Kata, la lavandera

Kata vive en el infierno, pero hasta en el infierno hay momentos para el amor de dos mujeres “Enyem föld…enyem szenély…” Eran mis tierras, eran mis gentes. Erzsébet Bathory, año anterior a su muerte 1614

Kata, la lavandera

Kata vive en el infierno, pero hasta en el infierno hay momentos para el amor de dos mujeres

" Enyem föld…enyem szenély " Eran mis tierras, eran mis gentes

Respuesta de Erzsébet Bathory preguntada si se arrepentía de sus crímenes, año anterior a su muerte 1614.

Reino de Hungría, Castillo de Csejthe, Anno Domini 1595

Kata se alegraba que su hija estuviera lejos, lejos de la mirada de la Condesa, fuera de sus tierras. Sus otros hijos también estaban lejos, pero sabía que no eran de interés para la Señora. Porque Kata sabía que estaba condenada, su condena era saber demasiado, haber visto demasiado, estar demasiado cerca de la marca de la muerte que rodeaba a todos los cercanos a su Señora, la poderosa Erzsébeth Báthory, hija de nobles y nieta de reyes, señora de amplios dominios por las montañas de Valaquia y Transilvania. Dueña de la vida y la muerte de sus súbditos, rica, poderosa, temida

Adorada como una belleza sin par en el Reino de Hungría, su blanca piel, su pelo de negra oscuridad, su mirada gélida

No es que Kata fuera un alma sensible, no podía serlo en estos tiempos, con el turco arrasando aldeas, los búlgaros entrando a saco en las villas y una nobleza feudal anclada en el medioevo. Había visto muchas cosas horribles en su vida, empalamientos, flagelaciones hasta la muerte, arrojar víctimas encadenadas a ríos helados, era la dura justicia de aquellas tierras.

Pero nada era comparable al horror de su Señora, cada amanecer que subía al torreón y descubría las huellas de las satánicas fiestas que allí se desarrollaban. Ella era la encargada de limpiar los suelos, de recoger los restos de carne tumefacta que habían quedado olvidados, de limpiar las sedas y pieles de su señora hasta sacar las resistentes manchas de sangre de los preciosos tejidos. Por eso sabía demasiado, no por haber participado nunca en aquellos rituales, aunque esa maldita bruja de Darvulia se lo había propuesto alguna vez. Pero no, estaba condenada de cuerpo, pero no iba a perder su alma juntándose en el conciábulo de las brujas.

Ficzko bajaba a la muchacha por las escaleras hacía la Lavandería, los dedos deformes de ese ser grotesco hurgaban en la entrepierna de la beldad rubia

Era la muchacha de esclavonia que venían anunciando las torres de señales desde hacía semanas.

La Condesa la esperaba ansiosa, en su impaciencia una docena de desgraciadas habían pasado por el tormento.

La muchacha aún estaba traumatizada por la visión del patio.

La saco ese apestoso ser tirando de la cadena que sujetaba su cuello, la luz del patio del castillo la deslumbro, a duras penas pudo mantenerse en pie.

Cuando pudo abrir los ojos vio las figuras famélicas de dos mujeres desnudas, con la espalda cubierta de marcas de rojas y moradas. Limpiaban la nieve del patio bajo la mirada de un lacayo armado con una vara.

Rápidamente la bajaron hacia la lavandería, por los húmedos y mohosos escalones de piedra. Las paredes eran gruesas, como correspondía a un castillo como Csejthe que había servido más tiempo como fortaleza militar que como palacio.

La inmunda criatura que la arrastraba hacia el interior empujó a la muchacha hacia el suelo.

¡Hay tienes Kata!, déjala presentable que la Señora la quiere para esta misma noche.

Kata miro a la forma temblorosa que se agitaba en el suelo, cubierta por unos sucios andrajos, era rubia, con la piel blanca, demasiado blanca para ser una campesina y sus manos parecían cuidadas. No tendría más allá de 16 años.

Kata la comparó consigo misma, con sus envejecidos treintaytantos años, con sus manos callosas de fregar contra la piedra, su pelo descuidado, sus generosos pechos ya caídos y su ancha cadera sometida a la prueba de tres partos. No había vuelto a tener hijos desde que la Señora quedase viuda y comenzase toda esta locura. Antes la Señora era exigente con los castigos. Kata recordaba como había sacado la piel a tiras de una doncella en medio de una cena, por derramar una gota de salsa sobre su vestido. Pero eso era lo normal, su difunto esposo no se sorprendió. Pero ahora

Ahora Kata sabía que acercarse a un hombre era condenarle a muerte, ni el secreto de confesión estaba a salvo. Lo sabía, notaba la mirada de Ficzko o alguno de sus acólitos, siguiéndole cada vez que salía de la fortaleza para bajar a la aldea. Cuando la Señora viajaba a Viena tenía algo más de libertad, pero hacía tanto desde la última vez.

La ultima vez…, Kata recordó a aquella preciosa niña de pelo castaño, a la que la Condesa convirtió en estatua viviente a mitad del camino, la dejaron desnuda en medio de la nieve y le arrojaron agua hasta congelarse. Su mirada helada todavía la visitaba por las noches.

Bajo la vista hasta la muchacha, que seguía en el suelo, pero ahora con el cuerpo levantado y mirando a Kata con una mezcla de temor y curiosidad. Tenía un rostro precioso, ovalado, con una ligera marca en el mentón con forma de estrella, unos dientes que apenas dejaba entrever la mueca de miedo. Ahora veía los pechos pequeños y firmes de la muchacha bajo los destrozados andrajos, su piel blanco marfileño, sus profundos ojos azules, despejados como el cielo y una boquita, la más hermosa que Kata viera nunca en su vida.

Acaricio con la punta de sus encallecidas yemas aquellos labios vibrantes e vida, rojos sin afeites, le daban ganas de besarla. Pero se contuvo.

Suavemente la cogió de las manos, la obligo a alzarse y, temblorosa, dirigirse hacia la tina de agua caliente. Le hizo desprenderse de sus andrajos y la observo en el esplendor de su desnudez. Sus formas eran perfectas, la niña que comienza a ser mujer se mostraba en todo su esplendor. Solo algunas señales indicaban que era una flor destinada a marchitar antes de tiempo. Kata sabía leer esas señales, las largas marcas cicatrizadas en sus nalgas eran latigazos, aunque viejos. De eso sabía porque los había recibido y propinado, según las circunstancias. Las marcas moradas que afeaban el esplendor de su piel estaban en los brazos y en los muslos, un ligero vistazo a su pubis evidencio las señales de que la habían forzado. Sin duda se habría resistido, como cualquiera ante esa inmunda criatura. Oh! que bien hizo Dios mostrando con su Horror exterior la negritud de su alma.

Lentamente la introdujo en la tina para lavarla, la hizo extenderse y empezó a frotar con fuerza, parándose y siendo cuidadosa en ciertos puntos, centrándose en acariciar sus nalgas, sus pechos plenos de firmeza, las sedosa tela de sus cabellos rubios fue frotada con energía, Hecho lo fundamental, Kata introdujo la esponja de tela entre las piernas, aparto la tela y empezó a acariciar el pubis directamente con la mano.

La muchacha no había estado nunca con una mujer y desde luego lo que Kata le estaba haciendo era mejor que aquella vez con su primo en el pajar, e indudablemente mejor que los cerdos sebosos que saquearon su aldea y la violaron, por no hablar de la inmunda criatura que la había conducido hasta allí, reprimió un escalofrío y se entrego a las hábiles caricias de Kata.

Esta trabajaba con la mano bajo el agua, estimulando de forma suave y continuada el clítoris, buscaba no un rápido espasmo sino una gradual subida, acerco sus labios a los suyos y comenzó a besarla con ardor. La joven se entrego sin demasiado ardor y un punto de timidez, pero Kata no cejo y empezó a acariciarle los pechos.

Dejo de acariciarle y la fue sacando poco a poco de la tina, con una espesa manta empezó a secarla, con cuidado, regodeándose en esa juvenil belleza que se mostraba ante sus ojos.

No pocas veces se sentía Kata como si estuviese limpiando al cerdo para la matanza. Ella sabía el horrible destino que le esperaba a la muchacha.

Suavemente volvió a besarla y la joven cedió sin resistencia, acaricio sus pechos pequeños y firmes y la fue empujando con suavidad hasta la mesa de madera basta que había en una esquina de la sala. Allí la tumbo y le fue forzando a separar las piernas con suavidad, la joven de esclavonia tuvo un espasmo recordando la cercana violación por parte del monstruoso Ficzko. Lentamente Kata coloco su boca sobre el pubis y empezó a lamer trazando líneas largas y lentas por toda la vulva de la muchacha. Ahora si la belleza rubia se abandonaba al placer que le nacía entre sus piernas, espasmos de gozo le recorrían la espalda y agitaba sus brazos como tratando de patatar a un amante invisible. Kata conocía aquellos síntomas y empezó a acelerar el ritmo de sus lengüetazos, incrementando su velocidad poco a poco., entonces introdujo uno de sus robustos dedos y la explosión se desato. La joven arqueaba su espalda y sofocaba sus gemidos mordiendo una toalla sucia que había en la mesa.

Con la boca llena de fluidos Kata paró y la niña rubia se desplomo, agotada. Entonces Kata se acerco a su boca y comenzó a besarla profundamente, con furia. La chica respondió, volvió a acariciar con sus fuertes manos el pubis y la vagina, arrancándole otro espasmo. Entonces se coloco encima, se saco la ropa por la cabeza y empezó a refrotar su vulva contra la de la muchacha, la presión combinada les iba llenando de placer. Kata entonces se levanto sobre la mesa y volvió a descender colocando su chorreante coño sobre la preciosa cara ovalada de la muchacha.

Sorprendida al principio, la joven no sabía lo que pasaba, ahora si, estaba gozando como nunca lo hizo con su primo en el pajar. Cuando le coloco el coño sobre la boca no sabía que hacer, empezó a dar lengüetazos de forma aleatoria, sin un ritmo concreto, sin saber que buscar.

Kata observaba el suculento panorama que estaba bajo sus piernas, el cuerpo núbil de la belleza rubia, empezó a acariciar sus pechos. No sabía comerle el coño pero por lo menos ponía intención, suavemente acercó su boca al clítoris y la apretó contra el.

La muchacha notaba la presión de las fuertes manos de Kata sobre su cabeza y empezó a lamer de forma continua y firme aquel punto contra el que la llevaban con tanta insistencia. Cuando el ritmo se hizo constante Kata noto como los humores le ascendían por el cuerpo hasta desembocar en una gran explosión que llenó de fluidos la cara de la preciosa muchacha. Kata también se derrumbó agotada sobre la mesa.

Se giro y con un trapo empezó a limpiarla, a lamerle la cara, besarle los labios, pelear con su lengua. Esa lengua que sería cortada, esos labios arrancados con tenazas de hierro caliente. Beso esos pechos, succiono esos pezones, esos que serían flagelados, atravesados, quemados y torturados de mil maneras.

Kata se levantó y fue cubriendo con una tela de esparto las desnudeces de joven. No quedaba mucho tiempo, el Sol se apagaba y los monstruos vendrían a reclamar su ración. Solo en su pequeño reino de la Lavandería se sentía segura Kata

Escuchó pasos por las escaleras, al rato se abrió la puerta y apareció el repugnante Ficzko, acompañado de Dorko, una de las ayudantes de Darvulia.

¿Esta lista ya? En el Torreón la están esperando- Pregunto Dorko

Ficzko miro a la muchacha y un hilillo de baba se escapo de la comisura de su repulsiva boca.

Si, esta lista, - se contesto a sí mismo el repulsivo se, agarró la cadena que colgaba del cuello y dirigió otra de sus deformes manos a las nalgas de la muchacha. Aunque intento esquivarla agarró sus glúteos con mano de hierro.

Vamos, no hay tiempo de distracciones, la Señora espera—Urgió Dorko

Con Ficzko tirando de la cadena y Dorko abriendo la marcha se dirigieron a la puerta.

La belleza rubia giro su cabeza y lanzó una silenciosa súplica a Kata, una desesperada e imposible petición de ayuda.

Kata mantuvo la mirada gélida, sabía que Dorko la vigilaba y que cualquier síntoma de debilidad haría que los lobos se echaran encima. Calmo su dolor tantas veces repetido diciéndose que ella no podía hacer nada, no podía luchar contra el poder absoluto de la Señora.

Mientras escuchaba el ruido por las escaleras Kata no pudo reprimir una lágrima. Su preciosa iba hacía la condena, sería horrible, pero todo terminaría esta noche. Kata no sabía cuantas noches estaría en el aun en el infierno.

No estoy seguro si esta es la categoría correcta, pero sí que esta es la historia que quería contar.

Agradezco todos los comentarios, sean laudatorios o críticos.

La Condesa Erzsébeth Bathory, también conocida como La Condesa Sangrienta, es un personaje histórico al que le corresponde el dudoso honor de ser la mayor asesina psicópata individual de la que se tiene constancia histórica. Se calcula que pudo torturar y asesinar a más de 600 mujeres, llegando en los últimos tiempos a darse baños con su sangre para mantener la juventud. El personaje de Katalyn Benieczy también es histórico, fue una de las acusadas en el juicio, siendo absuelta finalmente porque se demostró que con riesgo de su vida había tratado de aliviar a las pobres víctimas e incluso llego a salvar a alguna que sus torturadores dieron por muerta.

Para más información sobre los personajes puedo recomendar:

La Condesa Sangrienta/ PENROSE, Valentine; Ed Siruela, 1987. —Col. El Ojo sin Parpado

Ella, Drácula. Erzsébeth Bathory /GARCÍA SÁNCHEZ, Javier; Ed Planeta, 2005

Éjzsaka bál jövök, hol-ba medjek tovabb… Vengo de la Noche, y hacia la Luna voy