L 18

L acude a una fiesta en casa de una amiga

18 Fin de semana. Fiesta en casa de una amiga

El fotógrafo enviaría a la empresa una selección de las fotos más significativas de L. J sería el receptor, que a su vez elegiría las que pasar al presidente y al director general.

J sabía que el material que recibiera poco suponía frente a lo que decía de L su situación en el club, pero era una muestra más de la ligereza e incontinencia de la joven, que ponía de manifiesto que lo que sucedía en el burdel no era casual.

Una vez pasados los primeros momentos en que J disfrutó de las fotos y de las posibilidades que ofrecían, comenzaría a pensar en otras posibles consecuencias. No era la primera vez que eso sucedía, pero cada vez lo hacía con peores cavilaciones y perspectivas. J no quería ningún riesgo, y como eso era imposible trataba de minimizar los que pudieran surgir. Y lo primero y más importante era no  colocar a L en una situación en la que perdiera todo, pues entonces no tenía motivo para evitar que todo saltara por los aires.

Se iba a producir en J un cambio de actitud sobre el modo de conducir lo que estaba sucediendo. Llevaba un tiempo de intranquilidad causado por el pensamiento de las posibles reacciones de L a la presión a que era sometida en el club, que no creía que pudiera soportar. Había sido él quien, por miedo a la reacción de la joven y por la conveniencia de dar tiempo para hacer las fotos, había tratado de retrasar la “colocación” definitiva de L en el club, y ahora se arrepentía, si bien, también sabía que el compromiso con MCM hubiera hecho prácticamente imposible que L pasara al burdel de modo permanente, antes tenía que hacer el anuncio previsto, y ahí aparecía otro problema, pues lo que sucedía en el club y la situación de la joven en él no eran, precisamente, la mejor recomendación para que fuera modelo de una empresa seria, que no aceptaría a una prostituta para ello. La solución pasaba por dejar sin efecto que L hiciera el anuncio.

Todo había ido muy rápido y se estaba complicando, amenazando con convertirse en un serio problema si se perdía el control sobre L, y lo estaba perdiendo. El club determinaba lo que había que hacer con la joven y lo hacía, solo dejaba a J la posibilidad de intervenir – no decidir – para establecer el momento en que la joven pasara, definitivamente, a formar parte del plantel de prostitutas del club. Pues, de hecho, ya estaba siendo prostituida, restando, solo, que lo fuera como marrana oficial.

J sabía que el club esperaría en tanto en cuanto no pusiera en peligro su objetivo final, y si J había querido retrasar ese momento, ahora pensaba que se hiciera el anuncio cuanto antes o se desechara la idea de que L fuera la modelo. Pensó en conseguir el visto bueno del presidente para llevar las cosas por donde mejor le pareciera, incluso lograr que los de MCM desistieran del acuerdo. Sabía que las fotos podrían prepararle el camino, pero se iba a encontrar con una reacción inesperada en el presidente que,  si bien, mostraría su desagrado con lo que veía, al tiempo iba a insistir en que se realizara todo según lo establecido. Y no solamente sería el presidente quien complicara sus intenciones, también en el club iban a hacerlo.

Era viernes y el presidente solo había estado un momento en la empresa, por lo que J tenía que esperar al lunes para plantear su propuesta, lo que le permitía dos días para madurarla.

Y si ese no iba a ser un fin de semana tranquilo para J tampoco lo sería para L, y peor sería el lunes siguiente, y para ambos, por una vez se unían sus intereses, convirtiendo a J en defensor de la joven, a quien trataría de evitar situaciones que pudieran ser suficientemente peligrosas como para incitar a L a reaccionar. Lo que sucedía a L se le antojaba a J insoportable para cualquiera, e incidir en ello podía inducirla a que buscara una salida como fuera.

Si pudiera modificar el acuerdo con MCM podría acabar con el asunto “L” mucho antes, sin tener que esperar a que se hicieran las fotos y sin incrementar el riesgo de una reacción de la joven. Tenía que pensar en cómo hacerlo. Mientras trataría de evitar crear situaciones conflictivas.

Con esas ideas seleccionaría las fotos a presentar al presidente. Por primera vez evitando mostrar a la joven con demasiado impudor. Aunque eludiera desnudos y muestras licenciosas, no podía dejar de enseñar parte de lo que la joven mostraba, tanto porque le convenía que todos se dieran por enterados de la forma en que L se prestaba a realizarlo, como por los propios colegas de MCM, a los que no se les podía engañar, aunque nada más fuera porque, de seguir adelante el proyecto, se acabarían enterando de cómo iba la joven.

Sábado, fiesta en casa de una amiga

L esperaba ese fin de semana con impaciencia. Más que desear, necesitaba mantener la relación con Martin, y cada vez con más ansiedad y  tensión. Tenían una fiesta importante en casa de una amiga común, y que Martin prefiriera su compañía en solitario era un gesto que la sorprendió tanto como la encantó. Pero no sería así, él quería que fueran juntos a la fiesta, lo que tampoco desagradó a L al permitirla aparecer públicamente vinculada a Martin de un modo más estrecho, al tiempo que mantiene las relaciones con su grupo de amigos, lo que en esos momentos era más importante que nunca. Quiere y necesita algo que le permita conservar la ilusión de seguir perteneciendo a esa esfera social y la esperanza de recuperar su posición anterior de hecho y de derecho. Es por eso por lo que está soportando las exigencias e imposiciones que se le hacen en el club.

L se había hecho a la idea de tener a Martin en su cama y no quería prescindir de ello. Ya sabía que los fines de semana su presencia en el burdel se alargaba bastante, por lo que tenía que asegurarse estar disponible a la hora acordada con Martin, lo que obligaba a hablar con la señorita para poder salir con tiempo suficiente.

La señorita, por su parte, también está interesada en que L mantuviera los vínculos con su grupo social, piensa, como la joven, que eso respaldará sus esperanzas de acabar salva su paso por el club, aunque no sea ese el motivo para facilitar su presencia en la fiesta – a la señorita poco le importan las esperanzas de L – sino porque esos contactos proveerán de información al club, sobre sus amistades y las relaciones que mantiene con ellas, lo que será muy útil, llegado el momento de “presentarla en sociedad”, como dice el director, con su cinismo habitual.

La señorita quiso saber el tipo de fiesta al que va a ir, ella explica que es una fiesta formal, y que deberá vestir de largo.

.- Bien, te buscaré algo que te haga lucir como mereces.

La pretensión de la señorita es improcedente pero no sorprende a L que, aunque supone cómo querrá que se luzca, se aviene a ello sin ninguna muestra de desagrado. La señorita, quiere que L aparezca como una marrana en cualquier circunstancia, preparándola para el momento en que se decida mostrarla “oficialmente” como tal. La señorita sabe que ese tipo de reuniones suponen una oportunidad para conseguir esos objetivos, lo que no desperdiciará.

La joven, a pesar de su rechazo a los modos y usos del burdel, no tiene más remedio que ponerlos en práctica, y como en esta ocasión, lo hará sometiéndose voluntariamente, para tener a la señorita a su favor y evitar que pueda crearle algún problema. Con esa actitud, lo que consigue es ir haciéndose a la situación en que está inmersa, por lo que le resultan cada vez más naturales los comportamientos que se realizan en el burdel.

L, que no quiere admitir su semejanza, cada vez mayor, con las marranas del club, es consciente de que realiza las funciones propias de las putas, aunque al rechazar lo que hace se dice que no se está amoldando a comportarse de acuerdo a lo que es normal en una puta del club, sin querer darse cuenta que está aceptando su situación. Como prueba de ello su aquiescencia  a la pretensión de la señorita de ser ella quien decida la forma en que irá vestida a la fiesta, y que será de manera que deje poco margen a la imaginación, que se muestre lo más cercana a la marrana que es, y vaya acercando su imagen a la de una fulana, y con ello, presentando esa idea a sus conocidos.

Elige para L un vestido negro, de tela muy fina, que sin ser transparente permite apercibirse de las formas de la portadora, cuando las cubre, y lo hace escasamente. La parte superior solo cubre el pecho, como un peto que se sostiene en el cuello, desde donde desciende, hasta la cintura, velando las tetas a duras penas, pues no alcanza a tapar los costados, por donde permite una amplia visión, directa, de ambas, que, además, quedan patentes bajo la tenue tela que se pega a ellas, que cae desde el cuello hasta la cintura, y desde esta hasta los pies, dejando toda la espalda desnuda hasta el inicio de las redondeces del culo, donde otra pieza va desde la parte alta del culo hasta los pies, quedando se sujeta a la cintura por delante mediante dos cintas, que, a su vez, mantienen la parte delantera asida a la cintura. Entre la pieza delantera y la trasera quedan visibles ambos muslos hasta la propia cintura. No lleva ninguna ropa interior, pudiéndose apreciar los pezones, que se perciben perfectamente por delante bajo la tela. Lleva sandalias de tacón muy fino y alto. L comprende que no es un vestido convencional, que aparecerá mostrándose mucho más de lo debido, y aunque estén de moda las trasparencias, no debería ir de ese modo, lo sabe y no le gusta, pero lo admite sin demasiado esfuerzo, a pesar de decirse que así no debe de ir, que pretende pertenecer a un estrato social que no gusta de demostraciones que se salgan de los límites admitidos. Pero, lo que más preocupa y avergüenza a L, es la marca sobre el coño y en los labios de éste, que sin leerse, señalan un tono diferente, y  cuando la tela se pega a esa carne, se hace factible distinguir el color de los números, y en menor medida, el de las letras, ofreciendo otro indicio de algo discordante, anormal, que dada la parte del cuerpo en la que se pone de manifiesto, difícilmente puede no hacer pensar en unos aspectos muy específicos.

La señorita, como si quisiera compensar y al tiempo dar un toque especial, la ofrece un bolero de piel blanca, que llegaba por encima de la cintura, pero que solo se puede llevar para cubrirse en el trayecto.

Todo ello se lo hace probar a L en su presencia, mereciendo su calurosa acogida, que contrasta con la confusión de L. Solo el bolero resulta elegante y muy bonito.

Durante todo el sábado L tendrá que esmerarse en la doma y en el servicio. La señorita ha comentado que debe ganarse su presencia en la fiesta, en otra muestra de la dependencia que está imponiendo a L, incluso en asuntos que nada tienen que ver con las obligaciones de la joven para con el club, y que L admite, sabiendo que no habla en balde, por lo que sabe que ese día debe de atender con total entrega a los clientes que se la encomiendan, cuidando todos los detalles y evitando la mínima muestra de desatención.

Pero antes pasa por la sesión de doma, a la que L responde con total entrega. Ya realiza todos los movimientos con soltura, pero ese día parece  que la señorita quiere aprovechar su especial disposición para hacer una especie de examen general.  La caña, que había pasado a un segundo plano, también recuperará protagonismo, exigiendo con firmeza, avisando con intolerancia, castigando con contundencia. Y es que la señorita quería añadir a las muestras que propiciaba el vestido las marcas de la caña. Ese día L chillaría en más de una ocasión ante el mordisco de los golpes, que dejarían su huella en el culo y los muslos de la joven.

Cuando acaba la doma y es llevada a los salones tiene que portarse como una marrana más, entregada al servicio, tratando de conseguir para sus clientes el mejor placer. No puede arriesgarse a un conflicto que pueda poner en peligro su presencia en la fiesta de esa noche.

Ese día L se percata de que conoce y practica con soltura los quehaceres propios de una puta, y lo que es peor, lo hace con una desenvoltura que no se diferencia en nada al desgarro y libertinaje de sus compañeras, hasta el punto de que de no ser por los temores que lleva anejos ese comportamiento, lo realizaría sin apenas más reservas.

La señorita, que está al tanto de lo que hace la joven, contempla con complacencia su entrega al servicio, y aunque sabe el condicionamiento de ese día, no por ello deja de valorar lo que significa en la aceptación y entrega de la marrana a su situación y labores. Sabe que habrá otros momentos muy diferentes, pero ella está para devolver a la marrana a su estado natural.

La señorita haría que L se preparase en el burdel. Una criada se ocuparía de aderezarla y arreglarla, lo que equivalía a maquillarla conforme a los modos de la casa. Cuando queda lista, se avisa a la señorita para que dé su aprobación, que la dará encantada. Luego hace que se quite los pendientes que lleva y le da unos aros de gran tamaño.

Y ahí no queda todo. Haciendo que eleve la parte delantera del vestido, da a la criada una cadenita, esta sabe lo que tiene que hacer con ella, se agacha y buscando el botón entre los labios del sexo lo coge entre los dedos para colgar del capuchón del clítoris una cadenita de la que cuelgan 7 pequeños cascabeles. Al cerrarse  la pinza sobre el capuchón L nota como lo aprieta y después un pequeño dolor, que pronto desaparecerá para ser sustituido por una especie de hormigueo, que hace más sensible la carne.

.- Así todos sabrán donde te encuentras. – Dice divertida al escuchar el tintineo de los cascabeles.

L se ve hermosa pero demasiado mostrada y ofrecida. Se dice que Martin no podrá resistirse a ese ofrecimiento, pero que no debía hacerlo, al menos, no del modo en que lo hacía. Al moverse se escucha el tintineo de los cascabeles, es tenue pero perceptible, y otro indicio de algo no demasiado normal.

L, pasaría por su casa para esperar a Martin. Ya ha visto en el burdel como le queda el vestido, pero en casa vuelve a mirarse en su espejo favorito. Si entonces ha admitido la forma de vestir, aún sabiéndola demasiado atrevida, ahora se percata de que es algo más que atrevida. Sin duda está estupenda, pero, tanto la tela como su exigüidad, muestran demasiado, indican demasiado. Está demasiado exhibida, demasiado ofrecida, demasiado buscona, con las caderas sobresaliendo y dejando visibles los muslos y buena parte del culo, que serán aún más visibles con el movimiento.

Por un momento, casi ni lo encuentra indebido, solo nota que enseña más de la cuenta, pero hasta eso no le parece que esté mal, luego piensa en que la verán sus amigos, que será quien aparezca de forma más descarada, que si quiere aparecer como próxima a Martin, no puede hacerlo como si quisiera ligar con cualquiera. Se dice, que quiere que Martin acabe picando, y sabe que con esas ofertas es como consigue que piquen en el club, y no tiene por qué ser diferente con su amigo. Encelarle no es mala cosa. Pero, sabe que no debe aparecer tal y como va. Anda un poco, al hacerlo los contraluces favorecen una visión aún más indecorosa del cuerpo, que cuando la tela se pega a él, da la sensación de no llevarla, de estarse mostrando sin ella, de estar ofreciendo la visión de su cuerpo sin nada que lo cubra. Según se mira, más golfa se encuentra.

“No puedo ir así.”

Vuelve a mirarse en el espejo, si la tela se acerca al sexo, se percibe bajo ella el rojo de las marcas, pero también se percibe el sexo.

“Por detrás, el culo tiene que patentizarse también.”

“No puedo ir así. Parezco una puta. Debería ponerme ropa interior. Al menos un tanga.”

“Me voy ofreciendo.”

Pero no se atreve a hacerlo sin permiso de la señorita, no piensa incurrir en una falta que pueda suponer otro castigo. Sabe que debe cumplir perfectamente lo que le es obligado, evitando acciones que agraven su situación en el club. Piensa en lo que dirá Martin cuando la vea. Está confundida, sin saber que hacer.

“Quizás no debería ir…, podía hacer que me lo hiciera aquí, y una vez colmado y calmado, dejarle ir solo.”

“No, no va a ir a estar con otras. Tendría que convencerle para quedarse conmigo. Le podría ofrecer más de lo mismo. No sería mal postre… Claro que ese postre también podía tomarlo de regreso de la fiesta. Y él querrá cumplir. Tenemos que ir.”

“Trataré de estar lo menos posible. Pero, aún así, me verán.”

Pasa la mano por las nalgas, el vestido era como si no existiera, nota su carne bajo él como si la tocara directamente. Le agrada no sentir ninguna ropa interior, comprende que quien baile con ella y ponga su mano en el culo… Le perturba la idea, pero al tiempo hace que sonría, atrevida y hasta reconfortada de que así sea. Con esos pensamientos, con esas sensaciones quiere quedarse, olvidándose de lo que supone ir como va.

“Tengo que hacer que Martin me acaricie, seguro que quiere más.”

Se ve la anilla en la nariz, con esa palabra que la desasosiega, y la marca en el coño, las marcas, que vuelve a comprobar que se notan cuando la tela se pega al cuerpo. Coge el colgante de cascabeles con la mano y lo mueve haciendo que tintineen. Piensa que parece una indicación sobre la zona en que cuelgan, otra señal de desenvoltura, de llamada al macho, inadecuada, descomedida. Trata de verse el culo pensando en esas otras marcas, las de la caña, que Martin no puede ver, que tiene que impedir que vea. La desasosiega ese pensamiento, que puede dar pie a interrogantes muy difíciles de explicar. “No debería ver ninguna”, no parecen notarse bajo la tela, eso la tranquiliza. Pero la si la tela se mueve aparecerán sin ningún velo que las cubra. Piensa en maquillarse el culo, y lo hará, disminuyendo el ofrecimiento, lo que la anima a maquillarse los números y la palabra, pero con estos el éxito será menor. No tiene intención de aparecer desnuda ante Martin, aunque está decidida a conseguir que él la tome. Tiene que hacer que Martin no “vea” nada de aquello. Para lograrlo piensa hacer lo que hace en el burdel para atraer a los clientes y conseguir que deseen volver a estar con ella.

Cuando llega Martin a recogerla, le invita a subir, recibiéndole en la penumbra de unas luces controladas, que ocultan parte de lo que el vestido muestra. Tiene que excitarle para luego calmarle, no resulta difícil ninguna de las dos cosas. Nunca le ha hecho una mamada, piensa que le gustará, pero ser ella quien inicie el gesto, supone una oferta demasiado descarada, debe ser él quien demuestre deseo, y cambiar la jodienda normal, que es todo lo que hasta ese momento ha demostrado desear, por la oferta de la mamada, ya que aquella retrasaría demasiado la salida y habría que volver a arreglarse, tampoco debe descararse demasiado, ya va de puta, y no puede, además, ejercer.

Será el vestido quien animará a Martin, cuando ella favorece, con un recibimiento caluroso, el abrazo de él, éste se encuentra con un cuerpo apenas defendido por la ligera tela, ella se deja acariciar, propiciando que las manos de él recorran su cuerpo, que siente la caricia como si el vestido no existiera. Ella finge una excitación que no tiene, lo que anima al hombre a seguir con sus caricias, pronto su mano esta en el culo de la joven, por debajo de la tela. L tiene que controlar hasta donde llega, si alcanza el sexo será inevitable que se percate del colgante, la sorpresa y la consiguiente explicación, romperán el momento, y muy posiblemente, eviten que pueda culminar lo que pretende. Tiene que descararse, y antes de que la mano descienda buscando entre sus piernas, se deja resbalar, cae al suelo, le mira desde abajo, se muestra deseosa, excitada, lleva las manos a los botones del pantalón y comienza a desabotonarlos, le mira a menudo, queriendo saber que opina, ver sus expresiones, conocer si lo que hace es bien recibido. Él, se deja hacer, esta excitado, el recibimiento y las posteriores caricias, le hacen desear la continuación. Ella ha abierto la bragueta y mete una mano buscando la polla, al encontrarla la coge, esta semi preparada, la saca, él sigue dejándose hacer. Ella vuelve a levantar los ojos, tiene la polla en su mano, mirándole acerca la boca a ella, la besa, nota como responde, vuelve a besarla, ahora pasando la lengua por el glande, ya sabe que no es mal recibida, la mete en la boca y comienza a chupar la punta.

Durante un rato corto – no será necesario prolongar la mamada – L se dedica a chupar la verga, lo hace procurando excitarle lo más posible, pero sin realizar ninguno de los gestos que puedan denotar que sabe demasiado, que la califiquen de puta. Pero quiere que él quede complacido, que desee repetir, que a partir de ese momento, sea él quien demuestre que ansía que le vuelva a hacer una mamada. Se corre en la boca de L, que permanece arrodillada ante él, con la verga en la boca, como si no quisiera dejarla escapar, lo que sucede cuando perdida toda consistencia, casi se retira sola. Cuando se levanta, le sonríe.

.- Me ha encantado el comienzo de la noche. No debiste acariciarme de esa forma.

Él sonríe.

.- Tú también querías.

.- Y lo voy a estar queriendo toda la noche.

.- Podemos…

.- Como los soldados.

.- ¿Cómo…?

.- Aquí te cojo, aquí te mato. – Él vuelve a reír. Él aprieta la teta. – Me vas a hacer desear…, no me voy a aguantar.

.- ¿Quieres? – Ofrece él.

.- Sí. – Ella no quiere perder la oportunidad.

.- Vamos al dormitorio.

.- No, como soldados ansiosos. – Él no lo está tanto, pero ella piensa ponerle en forma, e ir a la cama implica mayor riesgo de que el contemple las marcas de su cuerpo. Vuelve a arrodillarse ante él y a sacarle la polla, se la lleva a la boca, cuando está preparado, es ella quien se aúpa a él, haciendo que la coja en vilo, lo que le obliga a sostenerla con sus brazos, mientras ella utiliza un brazo para abrazarse a él y el otro para alcanzar con la mano la verga y llevarla hacia su entrepierna. Ella es quien busca meterse la polla y después de empalarse en ella, hacer que la mueva sobre el miembro. Para facilitar las cosas le dice que recule hasta sentarse sobre el brazo de un sillón, allí continuara la jodienda. Ella entre crecientes gemidos, hasta que él vuelve a correrse. Permanece un momento quieto, después ella se escapa. Le mira risueña. – Me ha encantado. – Miente. – Voy a arreglarme un poco.

.- Yo también.

.- Tienes ese cuarto de baño. – Señala el que le ofrece.

Él está respondiendo a las iniciativas de L como esta desea. Piensa que le tiene cogido y que nada más necesita mantenerle como está, y para ello, no debe seguir ofreciéndole todo lo que él pueda desear. Sabe que es mejor que se lo gane, y esa noche puede hacer que se percate que gusta y mucho a los demás, va vestida para atraerlos y si además se deja querer... “Veremos como reacciona”.

Cuando están en el coche, ella le dice, sonriente y casi divertida.

.- Sabes, al salir, con las prisas, no me he puesto ropa interior…, así que no me metas mano…, si no quieres que reaccione.

.- Volveremos a que te la pongas.

.- Ni hablar, me encantará que me metas mano… y reaccionar. – Le mira con expresión de deseo y pasión.

L, cree haber justificado ante él la desmesura de lo que puede percibir sin ropa interior. Por lo menos, él sabrá que ha sido algo accidental, y comprenderá que realice ciertas acciones para evitar que otros se percaten de esa ausencia.

En la fiesta, L se comporta con un desparpajo y seguridad que quiere erradicar cualquier pretensión de mencionar el vestido o el colgante del sexo, de forma desagradable para ella. No es la única que aparece vestida con atrevimiento, hay alguna que no le anda a la zaga, lo que le quita un peso de encima, ya no es quien da la nota. Quiere atraer a los hombres y lo consigue desde el primer momento, con la crítica de las mujeres, pero sabe que esa la tiene asegurada aunque no hiciera nada, la forma en que se presenta no es perdonable, y su belleza tampoco. Ella actuará con desenvoltura, pero cuidando de no pasarse para que Martin no pueda decir nada, solo pretende encelarle, pero sin que piense que los demás puedan sentirle desairado, por lo que regresa a él cariñosa y asidua.

L baila con Martin, pero después otros la solicitan, baila con bastantes. Se ha habilitado un salón para zona de baile, con menos luz, creando un ambiente más privado, más de discoteca, lo que conviene a L para ocultarse un poco de las miradas de los demás; es el mejor lugar para disimular la muestra que hace de su cuerpo, y lo utiliza aprovechando la demanda de bailes que se le hacen. Cuando no baila, se retira rápidamente, uniéndose al grupo de amigos de Martin, que son de los más tranquilos y se han apartado a una zona con menos bullicio. Ella se sienta en el suelo, a los pies de Martin, con lo que consigue estar menos visibles, al tiempo que ofrece un gesto de sumisión a Martin, que está segura que él aprecia.

Riky está presente en la fiesta. L no había pensado que estuviera, ni él ni sus amigos pero la hermana pequeña de la anfitriona los había invitado. Ella trata de evitarlo, al tiempo que aparenta no fijarse en él, aunque está atenta a sus movimientos. Cuando regresa de un baile con su acompañante, Riky se aproxima, la llama, el otro les deja creyendo que L quiere hablar con él, al ver que la joven se detiene, aunque lo hace para no acercarse más al grupo de Martin. No desea ser amable con él.

.- ¿Qué quieres? - Dice, hosca. Él la mira con cara de crítica y desprecio.

.- Vestida de fulana. – Suelta con desdén.

.- Bien, ya has dado muestra de tu inteligencia. Adiós.

L comprende que hay algo más que el desprecio que quiere aparentar. Sonríe sin poder evitarlo, queriendo convertir la sonrisa en una expresión de su desprecio. Piensa que el joven dice esas cosas porque esta colado por ella, y por eso le molesta que se vista como lo hace. Él la coge por el brazo para evitar que se aleje.

.- Vas de fulana. – Repite con mayor vehemencia

.- Pues no lo seré contigo. A ver si creces un poco y maduras. – Quiere molestarle, dándole donde presumiblemente le pueda doler más.

.- La verdad es que no te mereces que te haga un favor.

.- Entonces, estaremos los dos contentos. Y, que lo estés tú, me tiene sin cuidado. Anda, búscate a una chavalita de tu edad.

.- Me las vas a pagar. Y el imbécil de mi primo, no se da cuenta que eres una puta.

.- Ya está bien. – L, da un tirón y se desprende de él, que esta vez, no puede intentar nada, sería él quien diera el espectáculo, y se queda quieto, mientras L se aleja, pero ella intuye que Riky no permanecerá inactivo, y que quizás ha hecho mal tratándole con desprecio, aunque se lo mereciera. Y lo peor es que lo ha presenciado su grupo de amigos, que, conociéndoles, no dejaran de burlarse, lo que a su vez, estimulará a Riky a hacer algo que demuestre que puede con esa joven que le ha despreciado.

Y ese grupo de amigos de Riky habla de ella, mientras esperan a que Riky se una al grupo, cuando llega trata de puta a la joven, queriendo demostrar alejamiento de ella y que solo le importa para poder tirársela, lo que anima a los otros a hablar en los mismos términos. Hablan de como va vestida, de lo puta que es, de los pezones y el colgante del coño, que discuten si lo lleva, unos dicen que lo han percibido, otros que lo han oído. Ahora quieren verlo todos, lo mismo que la palabra que lleva sobre el coño, los números. Todo ello lo ha visto o entrevisto alguno. L no sabe que pronto será algo conocido por todos, comentado, motivo de charla y burla, y también de deseo. Alguien dice que debe de ser una puta con carné, una puta de verdad. Uno dice que seguro que está en un burdel y que hay que enterarse cuál es, para ir a zumbársela. Están divertidos y excitados con ello, defendiendo que lo es, otro dice que hay que probarlo. Uno de ellos se ofrece a comprobarlo.

.- ¿Cómo lo vas a hacer, Pol? – Pregunta otro.

.- Tirándomela. ¿Te importa Riky?

.- También me la quiero tirar yo, pero se me ha escapado siempre. Lo que me fastidia es que lo hicieras tú antes.

.- Entonces lo haría después, primero te la ofrecería.

.- Ni hablar, si consigues poder hacerlo, te corresponde tirártela. Me puedes dejar el culo para mí. – Ríen.

.- Hecho.

.- Pero eso no demuestra que sea una puta, puede que le gustes, ya sabemos que eres irresistible, casi tanto como Riky.

.- Pues que vaya Riky. ¿Quieres ir tú? – Vuelve a ofrecer a Riky.

.- Tú lo has pedido antes. – A Riky le hubiera gustado ser él quien se encargara de la puta, pero no puede quitarle el puesto a su amigo, quien insiste.

.- Pero sé que te gusta su culo.

.- Ojéasela, después que se la meta por el culo. – Los demás quieren que Pol comience la caza y que pruebe que es una puta.

.- Si lo hace sin apenas conocer a Pol, es que es una puta.

.- Se trata de que probar que lo es de pago.

.- ¡Ah! Ni hablar, yo no pago por tirármela..., y eso que está buenísima.

.- Pues tendrás que aportar alguna prueba.

.- ¿Cómo lo vas a hacer?

.- A estas putas furtivas, que tratan de ocultar su oficio, es muy fácil cogerlas en un renuncio.

Todos hablaban como si tuvieran experiencia de lustros en el manejo de las mujeres y se fueran todos los días de putas.

.- Por lo menos sabremos que si te la tiras es una puta, aunque no esté fichada por la policía.

.- Y si está por libre, cógela y hazte su chulo, te dejará una pasta.

.- Y mano dura con ella, eso les va a las putas.

.- Aprovecha ahora, está sola bailando.

.- Eso lo hace muy bien. Podéis mirar, pero desde lejos, no me la espantéis.

.- Ahora nos querrás echar la culpa si vuelves con el rabo entre las piernas.

.- Pero después de habérselo metido a ella.

Esta lleno de confianza en el éxito de su misión y se lanza a por ella, ante el regocijo de los demás.

Y la sorpresa no llegaría con Riky, como L podía pensar, sino de uno de sus amigos. Cuando está bailando en la sala habilitada para ello, se coloca ante ella que está sola, ha ido a bailar sola, sabe que enseguida tendrá un acompañante, y no quiere ir hasta el grupo de Martin para evitar pasearse demasiado y ser vista con el atuendo que lleva, en la zona de baile, casi a oscuras, se siente más cómoda y segura. Ahora, la presencia de ese joven la pone nerviosa. Está convencida de que Riky cuenta a sus amigos todo lo que hace con las chicas, por lo que es muy probable que haya contado algo de ella, y lo sucedido en presencia del muchacho que ahora quiere bailar con ella, hace que se sienta incómoda y humillada. Ella trata de no hacerle caso, pero él sigue bailando sonriente, ella quiere indicar que no está con ella, por lo que trata de demostrarlo, eludiendo mirarle y girándose hacia otro lado. Después de un rato con ese juego, él se acerca.

.- Además de puta eres una cabrona. Baila conmigo, puta hembra, o hembra puta. – Y añadiendo la acción a la palabra, la coge de un brazo obligándola a girarse y ponerse frente a él. La acción, pero sobre todo las palabras del joven han producido tal conmoción en L que ha sido incapaz de reaccionar, ha seguido bailando, casi mecánicamente, asustada, pensando en lo que habría detrás de ese comportamiento. El joven ha hablado sin comedimiento, con voz suficientemente fuerte para imponerse a los altavoces, incluso para ser oído por quienes bailaban cerca de ellos, lo que indicaba que no le importaba que le escucharan, incluso que no le importaba organizar un escándalo si ella respondiera, lo que ha supuesto un motivo determinante para que fuera ella quien quisiera evitar el escándalo.

Como siempre que ocurría cualquier cosa que pudiera señalarla como puta perdía la capacidad de respuesta y únicamente trataba de defender la ocultación de ese hecho. Después, percatándose de que no puede dejar las cosas así, intenta responder, pero también como siempre en esas circunstancias, lo hace con debilidad, sin firmeza, dando más apoyo a la reacción de su oponente. Ni siquiera sabe como se llama, por lo que no puede dirigirse a él por su nombre, aunque quizás eso fuera mejor. Deja de bailar.

.- Sigue bailando puta hembra. Y hazlo bien. – Y para total anonadamiento y bochorno de L, se acerca y sin más la da un azote duro y sonoro, sin que la fina tela haga nada por reducir ni sonido ni dolor.

.- ¡Aahh! Pero… qué… - Ella habla en voz queda, que demuestra su falta de seguridad, y su intención de no ser escuchada por los demás, de no llamar la atención, tan anonadada como asustada de que se haya visto la acción del chico. Echa una mirada a su alrededor, no son muchos los que bailan y están separados en la pista, pero a pesar de ello, si no escuchan las palabras del joven, alguno tiene que haber visto la acción, una pareja mira hacia ellos, ella retira su mirada, teme que hayan visto lo sucedido. Nota el calor en el culo, en lugar de encolerizarla, la hace sentirse apocada, asustada, temerosa. Su mente está en lo que Riky pueda haber contado. Piensa en lo que ese muchacho, apenas con 18 años, pueda saber, dando por supuesto, en sus miedos, que Riky tiene que saber.

“Quizás no haya contado nada Riky, quizás él…” – Pero esa interpretación es aún peor. Si sabe por otras fuentes, es que se sabe lo que ocurre. Esa idea la paraliza, aterrorizada, ahora solo piensa en lo que tardarán en saberlo los demás. La quiere desechar, pero permanece en su mente.

.- Obedece. – La palabra la aturde, cada vez habla más firme y fuerte, lo que hace temblar a L, que teme que le hayan escuchado, como teme que hayan visto el azote. Sigue bailando por inercia, sabiendo que cada segundo que pase haciéndolo está demostrando que tiene algo que ocultar, nadie podría tenerla bailando después de haber recibido esas órdenes y ese azote. Él ya sabe que ella está en una posición vulnerable, que algo tiene que ocultar, que está afectada por lo que la ha dicho, por lo que tiene que continuar con ello, demostrando firmeza en sus afirmaciones y seguridad en las amenazas. – ¡Sonríe! Estás bailando conmigo. – La nueva exigencia es otra humillación para L, no quiere sonreír a ese mamarracho, pero ese mamarracho la mantiene ante él, impidiendo que escape. Le tiene miedo, tiene miedo a lo que sepa, se da cuenta de que representa una amenaza más grave que la de Riky, a éste le conoce y sabe por donde puede responder, pero de ese otro no sabe nada, comenzando por lo que pueda conocer, ni de donde le llegan esos conocimientos. Puede que no sepa nada, pero, entonces no debería haber dicho…

“¿Y si es un farol?”

Sigue sin obedecer la orden. Sin atreverse a una acción positiva, es su forma de rechazar al joven, trata de ganar tiempo y recomponer fuerzas hasta atreverse a hacer algo. Está pensando en cómo reaccionar. Él la mira, está serio, casi parado, ella también parece querer pararse, de hecho solo mueve un poco el cuerpo. Nota que él está sopesando algo, se pone a la defensiva, quiere evitar otro azote, pero llevar las manos a defender el culo, le parece degradante, no lo va a hacer, piensa en darle una bofetada si intentara otro asalto. Tiene las manos a lo largo del cuerpo, por si acaso. Entonces él, muy tranquilamente, se acerca, ella recula un poco, con total calma él eleva la mano hasta alcanzar un pezón, lo que es fácil ya que puntean bajo la fina tela que los cubre, lo aprieta con fuerza al tiempo que lo retuerce.

.- ¡Aaaaahhhh! – Ella se queja, pero controlando el gemido, que no quiere que nadie escuche, el mantiene la presión, que se está haciendo insufrible.  – Por favor. – Ruega, gimiente.

.- Sonríe, puta hembra. – Y si ella es todo balbuceo y susurros, él habla con voz firme y sin el menor deseo de disimular u ocultar sus palabras a los colindantes. Menos mal que la ausencia de luz y el juego de las luces sincopadas – hay colocado un reflector, que hace que los movimientos se vean como ralentizados – evita que las acciones se aprecien convenientemente. Ella sonríe forzada, vencida, humillada. – Ahora vas a bailar bien – continúa hablando con firmeza y en voz bien audible – y eso quiere decir que quiero que me pongas cachondo con el baile, como lo hace una puta que se precie. ¿Entendido, puta hembra?

Ella mueve la cabeza asintiendo. El aprieta más el pezón, señalando su firmeza y decisión, y que no se conforma con el asentimiento y quiere hechos.

.- ¡Aaaahhhh! – El grito ha salido algo más incontrolado, pero apenas audible, solo la expresión del rostro de L denota el sufrimiento.

.- Si no lo haces bien, sabré que es porque no quieres y te juro que te vas a acordar. ¿Está claro, hembra puta?

Ella vuelve a asentir con la cabeza. Su expresión es de sufrimiento difícil de soportar. Por fin él suelta el pezón y sigue bailando ante ella, que nota un violento pinchazo de dolor en el pezón, que la paraliza por un momento, luego comienza a moverse de nuevo. Sabe lo que tiene que hacer, pero está tan agobiada y apocada, que no le sale un baile que ha realizado decenas de veces y con el que ha conseguido hacer que se la tiren decenas de hombres. Ahora tiene que conseguir que ese chico se ponga cachondo, lo que debería ser algo muy sencillo y rápido para cualquier chica y mucho más para ella, pero esta agarrotada, los movimientos no surgen bien. Él lo nota y le da tiempo, pero no sin que antes al menos realice las muestras elementales de su buena disposición a excitarle, ella también comprende que debe ofrecerle algo que suponga un freno que evite que siga exigiendo. Comienza a menearse con más descaro, pone las manos en las caderas para ampliar el contoneo, se gira, se da cuenta que todo lo hace con patosería, que va a enfadar al muchacho y es impredecible lo que pueda hacer. Trata de hacerlo mejor, de evitar los pensamientos que impiden el baile. Se siente humillada, ridícula, vejada, pero sobre todo, siente que está poniendo de manifiesto una debilidad que no debía ser conocida, que indica que hay algo detrás, que ella tiene algo que ocultar, que temer. Y es así, y al no poderlo evitar, al no poder ocultar su debilidad, se está poniendo en sus manos, ahora hay un motivo, una explicación a su comportamiento, y a poco espabilado que sea el muchacho, ya lo ha debido comprender, ya sabe que puede seguir exigiendo porque ella seguirá dando. Por un momento piensa en cortar, en parar, en plantarse, en mandar a ese joven presuntuoso con sus amigos, a comportarse con él como lo acababa de hacer con Riky.

.- ¡¡Sonríe, puta!! – El grito, pues esta vez, ha sido un grito, la conmociona cortando sus pensamientos y ese incipiente deseo de rebeldía, mira a su alrededor, el juego de las luces hace que no se vea bien quien la mira, pero algunos, tienen la cabeza girada hacia ellos. Olvida sus pensamientos, se centra en la demanda del chico. Está aturdida y asustada de que este pueda ir a más. Sonríe, sonríe, dominado unas ganas de llorar que se han apoderado de ella. Sonríe y baila, ahora casi lanzada, queriendo olvidar las ganas de llorar, olvidar los motivos para no sonreír, olvidar las razones para no bailar, para bailar mal. Y si sigue bailando mal, lo hará demostrando que quiere hacerlo bien. Eleva los brazos, se contonea con descaro, se acerca al joven meneando las tetas ante él, que al hacerlo quedan parcialmente expuestas por los laterales. Él pronto está cachondo, y como el baile está atrayendo la atención de los que están a su alrededor, coge a L por una muñeca y tira de ella.

.- Vamos.

.- ¿A dónde?

.- A echarte un polvo.

.- ¡Ah! Pero…

.- Déjate de mandangas. Eres una puta, así que no me quieras fastidiar. Y te conviene callar.

La afirmación ha sido como un mazazo para L, se ve siendo descubierta ante todos por ese muchacho, que lo anuncia a sus amigos y después a los demás. Esa imagen se adueña de su mente.

Él no sabe que sea una puta de carné, como ha dicho uno de sus amigos, pero sabe que es una golfa y, por tanto, fácil, e intuye que puede haber algo más, todas las reacciones de L le llevan a pensarlo, y ahora va a obtener la prueba definitiva. No piensa en sus amigos, sino en meterle la polla a esa puta buenísima.

L logra rechazar la idea que se había apoderado de ella y en la reacción, quiere escapar, desasirse de la mano que la agarra, pero él no la suelta. La firmeza del chico hace su efecto en ella, que se siente sin fuerzas para escapar, esta asustada, atemorizada, las palabras del joven regresan a su cabeza y vuelven a dejarla anonadada. Ahora no piensa que él solo intuya o adivine, sino que sabe, aunque quizás no pueda corroborar, confirmar. Quiere dejarse esa puerta abierta a la esperanza. Pero la duda se esta convirtiendo casi en certeza y con ella aparece el decaimiento, el miedo, el ansia de ocultar, de convencer al otro para que no comunique lo que sabe.

.- No pienses que voy a hacer eso. – Trata de sobreponerse, de agarrarse a la duda, desechar la certidumbre, y demostrar que no es esa puta que él dice, y por tanto, que no va a conseguir lo que pretende. Intenta hablar con aplomó, incluso demostrando desprecio, pero la voz no sale con la firmeza precisa, y lo que consigue es dar una imagen de debilidad, de falta de determinación, que solo consigue animar al joven a mantener sus formas.

.- Ya te he dicho que te voy a joder. Mejor es que lo aceptes de una vez y evites peores consecuencias. Me estás cabreando y no te conviene hacerlo. Al final harás lo que quiero pero saldrás muy mal parada. – De nuevo una explicación que la aturde.

.- Déjame, quieres. Pueden ver que me coges la muñeca. – Ahora casi suplica. Él la mantiene cogida por la muñeca y es ella quien deja de intentar desasirse, permitiendo que él baje la mano y quedar en una postura más normal.

.- ¿Te vas a comportar adecuadamente? No creas que voy a dejar que me tomes el pelo. Yo no soy Riky que está tonto por tu culo, y menos el necio de su primo, y hasta él, acabará respondiendo, cuando… Pero eso depende de ti. – L entiende la amenaza, que la deja consternada y amilanada. Quiere decir que siempre se comporta adecuadamente, pero no le sale, solo contesta con un “sí” débil, asustado, entregado, sometido. Él la suelta, más por la manera en que L ha contestado que por su aquiescencia a la demanda. – Ven. – Él se dirige a un pasillo que lleva a la zona de servicio, sigue andando hacia el final, desde allí coge una escalera. Parece conocer bien la casa. Suben al primer piso, L está asustada por lo que hacen, porque la vean hacerlo, por estar con él. Abre la puerta de lo que parece un dormitorio, la deja pasar. L no comprende como no reacciona, pero sabe que hay una razón muy poderosa que la mantiene rendida, quieta, incapaz de rebelarse. Si él sabe algo, ella está segura que lo usará si no consigue lo que desea.

.- ¡Hembra, despelótate!

La orden es contundente, empleando ese apelativo que ella cree que él asimila a puta. Pero no se atreve a hacerlo, no puede hacerlo en esas condiciones, supondría una rendición incondicional que indicaría que él está en lo cierto con sus apreciaciones, y que ella tiene miedo de lo que puede hacer, decir. Quiere defenderse, al menos rendirse con condiciones, salvar la cara.

.- Estoy esperando, y no tengo mucha paciencia. De una u otra manera vas a salir de aquí habiendo recibido lo que mereces, bueno, no te lo mereces, pero soy generoso, y si te portas bien puedes hacer que llegue a ser muy satisfactorio para ti. Además, te conviene acabar pronto. ¿Llevas algún otro signo en el cuerpo? Acaso en el culo.

De inmediato, L piensa en el rabo de las marranas, ella no lo lleva, si él ha querido referirse a ello, si supiera como parece saber, sería el momento de dejar claro que ella no era lo que él supone, si es que supiera, si es que supusiera, que tampoco es algo que ella sepa con certeza. Ahora, casi desea poder mostrarle que se equivoca.

.- No, no llevo nada.

.- Las marcas. – Él sonríe, parece como si la hubiera cogido y eso le divirtiera. Ella no había pensado en esos signos. Lo que más pudiera indicar, si es que él supiera…

“Pero si no sabe, lo que le enseñaría sería demasiado, después tendría derecho a pensar lo peor…, y además contaría lo que ha visto.”

Pero no sabe como zafarse a lo que él desea. Y sabe que no le puede tener esperando, ya ha recibido un aviso. Vacila, no se atreve, está cada vez más asustada, él se acerca a ella, demostrando que conoce bastante de ropa femenina, lleva las manos al cuello de ella y suelta la cinta que mantiene el vestido, sin que ella se atreva a hacer nada por oponerse, aquel privado de su principal sujeción cae sobre las caderas, después, un pequeño tirón y suelta la pieza trasera que cae al suelo, dejando a L completamente desnuda. Se lleva las manos al sexo, más por ocultar el colgante, el nombre, los números, que la carne. Él se separa un poco para contemplarla mejor.

.- Pon las manos detrás de la cabeza y baila para mí.

La orden, en lugar de suponer una nueva y humillante exigencia, es recibida por L como un medio de distraerle. Puede y quiere hacer que se fije en ella a través de su baile, que olvide otras cosas, que deje de fijarse en el nombre, en los números. Comienza a contonearse sin separar las manos de su cuerpo, se gira enseguida, para que él pueda concentrarse en su culo, que quiere ofrecerle hasta que solo piense en tomarlo, pero lo tiene que hacer controlándose, evitando gestos que indique que sabe demasiado, no puede mostrarse como una puta. Pero la realidad se impone. Recuerda las marcas de los azotes.

“Ya las habrá visto.” – Casi gime al pensarlo. “No dudará que soy una puta, que quien se lo haya contado está en lo cierto.”

“Y estoy desnuda y bailando ante él, para él.”

“Tiene que pensar que soy una puta, o peor aún…, que me tiene cogida, que soy una ramera.”

“Pero ya habrá visto que no llevo la marca, que no soy una puta.”

Él ha apagado la luz principal, dejando encendida solo una lámpara de pie. L baila, contoneándose con descaro, de espaldas, sin atreverse a volverse, piensa que tendrá que girarse y mostrarse por delante, sigue bailando de espaldas, será él quien se aproxime, la coge por las caderas, ayudando a hacer que se bamboleen, llevándola un momento de ese modo, luego se pega a ella, que siente que está desnudo, él ha aprovechado para desnudarse, ella se estremece ante ese contacto, que ha puesto el miembro erecto pegado a su culo. Piensa en lo que él desea, y en que quiere conseguirlo enseguida. Él comienza a acariciarla, y lo hace con una mezcla de ansiedad y de violencia, violencia ansiosa de poseer, de hacerla suya, de dominarla, que en otras circunstancias ella sabría apreciar, por lo que tiene de demostración de apetencia, de complacencia, de anhelo de tenerla. Ella, que ha actuado sin ninguna excitación, que se ha sentido humillada y vencida, comienza a encontrar en las ansiedades del joven, motivos para la complacencia, pero una complacencia mezcla de agrado por las apetencias del joven y sobre todo por vislumbrar la posibilidad de controlarle, de conseguir algo que la importa mucho, quiere sacarle un trato, un compromiso, obtener, comprar su silencio. Sabe que es difícil, pero quiere sacárselo.

.- Desde luego que eres una gran hembra. – Le dice al oído, y a ella le gusta, encontrando en ello la manifestación de lo que ha pensado y que permite esperar que pueda acabar controlándole como desea.

Él se separa un poco, coloca la polla entre los muslos de L, aprieta a la joven contra sí con fuerza. Sus manos se han dirigido hacia el coño de L lo cogen, lo palpan, tira del colgante, provocando un gemido en ella. Hace que se gire, ahora está desnuda de cara a él, ya no se tapa con las manos. Tiene suficiente experiencia como para salir airosa de una situación como esa, pero se siente cohibida por un joven, casi un adolescente, que la ordena y maneja.

.- ¡Chúpamela! – Ella mira la verga, que enhiesta, se muestra preparada para que la tome en la boca.

Esta vez ella no duda en arrodillarse ante él, luego eleva los ojos, hubiera sonreído, pero no lo hace, sería una falsedad de la que él se percataría, baja la cabeza y coge la verga con la mano, después, con delicadeza, la pone en posición, acerca la cabeza y comienza a chuparla. Lo sabe hacer muy bien, pero quiere controlar sus conocimientos, sus acciones, aunque cada vez encuentra menos razones para hacerlo, tiene pocas dudas en que él conoce su situación, por lo que solo le queda una respuesta inteligente, ganárselo, de forma que pueda controlar los daños. No quiere que él cuente, y sabe que para conseguirlo deberá lograr que disfrute como nunca, que desee volver a tenerla. Para eso una buena mamada es importante, pero él esta demasiado excitado y no puede dominar sus respuestas, al poco se corre en la boca de L, impidiendo a ésta que ponga en práctica sus habilidades. L traga casi todo lo que el joven deposita en su boca, el resto desborda de ella, cayendo por su barbilla. Pero el joven quiere más. A L le agrada que así sea, ya no puede dar marcha atrás,  ya no pierde nada, y quiere conseguir lo que no ha podido con la mamada.

.- Ahora te voy a joder como te había prometido. Ponte a 4 patas sobre la cama.

Ahora, ella poco puede hacer salvo dejarse hacer y acompañar los movimientos de él. Está atenta a lo que él hace, para lograr que consiga el mejor placer, pero él se correrá de nuevo enseguida. Ella piensa que debe estar algo más relajado y que es su momento. Le da un pequeño descanso. Se ha dado la vuelta mientras él ha quedado echado sobre la cama. Sin esperar más, es ella quien se agacha hacia él, y cogiéndole la polla con cuidado, la lleva a su boca, ahora puede hacer lo que desea. En lugar de introducirla en ella, la lame, con tranquilidad, el muchacho responde enseguida, ella no puede evitar una sonrisa, sigue con los testículos, que lames y luego mete en la boca, él gime y apoya una mano sobre la cabeza de L, en un gesto que parece indicar deseos de que ella siga con esas lamidas, y ella  continúa haciéndolo, pasando de los testículos a la verga, nota que él puede correrse otra vez y no quiere que lo haga. L tiene su plan, tiene que fingir excitación, o conseguirla, el colgante del clítoris la mantiene en una permanente semi excitación, a la que ahora quiere sacar provecho, disimuladamente lleva su mano izquierda al sexo y comienza a acariciarse, mientras ralentiza sus lamidas sobre la polla del muchacho, soslayando la zona más peligrosa de la polla, como evita repetir meterse los testículos en la boca, se ha percatado que a él le ha exaltado, pero eso es lo que no quiere ella. También se da cuenta que no puede mantenerle mucho tiempo sin que se corra otra vez, entonces deja de tocarle, ante la sorpresa del joven, se tumba.

.- Por favor, chúpame tú. – Quiera aprovechar la auto excitación para hacer ver al joven que ella también desea gozar de él y con él. Él, sorprendido, pero también halagado de que esa joven estupenda quiera que se ocupe de ella, se coloca en posición y comienza a chuparla el coño. No lo hace mal, sabe dirigirse a los sitios adecuados, a pesar de ello, ella le indica, lo hace con cuidado, dando la sensación que pide lo que le gusta y no que le tenga que decir como hacerlo.

.- Mete la lengua en el coño..., así, así..., sube, sube, ahora... Ahí, ahí..., más.

.- Chúpame..., absórbeme..., así..., así.

Ahora era ella quien le presionaba la cabeza, hacía que se moviera, jadea, gime, se convulsiona, como si estuviera al borde del orgasmo, sabiendo que él está dispuesto a creer todo lo que suponga reafirmar la idea de que sabe hacerlo, de que gusta a las mujeres, y sabe complacerlas.

.- Lámeme por dentro. – Él lo vuelve a hacer.

.- Ahora chúpeme más arriba.

Cuando el lo hace, ella gime, cada vez más fuerte. Se está empezando a calentar,  pero sabe que en la situación en la que está será muy difícil que logre mucho más, por lo que tendrá que fingir que él la lleva a conseguir el placer final. Empuja la cabeza del chico con fuerza sobre su coño, gimiendo cada vez más, él se empeña con diligencia pero con insuficiente paciencia para conseguir satisfacer a L, que al darse cuenta y quedando insatisfecha, deja escapar un largo gemido, luego deja caer lo brazos, liberando la cabeza del joven, y queda tumbada, quieta, con los ojos cerrados. Él la mira, sorprendido a la vez que satisfecho, piensa que está estupenda, que sea una puta le molesta, le hubiera gustado que no lo fuera, no está seguro que la joven sea sincera, está viendo el coño depilado, y los números y nombre que hay en él, esa visión le devuelve a la realidad de la joven. Se dice con rabia que es una puta. Ella abre los ojos, le mira, sabe que está ahí, mirándola, le sonríe.

.- Ven, házmelo.

Él se pone encima ansioso, se la mete.

.- Me gusta despacio. – Ella lo dice como único modo de pararle, quiere que se controle un poco y saque mayor partido, pero él no hace caso, quiere joderla y correrse enseguida, sin tratar de conseguir que ella vuelva a gozar. Ella quiere fingir de nuevo, pero no le da tiempo, siente que está perdiendo sus posibilidades, que se le escapa la ocasión de controlarle. Él no es tan inexperto ni desconocedor y parece darse cuenta de que ella intenta fingir, no puede hacer un gesto que denote que lo esta haciendo. Cuando él se corre y sale de ella quedando tumbado, ella queda también quieta, a la espera, sin hacer ni ruidos ni movimientos.

Piensa en hacer que la dé por el culo, pero eso es excesivo y muy de puta, no lo hace, pero quiere conseguir que se corra otra vez, segura que lo puede hacer, hacer que no piensa más que en volver a estar con ella, que eso le obligue a ser prudente. Deja que goce de esos momentos, como si ella también necesitara unos momentos de reposo, para paladear el placer. Cuando se incorpora es para volver a tumbarse, al lado de él, que no se mueve ni dice nada. Ella, después de un rato, se vuelva hacia él, le sonríe.

.- ¿Cómo te llamas?

.- Pol.

.- No ha estado mal, ¿verdad?

.- Los he echado mejores. Con las putas siempre son rápidos.

.- No lo sabía.

.- Pues si no lo sabes tú. – Ella está de nuevo desconcertada, quiere disimular preguntando.

.- ¿Por qué dices eso?

Él no responde y exige.

.- Chúpamela otra vez. Hazlo con cuidado y hasta el fondo.

Ella vacila, no sabe si hacerlo y gastar la última bala intentando conseguir que disfrute más de lo que dice haber disfrutado hasta ese momento, o cortar, pero se da cuenta que esto último será muy difícil si él insiste, que insistirá. Se coloca de rodillas e inclinándose comienza una nueva mamada, sobreponiéndose al decaimiento provocado por los comentarios del joven y la constatación de no estar consiguiendo lo que pretendía, trata de hacer lo que él quiere y obtener para él un placer reposado, que le aleje de ese concepto de puta rápida que ha puesto de manifiesto. Pero sería él quien dijera lo que deseaba, y lo haría de forma muy ingrata para ella.

.- Puta, quiero que metas toda la polla en la boca. – Ella continúa realizando las chupadas como las estaba haciendo, crispada y asustada por el modo de dirigirse a ella, pero él no admite ser desobedecido.- ¿No has oído lo que quiero, puta hembra?

Parece ansioso de conseguir lo que quiere de ella, que piensa en que lo habrá visto en alguna película porno, o lo habrán hablado con sus amigos y querrá presumir de haberlo hecho. Ella se lo puede dar, pero no quiere ofrecer más muestras de que sabe hacer lo que no debiera, y al tiempo, no quiere dejarle insatisfecho, arriesgarse a otra respuesta desabrida, y acabar haciendo lo que quiere, añadiendo una nueva humillación a las anteriores. L comienza a avanzar sobre la polla, progresando en la introducción de esa carne que, de nuevo, se muestra firme y potente, pero él quiere que haga las cosas como le gustan. No quiere esperar, desea que trague toda la polla de inmediato. Lo dice, exigiéndolo.

.- Te he dicho que quiero toda la polla en tu puta boca. ¿A qué esperas, zorra?

De nuevo las formas ingratas y la sensación de estar perdiendo la batalla. La mano del chico apretó la cabeza de L con fuerza, obligándola a introducir la verga hasta el fondo y manteniéndola allí con firmeza, hasta que ella comenzó a intentar separarse asustada ante la asfixia que la generaba, él la dejó recuperar la respiración, lo que llegó con un ataque de tos y el vómito de la saliva, que se escapaba de la boca. Pero enseguida, él volvería a exigir.

.- Venga, zorra, vale ya de tanta comedia. Sigue, así no hay quien disfrute de una mamada. Menuda puta estás hecha. Te van a echar del burdel y ponerte en la puta calle. – Se rió de su chiste. Pues es solo eso, posiblemente inducido por la conversación anterior con sus amigos. – Sigue. – Pero, L quedo completamente angustiada. Casi mecánicamente, volvió a meterse la polla en la boca, y a chuparla, ahora llegando hasta el final en cada chupada, simplemente porque sabía hacerlo y no la costaba, pero sin poner en ello más que el esfuerzo de dedicarse a lograrlo mecánicamente, tenía la mente en el comentario sobre el burdel. Quiso ayudarse con la mano.

.- No emplees las manos.

L logró dominarse un poco, hasta conseguir recuperar la iniciativa y realizar la mamada tal y como el chico deseaba. Ralentiza los movimientos, para conseguir una mayor excitación en el joven, evita los toques en la parte más sensible, aprovechando que traga toda la polla para chupar más en la base, eludiendo hacer el recorrido completo, cuando percibe que él está a punto, saca la polla de la boca para lamerla por fuera, pero él quiere que siga chupándola y se lo demanda con exigencia, ella lo hace, sabiendo que no tardara en correrse y así sucede. Vuelve a tragar lo que él deja en su boca.

L tiene la impresión de no haber colmado al muchacho, solo ha hecho lo que él quería, sin conseguir que la tenga por algo especial, que ansíe volver a tener, aunque quiera volver a joderla, lo querrá como lo puede desear con otras muchas, quizás, algo más, por ser más guapa y apetecible que las demás que él tenga, y acaso algo menos, si sabe, o piensa, que es una puta.

.- Espera. – Ante la sorpresa de L, el chico se viste, ni siquiera pasa al cuarto de baño. Ella queda esperando. Cuando acaba de vestirse la ordena:

.- Ahora te vas a poner a 4 patas sobre la cama mirando a la pared, y bien abierta de patas. Ella se pone, no sabe a qué viene eso si él se ha vestido ya. – Mientras la dice como quiere que se ponga, el coloca la lámpara a un lado de la cama, de forma que la luz caiga sobre L, mientras el resto de la habitación queda casi en penumbra. – Apóyate sobre los brazos, baja la cabeza y alza el culo, y no mires hacia atrás. Separa más las patas, que se te vea bien el agujero del culo.

.- Pero... – Ella inicia una tímida protesta, que el muchacho corta de manera que la deja absolutamente quebrantada.

.- Calla y atiende, puta.

.- Por favor..., no digas eso.

.- Te he dicho que calles, puta hembra. Ahora vas a esperar tal y como estas. – Él coge el reloj de ella que está sobre una mesilla.

.- Pero... – Ella comienza a estar asustada de lo que él quisiera.

.- Va a venir Riky...

.- ¡Ah!

.- Sabes que está deseando darte por culo.

Entonces ella tiene un movimiento de rechazo, se quiere incorporar.

¡ZAS! – Ha recibido un golpe con un calzador de mango largo, que él había visto sobre una cómoda y había cogido.

¡AAHH!

El golpe ha sido tan fuerte que ella ha caído de bruces sobre la cama.

.- ¡Ponte bien! – La grita, ella se coloca en la posición en que estaba.

.- ¡Más abierta de patas, puta! – El chico está gritando y puede que haya alguien en alguna habitación, quiere que calle y obedece inmediatamente.

Aturdida, humillada, asustada, separa más las piernas.

.- Permanece como estás, sin moverte. Me llevo tu vestido, así que no pienses que podrás irte, a no ser que quieras salir desnuda y luciendo tus adornos de puta. Dejo la puerta abierta, para que escuches la música. Cuando Riky acabe contigo, tendrás tu vestido.

.- Por favor, Pol... Tengo que bajar. No puedo desaparecer. – Y si eso es cierto, lo que más teme es que suba Riky. Eso no puede soportarlo, tolerarlo. Él se iba sin hacerla caso. Ella se movió, volviendo la cabeza. Él miró, todavía tenía el calzador en la mano, se acerco, ella comprendió lo que iba a hacer, quiso evitarlo, deshaciendo la postura, consiguiendo que el golpe cayera sobre una nalga.

.- ¡AAAHHH!

Había sido aún más contundente que el primero. Él, instintivamente, sabe que no puede tolerar el menor gesto de insumisión, que de hacerlo está perdido, y ella tratará de defenderse, no puede consentirlo y quedar mal con Riky. Quiere entregarle a la joven para que la de por culo, es un detalle que le hará ganar muchos puntos ante sus amigos. Quiere completar la faena.

.- ¡Ponte bien, zorra!

¡ZAS!

.- ¡AAAHHH!

¡ZAS!

.- AAAHHH!

Ahora los gritos de él se unían a los de ella, L no obedecería por el temor a que fueran oídos sino por el miedo a nuevos golpes, apresurándose a ponerse como él deseaba, esta vez sin escatimar la apertura de sus piernas, y alzando el culo. Piensa en que con los golpes se puedan reabrir las heridas de los azotes, sabe que corre el peligro de que, de suceder, queden marcas permanentes.

.- Como me entere que incumples lo que te he dicho, te rompo el calzador en el culo. Si haces las cosas bien, bajarás antes. – Menea un poco el culo, de adelante a atrás. – Ella lo hace. – Vas a mantener ese movimiento, así se escuchan los cascabeles.

Durante unos momentos solo se escuchó ese sonido, luego L oyó como se abría la puerta y los sonidos que llegaban de abajo, que continuaron escuchándose, lo que evidenciaba que la puerta continuaba abierta. Aunque solo había una luz, la de una lámpara de sobremesa, si alguien pasaba por delante de la puerta tenía que verla, espatarrada, desnuda. Realizando ese movimiento que parecía una llamada, una invitación a usar de ella, pero que no se atrevía a detener. Con la idea de ser vista y de la aparición de Riky en la cabeza. Pensando en que no podía permitir que Riky la encontrara de esa forma, que era inicua, denigrante, bochornosa. Permanecía balanceando la grupa, sin atreverse a cambiar de postura y menos a deshacerla, a levantarse, a ir a asearse.

Pol baja en busca de sus amigos. Llega con una sonrisa de oreja a oreja, no necesitan más para saber que ha conseguido lo que se proponía. Cuando está ante ellos, y se han agrupado todos para escuchar lo que les fuera a decir, pero solo ellos, echando a alguna chica que estaba con alguno y que hubiera querido quedarse a enterarse de lo que se contara. Eso era solo para los amigos. Y Pol lo diría en resumen.

.- Dos mamadas y dos jodiendas. El culo se lo dejo a Riky, y ya se lo he calentado. – Hace el gesto de haber zurrado. – Los demás, excitados y ansiosos, piden más. Les enseña el vestido, lo que altera aún más a sus amigos. – Riky, te está esperando. La tienes a 4 patas, bien abierta y esperando que llegues a darla por culo. La va la marcha.

.- Eso ya lo sé. ¿En qué habitación está?

.- La que tiene la puerta abierta.

.- Vamos a verla. – Quieren subir, pero Pol les controla.

.- Dejemos que Riky se la zumbe, a él le debemos la puta. Te he dejado el calzador sobre la cama, por si quieres acariciarla con él. – Vuelve a realizar el mismo gesto de antes. – Lo que no he buscado es un lubricante. Eso es cosa tuya.

.- Gracias, Pol. Voy a acabar la fiesta.

.- Déjame acabarla a mí. Subiré a recogerla y devolverla el vestido. Que me espere ofreciendo el culo, como estará para ti.

.- Y con lubricante.

.- O lubricada.

Riky se dirige en busca de L. Está ansioso por darla por culo y al tiempo rabioso porque haya sido otro quien le haya abierto el camino. No le gusta nada ser el segundón y menos en asuntos de faldas. Sube dispuesto a hacérselo pagar a L, a quien cree culpable por no haberse entregado a él cuando tuvo la oportunidad.

“Ahora me las vas a pagar todas juntas. Ya sabemos que eres una puta y así te voy a tratar.”

Han pasado muy pocos minutos desde que Pol abandonara la habitación, L continuaba a 4 patas sobre la cama, manteniendo el vaivén de la grupa, que se hacía cada vez más cansado, pensando en lo que sucedería si aparecía alguien, o peor aún, si aparecía Riky. Se decía que no podía verla de esa forma, y menos usarla como si fuera una puta. Pensaba en lo que vería quien la contemplara tal y como estaba. No era solo la postura, ya de por sí obscena, eran las marcas de los azotes, eran los números que se verían desde atrás, en los labios del coño. De repente siente una humedad en el coño, se percata, abochornada y ultrajada, de lo que es. No se ha limpiado y el semen del chico escurre del coño, en la postura que está, caerá sobre la colcha, ensuciándola, pero lo peor es que quien la vea, verá también eso, y sabrá que la han jodido y que ni siquiera se ha aseado. “Aparezco como una guarra, una furcia guarra”. Debería ir a limpiarse. Estaba como en un escenario iluminado, notaba el calor de la lámpara. Quería incorporarse, pero no se atrevía y no sabía por qué. Podía tener miedo a lo que sucediera, a la reacción de Pol, pero eso no podía ser determinante. Ni siquiera que tuviera su vestido, que no quisiera dárselo, al final tendría que dárselo. ¿Y si no se lo daba y tuviera que salir a pedir algo para ponerse? Si no cumplía lo que le había ordenado y se cabreaba, y la dejaba allí sin vestido, tendría que salir, y se enteraría Martin. Era una buena razón para hacer lo que Pol quería. Pero y si subían sus amigos, u otros, si la vieran así. No podía permitirlo. Pero no hacía nada por impedirlo. Había algo más que el miedo. Sin saberlo, actuaban sobre ella las horas de doma, el sometimiento en el burdel, el hábito de mostrarse, las posturas que ofrecía a diario. Aquello solo era un remedo de lo que hacía en el burdel, solo añadía la humillación de ofrecerse a…, posiblemente a Riky, quizás solo a él, pero acaso a alguien más. Y ella iba a aceptar esa humillación, sin saber por qué lo hacía. Escuchaba el sonido del tintineo de los colgantes, que parecía aumentar con el tiempo y el silencio, ya lo oía más que los sonidos que llegaban desde abajo, recordándola la fiesta, sus amigos. Piensa que notarán su ausencia, quizás Martin se pregunte dónde está, qué hace.

“¿Si subiera y me viera así? – Tiembla con esa idea.

“Y Pol se lo puede decir…, o Riky.”

A pesar de lo que eso supone, sigue como está, solo moviendo el cuerpo produciendo el movimiento de los cascabeles y con él su sonido. Solo la ausencia de otros sonidos que supongan el aviso de la presencia de alguien, aporta una relativa calma. No parece que Pol haya anunciado su permanencia en esa habitación.

“O quizás esté contando lo sucedido. No sé cuanto tiempo llevo aquí.”

Sabe que no ha logrado ganarse a Pol, y que, por tanto, el muchacho contará a sus amigos lo sucedido, lo que ha hecho con ella, lo puta que es. Quiere desechar esa idea, inconscientemente mueve más el cuerpo, con lo que el colgante tira más del botón, ella siente el tirón junto con una punzada de excitación, parece no comprender que pueda estar  excitada, pero esa sensación viene a ofrecerla una posibilidad de escapar, aunque sea levemente, a sus otras emociones y quiere acogerla, no dejar que se escape, no ha alcanzado la relajación con lo que mantiene la excitación iniciada por ella misma y que se ha ido incrementando con las acciones del muchacho, ahora la quiere sentir más, dejarse llevar por ella. Está tentada de llevarse la mano a la zona y masturbarse, pero no se atreve a cambiar de postura. Piensa que pueda entrar alguien y verla. Se concentra en los pinchazos placenteros que producen los tirones en el clítoris, ella se bambolea con más amplitud.

Cuando Riky llega ante la puerta de la habitación y mira hacia el interior, la sorpresa le deja paralizado. Pol ha comentado que L estaba a 4 patas y bien abierta, y así es, él había escuchado el aviso, pero sin darlo por algo real, y lo era. Casi envidia a su amigo y su capacidad y habilidad para tratar a las mujeres. La visión de la joven, que la luz de una lámpara ilumina perfectamente, le ha exaltado, mira el culo que se ofrece, con el agujero visible entre las nalgas, está ansioso de penetrarle. Entra en la habitación sin decir nada, cierra la puerta, sabe que ella tiene que estar oyendo los ruidos, pero L tampoco habla, se mueve ligeramente, en un vaivén que a él le parece provocativo, descarado, de fulana, de buscona, y eso no le gusta, la quiere putear, pero no la quiere puta, o solo para él, no mostrándose a cualquiera que pueda pasar, que la pueda ver. Piensa en sus amigos, que pudieran subir a verla, y le queda la idea de lo puta que es.

“Mira que si la gusta y esta esperándome ansiosa de que la dé por culo”.

Si el está sorprendido y excitado y ansioso de tomarla por el culo, ella está tan asustada y avergonzada, que tiembla. Quiere preguntar quien es, pero hacerlo supone hablar, hacerse reconocer, si es que quien ha entrado no sabe quien es. Ahora desea que sea Riky, ya supone que se ha enterado de lo sucedido con su amigo y por tanto, su humillación será menor con él, pero solo en ese aspecto, queda el resto, queda su guerra con él, que va a perder  en muy pocos minutos, que ha perdido ya, si es que fuera él, como, presumiblemente, es. L se percata que después de eso, quedará en manos del joven, que podrá hacer lo que quiera con ella.

L escucha otros ruidos, son los de Riky al desnudarse, ella no lo sabe, después lo imagina, sin todavía conocer quien está detrás de ella. Sigue meneando el cuerpo, aunque ha disminuido la amplitud de los movimientos, atenta solo a los ruidos que llegan desde atrás.

Riky ve el calzador de mango largo sobre la cama, se fija en el culo de la joven, en el que aparecen las marcas de los golpes. “La ha zurrado bien Pol.” pero hay otras, que no son del calzador, son anteriores y están bien señaladas por lo que deberían ser recientes, Riky se encrespa al verlas. “Esta puta se dedica a todo, y a mí me evita.” Recuerda el lubricante, pasa al cuarto de baño, enseguida encuentra una crema corporal, vuelve con ella. No ha dicho nada, no sabe si L le ha reconocido o no sabe quien ha entrado en la habitación. Apaga la luz de la lámpara, ella emite un gemido al quedarse a oscuras. Luego nota una mano que busca el agujero del culo, piensa en Riky, los dedos lo encuentran y uno lo penetra con facilidad, luego llegará otro, están dejando algo graso, ella sabe con que objeto. Enseguida los dedos dejan el lugar a un miembro de hombre, que presiona, ella se cierra, y no por impedir su entrada, sino por no dar a conocer lo fácil que es penetrarla por ese lugar, pero la polla empuja con fuerza y sin ninguna suavidad, mientras unas manos agarran con firmeza las caderas de L para evitar que esta se eche hacia delante. La verga rompe la defensa y penetra de golpe, ella gime, pero no por el dolor, que apenas existe, sino por saberse poseída con violencia, sin tener en cuenta sus deseos, su voluntad. Y ella desea esa polla, ahora que la tiene en el culo se da cuenta de todo lo que la desea, quiere que la joda por el culo, que la penetre hasta sentir los testículos chocando contra sus nalgas. Si él la tocara, la acariciara, simplemente la rozara el botón, se correría de inmediato, lo sabe y lo desea en una mezcla de ansiedad y al tiempo de deseos de esperar, quiere que él siga jodiéndola por el culo antes de hacerla estallar, y él lo hace con rabia, ella nota que esta rabioso, y eso la gusta, ya sabe que es Riky, no puede ser nadie más, y quiere encelarle, conseguir con él lo que no ha logrado con su amigo, pero ella también está más pendiente de su cuerpo que de esos planteamientos. Teme que se corra enseguida y la deje sin los pollazos que necesita. Y él, como si hubiera leído los pensamientos de ella, se corre en su culo, dejándola sin el ansiado placer. Ella gime al notarlo y sentir la parada de la polla, que queda quieta en el culo. Por un momento, ella sigue meneando el culo, en busca de los roces que ha perdido, pero la polla sale enseguida. Él siente una mezcla de satisfacción por haber dado por el culo a esa furcia, pero no puede evitar otro sentimiento que le desagrada y encoleriza, sabe que solo ha jodido a la joven, pero que no era solo eso lo que buscaba. Quizás pueda volverla a joder, pero eso tampoco le consuela. Sabe que ya es una puta para él y para sus amigos, y tirarse a una puta no tiene ningún mérito.

“Que se la quede el imbécil de mi primo. Aunque no creo que sea tan necio.”

Y L tiene una sensación similar. Sabe que, no solo no se ha ganado a Riky, sino que este la ha tratado con el desprecio propio de una puta, que así va a considerarla de ahora en adelante y que ella difícilmente podrá estar en su presencia sin sentir esa apreciación. Él se ha separado, ella supone que se está vistiendo, siente aún más la sensación de desprecio, de insulto, de puta, que surge de su silencio. Él se va a ir sin decir nada, y siente esa ausencia de palabras como una carencia que no puede soportar. Necesita que la diga algo, aunque sea para insultarla, como ha hecho otras veces. El silencio se convierte en el peor de los desprecios. Si deseaba tanto su culo y lo ha obtenido, ¿Por qué no dice nada sobre él aunque sea para decirla que no le gusta nada? L está crispada por la frustración del desprecio y la de su cuerpo ayuno de la relajación que necesitaba. Ha quedado casi tumbada.

.- Ponte como estabas. – Son las primeras palabras que él pronuncia. Para lo único que él habla es para ordenarla componer la postura ingrata y ofensiva en que la dejara Pol. – Ella, a pesar de lo humillante de la situación y de la misma petición, hace un esfuerzo y adopta la postura. Vuelve a estar asustada por lo que se quiera de ella. No puede volver a dejarla allí. Tiembla pensando en que eso sea lo que se quiera hacer. Piensa en que puedan subir otros a tomarla. No puede tolerarlo. Escucha un ruido detrás suya.

.- ¡AAAHHH!

Ha recibido un golpe tremendo con el calzador, dado con rabia por Riky, que ponía en él sus propias frustraciones, que tienen su causa en la joven y que de esa forma desahoga un poco.

.- ¡Hazlo bien!

Ella no puede evitar las lágrimas, mucho más por el desprecio que por el dolor. Arregla mejor la postura, tratando de disimular su llanto.

ZAS

.- ¡AAAAHHHH!

El golpe ha sido aún peor. Ella ha caído de bruces sobre la cama.

.- ¡Ponte y menéate!

Ya sin tratar de ocultar el llanto, se coloca como él le pide, abierta, ofrecida, sintiendo la humedad en su culo, que se une a la que aún permanece en su coño, comienza a realizar el movimiento de vaivén, mientras las lágrimas caen sobre la colcha. Escucha como se aleja, el ruido de la puerta al abrirse, los sonidos de la fiesta. Queda en la postura que tenía cuando él entró. Está completamente vencida, asustada, temerosa de realizar cualquier movimiento que pueda causarla otro castigo. No sabe que llegará a continuación, R no ha dicho nada, queda expuesta a lo que se quiera de ella.

Riky baja, ha obtenido lo que tanto deseaba y no se encuentra nada satisfecho, achaca a esa puta su frustración, su decepción. Pero tiene que aparecer ante sus amigos como encantado de haber dado por el culo a esa…, la puede tratar de puta, pero hacerlo con una puta no tiene demasiado mérito. Se siente molesto con Pol por haber sido él quien le pusiera a la joven a su disposición y más enfurecido con ella, por no haberle posibilitado esa oportunidad.

Encuentra a su grupo de amigos en torno a Pol, están esperando su regreso, excitados por lo que cuenta Pol, y deseosos de que él añada su experiencia, y en la esperanza de poder ocupar su lugar, si no ese día, algún otro. Aunque sean bastante más jóvenes que Martin y los amigos de este, forman parte del mismo entramado social, por lo que lo sucedido esa noche dejará su rastro entre ellos. L, aún no ha pensado en eso, aunque también sienta que algo ha cambiado y que ella ha quedado o va a quedar, estigmatizada ante sus conocidos.

Riky aparece con la imagen de suficiencia que le gusta ofrecer, sonríe y hace el mismo gesto con la mano que hiciera Pol para indicar que la joven ha “cobrado”. Sus amigos comprenden que la ha dado por el culo como apetecía, quieren detalles, pero él pretende actuar de caballero y no contar nada más que lo estrictamente imprescindible para no dejar completamente decepcionados a sus amigos. Se dirige a Pol.

.- La tienes lista para pasar a recogerla. Será conveniente que baje para que no comiencen a buscarla.

.- Tienes razón. Buen culo, eh.

.- Ya lo creo.

.- Voy a por ella.

.- ¿Y nosotros?

Hay quien no se conforma, los demás también quieren probarla.

.- Pero no podemos hacerlo todos ahora. No podemos organizar un escándalo en la casa.

Lo aceptan a regañadientes.

Pol sube a recoger a L, que permanece en la postura en que la ha dejado Riky, se ha calmado un poco, pero el culo lo tiene amoratado, de los dos golpes caídos sobre los que ya llevaba. Pol piensa que Riky la ha sacudido en firme. “Quizás no se dejaba dar por culo… No, esta se deja”.

.- Bueno, creo que ya has tenido suficiente juerga por hoy. – Cierra la puerta tras sí. La tira el vestido sobre la cama, a su lado, y con él, el reloj. – Vístete. Tienes el reloj.

A L le cuesta moverse y mucho más aparecer desnuda ante el muchacho, pero tiene que hacerlo y acabar. Se incorpora con esfuerzo, recoge el vestido y el reloj, trata de ocultarse utilizando el vestido, aunque sabe que eso no gustará al joven y que puede ganarse otro golpe con el calzador, que ya ha cogido Pol. Al incorporarse, se limpia las lágrimas como puede, comprende que tiene que estar sucia y que debe lavarse. Pol se percata de la situación, piensa que Riky la ha zurrado a base, está con el maquillaje corrido y en chorretones.

.- Límpiate.

Ella va hacia el cuarto de baño, ahora quien no dice nada es ella, humillada, desnuda, vencida. Al verla pasar, Pol siente pena, al tiempo que se pregunta por qué esta así, él la tiene por una puta, a quien hay que domeñar y usar como tal, que eso la podrá humillar si se hace como lo ha hecho él, pero si se deja es porque está dispuesta a consentir, la gusta, los chicos creen que es una puta, de la que hay que aprovecharse. Está buenísima y les ha caído en suerte. Vuelve a pensar en que Riky la ha pegado demasiado y por eso ha llorado.

L sabe que debe darse prisa, recupera la noción del tiempo. Piensa en Martin, mira el reloj, no ha pasado tanto tiempo, apenas media hora, los chicos hacen todo deprisa, pero es demasiado para estar desaparecida. Ella tampoco piensa en las consecuencias con los chicos, solo en las que pueden presentarse con Martin. Se asea rápidamente, pero no puede maquillarse, por lo que solo se limpiará la cara, se percata de que va a aparecer de modo que dará que pensar en que algo ha sucedido durante ese tiempo.

Desde luego, las chicas se darán cuenta que no está bien maquillada. Debía irme enseguida. Tendrá que arreglarse abajo. Se siente vencida, pero sabe que tiene que disimular. Piensa en qué pasará con el chico, con Riky, en lo que contarán, en cómo la verán a partir de ese día.

“Acabará enterándose Martin.”

Se pone el vestido y sale. Quiere aparentar una dignidad y compostura que es imposible de mantener ante quien la ha tratado y usado como una puta. No obstante salé sin mirar a Pol y dirigiéndose a la puerta, como si no le viera, pero teme y mucho la reacción de él, y no puede evitar mirar el calzador que él mantiene en su mano.

.- Veo que tienes prisa por ver a tu novio, no quieres que  recele. – Él recupera su postura resuelta e impertinente, con la que quiere demostrar a L que sigue mandando y que no teme las consecuencias, lo que no le ocurre a ella, de ahí la mención a su novio, para que se aplaquen sus malos modos. – Ella no contesta y ya abre la puerta. – ¡Espera, puta! – La orden la hace temblar en un escalofrío. Tiene miedo a ese chico, vacila en pararse o seguir, escapar, huir, piensa que él no puede dar un escándalo.

.- ¿Qué quieres? – Rompe su silencio, con una frase que quiere ser firme y despreciativa, pero que él encuentra débil y delatora de la falta de alternativas de la chica, que tiene que someterse a sus dictados.

.- Que bajes bien, meneando ese culo de zorra.

.- ¡Pol, no te voy a tolerar más…!

El acerca el calzador al culo de ella, que ante esa presencia da un salto para alejarse, ante la risa de él.

.- Pórtate bien y obedece. Si no eres tonta, ya sabes quien manda, así que espero que no hagas necesario que tenga que castigarte si desobedeces. Procuraré no crearte problemas, pero será tu conducta quien determine lo que merezcas. No pienses que sea ni paciente ni benevolente. Puedes salir.

Al chico le ha salido una explicación serena y hasta convincente. Curiosamente, a L las formas del joven, produciéndola un rechazo por principio, también generaban en ella un reconocimiento al macho, que aunque aún joven, trataba de quitar el puesto a los mayores, quedándose con la hembra que le apetecía, y a pesar de lo que suponía lo sucedido, por todo lo que implicaba y podía implicar, si fuera sincera, reconocería que podía encontrar en Pol unas actitudes y respuestas mucho más gratificantes que las que recibía de M, incluso el uso del calzador. Al salir meneó el culo con descaro, sintió la punzada sobre la zona más sensible de su sexo, que le traía deseos insatisfechos y la aparición de una excitación que había quedado relegada por lo sucedido con Riky, pero que ahora aparecía y parecía querer indicar al macho que llevaba tras ella, que estaba dispuesta, que a pesar de lo que dijera, estaba preparada para recibirle, quería recibirle, ser tomada por él. Sabía instintivamente, que si ese era el sistema para encelarle, incitarle, hacer que deseara volver a tenerla, también lo era para tenerle controlado, para evitar que fuera contra ella. Quizás tuviera que plegarse a sus deseos, a hacer lo que él quisiera, pero podía conseguir hacerlo cuando a ella menos gravoso le resultara, cuando más la conviniera. Por una vez se sintió fortalecida frente a él, con poder, y el bamboleo de su culo era la muestra de su poder. Y como si él aceptara la situación, comentó:

.- Tienes un culo con el que puedes conseguir lo que quieras.

Ella no pudo evitar una sonrisa de satisfacción y confirmación. Sabe que tiene que aparecer lo más normal posible, sin muestras de debilidad y mucho menos de rendición, de capitulación. Baja con aplomo, una vez en la planta baja se dirige a la zona donde está Martin, lleva detrás a Pol, pero se ha desvinculado de él, con la confianza de que delante de los demás no hará nada, pasa cerca del grupo de amigos de Pol, pretende ignorarlos, pero se siente señalada, trata de demostrar descaro les confundirá, al menos que no piensen que sus amigos han conseguido que pase un buen rato. Evita mirarlos. Pol se queda con sus amigos. Debe de tener mucho que contar. Ella sabe que lo contará, y lo teme. Se acabará conociendo.

M, está hablando con sus amigos. Se acerca, le pone las manos sobre los hombros.

.- ¿Dónde te había metido?

.- ¿No te lo imaginas? Pero me he dejado el bolso aquí. Voy a arreglarme un poco.

Ella coge el bolso y va a maquillarse. Cuando vuelve invita a Martin a bailar, no quiere estar con los demás.

Martin propondría verla el día siguiente. No era lo habitual en él.

.- Mañana te paso a recoger. – Había un cambio en la forma de plantear el encuentro, por primera vez él actúa con confianza y seguridad, como si ella tuviera que avenirse a sus deseos. – A ella, que no la gusta ese tipo de pretensiones, en este caso lo encuentra halagador y significativo, piensa que está consiguiendo lo que desea.

.- Eso quiere decir que no hay partido. – Ella ironizaba, al tiempo que trataba de ganar tiempo para encontrar una salida. No podía comprometerse.

.- No seas injusta, solo es una tarde cada dos semanas.

.- Sí, pero la del domingo.

.- A veces es en sábado.

.- Peor me lo pones.

Tenía que encontrar una excusa. Era muy fácil aducir la preparación de un trabajo, pero eso suponía estar en casa y si él llamaba no la encontraría. Pero eso sería lo que alegase, pensando en dejar descolgado el teléfono. Pero tenía el móvil. Comenzaba a percatarse que si quería ir a más con Martin debería estar a su disposición y eso no sería posible en las horas en que tenía que acudir al burdel.

Era tarde y L quería retirarse, y acaso Martin quisiera repetir... Encontró en esta idea la justificación para proponerle irse.

.- Me gustaría estar sola contigo. Nos podíamos ir, ya es muy tarde y nadie se extrañaría.

.- Si tú quieres.

.- Sí.

Cuando subieron al coche, L se acercó a Martin, dándole un beso.

.- Te tengo ganas toda la noche. Vamos a mi casa. – Parecía una propuesta para que se quedara con ella, pero solo iba a serlo para hacer lo que él quisiera, o lo que ella quisiera, en el coche. Ella le hizo aparcar en la calle, en un tramo apartado. – Me gustaría hacerlo como antes, como los soldados.

.- Le has cogido gusto.

.- Me ha gustado antes. ¿Qué prefieres tú?

.- ¿Y tú?

Ella no respondió, se inclinó hacia él y comenzó a abrirle la bragueta, de vez en cuando le miraba con una sonrisa. Buscó la verga y sacándola, se inclinó hasta poder cogerla con la boca. Comenzó a chuparla. Martin comenzaba a animarse y a actuar algo más, indicando con sus gestos lo que deseaba de ella, que comprendía sus apetencias y trataba de colmarlas, siempre manteniendo un comedimiento que diera la sensación de falta de experiencia. Él quería introducir la verga más en la boca de L, para lo que presionaba con la mano sobre la cabeza de ella, que fingía esforzarse por hacerlo, con lo que pudo ralentizar los movimientos para hacer que él no se corriera enseguida y que encontrase unos momentos de más excitación hasta conseguirlo. Eso bastó para saciar los apetitos de él, con lo que fue fácil despedirse.

.- Entonces, ¿mañana? – Ahora, él volvía a preguntar, sin intentar imponer.

.- Creo que no voy a poder salir. Pero, si pudiera, te llamaría. Si quisieras dar un paseo y volver a... actuar de soldado. – Le sonreía.

.- Me encantaría. No sabía que tuviera esa afición por el ejército.

.- Solo con mi soldado. Te llamo yo. A mi también me encantaría. Me voy, no quiero volver a empezar y que pienses mal de mí. Pero la culpa la has tenido tú. Si te hubieras estado quieto cuando llegaste... – Y había sido ella quien comenzara todo.

Cuando deja a M, L lo hace con una sensación de inseguridad que la devuelve a su situación en el burdel. Está intentando atraer a M para paliar los posibles daños de una reacción adversa, del conocimiento de lo que está haciendo, pero se sabe que si eso sucediera, si se hiciera público lo que hace, sus intentos por establecer un cortafuegos de nada servirían. Otra vez se da cuenta de la necesidad de acabar con su presencia en el burdel. Al subir a casa va a mirarse en el espejo, que muestra la imagen de una joven bella pero ofreciendo algo más que un cuerpo que se aprecia mucho más de lo debido. Mira el culo, lo tiene amoratado, se asusta, busca la pomada antiinflamatoria, se la pone. Sabe que se está ganando fama de puta y que eso no puede admitirlo Martin, reaccionará y la desechará. Se quita el vestido y aún es peor, al contemplar las marcas en su carne más íntima.

Necesita lo que Martin no ha sabido darla, y que ni Pol ni Riky han colmado, pero no puede conseguirlo por su cuenta, la señorita se lo tiene prohibido. Piensa en ese mandato, que no es pertinente, que no debe obligarla, que no debe obedecer, pero obedece, se somete, no se atreve a rebelarse, recuerda las consecuencias de hacerlo, pero ya no siente esa humillación de saberse sometida, ahora acepta la situación que se la impone, sin pretender luchar contra ella. La idea de escapar vuelve a su mente, lo hace con calma, con una tranquilidad que no se corresponde con el riesgo que está corriendo por permanecer en el burdel. No sabe si eso es mejor que quemarse la sangre cada vez que se presenta ante ella su situación y los peligros que la acechan.

“Tengo que volver a intentar acabar con lo que estoy haciendo, si no, ello va a acabar conmigo.”

Como no va a intentar relajarse con el placer que su cuerpo necesita, piensa en lo que puede hacer para conseguir escapar del burdel. No sabe ni los días que le quedan de permanencia en él.

La única solución que sigue considerando es la compra de la señorita Laura.

“Podía volver a intentarlo. Esta vez con una cantidad que no pueda rechazar. Aunque tenga que endeudarme.”

“Y antes debo convencer al fotógrafo... También habrá que pagarle.”

“Y acaso tenga que hacer las fotos... Pero tengo que intentar evitarlo.”

Pero las consecuencias de ese día se desarrollarían de forma muy distinta a lo que ella pensaba.