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Fiesta en el campo VII

29 Fiesta en el campo VII

Berta había presenciado todo lo ocurrido, cada vez más turbada, viendo como su amiga era humillada por una petición de perdón, que si era  difícil de realizar, también lo era de presenciar por todo lo que tenía de vejatorio para Tracy, y al tiempo, por todo lo que tenía de excitante para ella. Berta estaba nerviosa viendo a la joven balbuceando un intento de escusa, que de nada serviría, para evitar la exigencia del chico de que se arrodillara y pidiera perdón debidamente.

Berta, que escuchó, alborotada, la demanda de Tim, esperaba, nerviosa y alterada, la respuesta de su amiga, que deseaba sometida debiendo desearla rebelde. Para su ansiosa conmoción contempló como Tracy se rendía y, aceptando la imposición de Tim, se arrodillaba ante él y le pedía perdón de ese modo más que humillante, con el grupo de amigos presenciándolo. Mientras Berta se sentía culpable por, no solo, no haberlo evitado, sino por haberlo propiciado, y más aún, por las sensaciones que generaba en ella, que no debía tener y mucho menos no luchar contra ellas, al revés, quería dejar que se mantuvieran en ella, sintiéndolas, saboreándolas, deseando que Tim siguiera exigiendo a Tracy y esta continuara siendo humillada y delante de todos, mientras en ella crecía el calor de la excitación, que no haría más que incrementarse con lo que siguió después.

Berta, para su perplejidad, vería, cada vez más exaltada, el corte de la falda de su amiga, que si no la alteró tanto como contemplarla arrodillada y pidiendo perdón, disfrutaría especialmente, viendo cómo iba quedando Tracy según el chico iba realizando el corte, sin que pudiera  evitar la convulsión que eso le producía, llevándose las manos a la cara para ocultar el aspaviento de excitada sorpresa con que recibía la visión de los muslos de su amiga hasta casi la entrepierna,  y después del culo, que Tim no parecía preocuparse de mantener cubierto, antes al contrario, elevaba la falda para realizar el corte con más facilidad, dejando las nalgas casi completamente desnudas con la protuberancia del sexo entre las piernas, que la mínima tela del tanga apenas cubría, y la marca del golpe del rebenque, que aparecía neta cruzando las nalgas, que la hizo sentir como crecía en ella el calor de la excitación. Pero cuando el chico cortó el tanga y apareció la carne del coño al descubierto, no controló un pequeño grito, ya no sabía si de escándalo o de mayor excitación, o ambas cosas a la vez, ante lo que significaba verle el culo y el sexo desnudos, este sin que nada lo velara, apareciendo libre de vello, en toda su carnosa protuberancia, haciendo que apeteciera para ella una carne en estado semejante.

Pensaba que Tim se estaba pasando, que no debía hacer aquello. Miraba, cautelosamente, a los demás para ver cómo acogían la acción, encontrándose con sonrisas divertidas y miradas rijosas, y en las chicas expresiones de sorpresa, cierta ansiedad y excitado regocijo, que hizo que Berta pensara que no era la única que experimentaba las mismas sensaciones y tenía los mismos deseos. Incluso algún gesto entre las parejas  indicaba el efecto que hacía lo que presenciaban y las ganas que surgían de sacar provecho con caricias y toques.

Berta supo que no podía permitir que aquello fuera a más, pensando que debía estar atenta a impedir cualquier iniciativa que se pasara de la raya. Se iría acercando para contemplarlo lo mejor posible, aún a riesgo de estar dando con ello una aprobación tácita a lo que se hacía con su amiga y en su fiesta. Se quedó pegada a la pared en un punto en que veía, desde atrás y un poco ladeada, a Tracy y lo que Tim hacía con ella. Se sentía obligada a parar aquello, a decir a Tim que no iba a ser como él quería, pero se contuvo, queriendo apurar el momento antes de decir nada. Quería seguir observando a su amiga, ansiando volver a contemplar una carne que debía permanecer cubierta,  esperando que, cualquier movimiento, la dejara al descubierto, quizás, y mejor aún, que el propio Tim la descubriera para que todos la contemplaran, humillando aún más a su amiga, y ella disfrutar del espectáculo y de lo significaba para Tracy, sintiendo la excitación que provocaba lo que veía y la humillación que suponía, que incrementaba el ansia de seguir viendo, al tiempo que sentía el deseo de ser ella quien sufriera esa “gozosa” humillación.

Tracy descendió del capitel que hacía de pequeño pedestal, el movimiento consiguió lo que Berta deseaba, el culo de Tracy quedó al descubierto, lo que volvería a alterar a Berta, y cuando su amiga bajó, la alteración se transformó en excitado alboroto, al contemplar como la falda no llegaba a cubrir las nalgas de Tracy, que quedaban visibles en sus mollas, haciendo que Berta mirara ansiosa buscando el sexo. Añoró no tenerlo, ella también, depilado, lo que en ese momento le parecía algo mucho más atractivo, cálido y morboso, para ser mostrado y ofrecido.

Pol, que había estado atento a lo que sucedía con Tracy, regodeándose en lo que su amigo hacía con ella, sin dejar de vigilar a Berta, se acercaría a esta, sabiendo que estaba tolerando todo, sin perder un detalle de lo que hacía Tim a su amiga, y con evidentes muestras de no ser indiferente a ello.

.- Te está gustando el espectáculo. – La quiso poner frente a una realidad que, muy probablemente, ella no querría reconocer. – Berta se sobresaltó primero, después sintió la vergüenza de la veracidad de la afirmación de Pol, que quiso, de inmediato, eludir.

.- No sé cómo se atreve a hacer eso.

.- ¿Quién, él o ella? – Pol se burlaba, y ponía a Berta ante el hecho de que si él pedía ella estaba tolerando.

.- Tú. Tim no hubiera hecho esto si tú no estuvieras detrás. – Que la chica pensara eso no podía más que halagar a Pol, que sonrió entre satisfecho y aquiescente.

.- Pues lo mismo hay que hacer contigo.

.- ¡Que te crees tú eso! – Pero la posibilidad entraba de lleno en sus ansiedades y no dejaba de hacer efecto en ella.

.- Estoy seguro que disfrutarías con ello. – Berta no pudo evitar una sorprendida alarma al escuchar la afirmación del chico, que había dado en el blanco, temiendo que fueran perceptibles sus sentimientos y deseos. – Y, además, luciendo el culo, y al lado de tu amiga, que tiene uno estupendo. Espero que el tuyo, desnudo, sea comparable, de este me encargaré yo.

.- Tú vas muy deprisa. – No la había gustado la comparación con Tracy. – Lo mismo que tu amigo.

.- Menos de lo que a ti te gustaría.

.- Que va a tener que dar marcha atrás, lo mismo que tú. - Berta obviaba el comentario de Pol para continuar con el suyo.

.- Si no ha hecho más que empezar y yo ni siquiera he empezado contigo.

.- ¿No te ibas a encargar de Tracy? – Parecía invitarle a que se ocupara de la otra si es que era eso lo que más le apetecía.

.- Tengo para las dos.

.- No me gustan los tríos…, ni los necesito.

.- A ti te gustará lo que yo te diga que te guste y, desde luego, lo que me guste a mí hacer contigo. – Para demostrarlo cogió el culo de Berta con su mano cerrando el puño con fuerza sobre la carne que abarcaba.

.- ¡Ah! Suelta. – Lo decía contenida para evitar llamar la atención, y para nada en contra de lo que él hacía, al contrario, era lo que estaba deseando, ahora era ella quien podía sentir el dominio que se ejercía sobre ella, sobre su culo. El sobresalto inicial estaba dejando paso a la ansiosa excitación. Llevó la mano buscando la de él, no para tratar que soltara su presa, solo para demostrar que se oponía al acto. Él no solo no soltó el puñado de carne sino que apretó con más fuerza. – Me haces daño. – La protesta era tan falsa como el intento de su mano. Él no hizo el menor caso, manteniendo la presión sobre la carne.

.- Cada vez tengo más ganas de tener la polla frotando entre tus nalgas y luego metértela por el culo. Me gusta esta carne. – Y apretaba con mayor fuerza, evidenciando con su mano lo que decían sus palabras.

.- Por favor, suéltame. – Temió que él hubiera notado la alteración que produjo en ella esa manifestación. Pero no dijo que no le permitiera lo que él pretendía.

.- No me vas a decir que no prefieres que te siga haciendo el favor de no soltarte.

.- Nos pueden ver. – Ella no negaba.

Él la soltó, y ella sintió que él cediera a sus demandas – no era tan firme y duro, y eso no la gustaba – como sintió la ausencia de la mano, pero esta regresaría, esta vez bajo la falda, haciendo que Berta diera un respingo pero tarde, ya había cogido la carne, obligando a la joven a quedarse quieta para no llamar la atención. La mano era mucho más cálida directamente sobre la carne que no cubría el tanga que llevaba, y eso lo notaba la chica, que sonrió ante la constatación de su error sobre él, y el deseo que demostraba con su nueva acción, que la perturbaba con la ansiedad por ir a más.

.- Podía darte unos buenos pollazos de aperitivo y de postre el grueso. No nos vendría nada mal a ninguno de los dos.

.- Habla por ti. - Quería negar pero no hacía nada por retirar la mano de su culo.

.- Yo hablo siempre por mis putas.

.- Pol, no te voy a consentir… - No acabó la frase, él soltó la carne, pero solo para dar un sonoro azote a Berta, que hizo volverse a los más próximos, dejando a la joven avergonzada, tratando de disimular que  se supiera la causa del ruido, que pocas dudas podía ofrecer, y las sonrisas de algunos lo denotaban, si bien pensarían que era un juego entre ambos. Había dejado atrás los anhelos del placer de la publicidad.

.- Tú no vas a consentir ni dejar de consentir nada.

Y diciéndolo su mano regresó al culo de la joven, sin vacilación ni miedo a ser descubierta, no así en Berta, que la recibiría con un estremecimiento y en un silencio más que significativo, girándose lo que pudo para tratar de ocultar lo que Pol hacía, e intentar escapar a la mano, no por no quererla en su culo sino por evitar que fuera percibida bajo su falda, al tiempo que intentaba cubrir el expediente de rechazo a la acción, lo que no fue suficiente para Pol, consciente de que la joven cedía y toleraba, y de lo que eso suponía para él. Había dejado a Tracy para su amigo, lo que evitaba el conflicto directo con Riky, pero tenía a Berta y, con un poco de suerte o habilidad también podría compartir a Tracy.

.- Espero que comiences a comprender, y sepas comportarte como deseo que lo hagas. No me gusta repetir las cosas. Es un aviso que no pienso repetirte.

.- Por favor, no delante de mis invitados. – Ella ya no rechazaba, solo no quería que fuera apreciado.

.- Cuándo, dónde, cómo y delante de quien a mí me dé la gana, ¿entendido, puta?

Pedía una rendición incondicional. La que Berta había deseado para Tracy, la que tanto la excitaba ver, la que, incluso, había deseado para sí misma, pero ya no estaba tan dispuesta a ofrecer, a pesar de mantener la excitación que generaba en ella la idea de tener que someterse, incluso humillarse. Y si él actuaba tratando de configurar su pretensión de putear a la joven, repitiendo esa idea de forma constante, Berta, instintivamente, respondería de modo opuesto, queriendo rechazar ese trato y responder conforme a lo que debía  hacer una mujer, que jamás podía entregarse a la primera, y menos siendo tolerante con las formas de Pol.

Ahora era ella quien reaccionaba queriendo luchar, negarse, no admitir. Si se entregaba lo haría después de que él hubiera demostrado su interés y sabido ganársela, aunque quedara en ella el deseo insatisfecho que demandaba dejarse hacer. Pero también sabía que poner trabas, intentar luchar, no ceder, implicaba que él tuviera que esforzarse, luchar más, imponerse a ella, vencerla, someterla, al tiempo que demostraba su interés, su deseo, su pasión por ella. Quería incitarle a que no cediera, que supiera atreverse con osadía y pasión, y acaso, con coacción, con descomedimiento. Su oposición era para incitarle más y conseguir forzarle a responder con más contundencia. En el fondo lo que quería era rendirse y por la fuerza. Y lo iba a tener, y sin esperar más.

ZAS.

El azote había sido mucho más contundente y sonoro, cayendo sobre el culo desnudo, ya que él mantuvo, con su otra mano, la falda elevada. El efecto en Berta fue inmediato, primero de susto e inquietud por la consecuencia que provocaría entre los que lo oyeran, que fueron todos los que estaban cerca, que no eran pocos, dejándola cohibida y avergonzada, atenta a lo que hicieran quienes oyeron el azote y a la mano que regresaba a su punto de partida sin que ella se atreviera a hacer nada para evitarlo, temerosa de otra respuesta similar. Solo se atrevería a colocarse quedando de espaldas a Pol y mostrándose de frente a quienes mejor podían verla, aunque eso supusiera aparecer ofreciendo más el culo a Pol.

Después, la mano haría que olvidara vergüenza y temores, satisfaciendo sus más cálidos deseos, notando como la humedad se apoderaba de su coño. Se dijo que, si la gustaba dejarse hacer, someterse, ser puteada, – lo pensó con esa palabra, que la hacía excitarse más – por qué impedirlo. Sin darse cuenta estaba haciéndose a los modos de Pol, aceptándolos y disfrutándolos.

.- Sí, Pol. – Contestaría, asintiendo, doblegándose, aunque aún no quisiera reconocerse vencida, pero sabía que estaba capitulando, y que deseaba que él continuara exigiendo, imponiendo. Y si mantenía en ella el conflicto entre sus deseos más excitantes y las formas que pedían que no se rindiera, al menos en su totalidad, solo era para salvar la cara y, acaso, para hacer más sabrosa la rendición. Pero no iba a ser ella quien decidiera.

.- Pues no lo olvides. – La mano, esta vez, acariciaba el culo.

.- Así está mejor. – Berta quiso aparecer como participante y no como dominada, aceptando voluntariamente lo que, poco antes, había simulado querer impedir, y que era una muestra más de imposición del joven, ya sin importarla admitir que, aunque fingiera ser copartícipe, era él quien iniciaba y ella quien se dejaba. Como respuesta la mano se cerró sobre la carne, dejando claro que no admitía la pretensión de Berta. Esta vez, el puño cogería la zona de la nalga más cercana a la raja, alcanzando con los dedos las inmediaciones del agujero. Berta sentía como un dedo parecía querer meterse en ese agujero, lo que la tensó, regresando a ella el conflicto de sensaciones y deseos, quería sentir el dedo y, acaso, que se atreviera a insistir hacia el interior del culo, al tiempo que tenía miedo a poner de manifiesto una complacencia indebida, que él no debía conocer, y que los demás pudieran apreciar lo que estaba sucediendo. Berta quedó quieta, no se atrevía a moverse.

.- Siempre está mejor lo que yo haga contigo y con tu culo. ¿Entendido, marrana? – Él alzaba la voz, lo que atemorizaba a la joven, ahora dominada por el miedo a que los demás pudieran percatarse de las acciones de Pol, pero al tiempo, la permitía tener una escusa para ceder y no hacer nada por tratar de que la mano abandonara su culo.

.- ¡Ah! Sí, Pol. – Admitiría, avergonzada de hacerlo, y de aparecer como incapaz de oponerse al chico. Eso no la gustaba, queriendo dejarse dominar no quería que fuera algo que apareciera como evidente.

Pero lo de marrana no podía ni debía tolerarlo. Por ahí no iba a pasar. Pero no hizo nada. Aún así quedaba en ella la llama de esos deseos excitantes que, de nuevo, hicieron acto de presencia, ante los dedos que parecían querer apartar la cinta del tanga, buscando el agujero del culo, que ella, cada vez más, deseaba que encontraran. Y los dedos, tirando de la nalga que agarraban, separaron la cinta de la carne lo suficiente para dejar espacio por el que acercarse al agujero, al sentirlos prácticamente sobre él, Berta no pudo evitar un estremecimiento, que no pasó desapercibido a Pol, que conoció el efecto que suscitaba el toque que realizaba. Le gustaba y apetecía seguir con ello, sabiendo que estaba dominando a la joven, al tiempo que la hacía disfrutar.

La mano apartó la cinta llevándola sobre la nalga, y dejando la raja libre de obstáculos que estorbaran a los dedos en su acción, y estos se dirigirían al agujero, sabedores de que era la zona que hacía vibrar a Berta, que volvería a crisparse con su presencia, cada vez más deseosa de que siguieran, que no se detuvieran en su avance, en su atrevimiento, que ella no sabía cómo disimular que deseaba y se percataba de lo que querían.

Pero los dedos no podían mucho, no llegaban preparados. Él lo supo enseguida. Sin dudarlo retiró la mano del culo, con la decepción de Berta, después retiró la tela que cubría el coño, ahora con la sorpresa y perturbación de la joven. La mano buscó el coño, haciendo que Berta volviera a crisparse, y luego, casi inconscientemente, tendría un movimiento de separación, que él dominó con su mano izquierda, que pasó por debajo de la falda para ponerla sobre el vientre, atrayéndola con fuerza hacia él, mientras su otra mano se adueñaba del sexo, dejando a la joven avergonzada y aturdida, tanto por las acciones de ambas manos como por el temor a una acto que podía ser contemplado mucho más fácilmente. Esta vez quiso quitar la mano que la agarraba, pero él no cedía, y con la otra actuaba en su coño tomando lo que había ido a buscar. Los dedos se metieron en el coño de Berta impregnándose de sus humores, que manaban sin control, lo que confundía y perturbaba a Berta, que no podía disimular lo que realmente pasaba por ella. Con los dedos chorreando regresó al culo. Berta comprendió, se crispó de nuevo, entre ansiosa, avergonzada y asustada de su capitulación.

.- Por favor, suéltame. – Rogaba, mientras sus dos manos se colocaban sobre la que la sujetaba por el vientre, una, la izquierda, sobre la del mismo lado de Pol, bajo la falda, la otra, sobre la falda, tratando de que esta no se elevara demasiado y permitiera ocultar lo más posible la acción de la que la mantenía pegada al cuerpo del chico.

Berta sabía que no era así como debía reaccionar, ni lo que debería pedir, como sabía que no debía permitir lo que hacía la mano que estaba encima de su coño, pero ella deseaba que continuara, y continuó, para subir después hacia la cadera y tirar de ella haciendo que Berta se girase un poco y dejara más accesible el culo, al hacerlo la falda se elevó aún más, dejando el tanga visible, a pesar del intento de la joven de ocultarlo descendiendo la falda. Los dedos buscaron el agujero, esta vez bien preparados para adueñarse de él. Berta notó la humedad sobre la entrada del culo, un dedo presionó. Quiso decir algo que fuera una escusa que permitiera disimular una defensa, pero todo lo que salió de su boca fue un gemido, que era más de gozo que de queja, mientras la mano, que había seguido cogiendo la del chico, se crispaba sobre ella. Resultándole imposible evitar la ansiedad que la dominaba,  quería que él continuara.

Y el dedo se metería en el culo de la joven y, enseguida, otro más, esta vez teniendo que forzar la entrada, con la natural molestia para Berta, pero que se unía al placer de sentir ese dominio sobre ella que tanto había deseado. Pol pensó que Berta, sin estar muy rodada por ese agujero ya había sido usada por él y sabía lo que eso suponía. Ambos dedos barrenarían el agujero, como si quisieran ensancharle, pero, para frustración de Berta, enseguida se detendrían, aunque se mantuvieron dentro de ella, que volvería a sentir como se encrespaba su excitación con la siguiente orden y pretensión del muchacho.

.- Vamos a por el aperitivo. Te voy a dar por el culo ahora mismo. No veo por qué voy a esperar. Me apetece tu culo ahora.

La propuesta, la orden, la exigencia, alteró a Berta. Tenía las imposiciones del chico como algo inaceptable, después de haberlas apetecido y deseado, y ahora volvía a sentirlas con todo el empuje de la excitación que generaban en ella. Tenía que decidirse. Aceptar y dejar que la diera por el culo, lo que aportaba unas emociones que la dejaban ansiosamente deseosa y excitada o rechazar la intentona. Sabía que, a pesar de toda la parafernalia de modos y maneras del chico, sería muy sencillo evitar lo que pretendía. Pero no era capaz de rechazar la pretensión rehusando dejarse hacer, ni impedir que él lo hiciera a su modo, a su gusto, imponiéndose a ella, precisamente en eso estaba el atractivo, la excitación, el arrebato. Deseaba, acalorada, que él se atreviera, que intentara sobrepasarse, que lo consiguiera, sabiendo que ella sería la pagana, pero una pagana consentidora, aceptante, deseosa, complacida. Solo se le ocurriría una salida para intentar salvar la cara, aunque fuera completamente inocua, y ante el chico completamente contraproducente.

.- Y nada de marrana.

.- Marra ¡NA! – La última sílaba había salido casi como un grito, demostrando que lo mismo podía haber sucedido con toda la palabra. Ese grito de una sola sílaba fue escuchado, llamando la atención y haciendo comprender a Berta lo que sería la palabra completa. Si quería ser dominada ya había comenzado a conocer cómo era ese sabor. Y los dedos, aún en el culo de Berta, volverían a actuar en él con firmeza y determinación, barrenando el agujero, haciendo sentir a la joven quien era el amo, quien mandaba, quien decidía. Y ella los sentía con una mezcla de ansiedad, excitación, vergüenza, entrega, y una violencia que resultaba tan grata como sustentadora de su entrega y rendición. Debería parar aquello, pero era demasiado agradable y excitante. Sabía que tenía hecha la elección.

.- Vamos. – Ahora surgía el mandato que ella debía obedecer sin más dilaciones y sometida, y eso generaba en ella un calor especial, aunque, también, una cierta reacción de oposición, de defensa.

.- La comida se pondrá enseguida. – Estaba preparado un bufé, con lo que se notaría menos su ausencia.

.- Pues hoy tú vas a empezar a tragar por el culo… y te va a gustar. – Para demostrarlo empujaría con fuerza los dedos que seguía manteniendo en el culo de Berta, mientras la mantenía sujeta con firmeza a él. Y si temía que se viera la forma en que era agarrada, la ansiedad de sentirse reprimida y el placer de los dedos dominantes eran más poderosos que su vergüenza.

Y ella sabía que era cierto y que deseaba “tragar por el culo”.

.- Ve a tu habitación, yo voy a ir a por una buena vara.

Berta se estremeció al escuchar el comentario, pero había en ello tanto de susto como de excitación. No comprendía cómo podía sentir la segunda, ni cómo toleraba sin respuesta esa amenaza.

.- ¡No pensarás…!

.- Al final siempre hay que meteros en cintura y para eso no hay como una buena vara, sobre todo para las putas. Cuando llegue quiero verte despelotada.

El chico se había percatado de la falta de decisión de Berta en rechazar sus demandas, por lo que seguía con ellas, incrementándolas cada vez más. Y cada vez más seguro de que ella no solo era consentidora sino que le apetecía lo que él amenazaba con realizar.

.- ¡Pol! Las cosas no se hacen así. – Pero comenzaba a sentir como la humedad, que no había dejado de manar en su coño, se apoderaba de él, deseosa de que las cosas se hicieran así.

.- Las cosas se hacen y las haces como a mí me dé la gana. Ve y obedece. A no ser que quieras que comencemos con la vara. Quizás fuera lo más apropiado para alguien como tú.

.- ¿Cómo soy yo? – Preguntó, obviando la referencia a la vara. Berta, ya no sabía si preguntaba y no se movía por el deseo de seguir sintiendo los dedos en su culo.

.- Demasiado orgullosa y estás demasiado crecida y suelta, eso hay que cercenarlo en todas las putas.

.- No digas eso. – Pero ella no empleaba mucha firmeza. No quería reconocerse que, acaso, se quería puta o, al menos, que él la tratara como una puta, incluso con la vara.

.- Pues que sepas que te voy a putear hasta hartarme. ¡Ve a despelotarte! – Ordenaba como quien tiene derecho.

Obedecer la orden era declararse vencida y aceptante, que él supiera que se entregaba y gustosa, que deseaba algo que no debía ni escuchar, pero lo deseaba, como deseaba que él lo hiciera sin remilgos, que la forzara si fuera preciso, y ella solo quería negarse para provocar su represión sobre ella. Pero, al tiempo, no sabía qué decir para no decir, cómo negarse para aceptar, cómo moverse haciendo que esperaba. Volvería a ser él quien decidiera y actuara. Sacó los dedos del culo. Otro azote, esta vez aún más descarado y desconsiderado, retumbaría sobre su culo, desnudado de la misma forma que la última vez, elevando la falda, demostrando que ordenaba porque podía. Y ella no pudo contener una queja, que surgió incontrolada, y repercutió en los que la escucharon logrando que miraran hacia ella, que avergonzada, ya quería desaparecer, pero, ahora, era él quien se lo impedía, cogiéndola por la cintura y manteniéndola quieta, sin que Berta se atreviera a poner de manifiesto su oposición a la inmovilidad a la que se veía obligada. Se sentía vencida y sometida, sin poder hacer nada y sintiendo que los demás comenzaban a apreciar esas circunstancias.

.- Espero no tener que volver a corregirte, puta. Ahora vete y espérame despelotada. – Estaba clara la postura de él y la intolerancia hacia cualquier intento, por mínimo que fuera, de escapar o eludir sus mandatos. Pero, Berta tampoco podía evitar la ansiedad y excitación que producían en ella los actos del chico, que no quería perder ni evitar que los realizara.

Berta, sin decir nada, eludiendo las miradas de los que se percataron de su partida, se dirigió hacia el interior, pensando en que no debiera y sabiendo que la excitación que sentía era quien mandaba y la llevaba a su habitación. Menos mal que quienes la vieran alejarse pensarían que había cortado con Pol.

Pol no solo quería coger una buena vara, también quería encontrar a Tim. Enseguida le vería, fue hacia él.

.- Voy a dar por el culo a Berta.

.- ¡Joder! No pierdes el tiempo.

.- Me gustaría que te unieras a la fiesta.

.- ¡Gracias Pol! Me encantará y que me la chupe…, si no te importa.

.- Si es lo que te gusta. Tráete a tu marrana.

.- ¿A quién?

.- A Tracy.

.- ¡Ah!

.- Tiene que saber que es tu marrana y que está a tu disposición para todo lo que quieras de ella. Son todas unas marranas.

.- Tienes razón.

.- Y así hay que tratarlas. Y a esta en especial.

.- Estoy de acuerdo.

.- Vamos a putearlas, a las dos, pero para hacerlas nuestras putas. – Pol mantenía esa excitante idea, que no quería perder, y que la capitulación de Berta había afianzado. En ella encontraba una fuente de excitación y motivación, al tiempo que seguía creyendo en su posibilidad. Solo le fastidiaba el hecho de que Tracy fuera hermana de Riky, pero, aún así, seguía pensando en tenerla de puta, al menos tantearlo, ver como respondía y si lo mantenía en secreto...

.- Fenomenal. – La respuesta de Tim, sin sorpresa alguna, demostraba que no entendía la verdadera intención de Pol.

.- Pues las tendremos de putas. Primero para putearlas nosotros.

.- Eso será estupendo.

.- Pero hay que ir a más. – Estaba diciendo en voz alta lo que casi no se atrevía a decirse a sí mismo.

.- Cuenta conmigo.

.- Vamos a putearlas de verdad. Nosotros y nuestros amigos.

.- Se podrían como locos. Pero Tracy… - No dijo más, pero no hacía falta.

La idea de ofrecerlas a sus amigos era realmente tentadora para Pol. Quedaría sin parangón entre ellos. Tim había puesto la única pega, pero Tracy ya había tenido sus más y sus menos con alguno de ellos… y conseguir que las dos chicas estuvieran disponibles para sus amigos era demasiado apetecible como para no intentarlo. Ya lo había hecho con L la noche anterior. Pero Pol iría a más, cada vez más animado y crecido, rompiendo los esquemas de su amigo.

.- Podíamos hasta cobrar. Seguro que a estas putas se les puede sacar una buena pasta. – Tim miró a su amigo, ahora confuso, como si no hubiera entendido bien. – Son unas putas y es convenientes que alguien se ocupe de ellas, y cobre por ello. ¿No te parece? – Pol había pasado a hablar de algo que resultaba casi imposible, pero que suponía una tentación que adquiría cada momento que pasaba nuevas fuerzas y que se estaba concretando en unos objetivos que sobrepasaban el mero puteo de las jóvenes por él, Tim o sus amigos. Cada vez quería más putearlas de verdad, tratarlas como a unas putas, tenerlas como unas putas, venderlas como unas putas. – Como la marrana que está en la pocilga. – Quiso explicar a su amigo, que sonrió entusiasmado, aunque apostillaría:

.- Aunque cobrar a los amigos…

.- Tienes razón. A los amigos no les podemos cobrar. – Tim sonrió ante la acogida a su idea.

.- Yo voy a por Berta. Espero que esté despelotada cuando llegue, si no su culo lo va a sentir, y no solo por mi polla. Voy a coger una buena vara.

.- Ten la mía, yo cogeré otra.

.- Gracias, Tim. Sube a la habitación de la marrana dentro de 15 minutos.

.- Oye, Cata, una de las viejas… – a veces llamaban así a las del grupo de las mayores.

.- Sí, sé quién es.

.- Se me ha acercado para saber que rollo teníamos con L y sus amigas. Creo que podía ser de ayuda…, si la necesitásemos. Estaba con L y Tracy cuando fui a por la marrana, pero no de parte de ellas, creo que estaba por putear a L. – Empleó la palabra para indicar que podía querer lo mismo que ellos de las chicas.

.- Seguro, va por Martin. Y estará en contra de cualquiera que crea que puede ser amigo de L.

.- ¿La llevo?

.- ¿A dónde?

.- A la juerga. Seguro que la gusta ver cómo nos tiramos a las dos. Y la tenemos de nuestra parte. Esas dos tendrían que callarse si otra las ha visto consentidoras.

.- Y no olvides una cámara de fotos. – Pol no asintió a la pregunta de Tim pero tampoco se opuso, lo que permitió a esta pensar que accedía.

.- Eso me gusta. Me gustan la fotos y más de tías en pelotas. Tengo el móvil.

.- Pero es mejor una cámara.

.- Y es bueno tener fotos de las putas, para poder mostrar como son a los clientes interesados. Estás, en pelotas, estarán estupendas.

.- Tienes razón. Hay que tener un book de cada una. Estoy seguro que tú lo harás muy bien.

.- Espero que sí. Con unas buenas fotos en pelotas será muy fácil. Y puedo hacer video.

.- Eso sería magnífico. Y vamos a putearlas.

.- Oye, ¿dónde has dejado el pequeño látigo que tenías? – Pol sonrió.

.- En la zona de paso a los servicios. Allí hay varios.

.- Ese me gustaba.

.- Sí, es manejable y muy útil para meter en cintura a una puta.

.- Y todas lo necesitan.

Tim, no parecía dudar de que su amigo hiciera lo que decía, en cambio él no estaba tan seguro de poder hacer lo mismo, comenzando por llevar a Tracy con él, quería la presencia y colaboración de Cata, por lo que primero iría a invitarla a la juerga, después de pasar a coger el rebenque. Pensaba que con él en la mano estaría más convincente.

.- Vamos a pasar un buen rato con ellas. Nos apetece putear a las putitas. – Explicaría a Cata, sonriente, al tiempo que jugaba con el pequeño látigo, para hacer que la joven pensara en su posible uso. Y ella, que había visto las marcas en el culo de L y la que contempló en el de la propia Tracy, no pudo dejar de pensar en el uso del látigo, animándola a no desechar la invitación de Tim.

.- ¿Para qué me necesitáis a mí?

.- Va a ser divertido.

.- Para vosotros…, si es que ellas se dejan.

.- Seguro que para ti también. Ellas están deseándolo. Berta está con Pol en su dormitorio. Seguro que ya la tiene como debe de estar. – Sonreía, entre burlón y conocedor, queriendo enviar a Cata una idea de poder sobre las chicas, en la creencia de que la joven era sensible a esa faceta y quería, tanto como ellos, ver sometida a Tracy.

.- Sí, claro. Pol se tira a una y para ti la otra.

.- Bueno, no es algo exclusivo. Hay para todos. ¿No quieres venir? – Ella quería aceptar, le apetecía ver lo que esos dos granujas tenían reservado a las dos chicas, pero sabía que no era algo que debiera hacer y de hacerlo, debía mostrar cierta resistencia.

.- ¿Quiénes más estarán?

.- Ya somos bastantes.

.- ¿Y Tracy?

.- Tenemos que ir a por ella. - Berta sonrió burlona, dando a entender que eso no sería sencillo. Luego, se mostraría más complaciente.

.- Sí, a esa parece que la sabes manejar. – Él sonrió con suficiencia.

.- Bueno… ¿Me acompañas a por ella?

Cata estaba, cada vez más deseosa de estar en esa fiesta. El juego que Tim mantenía con la tralla aportaba unas sugerencias que no quería perderse si se hicieran realidad, pero expresó sus dudas de que  Tracy quisiera ir.

.- No sé si aceptará.

.- La invita Pol, y tiene que cumplir conmigo…, y vas tú.

.- ¿Sabe para qué?

.- No. Pero seguro que la gusta. – Cata sonrió, mirando a Tim, burlona. Él comprendió la sonrisa, y acabó la frase. – Y si no le gusta, mejor. – Y dio un golpe con el látigo en su pierna, que sobresaltó a Cata, pero la hizo olvidarse de poner más pegas.

.- Ya veremos…, y veremos que haces tú. – Cata quería picarle para que no se amilanara si Tracy decidía no ceder. Quería que fuera capaz de emplear el látigo. Intuía que esos chicos eran capaces de dominarla, ya lo habían hecho, y ella quería estar presente en lo que fueran a hacer ahora, que no sería nada agradable para ninguna de las dos amigas. – “O, sí.” – Se diría licenciosa, pensando en los aspectos más inmoderados, pero manteniendo una especial apetencia por ver a Tracy humillada. Quería tenerla “cogida” y presentía que podía conseguirlo, y eso suponía una humillación adicional. No habían sido nunca amigas y era difícil que lo fueran, y siendo Berta prima de Martin y amiga de L, prefería que la temiera y fuera prudente en todo lo referido a ella, para lo que conocer algo que la avergonzada suponía una buena baza a su favor.

Irían a buscar a Tracy, Cata se quedaría algo rezagada, dejándole a él acercarse antes, para aproximarse después, pero sin aparecer acompañando al chico.

.- Tracy, ven conmigo. – La joven estaba sentada ante una mesa, para mejor ocultar lo que la falda no conseguía cubrir adecuadamente, y no deseaba levantarse.

.- ¿A dónde? – No lo debió haber preguntado, pero la presencia de ese mocoso, que había podido con ella, la ponía nerviosa. No quería volver a ser doblegada por él.

.- Haz lo que te mando. – Tim había notado la voz insegura de la joven y actuaba en consecuencia, mostrando un mando que no tenía, pero que actuaba en Tracy, coartando un posible intento de desobediencia.

Tracy dudaba en acompañar a Tim. Que este lo planteara no como una invitación sino como una orden, suponía otra humillación a la que no quería ceder, pero, quizás precisamente por ello, aceptaría, temerosa de que el chico se enfadara si ella se negaba y quisiera obligarla de otros modos, que la exhibición del pequeño látigo que llevaba, y que ella conocía, daba a entender. Ya había tenido bastante y no quería volver a empezar otra tanda de humillaciones públicas. Detrás de Tim había llegado Cata cuya presencia no agradaba nada a Tracy, también conocía los modos de la chica y sus intentos de someter a L, incluso a ella misma, que fuera testigo de lo que el muchacho hiciera suponía otra humillación. Claro que todos los que estaban con ella estaban presenciando los modos que empleaba Tim con ella.

.- Esta tarde te toca obedecer, ya lo sabes, Tracy. Así que compórtate con deportividad. – Lo que quería ser una burla se convirtió en la mejor escusa para poder hacer lo que Tim quería, aunque otros comentarios no fueran tan remuneradores.

.- Y te conviene obedecer, Tim viene preparado. – Aludía al látigo.

.- Y puede volver a pedir las tijeras.

.- Y queda muy poco que cortar.

.- Y mucho donde atizar.

Si Tracy estaba deseando desaparecer, las bromas hacían que el deseo se convirtiera en nervios. Se incorporaría con toda la precaución que pudo, para evitar ofrecer la visión de un sexo que la falda apenas llegaba a cubrir, y al moverse, resultaba casi inevitable que dejara al descubierto la entrepierna, obligándola a poner la mano sobre la falda para impedirlo. Una vez en pie, lo que quería era irse, pero no era lo que quería Tim, que seguro de su victoria, quería mostrarla y afianzarla. Tampoco los demás estaban deseosos de que Tracy se fuera enseguida, quien más quien menos, disfrutaba viéndola exhibirse del modo en que lo hacía, y agradecían al chico que la mantuviera ante ellos, permitiendo que la contemplaran a sus anchas, con los muslos desnudos casi en su totalidad y el culo descubierto en su parte baja, que se llevaba el mayor interés y era buscado por casi todas las miradas, lo mismo que el coño, que apenas llegaba a cubrir la falda.

Durante un momento Tim habló con alguno de los presentes, después, dirigiéndose a Tracy la ordenaría ir con él.

.- Pórtate bien con ella.

.- Deberías dejar el látigo aquí.

.- Mejor es que lo lleves contigo. Si lo necesitas más vale tenerlo a mano.

.- Y lo necesitarás, es muy díscola.

Tim estaba encantado con unos comentarios que le dejaban como dueño de la situación y capaz de mantener a Tracy en orden, en tanto que esta estaba en la situación opuesta, lo que hacía que uno no tuviera prisa en irse y la otra quisiera hacerlo lo antes posible. Sería Tracy quien tuviera que acomodarse a lo que hiciera el chico, que caminaba sin prisa, para dar tiempo a que la joven se mostrara ante los presentes y escuchara sus bromas, y Tracy sentía ambas circunstancias, sabiendo que estaba enseñando parte del culo, avergonzada de hacerlo y de ser objeto de las bromas de los demás, ansiando desaparecer.

Quien había desaparecido era Cata, que se adelantaría para evitar que se la tuviera como participante en lo que hubiera entre Tim y Tracy. En el distribuidor donde comenzaban las escaleras, para sorpresa y desazón de Tracy, los esperaba. Entonces, Tracy se atrevió a preguntar de nuevo:

.- ¿A dónde vamos?

.- Marrana – Tracy sintió la repulsa que esa designación hacía surgir en ella, pero calló – irás donde yo te ordene. – Tenía ganas de dar una bofetada al chico y dejarle plantado, y la sonrisa divertida de Cata no contribuía a rebajar su impulso.

Tim estaba disfrutando de lo que pensaba era su saber hacer para controlar a una mujer, y en presencia de otra que podía testificarlo y ante quien estaba demostrando su capacidad.

.- La sienta bien la falda corta. ¿No te parece? – Comentó Tim a Cata, mientras Tracy enrojecía recordando lo que iba mostrando, por imposición de ese crio, que la llevaba con él, sin que ella se atreviera a rebelarse. Quiso quedarse atrás.

ZAS – Tim le daría un azote.

.- ¡Tim!

.- Calla y sigue. Las putas estáis para lucir el culo. – Cata rió. Era demasiado. Tracy se volvió para regresar. El chico había colmado su capacidad de aguante. No estaba dispuesta a tolerar ese tipo de acciones.

ZAS

.- ¡Aaahhh! – Tracy no había visto llegar el golpe, que esta vez había sido con la tralla, y cayó cruzando culo y muslo, clavándose la punta en este.

.- ¡Sigue! ¡Pasa delante!

El golpe paralizó el movimiento de Tracy, lo que unido a los siguientes mandatos, firmes y terminantes, cortaron de cuajo el intento de rebelión. Dolorida y asustada, comprendió que lo mejor era no provocar a ese mocoso que se prevalecía de su posición para imponerse a ella. Humillada, miró para ver si alguien había presenciado el latigazo, un criado sonreía, pero no había nadie más, siguió caminando, ahora ya, avisada de lo que podía llegar y queriendo estar preparada para evitar que fuera como estaba empezando, pero sin saber cómo hacerlo, pero subir las escaleras ante sus guardianes implicaba que estos contemplaran su culo y coño sin apenas nada que impidiera su visión. Y tuvo que hacerlo, mientras escuchaba la conversación de ambos.

.- Con las putas hay que tener mano dura. – Tim se dirigía a Cata, que estaba encantada de haber accedido a acompañar al muchacho, y deseosa de que las cosas siguieran del mismo modo. Miró sonriente y animante a Tim.

.- Ya lo veo. Y tú la sabes tener, al menos con esta. – Las intervenciones de Cata resultaban más insoportables que los golpes de Tim.

.- Como verás, con esta, no demasiada, no es necesario, es facilona.

.- Eso es cierto.

.- Pero, hay que saber hacerlo. – Él no quería que Cata le privara del mérito que creía tener.

.- Desde luego, y a ti no se te da mal, sabes cómo hacerlo. – Él sonrió jactancioso. - Al menos con esta. - Cata sonreía con cierta guasa.

.- Es pura afición. Claro que quién no la tiene con vosotras. Un buen culo es muy estimulante.

.- Ya me doy cuenta. – Él, que no perdía de vista el culo de Tracy, rió.

.- Y un buen coño, también.

Subieron a la primera planta, allí estaban los dormitorios. Tracy pensó en que, acaso, ese chico deseara… hacer algo con ella. Pero estaba Cata. Iban hacia la habitación de Berta. Tracy recordó la amenaza de darlas por el culo, pero pensó que no era ese el mejor momento para intentarlo. Volvió a pensar en la presencia de Cata como lago disuasorio. No quería más conflictos, y una vez que había escapado a la compañía de los demás, desaparecer un rato, dejando de ser el centro de atención de todos, suponía cierto relajo.

Llegaron ante la puerta de la habitación de Berta, lo que fue un respiro para Tracy. Era la dueña de la casa y con ella no se atrevería ese mocoso, que abrió la puerta sin llamar.

.- Nos espera Pol con Berta. – Sería la explicación del chico, que  esperaba a que Tracy pasara, mientras Cata quedaba para pasar la última.

Tracy no pudo evitar pensar que estando esos dos por medio, habría alguna guarrería, y si Berta era propicia, ella no. Pero si estaba con Pol no resultaba nada arriesgado suponer que algo estarían haciendo, y ese algo tampoco era muy difícil de adivinar. Desganada y no libre de temor, pasaría con Tim y Cata.

Quien subiría a su habitación, siguiendo el mandato de Pol, fue Berta, que dudaba sobre lo que debía hacer. No quería obedecer la orden de Pol de despelotarse y esperarle desnuda, pero no hacerlo, con toda seguridad, supondría el castigo y este era con la vara. Curiosamente lo temía y la asustaba, al tiempo que encontraba en ello unos componentes que no dejaban de excitarla. Casi deseaba conocer el sabor de la vara en su culo. Se decidió a desnudarse y meterse en la cama. Hacía lo que él mandaba pero ella no aparecía desnuda.

Como hubiera mucha luz en la habitación al entrar el sol en ella, salió de la cama y, apresurada, cerró las cortinas hasta dejar el dormitorio en penumbra. Fue a la cama, volvió hacia el cuarto de baño, quería verse en el espejo. Al hacerlo le pareció que estaba muy bien, sonrió satisfecha.

“Me puedo dejar hacer. Incluso permitir que él haga lo que quiera, pero al final haré con él lo que me dé la gana.”

Corrió a la cama, sonriente y contenta,

esperando que él hiciera lo que quisiera con ella. Y se iban a cumplir sus deseos.

Nada más meterse en la cama llegó Pol, y lo hacía cada vez más crecido en su apetencia y disposición a dominar a amabas chicas, casi intentando, inconscientemente, aparecer y comportarse como el chulo que quería ser para ambas. Miró a Berta, llegaba con la vara en la mano, Berta que estaba tapada hasta la boca, se percató de la vara, agarrando sábana y colcha con más fuerza, al tiempo que evitaba que Pol pudiera ver la expresión que tenía. Estaba tensa pero deseosa. La vara había producido en ella una alteración que no era de repulsa sino de excitación, casi deseosa de que se atreviera a usarla… en ella. Lo que sucedería enseguida.

.- ¿Qué haces ahí? ¿Me estás tomando el pelo? – Fue hacia el ventanal y descorrió las cortinas y los visillos dejando que la habitación se llenara de luz. – Pol comenzaba a mandar e imponerse, tal y como pensaba debía hacerlo un chulo que se preciara.

Para Berta era la prueba de que ansiaba verla despelotada, lo que no dejaba de halagarla y, acaso desearlo. Recordaba su cuerpo desnudo que acababa de contemplar. Pero eso era una cosa y que él le impusiera aparecer desnuda otra muy distinta, y segura de que la deseaba podía jugar a oponerse. Aunque, a esas alturas, Berta debería conocer que no podía andar con esos juegos con él, que se acercaba a la cama decidido.

.- ¡Sal de ahí, marrana!

Berta, asustada y ofendida por la palabra con que la designaba y que ya había indicado que no quería que utilizara con ella, no hizo ningún movimiento de obedecerle, aunque, según se aproximaba, más tensa y asustada estaba. Sin perder de vista la vara que llevaba en la mano, ya no tan segura de querer que la utilizara. Y tendría buenas razones para temerle. Él llegó al borde de la cama sin que ella hubiera salido de ella ni hecho ningún gesto que indicara que lo iba a hacer.

Pol no esperó más, levantó la vara y la lanzó hacia la zona de los muslos de Berta.

.- ¡Ah! – La chica trató de contener el grito para evitar que pudiera ser escuchado.

A pesar de la sábana y la colcha que la cubría el golpe había llegado con fuerza a sus muslos, haciendo que soltara ambas coberturas que cayeron  sobre su pecho, y ahí dirigiría Pol el segundo golpe. No decía nada, ya había dicho lo que tenía que decir, ahora actuaba, y de forma contundente para que la marrana aprendiera.

.- ¡Aahh!

El golpe, a pesar de que sábana y colcha caían, arrugadas, sobre las tetas, alcanzó a estas con contundencia. Berta comenzó a darse cuenta que de nada le iba a valer su postura y que Pol si quería, y estaba demostrando que quería, podía hacerla variar de opinión. Pero lo más sorprendente era la propia postura de la joven, en que se mezclaban el miedo y la humillación con el deseo y la excitación, que generaba en ella la actitud de Pol, incluso el dolor de los golpes.

El golpe en las tetas hizo que Berta saltara, esta vez dejándolas al aire, fue a cubrirlas.

.- ¡Aahh!  - El tercer golpe cayó sobre las manos que intentaban alzar sábana y colcha. A esas alturas Berta sabía que no tenía más remedio que avenirse a lo que Pol la ordenaba, por mucho que la humillara. El dolor estaba haciendo que cambiara su apreciación por lo que tenía de excitante, aun así no dejaba de generar en ella una ansiedad que la mantenía excitada. Fue a decir que haría lo que él quería.  Él se adelantaría.

.- ¡Sal de una puta vez, marrana! – Para animarla lanzó la vara contra las tetas desnudas. Berta saltó literalmente sobre el colchón al recibir el golpe.

.- ¡Aaahhh! – Esta vez, ni siquiera pudo controlar el grito, que salió desbocado. No dudó en salir de la cama. Ahora no sabía qué hacer, pero sabía en qué consistía el dolor auténtico. Trató de cubrirse con manos y brazos. Ya sin que quedara en ella una brizna de excitación ante el castigo que sufría.

.- Pon las manos detrás de la cabeza. – Humillada, lo hizo, mientras él la contemplaba, examinándola dando una vuelta a su alrededor. – No sé por qué te ocultas, tienes un buen polvo, y el culo no está nada mal. Me va a gustar metértela por él. – Pasó una mano por el culo de la joven, que recibió la caricia sin moverse, solo con un estremecimiento. – Y a todos los que te puteen.

Pol, se estaba comportando, no ya haciendo lo que pensaba mejor para dar por el culo a la joven, sino lo que pensaba como más oportuno para irla llevando hacia el objetivo que se había propuesto, que le alteraba y excitaba tanto como metérsela por el culo. Quería tenerla dominada, que ella lo sintiera y supiera lo que eso significaba y lo que significaba el dolor, sabiendo que él era el dueño de ese dolor. Pensaba en sus amigos, en que iba a ofrecerles ese regalo, y que, como dijera Tim, se volverían locos.

Y al lado de esos pensamientos, con primacía sobre ellos, estaba la idea de que esas dos putas podían ser sus putas, que ponía en marcha las acciones que él pensaba serían apropiadas para conseguirlo. Solo quedaba un detalle sin resolver, Tracy era hermana de Riky y no estaba seguro de meterla en el mismo saco que Berta, pero, por el momento, iba a dominar a las dos, si luego dejaba a Tracy en libertad sería después de haberla dado un buen susto y mantenerla sometida, para evitar que saliera en defensa de su amiga. Y si sus amigos se atrevían con ella y alguno la tenía muchas ganas, eso no sería cosa suya sino de quien lo hiciera.

“Si ellos la putean me la dejaran mejor preparada.”

Como Berta se había mostrado más dispuesta y asequible, comenzaría por ella, y a eso se iba a dedicar, se estaba dedicando. Los golpes que la había propinado respondían a ese objetivo. Tenerla en pie, con las manos detrás de la cabeza, sin permitirla moverse, también. Tenía que ir exigiéndola, castigándola, imponiéndose a ella. Haciendo que se sintiera dominada, dependiente, que todo lo que hiciera pasara por el tamiz de su aprobación; ella debería pensar que podía hacerlo solo si él lo permitía.

Pero, también, “sentía” que debía tenerla caliente, excitarla, darla su parte de goce, que lo ansiara, siendo él quien se lo concediera, se lo regalara, y ella supiera que era eso, un regalo que él le hacía, y se lo hacía en la medida que se comportara como él deseaba, como él ordenara, como era el deber de una puta.

Pol pensaba esas cosas o las realizaba instintivamente. Se estaba metiendo en un camino, que si sabía recorrerle le conduciría a una victoria muy remuneradora, y en todos los sentidos. Esa idea le tenía tan exaltado como motivado, por lo que no era extraño que actuara con pasión y descomedimiento, que alternaba con caricias que indicaran a Berta que no le dejaba indiferente y sabía apreciar su belleza, y podía hacerla pasar un buen rato.

El muchacho, tenía la fe del carbonero en su capacidad, en su éxito. Creía posible tener a ambas chicas como putas, putearlas y, sobre todo, hacerlas putear, desde luego a Berta, la noche anterior ya lo había hecho con L para ofrecerla a los amigos y a ese hombre y su compañero. Ahora podía hacerlo con esas dos. Miró la marca dejada por la vara sobre ambas tetas, cruzándolas con una raya que tendía a morada y que había quedado perfectamente visible en ellas. Pensó que tenía que haberla dolido mucho, y seguir doliéndola, y sin embargo lo soportaba sin ningún gesto de rebeldía.

“Es lo mejor para mantenerla tranquila y entregada. Las putas son así.” – Se diría como si fuera un experto en esos aspectos.

.- ¿Tienes crema depilatoria?

.- Sí, pero estoy bien depilada.

.- No. Vete a por ella. – Berta la aportó de inmediato, ofreciéndosela. – Bien – La cogió. – Ponte como estabas. – Berta recompuso la postura con las manos detrás de la cabeza. Ante su sorpresa Pol comenzó a ponerle la crema sobre el vello del monte de Venus y, pasando hacia atrás, en la zona entre la raja delantera y el agujero del culo, sobre el que presionó para que llegara bien, haciendo que la joven se encorvara.

.- ¡Quieta, puta! ¡Ábrete de piernas y no te muevas!

Berta trataba de no moverse temerosa de que hacerlo supusiera otro castigo, mientras los dedos se paseaban dejando la carga de crema sobre toda la zona a depilar, aprovechando para agarrarla enviando un claro mensaje de dominio y coacción.

.- ¿Qué… qué haces?

.- Depilarte el coño. Estarás mucho mejor sin tanto pelo. Para una marrana es mucho más limpio tener el coño depilado. Y me gusta en mis putas. Como verás, te tengo por una de ellas, no podrás quejarte. Luego deberás arreglarlo bien, pero eso te lo dejo a ti. En unos minutos estará, mientras vas a irte mostrando para que te conozca mejor. – Ella no dijo nada, pero recordaba el chocho de Tracy cuando Tim lo desnudó, y como la había parecido más apetecible sin pelos que ocultaran la carne. La idea de estar como su amiga no era desagradable y añadía una nueva excitación. – Vamos a ver cómo tienes el culo. Se sentó en la cama. – Gírate, ponte dándome la espalda, y sigue con las manos detrás de la cabeza. – Berta lo hizo. Él la acarició la grupa. – Eres una buena hembra, hecha para que te den de pollazos. Me gusta tu culo. – Pasó la mano por las nalgas, lo hacía con calma, después con más firmeza, para acabar con pasión. – Es un culo estupendo. Inclínate y separa bien las patas. – Berta se inclinó, ofreciéndose a Pol abierta de patas. La postura era desvergonzada y excitante y ella lo sentía, cada vez más acalorada. – Separa más las patas. – Lo hizo. La mano del chico pasó, de nuevo, por el culo, después entre la raja y por último buscando el agujero. – Beta se dejaba hacer, temerosa de desobedecerle y, al tiempo, excitada de los toques y de la propia situación humillante. Lo que no quería era recibir más golpes, había perdido todo el atractivo por ese tipo de entrega, aunque el sometimiento forzado mantendría su atracción y deleite, a pesar del dolor que mantenía en sus tetas. Berta estaba recomponiendo la situación anterior al castigo y recuperando la excitación vía sometimiento, desnudez y humillación.

Con la otra mano Pol cogería una de las tetas que colgaban hacia el suelo, estrujándola de arriba a abajo, como si quisiera ordeñarla, mientras los dedos de la  mano que tenía en el culo pasaron por la raja de las nalgas, deteniéndose en la entrada al agujero, presionaron sobre ella, consiguiendo que Berta gimiera, de temor a lo que pudiera hacer y de ansiedad ante ello, que se mezclaba con el deseo de que lo hiciera, y él lo haría tomando la crema como lubricante y regresando al culo, presionando hasta que un dedo penetró el agujero, que se crispó sobre él, pero que no impidió que un segundo dedo se uniera al primero. Metió los dedos con más firmeza haciendo que volviera a gemir. Pol unía en esa acción, la preparación del culo de Berta, el conocimiento de lo que había hecho con anterioridad, la imposición del sometimiento y la obediencia y, sobre todo, la otra preparación, la de puta, y lo sorprendente era la forma en que Berta respondía, aceptaba.

.- Buena puta estás hecha. Para llevarte a un lupanar.

.- Pol, por favor. – Ella también pensó en que él se había dado cuenta de su falta de inocencia.

.- Sí, ya sé, es lo que hay que hacerte, un buen favor, marrana. Yo te lo voy a hacer si te portas como debes. Te va a gustar y mucho, es el mejor premio para mis putas. Te gusta que te putee, ¿verdad, marrana? – La metía los dedos con fuerza en el culo, animándola a contestar.

.- Sí, Pol.

.- Es para lo que estás hecha. Lo sabes, ¿verdad, marrana?

.- Sí, Pol.

Curiosamente, esas respuestas que la dejaban como puta excitaban a Berta, que iba entrando, de nuevo, en faena. Y él se daba cuenta y mantenía penetraciones y comentarios.

.- Claro que sí. Y sabes que te voy a putear a mí antojo, ¿verdad, ramera?

.- Sí, Pol.

.- Claro que sí. Este culo está hecho para recibir pollas. Vamos al cuarto de baño. – Y sus dedos barrenarían con fuerza el culo de Berta, sabiendo que con ello mantenía a la joven caliente y dispuesta.

Irían, él con los dedos en el culo de ella, sin sacarlos durante el recorrido, lo que hacía que Berta se sintiera humillada y al tiempo más excitada, sintiendo como él los metía a tope, haciendo que caminara con las piernas separadas, y llevar las manos detrás de la cabeza, contribuía a incrementar su excitación. Era la prueba del dominio sobre ella, que ella disfrutaba. Menos mal que la crema disimulaba que se conociera la otra humedad que manaba de su coño, demostrando lo que disfrutaba con lo que él hacía con ella. En el cuarto de baño la diría:

.- Siéntate en el bidé y quítate la crema. – Avergonzada de hacerlo ante él, se sentó y comenzó a quitarse la crema, tratando de que fuera el agua quien se la llevara.

.- No seas mojigata y límpiate con las manos. No será la primera vez que te tocas el coño. Si quieres yo me sigo ocupando de tu culo.

.- ¡No! – La negación salió demasiado firme, haciendo que ella lo sintiera. Estaba deseando que los dedos de él volvieran a ocuparse de su culo.

.- ¡Que tonta eres! No te niegues a lo que te gusta.

Berta, esta vez, no dijo nada, limitándose a retirar la crema con los dedos, con ella iría el vello, quedando libre de él. Quiso verse. Él sonriente la puso ante el espejo, cogiéndola por detrás, y haciendo que avanzara el centro del cuerpo, para que el chocho quedara más saliente. – Bonito chocho. – Y era cierto, se gustó, sonrió.  – Es mi primer regalo.

.- Gracias.

Él pasó, desde atrás, su mano derecha entre las piernas de la chica, mientras que con la izquierda la sujetaba por la cintura. Alcanzó el coño con la mano.

.- Quiero ser el primero en acariciarlo. Es mi segundo regalo. – Ella sonrió, mirándole en el espejo.

.- Gracias.

.- Ahora vas a recibir unos buenos pollazos en ese culo de zorra. – Lo decía con una entonación ansiosa que gustaba y excitaba a Berta, demostrando todas las ganas que tenía de hacer con ella lo que decía.  – Ponte un poco de crema corporal en el agujero.

Ese tipo de comentarios y demandas no hacía más que excitar a Berta. Pero, aún así, no quería hacerlo delante de él, era mucho peor que tocarse el coño.

.- Déjame sola.

.- No digas bobadas. Quiero verte y a las putas os gusta que os vean, así animáis a los clientes.

.- No soy una puta. – Lo decía para salvar la cara.

.- Tú eres lo que yo diga que seas, lo que yo quiera que seas, ¿entendido, ramera? Eres una puta para mí y para todo el que yo quiera, que no serán pocos. Venga, ponte la crema, te conviene, y a tu puto culo, más.

Avergonzada y también acalorada, tuvo que ponerse la crema mientras él miraba cómo lo hacía, obligándola a hacerlo doblada por la cintura, abierta de piernas y ofreciéndole el culo para que lo contemplara lo mejor posible mientras ella pasaba la mano entre las piernas para llegar al agujero y metía un dedo en él.

Berta se sentía humillada realizando unas acciones impúdicas y guarras, pero su misma desvergüenza, añadida a la sensación de sometimiento, la excitaba, consiguiendo que el toque obsceno se convirtiera en un gesto excitante, lo mismo que su entrega a las imposiciones de Pol. El dedo en el culo parecía querer más y, como si tuviera vida propia, se movía, a pesar de la vergüenza de su propietaria, y mucho más de lo que, la lubricación del agujero, precisaba.

.- Me gusta como caen las tetas. Deberías llevar unos adornos en los pezones. Eso hace más puta y te sentarían muy bien, como a la marrana de la pocilga. Ahí te debería tener a ti también.

La mención a L alteró a Berta, la había olvidado, y recordarla suponía ponerla ante un hecho que debía arreglar. No podía permitir que L permaneciera en una pocilga. La voz de Pol la devolvería a lo que estaba haciendo, si bien mantendría la sensación de su incumplimiento, aunque por muy poco tiempo.

.- Mejor es que te metas dos dedos en el culo. Así lo preparas mejor en lubricación y en apertura. Te vendrá bien.

Y ella no esperaría a que le repitieran la orden, lo haría inmediatamente, metiéndose dos dedos, nerviosa y cada vez más excitada, y deseosa de que fuera él quien le metiera… Los dedos resultaban pequeños, escasos. Quería, necesitaba algo mayor y de otro. quería, necesitaba sentirse penetrada, poseída, dominada.

Una vez preparada Pol la ordenaría que se colocara a 4 patas sobre la cama, lo que Berta haría temblorosa, quedando ofreciendo el culo con las piernas bien abiertas. Él se desnudaría, mientras Berta miraba hacia atrás, trémula y ansiosa, con la polla como principal objetivo de su curiosidad, y el calor del deseo llenándola, queriendo conocer lo que la iba a penetrar, anhelando que comenzara a hacerlo, sentirlo metiéndose en ella, incluso que la doliera, que la abriera a tope.

Una vez desnudo ordenaría a la chica:

.- Ponte bien, abierta y ofrecida. – Berta, nerviosa, se colocó como pensaba que él quería, mirando hacia atrás para ver lo que hacía, y a la polla, que quería contemplar encabritada por meterse en su culo. – Pon la cabeza en el colchón entre los brazos, y mantén el culo bien en pompa. – Tenía que inclinarse y dejar de ver. Lo hizo. Sintió a Pol acercándose, después subir a la cama y finalmente cogerla por las caderas, recibiendo sus manos con un estremecimiento. – Buenas caderas, para dejarte preñada. Espero que estés preparada. – Como Berta no dijera nada, la dio un azote. – ¿Estás?

.- Sí, claro.

A pesar del recuerdo de los azotes y el dolor que aún permanecía en ella, la desnudez, el ofrecimiento impúdico que hacía de sus agujeros, el dominio del chico, que este hacía patente, contribuían a incrementar el calor y deseo por sentirse penetrada por la polla del joven.

Berta notó la mano del chico en el coño, sin poder evitar otro estremecimiento, enseguida, los dedos estuvieron dentro de él. La avergonzaba que lo encontrara húmedo, pero él ya sabía que era consentidora y que todo aquello la excitaba, y sonrió al comprobarlo. La mano no tardaría en dejar el sitio a la polla, que comenzó a penetrar a la hembra, mientras esta se ofrecía inconscientemente, abriéndose para que pasara mejor, separando más aún las piernas, y ofreciendo la grupa a la penetración de la verga, deseosa de sentir como entraba en ella,  recibiéndola con un gemido prolongado, de placer, que acabó con el fin de la penetración, y que volvería a aparecer cuando la polla comenzó a moverse en su interior, en un vaivén que duraría muy poco, pero que calentó aún más a Berta. Cuando la verga dejó el coño se dirigió al culo, esta vez el estremecimiento de la chica llegó acompañado de otro gemido. La polla se colocó sobre la raja entre las nalgas paseándose por ella en varios recorridos que calentaron aún más a Berta, ansiosa de sentirla en el culo, pero dentro de él. Pol la hacía esperar, notando como echaba el culo hacia arriba en un gesto que decía de sus deseos.

.- Tranquila, zorra, todo llegará.

Pero él también estaba ansioso de metérsela por el culo, así que la colocó a la entrada del agujero, presionando sobre él, Berta notaba su dureza y la fuerza con que iba empujando, que se traducía en creciente molestia que, no obstante, era bien recibida como parte de lo que ella deseaba y él tomaba y hacía suyo. Pero la molestia se convertiría en dolor al forzar los músculos del esfínter y penetrar en el culo, ahora Berta gimió por ello, pero sin el menor deseo de pararlo, al revés, sentirse penetrada de un modo doloroso hacía que se incrementara su excitación. Cuando la polla venció la última resistencia y se coló en el culo Berta gimió entre dolorida, y relajada cuando la verga entraba ya sin resistencia.

Pol actuaría con su mano derecha sobre el coño de Berta, acariciándolo, metiendo los dedos en él, que de vez en cuando llevaba a la boca de la chica para que los chupase y en ellos los jugos que ella había dejado, notando como Berta recibía todo con creciente excitación, chupaba los dedos con ansiedad y delectación, lo mismo que luego los recibía en el coño, al tiempo que alzaba el culo en cada embestida de la polla que la sodomizaba.

Pol se comenzaba a comportar con el instinto de un chulo, sabiendo que debía tener a sus putas contentas y satisfechas con su polla. Era su chulo y también su macho. No sabía si lo había oído o visto en alguna película, pero resultaba lógico y sonaba bien, y a él le satisfacía hacerlo. De ahí que cuidara a Berta y lo que hacía con ella, al tiempo que no dejaba de tratarla como pensaba que había que tratar a una puta.

.- Te gusta mi polla en tu culo de puta, ¿verdad, zorra? – E incrementaba los golpes de polla en el culo de la chica. - ¿No dices nada, ramera? – La dio un buen azote.

.- Sí, sí, mucho.

Y Berta no mentía. Y él la cogería por el coño estrujándolo hasta hacer que se quejara, para seguir jodiéndola el culo, y utilizar la mano que tenía en el coño para acariciarlo. Con la boca buscó el cuello de Berta, que respondió a las lamidas, mientras su otra mano acariciaba la teta de la chica, que ahora gemía de forma más incontrolada, al tiempo que acompasaba la respuesta de su culo a las penetraciones de la verga.

Pol se percataría de lo poco que faltaba para que ella se corriera, su instinto le dijo que tenía que controlar ese placer hasta que ella fuera consciente no solo de que se lo debía a él, también de que lo obtendría cuando él quisiera y solo porque él lo quería. Además estaba esperando la llegada de Tim, quería que Berta se corriera delante de él y de su amiga. Paró caricias y jodienda. Por un momento Berta quedó como aturdida por la ausencia de algo que necesitaba, que estaba a punto de conseguir que se corriera, luego echaría el culo hacia arriba, en busca de la polla que no se movía, queriendo ser ella misma quien hiciera el movimiento preciso, pero no resultó.

.- Por favor…

.- ¿Te das cuenta que aquí quien hace los favores soy yo?

.- ¡Ah! Sí, Pol… Por favor… sigue.

.- ¿Qué quieres que te haga, ramera?

.- ¡Ah! Pol, sigue…

.- ¿Haciendo qué, marrana?

.- Por favor…

Estaba claro que la costaba decir lo que deseaba, pero Pol quería que lo dijera, si quería llegar al placer que ansiaba. Pol reinició los movimientos obteniendo un gemido de satisfacción, pero solo sería para incrementar el deseo de Berta y después volver a detenerse.

.- ¡Ah! Pero…

.- Puta, no me has dicho lo que quieres.

.- Que… que… me des por el culo.

.- Como a una puta ¿verdad?

.- Sí, sí.

.- Pues dilo, puta.

.- Como a una puta.

.- ¿Qué? Y no me canses, no sea que te deje sin la polla.

.- Que me des por el culo como a una puta. – Lo diría abochornada y, de inmediato, acalorada, excitada, de decirlo, de sentirlo, de saber que la polla estaba en su culo, y lo estaba como si fuera una puta.

.- Así está mejor. – Y volvería a empezar. Esta vez obteniendo una respuesta inmediata e impetuosa, de quien no quiere volver a perder lo que estaba tan cerca de conseguir, y que Pol no quería dar tan pronto. Estaba disfrutando con su dominio sobre la joven y cada vez más deseoso de mostrarlo a Tracy, y si llegaba Cata con ella, mejor.

Otra vez realizaría la misma maniobra, dejando a Berta ansiosa, y creyendo que no había mostrado suficientemente su deseo de ser enculada, repetiría su demanda, sin más intentos de disimulo, rogando por ser enculada como una puta, lo que consiguió que Pol reiniciara sus acciones, que ella recibió con gemidos de gozo.

.- ¡Puta!

Era una llamada de atención que Berta entendió de inmediato y respondió sin hacerse esperar.

.- Por favor, sigue dándome por culo como a una puta.

Entonces, Berta escuchó otros sonidos, se tensó asustada de que alguien pudiera haber entrado y estuviera presenciando como Pol la daba por el culo, y oyendo sus súplicas. Trató de mirar hacia atrás, dejando a un lado su excitación..

ZAS

Había recibido un azote.

.- ¡Atenta, marrana! – La mano en el coño lo apretó mientras la polla reavivaba los pollazos, consiguiendo que la chica volviera a concentrarse en el culo. – Dinos si quieres que te dé por el culo.

.- ¡Ah! ¿Cómo? – Había escuchado el plural que decía de otras presencias. Aquello era muy diferente. No podía estar así ante otros. La polla seguía penetrándola, reclamando su atención, pero ella no podía olvidar lo que sucedía a su alrededor.

ZAS

.- ¡Ah! – La queja, más que de dolor lo era de humillación ante los que pudieran estar presenciándolo. Los pollazos seguían en su culo. Los sentía, sentía la excitación, el deseo, pero sin poder evitar la compañía de la vergüenza, el temor. Después, apareció algo inesperado, sintió un pinchazo de otro tipo de calidez. Que la vieran era más de puta, y eso la acaloraba, haciendo que volviera a desear que él mantuviera el enculamiento con todo su vigor. Como si lo hubiera adivinado, él plantearía:

.- Si quieres que pare no tienes que decir nada. – Pero él mantenía el ritmo de los pollazos en el culo y Berta regresaba a los gemidos, aunque ya no sabía lo que había en ellos de auténtica vergüenza. – ¿No quieres que te siga dando por culo, marrana? – Ella no quería contestar. Esta vez él mantendría las acciones de la polla, que Berta sentía en cada golpe que la ensartaba hasta chocar los testículos en el culo, obteniendo un jadeo continuo en ella, que se iba olvidando de lo que ocurría a su alrededor. – Te he preguntado si quieres que siga dándote por culo. – Ahora, la indicación era más insolente, y Berta contestaría.

.- Sí, sí, por favor.

.- Pues vuelve a pedirlo como antes. Queremos escuchártelo.

De nuevo el plural que decía, esta vez claramente, de la presencia de otros contemplando y escuchando. Y Pol quería que ella pidiera… No debía, no podía… Pero la polla hacía su efecto. Deseaba que continuara, que la penetrara sin parar. Quería sentirla dentro, dominándola, sometiéndola, puteándola. Los jadeos se convirtieron en gemidos que indicaban su aceptación, su deseo, su ansiedad por que él continuara, y ella sabía que tenía que decir lo que él quería escuchar, si deseaba acabar gozando.

Habían entrado en el dormitorio Tim y Tracy, junto con Cata. Tim dejó pasar primero a Tracy, que quiso quedarse atrás, pero el chico se lo impidió, empujándola dentro. La iluminación de la habitación, permitía contemplar perfectamente los cuerpos de Berta y Tom, desnudos, ella a cuatro patas, él sobre ella, cubriéndola. Luego escucharía, aturdida y avergonzada, la demanda de su amiga para que Pol la diera por el culo.

Tracy se quedó quieta, confusa, alterada, viendo la escena que se representaba ante ella. Con su amiga siendo follada, luego vería, aún más perturbada, que él la estaba dando por el culo, mientras ella gemía y, para su mayor turbación, respondía a la demanda de Pol de seguir dándola por el culo, y lo hacía en un ruego ansioso, que era una súplica para que la siguiera enculando.

.- Esto es pasarlo bien. – Comentaría Cata, mientras Tracy callaba, avergonzada y asustada, viendo como su amiga era enculada y pensando en lo que harían con ella, después en lo que ella debía hacer, que con Tim a su lado no sería mucho.

Cata sonreía divertida y más que satisfecha, iba a tener a Berta en sus manos y si hacían lo mismo con Tracy, también a esta. Que se supiera aquello sería muy comprometedor para ambas, folladas y enculadas por dos mozalbetes.

.- No sabía que Berta fuera tan lanzada… y tan guarra…, aunque seáis muy frescas. Los chicos lo van a pasar estupendamente. – Hablaba a Tracy, en voz baja, como no queriendo distraer a los actores.

Y aún quedaba por ver y escuchar. Lo primero sería la petición de Berta para que Pol acabara de darle por culo, después de animarla con una nueva tanda de pollazos que al concluirla obtuvo la respuesta que el joven deseaba, y que animó a Tim a sacar la cámara y comenzar a hacer fotos del evento. Tracy estaba tan absorta en lo que contemplaba que apenas se percató de lo que hacía el muchacho, la luz que había en la habitación hacía innecesario el flash, con lo que no tenía la llamada de atención de sus destellos. Solo cuando Tim se movió para buscar un lugar desde donde sacar mejor a Berta, Tracy se dio cuenta de que estaba haciendo algo, pero el interés por lo que Pol hacía a su amiga la tenía tan abstraída que no siguió las acciones de Tim, al revés, ver que se alejaba de ella solo podía complacerla, y hacer que se sintiera menos vigilada.

Quien se había dado cuenta de lo que hacía Tim era Cata, que sonrió al verlo, sabiendo lo que eso podía suponer para Berta. Estuvo a punto de comentarlo a Tracy, para ver la cara que ponía y lo que hacía, pero pensó que era mejor no decir nada, no fuera a provocar un incidente. Ya se enteraría.

La voz de Berta llamaría, de nuevo, la atención de Tracy sobre lo que Pol hacía con ella, sobresaltándola y avergonzándola, haciendo que quedara pendiente de la polla que sodomizaba a Berta y de lo que decía esta.

.- Por favor, Pol… acaba…, por favor.

.- ¿De qué, ramera?

.- De…

.- ¿Quieres que pare?

.- ¡No!, no, por favor.

.- Dime.

.- De… de darme por el culo… como a una puta. – No podía aguantar más, y rogaba a pesar de la presencia que Pol indicaba, y que ella no sabía de quien era.

.- Así me gustan mis putas, que lo reconozcan y sepan que su chulo es quien puede satisfacerlas. Sigue pidiéndomelo.

.- Sí, sí. Métemela por el culo hasta el fondo.

.- Sigue, sigue…, dame por el culo.

Tracy observaba los gemidos, movimientos y demandas de su amiga, sin poder evitar la mezcla de vergüenza y temor a lo que implicaba lo que veía y lo que podía significar para ella, mirando, casi hipnóticamente, la polla de Pol follando el culo de su amiga. Viendo como entraba en él hasta el fondo, escuchando el sonido de los testículos chocando contra el culo de Berta. Absorta en una contemplación que avergonzándola y debiendo rechazarla y a pesar del temor que suscitaba, la mantenía crecientemente excitada. Viendo, sintiendo, como el cilindro de carne entraba en el culo de su amiga, se apoderaba de él, gozando de ello y haciendo gozar a la carne que penetraba. Era una visión, una muestra, vergonzosa, indecente, humillante y, además, muy probablemente, impuesta, forzada, a pesar de lo cual su amiga gemía con ella y no de dolor, ni humillación o vergüenza, aunque de todo hubiera en ella, sino de placer, de un placer indebido - ¿indebido? - no estaba tan segura, y menos notando su excitación, quizás su deseo de recibir el mismo trato, al menos de sentir que otra carne la penetrara.

Tracy contemplaría el placer de su amiga, entregada a él, a la verga que la penetraba, a las caricias que recibía, absorta, sin que nada a su alrededor consiguiera hacer que perdiera el deseo, el placer, mientras Tracy se sentía cada vez más identificada con ese placer que parecía derramarse alrededor, llegar hasta ella, entrar en ella, excitándola, haciendo que lo deseara para su amiga y de rechazo para ella misma.

Algo llamó la atención de Tracy, miró a Tim, que se había acercado a la pareja. Entonces sintió unas manos cogiéndola por la cintura, se estremeció, girando la cabeza se encontró con el rostro de Cata muy cerca del suyo.

.- No te distraigas. Disfruta del enculamiento de tu amiga. Es un gustazo ver como la dan por culo. ¿No te parece? Te da envidia, ¿verdad? Es una buena polla para un culo. Seguro que te gustaría tenerla en el tuyo.

Y era cierto, le daba envidia y la gustaría tenerla en su culo. Miraba, otra vez, a ese culo enculado, a la polla que entraba en él a tope. Escuchando los gemidos de su amiga, sabiéndolos de placer, de envidiable placer. En su ofuscación y confusión, Tracy se estaba dejando abrazar por Cata, que había acercado la cara a la suya hasta quedar tocándose. Ahora, Cata podía hablarla al oído.

.- Tú también tendrás tu parte, ya lo verás. A ti también te van a dar por culo, como a la puta de tu amiga. Es excitante ver a una buena golfa mientras se la putean…, pero, aún más excitante es que te puteen a ti, y lo van a hacer, puedes estar segura y comenzar a disfrutarlo.

Las palabras hicieron que Tracy recuperara parte de la conciencia perdida. Se percató del abrazo de Cata, del que quiso zafarse.

.- No te distraigas. – Pero se hubiera distraído de no ser por un gemido más elevado, que no solo llamó su atención, sino que la sobresaltó de acalorada excitación, comprendiendo que era el preludio de un gozo que estaba muy próximo. – La puta se va a correr. – La voz llegó unida a los brazos que la abrazaban la cintura. Cata se había movido un poco para ponerse casi detrás de Tracy y pegada a ella. Tracy, al notarlo, fue a girarse, pero otro gemido volvería a parar su movimiento, llenándola de una excitación que exigía presenciar lo que ocurriera a su amiga, quería contemplar cómo se corría, cómo gozaba, sin que fuera capaz de evitarlo, sin fuerzas para dejar de mirar, de desear, de desear para sí misma. Recordó lo que acababa de escuchar en su oído. Ella también tendría su parte. A ella también la iban a dar por culo. Y lo deseó ansiosamente, envidiando a ese otro que ya estaba siendo enculado, que ya estaba gozando con ello. Pero no podía evitar la vergüenza que suponía ese deseo, en sí mismo y por estar personificado en Pol. No podía desear que ese muchacho la diera por el culo, ni debía envidiar a Berta porque estuviera haciéndoselo a ella. – Ya está a punto. Estoy segura, que si te portas como debes, tú también tendrás una polla en tu culo. – Tracy, notó, con un estremecimiento, una caricia en el culo. – Era la mano derecha de Cata, que se había colocado sobre la falda, pero esta era tan corta que, enseguida, paso bajo ella, mientras la izquierda mantenía cogida a Tracy por la cintura, de forma muy parecida a la que empleara Pol con Berta. Tracy se dejó hacer durante unos segundos, en un ansia contumaz de sentir que su culo también recibía su parte, que no era tal, y al darse cuenta surgió la frustración de un sucedáneo que la dejaba insatisfecha. Ella también deseaba, necesitaba una polla. Quiso quitar la mano que no la colmaba, aunque no con demasiada firmeza, siempre absorta en el enculamiento de su amiga. Y sentir la mano no era desagradable, el toque en su culo dejaba de ser una intromisión, un atrevimiento, para pasar a ser una caricia que sentía como la avanzadilla de esa polla que deseaba en ella. Pero era la mano de otra mujer que se estaba paseando por su culo. Sintió como la otra mano, la que la abrazaba la cintura, la apretaba contra ella, ahora Cata estaba pegada a su espalda, notaba las tetas en ella. Volvió a intentar despegarse, pero solo consiguió que las dos manos de Cata actuaran al unísono, una abrazándola con fuerza, la otra paseándose por su culo con atrevimiento. Y ambas las apreciaba, le gustaban, las deseaba, incluso las hubiera querido más atrevidas, más dominantes, más posesivas. Y, sobre todo, las quería como preámbulo de la polla que debería llegar después. Aún así, se percató que eso no sería posible de quien la abrazaba, sabiendo que era un abrazo que no debía tolerar. Reaccionó.

.- Por favor… - Rogó, cuando tenía que haber exigido, al tiempo que echaba su mano hacia atrás con el fin de separar la que estaba en su culo.

.- Atiende a la puta. Te vas a perder verla correrse. Piensa en tu culo con una buena polla en él.

Y lo malo era que, si no pensaba en ello, lo sentía, como sentía la mano que acariciaba su culo, que no quería en él pero que deseaba su caricia, que quería sentirla, como si fuera ese preludio de la polla que, se le avisaba, vendría después. Y los gemidos de Berta no la dejaban distraerse de su amiga, sintiendo la mano de Cata paseándose por sus nalgas, luego entre la raja entre ambas, provocando que se estremeciera cuando pasó sobre el agujero del culo, lo que supuso un nuevo toque de atención y otro intento de apartarla.

.- Por favor…, Cata. – Pero el ruego acabó en sí mismo, indicando a Cata que es lo que no quería…, que era lo que quería.

.- La puta se va a correr enseguida, no aguanta más. – Y los dedos de Cata regresarían al agujero, acariciándolo, conscientes de la tensión que provocaban en Tracy.

Berta incrementó sus gemidos, hasta que, lanzando uno mayor, crispándose, alzando el culo, como si quisiera que la verga la penetrara a ultranza y no dejarla escapar, se correría, mientras la mano de Cata, descendiendo del culo alcanzaba el coño de Tracy y lo agarraba con fuerza, haciendo que esta también gimiera, con la acción que recibió su coño y la contemplación excitada de Berta, un gemido que unía la excitación y el deseo, sin que fuera capaz de evitar sentir la presencia de la verga de Pol en el culo de Berta como la manifestación de dominio y placer que una buena polla ponía de manifiesto, deseándola en su propio culo, que su culo fuera el poseído, el penetrado, el enculado, el dominado. Y, mientras, la mano de Cata aparecía como sucedáneo. Tracy se sentía agarrada con una fuerza que resultaba muy grata, con la sensación de tener el coño exprimido y derramándose el jugo que dejaba escapar.

Cuando concluyó el enculamiento, y Pol salió del culo de su amiga, fue como si hubiera desaparecido el prodigio, Tracy reaccionó. Entonces se dio cuenta de la mano que aferraba su coño, anonadada y avergonzada, como si fuera ella la culpable, reaccionó, pero no podía hacerlo de modo patente, que diera pie a que todos se percataran de la situación. Lo malo era que la mano de Cata llegaba a su coño metiéndose desde atrás entre sus piernas, y retirarla sin el consentimiento de Cata no resultaba fácil. Tracy, sin apenas darse cuenta, había separado las piernas para permitir que la mano permaneciera entre ellas.

.- Cata, por favor. – Rogó a la otra, sintiéndose humillada al hacerlo. Pero todo lo que consiguió fue que el puño se cerrara con más fuerza sobre su coño, haciendo que tuviera que reprimir una queja.

.- Si estás chorreando. Eres tan puta como tu amiga, y estás deseando que te puteen. – Tracy no pudo evitar el sonrojo de saber que era cierto y que Cata lo notaba en su mano. Había cometido una insensatez, con solo un atenuante, lo había hecho casi inconscientemente, eso es lo que se dijo, pero la verdad era que había sido la excitación quien había permitido su entrega, que ahora tenía que solucionar.

Y aquello no era el final. Estaba claro que lo sucedido a Berta no representaba más que una parte de la función, que ella no estaba allí de espectadora, que querrían que participara activamente. Si Berta había tenido su ración de polla ella no tardaría en recibir la suya. Pol lo había avisado, quería darlas por el culo a ambas. Vislumbraba que si estaba allí era para eso…, como poco. Y no podía hacer nada, ni siquiera escapar y organizar una trifulca que Berta nunca la perdonaría, y menos si la cogía desnuda. Si es que hubiera podido hacerlo, que con Tim y Cata al lado no era muy probable. Y Cata la tenía, literalmente, cogida por el coño.

Pero, ¿quería escapar? La respuesta siendo positiva llegaba asociada con la excitación que había generado en ella el enculamiento de su amiga. Jamás había presenciado algo parecido, y nunca hubiera pensado que produciría en ella esa excitación y deseo de recibir un trato semejante, y que aún quedara ese deseo en ella, a pesar de ser consciente de que la presencia de Cata otorgaba a lo que esos chicos hicieran con ellas un valor muy especial, al colocarlas en una situación más que delicada.

Tracy se daba cuenta de todo ello, pero de forma inconexa y casi como si lo viera desde fuera, como algo, que afectándola, no parecía como inminente, mientras quedaban en ella las sensaciones recién vividas, que, de alguna forma, desviaban su atención de la amenaza más grave. El placer de su amiga, la excitación que había producido en ella su enculamiento, los gemidos y, aún más, los ruegos para que Pol siguiera dándola por el culo, todo había actuado para distraerla. ¿Cómo era posible que Berta rogara de esa forma? Pero, también actuó el deseo de tener otra carne dentro de la suya, penetrándola una y otra vez, y ahora, se le ofrecía esa posibilidad. Lo sabía, deseaba sentirse penetrada, no podía evitarlo, aunque no quisiera, incluso si aquello se realizara imponiéndose a ella, sometiéndola como había sucedido con su amiga. Había un especial placer en esa forma de entregarse, que no queriendo admitir, era muy grato dejarse llevar por ella. Y lo era hasta el punto de sentir la mano que agarraba su coño como parte de esa rendición ante lo que se quería de ella, para ella. De esa penetración que ansiaba. De esa polla que deseaba en su culo. Se había dejado hacer, casi inconscientemente, al permitir que sus ansiedades y deseos se impusieran en ella.

Si había permitido que la mano de Cata permaneciera cogiéndola el coño había sido no solo porque su situación absorta en lo que sucedía a Berta hubiera impedido que reaccionara, había algo más y más grave, no había reaccionado porque lo que hacía Cata la acercaba a la situación que ansiaba, porque formaba parte del placer deseado, porque también se imponía a ella, porque, de alguna forma, también la dominaba. Y ahora tenía que acabar con esa situación haciendo que Cata la soltara, y antes de que todos se apercibieran de lo que sucedía. Pero Tim se adelantaría.

Llegaba su turno, y sería Tim quien se encargara de ello. Este, como dijera, quería que la joven se la chupara. Al centrarse en Tracy se percataría de lo que sucedía entre esta y Cata. Rió al contemplarlo. Tracy reaccionó tratando de retirar la mano de Cata, pero esta no se dejaba, quería que todos contemplaran como tenía agarrada a la joven, sabiendo lo que eso suponía.

.- Cata, ya que tienes tan bien cogida a la puta, acércamela, que me la chupe.

Tracy escuchó, anonadada y abochornada, la demanda, tanto por lo que decía como por su situación. Tenía que hacer que Cata la soltara, ya el hecho de tenerla cogida por el coño era algo que decía de una situación anterior muy difícil de explicar.

Después miró a su alrededor, Berta estaba, aún, abstraída, y como fuera de juego, luego, de forma casi inconsciente miraría hacia donde parecía que miraba Tim, lo que hizo que Tracy sintiera más humillante la mano de Cata en su coño, cerrándose sobre él con firmeza. La vergüenza de que su amiga se percatara de cómo la tenía cogida Cata supuso que la orden de Tim apareciera con una mayor crudeza, haciendo que comprendiera la atrocidad e ignominia que se quería que realizara. Aquello no podía hacerlo en presencia de otros…, ni a ese muchacho…, que lo contaría. Tenía que negarse…, por mucho que su amiga se hubiera prestado al algo aún más infamante.

Berta miraba a los nuevos partícipes en aquella fiesta que estaba tomando los tintes de una pequeña orgía, sin reaccionar, si es que fuera capaz de hacerlo. Había escuchado la orden de Tim a su amiga, que la miraba turbada, pero sin señales de criticarla, ella enseguida bajó los ojos, denotando que se sentía avergonzada del espectáculo que acababa de ofrecerles.

Cata sonreía con divertida superioridad y dominio de la situación. Seguí cogiendo a Tracy por el coño. Para llevarla hacia Tim la empujaría a la vez que tiraba del coño, divertida, haciendo que Tracy sintiera el menoscabo de un tirón que añadía burla y afrenta a la humillación de estar cogida de ese modo. Dio un paso, más como efecto del empuje de Cata que de su voluntad de andar. La mano entre las piernas la obligaba a realizar un movimiento anormal.

La presencia de Cata era lo más ingrato y temible, además de humillarla, si no se comportaba como ellas, y no lo hacía, si no la hacían lo mismo que a ellas, y no parecía que fueran a hacerlo, estaría en una postura de dominio sobre ellas. Que estuviera allí ya era más que indicativo de una situación especial y si no se la trataba como a ellas, de la diferencia que se quería establecer. Y eso era por algo.

Pero la reacción más inesperada se produciría en Berta que, pasado el primer momento de desconcierto, se encontró esperando que Tracy se aviniera a realizar la mamada a Tim, al percatarse que pudiera negarse sintió el peligro que eso supondría para ella, que se quedaría sola en la rendición ante los chicos. Egoístamente quería no ser la única en recibir el trato de que había sido objeto por parte de Pol, quería compartirlo con Tracy. Ella también se daba cuenta que con Berta era muy improbable que sucediera lo mismo. Al ver como esta tiraba del coño de su amiga no pudo evitar una sonrisa de alivio y esperanza. Tracy también parecía ceder, y si lo hacía con Berta, más fácil sería que lo hiciera con los chicos.

Cata, manteniéndola agarrada por el coño y empujando a Tracy la fue llevando hacia Tim.

.- Venga, marrana, despelótate. – Tracy recibió la orden roja de vergüenza. Berta miró a su amiga sintiendo el miedo a su negativa. Tracy pensaba en la desnudez de Berta y en que no parecía que fuera a vestirse, lo que significaba que, de hacer lo que Tim deseaba, no estaría sola, pero Cata permanecía vestida lo que suponía lo que más temían las dos amigas de ella, que no actuara como ellas. Tracy dudaba, pensando en su situación y en la posibilidad de evitar cumplir con el mandato de Tim. Y Berta, que notaba la vacilación de su amiga en la obediencia, temía que se decidiera por la desobediencia. No podía quedarse sola en el baldón de su entrega humillante e infamante. Y su amiga reaccionaría contra Cata, lo primero era hacer que la soltara, llevó las manos a la que agarraba su coño, intentando que lo soltara, lo que supuso que Berta se asustara.

.- La putita enseña las uñas. – Sería el comentario de Cata, que no cedió ante el intento, clavando ella las uñas en la carne que agarraba, sin esperar a la respuesta de Tim, que, no obstante, llegaría de inmediato seguida de un grito de Tracy, que había recibido la respuesta del chico.

.- ¡Aahh!

Tim había descargado un golpe con el látigo en la parte alta de los muslos de Tracy, que la hizo gritar y saltar. El chico quería que quedara claro, desde el primer momento, que no iba a permitirla desobediencias ni actitudes tibias, y menos movimientos de rechazo. Quería ser obedecido y desde el principio. El chico, que se comportaba como había visto hacer a Pol, estaba dispuesto a hacer comprender a Tracy que era él quien mandaba y decidía y si no se comportaba como quería la iba a castigar de inmediato, lo que haría con la satisfacción de estar devolviendo a Tracy sus arrogancias anteriores. Quería demostrar que podía con ella, que la dominaba y conseguiría de ella lo que quisiera.

.- Marrana, no te voy a ordenar nada dos veces, la segunda lo hará el látigo. Suéltala, Cata.

Berta se había unido al grito de Tracy, pero en ella existía un contenido muy diferente, de temor a la reacción de su amiga, que esta no tolerase el castigo y se enfrentara al muchacho. Seguía con el miedo a quedar sola. Esperó, perturbada y asustada la réplica de Tracy, que no quería someterse y menos rendirse ante quien, para ella, era un mamarracho, pero poco podía hacer, ni siquiera salir corriendo, no llegaría hasta la puerta. Tampoco organizar una escándalo que dejaría en evidencia a Berta, si es que no era cercenado por los dos muchachos, que en cuanto quisieran la cerrarían la boca. Pero calculó las posibilidades de escape, comprendiendo que eran muy escasas, y el riesgo de represalias muy elevado. Sabía que no tenía tiempo y que un nuevo golpe no tardaría. Y llegó antes de lo esperado y de que ella hubiera reaccionado.

.- ¡Aahh! – Saltó y luego se encogió ante el dolor. Él no dijo nada. Pol se acercó a Berta, y cogiéndola por la cintura la atrajo hacia él.

.- No te preocupes, Tim sabe cómo domar a una puta, y esta hará todo lo que él le mande. – Berta se sintió descubierta, pero las palabras del chico suponían un alivio a su tensión, que se vería roto ante la actitud, de nuevo vacilante, de Tracy, que había escuchado el comentario de Pol y recuperado parte de su intención de rebelarse. Ese mocoso no iba a conseguir doblegarla.

.- ¡Aaaahhh. – El golpe había sido tremendo. Esta vez el encogimiento llegó a hacer que pusiera una rodilla en el suelo, por un momento olvidada de todo lo que no fuera el dolor que se había instalado en su culo. Después, recuperando la conciencia miró hacia Tim asustada, temiendo que pudiera repetir el golpe. Supo lo que debía hacer, y lo haría ante la mirada ansiosa de Berta, que contemplaba como su amiga acababa capitulando y realizando lo que Tim la ordenaba. Por fin, sentía la relajación de no saberse la única envilecida.

Perturbada, humillada, asustada, Tracy se quitó la poca ropa que llevaba, quedándose en pelotas como Tim ordenara, y sin hacerle esperar, para evitar otro golpe del látigo, avergonzada de hacerlo en presencia de esos chicos y de Cata, mucho más que del propio desnudo. Ahora estaban desnudas las dos amigas. Berta la sonreía, con expresión que no denotaba ningún reproche, ni siquiera ninguna señal de vergüenza o turbación, casi como si estuviera contemplando algo grato, y para ella lo era, no por la belleza de su amiga sino porque estaba hubiera cedido. Miró a Cata, su expresión mostraba satisfacción, diversión, burla. Apartó los ojos sintiendo la confusión y bochorno de su desnudez, que instintivamente trató que paliar colocando las manos cruzadas delante de su sexo, que recibieron un golpe con el mango del rebenque. No hubo necesidad de más, Tracy apartó las manos.

.- No estás nada mal, marrana. Da una vuelta que te podamos ver bien. Pon las manos detrás de la cabeza. – Tim continuaba imitando a Pol.

Tracy dudó en obedecer, pero el miedo a otro golpe que, sabía, no tardaría en llegar, hizo que se sometiera, tuvo que mostrarse con las manos detrás de la cabeza. De nuevo pesaba más estar ante todos, y era aún más humillante hacerlo ante Cata, que parecía disfrutar viéndola mostrarse desnuda ante ella.

.- Tiene unas buenas tetas, ¿verdad, Cata?

.- Para quien le gusten tetonas. – Cata era más bien escasa.

.- Mejor es que sobre que no que falte.

.- Lo bueno si breve…

.- Sí, será como en la picha. – Tracy no se contuvo, haciendo que Cata y Tim la mirasen con la misma cara de furia.

.- Pues vas a tener picha hasta hartarte. – Tracy comprendió que había hecho lo último que debiera, estaba en sus manos y les provocaba. – Tim se colocaría como parecía gustarle, desnudo, sentado en la cama, apoyado en el cabecero. – Ponte de rodillas para chupármela. – La orden surgía dura y agresiva, como si quisiera respuesta para poder cercenarla. Ella supo que no tenía más remedio que volver a someterse, por mucho que la humillara.

.- Vamos a ver como se la chupa. – Pol lo decía a Berta, a quien seguía cogiendo por la cintura. Ambos estaban desnudos. La acercó a la cama, ella dejándose llevar sin oposición. Cata se unió a ellos, no queriendo perderse nada de lo que hiciera Tim, ya completamente convencida de que el muchacho sabía cómo tratar a Tracy, “la puta, la marrana”, como les gustaba decir a ambos chicos, y a Berta escuchar.

Tracy tuvo que arrodillarse teniendo las piernas de Tim entre las suyas, y luego agacharse para coger en su boca la polla, lo que supuso otro sacrificio, tanto por el hecho en sí, como por la humillación de que ese mocoso mandara sobre ella y para ordenarla que le chupara la polla, y en presencia de Berta y Cata. Pero sabía que tendría que hacerlo, por las buenas o por las malas, incluso que Tim estaba esperando que le diera la excusa para volver a utilizar el látigo. Si había pensado en escapar, cada vez resultaba más difícil hacerlo, y cada vez estaba más cogida por sus actos.

Tim comenzaría a ordenar y exigir.

.- Marrana – la exasperaba esa forma de llamarla, y tenía que soportarla – quiero que metas toda la polla en la boca. Como sabéis hacerlo las putas.

“La puta será tu madre.” – Pensaba Tracy, queriendo no hacer caso a la orden del chico, pero este no iba a tolerar su desgana, por lo que apretó con su mano sobre la cabeza de Tracy, que tuvo ganas de morderle la polla, solo el miedo a la respuesta la contuvo. Pero él seguía presionando.

.- Puta, te he dicho que quiero que tragues toda la polla.

.- Ten. – Pol ofrecía algo a su amigo, que Tracy no supo que era, pero que enseguida iba a saberlo.

.- Gracias, Pol.

.- ¡Aahhgg! – Tim había descargado un buen golpe con la vara – era lo que Pol le había dado y él agradecía – sobre el culo de Tracy, que esta vez respondió tratando de tragar toda la polla.

.- Venga, marrana. Te he dicho que quiero que tragues toda la polla. – Tracy lo intentó, tratando de evitar el castigo, pero no lo logró, ni lo uno ni lo otro.

.- Aahhgg. – La vara golpeó de nuevo el culo de la joven.

.- No me cabrees, puta. Te he dicho que quiero toda la polla en la boca, hasta la garganta.

Tim se estaba resarciendo del trato de la joven, de lo que disfrutaba doblemente, por lo que tenía de escarmiento y por conseguir una mamada que siempre había querido, como las de su amiga L. Esa marrana engreída iba a saber lo que es bueno. Quería que nunca se le volviera a pasar por la cabeza meterse con él.

Para obligarla a tragar toda la polla Tim presionaba con su mano sobre la cabeza de Tracy, que no podía evitar las arcadas, y si se prolongaba, la ausencia de aire la asustaba. Comenzó a tener miedo de no poder respirar. Estaba dejando escapar la saliva, que caía sobre Tim y sobre la cama ensuciando la sábana. Nada de ello parecía importar al chico, que mantenía la presión sobre la cabeza hasta que Tracy no aguantó más y empujó con firmeza apoyando las manos en la cama, para escapar de la asfixia.

.- Déjala respirar. – Le diría Pol.

.- Son unas fingidoras, pero esta puta va a aprender. Tienen que aprender todas las marranas, pero esta más. Además de la polla se va a tragar todas sus chulerías.

Tracy, estaba desencajada, con la saliva resbalando por la barbilla, tosiendo. Quería hablar pero casi no podía.

.- Me as…fixio.  No me… fuerces.

.- Pues haz las cosas bien y te ahorraras eso y la vara. Venga, puta, que me estás enfriando. Sigue chupando. – Y para animarla a seguir, lanzó la caña sobre la pantorrilla de Tracy, que gritó con el dolor, pero obedeció de inmediato, inclinándose y volviendo a meter la verga en la boca.

Tracy se daba cuenta que sería mejor hacer lo que él quería, con ello no solo evitaría los golpes, también acabaría antes, incluso, sería más conveniente excitarle lo más posible y que se corriera enseguida, aunque pensar en que lo hiciera en su boca no la agradaba nada. Pero el chico quería disfrutar a su gusto y, sobre todo, mantener a Tracy sometida chupándole la polla. Por lo que sería él quien marcara la velocidad de la mamada presionando sobre la cabeza de la joven para obligarla a permanecer con la verga en la boca, hasta la garganta, después dejando que la sacara, con la ansiedad por coger aire, y volver a repetir. Si Tracy trataba de escapar a la asfixia antes de lo que a él le parecía oportuno, la vara entraba en funciones, golpeando el culo de Tracy.

Durante todo el tiempo que dedicó a la mamada Tim estaría adobándolo con demandas y expresiones que la señalaban como puta, marrana, mamona, y a la espera de ser enculada.

.- Puta, esfuérzate más, hasta que tengas toda la polla en tu boca.

.- Marrana, ahora estás de mamona, enseguida tendrás una polla en el culo. Pero eso te gusta, verdad, cerda. – Y si Tracy no reaccionaba como él deseaba, descargaba un golpe de vara sobre culo o muslos de Tracy, que se veía obligada a hacer lo que él quería, aunque fuera de modo incompleto, respondiendo con palabras inconexas, como le permitía la verga en su boca, o con gestos, pero que se apreciara que no dejaba sin respuesta al chico.

Mientras, Pol presenciaba lo que hacía su amigo, al tiempo que seguía las reacciones de Berta a quien tenía cogida por la cintura y hacia que se apoyara en él, manteniendo la polla entre las nalgas de la joven, que se dejaba hacer sin la menor oposición. Si estaba vigilante a todo lo que sucedía con Tracy y lo que hacía Tim con ella, no hacía ascos a esa polla que sentía entre sus nalgas, y que parecía querer algo más.

Las manos de Pol comenzarían a acompañar los primeros movimientos de la polla, ellas para acariciar las tetas de Berta y después el coño.

.- Dime, marrana, ¿qué prefieres, chupármela o que te folle? Después daré por el culo a tu amiga para que no sienta envidia. – Diría Pol al oído de Berta.

.- Fóllame. Y no hace falta que seas tan generoso con las demás. Si siente envidia mejor.

.- Inclínate un poco que te la meta.

Y mientras Tim mantenía a Tracy ocupada con la mamada, Pol  ocuparía el coño de Berta con su polla.

Tim, aunque alargara la mamada no tardaría en correrse, obligando a Tracy a tragarse todo el flujo del chico, que mantuvo la verga en la boca de la chica hasta que perdió toda su consistencia, quedando Tracy arrodillada, sin atreverse a cambiar de postura y menos a separarse de Tim.

.- Ahora, con cuidado, vas a limpiar la polla.

Y si ninguna de las dos amigas obtendría el placer final, Berta disfrutó de la jodienda y de ver a su amiga sometida a Tim e igualada a ella. Y seguía disfrutando contemplando como Tracy ahondaba en su sometimiento, ahora lamiendo la verga de Tim limpiándola de los restos del semen del chico, hasta que este consideró cumplida su orden.

.- Ya puedes incorporarte.

Tracy quedó cansada y humillada, con la sensación de haber sido vencida por ese mocoso, a quien había tenido que someterse, y ante Cata. E iba a continuar su sometimiento.

.- Ahora daré por el culo a la otra marrana. Ponte a 4 patas. Ábrete. – Era Pol quien lo ordenaba a Tracy, que vencida, sin apenas tiempo para recuperarse, notándose sucia, sin ganas ni ánimos para oponerse, tuvo un reflejo de rechazo. La humillación y la presencia de Cata actuaban para rechazarlo. Y Cata, que había escuchado a Pol con creciente arrebato y perturbación, sonreía triunfante y dichosa, esperando, nerviosa, a contemplar a Tracy mientras Pol la daba por culo. Pues no tenía la menor duda de que el muchacho lo haría, sin que Tracy pudiera impedirlo, aunque pareciera intentar alguna resistencia.

La voz de Pol, exigente y dura, sacaría a Tracy de su vacilación haciendo que se estremeciera.

.- ¡Marrana!

La palabra provocó una risita nerviosa en Cata, que hizo reaccionar a Tracy, humillada e insultada. Otra vez aparecería la reacción de rechazo, pero que apenas duraría, vencida por el miedo al chico. Sintiendo lo que significaba realizar lo que Pol ordenaba, sin atreverse a rebelarse, cada vez más vencida y vejada, tuvo que hacer lo que Pol ordenaba.

Al abrirse de piernas el culo quedaba más bajo.

.- Y tú, colócate entre los muslos de tu amiga.

La orden constituyó algo inesperado para todos. La propia Cata sintió un momento de confusión y miedo, temiendo que Pol se estuviera pasando y provocara la respuesta de las dos chicas. No solo quería darlas por el culo sino que se ocuparan entre ellas. Cata esperó a ver cómo reaccionaba Berta.

.- Sí, Pol – Berta también adivinaba lo que pretendía el chico y, a pesar de lo que suponía, respondía sin vacilación y aceptando la orden, se acercaría a Tracy para colocarse entre las piernas de su amiga, que completamente aturdida y sin comprender que Berta se aviniera a hacer lo que Pol pretendía, trató de evitarlo cerrando las piernas para que no pudiera colocarse bajo ella.

.- Así me gusta, sin pensarlo. Mis putas tienen que ser perfectamente obedientes. Para las que no, está la vara. – Pol enviaba un mensaje a cada una, que ambas recibieron. Tracy sabía lo que tenía que hacer si no quería volver a recibir la vara, y no quería, pero aceptar que Berta… era demasiada ignominia. Volvió a pensar en rebelarse, en la forma de hacerlo.

.- ¡Aaahhh! – El golpe, con la virulencia que Pol ponía en sus castigos, hizo que Tracy cayera de bruces.

.- Ponte bien. – Fue lo único que escuchó, dicho con calma y voz tranquila y controlada. Aturdida por el dolor y la humillación, se incorporó para ponerse, otra vez, a 4 patas, pero no era suficiente, tenía que abrirse para dejar sitio a Berta, lo hizo, sabiéndose, de nuevo, vencida. Berta no esperaría, colocándose entre las piernas de su amiga, con la cara en el coño de Tracy, cogiéndola los muslos con sus manos, y ofreciendo su coño a la boca de aquella.

Cata sonrió tranquila y satisfecha. El espectáculo iba viento en popa y con creciente interés. Lo que se ofrecía pocas veces sería superado.

.- Abre más las patas y baja el coño, que quede pegado a la boca de tu amiga, que pueda llegar a él con comodidad. – Tracy tuvo que hacerlo, hasta que notó la boca de Berta tocando su coño.

Luego, Tracy recibiría la orden de bajar la cabeza hasta que quedara sobre el coño de Berta. De esta forma, cada una de ellas podía dedicarse al coño de la otra. Berta no esperaría ninguna orden más para comenzar a lamer el coño de Tracy, lo que esta recibió abochornada y sin saber qué hacer, o sabiéndolo, no queriendo hacerlo. Pero si no lo hacía ya sabía lo que llegaría. Tuvo que comenzar a lamer el coño de su amiga.

Tracy, que no podía quitarse de la cabeza lo que pudiera hacer Pol, estando pendiente de todos sus actos y movimientos, no dejaba de pensar en lo que estaba sucediendo y en lo que podía hacer para evitarlo y para vengarse.

Tracy se preguntaba por qué lo estaba tolerando, por qué se sometía y no se rebelaba. Podía organizar una escandalera y que acudieran los invitados, el servicio, a parar a esos dos fantoches, pero no lo hacía. Temía no tener tiempo suficiente, que ellos reaccionaran y la maltrataran. Y, después de lo ocurrido con Tim, de haberla recortado la falda y dejado con el culo medio al aire, resultaba muy difícil explicar lo que sucedía en el dormitorio de su amiga. Y esta no quería escándalos. Y ella no estaba tan sobrada de fuerzas ni de decisión, los chicos, aunque no quisiera reconocérselo, la asustaban. Se sometería y dejaría que hicieran con ella lo que les diera la gana. Después buscaría la forma de vengarse.

“Y esa puta de Cata ¿cómo no va a pedir auxilio?”

Y lo peor no era eso, sino lo que estaba presenciando de ellas y lo que podía contar. Estaban quedando no solo en manos de los chicos, también en las de Cata.

Pol, por su parte, estaba poniendo a prueba la capacidad de resistencia de ambas jóvenes, al tiempo que las forzaba a realizar unas acciones típicas de unas putas. Quería prepararlas, forzándolas a aceptar lo inaceptable, y en la medida en que lo conseguía, seguir demandando, exigiendo.

En ese momento llamaron a la puerta. Nadie pareció hacer caso, excepto Berta que se crispó asustada. Volvieron a llamar.

.- Señorita Berta, ¿está ahí?

.- ¿Está cerrada la puerta? – Era Berta quien hablaba en voz apenas audible, aterrorizada de que quien llamaba pudiera abrir la puerta y entrar, cogiéndola desnuda y entre las piernas de Tracy, que, a su vez, sentía un miedo parecido, que dejaría paso a la idea de responder, a la posibilidad de escapar. Pero el temor superaba su capacidad de respuesta. Quedó callada, esperando, aunque mantuviera el pensamiento de aprovechar la situación para escapar.

.- Contesta. – Ordenó Pol, sin hacer caso a su pregunta.

Desde la postura en que estaba, Berta contestó con voz débil.

.- ¿Qué ocurre?

.- Señorita, soy Tina. Todo está preparado.

.- Di que comience lo que sea. - Volvía a ordenar Pol.

.- Comenzad a servir.

.- ¿No la esperamos?

.- No. Yo bajaré enseguida.

.- Ya veremos. – Era Pol quien volvía a intervenir sin el menor comedimiento y con voz que podía ser escuchada desde fuera, dejando patente que Berta no estaba sola y que, muy posiblemente, la causa de su retraso no era muy presentable, lo mismo pensaba Berta, avergonzada de que la criada comprendiera que estaba con alguien más, y dando por supuesto lo que estarían haciendo. Pensó en que lo contaría.

"A la señorita se la están beneficiando, y no va a bajar."

“Seguro que la gusta más que la comida.”

“Estará comiendo otra cosa.”

“Y seguro que se está dando un buen atracón.”

Las sonrisas y comentarios que eso daría lugar..., y que podía llegar hasta los invitados.

.- Bien, señorita. ¿Necesita algo?

.- No, gracias, Tina.

.- Entonces, si a usted le parece bien, voy a decir que se sirva la comida.

Tracy comprendió que si se iba la criada perdería la oportunidad de huida, a pesar de estar asustada inició un movimiento nervioso que indicaba su intranquilidad. Pol se percató de lo que podía suponer.

ZAS

.- ¡Quieta!

El azote que cayó con fuerza sobre el culo de Tracy, advirtiéndola de lo que podía llegar, y la orden simultánea, hicieron que la chica comprendiera el aviso, y fuera capaz de controlar la queja que surgía detrás del golpe, lo que indicó a Pol la poca firmeza de su voluntad de oposición.

.- Cata, trae crema corporal o algo parecido para lubricar el culo de esta puta. – Pol lo decía sin bajar la voz, y sin haber dado tiempo a que la criada se alejara, por lo que esta podría haberlo escuchado, dando la impresión de desear ser oído desde fuera, y que la criada supiera lo que sucedía dentro. Berta se estremeció, consciente de que la criada pudiera haberse enterado. Y la propia Cata pensaría lo mismo, por lo que respondería en consonancia.

.- No me involucres en vuestras guarradas con las putas. Aquí os quedáis.

Cata quiso aprovechar para demostrar su despego, pero sin dejar pasar la oportunidad de tratar a las dos de putas, al tiempo que dejaba constancia de que no quería estar en la misma situación que ellas. La llegada de la criada había supuesto un aviso de lo que pudiera pasar si una de las dos amigas hubiera pedido auxilio. No quería estar presente si eso sucedía. Aunque cada vez era más improbable. Comprendía que las chicas no quisieran que nadie las viera tal y como estaban, y con ella de testigo. Si la criada se hubiera quedado escuchando, al haberla oído decir que se iba, con toda seguridad escaparía de allí, por lo que ella podía permanecer un poco más. No quería perderse lo que hiciera Pol en el culo de Tracy. Fue a por la crema, dándola a Pol, que untándose los dedos en ella los llevaría al culo de Tracy, metiéndolos en él y barrenado con ellos, mientras la joven tenía que soportarlo, con la otra mano del chico apoyada sobre su espalda para mantenerla quieta y con la cara sobre el coño de Berta, mientras los dedos que se ocupaban del culo de Tracy lo hacían con firmeza y habilidad, pasando de dos a tres dedos, lo que suponía abrir el agujero cada vez más, lo que dejaba ver a Tim y Cata sacando los dedos de vez en cuando, quedando el agujero abierto por unos segundos, para volver a meter los dedos en él cuando se cerraba, y barrenar con fuerza otra vez, mientras Tracy se sentía abochornada y humillada.

Cata se quedó mirando, entre excitada y complacida. Ver a Tracy siendo humillada de esa forma resultaba demasiado apetecible… y provechoso, como para privarse de ello. No resultaba indiferente lo que presenciaba, y si no se hiciera en público, tampoco hubiera puesto objeciones a ser ella la protagonista. De no serlo, que Pol vejara y doblegara a Tracy suponía un buen consuelo, con el añadido de saber que esta iba quedando más dependiente de ella.

Una vez preparado el culo, Pol separaría las nalgas con sus manos y después colocaría la polla en la entrada del agujero, comenzando a presionar sobre ella. Tracy gemiría ante el empuje que abría su culo, en un gemido en el que coexistían la humillación, la vergüenza, el sometimiento.

Pol metería la polla sin apresuramiento, pero sin parsimonia, cuando la tuvo dentro la sacaría casi totalmente, para después clavarla de golpe en el culo de Tracy, que gimió ante el golpe inesperado, que parecía haber pretendido dejar claro a Tracy que era el dueño de ese agujero y podía hacer con él lo que quisiera, y Tracy lo entendió. Tenía que someterse a lo que el chico quisiera. Después Pol jodería el culo de la joven, con firmeza, y de modo similar al que empleara con Berta, con la variación de que Tracy no quería ser enculada por él, con lo que sería muy difícil que gozara con ello. Pero Pol no estaba dispuesto a permitir la menor muestra de oposición o desacuerdo con sus mandatos o deseos. Sus putas debían acomodarse a todo lo que él quisiera y, por supuesto, a complacerle y gozar con el regalo de su polla y esa puta lo iba a hacer, por mucho que no quisiera gozar con ella. Si él la follaba ella gozaba, y sin que la boca de su amiga fuera la causante de su placer. Para hacer comprender a Tracy que dependía de él, incluso para obtener un gozo que ella no deseaba, iba a emplear la vara.

.- Tim, vas a calentar el culo a esta marrana insumisa. Tiene que aprender a someterse a TODO. – Mientras hablaba metía la polla en el culo de Tracy a tope, que tenía que controlar los gemidos que querían escaparse, para no mostrar ese signo de debilidad. – También a correrte cuando yo lo quiera. Eres una puta de mi propiedad, y harás todo lo que yo desee.

Tracy, apretando los dientes con cada embestida, rechazando las penetraciones y las sensaciones que generaban en ella. No iba a rendirse, ni a dejarse llevar por la complacencia de unos roces y una invasión de su cuerpo, que siempre la apetecía, y ese día, no sabía por qué, aún la apetecía más. Pero no le daba la gana que ese chico supiera que podía hacerla gozar.

Sería Tim quien, siguiendo las instrucciones de su amigo, lanzaría la vara sobre el culo de Tracy cuando Pol sacó la verga de él, haciendo que la joven diera un grito de dolor, para de inmediato sentir como la polla volvía a encularla de un golpe firme. Tracy no sabía a qué venía aquello y si era un castigo por algo que había hecho. Al cabo de unos momentos se repetiría la acción, y después, cada vez que Pol sacara la verga del culo de Tracy, separándose de ella para que Tim pudiera golpearle con facilidad. La chica gritaba a cada golpe, que era seguido de una nueva ración de enculamiento firme y violento. Tracy no deseaba ni lo uno ni lo otro, pero el enculamiento no era doloroso con lo que trataría de prolongarlo evitando la vara. Para que Pol no sacara la verga de su culo movía este en busca de aquella, en un gesto que parecía querer la continuación de las penetraciones, y así era, aunque no por placer. Y hubiera pedido a Pol que siguiera enculándola de no estar presente Cata, que seguía con creciente excitación y satisfacción tanto el enculamiento de Tracy como los azotes que recibía. Quería presenciar si Pol conseguía su propósito y, en todo caso, los azotes que Tim daba a esa puta, encantada de que Pol la calificara de ese modo y la tratara como tal. Estaba cada vez más entusiasmada de haberse decidido a seguir a Tim, esperando que Pol lograra que obtuviera su objetivo, aunque eso supusiera el gozo para Tracy, que veía aproximarse en la medida en que la joven mostraba no solo su aceptación al enculamiento sino que buscaba que este no cesara. Pero, después de la aparición de la criada sabía que no debía permanecer allí, y no sin harto sentimiento, decidió que era el momento de dejar esa habitación, no quería involucrarse más en todo aquello.

Cata iba a confirmar los temores que había suscitado a las dos amigas.

.- Bueno, creo que os debo dejar con vuestras marranas, que ya veo que lo son y mucho.

.- No te vayas. También hay para ti.

.- Me parece que estoy muy lejos de llegar a la entrega de vuestras putas.

.- Lo van a pasar muy bien. Somos muy generosos con las putas.

.- Pues dedicaros a ellas, sin duda sabéis como hacerlo.

Berta pensó que iba a echar de su casa a esa zorra, pero supo que no podría.

.- Tú te lo pierdes. Aunque tenemos toda la noche por delante.

.- Me temo que vais a tener que conformaros con vuestras putas. – Al pasar junto a Tim le diría en voz baja. – Quiero ver las fotos… y alguna copia.

.- Después de una buena mamada.

.- Eso será si te portas bien.