se había planteado una situación como a la que había llegado, y si todo saliera mal, es decir, si fuera públicamente conocido su estado, era casi seguro que no encontraría acomodo en ninguna parte, tendría que pasar bastante tiempo antes de que se olvidara lo ocurrido, y cuando quisiera un trabajo siempre aparecería. La única posibilidad sería irse del país, lo que podría hacer con relativa facilidad dado que hablaba dos idiomas, pero hacerlo sin un trabajo previamente conseguido comportaba la imposibilidad de financiarse la estancia durante el tiempo preciso para conseguirlo, aunque siempre podía encontrar a alguien que la prestara  dinero o trabajar en algo, lo que fuera.

El problema de la capacidad financiera apareció como algo trascendente, que la impediría realizar lo que pretendiera, incluso sin salir del país. Si se despedía cortaría su única fuente de financiación, quedando  sin recursos para vivir. Pero eso puede arreglarse, siempre encontraría quien pudiera prestarle lo imprescindible. Lo realmente preocupante era su especial situación en el club, sabe que tiene unos pagos pendientes a la señorita y, sobre todo, quedan las deudas con el club, que no sabe a cuánto ascienden, pero que, sin duda existirán. Y para eso no puede conseguir suficientes fondos. Teme que si les debiera algo no la dejen libre sin antes haberlo cobrado.

"Llevo bastante tiempo trabajando en el club. Deberían haber cobrado, al menos una parte. A mí ya me han pagado."

"Pueden exigirme el cobro, quizás, incluso ante los tribunales."

"Y puede que quieran que permanezca trabajando para cobrarse."

"Aunque consiguiera que alguien me prestara lo que necesite para vivir quedan los pagos a realizar que, sin duda, se me demandarían."

L daba vueltas a ese tipo de consideraciones, sin ser capaz de encontrar una solución. Quería despedirse del club pero cada vez que su decisión aparecía más asentada y decidida surgían los frenos, las ligaduras, los escollos, las limitaciones, las imposibilidades, que la paralizaban se daba cuenta que sin el beneplácito del club sería muy difícil separarse de él, y sin recursos financieros no podría emprender una nueva andadura.

El mismo día de la fiesta J es informado por el director del club de la participación de L en ella, y lo que se quería que ocurriera. Tiene el mismo pensamiento que L. Después de esa fiesta será imposible mantener oculta la situación de la joven, por lo que tiene que resolver su presencia en la empresa lo antes posible. Deberá hablar con el presidente y comunicarle lo que ha “descubierto” de L. Pero sería este quien se adelantase.

El presidente había convocado al Director General y a J, estaba nervioso y asustado.

.- El presidente de MCM me dice que L es una puta. Pero de burdel, en ejercicio. No una ligera de cascos. Y no va a ser la modelo de su producto. – Lo dice nervioso. ¿Qué has averiguado de ella? Pregunta a J.

.- Nada bueno.

.- ¿Es cierto? – Aún no se lo podía creer.

.- Sí.

.- ¿Cómo te has enterado?... ¿Y qué hacemos? - Después de la primera pregunta se percató que era mejor no saberlo y realizó la segunda. - No quiero que aparezca como vinculada a nuestra firma. Hay que desvincularla de la empresa. ¿Hay algún problema para hacerlo? - J piensa que una parte de sus miedos tienen su origen en su mujer. No quiere que esta pueda conocer esa situación, y si la conociera que para entonces L ya no siga en la empresa. Ya sería más que suficiente soportar los comentarios de su mujer.

.- Con lo que sabemos de ella no creo que vaya a querer crear conflictos.

.- Pero, no puede ser. ¿Cómo va a ser una puta?

.- Pues lo es.

.- ¿Qué hacemos? ¿Has pensado algo? Hay que evitar que se conozca que una directiva nuestra está en un burdel.

.- No es una directiva.

.- Bueno..., pero podría decirse... Ha aparecido muchas veces... - Ahora se arrepentía de su proximidad a la joven.

J quiso tranquilizar al presidente y, al tiempo, demostrar su bien hacer.

.- No ha sido nunca, formalmente, una directiva y cuando la enviamos a MCM, tuvimos la precaución de hacerlo diciéndoles que podían aceptarla como una auxiliar, y así es como la tienen.

.- ¿Cómo fue posible? ¿Lo aceptó?

.- Fue la categoría que dijimos en MCM. A ellos les convenía, ya que evitaba problemas posteriores, si alguien los planteara.

.- ¿Y aquí?

.- Aquí no era nada, y aunque no era conveniente que permaneciera de ese modo, así se mantuvo, por lo que no puede afectarnos mucho en cuanto a su categoría, pero puede hacerlo de otras formas, así que lo mejor es que solucionemos este asunto lo antes posible, haciendo que nos presente su dimisión.

.- Y no quiero que vuelva aquí.

.- No te preocupes, yo recogería la firma.

.- Hazlo, J, y cuanto antes.

.- También trataré de que nada se haga público, si es posible, de forma que no se hable del tema. Es un asunto que ofrece buena dosis de carnaza para los espacios sensacionalistas. Se acabarán enterando, pero si lo hacen con suficiente tiempo desde que ocurrió, pierde mucha fuerza, y si conseguimos que la joven sea trasladada fuera de nuestro país, sería estupendo para todos. Que desaparezca.

.- Procura hacerlo. Y cuanto más lejos mejor. Espero que los de MCM no hablen de ello.

.- No les interesa. Creo que lo sabemos muy pocos, pero existe el riesgo de que lo sepa alguien que pueda causar problemas. Si como parece, está en un burdel…

.- ¡Pero, cómo va a ser posible! – El presidente seguía sin querer aceptarlo.

.- R, es lo que tenemos y estamos obligados a actuar. La puede reconocer alguien y salir todo a la luz. Así que hay que actuar enseguida.

.- Hazlo, pero ya. No quiero estar sentado sobre un barril de pólvora.

.- Mañana mismo la pediré la renuncia y que me la firme.

.- ¿Y si no quiere?

.- No creo que tenga ganas de aparecer como una puta. También queda un aspecto que convenía solucionar, este es más fácil y podemos hacerlo junto con los de MCM. Se trata de pagar al fotógrafo que ha intervenido para que no busque compensaciones o esté interesado en sacar provecho de las fotos que sin duda tendrá de ella.

.- Págale. Cómprale las fotos y que te firme que no las usará. – El presidente no dudaba. – Y hazlo tú, después trataremos de arreglarnos con nuestros amigos.

.- Si ellos mantienen al fotógrafo para sus anuncios, muy probablemente no tengamos que pagarle nada.

.- J, no pretendas ahorrar en un asunto como este. Paga y ya haremos cuentas con MCM.

.- No puedo evitar ahorrar. Nos queda un aspecto importante y que tenéis que decirme como queréis que se solucione. Se trata de cómo sacamos a L del país. Muy posiblemente habrá que pagar al burdel.

.- Encárgate de hacerlo.

.- Y piensa que vamos a ahorrarnos un sueldo. - J pasó por alto el comentario del director general, para seguir con su exposición.

.- Querrán compensar el lucro cesante, y puede ser un precio elevado.

.- Hazlo.

.- ¿Cuánto es elevado? – Ahora era el director quien no quería desconocer ese detalle.

.- Quizás 50.000 o 75.000 o más. Pero, como tú dices, nos ahorramos un sueldo, por lo que lo amortizaríamos enseguida.

.- Pagalos.

.- ¿Y si ella nos chantajea? – Lo planteaba el director general.

.- ¡Ella! – Al presidente le escandalizaba la sola idea de que alguien como L pudiera amenazarles. Luego cayó en que era una posibilidad nada despreciable. Ninguno de los dos estaba al tanto de la situación de L y lo que significaba para ella ser señalada como una puta. – No puede ser… ¿tú qué piensas, J?

.- Podía ser, pero no creo que ni en el burdel en el que está ni ella misma quieran meterse en un lío. El burdel no puede hacerlo y que pueda conocerse una actuación de ese estilo, perdería, de inmediato, a la mayoría de sus clientes. Cualquiera podía ser el siguiente. No, no lo harán.

.- Ella podía sacarnos un buen pellizco… si no tiene nada que perder y parece que, dada su situación, no debe tenerlo.

.- Veré que dice.

.- Y soluciónalo de una vez y acabemos con esta pesadilla. Quién iba a decir que algo así sucedería.

.- Lo intentaré.

.- Y hazlo enseguida.

.- Sería muy conveniente que la renuncia la hiciera o antes o inmediatamente después de haber comenzado su nuevo oficio.

.- ¿Qué quieres decir?

.- Que si ella está trabajando, es un decir, como puta, si ha dimitido antes o inmediatamente después, sería muy bueno para nosotros.

.- Sí, claro. Pero..., bueno, si lo consigues.

.- Lo intentaré. Pondré una fecha anterior a cuando nos dejó. Ya lo redactaré convenientemente. Al menos, si consta que ha renunciado con antelación no queda como una tramposa.

.- Pero, piensa que nos dejó para ir a MCM. Si nos la quitamos nosotros la cogen ellos.

.- Tienes razón, hay que evitar crearles problemas. Déjame que lo piense.

.- Pero no tardes.

.- No. Mañana lo tendré. Vosotros me diréis de dónde sacamos el dinero para pagar a un burdel. - Sonreía burlón.

L firma su cese

No han pasado 48 horas desde la fiesta en que L apareció como una prostituta del club, y sigue dando vueltas al modo de comunicar su decisión de dejar el burdel, que no logra plasmar en una fórmula que pueda defender. Queda la posibilidad de la huída, incluso pidiendo la ayuda de la policía. Si ya se conoce su situación de prostituta poco importa que salga a la luz de un modo diferente.

Entonces recibe un aviso de J  diciendo que quiere verla, pero no en las oficinas, ella piensa que es debido a que no se quiere que aparezca por ellas. L debe hablar con la señorita o con la señora gobernanta para recabar autorización para salir del club, por lo que dice a J que, si no le importa, le llamará más tarde para confirmar la hora. Él no parecer demostrar sorpresa ante ello. L no encuentra inconveniente en recibir el permiso, quedando con J, ese mismo día, en una cafetería cercana al club.

En esta ocasión, salir de club resulta para L aún menos grato que otras veces. La forma de vestir y acicalarse, indica un atrevimiento impropio de su anterior status, que ella siente como indicativa de su condición de marrana, de prostituta. Y si siempre teme ser vista de la forma en que va, ahora teme ser señalada como puta.

Cuando llega L, puntual, J ya está esperando sentado a una mesa. La ve entrar, si la joven se siente puta, J, que sabe que lo es, y se fija en lo que muestra. Vuelve a pensar en que es muy guapa, pero una puta y como tal aparece. Las ropas que lleva son de puta. Enseña demasiado. La falda muy corta, lo mismo que la blusa, que deja una franja desnuda en la cintura. El contoneo descarado. Llama la atención. No parece que quiera disimular su estatus. aparece como una puta para nada sofisticada, barata.

“Pero es muy guapa.” – Vuelve a decirse.

“El club va a hacer un buen negocio con ella.”

Recuerda el marcaje de su condición en el coño. Siente el deseo de dejarse de disimulos e ir al burdel y pedirla.

“Voy a ser el único que no se la beneficie…, y T… Si la viera. Si supiera.” – Sonríe ante esa idea.

L le ha visto y se acerca. Él la mira sin circunspección, como queriendo responder a su anterior  apetencia de putearla. L nota esa falta de moderación, por un momento quiere controlar sus muestras, pero no es posible, sigue andando hasta llegar a donde él está. Se sienta enfrente. L saluda tratando de mantener una cierta normalidad, pero a ella tampoco le sale. Esta violenta y nerviosa. J responde al saludo. L nota la frialdad del trato del hombre lo que la pone en guardia. J comienza a hablar sin ningún preámbulo amistoso o muestra de interés hacia ella y su situación, lo que vuelve a sr indicativo de un escenario anormal, que vuelve a incidir en L, cada vez más intranquila.

.- L, creo que no es necesario andarse con rodeos, ni entrar en unos aspectos demasiado ingratos – ella ya teme lo peor, curiosamente, aunque empalidece, no está tan asustada y perturbada como hubiera pensado – he traído una carta de renuncia para que la firmes, he puesto una fecha atrasada para que aparezcas desvinculada de la empresa un poco antes, y  estuvieras más libre para realizar lo que quisieras, evitando añadir el engaño al oprobio. Simplemente nos dices que has decidido dejar la empresa por motivos personales. Ten, fírmalo, creo que es mucho mejor que sea así y no como un despido, siempre más difícil de explicar.

Ella coge el papel con mano trémula, lo quiere leer, pero no logra concentrarse en la lectura. Quiere decir que piensa que en él se efectuaran las referencias normales, pero no la sale la voz. Firma sin leer.

.- ¿Vas a hacer el anuncio de la comida de gatos? – J, quiere aparentar que no conoce que no lo será.

L se encoge de hombros. – No sé. Supongo que no. – Dice con apenas voz.

.- Para evitar crear problemas a MCM que se han portado muy bien en todo este asunto de ser una modelo, he traído otra carta de renuncia para ellos. En realidad no tienes ningún compromiso, creo.

L reconoció:

.- No, creo que no.

.- Pues entonces mejor. Se dice algo parecido a lo que acabas de firmar.

L firmaría también la otra carta. Luego es capaz de preguntar:

.- ¿Quiénes lo conocen?

.- No lo sé, pero estas cosas se trasmiten como la peste.

.- ¿Desde cuándo...?

.- ¿Se sabe en la empresa? – Es J quien acaba la pregunta.

Ella hace un gesto afirmativo.

.- Desde hace poco.

.- ¿Quiénes?

.- Muy pocos. Se ha tratado de que lo conozcan los menos posible. Y así queremos seguir.

.- ¿Y tú?

.- Algo más.

.- ¿Cómo...?

.- Bueno, eso no importa, prefiero no hablar de ello. ¿Tienes necesidad de dinero? - L se encoge de hombros, como si eso no la importara. - Llámame si lo necesitas.

.- Gracias.

Cuando J se va, dejando a L con sus pensamientos, ésta se percata que su modus vivendi en esos momentos es su trabajo como prostituta en el club; que ahora era muy importante mantener esos ingresos, de los que tendrá que vivir en un futuro inmediato. No puede ir a pedir a nadie. no se atrevería ni a presentarse ante quien pudiera conocer que es una puta. J no ha ofrecido ninguna liquidación, ella ha firmado su renuncia y eso no la daría derecho a nada, tiene que pagarse sus gastos con los ingresos del club. Había pensado en despedirse de forma inminente y ahora se tiene que plantear cómo puede vivir. Pero no es solo eso, lo sucedido ha supuesto cercenar sus ya escasas ganas de lucha, de oposición a su situación, de búsqueda de otra fuente de ingresos. Ya sabe que será muy difícil encontrar otro trabajo. Y no iba a concluir con eso su particular martirio.

Una vez firmada la renuncia de L, J llama al director del club para comunicárselo. También quiere solucionar el tema de la presencia de L en el club, planteándole que se la lleve a otro burdel de la cadena, fuera del país.

.- Estaríamos dispuestos a colaborar financieramente en la operación.

.- Que supone un lucro cesante para nosotros.

.- Y que no deseamos que tengan.

30  Colocación del rabo

Y sería el propio club quien aportaría la solución a las vacilaciones de L sobre su futuro. El siguiente día sucedería un acontecimiento decisivo para L. La llamaría el director del club, en presencia de la gobernanta y de la señorita Laura la comunicaría su nueva situación.

.- Marrana, el club ha decidido acogerte como marrana por lo que se te marcará con el rabo distintivo.

.- ¡Ah! – Curiosamente, L no sabe si alegrarse o rechazar la oferta, que más parece una orden. Supone la seguridad en la continuación en el club, y con ella de unos ingresos que le son precisos, pero es la oficialización definitiva de su condición de prostituta, y con ello la consumación de todos sus temores, entre ellos el más importante, que conocida su situación, comiencen a aparecer por el burdel sus antiguos amigos.

.- Es el mayor honor para una marrana. Tienes que firmar el contrato con el club. Ya habías firmado un compromiso previo, pero ahora vas a firmar un contrato laboral pleno, que te convierte en ramera del club. – L escucha pálida, anonadada, es consciente de que está ejerciendo como ramera, pero hacerlo conforme a un contrato laboral en el que se especifica que su trabajo es el de una prostituta, la deja completamente abrumada, vencida, denigrada. El director no ha querido evitar a L lo más doloroso de su situación, primero porque encuentra en esos métodos el medio más eficaz de romper cualquier resistencia que pudiera presentar la joven, después por hacer más fácil la aceptación de lo que deseaba de ella. – Creo que es importante para ti saber que en lugar de ejercer tu oficio de ramera en este club, se te enviará a una de nuestras casas fuera de este país, donde, estoy seguro, te encontrarás muy a gusto, mejor que aquí.

Era otra noticia inesperada, pero que supone apartarse de la humillación que más teme, aunque no hubiera pensado en que se pudiera tomar con ella ese tipo de decisiones sin ni siquiera pedir su opinión, pero resultaba un alivio a sus peores temores. Desaparecer significaba dejar de ver, de ser vista por sus conocidos, que no sabrían donde estaba, por lo que podría regresar una vez pasado todo aquello. Quiere olvidar sus apariciones como puta, en las que ha dejado constancia de serlo y ejerciendo en un burdel.

.- ¿No se diría dónde estoy? - La pregunta sale incontrolable, poniendo de manifiesto cual era su principal preocupación. El director sonríe conocedor.

.- No acostumbramos a decirlo.

.- Pueden preguntarlo. - Ella insistía en sus miedos.

.- Pocos sabrán donde has ido. ¿Acaso prefieres quedarte aquí? - El director volvía a su sequedad habitual, que hizo temer a L por un cambio de opinión.

.- No, no, prefiero irme fuera.

.- Yo también creo que es lo más conveniente... para ti. - Miraba a L serio.

.- Sí, sí, muchas gracias.

El director continuaría con su exposición, que L escuchó, pero con la mente puesta en su desaparición, que se había convertido en el motivo más satisfactorio que podían presentarla. Casi estaba contenta de la oferta, de que la ofrecieran ese contrato, y poder escapar de allí.

“No me van a ver. No me van a ver.” – Se decía una y otra vez, siendo esa idea razón más que suficiente para aceptar la oferta, que seguiría escuchando de boca del director.

.- En el contrato se establece un horario de 40 horas semanales, de trabajo efectivo, y las obligaciones que ya conoces. No es necesario comentarte nada pues todo te es conocido. Ahora estás viniendo todo el día, pero puede que precises algún tiempo para ti, para solucionar tus asuntos.

.- Creo que sí, señor.

Ella acepta el horario y las condiciones, lo que parece indicar que acepta la situación que los da origen.

.- Es algo que hay que arreglar enseguida, tienes que estar permanentemente disponible para todo lo que se quiera de ti, ya no se te puede permitir permanecer independiente y no sujeta a la disciplina propia de una marrana. Esta casa no acepta que sus pupilas aparezcan como incontroladas, vas a formar parte de una organización que se precia de ofrecer el mejor servicio y eso supone poder atender a los clientes en todo momento, y conforme a sus demandas. Espero que te hayas percatado de ello.

.- Sí, señor. Señor...

.- Habla, marrana.

.- Señor, tengo unos compromisos...

.- Lo sé, marrana, por eso he dicho que hay que arreglar esa situación enseguida para que puedas ejercer tu oficio plenamente y sin interferencias exteriores.

El director conoce la verdadera situación de L y que ya no existe nada que la ligue con su mundo anterior, pero no puede decirlo, por lo que mantiene esa ficción.

.- Señor..., no está en mi mano...

.- Marrana, tú harás siempre lo que se te mande, ahora se te tolera mantener esos compromisos a los que has hecho referencia, pero si no arreglas la situación inmediatamente, romperás con ellos sin más, y después, si surge algo lo plantearás a la señora gobernanta quien te ordenará lo que debas hacer, que será lo que hagas. Espero que hayas aprendido a obedecer como una marrana bien domada.

Pero mantener la ficción sobre los inexistentes compromisos de la joven no supone que se la de libertad de actuación, todo lo contrario, y el director así lo pondría de manifiesto.

.- Sí, señor, como usted mande, señor.

.- Tienes pendiente la realización de unas fotos…

.- Sí, señor.

.- Habla con el fotógrafo y aclara lo que debas hacer. ¿Quién es?

Ella dice el nombre. El director también conoce que no hará esas fotos, como conoce quien es el fotógrafo.

.- Nosotros también hablaremos con él. Quizás sea mejor que lo hagamos nosotros solos y que tú no interfieras.

.- Como usted mande, señor. – Ella no tenía ningunas ganas de ver al fotógrafo y cuanto antes rompiera con él mejor. Lo que quisieran hacer con las fotos que tenían de ella, seguro que lo harían de todos modos. Y si no hacía de modelo, mejor. Qué se lo arreglaran ellos.

.- Como quedan pendientes de pagar buena parte de los gastos de tu doma, que son importantes, así como la inversión hecha en ti, el club tiene la obligación de afianzar su cobro, para lo cual es preciso establecer un periodo de servicio que nos permita garantizarnos la percepción debida. Por ello se te hace un contrato mínimo de 24 meses, que puede ser renovable a voluntad del club por otros 2 periodos de otros 12 meses cada uno, con un periodo residual de otros 36 meses. Mientras subsista el contrato, se te podrá traspasar a otro burdel, bien de nuestra cadena bien ajeno a nosotros, por lo que reste de su duración.

L escuchaba aturdida unas referencias que jamás había pensado podrían concernirla, tenerla por objeto, y por unos periodos de tiempo que casi se escapaban a su comprensión. Eran un total de 7 años comprometidos con el club.

.- Durante los primeros 24 meses se detraerá una cantidad mensualmente para pagar los gastos en que has incurrido, de lo que te reconoces deudora. Como es mucho menos gravoso, y más cómodo y beneficioso para ti permanecer en el burdel que te acoja, vivirás en él, pagando por ello la cantidad estipulada, que también se detraerá de tus ingresos. Después podrás vivir donde te apetezca, aunque permanecer en el burdel será siempre más barato y cómodo, y obtendrás mayores rendimientos, al conseguir mayor trabajo. A pesar de ello, no creo que estés falta de dinero, y si sabes ahorrar, como tratamos de inculcar a todas nuestras marranas, dejarás esta empresa, o aquella a la que se te haya cedido, con una situación económica desahogada, que podrás incrementar si continúas trabajando.

L sigue confusa, ahora lo que la mantiene perturbada es la referencia a los plazos, los tiempos que se obliga a permanecer en el burdel, o en otro. ¿Qué significan esos 36 meses residuales? No lo sabe, pero es un periodo muy largo.

.- Estarás sujeta, en cada momento, a las normas de régimen interno de esta casa o del burdel al que seas traspasada, que te obligas a cumplir, recibiendo los emolumentos prescritos para tu situación y categoría, y por supuesto, los castigos a que te hagas acreedora. Conoces los modos y costumbres de esta casa, y sabes a lo que te comprometes, en el contrato se hace referencia al periodo que llevas prostituyéndote...

.- ¡Ah!

La mención descarnada a lo que hacía en el burdel, hizo que L dejara escapar un gemido de vergüenza. El director continuó como si no hubiera escuchado nada.

.- Comportándote como una más de las pupilas de esta casa, y que se establece como un periodo de prueba, en el que has aprendido lo que supone la permanencia en este burdel, y por tanto, sabes lo que aceptas y a lo que te comprometes. No creo que tengas ninguna duda al respecto, ¿verdad?

.- No, señor.

L había escuchado todo como en una nube, casi como si no fuera con ella, como si no fuera la protagonista, la parte que se comprometía, que se obligaba, que se convertía en una marrana oficialmente, en una prostituta públicamente instituida.

.- Entonces, ponte de rodillas y firma tu compromiso con el club, para pasar a ser una de sus marranas.

El director le entregaba un bolígrafo. L, pensaba en lo poco obligatorios que eran ese tipo de contratos para quien ofrecía su trabajo a una empresa, y aunque se quisiera decirse esas explicaciones, no estaba nada segura de que al firmarlo no se estuviera obligando a todo lo que allí se decía, pero lo firmaría. A continuación firmarían la gobernanta y la señorita Laura como testigos de su compromiso.

.- También firma el conocimiento y ratificación de la póliza de seguros que te garantiza de cualquier riesgo que incurras en el ejercicio de tu oficio de prostituta. No es preciso, pero preferimos que en la compañía conste que conoces tus derechos, y que has firmado con esta casa como prostituta. – L firmó el documento. – Y ahora la confirmación de la solicitud de inscripción en el registro oficial de prostitutas, para que estés legalmente considerada como prostituta y puedas ejercer tu oficio sin problemas, al tiempo que se garantiza el control sanitario idóneo y estés legalmente protegida. Aunque esto lo garantizamos en el club. Pero como se te puede ceder a otros lupanares o patronos es conveniente que tengas las garantías precisas.

El director no soslayaba ninguna referencia ingrata para L, pareciendo disfrutar de aquellas que más insistían en la consideración de puta de la joven, no queriendo obviar que podría ser cedida, traspasada, a un chulo, lo que el director significaba con la alusión a otros patronos, que L no supo apreciar. Como tampoco sabía de la existencia de ese tipo de registro, pero aparecer oficialmente inscrita como prostituta era algo que la superaba. Vacilaba, no sabiendo que hacer.

.- Bastaría con enviar copia del contrato que acabamos de firmar, pero preferimos que sea la interesada quien solicite su inscripción como prostituta en ejercicio de su oficio.

Acabó firmando, y la señorita y la gobernanta, como testigos.

.- Te deseo muchos éxitos en tu oficio. Estás capacitada para ejercerlo, y has sido preparada para que sepas satisfacer las demandas de los caballeros que deseen tus servicios. Ahora serás llevada a marcarte como marrana, adquiriendo la condición de marrana de este club a todos los efectos. Agradece a los presentes el honor que se te hace y humilla ante todos, como primer gesto de marrana.

La colocación del rabo se llevaría a cabo sin ningún tipo de publicidad. La marrana sería llevada a la sala donde se la marcara por primera vez, sujetada a un taburete y con un filamento candente, similar a los de un encendedor de coche, se marcaría el rabo como si saliera de la rabadilla yendo hacia la nalga derecha, y con un dibujo que daba la vuelta sobre sí mismo. – Ningún rabo era igual a otro. – Sería menos doloroso que la marca de marrana.

L no permanecería ni dos días en el burdel. Al segundo día sería avisada de que se la enviaba a otro burdel de la cadena.  Ni siquiera había comenzado a resolver su situación fuera del burdel, ni recogido sus cosas del apartamento en que había vivido, de eso se encargarían en el club, la dijeron. De nadie se despidió ni de nadie quería hacerlo. Saldría ese mismo día. Y tan ligera de equipaje que solamente iría con su pasaporte. Se le habían retirado las anillas y el colgante, que se enviarían al nuevo club. Allí decidirían si querían que los siguiera llevando puestos. No llevaba ni maleta ni dinero. Pero no era esa carencia lo que más sentía. Se daba cuenta que si nada llevaba nada dejaba atrás. Todo lo había perdido. Ahora quería perder también su memoria, y aún más que fueran los demás quienes la perdieran sobre ella. Según se alejaba parecía que dejaba atrás no solo pertenencias, también emociones, como si se liberase de todo lo que la condicionaba. Y el hueco que dejaban esas ausencia comenzarían a llenarlo sus cavilaciones, y después sus designios.

"Esta vez no me voy a oponer, no me van a pegar, voy a ser uno de ellos…, de los que mandan... Seré como las demás, pero sabiendo que no quiero serlo... Les ganaré a todos."

“Y después sin marcas. Haré que me las quiten.”

Cuando la recogieron y se dirigía al coche que la esperaba, lo haría contoneándose con descaro.

Había comenzado su nueva vida.

N. B.

Hoy pongo fin a este relato con la sensación de haberme pasado bastante en la narración de los avatares de L. Al finalizarla quiero enviar un saludo a quienes se han interesado en ella.