Justina: Sodomizada por el clero

Al ser internada en un convento, Justina es castigada. ¿O premiada? Iniciación anal en una orgía con trece sacerdotes hambrientos de sexo.

Al ser internada en un convento, Justina es castigada. ¿O premiada?

Iniciación anal en una orgía con trece sacerdotes hambrientos de sexo.

NOTA1: Para mantener la continuidad en la trama y así disfrutar más del relato os recomiendo leer los relatos anteriores.

1. Justina, ella dice que su nombre es Justina

(Una viciosa mujer, un vicioso hombre. un vicioso desenlace. ¿Hay acaso algo más que decir?)

2.      Justina pierde su virginidad.

Versiones: Uncut (Original) / Re-Editada (Nueva, prosa reducida)

(Para comprender la perversión es necesario conocer su origen. Temprano despertar de una virgen inocente. Justina es desvirgada por su tío)

3. Justina, La lujuria hecha mujer.

(Aprovechando su día de sabático, Justina y yo pasamos una maratónica y romántica noche)

NOTA2: La primera parte del relato ambienta la historia y conecta este con el anterior, además de exponer la historia de Justina. La segunda parte expone los hechos relacionados con la orgía en si. Si el lector desea pasar directamente a la sodomización, lo invito a leer a partir de esta, aunque advierto que sin leer la primera parte se pierde la posibilidad de encontrar conexión con los relatos anteriores y los posteriores.

JUSTINA: SODOMIZADA POR EL CLERO

PRIMERA PARTE

Luego de su aclaración, Justina procedió a contarme con pelos y señales su primera aventura con el sexo anal. No siendo mucho lo que yo tenía para decirle, me limité a escuchar nuevamente sus relatos.

“Llevaba una semana de haber sido internada en el convento, pues mi madre descubrió mi romance con mi tío, cuando recibí un llamado de la madre superiora, me hizo pasar a su oficina para indicarme su decisión de encargarme de organizar un comité de bienvenida para recibir y atender a los hermanos Lasallistas, que vendrían a pasar tres días en el convento, al parecer para atender asuntos en la ciudad. Me ordenó seleccionar dos compañeras para la tarea y ponerme al corriente con la subdirectora del convento, la hermana Raimunda, para enterarme cuanto antes de los pormenores de mi misión.

Me dirigí a la oficina de Sor Raimunda (sé que suena gracioso, pero en realidad ese era su nombre), y ella se encargó de ponerme al tanto. Se trataba de trece hermanos Lasallistas y su ayudante, para un total de catorce visitantes. Cabe mencionar la emoción en su voz y la expresión en su ceño cuando decía "...trece hermanos Lasallistas...", se veía que hacía mucho tiempo un hombre no entraba al convento, lo que me produjo curiosidad por saber como harían las hermanas para saciar sus necesidades sexuales. Vamos, incluso yo siendo aun una niña sentía ganas de llevarme una verga a mi rajita, y ahora que llevaba una semana sin follar con mi tío, mi adorado, a veces el deseo se hacia punzante.

Los Lasallistas llegarían al día siguiente así que debíamos preparar todo en una noche. Esa noche la pasamos en vela, preparando una habitación grande con trece catres. Además, preparamos un cuarto adicional con una cama. El cuarto adicional quedaba en el mismo piso que el pabellón de las novicias, así que al finalizar con este cuarto, nos fuimos a dormir cansadas las tres.

Llegó por fin el ansiado día, y con este los hermanos. Formé parte de la comitiva encargada de ir a buscarlos al aeropuerto y durante todo el día me convertí en sombra de nuestros visitantes.

Durante la cena nos reunimos todo el personal femenino del convento, las superioras, las coordinadoras, y las novicias, junto con los trece hermanos y su asistente, un muchacho de unos diecinueve años, cabello café corto, ojos café oscuros, detrás de unos lentes con monturas negras. Parecía un nerdo, pero uno muy lindo. El resto de los padres no estaban tampoco tan mal. Dos eran bastante mayores, de unos sesenta y cincuenta años respectivamente. Los demás estaban en el rango de los veinticinco hasta los cuarenta y seis. Bastante guapos algunos, por lo que pude entender el gesto de la hermana Raimunda cuando decía “...trece hermanos Lasallistas...", que ya mencioné antes, denotaba un deseo profundo de verlos con inmediatez.

Bebimos mucho vino de consagración, dulce pero vino al fin y al cabo, y todos en la mesa sonreían con el rostro sonrojado por el estupor del licor. Luego de la cena, Los hermanos dijeron que debían retirarse a sus aposentos, acto seguido, nos levantamos las chicas y yo y los guiamos a sus cuartos. Ya despidiéndonos, los dejamos a todos con sus respectivos catres y nos dirigimos a la habitación común, donde hablamos las tres, sobretodo sobre el asistente de los padres;

  • Ese chico está muy bueno.- Dijo Asunción, echándose fresco a la cara con su mano.

  • Pues si, ese tal Nicolás y Pedro también.- Dijo Juana, secándose el sudor con un pañuelo.

  • ¿Cual es Pedro?- Pregunté yo.

  • Pedro es el rubio de ojitos verdes y nariz aguileña, el español. Nicolás es…- Intentó instruirme Juana, pero la silencié diciendo:

  • Yo sé quien es Nicolás, y fue quien mas me gustó.- Dije yo.

Nicolás era el monaguillo, el de lentes. Esa noche, me entró una calentura horrible a las doce de la noche, y como me preocupaba que mis compañeras de cuarto me vieran masturbándome, me fui al baño, que quedaba saliendo del cuarto, al final del pasillo. Debo decir que tardé un buen rato en animarme a tomar esta decisión, pues pensé aguantarme las ganas dada la situación, pero el morbo era tal que no pude evitar notar la dureza de mis pezones, y el escozor en mi rajita. Necesitaba llenarla con algo.

Caminando despacio en las puntas de mis pies, como pisando cáscaras de huevos, llegué al baño y abrí la puerta sin hacer ruido. Caminé entonces hasta los cubículos donde se encontraban los inodoros y me dirigí hacia el ultimo, con la esperanza de hacerme un dedillo en este, y así no llamar la atención de nadie.

Cual no sería mi sorpresa al entrar a este cubículo y encontrar a Nicolás dándose una paja. Mi impresión fue grande, al notar su actividad oculta bajo el silencio de aquel entorno azulejado. Nos quedamos mirando ambos a la vez, y pude notar el susto en sus ojos. Esos ojos café oscuros, ocultos bajo esos lentes de travesaño negro.

Llevó su dedo índice a su boca y con un “sshh” rogó mi silencio, a lo que respondí llevando yo también mi dedo índice a la mía.

No podía despegar mis ojos de su pinga. Una pinga de buen tamaño. Un tanto mas pequeña que la de mi tío, pero aun así, un tamaño considerable. Un glande muy glande. Y venas gruesas se pronunciaban en su paleta de carne. Un chorrito de esperma salió de su verga y pringó mi camisón, y por incomoda que resultaba la situación, sonreí tratando de romper el hielo. Nicolás también sonrió entonces.

  • Que desperdicio de leche.- Dije.- Y con la falta que me hace ahora una pinga.

Un brillo particular se encendió en los ojos café oscuros de Nicolás, como si se encendiese una vela frente a ellos, y un destello amarillento bailase en sus pupilas. No dijo nada.

  • Estás bien dotado, aunque he visto pichas más grandes. ¿Puedo tocar? - Pregunté capciosamente,  pues ya sabía yo la respuesta.

  • Pues por mí no hay problema.- Dijo él, levantando sus manos como un futbolista cuando comete una falta y alega inocencia.

Me acerqué a el, pues hasta este momento aun estaba en la puerta del cubículo, me arrodillé entre sus piernas y tomé su pija en mi mano derecha. Sentí un contraste térmico, entre el frío de las baldosas del baño y el calor de su verga en mi mano. Aun estaba erecta, a pesar de haberse masturbado hacía menos de un minuto.

Manoseando aquella pija añoré los besos de mi tío. Sus caricias. "La trilla de su verga africana" como diría García Márquez. Un hambre de pinga invadió mi boca y me sentía muy generosa gracias al celibato que guardé por esa semana. Además Nicolás me tomó por el pelo, y acariciaba mis orejas, por lo que me sentí alentada a brindarle una mamada como nunca se la hubiesen dado.

Pasé mi lengua por la comisura de su glande con el tallo, y de allí hacia abajo, lentamente. Lo sentí temblar. Entonces agarré la base de su miembro con mi mano izquierda y me llevé el glande a la boca, mientras con la mano derecha acariciaba sus testículos. Chupé con delicadeza su polla mientras jugueteaba con mi lengua y su cabecita. Nicolás tiraba de mi pelo con sus manos y me halaba hacia si. Entonces Nicolás que hasta ese momento solo me tomaba por la cabeza empujándome hacia su pija y murmuraba elogios por lo buena que era mamándosela, me pidió que me pusiera de pie, a lo que obedecí gustosa, pues intuía lo que iba a suceder, y si me hubieran preguntado, ya era hora.

Entonces torpemente, temblando casi, demostrando mucha timidez e inexperiencia, Nicolás me bajó los calzones por debajo de mi camisón, cuya falda subí para facilitarle la tarea a mi aspirante a amante. Apretó mis nalgas y me haló hacia el besándome. Me senté encima de el, abriendo mis piernas y lentamente puse su polla a la entrada de mi vagina. Me dejé caer suavemente, penetrándome con su verga y sentí un leve dolor, pues mi vagina estaba estrecha por la posición, o por la falta de marcha, no se, Pero en cuanto Nicolás empezó a mover su pelvis debajo de mi, empujando ese trozo adentro de mi vagina solo sentí placer. Ese placer indescriptible, producto de la fricción y del furor de mi coño. Me sentía arder por dentro con un calor inhumano. No aguanté mucho y con unos cuantos embates de esos lentos y firmes, profundos y secos, me vine suspirando a su oído. Nicolás me pidió que volviera a comerme su verga, y obedecí en un gesto de agradecimiento por ese tan necesitado orgasmo. Volví a ponerme de rodillas entre sus piernas y mamé ese falo, probando el sabor de mi coño, no me importó y solo chupé hasta que chorreó mi boca con su semen tibio y espeso, como la crema de un pingüino de Marinela.

La mañana siguiente actuamos como si no hubiese sucedido nada y ni siquiera cruzábamos la mirada, pero cuando pasé por enfrente suyo me palpitó la panocha.

Pasé todo el día pensando en su falo, y en lo rico que cogeríamos por la noche, de nuevo en el mismo cubículo en el baño, mientras acompañaba a los sacerdotes en sus diligencias y preparaba el comedor con Juana y Asunción. Por cierto, no podía comentarles nada pues uno nunca sabe ¿Que tal que fueran a regar el chisme?

Llegada la noche, durante la cena, Nico y yo nos mirábamos y nos reíamos disimuladamente. Al terminar la comida y el vino, los sacerdotes se levantaban igual que la noche anterior, y Nico me dio un papelito que muy cuidadosamente deslizó por mis dedos al pasar detrás de mí y despedirse de todas en la mesa. Se me aceleró el pulso, en el corazón y en la concha, porque imaginaba que me propondría encontrarnos de nuevo como lo acordamos durante la mañana. Cuando estuve sola en mi catre, esperando que todas se durmieran para escabullirme al baño, aproveché para leer la nota, y decía así:

'Paola, esta noche nos encontraremos en la capilla, a las 11pm, asegúrate de que nadie te vea salir. No debemos hacer ruido, y esta nota no debe encontrarla nadie, así que échala por el inodoro o cómetela o lo que sea, pero desaparécela. Un beso. Nicolás.'

Al llegar a la capilla, el corazón se me salía por la boca de la expectación, aunque me intrigaba la proposición de ese lugar. ¿Por qué ahí? Bueno, en algún instante me enteraría, así que caminé en la penumbra del lugar y me asomé junto a una columna, buscando no solo un escondite por si acaso, sino también un punto donde pudiera esperar que mi vista se acostumbrase a la oscuridad y así buscar a Nicolás.

No hizo falta mi esfuerzo, pues Nicolás apareció detrás de mí asustándome mucho.

  • ¡¡Hijoeputa!! Me asustaste, niño.

  • Sshh, no grites, que nos oyen y nos pillan.-Repuso Nicolás. - Ven, vamos al altar.

Tomó mi mano y me dirigió al púlpito, donde el padre hace la eucaristía, y me dijo:

-Siéntate sobre la mesa.

Sin saber en realidad por qué lo hice, y entonces de súbito de todos lados empezaron a aparecer los hermanos Lasallistas. Estuvieron todo ese tiempo en la capilla y ahora caminaban hacia nosotros. Instintivamente me bajé de la mesa y pensé en mil y una excusas para nuestra presencia en aquel lugar.

Entonces el padre superior, el de los sesenta años, dijo;

  • Estamos concientes de tu encuentro de ayer con Nicolás y hemos acordado que para brindarte la posibilidad de recibir el perdón de Dios por tu falta, los trece te daremos escarmiento, y guardaremos en secreto esta sesión. Considéralo una confesión con penitencia incluida.

  • Debes considerar que siendo una novicia que ofrece su vida al servicio de Dios, los pecados de la carne deben ser juzgados con mayor dureza que para el resto de los mortales.- Continuó el otro, el de cincuenta años.- Debemos limpiar tu cuerpo de la lujuria que lo ensucia y mancha, niña.

Quedé estupefacta. Si bien no entendía como les cabía en la cabeza que yo sola podría con los trece, lo único que pude pensar fue en por qué Nicolás me había delatado. Y entonces ¿Por qué a el no lo castigaban también?

Parecieron leer mi mente, pues en ese instante otro viejo de unos cuarenta y cinco o más, algo canoso pero sin arrugas aun dijo;

  • Nicolás recibe el castigo mas severo, creenos. Él solo observará mientras nosotros te castigamos.

No pensé que fuera un castigo en realidad para el, pues ¿Que perdía el? Sentí pánico. No podía creer esto; ¡¡Iba a ser follada por trece sacerdotes!! Mas adelante, cuando empezara a leer al Marqués de Sade, vería el parecido entre la vida de Justine y la mía propia, y por esto cuando pude escoger un nombre, escogí ese. Justina."

  • Pero, no puedes detenerte ahora, debes contarme lo que siguió.- Dije yo reprochándola con los ojos. No sé porqué pero esa historia me había puesto cachondo, como solo ella lograba ponerme en esos momentos. Como el lector verá, siempre me gustaron mucho las orgías, y Justina sabía contarme las mejores.

"OK, continuo entonces, ¿En qué quedé?

Ah, si, Nicolás solo iba a observar mientras me cogían. Pues, no siendo más, y no teniendo voz ni voto, les pregunté qué debía hacer yo. Entonces, el español, Guillermo, rubio con ojos verdes y su nariz ganchuda, dijo:

  • Desnúdate y vuelve a sentarte encima de la mesa.- Concretó con su acento, mientras se quitaba la correa. En el instante todos los trece se desnudaron frente a mí y pude ver miembros de distintos colores, tamaños y formas. Cuerpos esqueléticos algunos, firmes masas en otros. En particular el hermano Abraham, un negro de dos metros de alto, bastante acuerpado para ser un sacerdote, con la trola más paquetuda de todos. Desbancó en el acto a mi tío con ese mochuelo gigantesco. Un morcillón gordo y largo, negro y venoso. De solo imaginar esa pollota haciendo maravillas dentro de mí, me mojé. Y es que si hubiera tenido una cinta métrica en ese instante la habría medido para poder decir con números lo que mi descripción pudiera dejar sin resolver. Dejémoslo en que solo he conocido tres vergotas grandes en mi vida, y esa fue la más grande de todas.

Entonces, obedecí al español desnudándome. Acto seguido me subí a la mesa y esperé mi castigo...

SEGUNDA PARTE

Entonces el más viejo, el padre superior, bastante canoso tanto en la cabeza como en el pubis, se me acercó y me hizo acostar, entonces abrió mis piernas y me lamió el coño. Sentí un cosquilleo leve al contacto de su lengua con mis labios vaginales. Me comió la chocha prestando especial atención a mi clítoris, lo que me hizo calentar bastante. No se cuantos coños hubiera comido ese viejo hasta ese entonces, pero parecía muy experimentado en esas lides. Su lengua jugaba con mi clítoris y su boca succionaba mi vulva, mientras se me iba mojando, y yo me sentía en el cielo.

Se me acercó el otro viejo y se puso en la otra punta de la mesa. Justo frente a mi cara. Puso su aparatito en mi entrecejo. (Y digo "aparatito" pues eso era, un micropene todo arrugado y blanco, con una expresión que no sé definir si era de desanimo o de cansancio). Me pidió que se la chupara, lo que hice de muy mala gana pero al fin, intentando terminar con ese pepinillo lo más pronto posible, para poder deleitarme con los troncos de los demás presentes.

Con esta resolución en mente puse de mi parte para mamar esa pollita que sabía a maní. Mientras el superior me comía el coño y acariciaba mi culito con su dedo meñique. En eso puso su dedo meñique en la entrada de mi vagina y lo humedeció con mis jugos y su saliva. Acto seguido me lo metió en el agujero de mi culo.

Me estremecí en ese instante, y mientras el viejito me atacaba el frente con su chupada de pepita y la retaguardia con su meñique, el otro optó por acabar en mi boca, llenándola de su amarga y aguada leche. Entonces se retiró y tomé asiento en la primera fila de bancas de la capilla, y el otro, el que me comía la concha se detuvo, se incorporó cerca de la mesa y me penetró rápidamente, con mucha facilidad pues había dejado mi coño bastante húmedo. Me introdujo su pichita, (Pues un poquito mas grande que la del otro, pero aun así, muy pequeña) y la empujó unas siete u ocho veces y se vino también. La verdad no sentí su chorro, por lo que aun hoy creo que el viejito ya disparaba una escopeta de aire.

Subieron tres mas al altar y uno de ellos tomó posición frente a mí, penetrándome lentamente al principio y con tenacidad luego. Los otros dos a mis lados, uno frente al otro, me daban sus pijas para masturbarlas mientras  se turnaban para ponérmelas al alcance para chuparlas. Dos pijas de buen tamaño, unos señores de unos cuarenta y seis aproximadamente ambos. El que me cogía por el coño debía tener también la misma edad. Al terminar pude sentir sus disparos, dos chorros de leche no muy espesa, pero si muy tibia y abundante. De los otros dos uno pasó a tomar el lugar del que acabó y subió otro al podio. Me sentí como en la carnicería, todos toman un tiquete para que los atienda el carnicero, solo que en ese caso, ellos tomaban turnos y yo recibía la carne. Y la leche. Así pasaron los otros dos, hasta que fue el turno del español.

Guillermo me punteó un breve rato por el coño mientras yo chupaba otras dos pijas, y luego me la sacó del coño y me la metió por el ojete. Lentamente. Me dolió mucho, pues hasta el momento nunca me habían dado por el culo, y sentí su verga punzando mis entrañas intestinos arriba. Era como cagar, pero en contravía. Y con ese tolete que se mandaba el tipo, me partía el culo en dos. Entonces sentí un leve placer, a medida que sus embates se aceleraban. No tardó mucho en venirse también, y llenar mi recto de esperma.

Los demás fueron pasando también por mi culo y yo solo encontraba fuerzas suficientes para levantar la mirada y dirigirla hacia la banca donde iban tomando asiento los que iban acabando. Habían ocho sentados y los cinco restantes esperaban turno, uno a punto de penetrar mi culo, dos a mis lados y los otros dos, el negro y otro también con buena forma, muscular, con una pija de muy buen tamaño, echando suertes, no supe para que.

Cuando fue el turno de estos dos, ya mi culo estaba ardiéndome, me dolía la cabeza, y me sentía exhausta. Me tomaron por los brazos y me levantaron de la mesa. Entonces el negro se acostó en la alfombra del piso y el otro me hacía tomar posición encima de este. Mi puse de cuclillas sobre el negro como si fuese a cabalgarlo, y me introduje su daga en la concha. La sentí hasta el vientre. Que verga tan grande, y se sentía tan dura y descomunal dentro de mi coñito que le cogí el gusto enseguida. Tenía el culo al aire, lo que aprovechó el otro para penetrármelo con su vergota. Hasta ese momento la mas grande que me habían zampado por el culo esa noche.

Con esas dos pollotas en mis dos agujeros me vine tantas veces que perdí el conocimiento mientras esos dos me abrían y rompían toda por dentro. Solo recuerdo sus descomunales pijas eyaculando en mis hoyos como si de jarros se tratasen, y ellos los llenaban con sus leches espesas, calientes y torrenciales. Eran litros de semen lavándome por dentro.

Luego se fueron todos ya vestidos, dejándome con mis hoyuelos adoloridos y rebosantes de jugos masculinos. Vi a Nicolás en el rincón donde había permanecido durante toda la ceremonia. No podía pronunciar palabra alguna, no tenía fuerzas para hacerlo. En eso lo llamaron:

  • Nicolás, ven hijo, ya ha sido suficiente castigo para ambos por esta noche.- Dijo el mas anciano, el primero en follarme.

  • Ya voy señor.- Contestó Nicolás.

Me quedé sola acostada en el piso frío deseando que el frío de las baldosas me aliviara el ardor de mi ano y mi coño. No podía quejarme después de todo. Me llevé una buena ración de verga al final y pude llegar al orgasmo en repetidas y frecuentes ocasiones.

En cuanto pude me levanté haciendo un esfuerzo por caminar. Llegué al baño de la capilla, donde me duché con agua helada. Debía ser de madrugada ya. Efectivamente al salir de la ducha pude ver el reloj de la oficina del padre mayor y eran las 3:36 AM. Me vestí y llegué al dormitorio común, donde me acosté y me dormí ipsofacto.

Al día siguiente debía esforzarme por caminar derecha sin demostrar el dolor de la inflamación de mi ano. Tuve que acompañar a los catorce al aeropuerto. Más nunca volví a ver a ninguno. Jamás me crucé de nuevo con Nicolás. Hasta hace una semana. Ahora es sacerdote. Lo dejaron encargado de la parroquia donde sirvo para el convento."

  • ¿Y entonces? ¿Alguna vez hablaron de eso de nuevo?- Pregunté yo.

  • Si. Ayer por la tarde, antes de salir libre por el fin de semana. Me dijo que quiere decirme algo importante hoy cuando vuelva. No tengo ni idea de qué quiere. Oye pero mira la hora, tengo que cambiarme para ir a desayunar, son las 10:50 AM.

  • Si quieres desayunamos juntos en la cafetería de la esquina.- Repuse.

  • ¿Y aquí en el hostal no sirven desayuno?- Preguntó ella.

  • Estoy seguro que a esta hora no. Pero si quieres pedimos algo ligero para que lo traigan.

  • OK, y así cogemos de nuevo. Tanta charla me aburre y lo que quiero es tener suficiente de ti hoy para el resto de la semana.- Finalizó mi amada.

Continúa en:

"JUSTINA: SIEMPRE Y NUNCA".

Para el próximo capítulo he propuesto dos pistas de música incidentales, tal y como en LA LUJURIA HECHA MUJER estas ayudarian a ambientar el relato:

Caetano Veloso-Vuelvo al sur

Sonata Artica-Letter to Dana