L 32

L es castigada en el club

32. Castigo por incumplimientos.

Cuando J comunicó al director del Club que L iba a recibir la llamada del fotógrafo para realizar otra sesión de fotos, el director informaría a J del castigo pendiente, queriendo conocer las intenciones de este sobre las marcas que debería lucir la marrana.

.- La marrana tiene pendiente un castigo que puede recibir antes o después de hacer las fotos. – Aunque J supuso la clase de castigo de la que estaba hablando el director no pudo contenerse de preguntar, ya estaba alterado por el anuncio  y quería confirmarlo.

.- ¿En qué consistirá el castigo?

.- Debe ser azotada y con severidad. – Tanto el anuncio como la aclaración supusieron un salto en la perturbación de J.

.- Y, claro, dejará marcas.

.- Será imposible evitarlo. Por eso le pregunto.

.- Creo que será mejor que no muestre demasiadas marcas o no demasiado fuertes. – J no podía evitar hacer unos comentarios que supusieran nuevas explicaciones sobre el castigo.

.- Ya le digo que será inevitable que la marrana resulte marcada, por lo que será mejor posponer los azotes hasta después de haber realizado las fotos.

.- ¿Con qué se la…  castigará? – Evitó emplear el término, azotará.

.- Con la caña. Cuando se la vaya a azotar le avisaré, por si quiere presenciar el castigo. – La explicación volvió a alterar a J.

.- Muchas gracias. – Agradecía perturbado y con deseos de seguir escuchando. El director, que había comprendido, le estaba ofreciendo lo que, pensaba, quería oír J. – Pero, eso implicará que habrá espectadores. – Afirmaba buscando la confirmación, cada vez más alterado.

.- Cuando el castigo de azotes es de suficiente entidad se suele hacer públicamente…, para un grupo selecto y entendedor, que sabe disfrutar ese tipo de demostraciones.

.- ¿Y son muchos? – Preguntaría ansioso y perturbado.

.- No, no deseamos incrementar la oferta.

.- Pero… se sabrá quienes

.- O no. Si alguien desea presenciarlo sin ser visto, lo puede hacer. Si quiere puede venir sin problemas.

.- Gracias. – J se daba cuenta que su agradecimiento implicaba que estaba dispuesto asistir.

.- Se lo recordaré unos días antes.

.- Muchas gracias. – Volvía a agradecer y a dejar patente su disposición.

La conversación de J con el director del club tendría su correspondencia en la de L con la gobernanta el día en que, después de avisada por el fotógrafo para hacer la segunda tanda de fotos, hubiera de pedir permiso para acudir a la sesión fotográfica. Lo haría fuera del plazo establecido cayendo en causa de castigo y llevaba varias, e iba a tener otra sorpresa.

.- Y tienes pendiente un castigo especial por los incumplimientos durante el fin de semana que se te concedió permiso para salir del burdel. Se debería aplicar inmediatamente y ambos juntos.

.- ¡Ah! Señora. – L no pudo evitar una queja asustada, unir ambos castigos supondría uno muy duro.

.- ¿No pretenderás decir que es un castigo injusto o que no se te aplique?

.- No, no señora gobernanta. Solo que… no lo soportaré… podía dividirse en dos..., provienen de hechos diferentes.

.- Nada de hechos, de faltas y muy graves.  – Corrigió la gobernanta.  – Ya se ha sido demasiado benevolente contigo. Deberías ser azotada de inmediato.

.- Señora, permítame...

.- ¿Qué quieres, marrana?

.- Le ruego que aplique el castigo el día del incumplimiento..., hoy, aún no he incumplido…, y tengo que hacer unas fotos.

.- Pero sabes que incumplirás,  y no quiero aplazar más un castigo, que como se entere la señorita Laura, no te arriendo la ganancia. Son demasiados días de espera y no puedo mantener por más tiempo esta situación.

.- Pero, señora...

.- ¡Marrana¡ ¡Sin discusiones¡ ¡¿Cómo se contesta?¡

.- Como usted mande señora gobernanta.

.- Bien. Debería incrementar el castigo por esta muestra de rebeldía, y veremos si lo hago. Dada la situación y como el castigo no creo que baje de 20 azotes – siendo benévola – más la propina por rebeldía, se realizará públicamente.

.- ¡Ah! - L no sabía a qué se refería pero no sonaba nada bien. – Señora...

.- Quieres saber a qué me refiero, pues a lo que la palabra indica, será en presencia de terceros.

.- Y... y ¿quiénes serán?

.- Eso no es de tu incumbencia. Tú estás aquí para atender a todo el que te honre solicitando tus servicios, y hacer todo lo que se te mande sin rechistar.

Pero era un nuevo temor que se apoderaba de ella, pensando que entre quienes presenciaran el “espectáculo” hubiera alguien que la conociera.

El director se limitaría a acomodar a su conveniencia el castigo, retrasándolo hasta después de la realización de las fotos. Ese tipo de castigo ofrecía unas posibilidades especialmente provechosas para el burdel, al tiempo que permitía incidir en la doma de la marrana, sujetándola más. El director conocía lo que suponían los azotes con la caña cuando eran de suficiente severidad, y como en lugar de provocar el rechazo y la huida actuaban de modo opuesto, haciendo comprender a la marrana la inutilidad de sus intentos de huida ante quienes tenían la fuerza y determinación para mantenerla bien sujeta. Era un castigo muy duro, pero, por eso mismo, actuaba con contundencia también en lo psicológico, tanto en el temor a su repetición, como demostrando el poder y firmeza de quienes estaban sobre ella, al tiempo que, paradójicamente, ofrecía seguridad y protección a quienes estaban sometidos a alguien que era capaz de mantener su autoridad y mando, sin concesiones ni debilidades, generándose las reacciones típicas entre puta y chulo, aquella soportando las exigencias y castigos de este, a cambio de sentirse protegida de los peligros, reales o figurados, que la acechaban.

El castigo que debía recibir la marrana, solía realizarse ante clientes aficionados a esos espectáculos. Se ofrecían con discreción y solo a quienes se conocía desde hacía tiempo, evitando todo riesgo de caer en una situación comprometida. Por supuesto, el club recaba, formalmente, la conformidad de la marrana castigada, que aparecería como parte consentidora y beneficiaria de un lucro económico importante. En la realidad, los castigos eran tales y no producían ningún beneficio económico a la marrana castigada, aunque formalmente apareciera como receptora de aquel, detrayéndose de los haberes normales para pasar a ser una retribución especial.

J recibiría la comunicación del director sobre el evento, al tiempo que la invitación a presenciarlo. J, que ya conocía que se iba a producir, no podría evitar, primero la conmoción, y después la alarma que le causaba una demostración de ese estilo. Pensaba en la violencia del castigo, que pudiera, incluso, afectar a la apariencia de la marrana y por ende a su rentabilidad. Y sería en ese aspecto en el incidiría J, recibiendo la explicación del director.

.- Aunque tratamos estos asuntos con la prudencia y reserva que es menester, no crea que es algo muy cruel. Piense en que hasta hace muy poco, eran castigos que se practicaban en las escuelas. Nosotros somos los primeros interesados en conservar en buen estado a nuestras marranas, sin obviar el cumplimiento estricto de los castigos que hayan merecido. Cuando tienen una entidad que permite ofrecer un espectáculo a quienes gustan de este tipo de demostraciones, lo proporcionamos. En un negocio como este hay gran diversidad de gustos y fantasías que, en la medida de lo posible, tratamos de satisfacer, para mantener afecta a la clientela. Pero sin que puedan suponer motivo que nos origine problemas de ningún tipo. Si quiere presenciar el castigo de su marrana, estaremos encantados de tenerle entre nosotros. Como sé que no quiere ser visto, podrá presenciarlo desde una habitación contigua a través de un espejo trucado y escuchar a la penada por un altavoz.

J no se resistió, aceptando la invitación. A la hora fijada estaría en el club, el director le acompañaría a un pequeña sala, aneja al lugar donde tendría lugar el castigo, cuando entró en ella, pudo ver la sala donde debía tener lugar el castigo a través de un cristal que solo ofrecía la visión desde el lado en que estaba J. La sala no era muy grande. En la cabecera había una especie de caballete con correas en las 4 patas, cuyo fin no era difícil de adivinar. Formando un semicírculo alrededor del caballete dos filas de sillones.

Cuando estaba contemplando la sala J escuchó unos sonidos que se acercaban, para su alteración vio aparecer a L, completamente desnuda, con las manos detrás de la cabeza y caminando de forma que elevaba las piernas hasta hacer chocar las rodillas con las tetas. J se percató de la forma en que mantenía la postura, recta, con los codos hacia atrás, la mirada al suelo, que evidenciaba un esfuerzo y exigencia evidente. A su lado, ligeramente retrasada, una criada con una caña parecía dirigirla, y detrás otra joven, también desnuda. Sin duda otra marrana. J, completamente confuso y perturbado, vería como se acercaban al caballete, hasta quedar ante él, L manteniendo los movimientos.

.- Marrana: ¡alza la testa! – L alzo la cabeza para quedar mirando hacia arriba, sin descomponer el resto de su postura, y continuando con el movimiento. - ¡Quiero oír bien el choque de las patas en las tetas!

L se esforzó en elevar las piernas. J pensaba que suponía un ejercicio nada sencillo de realizar, y que debía exigir mucho entrenamiento.

ZAS

L gimió con el golpe dado con la caña sobre uno de los muslos para animarla a hacerlo bien. J añadiría la caña a su idea sobre el entrenamiento necesario para efectuar el movimiento.

Después de tener a L realizando esos saltos durante un par de minutos que debieron ser muy cansados y sin que se escatimara el uso de la caña, la criada ordenó a L que se detuviera y después se tumbara sobre el soporte. J, que casi no había observado a la marrana, completamente abstraído en los saltos que esta realizaba, ahora miraba, cada vez más perturbado y excitado, la preparación de la marrana para recibir los azotes. sería la otra chica quien se encargaría de hacerlo, mientras J no perdía detalle, dirigiendo su mirada a todo lo que ofrecía una muestra de la joven marrana, con los colgantes, las marcas en el sexo y en el muslo. Todo ello decía de la situación de L, indicando lo que era. J lo contemplaba una curiosidad que nunca decrecía a pesar de que ya conocía el sometimiento de L, y que se acompañaba de confusión y alteración, mientras el director, que permanecía callado, miraba con una sonrisa su expresión sorprendida y turbada.

La marrana, una vez colocada sobre el caballete completamente desnuda, sería sujetada por los tobillos y las muñecas a las patas del soporte, y se le colocaría una especie de bocado que ella mordería. Lógicamente, ofrecía el culo a la sala, pero para que se pudiera apreciar el rostro de la joven había un espejo enfrente de la cara de L, que permitía contemplar la expresión de su rostro. Al lado, una vasija con varias cañas. la joven que había atado a L quedó a un lado, separada del taburete.

J se fijó en el rostro de L, un poco desfigurado por el bocado, lo que no permitía conocer bien su expresión. La saliva se escapaba por las comisuras de los labios, indicando que no le era fácil tragarla. Luego, J miraría el culo desnudo, prominente, turgente, apetecible. Sobre él se percibían algunas señales, que indudablemente serían de otros castigos. Pero a J lo que más le alteraba era ver a la joven, a la misma que conocía de su empresa, desnuda, sujeta a un taburete para ser azotada, cuando hacía tan poco había pretendido y casi conseguido, convertirse en una directiva importante, y ahora ofrecía la imagen tan opuesta que era imposible pensar  que siquiera fuera una joven profesional.  J volvería a fijarse en las marcas, tratando de verlas lo mejor posible desde la situación en que se encontraba. Ahora le hubiera gustado estar en la sala y poder acercarse a contemplar lo que quisiera. Atisbó el sexo, y en el color de los números y el colgante, miró las anillas en los pezones. Se preguntó que estaría pasando por la mente de la joven.

"Quizás solo este pensando en el castigo."

"Ahora poco la importará lo demás. Quizás ser vista, reconocida."

"¿Tendrá experiencia de otros castigos?"

Pensó que ya estaba no solamente ahormada sino domada y sometida a la disciplina del burdel. Y lo que iba a presenciar no haría más que confirmar esa apreciación.

El director, que no había intervenido para evitar distraer a J de la contemplación de la marrana, le explicaría que podía seguir el castigo directamente a través del cristal, o bien por tres monitores que ofrecían otras tantas perspectivas. El propio director los iría encendiendo para que J pudiera ver lo que mostraban. El primero ofrecía un primer plano del culo, otro una visión más amplia de la acción, y el tercero el rostro de la joven. Luego le dejaría allí, invitándole a beber una copa. Había bebidas colocadas sobre una especie de aparador. Se sirvió una, pero lo que quería era ver a la marrana. Estaba completamente absorto en la contemplación de ese culo que iba a ser castigado, que ahora podía ver en toda su plenitud en la pantalla, con números y colgantes en el sexo. Pensó que era el culo de una puta de ese burdel. Era consciente de haber conseguido lo que pretendía, pero no se sentía satisfecho.

“En el fondo ha sido una lucha desigual. Era demasiado fácil meter a la marrana en la pocilga.”

Enseguida comenzó a pasar gente a la sala, que ocuparon los asientos puestos en frente y a los lados del taburete. Cuando estuvieron en sus sitios, el director entraría en la sala, seguido por una joven desnuda, adelantándose hasta el taburete, después de saludar a los presentes, explicaría el castigo.

.- Como siempre en estos casos, es debido a una falta muy grave cometida por la marrana infractora, que ha sido castigada con 23 azotes, con la caña, - al decir el número se escuchó un murmullo, que J no supo si era por considerarlo elevado y si era así si producía satisfacción o aprensión - que serán aplicados inmediatamente, por una de sus compañeras, experta con la caña. Después, naturalmente, la marrana quedará a la disposición de todos. Como siempre en estos casos, será ofrecida para ser usada solo por la boca. Esperamos que todo ello sea de su agrado y les complazca tanto como, después, lo hará la marrana, si eso les apetece. Por supuesto, también podrán usar de su compañera, esta sin restricciones. Y de todas las demás. La castigada se les ofrecerá después de pasar un control sanitario. Marrana, comienza el castigo.

La joven se aproximó a L, la acarició la mejilla con suavidad, luego pasaría la mano por el culo de la joven penada, actuaba con delicadeza, como queriendo trasmitir una sensación de confianza, que solo prolongó un momento, para después coger una caña de la vasija, se colocó a un lado del taburete, probó la flexibilidad de la caña, luego tomó la distancia al culo de L, con unos golpes ligeros, que crisparon a L, consiguiendo que tensara piernas y brazos, mientras su compañera fue repitiendo los golpes hasta conseguir que L se fuera relajando un poco. Después, sin más, alzó la caña lanzándola sobre el culo de su compañera, produciendo un ligero silbido, al que siguió un golpe y a este un grito, que se escapaba de la boca de la castigada, sin que el bocado pudiera controlarlo. Sin duda se quería que el grito acompañara al golpe, como muestra adicional de la dureza del castigo. J, que había presenciado todo el desarrollo, por un momento tenso y hasta asustado, temeroso de los efectos del golpe, ahora miraba la expresión del rostro de L, convulsionado por el dolor. Miró el culo para ver la marca dejada por la caña, contemplando como cambiaba de color, desde uno blanco hasta convertirse en dos líneas paralelas enrojecidas. Estaba absorto en ello, sin darse cuenta del tiempo que había pasado desde que la caña cayó sobre el culo. Vio como la chica elevaba otra vez el brazo, luego lo mismo, el ligero silbido, de inmediato el golpe y el grito, con sus efectos sobre el culo de L.

Al tercer golpe, el grito se convirtió en aullido y los tirones sobre las amarras que sujetaban muñecas y tobillos, en violentas convulsiones, lo mismo que el movimiento de la cabeza. Era evidente que el dolor resultaba insoportable. La marrana que aplicaba el castigo, lo hacía muy bien, había colocado los tres golpes en una sucesión descendente. El primero estaba en la parte más alta del culo, los dos siguientes descendían en paralelo. J se fijó en ella, era una joven muy guapa, como de unos 24  o 25 años, pensó que la experiencia con la caña la habría adquirido en aquel lugar, lo que hacía no se correspondía ni con su físico, ni con su rostro, todo en su cuerpo aparentaba delicadeza, que incrementaba su melena rubia, aunque sin duda era una mujer fuerte. Dejaba aproximadamente algo más de medio minuto entre golpe y golpe, como si quisiera que la penada pudiera saborear cada golpe.

J pensó que no sería así como castigaran en las escuelas. Lo que estaba presenciando era un castigo demasiado duro, y L solo había recibido tres golpes.

“Ahora, porque ha debido recibir bastantes más en esta casa. No comprendo cómo puede soportarlo. Esto puede ocurrir una vez, pero después, nadie ofrecería la oportunidad de volver a pasar por ello.”

Los golpes continuaron cayendo, produciendo en L auténticos alaridos, hasta que comenzó a calmarse, entonces, la joven que la castigaba, la dio un poco más de tiempo, primero dejando un momento para que se recuperase, durante el que se acercó a L para comprobar el estado en que tenía el culo, después, al recomenzar el castigo, espaciando más los golpes. Resultaba claro que quería que degustara el castigo plenamente.

J contemplaba el culo, ya marcado con más de una docena de golpes, perfectamente aplicados, manteniendo las distancias, solo un par de veces se habían aproximado o separado demasiado. No debería ser fácil conseguirlo, J se dijo que, aunque fuera un castigo muy duro, la joven que lo realizaba, al evitar que los golpes se cruzaran estaba haciendo un gran favor a su compañera, evitando también, que se rompiera la piel, aunque en algún punto, ya apareciera un rastro de sangre. J temió que con los que faltaban no fuera posible mantener la misma limpieza y que L saliera del castigo con algún corte más profundo en su carne.

“Sabrán lo que se hacen. No les interesará estropear a una nueva marrana. Pues ésta no sale de este burdel. Eso es seguro.”

La segunda parte sería muy parecida a la anterior en cuanto al castigo, pero no así en cuanto a la castigada, que iba perdiendo fuerzas paulatinamente, quedando más insensible con cada golpe. Insensible en cuanto a la capacidad de reacción, pero no debía ser lo mismo en cuanto al dolor. J temió que se fuera a desmayar, pero la chica que la castigaba sabía acomodar los golpes a la situación de L, dejándola el tiempo suficiente para que se recuperara lo necesario para poder continuar con plena consciencia.

Los últimos golpes también los sufrió J, asustado de que L no los soportara y de que la chica no mantuviera la perfección de sus trazos sobre el culo de L y acabara rompiendo la carne si cruzaba los golpes, lo que ocurriría en alguna ocasión, que hizo que J no pudiera evitar el susto y la alteración cuando contempló como surgía la sangre en varios lugares. Los golpes descendieron a la parte más baja del culo, sobre la molla que se forma en esa zona, produciendo un incremento en la respuesta de L, que volvió a gritar en alaridos, poniendo de manifiesto que el dolor era mayor que en los anteriores golpes, que ahora caían sobre la parte alta de los muslos, donde produjeron algunas heridas.

Al finalizar el castigo los presentes aplaudieron demostrando el  aprecio por su buena realización. La marrana saludó con una reverencia, se acercó a su compañera, la hizo una caricia en la mejilla, y poniéndose en cuclillas, la dio un beso. Luego se retiro. J supuso que esperaría a quien quisiera usar de ella, como había ofrecido el director. Tuvo que decirse que él mismo la hubiera pedido, si no tuviera que esconder su presencia allí.

“Supongo que no seré el único a quien apetezca tener a esa joven.”

Miró, en la pantalla, el rostro de L, aparecía caído, sin que la joven tuviera fuerzas para mantenerlo mínimamente dominado, crispado y sudoroso, expresando la dureza del castigo. Luego miró el culo, que suponía la otra manifestación del castigo, con las marcas de los golpes y los pequeños hilos de sangre que resbalaban por nalgas y muslos.

Los presentes en la sala se fueron levantado de sus asientos, pero en lugar de dejar la sala, se acercaban a L, examinando el estado de su culo, luego se iban, cuando todos hubieron salido apareció un hombre que también se acercó a L, a quien quitó el bocado, comenzando a eximirla, acabado el reconocimiento, el hombre cuidaría las heridas. J lo presenciaba todo con curiosidad y sin deseos de dejar de contemplar ese culo pleno y redondo, que aparecía cruzado por unas surcos dobles, enrojecidos y amoratados, que le otorgaban un aspecto que para J tenía un especial valor y significado, viendo en él la manifestación de la situación de la joven, y la realización de sus objetivos, al tiempo que no podía evitar desear ese culo que se mostraba tan asequible y disponible. La joven reaccionó a las acciones del hombre que curaba sus heridas, lo que indicaba que debía estar haciéndola daño, cuando hubo concluido la cura dejó la habitación. Entonces sería el director quien aparecería en busca de J.

.- ¿Qué le ha parecido?

.- La marrana está completamente sometida, de otro modo no hubiera soportado este castigo.

.- Es cierto, pero eso no es óbice para que pueda tener algún tipo de rehúse, ni que su sometimiento sea, en buena medida, consecuencia de saber que no se ha comportado como debía. Ha cometido una serie de faltas que han motivado el castigo, lo sabe y sabe que es justo castigarla.

.- Me refiero a la forma, a la dureza. No puede volver a ponerse en trance de soportarlo... – Iba a seguir explicando que, por tanto, estaría decidida a escapar de aquel lugar, simplemente para no correr ese peligro, pero el director no dejó que continuara, ofreciendo su propia explicación.

.- Claro, por eso se portará como sabe que debe hacerlo, para no arriesgarse a ser castigada otra vez. Aunque lo será, y con cierta frecuencia. Las marranas acaban haciendo lo que no deben y recibiendo los azotes que merecen. Pero tienen una piel dura, que puede con todo, y saben que es por su bien y el del burdel, y lo aceptan. Peor sería que no se las castigara, entonces, todo lo que es orden, disciplina, respeto y buen servicio, se convertiría en desorden y comportamientos inapropiados, y por supuesto, también entre ellas. Los buenos clientes dejarían de acudir y con ellos descenderían sus haberes y se incrementaría la inseguridad. Perderían lo mejor de lo que tienen. No, no quieren eso, prefieren ser castigadas.

.- Pero, L...

.- La marrana. – Corrigió el director, que ahora miraba a la sala y a los monitores, mientras J se había vuelto, colocándose de espaldas a todo ello, para atender al director.

.- La marrana, no está en esa situación. No creo... – Miraba al director, interrogante.

.- Está a punto. Solo a la espera de ponerla ante la situación límite. Ya está pasando algunas, por lo que será conveniente mantener ese ritmo y llevarla a donde no pueda volver.

.- ¿Qué propone?

.- Vamos a esperar a que se efectúe la presentación de la que me ha hablado, y según resulte, daremos el siguiente paso.

.- ¿Cuál será?

.- O insistir frente a sus colegas, o hacerlo ante sus amistades. En ambos supuestos, apareciendo ante ellos como una ramera, oficialmente ramera, si es que es necesario, que cada día estoy menos convencido de que lo sea. Pero de tener que hacerlo soy partidario de hacerlo casi a la vez, de forma sucesiva, que ella sepa que no hay posibilidad de disimulo ante nadie de los que le importan.

.- Y eso, se haría

.- Inmediatamente. La marrana está bien preparada y dispuesta. El propio castigo que acabamos de presenciar demuestra que acepta su situación de manera muy plena.

.- Si fuera preciso que yo hiciera algo, ya sabe

.- La colaboración que podemos precisar sería indirecta, y principalmente en el supuesto de que ustedes tuvieran interés o gusto porque la presentación fuera presenciada por alguien en particular. Nosotros tenemos la suficiente información de la marrana para poder presentarla, como una prostituta, ante los que a ella no le interese aparecer. Lo que dicho sea de paso, es lo que ya es, y ella lo sabe.

.- ¿Usted cree?

.- Es seguro, aunque trate de pensar que no lo es y que, aún, puede escapar. Pero cada vez está menos segura de que eso sea posible.

.- Bueno, pues hagan lo que crean conveniente.

.- Siento que no se pueda quedar a disfrutar de la marrana, de ésta y de las demás. Espero que no sea así cuando acabe la doma. Por cierto, la marrana se está haciendo muy bien al burdel y a sus compañeras. Estos días de estancia en él están produciendo unos efectos muy positivos.

.- Me va a decir que la gusta el lugar. – J lo decía con tono burlón.

.- Al menos comienza a notar que también tiene cosas buenas. Las chicas son agradables y la ayudan... – Ahora sería J quien le cortara.

.- Como la de esta tarde.

.- Ha sido nuestra marrana quien la ha elegido para que la azote, y ha hecho muy bien. Como habrá visto, es muy hábil con la caña, lo que evita hacer heridas graves en la castigada, y pega con suficiente fuerza como para que nadie pueda poner en duda que el castigo se realiza como está mandado, sin trampas de ningún tipo. Un buen experto, quizás pueda hacerlo mejor, pero la dureza sería mayor y también las heridas. La marrana tendrá el culo dolorido durante unos días, pero acabará curando y desapareciendo las heridas, y eso es lo que más importa a una marrana. Mañana agradecerá a su compañera el buen trabajo.

.- ¿Y a ustedes? – De nuevo el tono burlón.

.- Tómeselo en serio. Estoy seguro que también agradecerá a su cuidadora sus atenciones. Eso sí, tendrá que dormir boca abajo y atada a la cama para que no se pueda girar, y eso durante los próximos días.

.- Me permito cierta sorna, pero no porque esté tranquilo, ni no me lo tome en serio. Me parece todo tan inusual, tan incomprensible, que estoy temiendo que se rompa en cualquier momento. Eso es lo que temo.

.- No es el primer caso en que veo esa reacción, pero usted está comprobando que la joven tolera y soporta, y cada día más. Y le digo que solo falta el paso definitivo y que ese le podemos dar en cualquier momento, esperamos al más apropiado para ustedes, nosotros ya lo hubiéramos dado y la marrana ya estaría inscrita en el burdel como una ramera más.

Ese comentario hizo que regresaran a J las perturbaciones que la idea de tener a L inscrita como prostituta hacía que surgieran en él. Quería que el director detallara más.

.- Y esa inscripción ¿qué efectos tiene?

.- La ramera es considerada oficialmente como tal, al estar este establecimiento legalmente considerado como un burdel. Por eso es muy conveniente que la tengamos como pupila.

J, escuchaba alterado, pensando en L y en su situación de ramera legalmente inscrita como tal.

.- Bien, hagamos la presentación, si lo quieren sus nuevos patronos, y veamos lo que resulta y según eso, haga usted lo que considere más apropiado.

.- Lo que le pido es que insista en que se haga cuanto antes. deberíamos concluir este asunto. todo tiene su tiempo y no es bueno que se pase.

.- Lo haré. Yo también quiero acabar cuanto antes.

.- Ahora, si le apetece, puede quedarse a presenciar el uso que se hace de la marrana. – El director miraba a J con una sonrisa divertida, este no reaccionaba, no era capaz de comprender la oferta, aunque la entendiera. – Puede hacerla más grata haciendo uso, usted también, de otra marrana. ¿Qué le ha parecido la que ha castigado a nuestra marrana?

La propuesta no dejaba indiferente a J, que dudó en aceptarla al completo, pero no quería ser visto más de lo estrictamente necesario, y menos ese día y a esa hora. Podía quedarse a presenciar el uso que hacían de L, pero nada más, pero esto era demasiado apetecible para desecharlo.

.- Ya que usted me lo ofrece, me quedaré a ver a nuestra marrana, pero nada más.

.- Ya verá como sabe comportarse como una buena marrana.

.- Aunque no lo pongo en duda, hoy no debe de ser el día más ilustrativo.

.- Ya se la ha examinado para asegurarnos de que está en perfectas condiciones para su uso. Enseguida comenzará a servir a los señores que la concedan el honor de usarla. Y ya verá como sabe corresponde al honor que se le hace.

Cuando el director se marchó, J miró lo que sucedía con L, la habitación, estaba vacía, se había producido una variación, el taburete donde estaba sujeta L había sido girado de forma que ahora la joven quedaba ofreciéndose de lado a la visión de J. Enseguida entraría un hombre, J pensó que debía de ser el primer cliente, miró a los monitores, ahora ofrecían un primer plano del rostro de L, otro del culo, y el tercero un plano más general. J miraba todo entre la excitación de lo que veía y la expectativa de lo que llegaría, con la curiosidad  de ver como respondía L. Ya le resultaba difícil admitir como normal lo que estaba pasando, por lo que preveía que iba a suceder superaba su comprensión, quizás por eso necesitaba verlo. Y lo que vería no dejaría de asombrarle. A pesar de todo lo que conocía sobre los comportamientos de L en el burdel, contemplarla en acción superó lo que esperaba. El cliente se colocó delante de L para ofrecerla la verga, que colocó ante su boca.

.- Marrana en servicio y obediencia, señor. – L escuchó la presentación de L estupefacto y sin poder evitar la excitación que comenzaba a manifestarse de manera difícil de controlar.

L permanecía con las manos atadas a las patas del caballete, por lo que únicamente podía utilizar la boca para complacer al cliente, y eso sería lo que haría, y para asombro de J, empleándose con una dedicación, entrega y habilidad, que no solo superaban lo que este podía suponer, sino que demostraban la superación del dolor que aún debía de ser muy intenso, poniendo de manifiesto la magnífica doma que había detrás de esa conducta. J no pudo por menos de pensar en el bien hacer de aquel lugar y en el acierto de su elección, mientras contemplaba, y lo podía hacer directamente a través del cristal y por los monitores que seguían mostrando a la joven, como L se esforzaba en complacer al cliente.

J presenciaba la aplicación que ponía L en tratar de hacer la mamada lo mejor posible. Si el hombre empuja para conseguir que la verga penetrara lo más posible en la boca de L, esta echaba el rostro hacia delante para que quedara en línea con la garganta y poder acogerla mejor en su boca, hasta que estuvo completamente en ella, penetrándola hasta el fondo en cada golpe de polla. J no podía evitar pensar en que la carne que llenaba la boca de la joven suponía un obstáculo a la respiración, lo que hacía que temiera por L, al tiempo que, ese mismo hecho, añadía un motivo más de excitación, que le hacía desear que el hombre mantuviera la verga más tiempo en la garganta de la joven, sin que esta pudiera hacer nada por evitarlo, y el hombre lo haría hasta que L daba señales de no poder continuar, entonces el hombre dejaba salir la verga lo que sucedía entre la tos de L envuelta en la saliva que a borbotones se escapaba de la boca.  El hombre repetiría la maniobra varias veces, resultaba evidente que le gustaba que la joven tragara toda su polla, mientras L lo hacía cada vez de forma más completa y alargando el momento, mientras J miraba con delectación y excitación, queriendo que ese momento continuara incrementándose como si fuera él mismo quien disfrutara de la mamada. Luego, el hombre, haría que L chupara los testículos, lo que esta realizaría con una habilidad que resultaba más patente debido a la postura en que se encontraba, para regresar después a la boca donde la joven volvería a chupar la verga hasta conseguir que se corriera en ella. L tragaría todo, esta vez sin que escapara de su boca ni saliva ni nada de lo que el hombre dejó en ella, volviendo a demostrar una habilidad que solo podía haber conseguido con mucha práctica, a lo que se unía, al menos aparentemente, un ansia y avidez, que tenían que suponer una tremenda exaltación para el hombre que recibía esas muestras de deseo y complacencia con lo que se hacía con ella. El hombre permanecería en la boca de L, que sin moverse, dejaba que se relaja. Cuando la polla se escapó de la boca, L agradecería, provocando otra ola de acaloramiento en J.

.- Gracias señor por regalarme con vuestra potencia.

El hombre la acaricio la mejilla, sin duda estaba satisfecho. Entonces, para mayor asombro de J, L abrió la boca, en un mudo ofrecimiento, que el hombre no pudo rechazar. Aproximo la verga de nuevo a la boca.

.- Hazlo muy despacio.

J comprendía la demanda. No sería fácil soportar las caricias en una verga tan sensibilizada después de haberse corrido tan recientemente. Pero L demostraría su habilidad. En lugar de meterse la polla en la boca, comenzaría a lamer los testículos del hombre, con suavidad, después los iría introduciendo en la boca hasta chupar uno completamente en la boca, luego pasaría al otro, para después dedicarse a la verga, siempre con suavidad y parsimonia, sin ninguna muestra de apresuramiento, como si tuviera todo el tiempo para él, dejando que fuera el hombre quien manifestara como deseaba que continuara, hasta conseguir que se corriera de nuevo en su boca. Esta vez el hombre no aguantaría mucho en la boca de L, al sacar la verga la joven volvería a agradecer.

La última sorpresa que supuso otro salto en la excitación de J, se produciría cuando el cliente, antes de irse, sacaría un billete dejándolo en una jarra que L sostenía en su mano derecha, y que J no se había percatado del momento en que se hizo que la joven la cogiera. Estaba sujeta con una cinta adhesiva. Era evidente que se hacía que L la presentara al cliente en una muda petición de propina, que debería suponer una tremenda humillación para L, a lo que se añadía la respuesta agradecida de la chica cuando recibió la propina.

.- Muchas gracias, señor. Ha sido un maravilloso placer poder satisfacerle y si lo he conseguido esa es mi mejor gratificación. Muchas gracias, señor.

El hombre volvió a acariciarla.

.- Te has portado muy bien ante el castigo. Estoy seguro que serás una estupenda marrana y me gustará mucho volver a usar de ti, y plenamente. Tienes un culo precioso que tiene que ser delicioso  de tomar.

L elevó la cabeza para sonreír al hombre, la mención a su culo había hecho su efecto.

.- Muchas gracias, señor, me encantaría que lo tomaseis. Mi mayor placer será que me permitáis atenderos.

.- Espero verte pronto con la marca de marrana.

.- Gracias, señor.

J no entendía como L podía estar diciendo esas cosas, aceptando esa situación, y después de haber recibido un castigo terrible. No podía creerlo.

“Será la doma. Eso será lo que ella se debe decir, pero no lo puede pensar.”

J comenzaba a estar tan excitado que pensó en pedir una marrana para él. Se contuvo, pero con dificultad. Lo que ya no quería era dejar el lugar, deseaba presencia todo lo que sucediera a L.

Efectivamente, como J había pensado, la jarra en la mano suponía para L una especial humillación, por representar lo que ella no quería ser ni aparecer. Al ofrecerla a los clientes estaba poniendo de manifiesto su vinculación al club como una marrana más, pero no pudo hacer otra cosa. Una vez pasada la revisión médica, una criada se había aproximado y después de colocar las ataduras de la muñeca de forma que permitieran coger la jarra en una postura que estuviera ofreciéndola hacia delante, la sujetó a la mano con una cinta adhesiva, cuando tuvo la jarra en la mano, la criada avisó a la señorita Laura, que entró a explicar la finalidad de esa jarra y lo que debía hacer la marrana.

.- Es para que recibas las propinas con que los señores deseen gratificarte. Es un detalle que se tiene contigo, para que obtengas tu parte por los servicios que se tiene a bien encomendarte y que debes efectuar de modo que los clientes los recompensen con una buena propina. No son usuales las propinas en esta casa, pero hoy se quiere hacer una excepción contigo. Pero te aviso, que ya que se te concede ese privilegio, es para que te comportes de manera que te ganes esas propinas, caso de no hacerlo, te aviso que se te castigaría ejemplarmente, por desidia y por no merecer lo que se te regala. Ya sabes cómo debes comportarte con los clientes que te concedan el honor de recabar tus servicios de marrana. Agradécelo siempre, antes y después, y si tienen a bien darte una propina, agradécela especialmente. Quiero que todos queden tan complacidos que las propinas rebosen de la jarra.

Enseguida aparecería otro cliente, que volvería a usar a la joven como el anterior, recibiendo los mismos agasajos y ofrecimientos, y compensando los esfuerzos de L con otro billete. Seguirían varios.

J permaneció un largo rato contemplando como aparecían clientes, usaban de L, obteniendo siempre de ella un trato perfecto, cuidadoso, entregado, que manifestaba en la manera de atenderles y en el modo de ofrecerse, era admirable tanto en la forma como por las circunstancias,  consiguiendo que muchos repitieran la mamada, lo que era producto del esfuerzo de L por complacerlos y de las manifestaciones que ofrecía de su deseo de volver a servirlos, lo que difícilmente podían despreciar. Todos ellos quedaron más que satisfechos, todos demostraron su complacencia con una buena propina, que iba llenando la jarra.  Cuando J dejó el lugar, habían pasado más de 10, 15 clientes, había perdido la cuenta. L permanecería recibiendo a clientes, algunos siendo repetidores.

Se curarían de nuevo sus heridas, y una vez desatada,  sería llevada a cenar y después a descansar. La criada que se encargaba de ella hizo que se pusiera boca abajo en la cama, atándola las manos, con los brazos puestos en cruz, a los laterales de la cama, para evitar que se girara, apoyándose sobre el culo.

J se quedó con la sensación de que se habían excedido en el castigo, ahora piensa si sería conveniente que la joven apareciera en la presentación con las marcas dejadas por los azotes, le parecen demasiado expresivas, demasiado reveladoras, pudiendo hacer que los directivos de MCM se pregunten qué está pasando. Y lo peor era que no habría tiempo suficiente para que se diluyan las marcas.  Regresan a J sus miedos de antaño. Piensa que no se puede poner a L en una posición insoportable, a pesar de todo lo sucedido con la joven y la manera en que ésta ha sobrellevado las imposiciones, las humillaciones, las vejaciones de las que ha sido objeto, sigue sin acabar de comprender que L las pueda aguantar sin reaccionar, ni que permanezca quieta sin hacer nada contra quienes la mantienen en una situación inadmisible, insoportable, por lo que permanece temeroso de una reacción por parte de la chica, sin comprender como en el burdel podían estar tan relajados y tranquilos, a la espera de lo que la cuidadora hiciera con la joven.

“Menos mal que estos días no puede salir del burdel, porque si lo hiciera, y se la viera con esas marcas, crearía un grave problema, no sé cómo no tienen en cuenta esa posibilidad.”

Lo pensaba asustado y temiendo que pudiera alcanzarle. Y queda la reacción a las nuevas fotos a MCM. J teme lo que pueda salir de allí. No puede admitir que L se pliegue a todo, tal y como el director asegura, y se plantea no dar el paso definitivo hasta no tener dudas de que la joven lo soportará. Pero eso no está en su mano, él solo puede intentar que las cosas se mantengan dentro de unos límites tolerables por la joven. Comienza a arrepentirse de haber provocado todo aquello.

“He hecho de brujo y puedo acabar en la hoguera.”

“Lo que puedo hacer es evitar la presentación antes los colegas.”

"Se quiere enseguida y si hay que esperar a que curen, mínimamente, las heridas, tardaría bastantes días. Sería una buena excusa para no realizarla y evitar más peligros."

Al día siguiente, cuando L se levanta ayudada por una criada que llega a desatarla, siente en el culo la molestia de los azotes, que se convierte en dolor cuando algo toca la zona, por lo que tiene que evitar sentarse, va de inmediato al cuarto de baño, a mirar en el espejo el estado de su culo, allí están las marcas de los azotes, netas, cruzando el culo, perfectamente dispuestas en líneas casi paralelas, demostrando un castigo efectuado por alguien experto, impropio de un juego, que ya de por sí excluiría la violencia de los golpes que evidenciaba las marcas.

Pero en el club no tienen ni los temores ni las ideas transigentes de J, ni son proclives a los comportamientos permisivos, todo lo contrario, saben que lo mejor es mantener a la marrana, lo más presionada y exigida, para dominarla e impedirla reaccionar. Estando en la etapa final de la doma, durante esos días incrementan las demandas favorecidos por el tiempo de estancia en el club, hasta que la marrana acepte todo lo que se le pida, todo lo que tiene que hacer, todo lo que es consubstancial a su condición, y lo efectúe con normalidad, casi como algo natural, que le es propio y obligado, que va dejando de ser algo a soportar, para convertirse en algo a realizar como parte de su oficio.

El castigo ha supuesto un hito importante en L. Jamás hubiera pensado en que lo admitiría con tanta tolerancia, sin prácticamente ningún rechazo, como si siendo merecido y consecuencia de su comportamiento, no pudiera ni oponerse a él, ni reprocharlo, y mucho menos, rechazarlo, y ya siendo plenamente consciente de lo que supone, del sufrimiento que lleva aparejado. Pero aceptarlo implica la aceptación de su posición en el burdel, que no es otra que la de una de sus marranas, una de sus rameras. No quiere pensar en ello, pero eso es lo que está detrás de su comportamiento y ella lo sabe.

Sin darse cuenta se está convirtiendo en la marrana que se quiere que sea. Y como tal se comporta y esos días de permanencia en el burdel sirven para afianzar esa sensación, esa presunción, que se ve favorecida por el trato con sus compañeras, cada vez más profuso y amistoso. Ahora, con ellas, se siente una más, compartiendo sus escasos ratos de ocio, encontrándose cada día más a gusto en su compañía, participando en sus conversaciones. Cuando se levanta y después de arreglarse, va a la sala-comedor que tienen habilitada para ellas, cada vez más acostumbrada al lugar y a su desnudez. Solo cuando se sentaba no podía evitar el reflejo contrario, proveniente de su aprensión a tocar algo que había estado en contacto con prendas posiblemente sucias. Pero esos días se añade otro  problema mucho más grave: no puede sentarse. L aparece desnuda con las marcas del castigo mostrando toda la dureza del mismo. Sus compañeras conocen lo sucedido y tratan de reconfortarla, pero lo hacen desde una perspectiva especial que no considera el castigo como algo anómalo ni que deba provocar rechazo, al contrario, aparece como algo normal, apropiado a su situación y condición y, por ello, conveniente y necesario, incluso cuando es muy duro. Nadie duda de la justicia con que se aplica y su merecimiento por parte de la castigada. La simpatía hacia esta no supone condena hacia sus superiores que han decretado y ejecutado el castigo. Y es por ello que L, a pesar de lo sucedido, acepta las muestras de las chicas,  sintiéndolas cada día más compañeras, y sintiéndose ella misma reconfortada y apoyada, formando parte de un grupo que se va conformando como algo suyo. Una de ellas la acerca un taburete.

.- Arrodíllate en él. Es el que utilizan todas las azotadas. Tendrás que hacerlo durante unos días. Está pensado para que resulte menos incómodo.

.- Y así todas podrán verte el culo y saber a lo que se arriesgan si no cumplen como deben. – Las chicas sonríen. Siempre mantienen las bromas entre ellas, incluso en circunstancias tan poco propicias.

.- ¿Cómo lo tengo?

.- De pena.

.- ¡Ah! ¿Se quitará?

.- Claro. No hagas caso. Tardará unos días pero no te quedaran marcas. Todas hemos pasado por la caña y aquí estamos.

.- Como comprenderás no se pretende estropear el género.

Durante esos momentos de charla entre las marranas, L va conociendo el club, sus gentes y costumbres, y de modo especial a la señorita Laura, lo que piensan de ella las chicas y lo que comentan. Conoce como es respetada y acaso querida por las chicas, a pesar de que la reconocen como exigente y dura con ellas, pero también justa. Para las chicas es una suerte para quien sea domada por ella, aunque suponga conocer el sabor de la caña con mucha generosidad.

Esos comentarios, primero chocan a L, pero después la hacen sentir especial, con la suerte de estar siendo domada por la señorita Laura, aunque eso suponga una mayor exigencia.

Uno  de los días, una de las chicas y, precisamente tomando como punto de partida la situación de L, sacaría el tema de los métodos de la señorita Laura, lo que a L le produjo la natural curiosidad, seguida de una reacción que la situaba en una postura distinta de la que era tradicional en ella. Quería conocer lo que pensaban las chicas y lo hizo sin ponerse inmediatamente en contra de los métodos de la señorita y, en cambio, lo tomaba con una tolerancia impropia de quien se había considerado maltratada y vejada por la actuación de la señorita Laura para con ella, y que llevaba en el culo las marcas del trato de la señorita. Estaba reaccionando como alguien que no se viera afectado por la señorita y sus modos de doma, casi como si fuera ajena a aquella casa.

Las chicas reaccionaron en favor de la señorita, sin admitir las veladas críticas que suponía el planteamiento de la joven que había sacado el tema. Y L escuchó las respuestas de las chicas sonriendo ante la defensa que hacían de la señorita, sintiendo que ella también comulgaba con esa defensa, volviendo a demostrar una tolerancia indebida, que más parecía aprobación.

L se sentía más cercana a las niñas que defendían a la señorita, a quien no solo respetaban, también admiraban y querían. Era una reacción espontánea e irreflexiva, cuando L se dio cuenta quiso controlarla, casi desecharla, pero se encontró con la oposición de su sentimiento en contra, quizás, prefería pensar que quien se ocupaba de ella era admirada por las demás, y que ella tenía la mejor domadora, lo que llevaba a la siguiente conclusión: por algo sería. Dejó de preocuparse de su postura para seguir la charla entre las chicas, cada vez más interesada en sus comentarios sobre la señorita Laura, sin poder evitar sentirse afectada por ellos.

L escuchaba a las chicas, viéndose reflejada en unos comentarios, que nunca había querido pensar ni quería admitir. Nunca había querido ni aceptar ni tolerar los modos de la señorita, como no quería continuar en aquella casa, si estaba en ella era solo por ser inevitable, pero estaba escuchando a sus compañeras, explicar cómo todas se habían acomodado partiendo de unas posturas semejantes a la de L. Y lo hacían con unos razonamientos que aturdieron a L, al justificar las acciones de la señorita para conseguir que fueran unas buenas marranas. Pero eso era lo contrario a lo que ella quería. No quería ser una marrana y, por tanto, no podía admitir los métodos para serlo cuando eran completamente anómalos y humillantes, además de dolorosos. Pero lo que más confundía y perturbaba a L era la consecuencia que parecía inevitable. Según la joven que mejor explicaba, si al principio se estaba en contra de lo que se hacía con ellas, después se admitía, porque se comprendía, y se acababa siendo esa buena marrana que la señorita quería que fueran, aceptando y agradeciendo serlo.

“Pero eso es si quisiera convertirme en una marrana, y eso es lo que no quiero. Y no voy a aceptarlo, y mucho menos a agradecerlo.” – Se dijo L.

También a eso iba a obtener respuesta, y referida a ella misma, como si la chica que hablaba hubiera adivinado lo que estaba pensando.

.- Seguro que ahora admites tu situación y lo que se te pide y lo que se te hace, mucho mejor que hace unas semanas. ¿A que ahora todo te resulta más fácil y mejor asumido? – Preguntaba a L, y ella no sabía que contestar, o sí lo sabía, pero no lo quería aceptar, como no quería admitir que estuviera allí para ser una marrana, como tampoco aceptaba ser domada. ¡Claro que estaba admitiendo lo que poco antes le resultaba inadmisible, lo mismo que realizaba con esmero y desenvoltura lo que antes suponía humillación e indignidad! Pero, se decía que su acomodación era puramente interesada, para evitar mayores males, castigos, otras humillaciones.

“Tengo que hacer lo que no quisiera pero no puedo evitar, y es mejor hacerlo sin sufrir más castigos.” – Esa era la razón. Por lo que no existía ni aceptación ni, mucho menos, complacencia.

Por la mente de L pasó lo sucedido después del castigo, los servicios que tuvo que realizar. Recordó los comienzos. La ausencia no solo de placer sino de cualquier tipo de complacencia, ni de aceptación de los servicios. Luego aceptaría el servicio, al pensarlo se percató de lo que eso significaba de adaptación a su situación, que ponía una llamada de atención sobre lo que acababa de decir la chica. L quiso reaccionar en contra de esa idea, ni quería ni podía admitir que fuera como la chica decía, pero tampoco podía negar. Fuera por lo que fuera estaba admitiendo lo que antes no admitía.

La chica que había tratado de explicar lo que sucedía y animarla, se acercó a L, se agachó hasta poder cogerla por la cintura, sonriendo la dio un beso en la mejilla.

.- Ya verás como todo sale bien. Ahora tienes que superar el trauma de los azotes, que no es sencillo, pero lo superarás. Y si necesitas ayuda acércate a mí. A cualquiera, incluso a Cale. – Era la chica opositora. – Todas te ayudaremos. Si te acercas no hace falta que me digas nada.

.- Gracias. – L trató de sonreír. Agradeciendo la muestra de apoyo de la chica no quería entrar en la situación que esta daba por supuesta. Ella no era una más ni iba a acabar siéndolo.

Las explicaciones de sus compañeras supusieron un aldabonazo para L, que comenzó a contemplarse de forma diferente a como estaba haciéndolo hasta ese momento. No quería acomodarse a su situación, ni admitirla, pero allí estaba, inmersa en ella, sin poder escapar. Había sido puesta delante de unas situaciones, de unos comportamientos, que eran lo opuesto a sus convicciones, a sus intenciones, y había tenido que admitir que su reacción en los casos que su compañera había indicado, estuvo más cercana al de una marrana, cuando no fue la propia de una marrana, y algunos de esos actos de entrega a la señorita Laura, habían representado momentos con contenidos muy remuneradores, tanto como lo que explicaban las chicas. Se dijo, que si aquello era cierto ella debía sobreponerse, dominar la situación. Si no podía escapar de ella, al menos podía controlar sus efectos. Tenía que someterse, lo mismo que tenía que evitar los castigos, pero podía y debía mantener sus propósitos. Debía evitar las consecuencias de unos actos que, sin duda, la llevaban por donde no quería, porque esa era su finalidad, porque eso era lo que se pretendía al obligarla a realizarlos. Si se veía obligada a realizarlos, incluso a hacerlo mostrando una aquiescencia que no tenía, incluso sintiendo agrado en algún momento, lo más importante era mantenerse dominando la situación, sabiendo que todo aquello tendría su fin y ella volvería a ser lo que siempre había sido, lejos de aquel lugar y de esas chicas. No era como ellas ni quería serlo, por mucho que, durante un corto periodo de tiempo, estuviera apareciendo como una de ellas.