Justo antes de partir a Francia.

Dos semanas después de su primer encuentro con su padre, continua viviendo la pasión del incesto.

El tiempo había estado transcurriendo tan deprisa, mañana tomaríamos el avión directo a Paris, Francia; luego subiríamos otro avión hasta Estrasburgo. Ya se habían cumplido dos semanas desde la primera vez que estuvimos juntos. Joaquín, mi hermano, había llamado contarnos lo fabuloso que la estaba pasando con su novia por lo que su estancia en la casa de playa se prolongaría unos días más.

No habíamos  vuelto a tener relaciones pero en cada oportunidad que teníamos  nos devoramos a besos. Éramos como universitarios con las hormonas descontroladas. Queríamos más y más.

Por las noches me iba hasta su habitación, nos rozábamos y besábamos. Nuestros cuerpos calientes se fundían y amoldaban perfectamente.

Aún teníamos muchos tabúes, no se hablaba del tema, solo cuando la calentura era demasiada nos volcábamos por el deseo. Sentía que si apresuraba las cosas podía arruinarlas, por eso hasta unas horas antes comencé a hacer las maletas.

Días atrás mi padre había llegado con un par de boletos de avión, gritando “ No vamos a Francia, mi princesa”

Como todas las noches, me di una ducha, el agua fría era un remedio estupendo para el calor. Cada célula de mi cuerpo parecía agradecer la frescura, cepille mi cabello y con la toalla me fui hasta su habitación.

Estaba acostado con las manos en la nuca, tenia puesta su ropa interior favorita. Me estudio con la mirada unos segundos.

-Te has demorado, pensé que ya no querrías venir.

-¿Cómo te atreves a sugerir eso? –Comencé a decirle colocando cara de falsa indignación, mientras subía en cuatro patas a la cama.

Se acerco a mí y me planto un beso en los labios.

-Esto me parece tan irreal –Susurre

-Lo sé princesa, a mí también.

Siguió besándome con pasión, sus manos seguían recorriendo con el mismo empeño de aquel viernes mi cuerpo, como si fuese a desaparecer.  El roce de su piel caliente era el antídoto perfecto. Su mano era firme y decida, en contraste con mi piel suave y blanda.

Enlace mis brazos alrededor de su cuello, mientras mi pierna se cruzaba alrededor de su cintura. Le empuje ligeramente hacía atrás para que quedara acostado me senté sobre su abdomen, tome su rostro con mis manos, la barba de la tarde que llevaba causaba el picor tan placentero, seguí besándole, él apretaba fuertemente mis caderas atrayéndome a su cuerpo. Su pene estaba a punto de explotar dentro de su bóxer.  Le dirigí una sonrisa picara.

-No pensaras dejarme así. –Me indico lujurioso.

Baje hasta su pelvis saque el pene erecto de su encierro, lo tome entre mis manos y comencé el movimiento de arriba a abajo. Acerque mi boca a la punta de su glande caliente, con ese olor fascinante que me volvía frenética, pase la punta de mi lengua describiendo círculos con ella, sin dejar de frotarlo con mi mano derecha. Di pequeños mordiscos, levante la mirada para ver la cara de concentración que ponía, completamente extasiado. Aumente el ritmo del movimiento de mi mano, baje mi lengua hasta sus testículos, les chupe como a una bola de helado a punto de deshacerse, sus manos tomaron mis cabellos, halándome hacía el. Subí para introducir todo su pene en mi boca, hasta que su glande tocaba mi garganta, comencé succionar y a juguetear como lengua, la calidez de su pene llenaba mi boca. Mientras mis pechos rozaban sus piernas, sentí como el glande se hinchaba y todo el semen inundando mi garganta intente tragarlo cuanto pude. Saque el pene de mi boca y otro chorro llego a mi cara, subí para quedar a la altura de su rostro, limpio el rastro de semen con sus dedos, tome su mano y la lleve hasta mi boca para chupar sus dedos.