Kimy

Ella acercó sus labios a los míos y desde esos instantes ya no fui mi dueño, sentí el aroma de su boca en mi rostro y fijándola firmemente con las manos en su cintura me agaché más y posé mis labios sobre los suyos. Segundos después mi lengua salía en busca de la suya y ella se apretaba más contra mi cuerpo.

Kimy es la hija del matrimonio que me hospedaba acá en Honolulu. Ella es una chica de 22 años, cabello oscuro y lacio que le llega a mitad de la espalda, ojos rasgados, clásicos de las personas de Hawai, la primera vez que la vi con su bikini puesto pues no dudé que en realidad era toda una belleza.

Yo tengo 45 años y soy profesor de la universidad, en esa ocasión estaba haciendo unos estudios con mi colega Shonn, padre de Kimy. Trabajábamos en un arrecife al que estábamos estudiando por petición del gobierno de Honolulu ya que se creía que algunas descargas lo estaban dañando. El punto es que Kimy en mis ratos libres se ofreció a enseñarme la ciudad, un sábado renté un vehículo y me anduve paseando con esa bella criatura por los lugares turísticos de Honolulu; debo decir que fui la envidia de más de uno. Siempre traté a la chica con educación y respeto, pues no sería muy cortes de mi parte tratar de seducir a la hija de uno de mis colegas y menos si me encontraba hospedado en su casa. Pero precisamente mi trato fue lo que llamó la atención de esta diosa de piel morena.

Su cercanía poco a poco comenzó a romper las barreras y ya por la tarde mientras que bailábamos en una discoteca nuestros roces se hacían más intensos. Ella obviamente que pudo notar la potente erección que se me había formado y a pesar de eso se restregaba contra mi cuerpo de una manera discreta. Decidí que nos deberíamos de sentar unos instantes para apaciguar los ánimos que pregonaban en llevarnos a situaciones más complicadas, ella se sentó frente a mí; la plática se centró en los estudios que su padre y yo realizábamos pero pronto ella comenzó con las preguntas personales.

¿Eres casado?

Si, tengo una hija... de doce años.

Pues para estar casado te conservas en buena forma.

¡Bueno! Es por el trabajo que realizo. Ya sabes.

Si... pero mi padre trabaja en lo mismo y no se conserva en tan buena forma.

Supongo que es por la edad.

Pues no creo... apenas tiene cincuenta... y tu cinco menos.

Pues la verdad entonces no sé a que se deba.

La charla continuó más o menos en esos términos hasta que a la hermosa chica se le ocurrió preguntar si yo alguna vez había engañado a mi mujer.

¡Bueno, en realidad solo una vez!

¿Y te gustó?

Pues la verdad, creo que no sé.

¿Quién fue ella?

Una compañera de la universidad.

¿Y si hubiera oportunidad lo volverías a hacer?

Me quedé cayado, en realidad nunca antes había engañado a mi mujer, pero para como las cosas se estaban presentando lo más seguro es que no solo engañara a mi mujer sino también traicionara la confianza que mi amigo y colega me estaban ofreciendo. Kimy viendo mi perplejidad se levantó y me tendió la mano.

¡Vamos a bailar!

Nuevamente comenzamos a bailar, esta vez la música era más romántica y el roce de los cuerpos fue inevitable, mi erección ya se había perdido por fortuna. Tome a Kimy por la cintura y ella me sujetó por el cuello sus senos se pegaron a mi pecho y debo decir que estos son bastante generosos, los sentía calientes, firmes. Su angelical rostro de ojos rasgados, ceja delineada, nariz respingadita y labios carnosos se apoderó de mi visión, ella mirándome a los ojos me regaló una cálida sonrisa.

Levemente mis manos se movieron por su espalda sin ser muy atrevido, ella en respuesta a esta caricia delicada pegó aun más su cadera contra la mía y enseguida mi corazón dio un brinco, en cuestión de segundos mi pene comenzó a crecer y ella al notarlo comentó:

Creo que esta noche, va a ser muy larga.

Creo que no debemos...

¿Por qué?

Está mal... – dije no muy convencido.

¿Pero por qué está mal?

Ella acercó sus labios a los míos y desde esos instantes ya no fui mi dueño, sentí el aroma de su boca en mi rostro y fijándola firmemente con las manos en su cintura me agaché más y posé mis labios sobre los suyos. Segundos después mi lengua salía en busca de la suya y ella se apretaba más contra mi cuerpo.

¿Vamos a otro lugar? – le pregunté.

¡A donde tú quieras!

Inmediatamente pagué la cuenta y salimos de la discoteca, subimos al auto y conduje por donde ella me decía. No platicamos durante el tiempo que duró el recorrido, ya estábamos fuera de la ciudad rumbo a no sé donde. Kimy miraba al frente indicándome por donde tomar, cerca de media hora de viaje llevábamos cuando me pidió que virará en un sendero estrecho y de terracería que se apreciaba más adelante. Enfilé el auto bajando la velocidad y enseguida me interné entre la exuberante vegetación que casi ocultaba esa estrecha vereda, a pesar de no estar pavimentado el camino no era tan irregular, manejé otros diez minutos por este camino y poco antes de detenerme ante nuestros ojos quedó la visión de una luna completamente llena, una playa a lo lejos y el mar brillante en mil puntos de luz que reflejaban las olas.

Kimy me miró y suspirando me pidió que parara el auto en un pequeño claro que había más adelante. Enseguida me detuve y descendimos del auto, yo la busqué y atrapándola contra la carrocería y mi cuerpo la besé. Ella me acarició con sus manos la nuca y respondió a mi beso sacando inmediatamente su lengua para juguetear con la mía. Así permanecimos varios minutos y luego en silencio caminamos hasta la playa que se dibujaba oculta detrás de las palmeras.

La arena brillaba bajo los rayos de la blanca luna que entera se dibujaba en lo alto, Kimy a un lado se apretaba contra mi cuerpo. Mientras miraba las olas romperse pensaba en lo que estaba a punto de suceder, pensaba en esa chica tan joven que prácticamente se me estaba entregando, pensaba en mi esposa y en mis hijas, en mi amigo; no podía estarlos traicionando de esa manera. Mire a Kimy, en realidad era muy hermosa, joven, vigorosa y excitante. Entonces pensé en que no hacer lo que estaba a punto de hacer sería traicionarme a mi mismo y eso es todavía mucho mas peligroso que traicionar a los demás. Me volví a mirar a la bella adolescente que se encontraba a mi lado y decidí disparar mi último cartucho.

Mírate, eres una joven muy atractiva... Mírame, soy mucho mayor que tú... ¿En realidad te gustaría acostarte con migo?

¿Crees que estaría aquí si no fuera así? – dijo segura.

No contestaste a mi pregunta.

Bien, te lo diré... desde que te vi me gustaste demasiado... eres un hombre interesante. Sé también que lo nuestro no va a durar mucho, es más que solamente será una aventura... Ahora dime tú ¿Te acostarías con migo bajo esas circunstancias?

Eres muy madura y sabes lo que quieres... Ahora no pudo objetarte nada, solamente quería estar seguro de que sabías lo que iba a pasar aquí.

Ya no hubo más palabras los labios del profesor se cerraron sobre los de Kimy, las manos de él buscaron las protuberantes nalgas de ella y sobre la delicada tela de su vestido las amasó, sus lenguas se unieron con un ardor que los hacía enloquecer. La chica por su lado acariciaba el pecho del hombre aun sobre la camisa que traía puesta. Ambos sentían el aliento del otro y restregaban más sus labios húmedos contra los otros.

Las manos grandes del profesor buscaron entonces la espalda de Kimy y ella sintió un escalofrío recorrerla completamente cuando notó que el cierre comenzaba a descender lentamente. Sintió como la mano le acariciaba la piel desnuda de la espalda y sintió como los tirantes de su vestido comenzaban a resbalar por sus hombros. Los labios del hombre se pasearon por los cachetes y se dirigieron enseguida al cuello, la lengua resbalaba pos su piel sorbiendo su sabor. La piel de la chica se erizó e inevitablemente soltó un muy leve gemido, reclinó la cabeza a un lado dejando la puerta abierta para que él continuara torturándola de esa forma.

Las manos de él habían dejado por unos segundos la espalda de Kimy para acariciar su cabellera oscura, sedosa y larga hasta la mitad de su espalda, su olor increíble lo elevaba hasta el mismísimo cielo. Notó como la chica dejaba caer los brazos permitiendo que el vestido resbalara lentamente y no dejó de besarla, su boca y su lengua recorrieron lentamente los hombros y fue bajando por uno de los brazos hasta llegar a la altura de los generosos pechos. Kimy echó para atrás la cabeza y dejó que él chupara y jugueteara con sus senos. Él pasó sus manos hasta el seno izquierdo de ella y lo acarició delicadamente mientras que su lengua se encargaba del pezón que poco a poco comenzó a ponerse duro. Las aureolas eran oscuras y no muy grandes, el pezón rígido mediría un centímetro aproximadamente y era gordito, delicioso. Con los labios lo apretaba y chupaba y luego sacaba la lengua para darle ligeros lengüetazos y lametones, alrededor, encima o a los lados. Dejó uno y se pasó al otro y así sucesivamente por varios minutos dejando que Kimy sintiera como lentamente se comenzaba a humedecer más de la cuenta.

Ahora con el vestido en la cintura ella estaba completamente entregada a las mamadas que él le daba en los senos, sus manos apretaban su cabellera para evitar que se le pudiera escapar. Unos minutos más y el se puso de pie frente a ella, y comenzó a quitarse la camisa. Al verlo ya sin la camisa ella se agachó y le dio un tratamiento similar a sus pechos, lamió sus pezones hasta conseguir que se pusieran duros. Y luego tomando la iniciativa comenzó a bajar pos su estomago hasta llegar a su ombligo. Las manos de la jovencita se apoderaron del cinturón desabrochándolo casi enseguida y siguieron los pantalones, los bajó lentamente descubriendo la potente erección que se comenzaba a asomar conforme ella retiraba los pantalones. Cuando los bajó hasta sus muslos se dio cuenta de que el no traía truza y miró el palo erecto que palpitaba frente a ella. Era gordo y largo, velludo en su parte alta, las bolas colgaban un poco por debajo y se balancearon cuando ella comenzó a pasar su mano por lo largo del pene.

Los dedos de ella que ahora estaba encuclillada sobre la arena se apoderaron del tronco y muy lentamente comenzó a mover la carne caliente, descubrió el glande y pudo ver su forma de hongo, así lo mantuvo el tiempo suficiente para mirarlo bien y luego regresó su mano hasta cubrirlo nuevamente. Una y otra vez su mano masajeó la herramienta dura que tenía al frente y luego de varios minutos su boca atrapó el glande púrpura. Chupó varias veces la punta poniéndole mucha saliva y despacio se comenzó a tragar el grueso palo, su boca caliente se iba apoderando cada segundo de más y más carne. Con la lengua Kimy acariciaba la base del tronco y así comenzó a mamarlo suavemente. Él sentía la suave boca de la joven tragándose su instrumento, eran mamadas deliciosas, ni su mujer lo hacía de esa manera. Se dejó llevas por la boca de la chica hasta casi el punto de eyacular, pero se contuvo.

Kimy por fin se separó del hombre, él la besó intensamente saboreando su propio sabor de la boca de la chica, luego se invirtieron los papeles, se hincó él sobre la arena y entonces le terminó de quitar el vestido que seguía en su cintura y descubrió la hermosa tanga que ella traía puesta, sus manos se pasearon por la prenda, lentamente recorrió cada uno de los roncones de ese deliciosa cuerpo, las líneas de la prenda lo llevaron hasta la parte baja de la vagina, sintió el calor que de allí manaba y sobó con delicadeza la tela, algo de humedad se impregnó en esta y el la sintió.

¡Estás bien caliente mi vida!

¡Lo estoy, eso no lo dudes!... ¿Acaso tú no?

¡Evidentemente que sí!... mira – dijo mostrándole la erección que no bajaba.

Tomó la tanga por los costados y lentamente la fue bajando, vio con sorpresa que ella tenía depilada la vagina y aunque antes pudo haberse dado cuenta cuanto la palpó su ansiedad se lo impidió, terminó de quitarle la prenda y la puso a un lado. El monte de Venus se dibujaba perfectamente bajo los rayos de la luna y apreció la rayita que se apretaba entre sus piernas. Acercó su rostro para olfatear esa intimidad que se le ofrecía y reconoció el aroma del éxtasis. Sin más esperas pasó sus manos por detrás de los muslos y le indicó a Kimy que abriera el compás, ella entendió perfectamente y se acomodó, sus piernas abiertas dejaban el espacio suficiente para que él pudiera maniobrar. El primer reconocimiento lo hizo con las manos palpó lentamente los labios vaginales y metió su dedo ligeramente, luego su cara se pegó contra el pubis y comenzó a lamerla. La lengua siguió el camino que la rajada le ofrecía, la recorrió casi hasta llegar al ano, luego regresó y se introdujo en su túnel, ella sintió que sus jugos se volvían a soltar cuando sintió la lengua buscando en su interior. Él se aferró de las nalgas con sus manos las amasó y acarició, buscó el ano y jugó con uno de sus dedos pero sin penetrarla, su boca seguía pegada a la ardiente vagina que se comenzaba a empapar completamente y Kimy dejaba que los gemidos se le escaparan de la boca. Llegó por fin la chica a un delicado orgasmo, apenas el comienzo, un orgasmo que relajó su cuerpo. Él se levantó y abrazándola le ofreció sus labios para que ella se pudiera disfrutar a sí misma.

Él acomodó las ropas sobre la arena y tendió a Kimy sobre ella, le quitó los tacones, que era lo último que le quedaba puesto, chupó sus dedos y sus pies provocándole algunas cosquillas, siguió por sus piernas subiendo lentamente hasta llegar nuevamente a su vagina, volvió a iniciar sus caricias bucales sobre los labios, esta vez ella abrió completamente las piernas dejando un amplio espacio para que él la pudiera hacer gozar más. Esta vez miró completamente esa rajada que se le regalaba, abrió con dos dedos esos labios y descubrió el clítoris que estaba erguido entre los pétalos. El ataque no fue directo al botoncito, el sabía que era mejor jugar alrededor de este y dar apenas ligeros toques sobre él, así lo hizo y ella comenzó a gemir con mucha intensidad.

¡Ho, así!... ¡Así, nadie me lo había hecho de esta forma!... ¡Oh más, más!

Kimy estaba completamente extasiada por las caricias que el hombre ocupaba en ella, era verdad que ya se la habían mamado, pero los hombres con los que lo había hecho nunca lograron hacerla gozar tanto con sus caricias, este era completamente diferente, tierno, experto a la vez, sin tratar de demostrar nada había conseguido lo que muchos presumidos no lograban. Un orgasmo múltiple. Sí ella sintió como sus músculos comenzaban a contraerse una y otra vez en un frenesí intenso e inacabable; gritó y gimió como nunca antes lo había hecho y no fingía, en verdad fue algo incontenible.

Sus caderas giraban mientras que él seguía lengüeteando su intimidad, sorbiendo los jugos que no paraban de salir; ella se apretaba los senos y pellizcaba sus pezones completamente extraviada en un mundo ajeno por completo a este. Quizá fueran solo unos segundos, pero para ella había durado toda una eternidad. Cuando él se levantó la miró allí con las piernas abiertas y en su rostro la mirada de una mujer completamente satisfecha, se quitó los zapatos y los calcetines y se acomodó al lado de Kimy, la besó con ternura en los labios y acarició esa cabellera que lo enloquecía.

En realidad eres demasiado bella, un sueño que no se le cumple a cualquiera.

Tú eres increíble, me has hecho gozar como nunca antes en mi vida.

¡Mentirosa!

Es verdad... ahora te quiero sentir.

Ella se levantó y lo empujó a hacia atrás, él se dejó caer sobre las prendas y la chica de pie lo miró. Una sonrisa cómplice se dibujó en su hermoso rostro y lentamente comenzó a hincarse sobre su cuerpo. El pene se encontraba recostado contra el vientre y ella con su mano suave lo sujetó, ya sus caderas se encontraban encima y apuntó la verga contra su cavidad vaginal; él percibió el calor de la gruta cuando lo atrapó con sus labios húmedos. Lentamente Kimy se fue sentando sobre la dura herramienta que se comenzaba a perder dentro de su interior, sus pliegues se abrían para recibir ese delicioso invasor que palpitaba.

Por fin ella quedó completamente penetrada, el aire desordenaba su cabellera oscura y dejaba algunas matas de cabello en su rostro, desde su posición el profesor podía apreciar perfectamente las caras que hacía ella y los senos perfectamente firmes que se movían a cada embestida que ella comenzaba. Sus paredes interiores apretaban con fuerza y suavidad a la vez ese tronco grueso y el podía experimentar las sensaciones más exquisitas que jamás había imaginado. La firmeza, la belleza y la juventud de la chica, así como la sensación de lo prohibido y el exótico lugar en donde se encontraban se conjugaban en un marco perfecto de ensueño.

Las manos se apoderaron de la cintura de la chica y luego subieron hasta los senos a los cuales amasó lentamente, jugó con los pezones duros y se levantó un poco para mamarlos mientras pasaba las manos hasta las hermosas nalgas. Las caderas de él también se comenzaron a mover debajo del cuerpo de la joven y ahora ambos cuerpos se encontraban produciendo sonoros chasquidos que se perdían en la amplitud del escenario. Ambos comenzaban a transpirar copiosamente logrando que con su sudor los cuerpos se restregaran con más suavidad. Las caderas de Kimy se movían rítmicamente de arriba para abajo y de adelante para atrás, sus manos estaban recargadas sobre el pecho de él. Poco a poco las sensaciones se acumularon en su cuerpo y enseguida estalló. Su orgasmo corto pero intenso, baño la verga que tenía clavada y los jugos siguieron bajando hasta mojar las bolas y escurrir a las prendas que estaban de bajo del cuerpo de él.

Kimy se desmadejó sobre el cuerpo sudoroso de su compañero y así ambos se quedaron quietos durante varios minutos, él la seguía penetrando pero apenas y se movía en su interior. Kimy fue recuperándose lentamente de su cansancio y ya estaba lista para la continuación de la batalla.

Ahora la iniciativa la tomó él, se separó de debajo del cuerpo joven de Kimy y sin decir nada la hizo colocarse en cuatro patas sobre las prendas, su culo hermoso y redondito quedó completamente expuesto, la cabellera le caía por los costados de la cara, sus senos se balanceaban de un lado al otro con los movimientos. Su cara solamente veía las prendas y la arena. Sintió como su compañero se acomodaba detrás de ella, pero en lugar de recibir la verga en la vagina, lo que sintió le erizó la piel. Con sus manos él abrió las nalgas y buscó con su lengua el arrugado ano moreno de Kimy.

¡Ho, sí! – dijo ella sorprendida.

La lengua siguió hurgando en su túnel trasero mientras que las manos mantenían las nalgas separadas. Ella dejó que su cabeza colgara, jadeando y sintiendo lo que nunca antes había experimentado. La lengua se perdió profundamente en esa apretada cavidad y una y otra vez la comenzó a coger con ella. Una de las manos del profesor frotaba los labios vaginales para no dejar de darle gozo a Kimy por ningún lado. Pasaron varios minutos después de los cuales la hawaiana sintió un dedo penetrando su ano. Sabía lo que él se proponía, ya antes se lo habían hecho. Dolía sí, pero estaba tan caliente que eso no le preocupaba en lo más mínimo por ahora. Pasaron algunos minutos más y sintió que por fin el se levantaba, se acomodó detrás y la sujetó por las caderas.

¡No temas!... Voy a ser muy cuidadoso.

La verga se acomodó en su ano y él comenzó a hacer presión, la chica sintió como lentamente el glande se abría paso entre sus entrañas, pero afortunadamente el dolor no era intenso, él la había preparado muy bien. Por su parte él podía sentir lo apretado de ese ano alrededor de su tronco, su gran calor y la resistencia que aún seguía ofreciendo. Con calma la verga fue abriéndose paso y sin que Kimy sintiera demasiado dolor ya estaba completamente penetrada. Despacio él comenzó a moverse en si interior, al principio solo unos milímetros pero con forme pasaba el tiempo sacaba más de su tronco par volverlo a sepultar casi enseguida; ya la chica se había amoldado a esa tranca y ahora el dolor era inexistente, el goce reclamó su sitio y elle comenzó a pujar. Presa de una deliciosa sensación que nunca antes había sentido. Llevó una de sus manos hasta sus senos y los acarició y en menos tiempo del que pensaba se comenzó a venir.

¡Ho, sí!... No pares, sigue, sigue... más...

Las contracciones en su vagina eran intensas, su jugo corría escurriéndose por sus piernas y su esfínter rectal comenzó a apretar con más fuerza. Él sintió como estrangulaban su pene y aceleró los movimientos, ya no podía más. Sujetándose firmemente de las caderas de Kimy empujó su verga más profundamente y en cuestión de segundo comenzó a eyacular en lo más profundo, caliente y apretado de ese riquísimo ano.

¡Sí, mi niña... que rica cogida!

Sí papi, que rico... que rico me coges.

Eran los últimos movimientos de sus cuerpos, el sudor los bañaba pero ambos estaban completamente satisfechos, se separaron y se recostaron lado a lado, platicando, soñando, tocándose... Terminaron nuevamente haciendo el amor y como a eso de las dos de la madrugada regresaron hasta la casa de Kimy. Ella estaba segura de que eso se volvería a repetir durante el tiempo que el profesor se encontrara en su tierra. Y él sabía que eso mismo pasaría. Lo único en lo que ninguno de los dos quería pensar era en el momento de la despedida, una despedida que seguramente sería muy dolorosa para ambos.

FIN