Kendrya Fox y el Labrador - Relato 1

Tuve un pequeño accidente mientras mi labrador me sodomizaba; un poco de mierda y pedos por aquí y por allá pero nada que no se pueda limpiar con la lengua.

Sé que no a muchas personas les agrada la zoofilia o algunas otras parafilias como la coprofilia. A mí me enloquecen ambas, no hay nada como sentirse deseada, pero especialmente, sentirse la puta más vulgar de la zona y dejarse coger por el macho más potente en turno o quien sea que pueda tomarme y poseerme como una buena hembra.

No me pesa confesar que soy extremadamente puta, y que además, disfruto coger y que me cojan sin ninguna clase de compromiso, experimentando y disfrutando sin cargos de conciencia. Por mi entrepierna han pasado hombres y mujeres, chicos y chicas, animales y sementales. Igual me han abierto el culo tipos de 1.80 que perros pastor alemán; igual me he dejado lamer por nenas esculturales que por dálmatas con vergas punzantes y goteantes. Soy puta, y además de puta, perra. Si me quieren cojer a cuatro patas como un animal salvaje, no puedo decir que no. El sexo se disfruta como lo que es, ¿no? como los animales que somos.

Pero de un tiempo para acá he querido explorar incluso un poco más; no solo el rico y acostumbrado sexo bisexual, tríos o animales haciendo más grande mi culo y rellenándome de leche silvestre. Recientemente he querido probar otras cosas, y bueno, ha sido al principio parte de un accidente.

Un amable y jadeante labrador disfrutaba conmigo, como yo disfrutaba con él; yo acababa de despedir a unas visitas en el departamento y comenzaba a sentirme molesta de no haberle pedido a ninguno de esos chicos y chicas que me tomaran ahí mismo en medio de la sala, así que tuve que recurrir a mi labrador dorado. Estábamos en ello, ya saben, el juego previo, los besitos, las caricias, comenzar a juguetear con su pene rojo y endurecido, mamarle la verga a mi perro, ponerme en cuatro como una hembra de su especie, mover el culo para incitarlo... lo normal.

Él se me montó como otras veces, y comenzó a penetrarme rápidamente, pero yo me sentía un poco con más ganas de dolor duro e intenso, así que con mis manos lo guié sin miedo hacia mi ano; tomé esa verga resbalosa y la puse en la entrada de mi culo. Lo demás fue rápido, de un tirón, mi labrador me ensartó la verga en el culo; pegué un grito que tuve que tapar con mi otra mano para evitar que alguien escuchara. El dolor fue intenso y muy agudo, pero de inmediato sobrevino la oleada de placer. Mi vagina chorreaba como manguera abierta y mi labrador me estaba dando con mucho ánimo.

Hasta aquí todo iba bien... el problema comenzó un rato después. Algo en la comida me había sentado mal, no sé qué sería, pero tuve un pequeño dolorcito en el estómago que ya conocía bien.

No pude hacer nada, fue demasiado repentino. Mi labrador me cogía, ensanchándome el culo y lubricándome como nunca, y eso fue lo que hizo que las cosas pasaran tan de prisa; de pronto, sentí un tirón en el ano, una presión súbita que venía desde mi estómago. Por instinto apreté las nalgas, y mi pobre labrador gimió al sentir su verga firmemente aprisionada en mi culo, pero ya era tarde y no podía hacer nada: de pronto, un abundante y caliente chorro de mierda salió a presión de mi culo, regándose por el piso y escurriendo entre mis piernas. Mi labrador, con la verga aún bien prensada y metida en mi ano tampoco pudo hacer nada; la mierda se le escurrió entre las patas y le salpicó el vientre.

Me quedé con la boca y los ojos muy abiertos; no pude contener la diarrea, se me había salido un gran chorro caliente y maloliente de mierda líquida que se me había regado ahí a media sala y había manchado a mi pobre compañero. Pero, para mi sorpresa, a él no pareció importarle mucho, y tan pronto aflojé un poco las nalgas, arremetió de nuevo con rapidez y fuerza; siguió cogiéndome como si nada hubiese pasado y ahora, con mi culo perfectamente lubricado y resbaloso, mi labrador aceleró hasta que sentí que su potente verga se hinchaba. Sabía lo que venía; estaba a punto de venirse. Me sentía halagada, complacida, pero eso también significaba que ese inmenso nudo en su verga me iba a taponar el culo y no me iba a dejar moverme una vez que me hubiera rellenado de leche. Creo que la idea de cogerme con mierda le gustó, porque se vino más rápido que de costumbre; en menos de 10 segundos, él ya estaba inyectándome su delicioso semen en el recto y después de un minuto, yo estaba pegada a él con esa descomunal verga sosteniéndome como arpón entre las nalgas. Tuve que quedarme quieta un rato y detenerlo para que no se saliera, pero mi culo estaba demasiado resbaloso y, al primer tirón que dio hacia atrás, su verga simplemente se salió de mi culo, sacándome otro chorro de mierda, leche y dos o tres sonoros pedos que retumbaron en la sala. Ahora sí no pude contener el grito, aunque estoy segura de que nadie lo escuchó de todos modos.

Caí sobre un costado; volteé a ver a mi labrador, que se limpiaba esa roja estaca con la lengua. Al notar que en realidad estaba lamiendo mi mierda, mi mente se disparó y comencé a imitarlo; me acerqué, puse mis labios en su pene y comencé a chupar de arriba a bajo, llenándome los labios y la lengua de su semen y mi diarrea. Acto seguido, comencé a lamer el suelo, y no tuve reparo ni vergüenza en apretar el culo y soltarlo, para sacar otro chorrito más de diarrea y unos dos pedos más. El sonido flácido y aguado de mis pedos me terminó de excitar (además de que el olor de mis pedos siempre me ha encantado). Terminé masturbándome mientras me frotaba en el piso, deslizándome con mis tetas sobre mi mierda líquida. Me vine en chorros, terminé jadeando junto a mi labrador, y para cerrar, como la puta y perra que soy, levanté una pierna y lancé un último y estridente pedo que salpicó la mesita de la sala con alguna cuantas gotas de caca.

Desde luego que esa no fue la última ocasión... pero si quieren saber más, tendrán que pedir más anécdotas como esa.

Con un beso delicado, se despide:

Kendrya Fox.