L (3)

L comienza a acudir al club

L comienza a acudir al club

Cuando J sale del club se dirige a la empresa, ya está en condiciones de plantear la elección de fotógrafo. Hablaría con L sobre los posibles a elegir, presentándolo del modo que tenía pensado para que a la joven le quedaran pocas dudas sobre quien le interesaba más, que sería el que quería J, quien se opondría a la elección. Como también preveía, L llevó el tema al presidente a quien no le costaría convencer.

.- Por un coste un poco mayor prefiero tener la fiesta en paz. – Sería la solución del presidente.

Una vez decidido el fotógrafo se encargaría a J de contratarle y lo haría de inmediato. Con el fotógrafo estaba casi todo hablado, solo quedaba concretar el coste y la fecha para presentar a L en el club. El coste sería elevado, pero en la empresa estaban avisados. De lo que no estaban avisados era de que en él se incluía la consecución de algunas fotos en que L apareciera ligera de ropa o en posturas o actitudes audaces. Al coste "básico" se añadiría una substancial prima si se la mostrara desnuda, prima que se doblaría si consiguiera que entrara en el "salón" elegido.

.- Están preparados para recibirla el jueves. – Concretaría J.

.- Es un poco precipitado, pero creo que será posible.

J quedaría con el fotógrafo en que L fuera el día siguiente por la mañana. Se lo comunicó al presidente que recibió la noticia felicitándole por su diligencia. Una vez obtenido el visto bueno del presidente se lo diría a L, que se avino sin más complicaciones.

L iría a ver al fotógrafo dispuesta a controlar la situación. No quería hacer de modelo y si era posible también evitaría la prueba, aunque estaba dispuesta a hacerla y después, dependiendo de cómo se quisiera que saliera en el anuncio, aceptaría o no realizarlo, aunque lo de ser "la gata" no le agradaba nada, pensando en las connotaciones que eso llevaba aparejado y en varios idiomas. Quería retrasar la prueba y ganar tiempo, y después, si la conviniera, evitar ser la modelo.

Y todo iba a salir como ella deseaba, sin saber que con su postura estaba facilitando lo que el fotógrafo pretendía. Este la acogió simpático y cordial. Hablaron un rato, hasta que L encontró el momento de referirse a su actuación como modelo.

.- La verdad es que no me veo como modelo. – El comentario abría las puertas al fotógrafo para ofrecerla una salida a cambio de conseguir que fuera al salón de belleza, y ella se lo iba a poner aún más fácil. – Pero, me han pedido que lo haga. ¿Me ayudarías a solucionar ese problema...?

Él la miró serio. - Si puedo lo haré encantado. Pero no sé cómo.

.- Podías decir que no sirvo para modelo. – Sonreía picara.

.- Y a lo mejor no sirves. – Él la devolvió la sonrisa, cómplice. – Pero para saberlo tenemos que hacer nuestro trabajo.

.- ¿No podemos retrasar la prueba? – El fotógrafo tuvo que controlar el gesto de satisfacción que se le escapaba al escuchar la propuesta.

.- Si no hay prisa por hacerla.

.- Tenemos dos o tres meses.

.- ¿Y con qué escusa?

.- ¿No hay que hacer nada antes? Algún tipo de preparación. – Parecía que fuera ella quien quisiera llegar a donde él quería llevarla.

.- Ya que lo dices, y no porque sea necesario, pero siempre es conveniente, podías ir a un gimnasio que sea un buen salón de belleza. Las modelos lo hacen para estar en forma y que allí se ocupen de ciertos detalles. Y un repaso general nunca está de más.

.- ¿Lo pedirías tú?

.- Es algo normal, que puedo plantear. ¿Qué tiempo necesitas?

.- No sé. ¿Qué te parece?

.- Como mucho 4 semanas.

.- Eso me parece muy bien. – L estaba encantada pensando que ya tenía la solución a parte de su problema.

.- Entonces yo enviaría una nota a tu empresa diciendo que estimo conveniente, antes de realizar las fotos de prueba y con la finalidad de asegurarnos el buen fin del encargo, que vayas a un salón de belleza para prepararte adecuadamente, durante 4 semanas aproximadamente. Dando por hecho que hay tiempo para hacerlo. Si no lo hubiera haríamos la prueba cuando nos dijeran.

.- Por supuesto.

.- Como lo que vas a hacer es perfectamente normal y conveniente, nadie puede decir nada, pero hay que hacerlo, hay que cumplir. Y eso es cosa tuya. Retrasamos la prueba para hacer que estés mejor preparada para efectuarla, por tanto tienes que prepararte y en la medida de lo posible, hacerlo del mejor modo, y además que se note. – Sonreía.

.- No te preocupes, lo haré convenientemente.

.- Si no lo haces o lo haces mal, yo me desentiendo, pasando a ser un asunto entre tu empresa y tú. – Él quería evitar un posterior rehúse de L, que esta supiera que de haberlo las consecuencias las pagaría ella. – Y elige un buen salón de belleza y si tiene un buen gimnasio, mejor. – La estaba poniendo en la tesitura de preguntar por algún salón, y si no lo hiciera, la maquilladora lo ofrecería, para de esa forma dirigirla a los elegidos. Pero no sería preciso forzar la situación, la propia L preguntó por ello.

.- ¿Conoces uno bueno?

.- Posiblemente tú conozcas más que yo.

.- Pero las modelos tendrán sus preferencias...

.- Sí y seguramente Mary podrá hacer una lista con unos cuantos de los que haya oído que son mejores.

.- Te lo agradezco muchísimo.

La selección de los salones se había efectuado de forma similar a la que sirvió para que L se decidiera por el fotógrafo, de modo que en la práctica solo pudiera conseguir el que se quería porque todos los demás estaban completos y con lista de espera.

Para L volver a la empresa sin haber realizado la prueba suponía un triunfo, lo único que temía era la reacción de J y que éste defendiera que el fotógrafo no era el adecuado al retrasar lo que habían pedido los de MCM.

Nada más llegar al despacho L llamó a los salones indicados por Mary. Como estaba previsto no había plazas en ninguno, salvo en uno. La encargada la preguntaría si se podía acomodar a cualquier horario

.- Se lo digo porque en estos momentos disponemos de una reserva que ha quedado libre, por la mañana.

.- ¿A qué hora?

.- Sería a partir de las 9.

.- No me viene mal. – A esa hora poco perdería de horario laboral.

.- Pues en ese caso venga mañana a las 9.

"Si es un buen sitio, aprovecharé esas semanas." – Se dijo esperanzada y contenta de haber resuelto otro problema. Ahora tenía que decírselo a J, sabiendo que sería difícil de convencer, y al presidente, lo que preveía mucho más fácil, por lo que empezó por este.

Como era de esperar el presidente no recibió con entusiasmo la noticia, pero la joven no tardaría en convencerle. El presidente llamaría a J. Cuando le comentó que L no había hecho la prueba J puso mala cara, pero cuando dijo que el fotógrafo quería retrasarla 4 semanas dio un respingo.

.- Eso no puede ser. No podemos fallar a los de MCM. Tienes que ir a otro fotógrafo, de lo que me alegro, ese era carísimo.

El presidente, que ya había cedido con L, trataría de evitarse más problemas.

.- Si los de MCM aceptan no hay inconveniente, habla con ellos para asegurarnos que no les corre prisa y se puede hacer lo que quiere L.

.- Lo que quiere el fotógrafo. – Aclaró L.

.- Si es lo que queréis lo haré, pero no me gusta nada. ¿Cuándo empiezas esos arreglos L?

.- Mañana iré a las 9, así acabaré antes.

.- Tómate el tiempo que necesites.

.- Gracias R, pero me gustaría que no me quitara tiempo de trabajo.

.- Lo que vas a hacer es también trabajo, diferente, pero trabajo, así que cumple bien con él.

.- R, concretemos. – J quería dejar todo claro. – L empieza mañana a ir a ese estupendo salón, – no quería evitar la burla – y estará acudiendo como mucho 4 semanas. Eso será lo que digamos a MCM. Y todo se hace por consejo del fotógrafo. Y que si L dejara de ir al salón de belleza

.- J, L no va a dejar de ir, así que no dejes dudas a los de MCM. Al contrario, debe de quedar claro que lo que se hace corresponde a un plan lógico y profesional, que no se variará.

.- Bien, R. Entonces les diré que dentro de 4 semanas

.- Procuraré acabar cuanto antes.

.- ¡L! Te digo lo mismo que a J. Si hay que dedicar 4 semanas se dedican. Y si decimos a los de MCM que se necesita ese tiempo, tendremos que ocupar ese tiempo, y tú estarás las 4 semanas haciendo esos arreglos, los necesites o no.

.- Bueno, pues todo está claro. – Ahora era J quien estaba encantado con la orden del presidente para que L cumpliera el plazo establecido. – L estará las 4 semanas previstas por ser el tiempo preciso…, según el fotógrafo. – Volvía a burlarse.

J hablaría con MCM donde no pondrían inconvenientes, había tiempo suficiente. Después informaría al director del club de lo ocurrido en la empresa, quien al igual que J, lo encontró muy positivo para sus planes.

A la mañana siguiente L iría al salón de belleza, lo hacía de buen humor, sabiendo que había comenzado a encarrilar el asunto y pensando en arreglárselas para disminuir el tiempo que debía pasar en él,

Llegó al lugar. Era una casa antigua muy grande donde no vio ninguna indicación sobre lo que era o había en ella, ya le habían dicho que no las encontraría, pero no esperaba tanta austeridad en la presentación. Una criada acompañaría a L durante un recorrido que se le hizo muy largo.

"Esto es muy grande y muy insólito", pensó L, con la idea de que lo habitual es tener la recepción cerca de la entrada.

Llegaron al pequeño despacho de una secretaria a quien se presentó, pasando después a otro, donde una mujer de mediana edad, bien vestida y con expresión seria, la recibiría sentada a su mesa, en silencio, mirándola con detenimiento, casi escrutándola, y después de una presentación que se limitó a decir: "Soy la señora gobernanta", invitó a L a sentarse con un simple gesto de la mano que indicaba un pequeño confidente. Entrando, sin más, en el asunto que llevaba allí a la joven.

.- Me ponen en la hoja de información que hay cierta prisa... – Sería el inicio de la conversación.

.- Sí, para cosas concretas.

.- La preparadora que se ocupará de ti puede hacerlo por la mañana, temprano.

.- Eso me viene bien. – A L, que no había recibido con agrado las formas que empleaba la mujer, le gustaría aún menos el tuteo con que se dirigía a ella, pero lo pasó por alto a cambio de que las cosas discurrieran conforme deseaba.

.- Estás interesada en una preparación inicial intensiva, para después continuar con un mantenimiento adecuado.

.- Sí, creo que es lo más conveniente.

.- Estarás en manos de una excelente preparadora, que será quien determine lo que haya que hacer contigo. Pero eso será una vez que conozca tu desenvolvimiento y necesidades. Ahora vendrá.

.- Pero me gustaría no perder demasiado tiempo… – Lo dijo con mala idea, queriendo dejar claro que, para ella, lo importante era su trabajo y no la estancia en aquel lugar. Pero iba a obtener la réplica inmediata.

.- Lo que vas a hacer no puedes considerarlo una pérdida de tiempo, si lo fuera sería absurdo que estuvieras aquí.

.- No he querido decir eso solo expresar que quiero hacer compatibles ambas actividades. – Tuvo que dar marcha atrás.

.- Durante unas semanas deberás dar prioridad a la preparación. Debes valorar tu salud y buena forma, que ayudará a mantener tu belleza, como lo más importante, incluso para un mejor rendimiento profesional.

.- Sé que es muy importante, y por eso estoy aquí.

.- Tenemos una oferta de 4 semanas con un importante descuento, pero hay que pagar por adelantado. Es una oferta muy completa.

L pensó que era estupendo para ella, y así lo dijo.

.- Antes de firmar la hoja de solicitud de servicios, quiero que estés informada de que los que vas a recibir supondrán una exigencia para ti, tanto en lo físico, en el esfuerzo, como en los comportamientos. Te digo esto para que sepas que se te va a exigir, y que el éxito dependerá de tu respuesta a esas exigencias. De todas formas, nos damos una semana para conocerte y saber cómo te comportas, solo después de haber comprobado como reaccionas, se te diría lo que estimemos más conveniente.

.- Creo que podré superar las pruebas si lo puede hacer una persona normal.

.- Por supuesto. Se trata de moldear a alguien normal. Lo que no quiere decir que no tengas que esforzarte. Pero, tú no eres normal, eres mejor que la media. – L sonrió, halagada. – Si estás de acuerdo, firma la hoja de solicitud y la aceptación de las condiciones. El plazo de compromiso es de 4 semanas. Si hubiese que acortarlo por nuestra causa se devolvería la parte correspondiente. Vienes por una empresa

.- Si, lo paga mi empresa.

.- Muy bien. Como tienes prisa, podemos comenzar hoy.

.- No tengo inconveniente. – L tenía curiosidad por conocer cómo era la preparación que ofrecían, y cuanto antes empezaran antes acabarían.

.- Entonces, ponemos hoy como fecha de inicio.

L firmo el papel que le presentaba la mujer sin apenas mirarlo, pensando que estaba solucionado el asunto que le había llevado a allí.

.- Como vienes por una empresa será a ella a quien haya que dar cuenta de tu rendimiento.

A L le sorprendió el comentario, que no era nada de su agrado.

.- No será necesario enviar nada a mi empresa.

.- Supongo que tampoco está de más. En las empresas siempre se quiere controlar lo que se hace para ellas y como se gasta su dinero.

.- No es este el caso. – L insistía en la carencia de esa necesidad de control.

.- Nosotros mantendremos nuestras normas.

Y la señora insistía en hacer lo que planteaba, ante lo que L calló, no tenía motivos para prever que le creara problemas. Claro que de haber sabido lo que bien pronto iba a conocer, no hubiera aceptado, no ya esa norma de la casa, sino su propia presencia en ella. Por su parte la señora quería que L supiera que su conducta no solo seria fiscalizada allí sino también en su empresa, y que eso reprimiera sus ganas de rebelarse, si es que las tuviera, que las tendría.

.- Tienes una estupenda preparadora, que se ocupará de ti de un modo muy completo. Yo estaré al tanto pero ella será quien te indique lo que estime oportuno. De todas formas si quieres que te dé mi opinión o que intervenga en algo lo haré con mucho gusto.

.- Gracias. Su opinión siempre me interesará.

L, tuvo que hacer un esfuerzo para responder con un tratamiento respetuoso, que ella no recibía.

La señora sonrió, informada de la especial situación de L estaba haciendo su juego, que iba a continuar con otra pretensión desagradable.

.- Pues, con mucho gusto te la daré. Desnúdate que te vea. Deja la ropa sobre el sillón.

A L, la demanda de la señora, completamente inesperada, la dejó confusa y vacilante. La idea de desnudarse delante de esa mujer resultaba molesta, por muy profesional que fuera. Pero no estaba en situación de negarse a algo que entraba dentro de lo normal en un lugar como aquel, al fin y al cabo si tenían que "arreglarla" deberían conocer como estaba. Disimuló su malestar, quitándose la ropa hasta quedar solo con la interior, pero al mirar a la señora comprendió que ésta esperaba que se quedara como había dicho: desnuda. Continuó con el despelote, cada vez más alterada e irritada.

Quedó desnuda ante la señora, sin poder evitar la perturbación que creaba la desnudez, y quizás, aún más, la sensación de sometimiento a un tercero. Se notaba alterada y tensa, mientras que la señora disfrutaba teniéndola desnuda soportando una situación que, evidentemente, no la agradaba nada, al tiempo que apreciaba la belleza de L, sin duda muy notable, pensando en el imperativo de hacerse con ella. Difícilmente sus superiores iban a aceptar un fracaso en la consecución de ese objetivo. Pero la gobernanta no dudaba que L estaría muy pronto sirviendo de marrana.

.- Ponte aquí. – Señalaba un lugar más próximo, desde donde podía apreciar mejor a L, que fue hacia él, molesta por el modo de ordenarlo y la mayor cercanía a la mujer. – Da una vuelta que te aprecie mejor. – Lo hizo, de nuevo molesta. – Detente. – L estaba ofreciendo la grupa a la señora que no pudo evitar el deseo de contemplarla mejor ante la sensualidad que desprendía, pensando en el atractivo que supondría mostrándose desnuda en los salones. Cada vez estaba más animada a domarla. – Vuélvete.

Cuando L acababa de girar y se mostraba de nuevo ante la señora, permaneciendo de pie, sintiéndose exhibida, examinada y manejada, oyó el ruido de la puerta, temerosa y avergonzada trató de cubrirse con las manos, al tiempo que giró la cabeza encontrándose con una joven que la llenó de perplejidad. Supo de quien se trataba por la referencia de la señora.

.- Hola, Laura, precisamente decía a L que tú te ocuparías de ella.

La recién llegada aparecía vestida como si llegara de montar a caballo, con unas botas de caña pero con tacones de aguja, que rompían con la idea de ser utilizadas para la monta; los pantalones, estos sí, normales de montar, ponían de manifiesto una espléndida figura, centrada en el culo, al que se ceñían, y que con toda seguridad ella deseaba exhibir. Completaba el conjunto una blusa beige muy claro, que evidenciaba unos pechos que L envidió, y en la mano una fusta de caña, más larga de lo normal.

L, que se había quedado inmóvil entre alterada y avergonzada, se encontró con la mirada seria de la recién llegada, que cortó el posible saludo, a lo que contribuyó su juventud descarada, no debía tener más de 19 o 20 años, que unida a la belleza, hizo que L se sintiera molesta y humillada en la muestra de su desnudez ante ella, cuya actitud indicaba la voluntad y, acaso la capacidad, para imponerse y obligar a someterse a sus mandatos. "Eso ya lo veremos". Se encontró diciéndose L, como si ya hubiera recibido un intento de imposición por parte de la joven. Ya le caía mal, y aún peor esa muestra de superioridad y dominio que impregnaba su apariencia y gestos, a lo que se sumaba la rabia por estar desnuda, que la despojaba de cualquier atributo de su condición, de los que se la había privado junto con sus ropas. Estar vestida la hubiera permitido mostrarse como la profesional que gustaba aparecer, compensando toda la fatua presunción y manifestación de prepotencia de la recién llegada.

La chica dio una vuelta alrededor de L examinándola, lo que alteraba y encolerizaba más a ésta.

.- ¿Qué te parece? – Era la gobernanta quien preguntaba rompiendo el silencio.

L, que se sentía humillada, solo encontraba justificación para no reaccionar contra esa situación en la idea de que no podía organizar una pataleta y perder el único lugar que había conseguido, y ya contratado, lo que hacía que se mantuviera controlada.

.- Creo que es la demostración de lo que supone la desidia en la prevención de la decadencia de una hembra. ¿Qué años tienes?

.- 23. – Al decirlo no pudo evitar la crispación que la embargaba.

.- Si no eres capaz de hacer bien lo que te es natural y consubstancial cómo vas a pretender competir con los hombres en su terreno. Durarás menos que un pastel a la puerta de un colegio.

Cada comentario de la joven irritaba más a L. Quiso contestar, pero para su mayor confusión e irritación la joven golpeó con la caña en sus manos, que tenía cogidas por delante en una gesto instintivo de ocultación y protección. L dio un respingo al recibir el golpe, doliéndose de él.

.- Pon las manos a los lados del cuerpo, con los brazos estirados. No trates de ocultar nada, no te encojas, echa los hombros hacia atrás. Erguida. Sin moverte, firme y respetuosa ante la señora gobernanta.

Tanto las órdenes como los comentarios, insolentes y agraviantes en el fondo y en la forma, distrajeron a L del golpe, enfureciéndola, sintiendo como el rubor subía a sus mejillas, vacilante en cuanto a su sometimiento al mandato, después crispada aceptante de éste, puso las manos a lo largo del cuerpo, notando aún más su desnudez y con ella la sensación de vergüenza y fragilidad que se había hecho presente con la aparición de la joven. Permanecía quieta sin atreverse a mirar a la gobernanta y menos a la otra, diciéndose que era mejor no organizar un escándalo y perder lo conseguido.

Y la recién llegada, que sabía que L había firmado por 4 semanas, al verla desnuda había comprendido que ya se había plegado ante la gobernanta y que ahora le tocaba a ella continuar con las exigencias, comprobando su resistencia o sometimiento y obrar en consecuencia.

.- ¡Mete la tripa! ¡Estírate más! – La joven dio en la tripa de L otro golpe con la caña, no eran golpes fuertes, simplemente indicativos de lo que quería, pero eran improcedentes, faltos de respeto, ofensivos. – Saca el culo. – Esta vez el golpe fue menos suave, L estuvo a punto de saltar, pero se contuvo. – Deberías saber que lo tienes para exhibirlo. – Como L no reaccionara a la orden de la señorita esta golpeó de nuevo el culo, esta vez L protestó en una queja que quiso fuera también gesto de desacuerdo, aviso de plante, pero que llegaba muy contenido. Y sacó el culo.

.- ¿En qué estás pensando, muchacha? No parece que estés en lo que debieras. Para ti si hay algo más importante que tu culo es obedecer mis mandatos. Y parece que a ninguno atiendes. ¡Pon el culo en evidencia!

"No me vuelvas a tocar."

Pero obedeció. Se trago el sapo y sacó aún más el culo, tratando de evitar un nuevo golpe, exasperada por tenerlo que hacer y atemperarse a las órdenes de una joven que osaba realizar referencias como esa de la obligación de obedecer sus mandatos, que la hubieran hecho reír de no estar desnuda y obedeciendo esos mandatos.

L, de repente, pensó en el lugar en el que estaba, no sabía nada de él, salvo que era recomendado, ahora surgía en ella otra aprensión, esta acompañada de un temor inconcreto, pero que incidía en la conveniencia de amoldarse a lo que se la ordenaba.

.- ¿Qué te parece? – Preguntó la gobernanta.

.- Hay que esperar a ponerla a prueba y ver cómo responde. Tiene demasiados malos gestos que denotan carencia de raza. Enseguida saldremos de dudas, en principio parece muy blanda y mal dispuesta.

.- Pero te harás con ella.

.- Por supuesto. Por las buenas o por las malas. – La señora sonrió.

L escuchaba las referencias de la joven que tenía la habilidad de crisparla y encolerizarla. Y eso de que era muy blanda..., y que se iba a hacer con ella… y por las malas

.- Se hará una primera descripción de tu estado físico y actitud, y una enumeración de los aspectos sobre los que sea conveniente actuar y, en caso necesario, se emitirán los informes pertinentes sobre ello y sobre tu comportamiento. – Era la señora quien lo explicaba.

Ahora, L se percataba que esos informes, en contra de lo que había pensado anteriormente, podían no ser inocuos, no podía evitar la aprehensión que le causaban esas pretensiones, que coartarían su libertad de acción; ya la estaban coartando. La idea de buscar otro lugar aparecía en su mente, pero ya cohibida por el temor a lo que se dijera sobre ella.

.- Pues empecemos ahora mismo. Y recuerda, tendrás que esforzarte, esto no va a ser un viaje de placer. El que algo quiere algo le cuesta y aquí queremos mucho, y exigimos mucho. Bueno, tendrás una semana para comprobarlo. La señorita Laura se ocupará de ti a partir de este momento. Es muy exigente, aunque, precisamente, por eso obtendrá los resultados apetecidos, de eso puedes estar segura. Por supuesto, de todo se informará adecuadamente a tu empresa. Laura, puedes llevarla.

.- L, coge tu ropa y ven conmigo. – Era "esa señorita" quien lo ordenaba. De nuevo seca y firme, haciendo que L retornara a la situación contra la joven.

L se percató que al decir que cogiera la ropa estaba diciéndo que no se la pusiera, y eso suponía salir desnuda.

.- Preferiría vestirme aquí.

.- Para volver a desnudarte en un momento, no merece la pena. – Sería la gobernanta quien lo dijera.

.- Y simplemente porque se te manda. – Fue la contribución de la señorita Laura a la aclaración de su situación.

Esta vez L tuvo que controlar un movimiento de repulsa que ya salía iracundo, sintiéndose imposibilitada de rebelarse, molesta por su falta de capacidad de reacción y de decisión para oponerse, que, para justificarse, achacaba a la necesidad de no quedarse sin lo conseguido.

"Es un salón de belleza y acaso sea normal..., pero... que ni siquiera se me haya preguntado si no tengo inconveniente en salir así... Ni se me ofrezca un albornoz."

"Y esta mocosa diciendo que tengo que obedecer. No será a ella." "No debía soportarlo. Tendría que haber dicho que yo no salgo desnuda. Simplemente porque no me da la gana."

"Y menos después del comentario de la odiosa. De manera que "porque se me manda". A ti te voy a mandar yo a la mierda. Estúpida."

En la medida en que L callaba la señorita comprendía que toleraba y soportaba y que ella podía seguir exigiendo, y eso haría.

Salieron del despacho, pasando por delante de la secretaria, la señorita primero seguida de L, que evitó mirar a la secretaria, tratando, inútilmente, de cubrirse con la ropa, en un intento que aparecía como prueba de la imposición a la que se la sometía. Y con esa "señorita Laura" al lado, conduciéndola, y con una caña en la mano.

"Y vestida como si fuera una amazona…, y yo, claro… la yegua."

Al salir al pasillo la señorita ordenaría:

.- Pasa delante, yo te indicaré por dónde ir.

"Encima quiere ir detrás, sin duda para fastidiarme más."

"A ver si es una tortillera."

"De todas formas, en cuanto esté afianzada, pediré otra. Que sepan que no te acepto, que los clientes te rechazan, insolente y fatua."

El enfado sordo y los pensamientos de venganza, sería lo único que acortó un recorrido que volvía a indicar las dimensiones de la casa. Si L no hubiera ido tan enfurecida y se hubiera fijado más en lo que veía no tendría más remedio que pensar en lo extraño del lugar. Por fin llegaron a una puerta ante la que se detuvieron.

.- Abre la puerta.

L lo haría con dificultad y cólera, mirando después a la señorita con expresión que no disimulaba su rabia, mientras esta, sin hacer caso, entraba en la sala, pasando ante L, que confusa, permanecía ante la puerta.

.- Pasa.

L escuchó la orden con otra subida de rabia. Pasó a una sala muy grande carente de muebles salvo por un taburete. L tuvo el pensamiento de dejar su ropa encima del taburete, pero prefería cubrirse lo que pudiera con ella, pero la señorita se lo iba a impedir.

.- Deja la ropa en el suelo.

.- ¿Cómo? – Estaba el taburete donde poder dejarla, no la daba la gana ensuciarla dejándola en el suelo. – La dejaré en el taburete. – Dijo con evidente mal humor.

.- La dejarás donde te mande, que es en el suelo. Mientras estés aquí, obedecerás todo lo que se te mande, te guste o no te guste, y si no te gusta mejor. No te vendrá mal ejercitarte en la obediencia y la humildad.

L ya rabiaba, lo único que la mantenía allí era la conveniencia, casi necesidad, de no romper, aunque ya pensaba en hacerlo en cuanto pudiera, buscando una excusa que lo permitiera, sin ni siquiera esperar a que pasara la semana de prueba.

Dejó la ropa en el suelo. Luego quedó quieta, desnuda, con las manos a lo largo del cuerpo, dominando la tendencia a cubrirse con ellas, sabiendo que lo hacía porque así lo quería "esa puta" lo que incrementaba su crispación, por hacerlo y por sentirse obligada a realizarlo, de nuevo sintiéndose humillada por esa desconsiderada, esa odiosa.

"Pero me vengaré. Haré que te echen, asquerosa."

.- Quítate también las joyas y el reloj, aquí no lo necesitas. Déjalo sobre la ropa.

Lo hizo, en un silencio cada vez más crispado.

La señorita abrió un armario, sacando de él unas sandalias y un sostén, se acercó a L y echándolos a sus pies la ordenó:

.- Quítate los zapatos y ponte esas sandalias y luego el sostén.

L cada vez estaba más exasperada. Se puso las sandalias, los tacones eran más elevados que los de los zapatos que ella llevaba, ya de por sí altos. Al incorporarse notaría mejor el tamaño. Había cogido el sostén del suelo sorprendida porque se quisiera que llevara esa prenda, y más sorprendida al ponérsela y comprobar que se trataba de un sostén que enmarcaba los pechos, con la base de media copa y dejando el centro y los pezones al descubierto, estaba muy bien armado para mantener los pechos sujetos en su sitio. L pensó que si eso era lo apropiado para realizar ejercicios físicos evitando que los pechos saltaran, ser de media copa suponía todo lo contrario. Y las sandalias, con tacones finos y altos en exceso, no eran lo adecuado para moverse con soltura, ni siquiera lo eran para la columna vertebral. Aquello no tenía sentido.

"¿Pretenderá que esté así, desnuda, y con estos tacones?"

"No me da la gana. Es absurdo."

.- Antes de seguir adelante, tú y yo vamos a tener una pequeña charla. Pero primero quiero tenerte bien presentada. ¡Ponte firme! ¡En tensión! Aquí estás para exigirte. No quiero que te relajes. – L reaccionó con rabia a lo que la joven ordenaba, estirándose y echando más hacia atrás los hombros tan enfurecida que casi temblaba, ni siquiera ella misma comprendía qué hiciera lo que la joven ordenaba. O lo comprendía pero no quería reconocérselo. Estaba comprometida con su presidente. ¿Cómo cambiar el primer día? Y pensaba en lo que pudieran informar de ella. Y quedaba el fotógrafo, con quien también tenía un compromiso que cumplir. – Te voy a explicar mis reglas, que deberás observar mientras permanezcas en esta casa y fuera de ella cuando sean de aplicación. Aquí la norma número uno y principal, es la obediencia. Aquí se obedece sin rechistar, sin vacilar, exactamente, inmediatamente. – Y como si quisiera que L pusiera en práctica ese mandamiento comenzó a ordenarla. – Separa las piernas unos 40 cm, manteniendo los pies en paralelo, las manos detrás de la cabeza...

.- ¡Ah! ¡Cómo! - No podía pretender...

.- ¡Las manos detrás de la cabeza! – Sí, lo pretendía. Y ella cedió.

.- Erguida, mirando a 2 metros, al suelo. ¡Ponte en la posición anterior! – L lo hizo, con lentitud, recordando cómo debía estar. – ¡Más deprisa, así no llegamos a ninguna parte! – La chica le corregía las posturas y cuando estaba en la posición correcta, le ordenaba colocarse en otra. Así estaría haciendo que cambiara de una a otra durante un buen rato. L lo hacía intentando no equivocarse, soportando las correcciones, las imposiciones, los golpes molestos y humillantes de la caña para indicar lo que debía de hacer, incómoda y harta, pensando en mandar a la joven..., en matarla, en largarse de allí. Ella no estaba para obedecer a nadie y menos a esa presuntuosa. Y encima desnuda.

"No quiero seguir desnuda." – Se percataba que mientras estuviera desnuda existía como una especie de separación entre ambas que la colocaba a ella en una posición más débil, supeditada, sintiéndose coartada para responder, y quería acabar con eso. Lo dijo.

.- No quiero estar desnuda, puedo hacer los ejercicios con unas mallas.

ZAS

¡AAHH! – L había recibido un golpe firme, duro y doloroso. Por primera vez sintió auténtico temor. Quedó paralizada. No podía ser, no podía permitirlo, pero callaba asustada.

.- ¡Calla! Hablarás cuando te dé permiso. ¡Ponte bien!

L no alcanzaba a comprender, era absurdo, no podía ni debía tolerar que se la pegara, pero el miedo aparecía aconsejando obedecer. Recompuso la postura, sin la menor muestra de rebeldía, el golpe había calmado sus anteriores exaltaciones belicosas contra la joven, ahora pensaba en cumplir como mejor modo de escapar de allí, pero sin disminuir un ápice su deseo de venganza. La señorita había querido enviar un primer mensaje de sometimiento al castigo, en la confianza instintiva de que L lo soportaría, añadiendo un eslabón más a la cadena con la que la iba sujetando.

.- Estás desnuda porque así quiero que estés y porque es lo que te corresponde. Te diré que las sandalias tienen la suela y el tacón de una pieza metálica, así no existe riesgo de que se rompan, puedes hacer los ejercicios que se quiera con ellas, e ir de puntillas hará que te muestres mejor y estés más esbelta, aunque sea molesto. Y tienes un buen culo para poner en evidencia. ¡Ah! Cuando te dirijas a mí emplea siempre "señorita Laura". Ya has aprendido 3 reglas: obediencia, respeto y silencio. Y si no las practicas, te advierto que la caña es una magnífica persuasora.

"No te atrevas a volver tocarme con ella."

Pero, humillada, mantenía la postura sin atreverse a modificarla.

.- Ahora vamos a continuar con lo nuestro. Lo primero es practicar la obediencia y al tiempo los movimientos y posturas apropiados."

L se avendría a realizar lo que la señorita le exigía, volvía a pensar que era el mejor medio de acabar pronto, haciéndolo cada vez con más precisión y diligencia.

.- Esa es la obediencia que vas a practicar hasta que consigas aceptar con completa docilidad y entrega tu situación, tu condición, tu sometimiento, entonces conseguirás un grado mucho mayor y más completo de sumisión, no hemos hecho más que empezar.

L escuchaba atónita, esa puta no podía esperar que ella aceptara y se sometiera. Esos comentarios conseguían que L recuperara su rabia.

  • Ya te he dicho que tienes que mostrarte respetuosa, y lo harás siempre y en todo lugar. Yo me encargaré de hacer de ti una hembra dócil y obediente. Estás para servir y obedecer.

"¡Que te crees tú eso!

"Para eso estás tú. Pero, ¿qué se ha creído ésta?

"¡Te va a obedecer tu padre!"

Pero eso es lo que había estado haciendo hasta lograr realizar lo que se la ordenaba con anuencia y docilidad, tal y como la preparadora acababa de decir que lo haría.

.- Ahora vamos a hablar de tu cualidad específica, de lo que te hace diferente, porque en ti es especial, y es por lo que estás aquí. Tú eres antes que nada una hembra, con todo lo que eso significa y con todo lo que eso atribuye y permite ofrecer. Y por ser tu característica más específica, es lo que quiero destacar primordialmente en ti y que lo hagas tuyo, lo aceptes, lo patentices, lo luzcas, incluso lo disfrutes. En eso voy a incidir principalmente hasta conseguir que seas una hembra especial, pero sabiéndolo y queriéndolo ser. Y por ello te voy a exigir, te voy a obligar, te voy a doblegar, te voy a domar, para hacer que estés completamente aceptante y complacida de ser la hembra que debes ser, que vas a ser. Para ayudar a que lo seas así te vas a llamar, Hembra. Ese será tu nuevo nombre, que te recuerde permanentemente lo que eres.

"No, ese NO será mi nuevo nombre."

"Podrás llamarme así, HOY, si acaso."

.- Muy pronto comenzarás a notar la doma, en lo físico y en tus maneras. Veremos que hay que hacer en tu cuerpo. Según tú ¿de qué habría que ocuparse?

L siempre había pensado que las tetas eran su punto débil, pensaba que tenían una forma que haría que cayeran prematuramente. Quería decirlo pero era reconocer un defecto y encima pedir a esa… puta... Vacilaba, acabó pesando más el interés por sus tetas.

.- ¿Quizás… los pechos, están... son...?

La señorita sonrió, viendo cómo reaccionaba la joven, al tiempo que vislumbraba la oportunidad de someterla en otro aspecto que reprimiría aún más la voluntad de resistencia de L.

.- ¿Quieres algo especial para las tetas? Estás a tiempo de decirlo.

.- Quizás para mantenerlas mejor..., señorita. – Acabó empleando la fórmula que imponía la señorita, confundida de su claudicación.

.- Quítate el sostén y déjalo en el suelo.

L se quitó la prenda, lo que suponía mostrarse a la señorita por propia voluntad, se sintió molesta consigo misma. Permaneció quieta, mientras la señorita observaba sus tetas.

.- No las tienes caídas, tienen esa forma, y no son nada feas, al contrario, el pezón hacia arriba hace sexi, ni tampoco son pequeñas. A no ser que te guste ser tetona. – La miró sonriendo burlona. – Pon las manos detrás de la cabeza. – El comentario tranquilizó bastante a L, que ahora quería seguir escuchando.

La señorita se colocó detrás de L, cogiendo ambas tetas con sus manos, L se estremeció, luego tuvo un conato colérico de escape, que la señorita cortaría de inmediato apretando con firmeza las tetas.

.- ¡Quieta! No te hagas la ilusión de que desvarío por tus tetas.

L hubiera querido responder, liberarse, pero sentía la firmeza de las manos de la señorita sobre sus tetas, temió por ellas y permaneció quieta, luego la señorita comenzó a sopesar las tetas, elevándolas y soltándolas para que cayeran sobre las palmas de sus manos y después sobre el pecho, mientras L permanecía tensa, sin atreverse a decir nada, esperando que acabara y hablara. Comenzó a sentir las acciones de la señorita de un modo diferente, sensación que se incrementó cuando la señorita pasó el reverso de las manos por los pezones, con un movimiento lento y repetido, que parecía una caricia. L permanecía quieta, atenta, tensa. Notó, azorada, como los pezones agrandaban su tamaño. Ahora, la sensación era más neta, casi comprensible, pero no aceptable. No debía tolerar que la tocara de esa forma. Las manos dejaron la caricia para volver a apretar con más fuerza las tetas, provocando un gemido con un contenido que no escapó a la señorita y que avergonzó a L.

.- Estoy segura que los machos que te hayan cubierto no las han puesto pegas. Y cuando se te ponga a cuatro patas caerán de modo muy sexi. – Liberó las tetas, dejando una sensación de acción inacabada, que L hubiera querido que continuara. Sintió vergüenza de ese deseo, que trató de desechar, en sí mismo y por tener su origen en la señorita, que se puso delante de L. – Inclínate. – L obedeció la orden. Mantenía las manos detrás de la cabeza, con lo que la postura se hacía más ingrata y cansada. – Más. – Quedaría doblada en un ángulo de casi 90º, notando como las tetas caían prolongándose en su longitud alargada por su peso. L sentía vergüenza de la muestra que estaba ofreciendo, no podía mostrar una imagen muy atractiva, pero la señorita alabaría su forma.

.- Caen muy bien. No temas inclinarte desnuda. Deberías saber lo apetecibles que pueden aparecer unas tetas colgando hacia el suelo. – Volvería a apretarlas, después acariciaría los pezones del mismo modo que lo había hecho antes, obteniendo una respuesta inmediata en crecimiento y dureza, acrecentando la sensación que ya sintiera y con ella la vergüenza, que se incrementaba al mezclarse con una tolerancia que debía ser beligerancia. La señorita continuó cogiendo las tetas, atenta a las reacciones de L, divertida al provocarlas y notar la confusión que producía en la joven, y sus frustrados intentos de oponerse. La señorita quiso seguir probando a L, soltó la teta derecha y llevó su mano al culo, que la recibió con un estremecimiento acompañado de un leve gesto de separación, al que siguió una queja que era un gemido. Notó como L se tensaba.

La señorita seguía con atención los gestos y silencios de L. Su mano izquierda había convertido el toque en caricia que alternaba tetas y pezones por los que pasaba la palma o el anverso de la mano, o apretaba entre sus dedos, o retorcía y tiraba de ellos, provocando pequeñas quejas de L que no disminuía el deseo de mantener la grata sensación que recibía, aunque fueran dolorosos e implicaran su sometimiento. Mientras, la mano derecha se paseaba por las redondeces del culo, probándolas, deteniéndose en una molla para apretarla, pasar a la otra para acariciarla, haciendo todo con calma, solo rota por los apretones en los que añadía a la caricia el gesto de dominio, no muy alejado de una muestra de ávida posesión.

Cuando la señorita se percató de la tolerancia, incluso apetencia de L ante lo que hacía con ella, así como su sometimiento sin apenas muestra de rechazo, retiró las manos dejando desatendida la carne que ya deseaba continuidad, consciente de provocar en L la sensación de ser desposeída, y queriendo con ello que se diera cuenta que también en sus apetencias y goces iba a ser ella quien decidiera, concediera y retirara, por lo que se los quitaba cuando quería. Y lo peor para L no fue lo que se la negaba sino ser consciente de que lo deseaba, y que lo que se hacía con ella, avergonzándola y rechazándolo, no podía evitar sentirlo y apetecerlo.

Pero no era el día para que la señorita dejara discurrir las apetencias de L y menos satisfacer sus inclinaciones, primero había que someterla.

L permanecía inclinada, encontrando en esa postura el modo de ocultarse a la mirada de la señorita, que la estaba venciendo en algo que jamás hubiera pensado. Se dijo que su reacción era algo puramente físico e incontrolable, pero la humillaba y avergonzaba.

.- Hay que pensar en poner unos adornos a los pezones. Un cascabel no estaría mal, o una simple anilla. ¿Qué te parece, Hembra?

L pensó en lo que supondría que la taladraran los pezones que, para su sorpresa, ofrecía una mezcla de temor y excitación que resultaba extrañamente deseable, deseo que en las circunstancias en que se hallaba se hacía especial, como si las acciones de la señorita y la postura inclinada, casi humillada, propiciara que se pusieran en sus pezones unas anillas como símbolo de dominio.

.- ¿No dices nada? – Y como si quisiera incitarla a contestar volvería a coger las tetas con sus manos. La señorita sabía lo que eso generaba en la joven y quería que lo sintiera, tolerara y, sobre todo, gustara, lo que la señorita notaba en la respiración de L, cada vez más jadeante. Pero la señorita no solo no deseaba darle el gusto que L no quería recibir, aunque su cuerpo mostrara un interés muy distinto, sino insistir en el sometimiento.

.- No creo que no te guste ese adorno. ¡Es tan tuyo, tan apropiado! Y una vez con el coño depilado se podría completar con otra anilla en él… Haría un bonito conjunto con las tetas.

L apretaba los dientes, para no sentir, para rechazar. Pero una parte de su mente quería pensar en esas anillas, en cómo la sentarían, en sentirlas en sus pezones. Volvió a rechazar esa imagen.

Para mayor perturbación de L, la señorita se puso de nuevo detrás de ella y llevando la mano al coño buscó el botón entre sus labios menores. L no pudo evitar un estremecimiento, al tiempo que se movía ligeramente hacia delante, en un gesto de escape, aunque no variaría la postura, permaneciendo inclinada y con las manos detrás de la cabeza, cada vez más incómoda y humillada por el sometimiento que ponía de manifiesto, aunque su movimiento indicara que no quería recibir ese tipo de acciones. Y no lo quería. La acción de la señorita al agarrarla el coño supuso un revulsivo que hizo que recuperara buena parte de su oposición. L se dijo, queriendo justificar su anterior permisividad, que si lo había tolerado en las tetas había sido para saber lo que la señorita pensaba de ellas, pero ahora no existía ninguna necesidad. Volvió a pensar en los gustos estragados de la señorita. Para su mayor confusión esta respondería con una risa burlona, y luego una orden perentoria.

.- ¡Quieta, hembra! Quiero ver si admites una anilla…, y de paso… ya sabes... aprovecharme de ti. – Se burlaba de nuevo. – Y si no te gusta te aguantas, y si te gusta también. – Y sería ese último añadido lo que perturbara y exasperara a L, consiguiendo que volviera rechazar lo que la señorita quería e intentaba.

La señorita apretó el coño de L con más fuerza, quería que quedara muy claro el mensaje de dominio y correlativo sometimiento que debía aprender L. Los dedos se pasearon por el exterior del sexo, con uno sobre la abertura entre los labios que se introduciría un poco, sin que L se moviera, aunque se crispara al sentir el toque. La señorita se percató de lo que ya sabía, la hembra, contra su voluntad, estaba receptiva, pasaría el dedo por la zona, queriendo que L sintiera la humillación y vergüenza de saberse descubierta y de lo que eso significaba. Luego llevaría los dedos al clítoris dejándolo entre dos de ellos que movería haciendo una pinza con el botón en medio. El roce era suave. L permaneció quieta respirando con un ligero jadeo, pendiente de lo que hacían los dedos, humillada por la caricia que recibía, por soportarla, por no oponerse, y sobre todo por que hiciera efecto en ella, cada vez menos opuesta y en la que encontraba lo que era connatural a esa caricia, pero que L no quería admitir, ni sentir.

La señorita estaba poniéndola a prueba para conocer su respuesta primero y después su grado de aceptación y ambos eran muy buenos, pero no la iba a dar lo que ya comenzaba a estar dispuesta a recibir, solo quería ponerla en la situación de ansiedad y deseo para luego dejarla deseosa y doblemente frustrada, por no recibir lo que deseaba y por desearlo, así como por hacerla consciente de su sometimiento y dependencia de la señorita. Luego, cogiendo el clítoris por el capuchón echó este hacia atrás. L se tensó gimiente. No quería el toque, pero jadeaba. Cuando esperaba, y acaso deseaba una continuación, la señorita soltó el botón, cortando de golpe, sin más explicaciones.

.- Ponte en posición de respeto. – Aturdida, L compuso la postura. No le quedaban ganas ni de insultar. Volvía a la realidad, y lo hacía sintiendo toda la vergüenza de su anterior claudicación.

.- De todos modos haremos que esas tetas se ejerciten, y las reforzaremos y fortaleceremos, hasta querer mantenerse solas. – La señorita la estaba animando sobre algo que la preocupaba. – Tienes por delante los siete días de prueba y en estos días tendrás tu doma. Así sabrás lo que es bueno. – Y lo que iba a llegar a continuación rompería todos los moldes de la capacidad de L para asombrarse. – Y después de esos siete días, cuando estés doblegada y entregada, se te hará un reconocimiento médico y se te fichará, dándote el número que te identifique como hembra, que junto con tu condición de hembra, se te marcará en el coño.

A pesar de su flojedad L reaccionó ante lo que consideraba una locura absurda.

"Pero, ¡qué dice! ¡Esta chica está loca!"

"Completamente loca"

"¡Cómo se pueden decir esas barbaridades!"

"¡Te marcarán a ti, en tu coño de puta, hija de puta!"

"Y no estaré doblegada ni entregada. Simplemente, no estaré. Miserable."

.- Durante los pocos días que, según tú, vas a permanecer aquí, y porque no tienes más remedio, que si no, me ibas a mandar..., y ahora mismo, ¿verdad, hembra? – sonreía burlona y despectiva, consiguiendo volver a enfurecer a L, que tenía que hacer un enorme esfuerzo por mantener la calma – bueno eso me tiene sin cuidado, pero durante esos días vas a soportar la doma que te espera, y a ti no te va a tener sin cuidado lo que haga contigo.

"Y no voy a estar unos días, ni pocos ni muchos, he decidido irme ya."

"Que te aguante tu... puta madre."

.- Durante el tiempo que estés aquí no voy a permitirte un momento de relajo. Al principio tratarás de evitarlo, de engañarme, de escapar a mi control, pero no lo vas a conseguir, después irás aceptando tu situación, maldiciéndote por haber caído en ella, por tu cobardía al no atreverte a escapar y maldiciéndome a mí por tenerte en ella. Pero te vas a aguantar y soportar todo lo que te voy a exigir, te voy a imponer, te voy a obligar.

"¡Que te crees tú eso, zorra!"

"¡¿Qué no me atrevo a escapar de ti, miserable?! Ya lo creo que me atrevo y a hacer que te echen, puta asquerosa. Mañana lo comprobarás".

Y con esas ideas, L continuó soportando, admitiendo.

Para completar la postura, la hembra debía saludar empleando una fórmula de respeto y sometimiento: "Hembra en respeto y obediencia, señorita Laura", que la repateó aún más que la propia postura que se la obligaba a adoptar, también obligada a repetirla una y otra vez.

Luego, la señorita dice como quiere que camine.

.- Las manos como en la postura de respeto, abiertas, ligeramente cóncavas y hacia delante, sin que los brazos toquen el cuerpo. Tienes un culo para mostrarlo, por lo que cuando camines debes hacerlo del modo en que mejor lo exhibas. Debes conseguir que los señores no separen su mirada de tu culo.

"Ya lo hacen. Y no serás tú quien me enseñe a conseguirlo."

.- Menea el culo con descaro. No te importe exagerar, siempre que llames la atención estarás atrayendo interés sobre ti.

L tiene que caminar en esa postura, lo hace tratando de controlar el movimiento de las caderas.

ZAS

.- ¡Ah! – Salta al recibir el golpe de la caña.

.- ¡Más!

L lo hace, humillada, rabiosa, temerosa de la señorita.

.- Así está mejor. Mostrando cómo eres, lo que eres.

Después de caminar de ese modo la señorita añadiría una variación. - Ahora vas a doblar los brazos echando hacia atrás los codos, con las manos a la altura de la cintura, sin tocarla, y abiertas como antes. Así fuerzas a las tetas a sobresalir y ayudas a un mejor contoneo. Manteniéndote siempre erguida y con los ojos bajos.

Es una postura más incómoda que la de los brazos estirados y aún más anómala, que L realiza durante un rato, alternado con la anterior.

.- Ahora vas a comenzar a trotar. – L no sabe lo que quiere decir, la señorita lo explica. – Quiero que eleves las patas – la señorita ha comenzado a referirse de ese modo a las piernas de L, lo que ésta ha recibido furiosa pero sin manifestar ningún signo de oposición – hasta que el muslo quede paralelo al suelo, y mantén la posición de los brazos. Hazlo y hazlo bien. ¡Hembra al trote!

L lo haría, molesta, iracunda, temerosa de la caña, deseosa de acabar cuanto antes.

.- Hembra, mantén el contoneo del culo también en el trote, y deja caer los pies en paralelo, rectos hacia delante. Esfuérzate. – Pero no era fácil. La señorita insistía. - Hembra, ese culo, lo tienes para atraer a los machos. Menéalo con descaro. – Pero hacerlo al tiempo que elevaba las piernas no era sencillo, y la señorita lo exigía. - ¡Ese culo! ¡Ese culo! – Y L asustada y humillada trataba de contonearse como la señorita quería.

.- Hembra, las patas en ángulo recto con los muslos y éstos paralelos al suelo. Ni más altos ni más bajos, paralelos al suelo.

.- ¡Hembra! ¡Ese culo! ¡Menéalo bien! Para algo bueno que tienes, muéstralo.

¡ZAS!

.- ¡AH! – Gritaba, aunque el golpe no había sido muy fuerte, tratando de menear el culo con más descaro.

.- ¡Hembra! Las manos detrás de la cabeza.

.- ¡Ah! – No quería, era otra nueva humillación, pero lo hizo, siempre temiendo la caña.

.- ¡Echa los codos hacia atrás! ¡Te tiene que molestar!

.- ¡Hembra, las patas! Las quiero en ángulo recto, y los muslos paralelos al suelo. Mantén el contoneo. ¡Esfuérzate!

Y para incentivarla, la señorita utilizaría la caña sobre el culo y los muslos, con golpes secos y firmes, aunque no violentos, pero sí dolorosos y humillantes, queriendo con ellos indicar a L como tenía que hacer los movimientos, al tiempo que avisaba a la joven para que no flojeara, manteniendo el esfuerzo que se requería para hacer bien lo que la mandaba.

Después de un largo rato en el que la hembra se ejercitó en los movimientos, posturas, gestos y respuestas, la señorita la ofrecería darse un baño, lo que ella acogería con todo el agrado de dejar lo que estaba haciendo, y perder de vista a la señorita, cambiándolo por una actividad relajante.

.- ¡Hembra, al trote!

L, sin vacilar, comenzó a trotar. Ya elevaba las patas bien, pero la señorita continuaba exigiéndola el contoneo.

.- ¡Hembra, ese culo! ¡Lo quiero descarado! – Y para animarla a hacerlo bien la caña cayó sobre el culo que no se meneaba como debía.

.- ¡Aahh! -La queja fue seguida de un claro esfuerzo por conseguirlo, y de inmediato por otro golpe de la caña, esta vez aún más contundente.

.- Aaahhh.

.- No quiero que solo te esfuerces cuando te castigo. ¡Menea bien el culo! ¡¡Siempre!!

.- Sí, señorita Laura. Como usted mande, señorita Laura. – La respuesta hizo sonreír a la señorita, que comprobaba como la hembra se hacía a su situación y a las nuevas formas que debía practicar, al tiempo que se esforzaba aún más por realizar un contoneo descarado.

.- ¡Hembra! ¡Te quiero en tensión! ¡Exhibida! ¡Ofrecida!

.- ¡No haces esto para ti sino para el macho! ¡Eres una hembra, no lo olvides nunca! Ni olvides nunca la razón de existir de una hembra como tú, te debes al macho, debes llamar su atención, atraerle, provocarle, encelarle, lograr que se te fije en ti y te elija y te use, ganando a las otras que pugnen por él.

Ese tipo de comentarios confundían a L, que no comprendía su causa. Además, así no se hacían las cosas, así no se podía atraer al hombre, así lo hacían las putas. Pero trataba de realizar lo que se la ordenaba, humillada, harta, y solo por temor al castigo, lo que la humillaba aún más.

.- ¡Hembra, bien erguida!

.- ¡Hembra, ese culo! ¡Lo quiero meneándose con descaro! ¡Ofreciéndose!

.- ¡Hembra, las manos detrás de la cabeza! – L llevó las manos a la cabeza.

.- ¡Hembra, trotando hacia la puerta! ¡Cuidando las posturas!

L se dirigió hacia la puerta, tratando de realizar bien el trote. De repente se dio cuenta, espantada, que la señorita quería que saliera "trotando" de la sala, y así era, la señorita se había adelantado y abría la puerta para dejarla pasar. Por un momento la perplejidad se adueñó de L que vaciló descomponiendo la postura.

.- ¡¡Hembra!! ¡Esas patas!

Pero no podía pretender… A L no le cabía en la cabeza que quisiera que saliera de esa forma. Estaba desnuda, solo llevaba el sostén, que era mejor no llevar. La señorita se acercaba a ella.

"Si no lo hago, me pegará, seguro…"

"No lo consentiré."

.- ¡Hembra, atenta a lo que haces! ¡Sin distraerte! ¡Obediente!

Había llegado a la puerta, tenía que franquearla, por su mente pasó la idea de rogar, de implorar a la señorita que no la hiciera salir de ese modo, pero era demasiado humillante rogar a la señorita. "De eso ni hablar". Quedó trotando ante el umbral, sin atreverse a parar ni a salir.

.- ¡Hembra, sigue!

No podía salir así, quiso decirlo.

.- Señorita

ZAS

.- ¡AAAHHH!

.- ¡Hembra, calla y obedece!

Esta vez la caña había caído con fuerza sobre el culo de L, no era un golpe de aviso ni de enseñanza, era de castigo, y se quería que así lo sintiera la joven, que rompió la postura de las manos.

ZAS

.- ¡AAAAHHHH!

El golpe fue aún más contundente, esta vez L saltó hacia delante, en una huida que la alejara de la señorita, del castigo, pero que era también un gesto de obediencia, de aceptación, de rendición.

.- ¡Las manos! – Se percató que las había bajado, las llevó rápidamente detrás de la cabeza. El salto la había dejado en el pasillo. No pudo evitar mirar a los lados, no había nadie. Se sabía vencida por la señorita y eso la soliviantaba, pero sin que se atreviera a reaccionar.

L se encontró trotando por el pasillo. Asustada, avergonzada, humillada, aturdida. Sin comprender cómo podía estar haciéndolo. Quería parar, rebelarse, regresar a la sala, pero no se atrevía, el temor a la reacción de la señorita la tenía acobardada. Ya no era el miedo a las consecuencias en la empresa de un posible plante, era algo aún más humillante, era miedo a la señorita, a que empleara la caña para hacerla rendirse, para obligarla a obedecer. Siguió trotando bajo las órdenes de la señorita, con el miedo a ser vista de esa forma.

.- ¡Hembra, el culo! ¡Menéalo con descaro!

.- ¡Ah! – No podía ser. Al menos que no dijera esas cosas. No en un pasillo. Podía venir alguien, escucharlo. Si al menos lo dijera con voz baja, pero lo hacía con voz firme y fuerte que retumbaba en el pasillo y que L pensaba que se oiría desde muy lejos. L trató de menear el culo con más amplitud para evitar que la señorita repitiera su demanda.

.- ¡Ese culo! Menéalo como lo harías ante los machos. Imagínate que los tienes contemplándote.

La señorita seguía ordenado, con voz firme, que llenaba a L de vergüenza, de miedo a que fuera escuchada. El camino a transitar no fue corto y a L se le hizo mucho más largo, rogando que no apareciera nadie, que la señorita se callara.

"Tengo que huir de aquí."

"Pero sin crearme nuevos problemas."

"Pero no puedo tolerar esto. Esta loca me está pegando..., y lo que dice..., y lo que dice que pretende... Todo es una locura."

"Debería romper ahora mismo, no esperar más, echar a correr…"

Pero sabía que no podía hacerlo, que no tenía sentido, no sabía hacia dónde ir, estaba desnuda, y podrían enviara una nota a la empresa, diciendo… "Esta puta puede decir cualquier cosa". Entonces reaparecía el temor a lo que sucediera en la empresa, a lo que pudiera decir el fotógrafo, a que se conocieran sus trampas… Existían demasiados puntos débiles en todo aquel entramado como para permitir que una acción suya pudiera ponerlos de manifiesto. Tenía que aguantarse y resolver esa situación evitando que aparecieran sus engaños.

Llegan a una puerta, que la señorita abre. L piensa que será la zona de la piscina, regresa el miedo, la vergüenza, piensa en quién habrá en la piscina. Espera que la señorita detenga el trote antes de pasar a la piscina, pero no dice nada, L esta confusa, vuelve a plantearse no pasar, al menos no hacerlo al trote y con las manos detrás de la cabeza, pero la señorita ya está tras ella, con la caña en la mano.

.- ¡Hembra, quiero un buen trote! ¡Patas rectas, codos atrás!

.- ¡Ah! – El gemido esta vez era de humillación y vergüenza.

Abochornada traspasa la puerta, marcando los pasos, echando los codos hacia atrás, no quiere mirar, para no ver, para hacerse la ilusión de que no hay nadie. Tiene la piscina a unos metros, mira, ve a unas chicas bañándose, la da un vuelco el corazón, aturdida, abochornada. Para su sorpresa y mayor desasosiego las chicas salen de la piscina. L, las mira furtivamente, alterada, humillada, todas estaban desnudas, pero no piensa que eso suponga merma a su propia desnudez. Se sabe, no solo desnuda, también vejada por ese trote indigno. Sigue mirando a la jóvenes, olvidando su deber de no hacerlo, de mantener los ojos bajos, todas eran muy jóvenes y bellas, al salir de la piscina hacen una rápida y graciosa reverencia vueltas hacia la señorita, luego se alejan dejando la zona de la piscina a disposición de las recién llegadas. A L le pareció una conducta extraña, pero todo era extraño y tenía otras cosas de las que preocuparse, especialmente de ella misma, y prefería no estar con aquellas chicas, fueran quienes fueran.

Llega al borde de la piscina donde se detiene pero sin dejar el trote hasta que la señorita le ordena ponerse en posición de respeto. La señorita ordena que se quite el sostén y las sandalias, lo que ella hace pensando en las chicas, que habrán escuchado la orden y la verán obedecerla. Ahora puede mirar hacia ellas, están reunidas en un lateral de la piscina. Luego, la señorita, la da permiso para bañarse.

.- Gracias, señorita Laura. – Dice con voz tenue, que trata de no ser oída más allá de donde está. Quería desaparecer en la piscina pero no se atrevía a hacer nada sin la previa autorización de la señorita.

.- Puedes bañarte.

.- Con su permiso, señorita Laura.

L no vaciló en lanzarse a la piscina, queriendo ocultarse de la vista de las chicas.

El rato de baño comenzó bajo el influjo de lo sucedido anteriormente que había dejado a la joven vejada y abatida, con la mente puesta en esas chicas que estarían mirándola y, seguramente, hablando entre ellas de lo que acababan de presenciar. Nadó con vigor y a momentos con ira y rabia, luego, poco a poco, fue distrayéndose con el baño, a lo que contribuyó la desaparición de las chicas, que de repente no vio en su rincón, miró hacia todas partes, no estaban. Nadó un largo rato, lo que la relajó, y hubiera continuado si no hubiera sido por la aparición de la señorita, que la hizo salir de la piscina para ponerla en manos de una sirvienta.

.- Tina, para ti la señorita Tina. – Fue la presentación de la señorita. Con ella la dejó y Tina continuaría con los modos de la señorita.

Durante un buen rato, la sirvienta se dedicaría a depilarla el sexo y el monte de Venus, cuando acabó la llevaría a una zona colindante con la piscina con diversos aparatos de gimnasia, allí estaría un buen rato ejercitándose con varios de ellos. Luego haría que realizara otros ejercicios, entre ellos uno para forzar las piernas hacia atrás estando tumbada, postura en la que era relativamente fácil conseguir que llegaran a los pechos, de los que se ocuparía después, lo que ella recibió, por una vez, con agrado. Pintaría las uñas de manos y pies de modo más llamativo que el que ella llevaba

Cuando acabó se la devolvería a la sala, ya sin ir al trote. El alivio que suponía no ir de ese modo hizo que se sintiera más relajada, lo que la llevó a tratar de caminar normalmente, evitando las posturas forzadas, pero la criada, para su mayor humillación, no se lo permitiría.

.- Hembra, guarda la compostura debida, anda bien, meneando el culo con descaro. – A L, ese modo de hablar le sonaba a burla humillante, pero, sin posibilidad de escapar a la orden, tuvo que componer la postura y caminar conforme se le había enseñado, erguida, con las manos a lo largo del cuerpo, abiertas hacia delante. – Pon las manos en la cintura. – Lo hizo, al forzar los codos hacia atrás creaba una molesta tensión en pecho y espalda. Pero no era esa molestia lo que más desagradaba a L sino la sensación de sometimiento a una criada, que la hacía aparecer como especialmente doblegada y humillada. Y no acabarían ahí las humillaciones. – Hembra, menea el culo con más descaro. Que no tenga que repetírtelo. – La criada marcha en pos de L, dejando en la joven la sensación de saberse vigilada, a lo que se unía el temor a encontrarse con alguien que presenciara su exhibición, desnuda y sometida a una criada. Y se encontrarían con otra criada, ambas se saludaron, sin hacer caso a L, que trató de animar el paso para alejarse lo antes posible, pero que tuvo respuesta inmediata en la criada.

ZAS – ¡Ah! – L había recibido un azote duro y violento, pero sobre todo humillante. Saltó hacia adelante, escapando.

.- ¡Hembra, ven aquí! ¡En posición de respeto! – La criada ordenaba con voz firme. L pensó en salir corriendo, no quería humillarse más. La otra criada, que se había detenido a presenciar lo que ocurriese, miraba con sonriente curiosidad, consiguiendo que L buscara la huída.

.- ¡¡HEMBRA!! – Tina la llamaba con voz tonante, L se estremeció, vacilante, sintiendo la huída más difícil. Claudicar ante una criada resultaba mucho más humillante, pero capituló, acercándose a la criada. Completamente humillada compuso la posición de respeto, y tenía que ofrecerse.

.- Hembra en respeto y obediencia, señorita Tina. – Tenía ganas de llorar.

.- Hembra, las manos detrás de la cabeza. – Las puso.

ZAS – ZAS – ZAS – ZAS – ZAS – ZAS

.- ¡Ah! ¡Ah! ¡Ah! – L gemía, ya sin contener las lagrimas de humillación mucho más que de dolor, aunque la mano de Tina fuera contundente en los azotes.

.- Hembra, continúa andando y menea el culo como debes. L lo hizo, con las manos detrás de la cabeza y queriendo desaparecer de la vista de la otra criada.

.- Como usted mande, señorita Tina. – Realizó el resto del recorrido completamente doblegada.

Cuando llegaron a la sala, la criada ordenaría a L que compusiera la postura de respeto.

.- ¡Mantén la postura exigente! Es lo que debes hacer siempre, y más cuando esperes a la señorita, ante quien debes esmerar las muestras de respeto y sumisión.

L compuso la postura perfectamente, ya ni le quedaba fuerzas ni ganas para encolerizarse. La criada se marcho enseguida dejándola sola. Sin esa presencia L dejo libre la tensión comenzando a llorar de humillación, para reaccionar diciéndose que no se iba a doblegar, que iba a responder a todas y cada una de las ignominias que la hacían padecer.

"Ahora me tengo que aguantar pero voy a ir contra todos vosotros, miserables."

Pero mantenía la postura tal y como se quería, temerosa de recibir más de esas ignominias. Después, más calmada, atrevió a relajarse un poco, pero siempre con el temor de que estuviese alguien o que llegara la señorita. Estaba de espaldas a la puerta y tenía prohibido moverse o mirar hacia atrás. Cuando escuchó unos pasos, instintivamente se tensó, estaba comenzando a reaccionar según se quería de ella, al darse cuenta, la tensión se tradujo en crispación, por su respuesta y por la sensación de sumisión indeseada que llevaba tras ella. Ya solo deseaba salir de allí cuanto antes.

La señorita continuaría con los ejercicios de adiestramiento. L, que había recuperado alguna calma, volvía a estar crispada por su propia conducta. Estaría realizando los movimientos hasta llegar a realizarlos con bastante soltura, lo mismo que las formas de respeto, que pasaron a ser manifestaciones casi normales.

Cuando la señorita dio por concluido el tiempo de doma, le ordenó ponerse en posición de respeto.

.- No ha estado mal para ser el primer día, ¿verdad Hembra? – Tenía que contestar y no quería, pero volvería a capitular y hacer lo que la señorita ordenaba, ya con una única idea en la cabeza, acabar y huir de allí.

.- No, señorita Laura.

.- Pues aquí no acaba la doma, aquí se te domestica y ahorma, pero tú deberás continuar realizando lo que has aprendido. Fuera de aquí deberás comportarte siguiendo las pautas que se te enseñan. Deberás mostrar respeto a todos, deberás componer las posturas que has practicado, pero también vas a comenzar a vestir adecuadamente.

.- ¡Ah! - No pudo evitar la exclamación sorprendida. Pero estaba tan rendida que ya ni respondía con los pensamientos rebeldes, ya solo quería desaparecer de allí.

.- Vas de manera que no corresponde con tu condición, tienes que ir mostrando lo que eres, la hembra que te estás preparando para ser, de lo que te debes sentir orgullosa y poner de manifiesto ante los demás. He mandado que traigan unas prendas que te vas a poner y que te servirán de modelo a seguir. Están en el suelo, son sustitución de las tuyas. El coste se pasará como un extra. No he querido que sean caras, para no incrementar los gastos de tu empresa, luego, tú podrás adquirir otras mejores, pero similares en forma y tamaño.

La ropa interior era un tanga diminuto, ya los que ella usaba eran escuetos y ese los ganaba, solo cubría los labios del sexo, dejando el resto completamente desnudo, por lo que escapaba el vello con profusión, y el monte de Venus aparecía mostrándose completamente. El sostén la avergonzó, peor que el que había llevado, sin copas, solo con una base sobre la que se apoyaban los pechos, que dejaban prácticamente desnudos con los pezones al aire.

.- Puedes ir con las piernas desnudas, si llevas medias siempre serán trasparentes, que den tono a la carne pero que la dejen ver, como las que te hago llevar ahora. Nunca te pondrás pantys.

Continuó vistiéndose. Su traje de chaqueta estaba reemplazado por una falda corta hasta escasamente medio muslo y una camiseta de algodón también corta, muy ajustada, al menos una talla inferior a la que sería normal para ella, la llegaba por encima del ombligo, que dejaba al aire, al tiempo que ponía de manifiesto los pechos, con los pezones perfectamente patentes. Era demasiado, ahora se percataba que el sostén producía un resultado aún peor que el tanga, este estaba cubierto por la falda y, en cambio, el sostén a pesar de estarlo por la camiseta dejaba apercibirse de los pezones que la camiseta no podía disimular. Y encima las sandalias con un tacón de aguja excesivamente alto que la hacía más zorra.

.- De ahora en adelante y hasta que te ordene otros cambios, irás con prendas similares a las que llevas ahora. Al salir te daré un chaquetón, que como verás no cubre la falda completamente, si te pones otro deberá tener esa característica, debiendo dejar el borde de la falda holgadamente visible, eso quiere decir que llegará al menos 10 cm más arriba de la falda.

L pensaba que no podía ir así, pero respondería aceptando.

.- Lo que usted mande, señorita Laura. – Ahora con la mirada puesta en la puerta, que la permitiría salir y no regresar.

.- Como te gustará cambiarte compra otras similares, las puedes comprar más cortas pero no menos, ni menos ceñidas. Y no hagas trampas, te vigilare, si no cumples como te ordeno te castigaré con severidad, por tramposa y desobediente. – No creas que te vas a escabullir, eso es mejor que ni lo pienses.

L pensaba que no podría controlarla. "No vas a tener tiempo de hacerlo."

.- Y si no haces todo bien tu culo lo va a sentir.

"El tuyo es el que va a sentir la patada que le voy a dar."

.- Dime, Hembra, con qué frecuencia te masturbas.

.- ¡Eh! – L estaba perpleja. No salía de una sorpresa y ya estaba en otra. ¿Cómo podía esa... desvergonzada, preguntar algo así? "¡A ti qué te importa. Puta!" – Volvía a reaccionar rabiosa.

.- ¿Te cuesta tanto responder porque son muchas y tienes que echar la cuenta? ¿Tan escasa estás de señores que te hagan un favor?

.- Los favores acostumbro a hacerlos yo.

.- Señorita Laura. – Añadió, burlona, lo que faltaba en la respuesta de L, que ésta escuchó con mal disimulada ira, pero que tendría que repetir, aún con más rabia.

.- Señorita Laura. – Quería acabar de una vez. Estaba harta.

.- Así está mejor. Y ahora, dime con qué frecuencia te masturbas.

Tenía que contestar. Quiso evitar dar un número.

.- No sé exactamente..., alguna vez.

.- ¿Todos los días?

.- ¡Nooo! – A L le pareció excesivo y respondió desechando esa frecuencia, que, además, vio como una alusión a su carencia de pareja, como un sucedáneo del hombre utilizado por la ausencia de este.

.- ¿Un par de veces por semana? O quizás algo más.

.- Puede ser.

.- Ya. He de suponer que no tienes amantes, ni amante – la miraba con una sonrisa burlona – ni nada que llevarte a la boca, o al coño.

.- Señorita, le rogaría... – La señorita no la dejaría continuar.

.- ¡Déjate de disimulos que no engañan a nadie y contesta! A ver si te vas a creer que no conozco a las calientapollas como tú.

A L, el calificativo utilizado por la señorita, supuso una doble bofetada, por lo verdadero, ella misma se había dicho en más de una ocasión que lo era, y porque la señorita se hubiera apercibido de ello, lo que logró que respondiera crispada.

.- Ahora no tengo nada., porque

.- Ya, porque no quieres. – Seguía con el tono burlón, adelantándose a lo que L iba a decir. – Vaya, lo siento y encima yo te voy a prohibir que te masturbes. Ya lo sabes. No volverás a masturbarte sin antes recabar y obtener mi permiso expreso.

L escuchaba atónita. No era posible que pretendiera eso, que además no podría controlar. Era una estupidez. Ya pensaba en masturbarse nada más llegar a casa…, o en la oficina.

.- Mejor es que te olvides de lo que estás pensando, te iba a descubrir y si no soy blanda con las desobediencias, cuando se pretenden con nocturnidad y alevosía las castigo con especial severidad. – Volvía a hacer el chiste a costa de L. – Mañana preséntate a la misma hora que hoy, si te retrasas te castigaré. Mañana te hablaré de los castigos que te esperan si no cumples perfectamente con tus deberes. Y cuando digo que quiero que cumplas tus deberes, también me refiero a los que te obligan fuera de aquí. Si no lo haces, me enteraré y te castigaré mucho más severamente, por tratar de engañarme y hacerlo con vileza, cuando piensas que no me puedo enterar. Y te aviso que puedo enterarme y me enteraré.

L pensaba que era solo un intento de amedrentarla, pero nada impedía que pudiera enterarse, al menos cuando se tratara de comportamientos públicos, otra cosa era lo de masturbarse.

"Pero, qué más da, no me va a volver a ver."

.- Mañana, al llegar, te presentas a la sirvienta que te reciba diciendo que eres Hembra y vienes a ser domada por la señorita Laura.

L, escuchó de nuevo superada por lo que oía. Era incapaz de asumir que se la pudiera estar diciendo algo semejante.

"Es imposible, no puede ser, nadie puede pretender..."

Pero era posible. – A ver, Hembra, repite lo que acabo de decirte.

"Pero mañana no vendré y te quedarás con las ganas de escucharlo."

Pero tenía que repetirlo.

.- Que...que, cuando llegue..., diga que...soy la hembra que viene a...

.- ¡No! "Soy Hembra", ese es tu nombre, "y vengo a ser domada por la señorita Laura".

.- ¡Ah! - Soy... – la costaba tanto decir la palabra referida a sí misma que se cortaba, incapaz de continuar.

.- ¡Sigue!

Temía la caña. "Y ya me voy". Se dijo para justificar su aceptación .

.- Soy Hembra, y vengo a... ser domada por la señorita Laura.

.- Y luego añade: Informo que no me he masturbado.

.- ¡Pero...!

De nuevo la sorpresa escandalizada. ¿Cómo podía pedir que dijera algo así... y a una criada? Era absurdo, indigno, avergonzaría a la propia criada..., a todo el que lo escuchara.

.- Repítelo todo. – L miraba tan asombrada como perturbada. No podía ser, no podía decir eso. - ¿No has oído? ¿Acaso quieres que te suelte la lengua?

.- Soy Hembra, vengo a ser... domada por la señorita Laura. – Calló. La caña pasó por su culo, L sabía que la señorita no advertía en vano. – Informo... que no me he masturbado. – Acabó.

"No voy a parar de hacerlo hasta que no soporte más."

.- Si no lo dices bien, lo escribirás 1000 veces, así no se te olvidará. Ten. – La dio unas hojas. – Es una dieta sana. Síguela. Y cuando digo que la cumplas es una orden, que enseguida sabré si has obedecido. – Ponte en posición de respeto de cara a la pared. Ahora vendrá Tina para acicalarte, después te irás.

Era una nueva espera pero detrás estaba la salida.

Tina llegaría enseguida portando con ella una pequeña caja.

.- Te voy a maquillar mejor y te daré lo que deberás ponerte a partir de ahora. Pero antes voy a ver como tienes el culo. Quítate la falda. – L lo hizo, y Tina examinó el culo y los muslos.

L no pudo evitar preguntar: ¿Cómo está, señorita Tina?

.- Esto no es nada. La señorita ha sido muy benévola contigo, quizás por ser el primer día.

"Y el único."

.- Pero te voy a poner una pomada, aunque no sea necesaria. Tienes unas marcas muy ligeras que desaparecerán enseguida. – L notó como la pomada refrescaba la carne. Pensó que no había heridas ya que los toques no eran molestos ni escocían, eso la tranquilizó.

Después la maquillaría, cuando acabó L se contempló en un espejo, como todo lo demás, el maquillaje también era excesivo.

.- A partir de ahora te maquillarás de la misma forma en que yo lo he hecho. Te va mucho y estás muy atractiva, seguro que los señores se fijan en ti. Ten. Esto es lo que te debes utilizar para maquillarte. Cuando se acaben, compra otros iguales.

Luego la acompañó hasta la puerta que, por fin se abrió para dejarla salir, lo que hizo con una sensación de escapatoria y alivio que resultaba absolutamente extraña para ella.

Al dejar el salón, L lo hacía trémula. Sentía la rabia y el deseo de hundir a la señorita hija de puta, por todo lo sucedido y por seguir obedeciendo sus mandatos, por no atreverse a conculcarlos, pero también quería reírse de lo ocurrido con ella, de las pretensiones de la señorita, de sus intenciones, absurdas, ridículas, y por ello risibles, y si quería reírse de ellas, como buscando en esa risa el contrapunto, la compensación a todas las humillaciones que había sufrido, no conseguía más que decirse que eran cómicos, pero no lograba que surgiera la risa.

En la calle, notaría la diferencia de temperatura, se puso el chaquetón que aún llevaba en la mano, al hacerlo se fijó en él, no solo era muy corto, llegaba a cubrir poco más de las caderas casi como una chaqueta, era chillón, de unos colores que llamaban la atención.

"Es horrible. Tengo que cambiarme."

Miró en la bolsa, allí estaba su abrigo, podía cambiarse de inmediato, pero quiso alejarse antes, como si temiera que la pudieran ver desde el edificio, pero en realidad, temiendo desobedecer, aunque eso ni se atreviera a pensarlo.

Pero si en ella predominaba el deseo de huir, de vengarse, se daba cuenta que existía otra sensación, que la iba invadiendo cuando pensaba en el modo de hacerlo, en lo que tenía que explicar, en las posibles consecuencias, entonces comenzaba a invadirla el desasosiego al que seguía el desánimo, que se acrecentaba según iban surgiendo interrogantes sobre la situación en la que estaba, en lo que pasaría si en el salón hacían un comunicado para la empresa. Y el fotógrafo, que también podría hablar… Lo peor era aparecer ante las gentes de la empresa en la posición que la señorita la tenía, peor aún que soportar esa posición. Pero se rebeló ante esa postura conformista.

"No me da la gana soportarla un día más."

"Soy idiota. No debía haber tolerado nada. Tenía que haberme ido inmediatamente. Pero no podía salir corriendo desnuda. "

Pero se daba cuenta que no era nada fácil ir contra las pretensiones de la señorita, cualquier error la llevaría directamente al ostracismo, si aparecía como alguien que juega al engaño no habría quien la salvase, eso no estaba tolerado, habría quebrado su carrera en la empresa, tendría que comenzar de nuevo, y esta vez sería desde abajo.

"Esta puta explicaría lo sucedido... y claro lo hará a su modo."

Cada vez que pensaba en ello se desazonaba.

"Puede explicar lo que hace de forma que aparezca como algo normal, es fácil, y provocaría el jolgorio de quienes lo leyeran. Si explica que troto desnuda o se me enseña a ser respetuosa y que por eso hace que me ejercite en tratar con respeto a todos… No quiero ni imaginar lo que sería en la empresa… Y ésta es muy capaz de hacerlo…"

"Y decir que necesito corregir mis modales…, que soy orgullosa y no quiero someterme a quienes me ordenan lo que debo hacer…"

"No puedo dejarlo por las bravas. Si me fuera y enviaran una nota y el fotógrafo añadiera lo suyo, quedaría destrozada."

"Pero, ¿cómo va a decir lo que hace? Si será un delito..., no puede pegarme..., claro que si yo lo consiento, si no reacciono..."

"Y la pretensión de que no me masturbe..., dirá que lo hago demasiado, haciéndome quedar por una viciosa... Vete a saber."

"Y se morirían de risa. Solamente comentarlo sería un jolgorio…, para unos, porque habría otros que pensarán que soy una viciosa…"

"Pero no puedo tolerar que se utilice la violencia conmigo, eso es intolerable y no lo permitiré."

Pensó en el estado de su culo, pero Tina no le había dado ninguna importancia. "Si lo tuviera marcado, con enseñarlo a un médico que pudiera testificar si yo se lo pidiera… Por ahí la tendría cogida." – Pero, de inmediato, también en eso surgieron dudas. – "Si lo de la masturbación sería causa de jolgorio no quiero pensar si se supiera que me han azotado… Y ella lo explicaría… seguro que encontraba un buen motivo."

Estaba andando distraída, dirigiéndose al coche. Se dio cuenta que tenía ganas de comer, pero no quería entrar en una cafetería tal y como iba. Se aguantó y decidió ir a la oficina antes de que lo hiciera el grueso de los empleados.

"Me estoy dejando envolver por unos temores que se basan en suposiciones muy poco probables... pero, posibles."

Y eran lo suficiente amenazadores como para que L no se atreviera a incumplir los mandatos de la señorita, sin poder evitar que en su mente estuvieran presentes posturas y movimientos, que realizaba temiendo estar vigilada. Lo hacía rabiosa, por hacerlo y por estar asustada.

Acudió a la oficina. Entraría con el chaquetón puesto y contoneándose más de lo habitual y bastante más de lo decoroso, evitando ser vista, pero los conserjes la verían, pasó ante ellos deprisa, sabía que los muslos medio desnudos se quedarían en la retina de quienes la contemplaran, y el maquillaje y esas sandalias...

"Estarán asombrados de verme tal y como voy."

Iría directamente al cuarto de baño, quería verse en un espejo y mirar como tenía el culo y los muslos. Cuando se vio no pudo evitar en gemido de turbación y vergüenza, pensaba que iba como una hippie y era peor.

"Voy como una puta."

Si la falda era corta en exceso, esa camiseta, también corta, que dejaba el ombligo al aire y sobre todo, patentizaba unos pezones crecidos, que casi se trasparentaban presionando sobre un algodón muy fino que parecía que iba a ceder ante el empuje, el maquillaje añadía la guinda a la manera de vestir.

"Y encima estas sandalias. Si es que voy como una puta."

"Tengo que cortar, no puedo presentarme así en ningún sitio."

Quería verse el culo. Se elevó las faldas, apareció el tanga en el espejo, y con él la muestra del monte de Venus, el vello.

"Con esto hay que ir depilada."

Se volvió un poco, allí estaban una serie de marcas en el culo y los muslos, si bien leves, excepto alguna que aparecía más señalada, y algunos puntos en que se habían cruzado dos golpes. Pensó en llamar a su médico – "mejor a otro" – para que certificara su estado. "Es una garantía frente a lo que pueda hacer esa puta. Se lo pensará dos veces. Pero, si yo no digo nada, parecerá que lo he admitido. Tendría que denunciarlo… y entonces aparecería todo…" - Seguía condicionada por la señorita.

Regresó a su despacho, iba apresurada, temerosa de ser vista. Tenía su ropa antigua en un bolso, hubiera sido muy fácil cambiarse, pero no se atrevía, temía que la señorita lo supiera.

Durante el resto del tiempo que L estuvo en la oficina, oculta, casi atrincherada en su despacho, repasando las posibilidades para acabar con el estado de cosas en que se había metido. Su principal prioridad era no deteriorar su situación en la empresa y ofrecer una salida airosa con MCM.

Pero seguían apareciendo las razones que demandaban prudencia. Antes de hacer nada debería asegurarse la aprobación del fotógrafo. Lo mejor y más prudente era sobreponerse y aguantar hasta estar segura de poder escapar de aquel lugar sin correr los peligros que en ese momento no era posible evitar. Pero no quería acomodarse a una solución que aparecía como una claudicación. Quería hacer algo, lo necesitaba para probarse que no se conformaba, que luchaba. Debería hablar con el fotógrafo, tenerle de su parte era trascendental. Llamó al fotógrafo. Se puso la maquilladora. Para su sorpresa la informó que el fotógrafo no estaría hasta el martes próximo.

Era un contratiempo. "Otro". Y si era verdad que el fotógrafo no estaba, de haber estado tampoco hubiera servido de nada la llamada. No podía hacer nada sin tener asegurada la respuesta favorable del fotógrafo, si por algún motivo éste se negara, no soportaría la presión por ambos lados.

"Tampoco puedo dejarme vencer por un día o dos de soportar a esa… miserable. No puedo ser tan blanda. Si tengo que aguantar, aguantaré."

"Y desde luego, no voy a permitir que esa hija de… vuelva a tocarme. Si lo hiciera rompo de inmediato. Por ahí no paso."

Y mientras pensaba en todo eso, dejaba de lado enterarse de que era el lugar donde se la creaban tantos problemas.

Quien había pensado en lo que ocurría esa mañana en el club era J. Estaba intranquilo. Al final de la mañana llamaría al club para enterarse de cómo había ido todo. El director le tranquilizaría.

.- Perfectamente. Creo que la marrana se amoldará muy bien a nuestra casa. No deje de llamarla y de verla. Ya me dirá.

.- ¿Qué quiere decir?

.- Que se ocupe de ella. Llámela.

.- Entonces, ¿ha ido todo bien?

.- Muy bien. En la parte alta de lo que podíamos esperar.

.- ¿No hay rechazo?

.- Total, pero tiene que aguantarse.

.- ¿Y no hay miedo de que no lo haga?

.- Poco. ¿Qué va a decir si al hacerlo puede destruir todas sus esperanzas?

.- Pero..., puede reaccionar.

.- Ya está asustada y sopesando lo que puede hacer. Para ella, lo más prudente es esperar unos días antes de hacer nada. Tiene una semana de prueba por delante, que la será muy complicado eludir, y sabe que cualquier intento implicaría que nosotros explicáramos, y eso no se lo puede permitir.

.- Pero ustedes... ¿que pueden decir?

.- Todo lo que ella no quiere que digamos. – J, rió. – ¡Ah! Si puede, véala el culo.

.- ¿Cómo?

.- Ha empezado a degustar el sabor de la caña.

Ahora, quien se asustó fue J. No podía creer que L tolerara eso.

J estuvo al tanto de la llegada de L para comprobar lo que le había anunciado el director del club. Como la joven no se presentara, cuando se acercaba la hora de salida la llamó. L trató de eludir el encuentro.

.- Tengo un poco de prisa, si no te importa nos vemos mañana.

.- Pues mañana el presidente no estará.

.- ¡Ah! ¿El presidente quiere verme?

.- Sí, eso quería. Si es que puedes. – Comentó con guasa.

.- Sí, claro.

.- Pues pasa por aquí y subimos juntos, antes de que se vaya.

.- Ahora voy.

J, sabía que el presidente ya había salido, había estado con él y después salía y apresurado, y para cerciorarse había llamado por el teléfono directo y no lo había cogido.

A pesar del disgusto que la producía llevar el chaquetón, L se lo puso para subir a ver al presidente, era preferible que la viera con el chaquetón que sin él. Cogió el bolso y una carpeta evitando mantener la posición de las manos. Pasó por el despacho de J, prefería ir con él, esperando "resguardarse" un poco en él, la secretaría la miró sorprendida, después crítica y de inmediato maliciosamente complacida. Ver a la joven engreída y dominante vestida de forma inapropiada no dejaba de ser una grata circunstancia. Entró en el despacho de J, quiso hacerlo distendida y quitando importancia a la forma en la que iba vestida.

.- Hola, J.

.- Hola, L. Vaya, ya veo por qué tienes prisa, hoy vas de juerga. ¿Habéis apostado a ver quién va más colorista?

Pero él, ya mucho más relajado, miraba los muslos exhibidos, las sandalias con tacón excesivo, y el maquillaje. Pensó en el culo de la joven y en cómo poder comprobar las huellas de la caña. Recordó el aviso del director del club sobre lo pronto que comenzaría a percibir la evolución de la joven, ya veía que había comenzado y de manera harto significativa. Se preguntó cómo lo habrían conseguido. Pero fuera como fuere no había más que felicitarles por ello.

Llegaron al despacho del presidente, ya se había ido. Regresaron, J despidió a L en el ascensor, quedándose con la ganas de verla el culo. No sabía que también hubiera sido interesante verla sin el chaquetón.

Al salir de la oficina L iría a adquirir otro chaquetón, el que llevaba era tan inadecuado que no podía ir con él.

A pesar de no haber comido cenó con pocas ganas y se fue a la cama, había llegado el momento de actuar en contra del mandato de la señorita, podía masturbarse hasta hartarse. Lo quería hacer..., pero vacilaba, tampoco tenía ganas, era como si la prohibición en lugar de excitar el deseo actuara controlándolo. Llevó la mano a la vulva, dejándola sobre ella, luego iniciaría unos toques tibios, que poco iban a conseguir. Nerviosa, retiró la mano. Sentía una mezcla de un extraño temor y al tiempo una desgana que no encontraba estímulo suficiente para desaparecer.

"No me apetece. No lo voy a hacer sin ganas."