Justina: Siempre y Nunca
La historia de un amor difícil, ambientado con música de Caetano Veloso y Caramelos de Cianuro.
La historia de un amor difícil, ambientado con música de Caetano Veloso y Caramelos de Cianuro.
NOTA1: En este punto es ya virtualmente imposible encontrar gusto alguno por este relato sin antes leer los anteriores, ya que este es el final de la serie "Justina" y viene del clímax del capítulo anterior.
1.
Justina, ella dice que su nombre es Justina.
(Una viciosa mujer, un vicioso hombre. un vicioso desenlace. ¿Hay acaso algo más que decir?)
- Justina pierde su virginidad.
Versiones:
(Original) /
(Nueva, prosa reducida)
(Para comprender la perversión es necesario conocer su origen. Temprano despertar de una virgen inocente. Justina es desvirgada por su tío)
3.
Justina, La lujuria hecha mujer.
(Aprovechando su día de sabático, Justina y yo pasamos una maratónica y romántica noche)
4.
Justina: Sodomizada por el clero
(Al ser internada en un convento, Justina es castigada. ¿O premiada? Iniciación anal en una orgía con catorce sacerdotes hambrientos de sexo.)
NOTA2: Este relato contiene sugerencias de música incidental para ambientar algunas escenas y ayudar a hacer mas gráfica la lectura, espero comentarios, estas sugerencias de música han sido pensadas con el fin de amenizar al máximo la experiencia del lector.
JUSTINA: SIEMPRE Y NUNCA
PRIMERA PARTE
(Música Incidental: Caetano Veloso-Vuelvo al sur)
Nos miramos a los ojos. Temblamos. Enrojecidos, respirando hondo.
Tu pelvis y la mía fundidas, colisionando por la atracción que ejerce en mí tu eje gravitacional. Y en esa breve muerte, el interior de tu vientre se siente como el lugar mas cómodo para permanecer oculto mientras la tormenta electromagnética termina en el exterior. Dices mi nombre. Parece ser ilusión mía. ¿Será? Ojalá no. Dices: "Te amo".
El tiempo vuelve a correr con su ritmo normal. Mi corazón no. Eyaculo una, dos, tres veces, y siento tu coño contraerse y ajustarse a mi falo.
"Yo también", Digo. Entonces sonríes, y relajadamente mi respiración vuelve a ser la misma. Apoyo mi cabeza en tu pecho, casi poniendo tu pezón en mi mejilla derecha, y me quedo dormido.
Una hora después despierto, y no está ese olor a cachondez que suele ocupar la estancia cuando tu estas ahí. No me molesta pero me siento solo. Y apenas va una hora desde que me quedé dormido. El reloj de la mesa de noche lo confirma. Es la 1:30pm y te has ido.
Ese día por la mañana lo pasé ocupándome del caso que me tenía en aquel pueblo, y sobre el cual no he comentado aun, quizá por miedo. Si, miedo, pues hablar de negocios personales con narcotraficantes puede meterte en problemas. Y más aun cuando se trata del capo de los narcos del país. Bueno, de uno de los capos, pues en ese negocio de la droga hay más caciques que indios, pero bueno, mi opinión no es importante en lo referente a este tema, solo diré que trabajaba para Pedro Escobedo.
Para quienes aun no han oído hablar de él, les diré que su nombre es sinónimo de poder en Colombia, o al menos lo era en mis días, cuando el régimen del terror, o terrorismo, que para mi es lo mismo, era tan popular en mi país, y en particular en Cali.
Ese día finalizaba mi contrato con Escobedo. No. Si se imaginan que me iba de mula, no era ese mi trabajo. Verán, Escobedo sufría de un raro caso de impotencia a edad temprana. Él contrató mis servicios buscando una cura a su mal, y vaya que la habíamos encontrado. Durante cuatro meses habité su quinta, preparándole diariamente jugos de chontaduro y borojó, y muchas otras recetas homeopáticas, con el fin de estimular su producción de testosterona, vital para la excitación y posterior irrigación sanguínea del miembro, lo que causa la erección. Vamos eso lo saben todos, lo realmente terapéutico del tratamiento eran los fines de semana. Le hacía llegar chicas. En grupos de tres o cuatro, y las hacía desnudarse y practicar actos lésbicos frente a mi patrón, buscando llenar su cabeza de morbo, sin el cual, tampoco funcionamos los hombres, y es que su problema era mas psicológico que físico.
Esa mañana, la última sesión de terapia fue un éxito, y mi anfitrión logró no solo poner su falo a punto, sino fornicar con las tres muchachas que le llevé. Agradecido, me entregó la otra mitad de mi pago, como lo habíamos pactado, y me dijo que si alguna vez necesitaba de algún servicio suyo, solo le escribiera. Como todos mis clientes satisfechos.
Habiendo terminado el día, llegué a dormir al hostal, y recibí una llamada inesperada. Tan inesperada como puede ser la muerte de mi mejor amigo, un director de films pornográficos, con una compañía cotizante de la mayor parte de la industria en España.
-Hola ¿José?
-Si ¿Con quien hablo?- Contesté.
-Soy Juan ¿Como estás muchacho?
-¿Juan? ¡¡Que sorpresa!! Dichosos los oídos que te escuchan, viejo. Cuéntame ¿Que pasa?
-No ha sido difícil contactarte, te contesto antes que preguntes como di con tu paradero. Supe que ayudabas a Escobedo con un problema de salud. Conociéndote como te conozco, supe que el problema era de sexo. Porque eso es lo único que conoces tú; El sexo y el Zen.-Comenzó Juan a responder mis dudas.-Te llamo para darte aviso de la muerte de nuestro amigo Alfonso. ¿Lo recuerdas? Estoy seguro que recuerdas aun a tus amigos ¿no?
-Juan, tú y Alfonso eran mis mejores amigos. Me duele mucho saber que Alfonso ha muerto. ¿Sabes de qué falleció?-Repuse indignado ante el comentario.
-"Alfonso y tu" se dice.-Me corrigió Juan. El siempre encontraba los mejores momentos para corregirme, aun cuando fuera un asunto de vida, o de muerte, como este caso.
-Ustedes los españoles, siempre fríos, carajo, te pregunto por como murió Alfonso y tu hallas tiempo para corregirme.-Su tono seco y pausado me sacaba de quicio, como si me torturara con indecisión sobre si decirme o no la causa de la partida de nuestro amigo.
Hacía mucho tiempo no sabía nada de ninguno de los dos, pero siempre los consideré mis colegas más íntimos. Me partía el alma saber de la muerte de Alfonso, pero me ardía mucho más la indiferencia de Juan hacia el hecho.
-¿Me vas a decir o no? ¡¡Carajo!! -Pregunté por única salida.
-Alfonso era maníaco-depresivo, José. Así lo definía su psiquiatra. Euforia compulsiva, seguida de depresiones profundas. Era como si otro Alfonso viviera la mitad de su tiempo. Lo que a veces lo podía volver eufórico, podía también entristecerlo hasta el punto de querer acabar con su vida. Supe que firmó un testamento en vida, cuando aun le quedaba cordura. De eso hace un mes, y ayer se pegó un tiro en la sien.-Un sollozo en su voz me hizo entender que aunque Juan sonara duro por fuera, siempre sería sensible por dentro.-Se suicidó, José.-Empezó a llorar.
-¿Cuando lo entierran, Juan?-Pregunté con un hilo de voz, un nudo en la garganta y las manos temblándome.
-Pasado mañana. Deberías venir. La Sociedad Nocturna le ofrecerá una ceremonia especial, y todo miembro retirado o activo que lo haya conocido está obligado a asistir.- Dijo Juan. Su voz se reponía, y su hablar era más calmado.
-Yo no pertenezco a La Sociedad Nocturna desde hace mas de diez años, Juan. Y aun así, soy un miembro expulsado. Pero iré al sepelio.
-¿Donde te hospedarás?-Preguntó Juan.
-Hazme una reserva en algún hotel. Dos noches.
-¿Por qué no te quedas en mi casa un tiempo mientras decides? Puedo recibirte y serás mi invitado de honor como en los viejos tiempos.
-No, Juan. Voy acompañado. Y esta vez espero quedarme. Compraré una casa en Madrid o Sevilla.
-Mejor entonces. Quédense ambos y nos ponemos al corriente. Vamos, José, acepta mi invitación.
-Este bien. Pero dame tiempo, pasado mañana te confirmo.
Esa noche no dormí. Por mas que di vueltas en la cama, la imagen de la ultima vez que vi a Alfonso con su sonrisa de oreja a oreja, despidiéndome en el aeropuerto de Madrid. ¿Que habría conducido a Alfonso al suicidio? Siempre fue mas alegre que yo, y mucho más espontáneo. De hecho, siempre tuvo mejor suerte con las mujeres que Juan y yo juntos. Diez años son mucho tiempo, y el corazón de los hombres se hace más amargado y rencoroso con el tiempo.
La mañana siguiente, fui al convento a buscar a Justina. Un cura de unos 26 o 27 años me atendió en la puerta, y cuando pregunté por Justina, me dijo que no sabía de quien le hablaba. No le di importancia a este extraño detalle y fui a buscarla a la capilla donde la conocí. Nada. No la encontré. ¿Que se hizo?
El calor del mediodía me obligó a dirigirme a una tienda a tomar una cerveza y fumarme un cigarrillo, a fin de relajarme. Niños con uniformes de colegio compraban meriendas en la esquina de la callejuela. Y entonces la vi. No tuve que llamarla, me vió y caminó hacia mi.
-¡Hola! -Contestó desde lejos. Se me acercó y me besó.-Hoy me tocó cuidar a lo niños del primer grado del colegio. ¿Como estás?
-He llegado al convento y he preguntado por ti, y me dijeron que no hay nadie ahí que se llame Justina.
-¿De casualidad ha sido un sacerdote alto de pelo café oscuro, medio canoso?-Preguntó ella.
-¿Nicolás?-De repente entendí.-Bueno, en fin, debo hablar contigo, amor. Ven esta tarde al hostal.
-OK, como a las 3pm estoy allá. Chau.-Se despidió besándome de nuevo.
Esa tarde, luego de almorzar, esperé en mi habitación por no se cuantas horas hasta que dieron las 8pm y apareció. No traía el hábito. Venía de civil. Noté sus ojos cargados de una tristeza vidriosa al abrir la puerta. Al pasar dentro de la habitación, se soltó el moño que traía en el cabello. Se sentó en la cama y me miró.
-¿Para qué me llamaste?-Me preguntó.
-Tenía algo que decirte, pero te noto triste ¿te pasa algo?
-Nicolás. Quiere que lo visite a su cuarto esta noche.-Por fin su voz, antes incólume, dejó ver su estado de animo, ahora quebradiza.
-¿Qué le dijiste?
-Solo por aclararte algo-Empezó a decir-Me gusta verte, y me encanta estar contigo. Hace mucho no pensaba que podría enamorarme de nuevo, pero te has sabido meter en mi cabeza, José.-Me miraba a los ojos mientras me hablaba.-Pero Nicolás me amenazó con delatarme si no accedo a sus exigencias.
-Pero no necesitas quedarte, mi amor. Ven conmigo. Me voy mañana para Bogotá, y de ahí para Madrid. Si vienes, nos fugamos juntos a un chalet. Ya lo tengo todo preparado.- Como siempre hacía, me calló con su dedo índice mientras se me acercaba. Luego quitó su dedo de mi boca y me besó.
-Te amo, bebé.-Dicho esto, una lágrima le resbaló por la mejilla. Me tumbó en la cama y me soltó la hebilla de la correa que ataba mis pantalones. Soltó el botón y bajó la cremallera. Mi falo saltó erecto a la libertad. No traía calzoncillos.
SEGUNDA PARTE
(Música Incidental: Caramelos de cianuro-El último polvo)
Me apresuré a despojarla de su falda y blusa, procediendo igual con su panty y brasier. Siempre permitiéndole mamar mi verga, que se empalmó más rápido que la bendición de un cura tuerto.
Entonces, me levanté y me arranqué la camiseta. Me fijé frente a ella y mi pantalón cayó por gravedad al suelo.
Ya desnudos, la tomé por el cuello y la besé, mientras pasaba mi otra mano por su raja. Estaba seca. Acaricié su barbilla, su boca, mientras la miraba a los ojos y veía esa mirada, distinta a todas las que antes me había echado. Esta era la mirada de un cordero arrinconado por un matarife. Un ternero degollado. Introduje mi dedo índice en su boca y jugué con su lengua. Ella solo me miraba de vuelta.
Retiré mi dedo y lo escupí. La tiré al colchón, recostándola. Entonces esparcí mi saliva en su coño con mi dedo. Era delicioso. Como meter mi dedo en arequipe. Pronto la saliva estaba tibia y sus labios vaginales abriéndose y cerrándose, como el baile de una medusa en el mar.
Puse sus rodillas en alto, en la posición del pollo asado. No hacía falta mas jugueteo. La quería alrededor de mi verga. No necesitaba comerme su coño primero. Me quería dentro de ella. Lo dijo:
-Te quiero dentro -Esta vez no la dejé continuar hablando. Me gustó clavarla de golpe y callarla así.
Me agité dentro y fuera. Empujando mis veinte centímetros de pinga. Mi sangre hirviendo. Una vena pronunciándose en mi frente. Frenéticamente arremetía contra su concha como si de un carguero se tratase. Y mi verga era un torpedo. Un torpedo que golpeaba el casco de la nave a 7 penetraciones por segundo.
Quería hacerla mía por todas las veces que no lo fue antes de conocerme. Quería grabarme en su vulva. No es mentira lo que dicen de la memoria muscular. Después de todo, los músculos también aman.
Seguía gozando con la estrechez de su coño. Me abrazaba y lloraba como loca iracunda. O una ira enloquecida. Entonces el sadismo innato en mi naturaleza de hombre se activó, y como un reflejo, mi pelvis azotó más rápido contra la suya.
Pronto se vino y continué penetrándola con mi ritmo demencial. Pude contar las palpitaciones de su coño. Fueron ocho palpitaciones y media.
Me fascina que una mujer esclavice mi polla con su concha. Es como si una fuerza sobrenatural me mantuviera pegado a su vientre.
Entonces me retiré y me puse debajo de ella, en la posición del cangrejo. Mi favorita. Azoté su culo con brusquedad. Como si librara una batalla campal. De hecho la libraba. Si lograba hacerla lo suficientemente mía, ella no querría hacerlo con Nicolás y se iría conmigo.
Seguí blandiendo mi sable contra su ano y escuchaba sus gritos. Oh si, le gustaba. Su ano estaba más caliente que el propio infierno y culearla me tenía en el cielo.
Me retiré y tomé posición tras de ella y ella posó como perrito. Empujé suavemente y arremetí salvajemente. Su culo estaba mas apretado que la tuerca de un motor Turbo-Diesel.
No lo soporté mucho tiempo. Me vine en medio del último embate echando semen a presión contra las paredes de su apretada y ardiente cavidad anal.
Nos tumbamos y pude salir de su ano. Me besó y se puso de pié, buscó su ropa y se vistió.
Verla vestirse tan rápido me indicó que ya se iba. Me vestí yo también. Salimos a buscarle un taxi. Conseguimos uno y entonces antes de dejarla montarse, la tomé por el brazo y le di vuelta. La miré a los ojos y le dije:
-Vente conmigo. Solo seremos tú y yo. Nos iremos lejos, adonde sea.
-Siempre. Nunca.
-¿Que significa eso?
-No podemos ser solos tú y yo. Mientras yo sea una monja y tú un fornicario no podremos tener un futuro juntos. Solos. Será imposible. Tan imposible como usar "siempre" y "nunca" en una sola oración.
-Eso es fácil: "Tu siempre dices y nunca haces". Es sencillo.
-Ahora trata de usarlas en el mismo predicado y con el mismo sujeto. ¡Mira, me tengo que ir! después hablamos.- Y dicho esto se subió al taxi y me dejó con la palabra en la boca. Sendas lágrimas con parkinson se agitaban en mis ojos. Y como si la noche percibiera mi tristeza, empezó a llover.
TERCERA PARTE
Empaqué mis cosas y me eché a dormir. Si ella no quería venir conmigo entonces me iría solo.
Por la madrugada, salí de mi habitación. Pasé por la recepción y cancelé mi cuenta. Encendí un cigarrillo y me senté en una mecedora de la terraza frontal del hostal. Enfriaba mi cabeza mientras fumaba.
La vi. cruzando la calle como un espejismo. Se fijó frente a mí, a unos 3 pasos. Entonces me preguntó:
-¿Ya te vas?
-De hecho, esperaba acabarme el cigarrillo.-Di una ultima fumada y lo tiré al suelo. Lo pisé.-Ya he terminado. Adiós, amor mío.
Entonces empecé a caminar.
Pero...-Le alcancé a escuchar. Me di vuelta y la interrumpí con rudeza, intentando detener el torrente de razones que ella me daría y que posiblemente me haría quedarme ahí:
"Pero" no es una oración, Paola. Te ofrecí lo que puedo darte porque pensé que podríamos seguir juntos si venías conmigo, pero como no vienes, entonces...- Me interrumpió ella, siguiendo mí juego;
¿Entonces qué?
¿Que somos? - Pregunté, mas para mi que para ella. Y dicho esto tomé mi camino, maleta en mano, caminando bajo la luz cenital de la lámpara de la calle. Amanecía. Eventualmente la luz se acabó fuera del rango de la lámpara, y entonces caminé bajo la sombra, hasta que el primer rayo de luz solar se asomó cruzando por el tejado del patio donde vendían los fritos. Entonces, más por un último vistazo, que por rendición, me di vuelta a ver si la encontraba, y no estaba ya en el horizonte.
Ya en el avión, con destino a Bogotá para luego tomar vuelo a Madrid, tuve tiempo para mirar por la ventanilla durante todo el trayecto, mientras en mi mente una respuesta a mi última pregunta se urdía:
¿Qué somos, si no dos palomas solas en el parque. La luna sobre el mar. Luciérnagas que al aparearse destellan e irradian polvo de masa de la cual están hechas las estrellas. Masa cósmica. Cosmos en polución. Polución de partículas de amor en el aire. Un solo amor hecho dos corazones en dos cuerpos?
Malparidez existencial. Atávica necesidad de tenerte para mi solo.
Siempre serás mía, Siempre. Y nunca.
FIN
Este ha sido el episodio final de la serie Justina próximamente empezaré la serie La Mexicana, aun dentro de la obra Los Viajes del Erudito Nocturno que como entenderán, la historia completa se divide en series cortas. Espero comentarios, pueden dejar sus mensajes aquí o en mi correo gutdammit@yahoo.es