Karen, una madre muy comprensiva...
Nadaron juntos y jugaron en el agua, Tom la abrazaba en el agua y se rozaban con su cuerpo, con disimulo lo hizo desde atrás...
Karen es una mujer tremendamente sexual, hace el amor con su marido casi cada noche y aún así tiene ganas de experimentar mas...
Tal vez eso fue lo que la llevó al establo, tal vez eso fue lo que la impulsó a acariciar aquel hermoso caballito. Movida por el morbo de lo desconocido, de lo prohibido. Sensual hasta la médula, alegró los ojos vivarachos de su hijo Tom. Quien descubrió su cuerpo desnudo y lascivo, impúdico frente al ejemplar y se escondió para espiarla. La vio actuar y gozón aquella visión turbadora, su madre desnuda junto al caballo, acariciándolo y acariciándose, hasta terminar corriéndose. Mientras Tom se escondía para no ser descubierto y la observaba salir del establo con el sudor en su piel y el placer dibujado en los labios.
Esto disparó su atracción hacia su madre. Aunque Tom ya la viera la otra noche fornicando a la luz de la Luna como una bruja desvergonzada, cabalgando a lomos de su padre. Exprimiendo su energía, aquella hembra rubia de pechos prominentes, insaciable en la cama con su marido, despertó su interés y ya nada pudo hacer por evitarlo.
A continuación les cuento lo que ocurrió en el estanque aquella mañana, que estaban solos...
Hoy su padre tenía que ir de nuevo al pueblo cercano e invitó a ir a la familia, aunque su convocatoria no tuvo mucho éxito. Karen se quejó de que tenía jaqueca y Tom dijo que prefería jugar a la videoconsola. De modo que volvieron a partir padre e hija solos, como ya hicieran la semana anterior.
En el fondo Tom pensaba en volver a espiar a su madre, por si ésta iba al granero otra vez a probar de nuevo el sexo con animales, pues desde la semana pasada no había tenido oportunidad de hacerlo con toda la familia en casa. De modo que se encerró en su cuarto cuando su padre y su hermana se marcharon, a ver si su madre salía para ir tras ella.
Pero el sorprendido fue él cuando su madre nada más ellos marcharse, entró en su habitación y se sentó a su lado en la cama para verlo jugar. En principio no le importó, pero conforme pasaban los minutos fue impacientándose. Ella le preguntaba por el juego de carreras de deportivos al que estaba jugando, como si fuese la primera vez que viese uno de aquellos juegos, incluso le pidió que la enseñara a jugar, tumbándose en la cama junto a él.
Con paciencia Tom lo intentó, le dejó el mando y le explicó cómo se jugaba. La verdad es que fue un desastre, no paraba de salirse de la pista y hacía trompos en las curvas, aunque todo esto parecía divertirle más que si lo hiciera bien y no paraba de reír escandalosamente. Entonces Tom le cogió el mando por encima de sus manos e intentó explicarle cómo se jugaba presionando el mando con sus dedos sobre los de ella.
Con sus brazos entrecruzados y apoyados sobre el mando, de repente se dio cuenta que sus tríceps estaban en íntimo contacto con sus senos. El contacto le erizó el bello y se excitó casi de inmediato, rememorando imágenes en su cabeza, donde su madre se lo montaba con el caballo. En esos momentos el coche se salió de la pista y dio vueltas de campana “virtuales”. Su madre ahora se rio de él y le preguntó qué le había pasado. El hijo, se puso colorado y sin dar muchas explicaciones volvió a las prácticas de conducción.
Tras aquel incidente, Tom se mostró más interesado por seguir enseñando a su madre y se olvidó de sus planes iniciales, pues en el fondo le gustaba tenerla allí, a su lado.
Al tenerla tan cerca también vinieron a su mente los recuerdos de la noche en que su hermana y él creían que un espíritu vagaba por la casa y resultó que los producía ella retozando encima de su padre, dando quejidos de placer. Este recuerdo le hizo sonreír y de nuevo su excitación creció bajo su calzoncillo. Su madre se interesó por el súbito humor que le sobrevino y él disimuló dando alguna excusa sobre lo mal que conducía en el juego. Al mismo tiempo disfrutó del fino perfume que usaba, llegando éste a saturar su pituitaria.
Tras un par de horas de juego conjunto, lo dejaron, su madre insistió en dar un paseo por el lago juntos, así que decidió complacerla y la acompañó. Allí estuvieron conversando sobre todo un poco, pero más que nada pasaron el rato, mientras lanzaban piedras al agua para practicar el salto de la rana.
Se hizo tarde y volvieron. Tom puso la mesa mientras su madre le preparaba huevos fritos, patatas y hamburguesa, su comida favorita, no muy saludable pero sin duda muy apetitosa. Ambos comieron hasta hartarse, y tras la copiosa comida vino la siesta. Tom cayó en un profundo sueño, del que tardó una hora en despertar. Sin duda su primer pensamiento fue para su miembro que yacía erecto en su calzoncillo, así que de un salto se incorporó y poniéndose bermudas y camiseta salió a hurtadillas para ver si su madre dormía aun la siesta, vestida sólo con sus braguitas como solía hacer. Pero al asomarse al dormitorio no la halló allí, de modo que pensó que podía estar en el establo y sintió cómo se le aceleraba el corazón con la sola idea de volver a espiarla en tal situación.
Mientras se dirigía hacia el establo recapacitó sobre la mañana, lo extrañamente cercana que había estado su madre, más que de costumbre, y se preguntó el porqué de tal actitud. Acaso podría estar preocupada por el cambio cambio de aires, por si no era de su agrado.
Entró sin hacer ruido y se acercó a las cuadras, pero… allí no había nadie, así que pensó dónde podía andar su madre y sólo se le ocurrió que podía haber ido a bañarse, pues a lo mejor ya había estado allí, así que se puso de nuevo en camino.
Efectivamente su madre estaba sentada al final del embarcadero, remojando sus pies en el agua. Pensó en acercarse sin que la oyera para darle un susto, pero las maderas del embarcadero lo delataron al primer paso. Su madre se giró y no pareció sorprenderse de verlo.
—¡Hola cariño!, ¿ya te has levantado de la siesta? —le preguntó con una sonrisa cariñosa en sus labios.
—Si —dijo él sentándose a su lado.
Para su sorpresa su madre le echó el brazo por encima de los hombros y lo acercó hacia ella.
—¡Oye!, ¿has estado en el establo? —le preguntó nada más tenerlo al lado.
—Bueno sí, he pasado por allí... Me levanté de la siesta y no sabía dónde estabas y andaba buscándote —le explicó Tom.
—¿Y qué iba a hacer yo en el establo con este calor? —le preguntó su madre dejándolo sin respuesta.
—¡Ah pues no se! —exclamó Tom algo nervioso.
Se hizo un pequeño silencio entre ambos, como si ninguno supiese cómo continuar la conversación.
—Por cierto mamá, tú también hueles a establo, ¿no decías que no habías estado allí? —dijo Tom de repente sorprendiendo ahora a su progenitora.
—¡Ah pues si! Ahora que lo pienso, pasé a darles agua a los caballos antes de venirme para aquí —dijo su ella poniéndose colorada.
—Entonces, ¿has visto al macho, qué cosa tiene no? ¿No te dan ganas de cogérsela sólo para ver cómo se siente en las manos? —dijo Tom divertido.
—¡Pero Tom, qué dices! -protestó Karen golpeando su hombro.
—Venga mamá, no pasa nada el caballo estaría agradecido de unas caricias tuyas —rio de nuevo.
—¡Vasta de bromas Tom, yo no soy… así! -exclamó Karen mostrándose ofendida.
El muchacho decidió no acosar más a su madre, aunque sospechaba que ella había tenido de nuevo una sesión de pasión animal, ya que su olor corporal la delataba, el olor del a sexo sucio.
—¿Mamá, cómo fueron tus primeras experiencias sexuales?
—¡Oh, pues bueno...! —dijo Karen algo nerviosa y sorprendida por su atrevida e íntima pregunta—. Yo vivía con los abuelos a las afueras de la gran ciudad y la verdad es que no me relacioné con chicos hasta que fui bastante mayor.
—¡Venga mamá, seguro que tuviste alguna relación antes! ¡Vamos, cuéntamela! Por favor.
—Pero es que... una señorita no habla de esas cosas hijo —dijo Karen intentando esquivar su curiosidad insana.
—Lo entiendo mamá, pero es que me gustaría que me hablases de esos inicios, no sé, sería como una clase de educación sexual para mí, ¡venga cuéntame algo mamá, no seas una esnob!
La mujer madura, sonreía a su curioso hijo y le acarició el pelo mientras sopesaba qué contarle para entretenerlo y quedar bien con él. En el fondo era su preferido así que decidió contarle cosas de su juventud. Cosas que ya casi creía olvidadas, pero que en este preciso instante aparecieron frescas a su memoria.
—Bueno Tom, si te lo cuento debes prometerme no decirle nada a papá o a tu hermana, ¿vale? —le propuso ella finalmente.
—¡Por supuesto mamá! ¡Cuenta, cuenta! —pidió él ansioso.
Karen comenzó a narrar alguna de sus primeras experiencias:
—Bueno Tom yo tenía un perro llamado Chap, era un macho, ¿sabes? Y siendo ya mayor comprendí lo que era el celo de los animales. En esa época, cuando Chap estaba en celo yo lo acariciaba por el vientre y él se quedaba “muy quieto”, seguía acariciándolo hasta que su pequeño pene sobresalía y como me hacía mucha gracia jugaba y se lo acariciaba con mis deditos, hasta que él se corría entre su pelo blanco y rizado.
—¿Eso es todo mamá? —dijo Tom ansioso por escuchar historias más picantes.
—¡Bueno déjame terminar hombre! —protestó ella—. Verás también lo ponía entre mis muslos y me rozaba con sus pelitos y con su pene, desde luego con aquello tan pequeño no tenía nada que hacer, pero me excitaba sentir su roce. El caso es que un día estaba tomando tostadas con miel y al darle de comer descubrí que me lamía el dedo, ¡esto me dio una idea! Así que me lo llevé en secreto a mi habitación y allí... me unté mi sexo con un poco de miel y se lo ofrecí a Chap. Él me lamió toda la miel con su larga lengua un buen rato y yo me excité un montón, y seguí untándome más miel y él lamiéndola y devorándola con ansia a medida que me untaba más y más, hasta que no pude aguantar más, ¡y tuve un orgasmo! —le confesó.
—Venga ya mamá, eso es una leyenda urbana, lo contaban los chicos en el colegio cuando vivíamos en la ciudad sobre tal o cual chica que lo había confesado a una amiga íntima—dijo Tom disgustado.
—¡Que no hijo, te aseguro que yo lo hice muchas veces! —protestó Karen molesta por su incredulidad—. Me has preguntado por mis inicios sexuales y eso es lo que te estoy contando.
—¿Y te corriste? —insistió Tom pidiendo más detalles escabrosos.
—Al cabo de un buen rato, me puse toda pringada de miel por ahí abajo y ayudándome con los dedos llegué al orgasmo y temblé de placer mientras creía que me iba a dar algo —sonrió sofocada—, creo que esos fueron mis primeros orgasmos.
—¿Y lo hiciste más veces?
—Bueno al principio me dio mucha vergüenza llegar a hacer algo así, me asustaba mucho que el abuelo o la abuela o el tío me pillasen, pero al final lo hacía casi todos los días, me encerraba en mi cuarto con Chap con la excusa de estudiar o hacer mis deberes y Chap y yo teníamos nuestros ratos de placer. Gastronómico para él y sexual para mí —rio Karen tras aclararlo.
—¿Y no tuviste nada con un chico, algún encuentro o algo así? —preguntó Tom buscando algo más morboso que lo que le había contado.
—¡Vaya Tom qué cotilla eres! —protestó su madre, pero de muy buen humor dispuesta a contarle más—. Tenía unos primos, se llamaban Amanda y Jeremy, venían a vernos los veranos con mis tíos y jugábamos juntos. Un verano siendo ya adolescentes, nos quedamos solos en casa y convencimos a Jeremy para que nos enseñase su pene a su hermana y a mí. Él consintió siempre que nosotras nos desnudásemos también. El caso es que todos nos fuimos a la boardilla y allí lo hicimos. Así que nos quedamos los tres en bolas y nos dedicamos a miramos y a reímos un rato. Luego él se ofreció a que le tocásemos la pilila y nosotras lo hicimos entre juegos y risas mientras veíamos lo dura que la tenía. Él nos tocaba los pechos mientras tanto, pues ya estábamos desarrolladas y teníamos tetitas, yo más que mi prima, así que a mí me las tocaba más —sonrió Karen con nostalgia.
—¿Qué excitante mamá? ¿Y qué pasó luego?
—Pues que llegaron los abuelos y nos tuvimos que vestir a toda prisa para que no nos pillasen, allí acabó nuestra aventura —dijo Karen para desesperación de Tom.
—¡Vaya mamá! Esa historia es más excitante que la otra mamá. ¿Y no lo volvisteis a hacer?
—Pues no, porque se fueron y pasaron unos días y no tuvimos oportunidad, más tarde me enteré de que mi primo se echó novia —dijo Karen, aunque le mintió, pues no quería contarle aquella secreta historia de su adolescencia.
Tom se quedó extasiado ante la segunda confesión que le había sacado a su madre, tanto, que esta le sonrió y volviéndole a acariciar el pelo le preguntó...
—¿Te ha gustado hijo?
—¡Oh mucho mamá, ha sido muy bonito saber cómo fueron tus primeras veces!
—¡Uf qué calor me ha entrado! ¿Nos bañamos un poco? —dijo Karen introduciéndose en las frescas aguas desde el embarcadero.
Nadaron juntos y jugaron en el agua, Tom la abrazaba en el agua y se rozaban con su cuerpo, con disimulo lo hizo desde atrás, pegando su pelvis a su culo, y luego desde delante apretando su torso contra sus mullidos pechos.
Cansados de juegos, salieron del agua y se tumbaron sobre las toallas, a la sombra de aquellos álamos, cuyas hojas no paraban de crepitar mientras el viento mecía las ramas.
Tom estaba muy excitado tras el chapuzón, así que una vez que entró en calor su erección creció y abultó su bañador. Tanto que llamó inevitablemente la atención de su madre.
—¿Y esto Tom? -dijo divertida señalándoselo.
—¡Ah pues no sé, es que se me ha levantado solo! —rio Tom complacido por que se hubiese dado cuenta, mostrando con orgullo su erección.
—Pues tendrás que hacer algo al respecto, ¿no?
—No sé —dijo Tom tocándosela distraídamente por encima del bañador—, tal vez tú podrías ayudarme un poco con este problemita.
—¿Yo? —le sonrió ella con sorpresa.
—No se mamá, tampoco es para tanto, ¿no? Sólo será un meneíto rápido.
—¿Te has vuelto loco Tom? —le preguntó ella intentando ponerse seria.
—Vamos mamá, será solo un momento, ¡venga! Lo mantendremos en secreto, como tus historias —la incitó.
—¡Que te he dicho que no Tom! ¡No insistas! —replicó con voz firme para denotar su enfado.
Entonces Tom metió su mano en su bañador, empuñó su miembro y lo sacó del mismo, mostrando con cierto orgullo su palo erecto mientras lo sujetaba con la mano.
—Entonces tendré que hacerlo yo solo —concluyó, y a la vista de su madre comenzando a moverla despacio.
—¡Oh Tom! ¿Pero qué haces? Definitivamente el calor te ha afectado el cerebro —dijo, pero sin apartar la mirada de su miembro.
Karen se giró hacia él y de costado quedó observándolo y se hizo el silencio entre los dos.
—¡Oh Tom, esto es muy inapropiado! ¿Lo sabes? Masturbarte delante de mí —le confesó ella en voz baja, como si alguien pudiese escucharlos allí en aquel apartado lugar.
Una burbuja invisible de intimidad los envolvió, sabían que aquello era ciertamente indecente, pero a pesar de ello lo hacían con connivencia entre ambos.
—¡Oh Tom qué malo eres! ¿Lo sabes? Tienes un pene muy bonito —dijo ella admirando su forma, cómo su glande se mostraba y cubría con el movimiento y cómo nacía una buena base de pelillos en su base.
—¿En serio que te gusta? —preguntó él un tanto incrédulo.
—¡Es precioso! —afirmó ella mientras se apoyaba la cabeza en la mano y esta con el codo en el suelo.
Tom asintió sin decir nada. Entonces Karen deslizó su mano hacia su mástil tieso y duro y él apartó la suya para dejarle espacio.
—Bueno hijo, te ayudaré un poco, pero que conste que será la primera y la última vez que lo haga, ¿entendido?
—¡Estupendo! —jaleó Tom.
Karen la empuñó desde abajo, a pesar de la frescura del agua, su miembro estaba ahora tremendamente caliente y suave, a diferencia de su mano que seguía helada. Al contacto Tom suspiró ante la diferencia de temperaturas.
—¡Tienes las manos frías! —confesó.
—¡Oh cariño lo siento, pero no tardarán en calentarse! —adelantó Karen.
Lo masturbó con suavidad y poco a poco fue acelerando el ritmo. Esto hizo que su bañador se convirtiera en un estorbo así que finalmente el indicó que se lo bajara. Y así brilló su estaca de carne expuesta a la luz de un rayo de sol que cruzaba encima de ellos. Karen la admiró y retomó su masturbación.
Siguió moviéndola con suavidad, recostada a su lado, con maestría podría incluso admitirse al verla ejecutar tal acción.
Tom no podía creerlo, viéndola allí a su lado se la imaginó de nuevo con el caballo y la recordó desnuda, también pasaron por su mente las tórridas escenas siendo follada por su padre, todo esto mientras ella, plácidamente lo masturbaba.
El orgasmo fue como una súbita explosión, Karen había tomado la técnica de acelerar y luego aflojar, y así sucesivamente, hasta que en una de estas, Tom estalló, su pene comenzó a expulsar su semen y él, de inmediato se sumergió en un torrente de sensaciones que le hicieron tensarse como un arco antes disparar la flecha a máxima potencia, convulsionó mientras soltaba chorros y más chorros de leche al aire, como una catapulta atacando el castillo enemigo.
Karen observó la corrida y siguió moviéndolo aceleradamente para luego ir cambiando el ritmo y hacerlo más suavemente, hasta apurar sus últimas gotas, estrujando a conciencia su glande y luego sacudiéndola graciosamente mientras la erección se mantenía intacta.
Tras esto, tomó una toalla y limpió la pelvis y la fibrosa barriga de su hijo de los impacto de la corrida y luego se limpió el dorso de la mano y sus dedos, pues ella también había recibido su ración de néctar sobre su piel. Entonces, como si despertase de un ensueño, su hijo abrió los ojos y la vio sonriente y satisfecha a su lado.
—¿Qué tal?
—¡No tengo palabras! —dijo Tom, aun atontolinado.
—Me alegra que te haya gustado, pero recuerda: es muy inapropiado que una madre haga esto a un hijo, así que esto no ha pasado —le aclaró—, y lo más importante: no debemos repetirlo —añadió.
Tom se quedó callado, intentando no responder ante la mirada inquisitorial de su madre mientras mantenía su dedo índice en alto a modo de severa advertencia.
—Pero, ¿nunca, nunca...?
—¡Nunca jamás! —puntualizó ella.
Fragmento de Memorias: Entre el pasado y el presente...
Su historia corre paralela a la de Tom y Cathy, su hermana. Entremezclándose con las memorias de Adam, el anterior habitante de la casa señorial, formando en sí misma una historia de tabú, incesto y placer.
Un punto álgido ocurre cuando Karen les descubre manteniendo relaciones y horrorizada se siente culpable, pues también ella se ha dejado tocar por la tentación, entregándose a Tom. Tan desnuda como siempre le gustó estar, orgullosa de su cuerpo, de sus curvas y de cada pliegue de su voluptuoso ser.
Era inevitable, era previsible y no por ello menos deseable, sus escarceos adornaron la historia como perlas del rocío adornan la hierba en la mañana.
En esta intrincada historia, sin duda su relación incestuosa aportó más tabú y más placer si cabe, en el mundo de Tom, aunque para saber su final tendrás que leer la obra, solo así comprenderás sus motivaciones, sus anhelos y sus deseos.