Karen en las manos de la locura

Una joven Psiquiatra es brutalmente violada por sus pacientes.

ADVERTENCIA: Los contenidos de la siguiente historia incluyen sexo explícito no consentido, oral, anal, brutalidad, canibalismo y puede resultar ofensivo para algunas personas. Debe leerse bajo su propio riesgo.

En las garras de la locura

Era alrededor de las 11 de la noche y fuertemente resonaban los tacones de Karen sobre el frío piso de mármol en el sanatorio psiquiátrico donde trabajaba. La habían llamado al pabellón de hombres porque uno de los pacientes estaba inquieto y deseaba hablar con una doctora. Así, a regañadientes, Karen había dejado la cena para ir a resolver esto y potencialmente irse a dormir.

Karen era la psiquiatra de guardia esa noche, y a pesar de la profesión que desempeñaba, no dejaba de usar una vestimenta que hiciera resaltar su belleza natural. Era una mujer de 27 años, rubia, de 1.63m, delgada, pero con muy buenas curvas en su cuerpo, con piernas largas y bien torneadas que le gustaba presumir. Esa noche, bajo la bata blanca, llevaba una blusa de lycra negra sobre la cual brillaba un crucifijo pequeño dorado. Vestía una falda larga con abertura del lado izquierdo que revelaba hasta el muslo, y cuando se sentaba y cruzaba la pierna se veía claramente sus botas beige de tacón, debajo de las cuales llevaba unas brillantes pantimedias color carne a juego con el vestuario. Llevaba su cabello rubio recogido en una cola de caballo y sujetado con una dona.

A decir verdad era un bombón y se daba a desear, y sus compañeros del sexo masculino no dejaban de verla cuando iba a trabajar. Alguno de ellos le hacía favores solamente por su linda cara, pero ella siempre los desairaba de cualquier otra cosa porque estaba comprometida y sus fuertes valores cristianos se lo impedían. Esta actitud le restaba popularidad entre sus compañeros, en especial las mujeres. Tampoco ayudaba que en repetidas ocasiones buscaba con actitudes seductoras o de niña consentida que alguien mas le hiciera su trabajo. Frecuentemente faltaba y en general ya todos estaban cansados de que no se pudiera contar con ella.

De hecho, a Karen tampoco le gustaba ejercer la psiquiatría. Había escogido esa especialidad esperando que fuera algo corto que le diera el estatus de especialista pero sin matarse trabajando o estudiando como en otras especialidades. Pero de las guardias nadie se escapa, y así es que estaba harta de tratar a pacientes tercos, neuróticos o psicóticos, agresivos, brutos, patanes. Mientras los entrevistaba siempre ellos le prestaban mas atención a sus pechos que a lo que ella preguntaba lo que frecuentemente la obligaba a usar el doble de tiempo por cada valoración. Pensaba que quizá terminaría este año y después desertaría, pues lo que deseaba era mejor dedicarse a su hogar y a plancharle las camisas a su futuro marido.

Llegó al pabellón donde estaban los hombres. Tenía una capacidad para 15 pacientes y en su interior estaban las camas fijas al piso, con paredes pintadas de blanco y acolchonadas para evitar que alguno se lastimara, las ventanas eran de acrílico transparente para evitar que las rompieran, y dormían juntos sin ninguna privacía entre ellos. Existía un cubículo especial para los pacientes mas agitados y peligrosos, donde los encerraban y medicaban cuando lo requerían. Los enfermos se comunicaban con los enfermeros en la central a través de una ventanilla que daba a la sala común de estar. Existía un pequeño cubículo con dos puertas en sus extremos para llevar a cabo las entrevistas. Desde un extremo entraba el paciente que iba a ser entrevistado y por el otro entraba el psiquiatra, quedando la puerta atrás de él para escapar en caso de emergencia. Karen llegó y saludó al enfermero Ramíro, quien le había hablado por teléfono para que acudiera.

Buenas noches Ramíro – saludó Karen. -¿Quién llamó?-

Buenas noches doctora – contestó el enfermero – se trata de Gilberto, el pacientito de la cama 8, pero dice que está muy asustado y que no quiere salir de su cama.

¡Ay que lata! – replicó Karen con su actitud de niña consentida – Nos va a tomar mas tiempo convencerlo de que venga al cubículo que atenderlo al lado de su cama. Trae su medicamento y vamos a inyectarlo de una vez.

Esta bien doctora, así sirve que nos vamos a dormir mas temprano – le contestó Ramíro mientras cargaba una ampolleta de un somnífero en una jeringa, y agarraba las llaves para abrir la puerta del pabellón.

Ramíro abrió la puerta del pabellón, el interior estaba semi-iluminado con luces de neón blancas porque los pacientes ya debían de irse a dormir. Se escuchaba alguna conversación nerviosa en el interior, algún ronquido fuerte, alguno de los pacientes sujetados estaban inquietos aún, forcejeando contra sus amarras de cuero. Karen entró primero, apretándo su bata por sobre su cuerpo para cubrirse, y sus tacones anunciaban su recorrido mientras llegaba a la cama 8 donde se hallaba Gilberto.

Buenas noches doctora – Dijo uno de los pacientes desde su cama, con una tremenda sonrisa. Se trataba de Marco, un paciente maniaco que al parecer ya estaba mejorando, pero seguía teniendo una marcada desinhibición, en especial en lo sexual. Hacía tres días había salido a saludar a su médico totalmente desnudo. Karen le devolvió un saludo con algo de tímidez.

En otra de las camas se hallaba Vicente, un hombre moreno y calvo con barbita de chivo negra que había sido ingresado por su conducta totalmente delirante. Era enorme, casi dos metros, y tenía una fuerza descomunal que había desarrollado en sus años como marinero y su piel estaba cubierta de tatuajes. Había tratado de ahorcar a su tío porque le había impedido salir a atacar sexualmente a una niña de 14 años fuera de su casa. Estaba muy serio, y veía a la doctora con ojos lascivos.

Raúl era un joven mas guapo, que se mantenía bien peinado aún en la noche. El estaba aquí porque había querido suicidarse con una sobredosis de cocaína cuando lo terminó su novia. A parecer dormía plácidamente.

Gilberto estaba sentado en posición fetal dentro de su cama, y se mecía adelante y atrás incesantemente, con la mirada perdida y la frente perlada de sudor frío. Estaba sin lugar a dudas ansioso y expectante.

Karen se agachó, apoyándo sus delgadas y delicadas manos sobre sus muslos y ofreciendo la silueta de su delicioso culito a Ramíro, para hablar con Gilberto. Le dijo en una voz infantil - ¿Qué tienes Gilberto? ¿Tienes miedo? No te preocupes, te vamos a inyectar y te vas a poder dormir.-

Gilberto al principio se quedó muy quieto, como si no hubiera oído nada. Después volteó a ver el rostro de Karen. Ella le sonrió dulcemente, mostrándole sus bellos dientes blancos y perfectos. Entonces Gilberto se empezó a voltear ofreciendo su pálida y escuálida nalga para recibir la inyección. Ramiro sacó la jeringa y se concentraba en limpiar la piel de Gilberto, luchando por concentrarse pues se distraía con la cercanía de la bella galena.

Raúl se levantó de golpe de su cama y gritó - ¡Ahora!- El grito asustó a Karen quien cayó al piso, y sorprendió por completo a Ramíro quien se volteó para enfrentar a Raúl, dándole totalmente la espalda a Vicente. Vicente le propinó un puñetazo en la nuca con toda su fuerza. Ramíro se tambaleó, y soltó la jeringa que cayó al suelo y fue recogida por Marco, quien de inmediato apuñaló con la aguja a Ramíro en el muslo, inyectando de golpe toda la carga de la jeringa.

Ramíro cayó de bruces, sus movimientos haciendose cada vez mas torpes, hasta quedar quieto. Mientras tanto Raúl le quitaba las llaves.

Karen se había quedado petrificada, observando con el rostro pálido como se frente a ella estaban 3 enfermos mentales peligrosos, al principio sin entender que estaba ocurriendo. Su intuición la hizo sentir una presa que debía de escapar, así que de forma desesperada trató de incorporárse, pero se resbaló con sus tacones de aguja y cayó sobre sus manos. Apurada empezó a gatear hacia la puerta, sintiendo como si su pecho estuviera comprimido. Veía la puerta tan lejos, tan lejos como su última esperanza.

Vicente al verla pasar a su lado la pateó con fuerza en el abdomen y voló medio metro como si de un balón se tratase. Karen soltó una bocanada de aire y cuando cayó se llevó las manos a su barriga. Todo le daba vueltas, y veía hacia la puerta, incapaz de gritar y pedir ayuda por la falta de aire. Raúl corría presuroso a la puerta, y al llegar, cerró con llave desde adentro.

Ahora si doctorcita, le va a tocar – dijo gustoso Raúl, aproximándose mientras le daba vueltas a las llaves en su mano. Karen veía con terror como todos los pacientes se levantaban de sus camas, observándola con bocas babeantes y sonrisas estúpidas en sus rostros. Vicente la agarró de sus manos y la levantó de un tirón. Ella dio un pequeño grito, como un quejidito de niña. El rostro se desfiguraba de terror. Uno de los pacientes le tomó la bata y la jaloneó con fuerza hasta romperla, otro arrancó la falda, quedando expuesta de la cintura para abajo en sus pantimedias. Ella apretó sus piernas pero se tambaleaba sobre sus botas de tacón.

Víctor la arrojó sobre una de las camas y Marco empezó a quitarle las botas. Raúl se aproximó del otro lado y ahora el la tomó por las manos, mientras le daba a otro de los pacientes las llaves para que liberara a los agitados y le dio la instrucción de traer las amarras. Otro de las enfermos le quitó al inconciente Ramíro unas tijeras de enfermero y le recortó a Karen la blusa de lycra, así como su sexy brassier. Karen lloraba, gemía, suplicaba. Entonces Víctor le dio un nuevo puñetazo en el pecho que le dolió hasta el alma. Raúl le dijo:

¡Te crees muy lista! ¡Te crees muy guapa! Ahora te vamos a coger puta, y si no cooperas te vamos a arrojar con Luis Miguel-

Luis Miguel era el paciente mas peligroso del pabellón, y en este momento se hallaba confinado en el cuarto acolchonado. Karen temía tan solo el verlo por la manera en que lo miraba a uno como a una presa. Decidió que era mejor tratar de salir de esto de otro modo.

Marco le quitó finalmente las botas, le arrebató las tijeras al tipo que había despedazado la ropa de Karen y cortó de un solo recorte la pantimedia y las panties de Karen. Ahora estaba expuesta su vello púbico y su vagina seca, dos enfermos jalaban sus piernas para abrirla, los restos de sus medias cubrian aún sus deliciosos pies, sus torneadas pantorrillas y medio muslo, y su parte estaba a disposición de la banda de locos.

Raúl se bajó los pantalones, exhibiendo una erección de terror, un pene enorme de color rojo-púrpura. Se masturbó un par de veces para sacarse un poco de líquido seminal, y lo puso sobre la nariz de Karen. Ella nunca la había hecho una felación a nadie. Le parecía algo inmoral, pecaminoso. Ahora el aroma húmedo de la verga de Raúl le inundaba el olfato. Raúl apretó su pene sobre el rostro de Karen y se deleitaba cada que lo alejaba por el hilo de semen que pendía ahora de su nariz, sus ojos, su mentón, sus labios, finalmente le dio una cachetada a Karen y le ordenó que abriera la boca. Ella obedeció, mas por terror de que la volvieran a golpear. Entonces Raúl le metió su verga en su boca, de golpe y sin detenerse hasta que sus bolas estuvieron obstruyendo la nariz de Karen. Ella se estaba ahogando, tenía una náusea incontrolable y sentía que iba a vomitar, tanto por miedo como por el reflejo de tener una verga de ese tamaño en la garganta. Raúl la sacó y ella con dificultad tomó aire, para volver a recibir el palo en su boca.

Marco también se bajó el pantalón, y de un golpe metió su verga ya erecta en la vagina virgen de Karen. Ella sintió como si le metieran una lija en su vagina, hasta hoy virgen pues la estaba reservando para su matrimonio. Hubiera aullado de dolor, pero tenía la boca ocupada con el pene de Raúl, así que lo que se escuchó fue un ruido gutural, húmedo, por la saliva que incontrolablemente estaba derramando y que formaba un pequeño riachuelo en sus comisuras. El resto chupaba sin control sus tetas, algunos la mordían, en los brazos, en su abdomen, en sus piernas. Había quien la rasguñaba, rompiendo sus finas medias, buscando lastimarla. Y vaya que le dolía, estaba en manos de un pabellón de enfermos mentales que le estaban cobrando todo el odio y rechazo que sentían por el mundo.

Raúl estaba prácticamente jodiéndola en la boca como si fuera su vagina, cada vez iba mas rápido, hasta que Karen sintió como su pene se hacía increíblemente mas grande y empezaba a latir. Su boca se llenó de un líquido viscoso, flemático y salado, que le inundaba la garganta. Primero tosío, con la verga de Raúl adentro, y eso hizo que se le saliera el semen por la boca y por la nariz, marcando su rostro de un color gris plateado, Raúl le gritó que se lo tragara y ella se vió obligada a hacerlo o ahogarse. Le costaba mucho trabajo. Raúl le dejó la verga adentro y la movía como limpiándose.

Marco por su parte seguía pistonéandola con furia salvaje, y el cuerpo de Karen empezó a reaccionar humedeciendo y lubricando su vagina, lo que Marco celebró gritandole a los demás que ya tenía novia, y que era muy bonita. Raúl salió finalmente de la boca de Karen y ella empezó a gemir como un cerdo mientras Marco la violaba, cada vez mas rápido. Los gemidos no duraron mucho porque otro enfermo le metió su verga en la boca poco después. Karen sentía ardor en su vagina, que se iba haciendo mas y mas caliente. Sentía un extraño cosquilleo que empezaba a formarse e invadía su pelvis. ¿Esto era un orgasmo? ¡El se iba a venir dentro de ella! Se aterrorizó ante la posibilidad de embarazarse de uno de estos internos.

Marco sintió que llegaba al climax y la empezó a llenar de semen. Aullaba como un lobo de júbilo. Cuando terminó se salió y montó a horcajadas a Karen para empezar a limpiarse la verga en sus tetas. Atrás de él otro enfermo erecto tomó su lugar en la ya lubricada Vagina de Karen.

Karen sentía mucha dificultad para respirar, estaba aterrorizada y se quería desmayar, pero la sensación de ser rasguñada, mordida, VIOLADA en toda la extensión de la palabra se lo impedía. Quería morirse en ese momento pero no habría escape, y faltaba lo peor.

Victor estaba realmente enojado con la doctorta. Ella le había recetado un fuerte antipsicótico que le estaba quitando la capacidad de erección. Estaba siendo capado químicamente, y él hacía responsable directamente a esta putita nacida en pañales de seda. El se aseguraría de que pagara.

Golpeó a la pandilla de enfermos que gozaban con el delicioso cuerpo de Karen, sacudiéndolos de encima de ella. Karen solo había tenido la visión de distintos pares de testículos mientras sentía los jaloneos a su cabello, las mordidas, rasguños, lamidas y chupeteos, pero sobretodo la dolorosa penetración de su virginidad. Cuando los enfermos fueron arrojados de encima de su cuerpo tuvo una sensación de alivio, creyó incluso que sería rescatada. El terror volvió a apoderarse de ella cuando Victor la tomó de las muñecas juntas y la volvió a levantar como lo había hecho antes, cuando aún tuviera su ropa encima. Esta vez, sobre la cama estaba desnuda de la cintura para arriba, con los jirones de su blusa colgando de sus delgados brazos, con restos de sus medias deshilachadas cubriendo aún en partes sus muslos y piernas. Su cuerpo rasguñado, mojado de baba con mordidas y moretones sobre sus tetas y otras partes de su espalda y cuerpo.

Víctor la tomó de su cabello, y lo jaloneó. La dona que le recogía el cabello cayó al piso y quedó desgreñada. Entonces Víctor la jaló hacia su tremenda verga de marino, claramente con la intención de que la chupara. Karen estaba aterrorizada, no sabía que hacer, pero Víctor la orientó brutalmente. Con su otra manaza le apretó la boca hasta que la abrió y entonces Víctor empaló su boquita.

El tremendo palo de Víctor no cabía en esa pequeña cavidad, pero él se empeñaba. Karen tenía que intentar respirar alrededor de este palo y al hacerlo movía su lengua alrededor del Glande de Víctor, lo que lo empezó a excitar mas. Tomada del cabello, Víctor movía su cabeza adelante y atrás, masturbándose con la cabeza de la joven doctora.

Mientras, el resto de los enfermos chupaban y lamían el cuerpo de Karen por atrás. Hubo quien se arrodilló y la penetró por atrás mientras Víctor se masturbaba con su cabeza.

Pero Víctor tenía otros planes. Cuando sintió que estaba lo suficientemente duro le soltó las muñecas y la dejó caer. Karen estaba agotada y debil, así que no puso mucha resistencia cuando Víctor la tomó por su delicado talle y la mont, el parado, sobre su verga. Esta vez la impaló en la vagina de pie, y Karen podía oler su apestoso olor a sebo mientras él le mamaba los pezones con salvajismo. La mordía y ella apenas podía emitir un grito. Suplicó a Dios la blasfemia de que se viniera pronto, no importaba que fuera dentro de ella, pero que terminara este suplicio.

Pero Víctor no se vino. Al contrario, no podía dejar de estar erecto y su eyaculación estaba retardada por las fuertes drogas que recibía. Cuando se aburrió, la arrojó al piso y la volteó de espaldas. Marco estaba nuevamente erecto, así que se arrodilló frente a Karen y le ofreció su verga en la boca. Karen ya sabía que tenía que hacer esta vez, así que no ofreció resistencia y abrió su tienra boca y la empezó a chupar, esta vez haciendo que el glande le pegara en el paladar para no ahogarse. Resignada empezó a sentir que le separaban sus nalgas. Pensaba que otra vez se la iban a meter por la vagina, que para estos momentos ya estaba entumida de tanta cogida. Cual no sería su sorpresa cuando empezóa sentir que una lengua gorda y rasposa le empezaba a humedecer el ano.

Sacó la verga de Marco de su boca y por primera vez protestó. Pero Víctor no era alguien que pudiera ser convencido y dejó ir sus 22 cm de verga en el ano virgen de Karen. Ella cometió el peor error que alguien puede hacer en ese momento. Apretó su ano y empezó a forcejear. Los locos del pabellón la agarraron del talle, de las piernas y de los hombros hasta que la tuvieron prácticamente en vilo entre 5, y Víctor ahora la tenía a su total merced. Volvió a empujar y a empujar. El dolor era excruciante para Karen, ardía, dolía y sentía como se iba despedazando por adentro.

Víctor continuó así por minutos enteros que a Karen le parecían interminables. No se hacía mas fácil. Su espíritu se rompía, sus sueños parecían haberle pertenecido a otra persona. Se rindió.

Y al aflojar su esfínter y ceder, el dolor bajó un poco. Incluso volvió ese calor, esa tremenda experiencia de morir un poco y sentirse liberada y viva. Conforme Víctor frotaba y frotaba, ella se iba perdiendo mas y mas en ese placer nuevo y oculto para ella. Se desquitaba de su inmovilidad chupando con mayor intensidad el pene de Marco, hasta que se vino encima de ella. Esta vez lo chupo todo, y cuando terminó abrió seductoramente su boca esperando la siguiente verga que chupar. Otros internos le tomaban las manos y se masturbaban. Su delicado puño, con la sortija de compromiso engarzada empuñaba el pene de un retrasado mental.

Víctor gruñó mientras liberaba su simiente en las entrañas de Karen. Parecía no parar y Karen sentía el flujo inundándola. Víctor dio golpes finales hasta terminar. Así la dejó caer al piso.

Karen estaba sudando de dolor, cansancio y no estaba segura si de placer. Abrió los ojos y vió al pequeño Gilberto, el esquizofrénico que había servido como carnada de esta trampa sexual, y el estaba perdido en sus alucinaciones, meciéndose una y otra vez.

El descanso duró poco. Nuevamente la orgía se reanudó, mientras unos descansaban, otros la sometían y penetraban por todos sus orificios. Llegó a estar sirviendoles hasta a 7 a la vez, sentada sobre uno que la sodomizaba, mientras otro le penetraba en la vagina por delante, chupaba el pene de otro, servía para masturbar a uno con sus senos y masturbaba con cada una de sus manos a un interno, y otro se masturbaba con sus pies, que rodaban aún enfundados en lo que quedaban de sus sedosas medias un miembro viril.

Ramíro, el enfermero, fue atado a una cama boca abajo, y cuando ya no quedaba espacio para coger a Karen, algunos enfermos se satisfacían con el orificio del odiado enfermero.

Así fue transcurriendo la noche, hasta que dieron las 4 de la mañana. Muchos internos ya estaban tan agotados que se fueron a dormir. Pero quedaba el cruel Raúl. Desde que él había conocido a la doctora sintió que era su misión destruirla, a ella y a todas las mujeres como la puta de su novia que lo habían abandonado.

Karen estaba somnolienta. Envidiaba a Ramíro, pues creía que a el no le había pasado nada. Lo veía con envidia cuando Víctor ahorcó a Ramíro por detrás mientras le metía su descomunla verga por el ano. Ahora estaba totalmente desnuda, deshecha. Marco, quien no tenía nada de sueño, quería mas diversión. Así que asistió a Raúl en su última venganza. La ataron con los sujetadores por la espalda y la arrastraron, ya sin fuerzas, al cuarto acolchonado.

Karen solo veía borrosamente como la llevaban a un cuarto blanco. Sólo quería descansar. Mientras tanto, Raúl abría con las llaves el cuarto.

Luis, una visita, que la disfrutes- dijo el sociopata mientras arrojaba el débil cuerpo de Karen a la bestia confinada en el interior.

Karen lo conocía. Era un caso muy sonado en el hospital, que estaba en espera de traslado a una penitenciaria de alta seguridad para enfermos mentales. Un hombre cruel, frío, depredador, que había matado al menos a 80 mujeres en los últimos 2 años. El la miró con detenimiento, como una pantera que analiza a su presa. Se paró frente a ella y la observó con detenimiento, esbozó una sonrisa que Karen casi contestó, y entonces… ¡atacó!

Primero le mordió el pezón derecho. Karen gritó y gritó, pero el no se detuvo. Clavaba sus dientes con fuerza, hasta que ardía. La sangre empezó a mojar su cuerpo joven. El dejó que la sangre se derramara por su boca, parecía un vampiro. Se puso de pie y empezó a patear a Karen en la cabeza y en la cara. Sus huesos se quebraron, sus dientes se rompieron y zafaron. Pateó su tórax hasta romper sus costillas. Sentía como algo se rompía dentro de ella cuando le pateó el vientre. Sólo quería morir. Estaba boca abajo, maniatada e indefensa cuando el la tomó por la cabeza y la golpeó contra el piso acolchonado intentando romperle el cráneo. Que el piso estuviera acolchonado solo prolongo su agonía. Cuando finalmente perdió el conocimiento, dio gracias a Dios.

Luis la dio por muerta, y empezó a morderla para comersela. Así amaneció y el cambio de turno halló a un Ramíro violado atado a una cama, aún medio sedado. Apurados, los médicos de la mañana indagaron pero no podían dar crédito a la historia que los pacientes les contaban. Raúl los convenció de que Karen había entrado a la celda de Luis a medianoche sola, y que Ramíro había entrado a dar su medicamento a Gilberto y el lo había amarrado y ahorcado. Gilberto no hablaba, no le importaba en absoluto.

Encontraron a Karen con tremendas heridas externas, violada, con contusiones y hemorragias internas. Estuvo en terapia intensiva por meses, deseando morir. El sanatorio encubrió los hechos, y todo terminó en el olvido, excepto para Karen, para quien la vida nunca fue igual.

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