L 10

L comienza a ser consciente de que será muy dificil evitar cumplir con los compromisos que ha asumido

L dejaba el salón, ¿el club? En un estado emocional muy diferente al de otros días. No es que estuviera perturbada, trastornada, era algo mucho peor, se sentía vencida y entregada a su vencedor, se sabía en manos de la señorita, sin potestad sobre su situación, sobre sí misma, hasta el extremo de haber llegado a aceptar su sumisión y las marcas que la califican, que dicen de su especial estado, de lo que el dolor que lleva instalado en el sexo es prueba y permanente recordatorio, a lo que se suma el objeto que penetra su culo, que añade humillación al dolor.

Ahora comenzaba a conocer el auténtico sentido de esa doma que se deseaba para ella. Había realizado lo que jamás hubiera pensado, y mucho menos habiendo demandado ella misma que se la permitiera continuar siendo domada. Al recordarlo no podía creerlo, se había humillado ante la señorita, besando sus pies implorante, aceptando todas sus condiciones para que se ocupara de su doma.

Y en otro aspecto, no menos grave, las fotos, en las que aparecía absolutamente obscena, y que se habían unido a su expediente firmadas por ella, que podían ser utilizadas en su contra, o simplemente como prueba de su disposición a realizar lo que había firmado y, desde luego, como muestra de saber donde se metía, lo que hacía, lo que se hacía con ella, lo que se quería de ella.

Se había entregado a la señorita firmando un documento por el que se comprometía a permanecer en aquel lugar durante 7 semanas, como mínimo, sujeta a unas normas y prácticas que conocía por lo efectuado hasta ese momento, y acaso a algo mucho peor. Incluso había aceptado ser marcada de nuevo.

"No lo soportaría."

"Pero, la señorita ha dicho que se haría si ella lo decidía."

"Quería escapar y he firmado por 7 semanas..., o más, si se me castiga."

"Y si quisiera dejarlo, pueden chantajearme con las fotos..., la marca..."

"Pero 7 semanas, no es tanto tiempo..."

"Y quiere que pague mañana."

"Pero, ¿cómo voy a pagar?"

"¡Encima, pagar!"

"Si no tengo ese dinero."

"¿Y por qué pago a…?" – Ya ni calificaba a la señorita, como si no se atreviera a hacerlo ni siquiera en sus pensamientos, como si hacerlo fuera una blasfemia.

"No quiero pagar si no es con garantías de que se hace lo que yo quiero. No voy a pagar para que la señorita siga como hasta ahora."

L pasaba de unos pensamientos a otros anárquicamente, y a diferencia de otras veces, lo hacía sin fuerza, sin ánimo, sin ningunas ganas de oponerse, de enfrentarse a su situación. Incluso se sentía comprometida al pago que había ofrecido efectuar, cuando la señorita no había dado ninguna garantía de correspondencia. El dolor, siempre presente, actuaba como inhibidor de cualquier posible intento de rebelión, aunque solo fuera de pensamiento. Y encima el modo en que iba vestida, que se hizo presente al ir a salir a la calle, parándose en el portal a mirar a su alrededor asustada de que la vieran. Por un momento primó la forma en que aparecía, sintiendo una especial desnudez surgida del sexo carente de la cobertura de la ropa interior. Todavía en el portal miró para ver cómo estaba la falda, y al mirar lo que vería serían los muslos, mostrados en su mayor parte, haciendo que sintiera con mayor virulencia la desnudez del sexo. Tenía que salir, actuaba como quien cayendo un aguacero, y sin nada con que protegerse, tiene que dejar el lugar que le da cobijo, y con esa sensación salió del portal. Sintió el aire subiendo entre sus muslos y alcanzando su vientre. En un gesto instintivo se llevó las manos a la mínima falda intentando controlar que estuviera en su sitio, temiendo que pudiera elevarse dejando al descubierto culo y sexo y las marcas de los azotes, y el tramo final del cilindro que la enculaba. Pero tenía que caminar según tenía ordenado, con las manos a los lados sin tocar el cuerpo, pero aunque no lo tocara impediría que la falda se elevara, al menos por los costados.

Entonces volvería a preguntarse por aquel lugar. Nada cuadraba.

"Y quieren poder echarme cuando no cumpla. ¿Y qué es lo que no tengo que cumplir, si son ellos quienes deben dar el servicio?"

"Yo pago y con eso puedo reclamar que ellos cumplan. Y resulta que pago y son ellos quienes pueden echarme cuando quieran."

"Esto es una casa de locos."

"De locos que me tienen en sus manos."

"Lo que no debería haber hecho es venir aquí... Pero no sabía dónde me metía."

"¿Y cómo he podido entregarme de esta forma, ponerme en manos de esa gente?"

"Me tienen cogida."

"Pero, ¿para qué? ¡¿Para qué?!"

"¿Qué ganan con ello?"

"Si yo pago y paga mi empresa, ganan mucho. Pero, es demasiado complicado, tiene que haber algo más."

"Tengo que saber qué es esta casa."

Seguía con los pensamientos descontrolados, quizás propiciados por el dolor, que permanecía en su carne sin apenas descender, haciéndose cada vez más difícil de soportar. Quería llegar a casa y tomarse un calmante.

"Y en la empresa tampoco he dicho nada, ni me he opuesto a continuar, solo he dicho que quería ser yo quien decidiera cuando dejar de acudir. No he ofrecido ningún detalle que indique lo que sucede."

"No puedo hacer nada, estoy cogida."

"Tendré que soportar todo lo que me impongan. Si digo algo en contra..., si quisiera rebelarme, bastaría con que mostraran las fotos... Es imposible que haga algo en su contra. Tengo que amoldarme a todo lo que se quiera de mí."

"¡¿Pero qué quieren?!"

"¡¡¿Qué quieren?!!"

Comprendía que todo aquello se hacía por algo, previendo que no podía ser nada bueno para ella. Su esperanza estaba en acabar, en que se cumpliera el plazo y, acaso, en poder disminuirlo.

Sentía la marca quemándola, lo mismo que el culo por los azotes recibidos. Buscaba el aire que pudiera llegarla para conseguir cierto frescor, ahora la ausencia de ropa interior era un alivio, y la cortedad de las faldas también. Pero el sexo desnudo aparecía añadiéndose al dolor, como si este se viera favorecido por la desnudez. Temía que fuera visto y que se pudiera conocer que las marcas que llevaba en él eran dolorosas, que había sido marcada con dolor, como si fuera una res; que estaba en manos de otro, en poder de otro, pues eso significaba la marca que se le había puesto. Como se marcaba a los animales para que se conociera quien era su propietario.

"No debía haber permitido..., pero, cómo oponerme..., estaba cogida, me había comprometido..., de no hacerlo la señorita habría informado en la empresa..., no podía hacer otra cosa."

"Tengo que enterarme de cómo se quita la marca."

"Luego lo haré."

"Y la anilla de la nariz..."

"¡Voy como un animal!"

Anduvo deprisa, buscando la acera menos concurrida, con el dolor presente y sin intentar disimular las formas obligadas, estaba demasiado cercana a la casa como para arriesgarse a incumplir. Si se había ido acostumbrando al contoneo descarado y, en parte, a la forma de vestir, ese día ambos se hacían patentes, avergonzándola y consiguiendo que el dolor se convirtiera en otra fuente de vergüenza.

Aparecía ante ella su situación con toda crudeza. No comprendía cómo podía estar en ella ni cómo se comportaba como lo hacía, pero ni lo eludía ni se planteaba romper con su estado, al revés, mantenía las formas que ponían de manifiesto lo anómalo de aquel.

Llegar al coche fue un alivio, pero sentarse sería un pequeño tormento, lo haría poniendo la pierna izquierda doblada sobre el asiento, para apoyarse lo menos posible y evitando la zona más dolorida. Y si las precauciones se dirigían a controlar los roces y el dolor, no podía olvidarse del objeto que llenaba su culo y que podía salirse si la postura favorecía la tendencia natural a expulsarlo. Quería verse el culo, ahora el temor se centraba en lo que pudieran haber hecho los golpes en él.

La molestia hacía que tuviera que cambiar las posturas para encontrar otras menos cansadas, lo que propiciaba el desacomodo de la falda, que dada su cortedad, en cuando se descuidaba dejaba la entrepierna al aire, de lo que al apercibirse, se veía obligada a cambiar la posición de las piernas para evitarlo, pero sin poder evitar el dolor al hacerlo.

Llegó a casa. Allí podía aparcar el coche en el garaje, antes de salir de él miró a todos los lados para ver si había alguien, y luego al llegar al ascensor, esperó, temerosa, que nadie saliera de él. Una vez en casa fue directamente a mirarse en el espejo. Si la referencia a la hembra era lo que aparecía en primer término, su mirada se dirigió al número en su sexo, mayor y mejor marcado. Se quedó mirándolo, acrecentándose la sensación de ser propiedad de otro. Veía su sexo de modo completamente diferente a como lo había percibido hasta entonces. Ahora era la zona que la identificaba como alguien diferente. Surgió otra duda:

¿Quién iba a ver esa marca, ese número?

¿Ante quién la distinguía y la individualizaba?

¿Por qué ese número?

Era la 73 ¿de qué conjunto? ¿Quiénes llevaban los otros números?

Entonces aparecían en su mente los comentarios de la señorita. Era la hembra 73, pero se quería que fuera la marrana 73. Al pensarlo no podía evitar el temor a lo que eso llevara detrás, que no quería ni imaginar.

Otra vez aparecía la necesidad de conocer qué era el lugar al que acudía.

Con mucho cuidado pasó un dedo por la marca, seguía quemándole, pero no parecía que hubiera modificado la textura de la piel que mantenía su suavidad. Era como si se hubiera impregnado de color rojo en su interior y éste saliera desde dentro.

Las letras eran más pequeñas y de un color menos fuerte, y el aviso de que se irían diluyendo la tranquilizaba, no así los números, que aparecían firmemente implantados en su carne.

Miró el culo, allí estaban las señales, de los 3 últimos golpes y de otros anteriores, aquellos bien marcados y más profundos, dejando unas líneas dobles y moradas en las que la piel aparecía rota en varios sitios, principalmente en aquellos en que se habían superpuesto dos golpes. No parecían que fueran a quedar permanentemente, lo que supuso un alivio, pero, sin duda, tardarían días en desaparecer. Y entre ellos se distinguía el negro contorno del falo. Se quedó mirándolo, apretó los carrillos del culo como si quisiera sentirlo, incluso hacer que doliera. Podía retirarlo pero no lo hizo, como si temiera quebrantar el mandato de la señorita.

"Pero, ¡qué locura es esta! ¡Y lo que he permitido que hicieran!"

"Si estoy mucho peor que ayer, que esta mañana, cuando estaba decidida a irme de ese lugar y no volver."

"Y he sido yo quien ha pedido que me dejaran continuar."

"¡No puede ser, no puede ser!"

Por momentos, parecía desesperarse al pensar en la posición en que había quedado.

Había considerado llamar al fotógrafo pero ya no encontraba razón para hacerlo. Tenía que pensar algo diferente para romper con el club, con su doma.

"Si no lo hago, tengo 3 semanas terribles por delante." – Quiso pensar que entonces podría desdecirse de lo firmado.

"Es una solicitud, y podré dejarla sin efecto cuando quiera."

"¿Y si no quiere la señorita Laura?"

No era una pregunta que se atreviera a contestar, pero seguía pensando, o quería seguir pensando, que una vez pasado el plazo fijado por su empresa, el que satisfacía a los de MCM, ella podría escapar de allí, que nadie se lo iba a impedir.

Se percataba que había mucho de voluntarismo en sus pretensiones. Ese mismo día había pensado que ya poco más podían demandarla en el club y ahora llevaba una marca en su sexo, que era prueba de hasta donde podía llegarse con ella.

"Y cada vez estoy en peor situación. Hoy tienen unas fotos mías que me hacen aparecer como una fulana."

Había querido escapar y se encontraba mucho más sujeta.

"Veremos qué hace la señorita, si pago es para algo."

Pensó que si pagaba podía encontrar en ese pago la prueba de un chantaje, por eso se sometía a lo que se la obligaba a hacer, pero era una justificación que podía volverse en su contra, y más después de la conversación que había grabado la señorita. Volvió a pensar en no pagar, para regresar a los pensamientos anteriores, y luego a la última esperanza que le quedaba.

"Mientras nadie conozca lo que sucede, estoy relativamente tranquila."

"Lo que no puedo permitir es que mi situación sea conocida, eso me destruiría."

Parecía olvidada de todo lo que había supuesto para ella las demandas e imposiciones de la señorita durante esos días, y en que cada día que pasara sometida se incrementaba el riesgo de ser descubierta.

Volvió a pensar en el pago comprometido, si pagaba sería para controlar lo que estaba sucediendo, no quería hacerlo si no era para conseguir que la señorita actuara como ella quería. Había pensado en que la señorita actuara conforme sería lógico, es decir ofreciendo una contrapartida, pero ahora pensó de forma muy diferente. ¿Y si todo era un modo de decirla que estaba obligada a pagar? Muy bien podía ser que la señorita quisiera mandar un mensaje sobre lo que sería su situación si no pagara. La tenía en sus manos y si no cumplía con su compromiso las consecuencias para ella serían muy graves. Tenía que pagar.

"Va a sacarme un dinero que no tengo."

"Pero, ¿cómo evitarlo?"

Asustada llamó al banco para preguntar su saldo y la posibilidad de utilizar el ofrecimiento de crédito.

El saldo del que disponía era escaso, pero el crédito podía utilizarlo de inmediato solo tenía que pasar a formalizarlo, y podía pedir una ampliación hasta un 50% más si lo precisaba. La única condición era tener el ingreso de la nómina en el banco, y eso ya lo cumplía.

.- Entonces, ¿si quisiera disponer de 60.000 podía hacerlo?

.- Según su nómina puede hasta 42.500. – Temió no conseguir la cantidad comprometida. Pero había algo más. – Puede ampliar en un 50%. Son las condiciones que el banco ha ofrecido a los directivos de su empresa. – Aún quedaba alguien que seguía considerándola con alguna importancia…, y algún valor. Tenía que conservarlo. Se sintió un poco mejor.

"Volveré a recuperar mi posición. Todo esto pasará enseguida."

.- ¿Y yo qué tengo que hacer?

.- Pasarse por aquí y firmar.

.- ¿Podría ir mañana temprano?

.- Cuando usted quiera. Solo precisamos la confirmación escrita de su situación en la empresa, que pediremos esta misma tarde o mañana a primera hora de la mañana, si hoy no pudieran enviarla. Si desea venir mañana podemos tener todo preparado y que solo tenga que firmar. ¿Cuánto precisa?

.- Pues me gustaría el total, para no quedarme sin nada en la cuenta. – Pensó que cuando pagara se quedaría sin nada. Se le ocurrió que la señorita lo quisiera en metálico, pero ¿qué le convenía a ella? No lo sabía. Preguntó: – ¿Podría llevarme algo en metálico?

.- Sí. Pero nos lo tendría que decir para tenerlo, si es mucho.

L pensó en llevar una parte en dinero, por si era lo que quería la señorita y no enfadarla.

.- ¿Podía ser 15.000?

.- Sí.

Al menos eso parecía tenerlo resuelto, pero con la sensación de estar siendo timada.

Estaba cansada, pensó en no acudir a la oficina, quedarse en casa dejando que se mitigara el dolor, se había tomado un calmante que comenzaba a hacer efecto.

Al final de la mañana de ese mismo día J recibiría, con una mezcla de alivio y perturbación, la notificación del club sobre las 7 semanas de permanencia de L en él, que la joven acababa de firmar. Suponía asegurarse una continuidad que, muy probablemente, significaba la consecución de su objetivo, y ahora que podía comenzar a tranquilizarse aparecía un temor especial, que se centraba en el siguiente paso a dar, en la puesta de L a disposición de los clientes como una marrana más, como una prostituta. Al pensarlo le resultaba difícil creerlo, quedándose callado al escuchar al director.

.- Como verá, cumplimos nuestras previsiones.

.- Y creo que ésta no era nada fácil. Aún me cuesta creer que la joven...

.- La marrana. – Es conveniente emplear los términos apropiados, ayuda a tratar a cada cual según su condición.

.- Sin duda tiene usted razón. – Pero era en eso en lo que él pensaba, en la marrana que se quería que fuera L, en lo que eso significaba, y era eso lo que le asustaba.

.- Se la ha marcado y numerado.

J se movió, nervioso, en el asiento, comenzaba a sentir el alboroto que suponía ese tipo de referencias.

.- ¿Qué significa?

.- Pues que lleva grabado su nombre de Hembra encima del coño y el número que la corresponde en ambos lados, sobre los labios.

J, permanecía callado, como asimilando lo que escuchaba. Cada vez más alterado.

.- Tiene usted que vérselos, seguro que le gustarán. Están en rojo. El número es definitivo, es el mismo que le corresponde como marrana.

.- ¿Cuál es?

J preguntaba por decir algo, casi incrédulo ante lo que le contaba el director, deseando que este siguiera explicando, aunque supusiera incrementar su ansiedad y excitación.

.- El que tenía asignado y reservado desde el primer día, el 73. Era el que entonces estaba disponible por vacante de su anterior poseedora. Una espléndida marrana, que dudo que esta pueda igualar.

.- Pero..., está respondiendo bien... – J no podía evitar poner de manifiesto su principal preocupación.

.- No lo hace con la raza que nos gusta para nuestras marranas. Pero nos servirá.

A J no le gustó el comentario, era como devaluar a la joven que él había presentado.

.- Es muy guapa.

.- Y la sacaremos partido. – J venció su escozor, al fin y al cabo lo importante no eran las cualidades que encontraran a l en un burdel, si no creaban problemas para quedarse con ella. Cambió de tema.

.- Y... ¿ha sido difícil marcarla?

.- En absoluto, no ha mostrado ninguna oposición y eso que conocía que iba a ser doloroso e indeleble. – J, a pesar de la conmoción que le había producido y del deseo imperioso de saber más, estaba tan alterado y ansioso de escuchar, de contemplar la marca, que permanecía en silencio. Sería el director quien ofreciera lo que sin duda sabía que gustaría a su interlocutor.

.- Solamente quiero decirle que si tiene interés en ver la marca puedo enviarle unas fotos con un propio ahora mismo.

.- Muchas gracias. Las esperaré.

.- Se le entregarán en mano, a usted personalmente. Si desea que se efectúe algún cambio en los horarios de estancia de la marrana en el club, díganoslo.

.- Dados los resultados de su permanencia en ese lugar no tendríamos el menor inconveniente si se prolonga su estancia en él.

.- Haremos lo que podamos. – El director reía.

.- Por supuesto, se pagaría el exceso de horas.

.- Eso se lo cobraremos a ella. – Ahora, quien reía era J, descargando, con ello, parte de la tensión que estaba acumulando. – Por cierto, la marrana ha ofrecido pagar la doma a su domadora.

.- ¡Qué! – J no entendía.

.- Por lo visto desea una doma de primera. – Contestó riéndose el director, sin que J consiguiera comprender.

.- Pero

.- Es natural. Ya sabemos que gusta lo mejor y eso siempre es caro. – De nuevo el cinismo del directo ponía nervioso a J, que no lograba entender lo que había detrás de ese anuncio de pago.

.- Pero, ¡si ya pagamos nosotros!

.- Pero ella quiere que su domadora se sienta motivada para brindarle la mejor doma, y estoy seguro que la va a conseguir, aunque quizás no sea tal y como ella piensa. Pero eso es lo que suele suceder. De todas formas tendrá la doma que precisa.

.- ¿Y cuánto ha ofrecido?

.- Ella ofrecía 40.000

.- ¡Qué! – El otro rió.

.- Pero ha llegado a un acuerdo y pagará 70.000. – Volvía a reír, ante la incomprensión de J, que no podía creer lo que escuchaba. – Lo que está más en concordancia con lo que quiere recibir a cambio.

.- ¿Y de dónde saca el dinero?

.- Eso no se lo hemos preguntado. Yo no sería partidario de prestárselo. – J comprendió que quería decirle que no se lo prestaran, lo que indicaba que quería que la joven, si no lo tuviera, estuviera obligada a pedirlo prestado y después a devolverlo sin las facilidades que podía conseguir en la empresa. Lo que iba a corroborar el director. – Supongo que se querrá saber para qué lo quiere, y en todo caso, bueno sería preguntárselo…, si lo pidiera.

.- Lo tendremos en cuenta. – J también pensó que no sería conveniente prestárselo si lo pidiera.

.- No sean generosos. Es bueno no darle facilidades.

.- Lo comprendo.

.- La doma es mejor cuando hay tensión.

"Y más fácil." Pensó J.

.- Supongo que las 7 semanas comprometidas serán tiempo suficiente para domar a la marrana.

.- Por supuesto. Debe ejercitarse en acciones que no ofrecen especial dificultad a una marrana. – Incidía en el tipo de apreciaciones que superaban a J, siempre temeroso de la respuesta que pudiera dar la joven, que, en cambio, nunca parecía preocupar al otro. – Lo que deberemos determinar, es el momento en que se pase a estabularla definitivamente.

.- Espero que se pueda hacer según lo que ustedes crean más conveniente.

.- Me agrada escucharlo. Por nuestra parte se podrá recogerla de modo permanente bastante antes de que se cumplan las 7 semanas, por lo que deberán decirnos cuando lo consideren oportuno. Nosotros señalaremos el momento en que consideremos adecuado hacerlo.

.- Muchas gracias. Por nuestra parte hay un par de asuntos que interfieren en la respuesta, ya los conoce usted. Aunque también nos gustaría que la recogieran cuanto antes.

.- Ahora podemos frenar un poco para que tengan tiempo de solucionar esos asuntos.

.- Si no supone retraso en lo fundamental. – J no quería que pudiera crearse ningún problema con motivo del retraso. El otro entendió.

.- Veo que no quiere arriesgar. A nosotros tampoco nos gusta. Así que si estamos de acuerdo la tendremos de externa. – J supuso lo que quería decir, pero quiso asegurarse.

.- Supongo

Sería el director quien acabara.

.- Comenzará a ejercer su nuevo oficio pero no se quedará a pernoctar.

.- ¿Y cuándo? – Preguntó tratando de controlar que se notara en la voz el nerviosismo que había generado la manifestación del director.

.- Empezaremos a prepararla ya.

J pensó en qué consistiría la preparación, quería preguntarlo. Lo hizo indirectamente.

.- Pensaba que ya estaba siendo preparada y muy bien.

.- Más específicamente en lo que deberá ser el ejercicio de su nuevo oficio y conocer cómo reacciona ante ello.

.- Mal.

.- No lo creo. – J no podía aceptar que L se prestara sin más a ser prostituida.

.- Enseguida saldremos de dudas…, saldrá de dudas. Nosotros pocas tenemos. ¿Cuándo quieren tenerla en la oficina?

.- Me gustaría que, al menos por unos días, viniera por las tardes, aunque fueran incompletas. Quiero que pueda lucirse. – El otro rió.

.- Me parece una buena idea, hay que sacar partido de ello, y eso siempre agrada a las mujeres. – Seguía con sus comentarios descarados. – Entonces haremos que permanezca hasta después de la comida en el club. Si es que eso no les crea problemas.

.- En absoluto.

.- Aunque es probable que algún día tenga que quedarse hasta más tarde sirviendo a los señores clientes. – J pensó en la clase de servicio que tendría que hacer. Ese hombre siempre conseguía acabar alterándole.

.- No habrá problema.

.- Estupendo. Luego tendremos que pedirla que se quede más tiempo, sin crearles problemas a ustedes.

.- Lo más importante es que se resuelva a plena satisfacción el asunto principal.

.- Estamos de acuerdo.

.- No sé si le he comentado que las pruebas fotográficas se han de realizar en 3 semanas, lo que nos condiciona un poco. – J quería que lo que hubiera que hacer en el club no supusiera el incumplimiento de lo dicho a MCM.

.- No creo que el ejercicio de su nuevo oficio vaya a crear problemas, al revés, seguramente estará mejor dispuesta.

.- Lo decía solo por los tiempos. Supongo que ir holgados será más cómodo.

.- Hay que ir acomodados a las peculiaridades y necesidades de cada domesticada, y a los tiempos que marque su instructora. Pero indicaré a la que se ocupa de la marrana 73 lo que queremos, para que trate de acomodar la doma a ello.

J no podía por menos de sonreír ante los términos que empleaba el hombre. Luego, la referencia a la "marrana 73" volvió a producir efecto en J. Y L llevaba ese número grabado en el sexo. Quería verlo, aunque solo fuera en foto.

.- Muchas gracias. – J, que quería acabar cuanto antes y tener a L estabulada, llegado el momento prefería alargar el plazo de preparación, temeroso de lo que pudiera suceder si la joven reaccionaba, se sentía menos intranquilo si el paso de L al "oficio" no era inminente. Pero el director no le iba a asegurar esa tranquilidad.

.- Aunque la domadora tiene su ritmo y no es conveniente romperlo si no es por algo importante.

.- Lo comprendo. ¿Y qué ha firmado la marrana? – J estaba deseando hacer esa pregunta. Estuvo esperando que el director lo explicara, pero como no lo hiciera sería él quien lo preguntara.

.- Su permanencia en el club para recibir el adiestramiento apropiado a su condición. Resumiendo, la doma, como marrana, por supuesto, y según las maneras que son propias del club, tanto en la instrucción como en los castigos. De paso agradece al club la colocación de las marcas y la anilla.

.- ¿Ha aceptado su nuevo…? – Le costaba referirse a lo que se pretendía de L.

.- ¿Oficio?

.- Sí.

.- No tiene que aceptar nada, solo obedecer.

J, cada vez más perturbado, no quiso seguir preguntando, quedándose con la duda de sí se habría mencionado expresamente, y L aceptado específicamente, el ejercicio de ese oficio. Pensó que no, de hacerlo podrían pedírselo sin más, lo que aportaba otra intranquilidad.

.- Mañana irá a hacer su primer reconocimiento médico. – Era otra indicación sobre la inminencia de la puesta en servicio de la joven.

.- Pero… tal y como debe de estar… - J hablaba de la situación de L mientras pensaba en que habría que esperar a tener los resultados de los análisis médicos para ponerla a "servir", lo que disminuyó su inquietud. Querría asegurarse.

.- Que deje constancia de ello.

.- Pero… - A J no le cuadraba que la muestra que debía efectuar fuera acogida por un doctor sin plantear preguntas y acaso pedir explicaciones.

.- Me parece que le preocupa.

.- No puedo evitar pensar que no debe de ser una situación aceptable para un médico.

.- Le aconsejará que sea prudente y no se dedique a determinados juegos. Aunque, ya se sabe lo difícil que es convencer a una marrana. – J notaba el sarcasmo del hombre.

.- Los resultados de los análisis ¿tardan mucho? – Preguntó para saber la dilación que tendría el comienzo de los servicios.

.- No. Tenemos esos días de preparación y, acaso, alguno más, si lo creemos oportuno. Pero no serán muchos. Eso sí, podremos estar seguros de ponerla a trabajar en condiciones apropiadas.

A pesar de la preocupación que sentía, J no pudo evitar una sonrisa ante la desfachatez del director. Luego pensó que ese examen médico tenía que indicar a L lo que había detrás de todo aquello, si es que aún no se había dado cuenta. De nuevo temió por la reacción.

"Este asunto me está produciendo muchos más sobresaltos de los que pensaba. Podía haber ideado algo más sencillo para quitarnos a L de en medio."

"Todo por seguir a T en su pretensión de tenerla de puta."

Al recordar ese aspecto volvió a inquietarse pensando en cómo respondería L cuando se la pusiera ante esa contingencia. Era otro obstáculo a superar, y ya eran demasiados.

"Voy a pasar unos días de intranquilidad. Debería decir que se la estabulara ya y acabar de una vez."

Pero sabía que no era conveniente hacerlo hasta que estuviera todo bien amarrado, precisamente para evitar sobresaltos.

"Ya va todo demasiado deprisa."

Sus pensamientos le habían distraído de la conversación. La voz del director le devolvió a la situación.

.- ¡Ah! Y para que disfrute un poco va enculada y sin bragas. – J escuchó una risa antes de que se cortara la comunicación. No supo si el disfrute que mencionaba el director se refería al propio J o a L.

La imaginación del objeto en el culo de la joven provocó en J tal conmoción que se incorporó del sillón como si necesitara moverse para controlar la reacción. Tenía que contenerse para no mandar buscar a L y que fuera inmediatamente y ver el objeto en su culo. Y si no podía hacerlo, pensó en acudir al club y desahogarse con una de sus marranas, pensando en que era L y que muy pronto sería a ella a quien pudiera usar como marrana.

"Pero tampoco puedo. No debo arriesgarme a que se me vea por allí."

Esperaría nervioso, ansioso y preocupado la llegada del sobre, que no tardó en aparecer. Cuando lo abrió encontró mucho más de lo que pudiera haber pedido e imaginado.

"No se las puedo enseñar a T, a saber que haría. Es asombroso a lo que han llegado con L..., y más aún que ella lo esté permitiendo y soportando. Eso es incomprensible."

J contemplaba, absorto y admirado, a L mostrándose completamente desnuda, con el coño depilado, la palabra HEMBRA sobre él, y en los labios los números 7 y 3, que miraba incrédulo, como si fueran a desaparecer, sin hacerse a la idea que no podían quitarse. Y no paraba ahí la exhibición, porque lo hacía con las piernas en alto, separadas, por lo que se podía apreciar el culo, con algo que sobresalía y que llevaba metido en él. Al comprender lo que era y pensar que aún lo llevaba en el culo, volvió a pensar en llamarla.

Volvió a las fotos, no solo por verlas, también por distraerse de la ansiedad que había creado el pensamiento de la joven con el objeto en el culo. Miró otra foto en la que la propia L separaba los labios del sexo para mostrarlo mejor, de modo que solo alguien muy desvergonzado haría. Y otras en las que lo que separaba eran los carrillos del culo, para que se pudiera ver mejor la entrada al agujero, esta vez libre del objeto que en la anterior tenía en él. Y otra metiéndose unos dedos en el culo..., y en este unas marcas que no podían corresponder más que a huellas de una caña o una fusta. Y otra en la que aparecía en la boca el mismo objeto que antes tenía en el culo, mientras se metía unos dedos en este, y con la argolla, que caía sobre el labio, dejando visible la misma marca de HEMBRA, en el sexo y en la anilla.

J conocía lo que se estaba haciendo con L, pero al verlo fotografiado, compendió que la joven estaba mucho más sujeta de lo que él había supuesto, pero lo que no comprendía era como se podía haber conseguido. La presencia de L en el club era libre, podía rechazar todo aquello, simplemente no acudiendo al club. A J no le parecía posible que se hubiera conseguido sin más, tenía que haber algo detrás, algo que él no conocía, si no, era imposible que L se amoldara a esa situación, a permitir que se la tratara como una puta, peor, como alguien a quien se puede hacer cualquier cosa. Aunque comprendía que, una vez alcanzada la situación en la que estaba eso mismo se convertía en el mejor y más firme medio de mantenerla en el club, de imponerla lo que se quisiera.

Volvía a mirar las fotos. Haciéndolo más como si quisiera confirmar que era cierto lo que había visto, que por el aspecto lúbrico. Se detuvo en las marcas grabadas en la carne, pensando en que no se podían quitar y que ella lo sabía.

De inmediato enviaría una nota a L para que pasara por su despacho, pero esa tarde no aparecería por la oficina, lo que J consideró completamente normal, después de lo sucedido esa mañana, debería estar recuperándose. Incluso se alegró de que no apareciera, él también necesitaba tranquilizarse y recuperar el dominio de sí mismo que no estaba muy seguro de mantener si aparecía la joven y pensaba en que lo hacía llevando el objeto en el culo.

Ya estaba convencido de que la situación para L era irreversible, la existencia de las fotos hacía casi imposible que prosperase cualquier intento de huida, si es que la joven se quisiera arriesgar a plantearlo. Y, para él, la situación también se había despejado, ahora podía demandar lo que quisiera, sabiendo que la chica no podía realizar ningún movimiento que significara aparecer como vinculada a un club, que era un burdel y al que pertenecía de modo voluntario. Llevaba 6 días en aquel lugar y ya la tenían cogida. Era muy difícil de creer, tanto que J, siempre cauto, se dijo que aún no había que cantar victoria, y que mejor era esperar unos días más. Pero él estaba deseoso de probar a la "marrana" y comprobar si respondía conforme a lo que esas fotos hacían prever.

Luego pensó en la ausencia de esa tarde, de repente creyó ver en ello un posible intento de huida, de preparación de una salida, podía estar consultando con alguien, buscando un abogado, ahora quien tuvo miedo fue él, no solo a romper con la situación que tenía en el club, también, y sobre todo, a que ello creara un problema que le salpicara. Era uno de esos momentos en que las posibles consecuencias de lo que estaba haciendo aparecían ante él, poniendo en tela de juicio la prudencia de sus pretensiones.

"No puede hacer nada, la aparición de esas fotos sería demoledora. Y es consentidora."

"Y, dentro de lo que cabe, yo he sido quien se ha opuesto a casi todo, sería quien más limpio apareciera."

Pero, no le agradaba nada que saltara algo que pudiera salpicar a la empresa, sabiendo que sería casi inevitable que se produjeran daños inducidos. A pesar de ello, no podía evitar el deseo de ver a L en su nueva forma de vestir, y que la vieran todos, que se paseara por la empresa, que demostrara su aceptación voluntaria. Pensó en decir a la secretaria que llamara a casa de L para saber si estaba allí, pero no quería dar la ocasión de hacer pensar a la joven que hubiera algún tipo de conexión con lo que sucedía en el club.

Pero, si J tuvo esos momentos de vacilación y temor, que le impidieron cantar una victoria que había creído conseguida, de lo que estaba seguro era de poder destruir la trayectoria profesional de la joven. L no podría hacer nada para evitarlo sí acaso tuviera la intención de luchar, cosa bastante improbable, ya que lo mejor para ella sería amoldarse y someterse a lo que se quisiera de ella con tal de evitar la aparición de las fotos. "Es muy difícil que se pueda soltar del anzuelo. La tienen cogida".

Pensó que estaban de más las fotos que pudiera hacer el fotógrafo, nunca serían como las que acababa de contemplar, pero no iba a parar el desarrollo de la prueba fotográfica y menos aún, que L se convirtiera en la modelo de la comida de gatos. Todo estaba en marcha y discurría conforme lo tenía previsto, así que dejaría que fuera transcurriendo y añadiendo nuevos hitos a los logros de la marrana.

Lo que acababa de contemplar supondría la relajación de la tensión anterior, renovando su fe en el buen hacer del club. Incluso se animó a participar más activamente en la sujeción de la joven, sabiendo que ya estaba muy sujeta y que había poco riesgo en actuar también en la empresa, poniéndola en evidencia ante sus gentes.

A la mañana siguiente, L se despierta desasosegada y cansada. No ha dormido bien, el recuerdo de lo sucedido en el club y el dolor de la marca y los azotes han hecho imposible el descanso reparador. El recuerdo del reconocimiento médico que debe hacerse ese día renueva sus miedos y ansiedades, tener que mostrarse tal y como está y tal y como viste es algo que la humilla y avergüenza.

Se levanta, lo primero que hace es ir a ver las marcas que lleva en el sexo, todavía le molestan los números sobre el lateral de los labios, aunque mucho menos. Al verse no puede evitar esa sensación de haber entrado en otro estado diferente, de estar más atada, más sometida. Piensa que es lógico tener esas ideas, pues de alguna forma las marcas que se le han impuesto suponen una manifestación de dominio y más si han sido hechas sin tener en cuenta su voluntad, contra su voluntad. Luego examina las marcas de los azotes, las heridas siguen visibles aunque cerradas.

Se ducha con cuidado. Se acicala siguiendo las pautas marcadas por la señorita, sin atreverse a incumplirlas, ese día resulta mucho más peligroso desobedecer, es muy probable que puedan enterarse de cómo ha ido al reconocimiento.

Se pone las nuevas prendas, tiene que vestirse con las mismas del día anterior. Ahora se arrepiente de no haber comprado alguna de recambio al dejar el club, pero no estaba para pensar en ello. L vuelve a notar la diferencia con las anteriores, si aquellas no le gustaban y hacían que se sintiera poco menos que una fulana, con estas esa sensación se acrecienta.

La camiseta deja una zona al descubierto sobre el ombligo, que se completa con la falda más baja desde la misma referencia del ombligo, lo que supone una franja desnuda que tiende a agrandarse con los movimientos que hacen que la camiseta suba un poco más. Por abajo, la falda se eleva hasta alrededor de 2 tercios del muslo, y si intenta subirla para cubrir algo más la tripa, descubre aún más los muslos. Las sandalias vienen a dar el toque definitivo a una imagen de fulana que es demasiado patente, y que el maquillaje afianza e incrementa. Y la anilla con la palabra que la señala y que se quiere convertir en su nombre, si es que no es el de marrana el que se quiere por tal.

No ha querido mirarse con la ropa interior para no sufrir la vergüenza de verse mostrando todo lo que aquella debería ocultar. Nota el sexo encuadrado por las tiras del tanga que logran que sienta aún más su desnudez. Piensa en lo que supone una falda tan corta sobre un tanga sin entrepierna, y en el cuidado que deberá tener de ahora en adelante para no dejar ver lo que el tanga no cubre.

Se alegra de la compra que hiciera de dos chaquetillas, ahora se puede poner la más corta que cumple con la orden de la señorita de dejar visible unos centímetros de la falda, aunque está confeccionada para llevarse abierta por delante, lo que implica un menor abrigo y sobre todo, no llegar a ocultar la cintura. Pero, aún así, supone una mejor manera de vestirse, y tanto el material como la hechura denotan calidad. Se ve en el espejo antes de salir, incluso para una adolescente sería una falda demasiado corta. Menos mal que las señales dejadas por los golpes en los muslos se han diluido bastante y en su mayor parte se disimulan bajo las medias, no así las del culo que aún permanecen netas y claras, pero quedan ocultas por la falda.

"¿Qué pensaran de mí al verme?"

"Por la calle creerán que soy una buscona. No podré bajar del coche… Pero, lo malo es en la empresa. Tengo que dejar de ir. El presidente dijo que podía estar fuera todo el tiempo que precisara. Me inventaré más horas en el club… Pero, está J. Tendré que arreglarme con él."

Luego, sería el reconocimiento médico lo que centrara su preocupación, acrecentada por la forma en que tiene que ir vestida, vuelve a verse como una puta, sabiendo que va a aparecer como tal delante del médico y las enfermeras. Piensa en quitarse el maquillaje, pero no se atreve, si es un lugar con el que el club tiene una relación frecuente es muy probable que pueda obtener información fidedigna sobre ella. Teme el castigo de la señorita. Ya pensaba en el castigo como algo normal, que se le pudiera imponer y ella tuviera que sufrir con naturalidad.

L dedicará buena parte de la mañana al reconocimiento médico, que supone el mal trago que imaginaba, tanto por su apariencia, que hace que se vea como una fulana, como por el propio examen que no ahorra molestia ni exploración, que aportan la constante percepción de estar centrados en aspectos sexuales, desde el historial médico que le hace la enfermera, incidiendo en temas tales como enfermedades venéreas, hasta el propio reconocimiento y las recomendaciones del doctor sobre las prácticas que, parece dar por supuesto, realiza.

L permanece violenta y alterada, sabiendo que las muestras que ofrece dan pie a suponer que es una prostituta, lo que implica que el club sea un burdel.

L trata de enterarse de todo lo que puede en relación con las heridas producidas por los golpes, que no parece que vayan a permanecer. Respuesta muy diferente obtendrá sobre la marca del sexo que, para su desazón, la enfermera explicará que es indeleble. Y cuando ella, asustada, indica:

.- Pero…, los tatuajes se pueden quitar.

Recibe una respuesta perturbadora.

.- Este tipo es más difícil de hacer desaparecer. No sé si se ha conseguido lograrlo.

Pero si la confirmación de lo que implica la marca que se le ha puesto tiene perturbada a L, serán las recomendaciones del doctor lo que aporte la señal más temida sobre el lugar al que acude a diario. Después de indicar a L todas las cautelas que debe tener y las precauciones que debe tomar, así como lo las medidas de profilaxis que debe aplicar, siempre con el fondo de una actividad carnal que aparece, como mínimo, como promiscua, hará un comentario que deja a la joven abochornada y asustada.

.- Atiende a todo lo que se te diga en el club y cumple perfectamente con todos los sistemas de higiene y prevención que se aplican para evitar consecuencias para la salud. Es un lugar de los más seguros y todos tenemos que poner nuestro esfuerzo para que siga siéndolo.

Luego habla sobre la atención que debe tener ante hechos o indicios que puedan suponer la existencia de síntomas de enfermedades o contagios, insistiendo en que pregunte por cualquier cosa que resulte anormal, sin que sienta temor a molestar y menos vergüenza por comentarlo.

"Es una obligación hacia ti y hacia los demás."

Son recomendaciones que suponen lo que ella piensa y que tanto le avergüenza.

No se le dice cuando debe de pasarse a por los resultados de los análisis, lo que indica que no será ella quien los reciba. La enfermera la entrega una tarjeta con los teléfonos a los que debe llamar en caso de que se presente cualquier anomalía "entre reconocimientos", lo que indica que se producirán otros, y vuelve a aportar dudas sobre los motivos de esa necesidad.

L deja la clínica con la sensación de haber sido considerada una puta y que el reconocimiento que se ha realizado tenía como principal objeto asegurarse de que no padecía ninguna enfermedad contagiosa, al tiempo que intentaba prevenir posibles contagios.

Unido a lo anterior surge la pregunta sobre el lugar al que esta acudiendo, que cada vez tiene una respuesta más clara y amenazadora. Únicamente el hecho de no haber sido requerida para realizar lo que temía hacía que todavía mantuviera la esperanza de que no fuera como sospechaba. Vuelve a decirse que tiene que enterarse qué es ese lugar.

Cuando sale de la clínica se dirige al banco. Esos paseos callejeros resultan muy violentos para L, que va pendiente de las muestras que realiza y, peor aún, de las que puede realizar si se eleva un poco la falda. Trata de acortarlos aparcando lo más próximo al lugar a donde se dirige, con riesgo de hacerlo en zonas inadecuadas o prohibidas, pero abreviar el paseo y disminuir los encuentros con los viandantes justifica el riesgo.

Al llegar al banco provoca la natural sorpresa. Hasta entonces la han visto como una joven formal y ahora aparece de manera que hace pensar en algo poco recomendable. Explica al empleado que la atiende que está haciendo una prueba para un anuncio. Es una escusa que sirve para todo. Pero el hombre, ya de cierta edad, mira la anilla de la nariz, L nota que no comprende y, quizás, no se cree la explicación. L está sentada a la mesa del hombre, instintivamente junta las piernas, de nuevo asustada de mostrar lo que el tanga no cubre. Menos mal que no está el director. Firma el crédito y recibe la cantidad en metálico y un nuevo talonario.

Sale directamente hacia el club. Siente como todas las miradas de los empleados se dirigen hacia ella, por un momento quiere disfrutar del atractivo que ejerce. Lleva el dinero en el bolso y eso parece que le diera ánimos. Al menos en el banco conservaba algún crédito.

Durante todo el camino L no puede quitarse de la cabeza la idea de que lo sucedido en la clínica responde a su consideración como puta, que se hace más presente cuando divisa el edificio del club, al que mira y ve, con unos ojos diferentes, ahora buscando en él las huellas que indiquen lo que está pensando. La duda sobre lo que sucedía tras aquellas paredes supone una razón más para ocultar su presencia allí, al tiempo que añade otra vuelta a la soga que la sujeta al lugar, tal y como dijera el director a J, del que tiene que salir sin provocar una respuesta que señale su presencia en él.

L, que no puede evitar ese tipo de ideas, se agarra al hecho, que quiere determinante, de que si fuera lo que imagina ya habría visto pruebas de ello, y ella misma hubiera sufrido, al menos, las demandas para realizar lo que temía. Se dice que no aceptará someterse a nada que suponga trato carnal con nadie. Viene a su memoria lo sucedido con el hombre que la ha marcado, no admite que pueda considerarse como un asunto de puterio en sentido estricto. Pero si no es esa la explicación de lo que sucede, ¿cuál es?

Cuando llega al club la criada que la recibe la prepara como es habitual dejándola en la sala a la espera de la señorita. Cuando esta aparece L se presenta, después dice que ha traído el dinero. Quiere cumplir con la señorita y tratar de sacar alguna contraprestación.

Entrega los 15.000 en metálico. Ahora le parece una cantidad pequeña sobre el total.

.- No tenían más en dinero. – Se excusa. – El resto se lo puedo dar en un cheque.

.- Haz dos de otros 15.000 y 10 de 2.500. Todos al portador. – L los hace, entregándolos a la señorita. – Cuando los cobre te daré un recibo. – Eso sorprende a L, que no entiende por qué quiere hacerlo. Pero la señorita solo piensa darle un recibo por 15.000 que será los que cobre con abono en cuenta, el resto hará que la propia L los vaya sacando en metálico y entregándoselos a ella.

El pago no solo no va a implicar variaciones en los modos que aplica la señorita ni en las demandas que efectúa, que supongan disminución de lo que se la viene exigiendo hasta ese momento, al contrario, la señorita querrá que realice todo con perfección.

.- Acorde a la doma que estás pagando. Quiero que seas un ejemplo de marrana y lo vas a ser.

Y de esa exigencia y la correlativa sumisión de la joven llegará el cambio, y lo hará de la mano de la acomodación de L a su situación, que facilitaría la ejecución de las acciones obligadas, pero sin que estas disminuyeran ni en número ni en intensidad. La señorita exige sin descanso y quiere una ejecución precisa de todos sus mandatos, que L va realizando con creciente buen hacer.

Después de los días transcurridos en el club, L se siente más ágil y mejor preparada para realizar acciones y movimientos, por lo que estos resultan cada vez más sueltos y bien ejecutados, lo que contribuye a la falta de necesidad de correcciones y correctivos, no obstante la señorita exige y castiga ante cualquier falta o fallo. Está aceptando la posición que suponía su contrato con el club. La señorita, que ha comenzado a dejarla en manos de las criadas, lo hará aún más, y ya como marrana, así se la llamaría de modo habitual.

Y si va realizando los ejercicios con más calma y mejores resultados, al menos los "normales", y los otros, con menos rechazo, no puede evitar la vergüenza y humillación que llevaban aparejadas acciones como el baile mostrándose con total desvergüenza, y las ofertas de sus agujeros de forma impúdica, que tiene que realizar en presencia de las criadas que se ocupan de ella, lo que añade un grado más en su humillación, que se incrementa cuando alguna, poco satisfecha con lo que ve y escucha, la demanda la ejecución de muestras más desvergonzadas u ofertas aún más obscenas de su cuerpo, que ella tiene que hacer hasta que la criada se muestra satisfecha, y no es fácil contentarlas.

L piensa que tienen que demostrar a la señorita su bien hacer para con ella, por lo que es necesario que realice todo de tal forma que se convierta en algo tan normal como habitual, viéndose obligada a repetir una y otra vez lo que se quiere de ella, hasta que logra efectuarlo casi mecánicamente.

Después del baño volvería a realizar otra tanda de ejercicios. La señorita hizo que repitiera todos los que suponían formas de presentación y respeto, que poco antes habían supuesto motivo, más que suficiente, para humillarla, pero que ese día efectuaría con una soltura y acomodo completamente diferente al de otras ocasiones. La señorita volvería a pedir a L que bailara, dejándola sola en la sala.

.- Quiero encontrarte chorreando cuando regrese, pero sin que llegues al final, para correrte necesitas mi permiso expreso. Baila de espaldas a la puerta. Me enteraré de lo que haces y como lo haces, así que hazlo bien, si no quieres que te castigue, y ya sabes que si tratas de aprovecharte de mi ausencia, el castigo sería muy severo.

.- Muchas gracias, señorita Laura.

De nuevo se produciría una respuesta insólita, que agradecía lo que estimaba una muestra de confianza de la señorita, y que se la permitiera alcanzar una excitación que siempre era bien recibida.

.- Ofrécete de palabra y de obra. Tienes que animar a los caballeros a desearte y, después, a solicitarte. Que ansíen usar de ti.

.- Sí, señorita Laura.

.- Puedes jugar con el falo del culo.

.- Muchas gracias, señorita Laura.

Y L haría lo que la señorita mandaba. Bailando de forma descarada, mostrándose impúdicamente, ofreciéndose obscenamente y, a pesar de ello, excitándose al hacerlo, sin contenerse en los toques de su cuerpo, en las penetraciones del falo y de sus dedos, aquel en el culo y estos en el coño. Lo hace cada vez menos avergonzada y cada vez más entregada, más absorta, menos dependiente de la indecencia de lo que hacía, como si fuera algo hecho para un amante al que quisiera animar, excitar. Y lo hace hasta quedar chorreando y ansiosa de alcanzar el placer que esos toques demandaban.

Cuando regresa la señorita la encuentra bailando convulsa y bermeja de ansiedad y excitación. Se aproxima a ella sonriente. L, que la ha sentido llegar, aviva baile y caricias, que intensifica, contenta, al ver la sonrisa de la señorita, quiere complacerla. La señorita la coge por el coño con la mano derecha, aprieta, como exprimiéndole y eso parece que sea, al destilar los humores que almacena. L, que se ha dejado hacer sin la menor muestra de rechazo, gime al sentir la mano aferrándose a su sexo, sintiendo como crece en ella la ansiedad de un deseo insatisfecho que quiere calmar y que sabe que la señorita puede hacerlo.

.- Separa las patas. – L lo hace. – Bien abierta. – Las separa más. – Echa el coño hacia delante. Apoya las manos en el culo para ayudarte mejor. – Ella lo hace, cada vez más ansiosa y entregada. Ha quedado con el coño como la parte más adelantada del cuerpo, lo nota y quiere mostrar con ello su entrega a lo que la señorita desee de ella. Y la señorita lo percibe y le acaricia el coño respondiendo a la oferta que hace la joven, introduce los dedos en él, obteniendo un gemido y un mayor avance del coño. Tiene a L tan cerca que podía tocarla con su cuerpo, la mira, L baja los ojos. – Mírame, marrana. – L eleva los ojos. Está jadeante. – Sigue enculándote.

.- Gracias, señorita.

Y la señorita Laura continuará con las caricias en el coño de L, mientras esta utiliza el falo en su propio culo, con un vigor y una habilidad inusitada. La señorita no pierde gesto del cuerpo de L, ni de su rostro, cada vez más crispado. Comienza a jadear y después a gemir.

.- Señorita

.- Dime, marrana.

.- ¿Me permite gozar como una marrana en celo?

.- ¿Cómo la marrana que eres?

.- Sí, señorita.

.- Es lo que eres y no quiero que lo olvides nunca. – La señorita apretaría el coño con fuerza.

.- ¡Ah! No, señorita.

.- No, ¿qué? – Y apretaría aún más, recibiendo el gemido de L, que no era de queja.

.- No lo olvidaré.

.- ¿Qué no olvidarás, marrana?

.- Que soy una marrana.

.- Tienes permiso para gozar como marrana.

.- Gracias, señorita Laura, muchas gracias.

L se emplearía con el falo en el culo mientras la mano de la señorita apretaría el coño con fuerza provocando gemidos cada vez más entregados y anhelantes en L, que gozaría por obra de la mano de la señorita y del falo en el culo. Cuando lo hizo la señorita la diría que se sentara en el suelo. L lo hizo, y durante un momento apenas, quedó quieta, absorbiendo el goce que destilaba su cuerpo. De inmediato, como si se percatara de estar incumpliendo su deber, se arrodillaría ante la señorita y comenzaría a besar sus pies.

La señorita ha querido unir de modo expreso el placer concedido a L con el bien hacer de la joven, en un mensaje claro que indique lo que puede regalarle si cumple como debe.

Al vestirse L encuentra nuevas prendas y otra muda, y un paquete con lo que había llevado puesto.

.- La señorita quiere que tengas para poder cambiarte.

La criada acabará de arreglarla con el maquillaje adecuado.

Las nuevas prendas eran similares a las que trajera. Camiseta y falda cortas para que dejen el ombligo desnudo y los muslos en sus dos terceras partes. El sostén sin copas y el tanga sin entrepierna, aquel ofreciendo la muestra de los pezones y este el peligro de mostrar el sexo.

L deja el club muy tarde, por lo que tenía poco tiempo para comer, prefirió no hacerlo para no tener que mostrarse en público de la forma en que iba.

Por una vez su situación anímica es algo más relajada. Al pensar en lo ocurrido se avergüenza de ello. Se ha dejado llevar por la excitación y el deseo. Se dice que supone una compensación que se ha dado a sí misma, aunque no debiera haberlo hecho. No quiere encontrar en una conducta indebida más motivo para sentirse humillada y perturbada.

Fuera del club aparecía la realidad de su situación, que las nuevas imposiciones hacían más humillante y bochornosa. Se dirigió a la empresa, pensando en aparcar en el garaje y esperar en el coche hasta que el conserje tuviera que atender algo y entonces coger el ascensor. La idea de aparecer tal y como iba hacia que se estremeciera de vergüenza.

"Y me van a ver. No puedo evitarlo. Y voy absolutamente… descomedida, descarada."

Había pensado en no ir, pero sería el segundo día en faltar y quería aclarar con J su situación en la empresa. Tenía que plantearle dejar de acudir, con la excusa de acabar antes la preparación y así estar disponible para realizar las fotos en el momento en que se quisiera. Quería disminuir los días de presencia en el club y al tiempo encontrar en la conveniencia de pasar más horas en él la justificación para no hacerlo en la empresa.