Kamikazes ii

Acepta ser mi puto y le suplico que me dé por el culo.

Estaba claro que el reencuentro con mi ex novio no se iba a quedar ahí. No lo pretendíamos, no era nuestra intención, pero aquello no podía ser un punto y aparte. No me digáis que imán teníamos pero cualquier pequeño gesto era excusa para entrar en bucle y acabar follando a lo loco. ¿Era deseo?¿Pasión?¿Era vicio para llegar a todo lo que hemos llegado?...

Pasó de ser un reencuentro improvisado a vernos una vez a la semana durante varios meses y a hacer cosas cada vez más subidas de tono y preparadas…a veces se mezclaba entre medias ver una peli o quedarme a dormir, pero el mayor avance, en definitiva, era sexual.

Todo el juego empezó con esa tensión de estar cachondos delante de los demás sin que nadie lo supiera, fotos y  videos masturbándome desde el baño…hasta que en ese primer encuentro le pregunté si quería ser mi puto.

Apareció en mi casa, con muchas ganas de follarme y una alarma puesta en el móvil para entrar a trabajar. No había nadie en mi casa y nadie podía enterarse. Fue abrirle la puerta y sin tiempo a articular palabra, me comió la boca de una manera loca avisándome de lo que tenía preparado para mí. Su pene ya se le marcaba en el vaquero y mis pezones, en la camiseta. Unos metros de pasillo desgastándonos los labios y ni tiempo a cerrar la puerta de la habitación, ya me estaba desnudando. No hacía falta más para tenerme cachonda y a sus pies, para volver a querer ser la guarra que solo quería ser con él.

Me puso contra la pared, estaba fría y yo muy pero que muy caliente y empezó a comerme los pechos. Pequeños y tersos, pero en cuanto me rozaba cada vez más y más duros. Los soplaba, los absorbía, me pedía que se los diera yo y los lamía de arriba a abajo. Me los mordía, primero uno y luego el otro, parecía que iba a arrancarme los pezones…y me daba tortazos en ellos. Estaban sensibles y algo doloridos pero como tenia de mojadas mis bragas negras de puntilla era indescriptible. Se estaba pasando de excitarme, y se lo iba a hacer pagar.

Él siguió bajando. Su lengua volvía a recorrer mis amoratados pezones, mi tripa, mi ombligo y con el corazón subiendo por momentos de pulsaciones, me arrancó las bragas con la boca y abrió los labios de mi coñito con sus manos, recién rasurado al completo solo para él, para dejar pasar su suave lengua lentamente hasta abajo. Me encantaba verle de rodillas para mí. Ver como desgastaba su energía en pasar su lengua por mi clítoris de abajo a arriba, cada vez más rápido hasta hacer que mis piernas temblaran y que yo empezara a jadear como una perra en celo incontrolable.

Él seguía completamente vestido pero no había estado tan excitada en mi vida. Su descomunal verga iba a reventar el pantalón y yo solo pensaba en tenerla dentro de mi boca y en que me reventara ella a mí. Notaba como gotas de flujo caían por mis muslos. No podía más. Esto tenía que dar un giro así que le supliqué por favor, por primera vez, que me diera por el culo, pero esta vez no con mi dildo de plástico, si no con su salvaje polla de carne.

Sé que no podía creérselo, tampoco antes él  lo había hecho con nadie. Su reacción inmediata fue darme unos azotes, azotes de calentamiento aunque antes…yo quería comérsela hasta arrancársela. No podía tenerme tan sumisa, era mi turno. Así que, le iba  a hacer   lo mismo, que aguantara de pies porque era yo ahora la que quería arrodillarme para él hasta que me salieran moratones en las rodillas. Le agarré su enorme pene con mi pequeña mano derecha y sin pensármelo dos veces hice lo que tanto me gustaba, sentir toda su polla bombeante en mi boca. Me encantaba comérsela una y otra vez hasta que me dolían las comisuras y conseguía que su capullo tocara mi garganta. Me agarraba fuerte del pelo acompañando con el movimiento de mi cabeza y solo le quedaba energía para hacer fuerza con sus mandíbulas .y no parar de decirme  “Joder Paola, me encanta, nadie me la come así, acepto ser tu puto.”

Era una continua pelea de sumisión y dominación y la excitación ya era brutal. Cada vez su pene era más grande, lleno de sangre y venas, parecía que iba a reventar y mi coño cada vez chorreaba más. Esa polla a partir de ahora era ya solo para mí, me lo había ganado, nadie iba a ser como Paola en el sexo nunca.

Su tamaño me asustaba, cuanto más cachonda, más grande parecía, al igual que mi clítoris tan protagonista sin vello a su alrededor, pero lo de darme por el culo seguía en pie. Así que fui yo la que me puse a cuatro patas y ahí empezó todo…

Mi dildo no era ni la mitad, así que sabía que esta vez iba a ser una experiencia nueva. Esta vez iba a notar su carne dentro. Se llenó el pene de lubricante, me agarró por la cintura y empezó a metérmela despacito. Mientras, yo me apoyaba con una mano y con la otra jugaba con mi enorme y vicioso clítoris a cuenta de la temperatura. Cada vez iba introduciendo su pene más y más, no sabía si era placer o dolor pero no podíamos parar. Hasta que sin darnos cuenta tenía su polla completa dentro de mi culo y empezó a follarme. Solo podía mirar hacia atrás para ver su cara desencajada de placer, no sé quién de los dos estaba más cachondo. No sabíamos cuando parar.

Me estaba encantando y para más inri, me empezó a meter el dildo de plástico por el coño a la vez. Su polla en mi culo, mi dildo en mi coño, gotas de flujo por mis muslos y mi mano derecha en mi clítoris. Pensé que iba a estallar. No sabía dónde quería que se corriera pero en la habitación hacía mucho calor y su polla, me la metiera por donde me la metiera, ardía.

Quería su lefa por encima de mí. Así que ya sin casi sentir ni mi coño, ni mi culo, ni mis pechos amoratados ni mi clítoris chorreante, le empecé a hacer la mamada de su vida. Mientras su pene estaba en mi boca, fui introduciéndole mi dedo corazón en su ano, poco a poco. El movimiento de mi boca en su verga y de mi dedo en su culo iban al tiempo. De vez en cuando paraba solo para lamérsela de ano a capullo pero sin dejar de introducirle mi dedo.

Me tumbe en la cama, se puso frente a mí, le pajeaba ahora con la mano de menos a más, hasta que le ordené que corriera encima mío. Empecé a sentir su semen caliente por mis pechos y cara, como me iba embadurnando el cuerpo poco a poco, me encantaba, así que lo puse entre mis dedos y mirándole a los ojos, me los chupé.

Justo le sonaba la alarma para ir a trabajar. Le acompañé llena de su lefa hasta la puerta. Me asomé al balcón, le seguí con la mirada hasta que dobló la esquina y me eché a llorar.

Seguimos sin saber si estamos enamorados o si solo somos dos kamikazes más sin importancia.

Paola.