Kenia: la chica de intercambio (3)
Bajé las escaleras preguntando quién era y me contestó mi Padre. Ahora no se me iba a escapar y respondería todas mis preguntas, absolutamente todo.
Tape como pude a Kenia y me vestí rápidamente, temía que fuese mi madre, total ya casi era la hora del almuerzo.
Bajé las escaleras preguntando quién era y me contestó mi Padre. Ahora no se me iba a escapar y respondería todas mis preguntas, absolutamente todo.
Me dijo que no tenía muchos pacientes y que me calmara, que con el almuerzo me contaría todo. Calentamos lo que teníamos, abrimos unos jugos y listo.
El sin mirarme mucho a los ojos me fue contando, primero a grandes rasgos y luego a insistencia mía fue entrando en detalles, la historia si bien recuerdo es esta.
Mi Padre también estaba loco por la gringuita, hacía mucho que no tenía pasión como las de antes con mi madre, pero la presencia de Kenia lo había alterado. El con sus más de 45 años en ese entonces estaba trastornado de verla desfilar por la casa con esos pantaloncitos cortos o en pijama de seda como ella acostumbraba donde la sensación de verla desnuda era aún mayor por la forma como la seda caía sobre su cuerpo contorneando sus caderas o entrometiéndose entre los pliegues de su entrepierna que de manera natural ella después deshacía con los dedos mientras caminada o se sentaba; el colmo era cuando bajaba en una bata que le había prestado mi madre, de esas blancas gruesas, luego de haberse dado un baño, verla así con el pelo húmedo o peor echándose cremas y lociones que a imitación de mi madre ella hacía con absoluta naturalidad en el living de la de la casa. Dios mío, yo había sido testigo en más de una ocasión de eso y ahora entiendo la calentura de mi padre, recuerdo sus manos pasando por sus piernas y brazos esparciendo la crema que yo mismo hubiese querido ser para empaparme de todo su ser, es más, ahora recuerdo una vez que la vi. en el cuarto de baño, con la puerta semiabierta y ella se estaba cortando las uña, como era posible que un acto tan banal, tan común e higiénico ella podría convertirlo en algo sumamente erótico, sus deditos como figuras de arte pasaban entre sus manos al mismo tiempo que acariciaban esos pies pequeños y delineados, podría decirse que no había imperfección, nunca antes había visto un pie de esa forma antes en mi vida, y el conjunto que hacía con toda la pantorrilla subía hasta la entrepierna me provocaba ciertos sudores que ahora se que eran compartidos con mi padre.
Pero ¿cómo fue que ella termino haciéndolo con tigo? Realmente eso era lo que más me interesaba, no sólo como curiosidad morbosa, sino que me interesaba aprender de ese hombre que ahora se había transformado para mí en una especie de ídolo.
Al parecer una noche donde el estaba recontra cargado de deseo, de desquitó con mi madre imaginando que lo hacía con Kenia, en la mejor de las trepadas (de esa parte no quise saber detalle, ya saben, mi madre) ve por la puerta y descubre entre las sombras la silueta, que por el tamaño, sólo podía ser Kenia, que recostada sobre el dintel de la puerta había bajado la mano hasta su entrepierna y se metía dedos amparada en la oscuridad en pleno pasadizo de mi casa.
Después de eso, era fácil suponer que a la gringa le gustaba el chaca- chaca pero como hacer que caiga en sus manos sin que parezca que él es un desgraciado abusador y ella no se sienta presionada o con sentimiento de culpa.
Entonces mi padre me contó con algo de vergüenza que recurrió a una fina droga que en sus tiempos en la facultad de medicina no sólo había aprendido, sino que usado con alguna compañera.
Aprovecho una tarde en que "llegó a casa de forma casual" y buscó conversar con Kenia sobre el colegio y otros pretextos mientras le ofrecía un jugo con la dichosa pastilla disuelta por supuesto. Esta droga suscita en quien la consume evidente estado de excitación que con el ambiente adecuado lleva a desatar todos los instintos. La niña al parecer resistió un poco, pero el experto viejo supo romper sus últimas barreras poniendo una película muy sugerente que "casualmente" daban por cable.
El resto es historia. Me asegura que ella no era virgen que un noviecito en Nueva Zelanda había dado cuenta de su "flor" tan sólo unos meses antes de su viaje, pero esa tarde él la disfrutó como lo siguió haciendo durante las dos semanas anteriores a mi descubrimiento.
La nena era realmente insaciable, le gustaba experimentar posiciones, sobre todo aquellas en donde sentía que el pene le llegaba más adentro y le proporcionaba nueva sensaciones, con mi padre había aprendido a tragar semen y gracias a unas vitaminas que el tomaba le había proporcionado los orgasmos más largos e intensos de su corta vida, lo que más alocaba a la chiquilla era ser poseída, sin violencia pero sí con autoridad y firmeza.
Últimamente ya no usaba la droga, la niña ya había encontrado ella sola el camino único del placer y que algunas noches era ella quien lo buscaba provocándolo con roces y miradas que habían pasado desapercibidas para toda la familia, pero últimamente había faltado mucho al colegio y eso le preocupaba además de que mi madre lo descubra por supuesto.
Entonces ideamos un plan para poder disfrutarla a nuestro antojo a este ángel caído del cielo o traído por el mismo diablo e hicimos un pacto de no agresión sino de sociedad por el bien que teníamos.
Lo que los dos vivimos en los siguientes meses con Kenia es inimaginable.
Continuará