Kamyl-Beta

Relato de control mental con mujeres bonitas y cientificos locos. La protagonista principal es una policia a la cual le han lavado el cerebro.

Kamyl-Beta.

Parte 1.

La Teniente Kat Banks con paso marcial caminaba a través de las oficinas de la jefatura. Los que la conocían veían como gracias a sus últimas vacaciones había recobrado sus energías habituales aunque cada vez que pensaba en ellas junto con los recuerdos de lo bien que la había pasado se presentaba una sensación extraña que no podía comprender. Todavía llevaba puesto su uniforme táctico de varias tonalidades azules, ya que venía de realizar un operativo, por lo que aparte de su casi metro ochenta de estatura solo se podían apreciar con naturalidad las facciones de su rostro. Tenía la piel con un leve bronceado y su nariz era recta. Sus ojos eran penetrantes y de un nutrido color verde. Llevaba sus largos cabellos azabaches recogidos formando un rodete por detrás de la cabeza. Todo sin ningún tipo de maquillaje.

Antes de llegar a su oficina la interceptó una joven oficial recién salida de la academia. Era como una cabeza más baja que ella. Llevaba sobre si un uniforme convencional por lo que se le moldeaban su cuerpo sin dificultad. Sus cabellos castaños llegaban hasta la nuca y sobre su frente usaba un flequillo recto. A diferencia de la mujer mayor su rostro era mucho más dulce y tierno con grande ojos cafés, mejillas rosadas, una pequeña nariz y mostrando una gran sonrisa.

– ¿Cómo resulto el operativo Kat? Kat. – Se resistieron un poco pero cuando vieron que los teníamos rodeados desistieron. Incautamos armas y cosas robadas, algunas de gran valor que ya veníamos buscando. – Eso es genial. Kat. – Ahora discúlpame Rafaela tengo que ir a hacer el informe. Rafaela. – Como mande teniente – Dijo la joven oficial con su sonrisa acostumbrada .

Kat se alejó de su subordinada y fue hasta su oficina en donde debía hacer un meticuloso informe sobre lo sucedido. Lo primero que hizo fue sentarse en frente de su computadora y empezar a elaborar la lista de los artículos decomisados con notas acerca de sus posibles procedencias. Le llamaba la atención que había gran cantidad de instrumentos médicos y de investigación científica robados por los delincuentes. La lista de los sospechosos incluía a mal vivientes comunes y a otros más peligrosos aunque lo que le llamaba más la atención era un detenido el cual tenía las huellas dactilares quemadas y se hacía llamar solamente Milton. Seguramente una investigación especial iba a demandar ese criminal en la causa penal. Dejó de teclear en la computadora y se dispuso a ir a buscarse un café cuando su teléfono comenzó a sonar y con un rápido movimiento se lo llevo al oído.

Kat. – Teniente Banks al habla. – Kat eres una duquesa, la duquesa de la obediencia, escucha solamente – Dijo alguien al otro lado de la línea .

Inmediatamente después de al oír esas palabras la mente de la Teniente Banks se puso en blanco y su cuerpo quedo rígido como el de una estatua.

– ¿Está sola Teniente Banks tengo algo importante que decirle? Kat. – Si estoy sola. – ¿Alguien puede oírnos? Kat. – No nadie puede oírnos. Estoy sola en mi oficina. – Eso es estupendo. ¿Su unidad capturó a un hombre llamado Milton, no es así? Kat. – Si es así. – Quiero que vayas a donde se encuentra y lo liberes. Van a salir de la jefatura y lo vas a llevar lo más rápido que puedas a la calle Delaguer N° 5969. ¿Vas a poder hacerlo? Kat. – Si voy a poder hacerlo. – Entonces ve inmediatamente y no levantes sospechas. Ahora cuelga el teléfono.

La Teniente Banks con pulso mecánico siguió la orden y apoyó el tubo del teléfono en su base. Salió de su oficina y se dirigió hacia las celdas en el nivel inferior. Cuando las guardias le preguntaron que necesitaba les dijo que venía a interrogar al prisionero que le habían indicado. En pocos minutos Milton se encontraba esposado y siendo llevado al estacionamiento del edificio. La Teniente Banks lo introdujo dentro del asiendo trasero de una patrulla y salieron rápido del lugar.

Milton. – ¿Hacia donde nos dirigimos señorita? Kat. – No es de su incumbencia. Milton. – ¿Cómo que no es de mi incumbencia? Kat. – Cierra la boca o te voy a poner una mordaza. Milton. – Veo que eres una mujer bastante severa.

Milton decidió detener su interrogatorio ya que sabía que en el estado en que se encontraba la Teniente Banks no iba a servirle de nada. El viaje duro casi una hora ya que la dirección correspondía a una zona ferroviaria abandonada que se encontraba prácticamente en las afueras de la ciudad. Cuando llegaron a su destino se encontraron con un viejo caserón desvencijado ubicado en medio de dos antiguos galpones que parecían tener casi cien años de haberse construido. La Teniente detuvo el auto en frente y se quedó esperando sin hacer movimientos.

Milton al verla en esa posición tan firme pensó en escapar del auto pero a los pocos segundos sonó el celular de la inerte conductora. La Teniente atendió el llamado y luego de decir un tajante “Si” terminó la llamada. El portón de estacionamiento se abrió de forma automática, ella entró el vehiculo dentro y luego de ingresar éste se cerró detrás de ellos. La Teniente descendió del patrullero y sacó a Milton de la parte trasera quedándose ambos esperando en frente de el. La puerta, que parecía ser la única manera de entrar en el estacionamiento, se abrió y de ella emergió un hombre mayor vestido con un atuendo de médico al que Milton reconoció inmediatamente.

Milton. – Dile a esta tonta que me suelte. – Es sumamente interesante Milton el comportamiento de la Teniente Banks. Ella tiene mucho más personalidad. No como las otras que terminan siendo casi autómatas. Milton. – ¿Y que? Ahora suéltame. – Que va a ser muy interesante analizarla para saber de porque es así. Milton. – Como quieras pero dije que me quite las esposas. – Teniente Banks libere a Milton. Kat. – Si amo.

La mujer siguió la orden y luego de sacar las llaves de las esposas de su bolsillo liberó a Milton.

– ¿Ya estas contento Milton? Milton. – Doctor Wolftan tenemos que hablar seriamente. Wolftan. – Está bien. Vayamos a la sala principal. Usted también Teniente Banks – Dijo dirigiéndose a la mujer . Milton. – Eso de Teniente Banks es demasiado formal se tiene que llamar solamente Kat o gatita en todo caso. Además porque no me obedece. Wolftan. – Teniente Banks de ahora en más obedecerá a Milton, el hombre que esta a su lado en todo, y aparte responderá también a las designaciones Kat y Gatita. Kat. – Si amo. Milton. – Así está mejor.

Los dos hombres acompañados por Kat salieron del estacionamiento y se dirigieron al comedor principal de la casa que aunque por fuera parecida vieja y destartalada por dentro mostraba estar en perfectas condiciones y con cierta decoración.

Milton. – ¿Wolftan y este lugar de donde salió? Wolftan. – Es solo una casa de seguridad por las dudas aunque ahora la he equipado con todo lo necesario para continuar con mi investigación. Arriba en una de las habitaciones hay algunas chicas en espera por si quieres divertirte. Milton. – Tal vez después que conversemos. Esta perra se supone que se tenía que quedarse espiando para nosotros – Dijo apuntando a Kat . Wolftan. – Que querías que hiciera. Te agarraron in fraganti y no iba a esperar a que algún abogado te sacara dentro de quien sabe cuanto tiempo. Te necesitó conmigo. Milton. – No importa. Ya encontraremos la manera de mandar a alguna otra infiltrada. Necesito un teléfono quiero chequear como va todo.

Wolftan sacó un pequeño control remoto de su bolsillo y luego de presionar un par de botones en el teclado numérico entró en el comedor una joven mujer vestida de sirvienta. Su piel era de un leve color rosado casi pálida. Llevaba su rubia cabellera atada con un par de finas cintas rojas a la altura del cuello formando dos largas colas. Era alta y delgada aunque sus pechos dimensionaban su ropa visiblemente invitando a asirlos de forma instintiva. En los pies usaba unos zapatos de tacón alto de un reluciente color negro. Las puntas de estos se abrían mostrando sus delicados dedos con uñas pintadas de color carmesí. Luego de envolver el pie por la parte posterior salía una tira de un par de centímetros que desembocaba en un delgado y pequeño cinturón para ajustar más firmemente los zapatos a los tobillos.

Sus piernas eran largas y depiladas a la perfección con muslos en los cuales sus pasos hacían resaltar la forma de sus músculos. Todos esos detalles eran apreciables ya que no llevaba ninguna clase de medias y de su delgada cadera solo colgaba una pequeña falda tableada de color negro adornada con un pequeño delantal bordado al frente que se sostenía gracias a un nudo moño por detrás. Su cola, que no era muy voluminosa aunque si lo suficiente para levantar un poco la tela de la prenda que la envolvía exteriormente, se escondía al igual que su parte más intima primero detrás unas simples bragas blancas de algodón y luego si estaba el cuerpo en la posición adecuada de la fina tela de la falda.

Su vientre perfectamente tonificado así como parte de su columna eran visibles gracias a que su vestimenta superior solo consistía en una ajustada chaquetilla de color negro que terminaba a solo unos pocos centímetros luego de finalizar la caída de sus pechos. El escote era amplio, con puntillas y parecido a un diamante. Se cerraba en la base con un solo botón plateado, desde allí con cortes rectos se habría paso a través de los senos hasta casi tocar los hombros y luego subía de la misma manera hasta la cima del busto en donde se unía a un cuello blanco ajustado a la piel y cerrado por un camafeo plateado con una joya rubí en medio y un listón carmesí saliendo por detrás. Los hombros estaban cubiertos por pequeñas mangas acampanadas con puntillas haciendo juego. Toda la piel de los brazos estaban expuesta a excepción que de las muñecas que tenían puñetas unidas con gemelos plateados y en las puntas de las falanges se podía ver las uñas con el mismo estilo que las de los pies.

La cabeza se sostenía gracias a un cuello delgado en el que se notaba una marca rojiza a un costado. La cara se delimitaba con líneas que suponían una descendencia germánica o eslava. Los labios pintados con un intenso color carmesí eran finos y se mostraban capaces de dar una gran sonrisa aunque en ese momento estaban estáticos y apenas exponiendo los dientes. La nariz era recta, delgada y con algunas pequeñas pecas que se expandían hasta las rosadas mejillas a ambos lados del rostro. Los ojos tenían grandes pestañas, eran de color celeste y los parpados se encontraban algo caídos como si se estuviera somnolienta.

Milton. – ¿Y eso qué es? – Dijo refiriéndose a la sirvienta que había entrado . Wolftan. – Es Fulvia. Mi nueva sirvienta. Es la primera que ha sido convertida usando el nuevo proceso Beta. Milton. – ¿Nuevo proceso? Wolftan. – Se desarrolla en el conversor Kamyl-Beta que es una versión mejorada del primer conversor Kamyl al que ahora he denominado Alfa. Milton. – ¿Y que tiene de buena esta nueva versión? Wolftan. – De la primera versión solo salían autómatas que obedecían órdenes. La nueva versión mantiene intacto sus instintos sexuales por lo que se desenvuelven de forma natural si se lo permites. Si lo deseas puedes probar a Fulvia y ver de lo que te hablo. Milton. – Primero necesito el teléfono. Wolftan. – Fulvia ve a donde están los celulares y tráeme uno bonito – Dijo a la sirvienta . Fulvia. – Si amo – Dijo la chica antes de desaparecer de la sala por donde había aparecido . Wolftan. – Que esté aquí Kat será muy útil. Examinándola tal vez pueda replicar su condición para crear una versión conciente pero a la vez completamente obediente. Milton. – ¿Y cómo has probado a Fulvia para saber que lo que dices funciona? Wolftan. – Fácil, cree una maquina para probar su comportamiento sexual. Que me digan como lo hace con palabras no me dice nada. Milton. – Que útil.

Milton se quedó pensativo y salvo por algunos comentarios vacíos no quiso saber por el momento nada más de los desarrollos que le habían informado. En cambio Wolftan aprovechó el breve lapso para observar con detenimiento a Kat que aún permanecía cerca de ellos a la espera de alguna orden. Estaba ansioso de poder examinarla a la mayor brevedad aunque en el fondo de cierto modo quería poseerla, estar con ella. Era un sentimiento que había despertado en él desde que había supervisado su conversión pero que por cuestiones de tiempo no se había logrado materializar.

Fulvia regreso, trayendo un celular en la mano, y los sacó de sus propios pensamientos. Milton que ya había acumulado cierta impaciente al verla se acercó a ella y le arrebató el dispositivo casi lastimándola.

Wolftan. – Mientras tú haces tus llamadas me voy a encargar de Kat. Milton. – Como desees – Dijo dándose media vuelta para empezar a hablar por el celular mientras caminaba por la sala . Wolftan. – Fulvia ve por Su Zang y luego vuelvan con Milton. Obedezcan todas las órdenes que les de. Fulvia. – Si amo. Wolftan. – Kat acompáñame. Kat. – Si amo.

Parte 2.

El sótano de la casa había sido completamente reconstruido y en vez de ser un lugar dedicado a almacenar cacharros y cosas inservibles se encontraba dividido en tres habitaciones parecidas a salas de hospital de mediano tamaño. Una dedicada a la conversión de las mujeres que caían en manos de Wolftan, otra para pruebas y la restante servía para ver por detrás de un espejo falso la que pasaba en la anterior.

Las manos de Kat estaban esposadas por detrás de su espalda pero no entre ellas sino al potro en el cual se encontraba sentada. Sus piernas habían sido tratadas de la misma manera solo que habían sido ancladas por los tobillos a la base del artefacto. Su pantalón había sido cortado y caía dividido en dos mitades a cada lado sin salirse de sus piernas. Las bragas se las habían bajado hasta la mitad de los muslos haciendo que tuviera las piernas casi unidas y sus pechos estaban a simple vista reposando sobre su camisa parcialmente desabotonados.

El Doctor Wolftan uno a uno había puesto sensores en el cuerpo de Kat. Todos conectados a través de cables a maquinas que se encontraban alrededor de ella. Un vibrador cilíndrico dentro de su vagina, otro en forma de esfera dentro de su ano y una pequeña pinza con diminutos dientes se sujetaba a su clítoris. Los senos tenían electrodos en forma de parches colocados debajo de las aureolas y en los pezones se encontraban más pinzas semejantes a la que había en el exterior de su vulva. Además sobre su corazón, cuello y cabeza le habían colocado otros sensores para medir su ritmo cardiaco y actividad cerebral. Por supuesto que a Kat apenas le molestaba lo que le habían hecho. Su mente solo generaba pequeñas ideas que se desvanecían rápidamente.

Repentinamente las luces se apagaron y como le habían ordenado ante ese hecho su conciencia se empezó a despertar. No sabía que le había pasado y lo último que recordaba era que estaba en su oficina pero ahora se encontraba en una posición sumamente incomoda, atada, inmersa en una terrible oscuridad y para peor su sexo había sido ultrajado al igual que el resto de su cuerpo con la ayuda de asquerosos aparatos sexuales. Se tranquilizó lo más que pudo, se cercioró de que no estaba dentro de una pesadilla y luego trató de liberarse pero se encontró con que estaba fuertemente esposada por lo que decidió esperar a que los que le habían puesto en esa situación se aparecieran y le explicaran cual era el juego macabro que querían jugar con ella.

Luego de unos minutos tomó la simple de decisión de gritar pidiendo ayuda para que tal vez todo fuera más rápido y vinieran a presentarse con ella pero en lugar de eso solo consiguió que su situación empeorara. La base en la que se encontraba subió repentinamente unos centímetros elongando sus piernas y luego volvió a su posición original. El movimiento entonces comenzó a repetirse intermitentemente creando un ritmo que no solo hacía mover las cosas que le habían colocado sino todo su cuerpo y en especial sus pechos que subían y bajaban sincronizadamente con el asiento. En sintonía con lo que acontecía los instrumentos dentro de su vagina y ano comenzaron a vibrar y los aparatos enganchados a su clítoris, senos y pezones empezaron a descargar un incesante cosquilleo eléctrico.

Comprendió en ese momento que se encontraba allí para ser estimulada sexualmente. No iba darles el gusto que la vieran, porque de seguro de alguna manera lo estaban haciendo, comportarse como una perra calentona pero poco a poco con el correr del tiempo su frigidez se fue desvaneciendo y su cuerpo sin su consentimiento comenzó a acompañar el tratamiento al que era expuesta. No tardo mucho para que de su boca comenzaran a salir pequeños gemidos de placer lo que provocó que empezara a llorar desconsoladamente. El sudor impregnaba sus ropas y de su vagina escurría gran cantidad de fluido.

Wolftan observando desde la habitación continua estaba complacido por lo que veía a través de las cámaras infrarrojas. Con una de sus manos se acariciaba su miembro por arriba de su pantalón y con la otra subió la intensidad de la estimulación a la que era sometida Kat. Movió la silla en que se encontraba sentado para colocarse en una mejor posición dentro de la habitación, la cual se encontraba en penumbras, luego sacó su semierecto pene y le ordenó a la mujer que lo acompañaba a cierta distancia que le hiciera una felación. Ésta después de dar unos pasos en su dirección se arrodilló enfrente de él y se introdujo la verga en la boca mientras los gemidos de Kat dentro de la sala comenzaron a escucharse con más fuerza.

Parte 3.

Milton cortó la conversación telefónica y luego de pensar un poco más en lo sucedido se aproximó un poco a la ventana que tenía a su lado para inspeccionar el exterior, que aparentemente no mostraba ningún signo de vida. En su mente se formó la imagen del Doctor Wolftan penetrando a Kat más que haciéndole algún tipo de examen para avanzar en sus investigaciones. Su estomago entonces dio un pequeño quejido y pensó en pedir algo de comer. Al darle media vuelta sobre la arcada de la sala principal se encontraba Fulvia y otra chica más, de rasgos orientales; ambas con actitud expectante.

La cabeza de la nueva llegaba a la mitad de la de Fulvia. Su cabellera, que era larga y sedosa, al igual que sus delgados ojos eran de un fuerte tinte negro. La nariz era pequeña y algo chata. Su boca y labios no sobresalían mucho ya que eran de proporciones normales aunque eso no quitaba el hecho que difícilmente alguien los despreciaría. En el cuello llevaba un camafeo, similar al de la sirvienta, atado con un listón alrededor del cuello casi queriendo ahogarla. Sus pechos estaban escondidos detrás de una camisa blanca de manga corta que se introducía por debajo de una pequeña falda escocesa que colgaba de su cintura. Los brazos estaban limpios de adornos y se veían un poco escuálidos. Unas medias blancas que llegaban casi hasta las rodillas y unos simples zapatos negros eran todo lo que sus hermosas piernas traían como vestimenta.

Para Milton seguramente Wolftan quería entretenerlo. Eso era algo habitual cuando alguien estaba muy cerca de sus cosas. No obstante él sabía que su socio estaba siempre más preocupado por sus investigaciones que por los negocios por lo que no era de esperarse una puñalada por la espalda por el momento. Aunque se preguntaba si sus estudios podrían arruinar sus negocios de alguna manera. Eran cuestiones que habría que pensar más fervientemente en el futuro pero en ese momento se decidió a tomar lo que Wolftan le ofrecía por lo que se acercó a las dos mujeres.

Milton. – ¿Cómo te llamas? – Dijo mirando a la mujer oriental . Su Zang. – Amo soy Su Zang. Milton. – Lindo nombre. ¿Y de donde son señoritas? Fulvia. – Amo soy de Moldavia. Su Zang. – Amo soy de Camboya. Milton. – Veo que traen buena mercadería de esos lugares. ¿Hay alguna habitación confortable en este caserón, con una cama grande? Fulvia. – Si amo. Milton. – Pues llévanos a las más confortable sirvienta.

Luego de que Fulvia se volteara hacia las escaleras de la casa Su Zang hizo lo mismo y en ese momento Milton rápidamente la agarró de la cintura arrimándola hacia él. El resto de la casa parecía también remodelada ampliamente aunque sin una decoración apreciable. Fulvia llevó a los tres al primer piso, abrió una de las habitaciones y los invitó a entrar. Para sorpresa de Milton todo lo que había en el lugar era una cama amplia manufacturada en serie seguramente y el típico mobiliario empotrado.

Milton. – Supongo que un decorador era demasiado para el doctor – Dijo moviendo la cabeza de izquierda a derecha . Chicas no perdamos más tiempo y entréguenme sus bragas.

Al igual que Fulvia, Su Zang no tuvo problemas en sacarse las bragas aunque ella tenía una de las manos de Milton sobre sus nalgas. Cuando terminaron ambas le entregaron su ropa interior y después de examinarlas por unos segundos él solo las dejó caer sobre el piso. Luego le hizo un gesto a Fulvia para que se pusiera a la par de Su Zang y les ordenó levantarse las faldas. Debajo de sus ropas se escondían dos rajas perfectamente depiladas las cuales Milton no tardo en probar con sus dedos. Ambas se sentían suaves al tacto aunque la de Fulvia tenía los labios vaginales externos más desarrollados en contraste con la de Su Zang que permitía ver los labios interiores sin dificultad.

Las palmas de Milton acariciaban las vulvas de arriba a abajo con movimientos suaves mientras que sus falanges se introducían por las vaginas de las dos mujeres. Ninguna de ellas mostraba signos de expresión importantes en sus rostros aunque el fluido que empezaba a emanar de sus cuerpos demostraba que les afectaba lo que Milton les estaba haciendo. Cuando ya tenía los dedos completamente empapados los retiro de sus entrepiernas y los acercó a sus bocas. Sin recibir ninguna orden las dos mujeres abrieron los labios y se engulleron lo que les ofrecían.

Milton. – Ya veo porque el doctor dijo que eran mejores. Ahora pasemos a lo importante. Fulvia me vas a hacer una buena cubana con tus preciosos senos apretándolos todo lo que puedas. Su Zang ábrete la camisa y quédate viéndonos mientras te introduces los dedos en la vagina y ano.

Las dos mujeres luego de dejar de chupar los dedos que tenían en sus bocas respondieron afirmativamente y Milton comenzó a desvestirse mientras ellas se ponían en posición. Fulvia se desabrochó el único botón que impedía que sus senos se mantuvieran ocultos y estos al estar libres se abrieron paso corriendo la ropa a ambos lados. Eran igual de rosados que su piel visible con aureolas de tinte más oscuro y con pezones fácilmente asibles entre los dedos. Su Zang tampoco se demoró y después de abrirse la camisa dejó a la intemperie sus senos que eran como dos leves colinas sobre su pecho. Lo bastante grandes para entrar entre los dedos pero al mismo tiempo lo bastante chicos para impedir que fueran llevados de un lado a otro como los de Fulvia.

Cuando estuvo completamente desnudo Milton se sentó sobre la cama. Sobre su cuerpo se notaban los músculos tonificados, fruto de un ejercicio constante, aunque se apreciaba cierta delgadez venida posiblemente del stress o una mala alimentación. Fulvia entonces se arrodilló en frente de él y se metió su flácida verga en la boca. Estuvo chupando un par de minutos hasta que el miembro empezó a erguirse. Luego lo soltó, se lo puso entre sus pechos y empezó a hacer lo que le habían ordenado. Milton solo dejaba de ver como Fulvia bamboleaba de arriba a abajo sus pechos alrededor de su pene con toda la fuerza que podía ejercer sobre sus ellos para contemplar como Su Zang parada y a abierta de piernas cerca suyo se penetraba por debajo de la falda con una mano la vagina y con la otra se metía los dedos por el ano.

Milton ya con su verga completamente dura e inmerso en sus instintos sexuales tomó a Fulvia que para ese momento ya tenía los pechos completamente colorados y la arrogó sobre la cama. Luego fue hasta Su Zang y tomándola de los cabellos la lanzó sobre la primera. Se colocó en medio, con las piernas de ambas mujeres alrededor de sus caderas, apuntó su miembro al delatado ano de la oriental y empezó a penetrarla con fuertes envestidas. Su Zang mientras tanto miraba con indiferencia el rostro de Fulvia aunque podía sentir como los grandes pechos de ésta se apretujaban contra los suyos con ciertos movimientos. Cuando sintió que estaba a punto de descargar su semen Milton dejó de sodomizar a Su Zang y dirigió su verga hacia la vulva de Fulvia. El conducto vaginal no estaba del todo lubricado por lo que la penetración fue algo forzada y un poco violenta. El dolor fue directo desde la entrepiernas hasta el cerebro provocando leves chillidos involuntarios.

Con el miembro clavado lo más que podía dentro de la vagina de Fulvia Milton dejó escapar parte de su semen en el calido interior. Luego les ordenó a las dos mujeres que se pusieran de rodillas con las cabezas unidas y las bocas abiertas a un lado de la cama. Se paró sobre el colchón y mientras se masturbaba las roció con el resto de su semen en medio de sus labios. Para Milton ya había sido un día bastante agotador por lo que se acostó en la cama para descansar un tiempo pero no antes de ordenarles a Fulvia y a Su Zang que se tumbaran en el piso a cada lado de donde estaba.

Continuara...