L 25

Fiesta en el campo III

25 Fiesta en el campo. III

Cuando L salió del círculo de luz, lo hacía vencida, humillada, sin fuerzas para enfrentarse a lo que esperaba ocurriría, su última humillación. Al recuperar la visión de lo que sucedía en la habitación, casi ríe de alegría nerviosa, de alborozo perplejo. Una de las chicas estaba arrodillada en el suelo con la verga de su acompañante en la boca, otra, sentada sobre su compañero, recibía las caricias de éste en las tetas y con la otra mano debajo de las faldas. La tercera había desaparecido, luego sabría que a otro reservado y no era difícil adivinar para qué. Ya no la importaba lo que pudiera ocurrir, las demás eran tan putas como ella. No podrían acusarla sin acusarse a sí mismas.

.- Marrana, ¿te apetece una copa de champan? – Pol se la ofrecía. Ella la cogió, esta vez con una sonrisa agradeciday todavía desconcertada, la bebió de un tirón. – Ya veo que el baile te produce sed. – Fue a por otra copa, que L también bebió. – Los chicos quieren seguir divirtiéndose contigo. – Ella supuso qué clase de diversión querrían, y estaba dispuesta a dársela, casi deseaba dársela, hacer lo que hacían las otras, ser como ellas,  no ser diferente. – Supongo que tú también tendrás ganas de pasar a la acción. Siempre es mejor una buena polla que unos dedos, aunque sepan lo que se hacen.

Y comenzaría para L una sesión continua de sometimiento a todo lo que se quiso de ella, y se querría como marrana, así sería llamada y tratada, sin dejar dudas que aquello la asimilaba a una puta, puta que estaba al servicio de todos, puta que actuaba como tal,  de forma muy distinta a las otras chicas, que podían parecerlo, hacer cosas semejantes, pero que solo eran unas desvergonzadas, que solo actuaban como lo hacían en privado, aunque ese día se desmandaran más.

L, que había accedido a actuar conforme se quisiera de ella, pronto se daría cuenta que no actuaba de la misma forma que las otras chicas, ni se procedía con ella del mismo modo. Cada vez que se la llamaba marrana, ella sabía que se la estaba llamando puta, que por tal se la tenía y como tal se actuaba con ella. Y aún así, saber que las otras aceptaran las caricias de sus acompañantes y se las procuraran a ellos, era como el salvavidas que impedía que acabara ahogada en su degradación, en su ignominia. No quería verse sola, señalada como única desvergonzada.

“También lo son las demás.”

Se agarraba a esa idea, sin establecer diferencias. Era igual a ellas, y no podrían meterse con ella. Pero no era igual a ellas, y se meterían con ella, y quizás, más que las que no estaban presentes. Podían contar y contarían, incluso incluyendo sus propios comportamientos, consecuencia de los de la marrana, que había calentado a todos, incluso a sus chicos, que no se iban a estar quietos viendo a esa puta provocándoles. Había que calmarles. Pero la puta era una puta, de eso no cabía la menor duda.

Y ella, consciente de la diferencia, quería olvidar sus diferencias y ver solo lo que hacían las otras, desdeñando sus colgantes, las argollas que caían de la nariz, de los pezones, el falo que no cesaba en su sonoro repique, todos enmarcando una desnudez tan pública como impuesta, que las marcas de los castigos grabados en su culo otorgaban una característica determinante. Y las otras marcas, aún más categóricas, más expresivas, el nombre de Hembra y el número que la singularizaba, y el falo con el chorro grosero y denigrante, que ponían de manifiesto una actitud palmaria y explícita de procacidad, descomedimiento, disipación.

¿Cómo defender que no era una puta cuando todo lo que mostraba de sí misma iba proclamando su cercanía a ese oficio, cuando no su pertenencia a él?

Y todo ello permitía actuar sobre ella, y ella lo permitía, y los demás ordenaban, exigían, animándose unos a otros, actuando como quien tiene derecho a hacerlo, poder para mandar e imponerse a ella. Y lo hacían.

Sería un amigo de Pol quien comenzara a putearla. Estaba ansioso. Parecía el menos experimentado y quizás por eso el más deseoso. Quiso que le hiciera una mamada, que los demás jalearon, lo que animaba al muchacho a pedir primero y luego comenzar a exigir, como veía hacer a los demás, que nunca solicitaban lo que deseaban de L, sino que lo ordenaban, lo exigían, como se hace con las putas. L quería satisfacerle pero sin dar más de la cuenta, sin aparecer con la experiencia que denotara que era una puta en ejercicio. Resultaba muy sencillo conseguir que se corriera dándole lo que nunca antes hubiera recibido, pero L se controlaba. Sería Pol quien, contemplando sus acciones, intervendría para que dejara a un lado sus cautelas.

.- Marrana, haz bien tu trabajo. Que sepa lo que es una buena mamada. Traga toda la polla. – Y para animarla pasó la caña por el culo de L, que no dudó en hacer lo que se le pedía, pero hacerlo supuso que el chico, poco controlado, se corriera enseguida, como supuso en ella la muestra de su cercanía, de su semejanza a la puta, que no quería manifestar.

Y después seguirían los demás. Los chicos estaban tan ansiosos que pasaban por L con escasos minutos de diferencia, sin solución de continuidad, uno tras otro. Era como una competición entre ellos, como si quisieran ver quien acababa antes, usándola casi sin importarles cómo. Cuando pasaron todos, se inició un nuevo turno, esta vez algo más calmado. Y con la calma llegó el uso simultáneo. Se repartían los agujeros de L como si fueran parte un botín, eligiendo posturas para ellos y para ella, que colocaban a su antojo, a veces impidiendo lo que deseaba hacer otro, ordenándola lo que pretendían que hiciera, que L tenía que realizar si no quería que se la obligara a la fuerza.

Pero la demostración de lo que realmente estaba sucediendo, de lo que se pensaba de ella, llegaría de la mano de las chicas, era como si éstas, conociendo la intención de L de igualarse a ellas, quisieran desbaratarla, marcar las distancias, dejar patente que no era como ellas, que era una puta. La ansiedad de ellos, su descontrol, era una demostración de su apetencia por L, lo que equivalía a decir del reconocimiento de su belleza, de su atractivo, y eso lo tenía que pagar haciendo de ella una puta que justificara esas ansiedades, ya que era quien podía satisfacerlas. Y si las chicas no podían igualarse a sus compañeros en el puteo de L, lo harían con sus comentarios e incitaciones a ellos para que actuaran sin reparos con L, y alguna vez con sus acciones sobre ella.

Regresó la pareja que saliera, llegaron animados y satisfechos. Al entrar, todos estaban contemplando como L, arrodillada sobre uno de los grandes divanes, se inclinaba para chupar la verga de uno de los hombres, mientras que otro la daba por el culo. La joven comentó:

.- La marrana no pierde el tiempo. Se nota que conoce bien su oficio.

Se oyeron risas contenidas, como si no se quisiera distraer a los actores, pero sin dejar de corroborar la apreciación de la chica.

.- Yo les he dicho que con ella debían usar condones. – Añadió otra, incidiendo en la misma idea de puta y por tanto de uso peligroso.

Habían pasado por L todos los que carecían de acompañante, pero no habían acabado con ella. Incluso los que habían llegado emparejados, parecían dispuestos a pedir su parte. Una de las chicas, notando que su acompañante estaba deseando tirarse a L, se lo ofrecería.

.- Te gustaría dar por culo a la marrana, ¿verdad, golfo? Pues hazlo, así veré como te portas y si te dejo que lo hagas conmigo. – Los demás rieron, mientras L tenía que soportar una indicación sobre lo que se podía hacer con ella, en la que otra mujer se permitía ofrecerla a su compañero, como si la propia L no tuviera nada que decir y estuviera supeditada a la otra. – No os riáis, es más golfo que ella. – Y esa era la razón por la que podía realizar esa oferta, era una golfa. – Cuando acabéis con la marrana, si no os importa, me gustaría echarla un vistazo. Quiero ver todos esos aditamentos que se le han puesto.

Y L temió más la llegada de ese momento que volver a ser usada por el culo por el amigo de esa muchacha que quería examinarla. Ni siquiera había pensado en rechazar la pretensión, solo en que iba a ser humillada por otra mujer.

No tardaría en llegar ese momento. Se correría el que la daba por culo, y después el otro, permaneciendo en el culo de la marrana. Cuando sacó la polla, sería de nuevo, la chica que quería “echarla un vistazo” quien la ordenara:

.- Marrana, limpia la polla que acaba de honrar tu marrano culo. – De nuevo las risas. Pero L se volvió, y permaneciendo de rodillas ante quien acabada de encularla, se agachó a por la polla y cogiéndola con cuidado, la llevó a la boca, estaba llevando a cabo el modo de limpiar una polla que realizaba en el burdel, había sido una reacción inconsciente, cuando se dio cuenta, ya tenía la verga en la boca y había dejado constancia de una forma de actuar  propia de una puta, y muy guarra. No era normal limpiar una verga, que acaba de salir del culo, con la boca de la enculada. – Hazlo bien y con mucho cuidado, son instrumentos muy sensibles, que enseguida se deterioran, y si ya sirven para poco…

Todos rieron, todos menos L, que era ya consciente de estar haciendo una demostración, no solo de puta, también de sometimiento a quienes no eran superiores a ella, ni tenían ningún derecho a mandarla, ni ella estaba obligada a obedecerles. Hacerlo indicaba una supeditación que hacía más auténtica la apariencia de puta. L no solo se prestaba a realizar acciones propias de una puta, ella podía pensar que también las realizaban las otras, también aceptaba, y de esas otras, la imposición de otras acciones, que añadían un aspecto diferencial con quienes se las imponían, que era precisamente ese, las otras ordenaban y ella obedecía. No, no estaban a la misma altura.

Y la marrana quiso acabar pronto, y enseguida sacó la polla de la boca.

.- No marrana, te he dicho que la limpies bien, y eso incluye ciertos olores que no se van tan fácilmente. Vuelve a meterla en la boca y dala otro repaso.

Los modos de la chica estaban entreteniendo a los demás y también excitándolos, y ella misma tuvo constancia de ello, cuando su compañero alargó el brazo y cogiéndola por la cintura la dijera:

.- Tu culo no tiene nada que envidiar al de la marrana. Podemos aprovechar el servicio de limpieza…

.- Me alegro de que te des cuenta, por eso quiero que compares, pero sin estar supeditado a lo que haga la marrana…, aunque al acabar utilices el sistema de limpieza.

L chupó y lamió la polla sin atreverse a dar por concluida la limpieza hasta que no recibiera la orden de acabar con ello. Durante ese tiempo, L permaneció con la cabeza sobre la verga del hombre, sabiendo que todos contemplaban lo que hacía, sintiéndose más puta que nunca, puta manifiesta, puta por comportamiento, por propia iniciativa, por acto espontáneo, que hacía suya la imposición inicial, se sometía a ella y actuaba conforme a lo que se podía esperar de una puta. Ni siquiera pensaba en el modo de acabar aquello, solo quería que acabara, sin atreverse a hacer nada para adelantar el momento. Se sentía marrana, y pensaba que los demás también la sabrían marrana. Cada vez resultaba más difícil ocultar esa característica. Estaba pasando de golfa a ramera ante todos ellos.

Por fin llegó la orden de la chica para que dejara la limpieza. Después recibiría otra orden.

.- Marrana, ven aquí, quiero verte bien.

Era tremendo para L. Se había hecho el silencio, todos querían presenciar lo que viniera a continuación, previendo que añadiría una novedad, probablemente, muy sabrosa. Por un momento, L vaciló, miró a su alrededor, estaba alterada, humillada, deseando encontrar alguien que la ayudara, pero lo que encontró fue la mirada de Pol, seria, exigente. No debía de ser muy diferente a la del chulo con su puta cuando esta no actuara conforme él deseaba. Supo que no tenía escapatoria, que debía hacer lo que esa chica la ordenara, lo que quisiera de ella. Ni siquiera tentó a la suerte con un intento de rehúse. Sabía que no se le toleraría y acaso recibiera un correctivo en forma de otro azote con la caña. En silencio, evitando mirar a su alrededor para no encontrarse con otras miradas, fue a colocarse ante la chica, que la aguardaba sentada al borde de un diván. L aceptaba el mandato de esa joven sin decir nada, como si tuviera derecho a realizarlo y ella estuviera obligada a obedecer. Era otra muestra de una supeditación impropia, que volvía a hacer presente la idea de marrana, de ramera, que se sometía porque era lo que tenía que hacer. Quedó a un metro de la chica, se sentía sucia, y lo estaba, los chicos habían dejado demasiadas huellas sobre ella. Notaba humedades y se sentía pegajosa. Y sentía las anillas en su desnudez, que la señalaban tanto como esta. Todo aquello se veía, la chica lo contemplaría. Todos lo contemplarían.

.- Marrana, acércate más, que te llegue con la mano. – L se aproximó.

.- Pon las manos detrás de la cabeza. – L dudó. Era otra muestra más de una forma de someterse que no quería realizar. – Pol, ¿me prestas la caña? – La petición era toda una manifestación de dominio y poder, que indebido e improcedente, pretendía ser real y efectivo. Todos esperaron, silenciosos, a ver cómo la chica lo ejercía.

L era consciente de lo que suponía la demanda de la chica y lo que podía suponer para ella, y de manera inmediata. Ahora, el sometimiento al mandato llegaba con un componente más humillante, de someterse lo haría ante la amenaza y el temor al castigo. Escuchó como alguien se aproximaba. De inmediato pensó en Pol, y acertaría. Eso significaba que llevaba la caña a la chica.

Y la marrana pondría las manos detrás de la cabeza. Avergonzada, humillada y temerosa del castigo, y de que fuera a ejecutarse ante todos los que contemplaban su rendición.

.- ¡Aahh!

Pol, en lugar de dar la caña a la chica había dado un golpe duro y seco en los muslos de L.

.- Gracias, Pol. – Era la chica quien lo agradecía, como si le hubiera resuelto un problema.

.- Dejo la caña sobre el diván.

L había descompuesto la figura.

.- ¡Estírate, marrana! – Y L, doblegada y vejada se estiraría, temerosa de que cualquier demora supusiera un nuevo azote. – ¡Ábrete bien! Te quiero bien ofrecida. – Y L separaría las piernas ampliamente, obedeciendo inmediatamente, sin vacilaciones, como si estuviera obligada a hacerlo, mostrándose como alguien sometido, rendido.

.- Dime, marrana, ¿cuándo te han puesto las anillas?

.- Hace muy poco.

.- ¿Te gusta llevarlas?

.- Sí.

.- Claro que a quien tienen que gustar es a quien te las hace llevar, y por supuesto a tus festejantes. – Elevaba la mirada hacia L, esperando una respuesta que no llegaba. - ¿Les gustan a tus castigadores?

.- ¡Ah! ¿Qué…? – La otra rió el efecto de la palabra en L.

.- A tus burladores.

.- ¿Quién?

.- ¿Quiénes van a ser? Tus pretendientes.

.- ¡Ah!, sí. – No debiera haber admitido, implicaba su existencia, y que eran varios, y más que probablemente con un alcance específico y nada grato, que enseguida iba a verse confirmado en las palabras de la joven.

.- Así que es algo que gusta a tus parroquianos. – Las risas acogieron esa referencia que entraba de lleno en el terreno que L más temía. – Habrá que tenerlo en cuenta. Aunque quizás solo sea apropiado en una marrana que se quiera llame más la atención. ¿Son para ofrecer más incentivo a tus engatusados o para llamar la atención de tus interesados?

.- No…, no lo sé. – L trataba de evitar ofrecer la imagen de haberse percatado de lo que significaba el comentario, contestando como si se tratara de algo que no tenía nada que ver con aquello.

.- No te lo han dicho. Bueno, seguro que no dejan de ser otro reclamo. Inclínate que los examine. – L se inclinó, permaneciendo con las manos detrás de la cabeza, sin atreverse a deshacer esa postura, forzada y molesta. La chica cogió una de las anillas, la sopesó, tiró de ella, arrastrando el pezón hacia ella y obligando a L a inclinarse más.

.- Dime, marrana  ¿Y el nombre y los números?

.- ¿Qué…?

.- ¿Qué significado tienen? El nombre. El número, el 73.

.- Sí.

.- Él número está bastante claro lo que indica, eres la hembra73 de tu porqueriza. Aunque sería mejor decir la marrana. – La propia joven se contestaba, provocando las risas de los demás y la perturbación de L.

.- ¡Ah! – La expresión era un gemido que surgía sin poder evitarlo.

.- Bueno, no hablemos de la pocilga. Aunque estoy segura que más de uno quisiera conocerla. Si es que no la conoce ya. – Otra vez la chica hacía surgir la risa. – Espero que a pesar de tanta marrana, se mantenga limpia, y a vosotras también.

L estaba pasando de la vergüenza y azaro al desasosiego y el temor. Las indicaciones eran demasiado significativas. Menos mal que no continuó hablando de la pocilga.

.- Siendo tantas, te tendrás que espabilar para… ¿qué tenéis que hacer? - La pregunta surgía con la sonrisa de quien la hacía, que la realizaba cuando estaba dando por supuesta la respuesta. Respuesta que L no podía dar.

.- ¡Ah! Pero…

.- Supongo que tendréis que ganaros a los machos si queréis aparearos. Pero estoy segura que no tendrás problemas para que te monten, ¿verdad, marrana?

.- Pero…

.- ¿Hay mucha competencia o la demanda es suficiente? Claro que   un solo apareamiento no será suficiente, serán precisos más para satisfacer la demanda. ¿No dices nada? Quieres que dejemos el tema. Lo comprendo. Puedes enderezarte. Echa el coño hacia fuera, quiero ver el colgante.

L lo hizo, y si todo era vejatorio, al menos parecían acabar esos comentarios tan ingratos. La chica cogió el colgante.

.- La marrana lleva un buen peso colgando del clítoris. – Hablaba a los demás. - ¿No te molesta, marrana?

.- A veces, un poco. Pero es para poder poner otro anillo, me gusta llevarlo ahí. – L quiso aparecer como si fuera ella quien decidiera ponerse el anillo.

.- Se te quiere agrandar el botón para ponerte la anilla. Es un bonito detalle, así lo pasarás mejor, aunque supongo que, en tu caso, eso no debe ser el fin primordial. – La chica no aceptaba la pretensión de autonomía de L. – Adelanta más el coño. – L obedeció, echando hacia delante el centro de su cuerpo, para que el coño quedara como la parte más adelantada, la mejor mostrada, quedando ofrecida de modo impúdico e ignominioso, con el sexo avanzado, abierta de piernas y con las manos detrás de la cabeza. – Entonces, no se os pone a todas.

.- ¿Cómo…? ¿A quién…?

.- ¿A quién va a ser? A las marranas de tu pocilga. – Otra vez las risas.

.- ¿Cuál? ¿Qué?

.- La anilla en el coño es lo que os ponen y a os la ponen a las marranas. Y tú eres una de las marranas. ¿Ahora lo entiendes, marrana?

.- ¡Ah! No.

.- No, ¿qué? Marrana.

.- No…, no se pone a todas.

Se dio cuenta que no debía haber dicho eso. Reconocía que era algo puesto por terceros, y peor aún, que formaba parte de un grupo al que se le podían poner esos aditamentos. Los nervios hacían su efecto.

.- O sea que es un distintivo que te hace destacar en la pocilga. Eso quiere decir que se te está preparando para que ofrezcas una imagen distinta. Bueno, quizás también lo pases mejor..., y puedas competir mejor con las otras marranas.

.- ¡Ah!... cómo...

.- La diferencia siempre supone un añadido, y un reclamo que te facilitará la competencia por el macho.

.- ¡Ah!..., no..., no...

.- Claro que sí. Seguro que destacas y estarás más apetecible. ¿Cuándo se te pondrá la anilla en el clítoris?

.- Cuando tenga el tamaño preciso.

.- Supongo que eso dependerá del tamaño de la anilla que se te quiera poner. – Miraba a L, ésta no decía nada. - ¿Dónde se os anilla? – L estaba pálida, nerviosa, no podía responder, no sabía que decir. – Supongo que todo se hará en la porqueriza. – La chica hacía sonreír a todos con sus comentarios, que ponían en evidencia a la marrana. Ya todos, consciente o inconscientemente, habían identificado a la marrana con una puta y la pocilga con el lugar donde se la puteaba. – Bueno, estoy dando por hecho que no eres una marrana que anda suelta por la calle. Debe de ser más seguro y confortable estar a resguardo y a cargo de un buen porquero…, o porquera, pero supongo que te priva de libertad. – Ahora las sonrisas se convirtieron en risas. – Date la vuelta e inclínate bien abierta de patas, que te examine el culo.

.- ¡Ah! no…

La orden provocó una corriente de tensión. Era demasiado descarnada en el fondo y en la forma, y la queja de L parecía que auguraba cierta resistencia. No era posible que L lo admitiera buenamente, pero la joven estaba tan superada por la situación, por esa chica que la tenía por una puta y como tal la trataba, que no tenía ni fuerzas ni voluntad para oponerse a lo que llegara de ella.

L se giró e inclinó. Notó como una mano separaba su nalga.

.- Dime, marrana, ¿te gusta mucho que te den por el culo?

Ya daba por hecho que la gustaba, quería saber si la gustaba mucho. – L no se atrevía a responder. La mano que estaba en su sexo apretó los labios entre los que estaba el botón.

.- ¡Ah!

.- Quiero saber si lo haces porque forma parte de los desahogos normales entre los animales del establo o porque te gusta que te la metan por el culo. – Apretó otra vez el coño de L, que supo que tenía que responder.

Sería humillante responder, pero L acababa de pasar por esa situación repetidas veces, por lo que era inútil disimular, casi era mejor admitir y hacerlo poniendo de manifiesto que le resultaba grato.

.- ¡Aahh! Lo hago porque me gusta. - Asintió avergonzada de su queja, que era otra demostración de su rendición, y de tener que contestar y hacerlo en presencia de todos.

.- Así es más agradable. Son cosas que es mejor no hacerlas obligada, y que te solaces en el cumplimiento de tus cometidos es algo estupendo, que hará que te superes y sepas complacer a quienes han confiado en tu saber hacer, en tu capacitación. Me alegro por ti. Arrodíllate y ofréceme el culo en pompa. – L supo lo que se quería que hiciera, de nuevo la vacilación se unía a la humillación, pero no podía vacilar. Recordó el golpe de Pol, aturdida y trémula hizo lo que se le ordenaba, colocándose con la cabeza en el suelo, entre los brazos, y el culo en alto, ofrecido a la chica. – La verdad es que eres bastante fácil… Quizás sea cuestión de costumbre. Ábrete más. Separa más las patas.

L se abrió, quedando con el culo en alto, las nalgas separadas, ofreciendo sexo y ano. El grupo se había ido aproximando hasta formar casi un círculo completo alrededor de la marrana, que veía las piernas de los más cercanos, y sentía al resto. L volvía a sentir todo lo que no deseaba, su disparidad, su disimilitud, la divergencia con sus compañeros. Y si todo incidía en su humillación, aún peor era saber que la señalaba, la identificaba, como la puta que, cada momento más inútilmente, pretendía no ser, no aparecer.

La mano regresó recorriendo la zona, pasando entre las nalgas, buscando la entrada al agujero. L se tensó, cerrándose para impedir que los dedos pudieran continuar.

.- Vaya, ahora te quieres hacer la estrecha. Si todos acabamos de ver lo bien que recibías las pollas que te han dado por culo.

L gimió ante el comentario, mientras los dedos presionaron con firmeza abriéndose camino y penetrando en el agujero. Todos parecían pendientes de las reacciones de L, como si los dedos de la joven tuvieran un efecto mayor que el de las vergas que la habían enculado. Y lo dedos querían poseer y dominar, penetrando con violencia en el culo de L, sin dejar a esta oportunidad de resistirse. Al tiempo, la chica cogió con su otra mano el coño de L apretándolo hasta hacer que se quejara.

.- Hay que compensar a quienes se ocupan de solazar a los señores, aunque sean marranas, evitando que escapen con las “putas” realmente peligrosas. Pero tú ya has tenido suficiente premio, si quieres más consigue que los señores te lo den. – Explicó la chica, provocando nuevas risas. Soltó el coño y sacó los dedos del culo de L. Pero sin que se supiera quienes eran esa “putas” peligrosas, que muy bien pudieran ser sus más próximas. – Marrana, ya está bien, aunque no estés en el… la pocilga tienes obligaciones que atender. Creo que hay alguien muy ilusionado por tu culo.

Comenzaría una segunda parte, en la que la marrana sería usada de nuevo por todos los que ya la usaran anteriormente, pero ahora lo normal sería que dos o incluso 3 la usaran a la vez, añadiendo otro signo de dependencia y procacidad, que incidía en la apreciación de puta, que volvería a incrementarse con otra novedad, que sería correrse sobre ella.

Para L, lo único “positivo”, a lo que se quiso agarrar con desalentada angustia, fueron los comportamientos de las parejas, que alborotadas y excitadas por lo que estaban presenciando, no fueron capaces de mantenerse al margen, buscando ellas también, el placer que contemplaban en quienes usaban a L. Y ellos no solamente se conformarían con sus compañeras, otro más se añadiría a usar también de la marrana, con lo que ésta tuvo que satisfacer las demandas de galanes o castigadores, como había dicho la chica que se encargara de L, con un término que valía perfectamente a lo que estaba sucediendo con la marrana, que en la lubricidad y descontrol de lo que se hacía con ella, pasaría a ser llamada directamente, puta, golfa, zorra, y demás expresiones equivalentes, mientras pasaba de uno a otro, perdido todo respeto o mesura con ella, y ella misma, falta de la propia estima y de la capacidad de reaccionar, dejándose hacer, cada vez con más pasividad, que solo las exigencias de Pol para que se mostrara más activa, y el temor a que añadiera un golpe de caña, lo que haría en más de una ocasión, lograron tenerla suficientemente colaboradora.

Y las chicas no se quedaron atrás en sus comportamientos, lo que si no compensaba a L, al menos las colocaba a un nivel de lubricidad y descomedimiento, que haría difícil poder meterse con ella, y eso era lo que L quería, sin percatarse que esa misma forma de actuar determinaba una reacción aún más extrema contra ella, en quien se querría reflejar toda la impudicia y procacidad de las conductas de todos ellos. Sería el chivo expiatorio en quien se compendiaban las faltas de los demás.

El hombre del club se pasaría a ver a Pol, quería saber qué hacían él y sus amigos con la marrana, y la encontraría entre dos jodedores. Pol al verle se aproximó.

.- Ya veo que sabéis sacar provecho a la marrana. No quiero distraeros. Te importa salir un momento. – Cuando salieron, le daría un dinero. – Esto por la marrana.

.- No es necesario.

.- Claro que sí. No podemos aceptar que corras tú con el coste de la marrana. Ya sé que estas putas son caras, aunque no sabía que fueran tan golfas. No suelen prestarse a lo que estáis haciendo con ella. Cógelo, no nos hagas sentir unos gorrones, además sois muy jóvenes y os vendrá bien.

Él cogió el dinero y lo guardo en el bolsillo sin mirar lo que era.

.- No era necesario.

.- Si lo era. Así podemos seguir compartiendo experiencias.

.- Me encantaría.

.- Pues déjame tu teléfono y podemos quedar a corrernos alguna juerga.

.- Si te gusta esta marrana…

.- Claro que me gusta.

.- Pues no tienes más que llamarme cuando te apetezca echarla un polvo.

.- O darla por culo.

.- Tiene un culo estupendo, ¿verdad?

.- Ya lo creo. Tú también le has probado.

.- Por supuesto. Gracias por la caña.

.- Es útil con una marrana.

.- Con esta, desde luego.

.- Con todas. Espero que nos veamos pronto.

.- Estupendo.

Cuando estuvieron ahítos, pensaron en irse a dormir, Pol y su amigo se quedaron con la marrana, así se la conocía y ese sería el nombre que todos utilizaran para referirse a ella, aunque para dar un poco de variedad y como una diversión más que hiciera que la marrana no olvidara lo que era, volverían a utilizar las expresiones que la designaban directamente como una puta.

Tim quería echar un último polvo a la marrana, pero Pol le diría que lo dejara para el hotel.

L quiso lavarse un poco, estaba sucia y manchada, con chorretones por todas partes, algunos ya secos, otros aun chorreando. L los sentía y los veía, pero no todos, ni sabía, de verdad, como iba. Se había intentado limpiar varias veces y no lo había conseguido, quedaban en su cuerpo numerosas huellas de lo sucedido, que ahora trataba de quitar con las manos, incluso, y a pesar del asco que la daba hacerlo, frotándose contra los asientos.

.- Hay que recuperar mi ropa.

.- Claro.

.- Y quiero lavarme, no puedo salir así.

.- Pues para ir al baño tendrás que salir así.

.- ¿Dónde está?

.- Primero iremos a por la ropa.

.- ¿A dónde?

.- Al guardarropa.

.- No voy a ir desnuda.

.- Que pesada estás con el desnudo, como si no hubieras estado nunca en pelotas. Déjate de tanta bobada y vamos a buscar tu ropa. Es eso lo que querías, ¿no? Voy a coger la caña, me parece que es lo que mejor entiendes, como todas las putas. – Y era cierto, cuando la tuvo en la mano, no fue necesario insistir a L para que saliera del reservado.

Pol iba delante abriendo camino, le seguían L y el otro chico. Pol cruzó el pasillo al que salieron, ella no sabía por dónde iba, apartó una cortina que separaba el pasillo de otra zona, esperó a que llegara ella y Tim, cuando estuvo en esa entrada, L se percató que daba paso a la sala de fiestas, se detuvo, pero Tim la empujó, haciendo que pasara a trompicones, quiso dar marcha atrás. No quería pasar desnuda por aquella sala, a la vista de todos, se volvió hacia Pol, pero antes de que pudiera decir nada, éste la ordenó con sequedad:

.- Sigue, golfa.

Vaciló.

ZAS.

Un azote bien dado, la recordó que no podía titubear ante una orden. L estaba tan rendida que no opuso más resistencia, casi agradecida a que Pol no hubiera utilizado la caña. Continuó andando, mientras los presentes se avisaban de su aparición, centrándose en ella todas las miradas y comentarios, que probablemente, más de uno hubiera hecho en voz más alta, si no llevara la compañía de los dos muchachos, que la seguían de cerca. No iba por un paso entre las mesas, sino sorteando estás, lo que hacía más lento el recorrido. Si L sentía sobre sí las miradas burlonas, críticas o despectivas, si hubiera visto como aparecía, comprendería que había base más que suficiente para que se la menospreciara. Había intentado limpiarse, pero muy poco había conseguido, todo lo más esparcir por su cuerpo los chorretones que se acumulaban en él. Pero en el pelo, en las tetas, y no digamos en la entrepierna y el culo, quedaban demasiadas muestras de lo que había estado haciendo. No solo iba desnuda, iba como una puta sin el menor signo de decencia, se mostraba sucia y guarra. Menos mal que no se había visto en un espejo.

.- Vamos a despedirnos de tus amigos.

Ella no sabía a quién se estaba refiriendo, luego cayó que sería  quienes habían pedido que les sirviera como una puta, no quería pensar en que lo había hecho como marrana. Se dirigió al lugar asustada de tener que pasar otra prueba de puta. Llegaron al reservado, aún estaban los 3 hombres en él.

.- Venía a despedirme y que también lo hiciera la marrana.

.- Hola, Pol, pasad.

.- Este es mi amigo, Tim.

.- Tomad una copa con nosotros.

.- Gracias. Marrana, baila para nosotros.

El hombre del club no dejaba de asombrarse de la facundia y desparpajo de aquel joven que no solo se apuntaba a estar con ellos, sino que trataba a L como si fuera su chulo, in importarle llevarla desnuda, paseándola por la sala, y ella le obedecía sin bacilar.

Pero bailar bajo la mirada del hombre no era lo mismo que bailar ante Pol y sus amigos, a aquel no le engañaba y conocía lo que cabía esperar de ella, por lo que debía dárselo. Se encendieron los focos, ella sabía que debía colocarse bajo ellos, lo hizo y comenzó a bailar. Era mejor hacerlo sin que el hombre se lo ordenara y en ese caso quedar no solo supeditada a él, y teniendo que escuchar lo que se quería que hiciera y desde luego sufrir esa referencia a la marrana que se había convertido en la que le era propia.

Los dos amigos habían aceptado una copa, se sentaron con los tres hombres, charlaban mientras contemplaban el baile de la marrana, que escuchaba una conversación que la tenía por principal objeto.

.- Ha sido una noche divertida. – Comentaba el hombre.

.- La verdad es que lo ha sido desde el principio.

.- Aunque la marrana ha tenido un buen trote.

.- Bueno, es lo que le es propio. – El hombre rió.

.- Tienes razón. Pero seguro que no esperaba encontrarse con alguien como vosotros. La edad es el mejor estimulante y eso se nota..., sobre todo en ella.

.- Sí, va un poco guarra, pero eso es de putas. A mí me gustan guarras. – Los otros rieron. – Si no lo son las putas, ya me dirás con quién vas a hacer lo que no te dejan otras.

.- Es cierto. Pero yo pensaba que ahora las jóvenes eran más tolerantes. – Era uno de los amigos del hombre quien lo decía.

.- Son bastante golfas, pero normalmente no son comparables a lo que hace una puta profesional, estas han tenido que reaccionar ante la competencia e incrementar su oferta, y esta marrana es una buena pieza, aun dentro del gremio.

.- Sí que lo es. Y lo tiene que seguir siendo, si no quiere que la caña la acaricie el culo.

.- A eso responde muy bien.

.- Es el lenguaje que mejor entienden las putas.

.- Estoy empezando a percatarme. Por lo menos en ésta.

.- En todas, es general.

Pol se lanzaba a hablar de L como si supiera que era una profesional, pensando que eso es lo que el otro creía y por lo que había pagado, y L, que lo escuchaba, creía que conocía su situación, lo que la dejaba aún más derrotada y sometida al muchacho, que podía comentarlo a sus amigos.

“Y lo hará. – Pensó asustada. – No se callará. No tiene por qué hacerlo.”

Entonces pensó en conseguir que no dijera nada. Pensó en ofrecerse a él, para que pudiera tenerla cuando quisiera. Demostrarle aprecio, hacer lo que él quisiera. Estaba bailando por orden suya, esos pensamientos, a pesar del cansancio y la carencia de cualquier otro estímulo, lograron animar un poco su baile, eso y la idea de que no estaba cumpliendo y se arriesgaba a que se la estimulara con la caña. Pensó que si el hombre dijera algo Pol la azotaría a conciencia, estaba segura que no iba a tolerarla que otro la llamara la atención sobre algo que él hubiera ordenado que hiciera. Resultaba evidente que el chico estaba deseoso de quedar bien con aquel hombre y demostrarle su capacidad para controlarla. Y el otro, sin duda, querría verla haciendo los gestos y ofrecimientos que antes había contemplado. Estaba bailando acariciándose, pero sin llegar a lo que hiciera delante de los tres hombres. Al pasar las manos por el sexo o el culo, notaba la humedad pegajosa que se había esparcido por la zona, que no era la única. Para su consternación, al ponerse las manos detrás de la cabeza, pasó una de ellas por la parte superior, notándola también humedecida. Debía tener pringues de esperma por todas partes. Ahora comprendía por qué esas referencias a lo sucia que estaba y lo guarra que era. Trató de quitar lo que pudiera, pero sería necesario lavarse para conseguirlo.

Se daba cuenta que los gestos que estaba realizando solo servirían como preámbulo de lo que debía hacer. Y, aunque ya se había mostrado ante Pol y su amigo de manera más que impúdica, no quería llegar a los extremos con que había obsequiado a los 3 hombres, pero debía de realizar alguno de los gestos que estos habían presenciado anteriormente, para que no pudieran solicitarlo, provocando la reacción de Pol, y acabar teniendo que realizar la gama entera delante de los dos chicos.

Quiso aprovechar que parecían distraídos con la charla para ofrecer alguna muestra de las acciones más obscenas. Comenzó a mostrar el culo, separando las nalgas para que pudieran apreciar su apertura, bailando con el culo bien abierto, notando como el aire hacía que lo supiera abierto, luego paso los dedos por la raja, mientras con la mano izquierda separaba la nalga de su lado, llegó hasta el coño, para detenerse en él y acariciarlo por fuera primero, y después introduciendo un dedo entre los labios, regresando al culo, al pasar por el agujero, se atrevió a meter un dedo en él, pero sacándolo deprisa, y como si quisiera compensar, volver a abrir el culo a tope y así mostrarlo.

.- Si os apetece echar otro polvo a la marrana... – Pol ofrecía, queriendo que lo hicieran, y quisieran repetir otras veces. Él se encargaría de proveerles y obtener un buen beneficio.

.- Se os hará tarde.

.- En absoluto. Si os apetece, para eso tenemos a la puta.

.- La verdad es que siempre apetece alguien como esta zorra.

.- Está buenísima.

.- ¿Queréis un último polvo? – Ofrecía el hombre a sus amigos.

.- Penúltimo. – Corrigió Pol. – No hay que desperdiciar la oferta del culo que está haciendo.

.- ¡Ven aquí, marrana!

Uno de los amigos del hombre la llamaba. Ella dejó de bailar y se acercó. Sabía que no podía eludir la realización de las formas que había efectuado antes. Al quedar ante él, hizo la reverencia que era obligada, quedando en posición de respeto. Pol estaba presenciando todo, sorprendido primero y luego pensando que serían unos modos que los hombres la hubieren enseñado antes y que les gustaba que la puta practicara con ellos. Se dijo que él también los iba a recibir. Era demasiado divertido y significaba tener a la puta aún más sometida, y cuando lo contara, o mejor aún, hiciera que los realizara delante de sus amigos, sería una perfecta demostración de que la tenía bien sujeta.

El hombre quiso ver como estaba, después de hacerlo, y apreciando lo guarra que estaba, comentó:

.- Prefiero que me hagas una mamada.

.- Gracias, señor.

Se arrodilló ante él, y sacando la verga de los pantalones, comenzó a chuparla. No recordaba el número de mamadas que había realizado, tragando todo lo que se derramara en ella.

El segundo no sería tan escrupuloso, tomando a L por el culo. Pero sería Tim quien demostrara lo que podía hacerse con L y lo que esta toleraba. Estaba con ganas y no quería aguantar hasta volver al hotel, allí, si le apetecía, volvería a tener a la marrana. Tomaría el relevo del segundo, y lo haría como este, estaba ansiando el culo de L, a quien hizo colocarse sobre el diván de forma similar a la que tuvo que componer L cuando la chica se ocupó de ella, arrodillada, con la cabeza sobre el asiento, el culo en pompa y bien abierta de patas.

.- Prepárate el culo, marrana. - Sería la orden que recibiera del joven, sin que L supiera a qué se refería. El hombre miró sonriente a Pol, en una expresión que quería significar la interrogación sobre lo que quería el amigo de este, que tendría que decirlo a L. - Ábretelo bien con los dedos. Mételos bien en el culo. - L recibió la indicación con la degradación que suponía la acción que se le demandaba y la humillación de ser un muchacho quien se lo ordenara. Pero no podía dejar de obedecer. - Así lo limpiarás. - Añadió Tim, queriendo, él también, añadir su comentario, que quería gracioso y, sobre todo, demostrativo de que él también dominaba a la marrana.

L tendría que meter un par de dedos en el culo, quiso hacerlo de forma rápida y concisa, pero no era eso lo que deseaba Tim, para quien la obediencia de la chica se había convertido en la prueba de su poder sobre ella, poder que quería demostrar ante sus acompañantes. No quería ser un segundón al lado de su amigo, sino alguien como Pol.

ZAS

Dio un sonoro azote a L.

.- Déjame la caña. - Pidió a Pol, que se la entregó encantado de ver como su amigo demostraba que sabía imponerse. Quien comprendió que no podía andarse por las ramas fue L. De inmediato regresaría con los dedos al culo, e introduciéndolos en él comenzaría a barrenarlo. El miedo a la caña superaba la humillación de realizar lo que le pedía el muchacho.

.- ¡Aahh!

Tim había lanzado la caña sobre el culo de L.

.- No vuelvas a intentar escabullirte, zorra. - La capitulación de L facilitaba las acciones sobre ella, que el chico comenzaba a efectuar con la seguridad de quien sabe que será obedecido. - Y prepara bien el culo. ensalívalo bien.

.- Tu amigo sabe lo que se hace. - Sería el comentario del hombre, que quería animante para el muchacho, en quien reconocía su saber hacer, que, intuía, era lo que más le gustaría escuchar.

Y Tim mantendría sus exigencias.

.- Cuando tengas el agujero bien preparado me lo dices. Y límpialo. Y no tardes. Y quiero ver bien como lo haces.

El hombre no podía por menos de sonreír ante los avances del chico, que no solo ordenaba, sino que iba añadiendo demanda tras demanda, según se percataba de que quería más cosas. Y el hombre pensaba que las quería, entre otras razones, para que todos vieran que sabía lo que quería y sabía obtenerlo.

L, ensalivaría sus dedos para meterlos en el culo, lo haría varias veces, para limpiarlo, lo que la obligaba a regresar con ellos, y los restos que recogían en cada viaje, a la boca, chuparlos y volver al agujero. Lo hacía sin titubeos, tratando de conseguir lo que el chico había pedido, y si utilizaba la mano derecha para hacerlo, con la izquierda separaba el carrillo de ese lado con el fin de facilitar la contemplación de lo que hacía, tal y como Tim había dicho que deseaba, que, dándose cuenta de la atención que todos prestaban a la "limpieza" de L, volvió a exigir.

.- Marrana, utiliza también los dedos de la otra mano, estarán más limpios.

Y L tendría que cambiar el uso de ambas manos, siendo la izquierda quien se ocupara de ensalivar y limpiar el agujero y la derecha de separar la nalga y ofrecer una buena vista de lo que la otra hacía. Después de un rato que fue suficiente para que la entrada al agujero quedara lo bastante limpia como para que L dejara de chupar los restos dejados en ella, ofrecería tenue y parcamente:

.- Ya está.

.- ¿Qué, ya está? Marrana.

L no pudo evitar un gemido. No quería decirlo, ya era demasiado todo aquello. Pero pensó en el golpe, en el castigo, temerosa, ofreció.

.- El culo..., ya está limpio.

.- Pues si a eso llamas tú un culo limpio, no dice mucho de tu limpieza. Al menos estará bien dispuesto. - Era una pregunta que L, sabía, debía contestar.

.- Sí. - La voz salía casi inaudible.

.- Veremos.

Tim no esperaría más, quizás, ni aguantaba más, pues en cuanto enculó a la joven se corrió en ella. No debió ser el mejor polvo de su vida. Permaneció un poco en ella, al salir la dio un azote que sonó a enfado.

.- Límpiamela, y hazlo bien.

Cuando acabó de limpiar al muchacho y nadie quisiera más de L, los chicos se despedirían.L querría ir al aseo, fundamentalmente para lavarse, pero no sabía dónde estaba y significaba volver a salir desnuda, y aunque cada vez le importaba menos, trataba de evitarlo.

.- El aseo...

.- Al salir, a la derecha, hay uno. - Diría el hombre.

.- Tienes un minuto, si no vienes voy a por ti y tu culo va a tener un uso muy diferente.

.- Pol, un minuto es muy poco.

.- ¿Para mear?

.- La chica tiene razón, dala un poco más de tiempo. L tienes un minuto y medio.

Ella lo que quería era limpiarse. Salió hacia el servicio, rogando que no hubiera nadie, temerosa que de haber alguna chica la echara al ver cómo iba. Tendría suerte, pero al contemplar el estado en que la habían dejado, no pudo evitar un gemido de vergüenza. Intentó limpiarse lo mejor posible, aunque había zonas en las que no era nada fácil hacerlo, precisaban ser bien lavadas y bien. Trató de quitar lo más llamativo y visible.

La voz de P la sacó de la distracción de la limpieza, estaba en la puerta, tuvo que regresar, y no sería para permanecer ociosa. Al pasar a la habitación, L reverenció ante los hombres.

.- Baila, marrana. – Era Pol quien ordenaba, deseoso de que animara a alguno más a usar de ella.

L tuvo que volver a bailar. Si ya había comenzado a desgranar los gestos obscenos que adornaban su danza, ahora debería continuar con ellos y sin hacerse esperar y menos, demandar. Pero sería el hombre quien cortara, esta vez para despedirse definitivamente. Salieron hacia el vestidor. L seguía desnuda.