Juro que vale la pena esperar

Bueno, he vuelto, no sé durante cuanto tiempo y tampoco muy bien porqué pero espero que disfrutéis del mini -relato.

"Juro que vale la pena esperar"

Mis pulmones se llenaban de aire a cada inhalación de desesperación. ¿Duraría siempre este dolor?

Afrontar el abandono, la desdicha y la melancolía en un sólo golpe siempre es difícil hasta para el mejor luchador. Mi poca consciencia se levantó del suelo de mi nublada mente para concederme un atismo de inspiración que me tranquilizó. Siempre los recordaría como ellos a mí.

Diecinueve años, verdaderamente no eran muchos.

Con un asentimiento le indiqué a aquel hombre de ya entrada edad que deseaba incenerarlos. Era lo que ellos deseaban.

Paso a paso, lentamente y recordando salí de aquel hospital. Pronto tendría que ir a la universidad. ¿Tanto puede cambiar el transcurso de tu vida un día desde que abres los ojos hasta que los cierras de nuevo?

Hacia menos de dos años todo era perfecto, o al menos es como lo veo ahora. Tenía una novia estupenda, mis padres me reñían por llegar tarde a casa, reíamos viendo la tele juntos los domingos... ¿Por qué no apreciamos lo que tenemos?

Ya nada es igual. Ya no tengo una novia estupenda, mis padres ya no tendrán que reñirme por llegar tarde, y mucho menos volveré a ver la tele junto a ellos los domingos.

El frío de febrero en Madrid hizó que mi cuerpo espabilara, y volvierá por sí sólo a la vida. Debía ir a clase y llamar a tía Isabel.

6 años después.

-Señores pasejeros les informamos que el vuelo con dirección Sidney, Australia está a punto de despegar. Por favor...

-¿Está todo preparado Peter?- le preguntaba a mi copiloto de cabina después de revisar con un vistazo rápido todo.

-Todo listo, Capitana.-me respondió rápidamente al verme aparecer corriendo.

-Muchas gracias Pet. Te debo otra.- Dije dándole una palmadita en la espalda en forma de cariño.

-No pasa nada. Es un honor.

-Menos peloteo, o conduces tu las doce horas.

Con risas terminamos de escuchar como la azafata pedía a los últimos pasajeros rezagados que ocuparan su asiento, que pronto tomaríamos rumbo.

-Buenas noches, me presento como la piloto abordo de este AirBus A-380 con destino Sidney, Julie Robinson. Les informó que el vuelo tiene previsto una duración de 12 horas...

Después del discurso de siempre, los últimos preparativos y demás circunstacias molestas de narrar, despegamos.

-¿Crees que seguirá allí? - me preguntó con el típico brillo de ilusión que ponen los niños esperando a Papá Noel.

-Quizás, ¿le diste tu número?

-Lo olvidé.- y... Adiós brillo.

-Seguro que sigue allí, es australiana, sino está en esa playa estará en otra, pero haciendo surf seguro. - le respondí riendo.

Y vuelta el brillo. La gente se enamora continuamente, se enamora del día que hace, se enamora de un perrito bonito que ve pasa por ahí, se enamora de otra persona... Hace tiempo que no me enamoro. Puede ser ya no sepa ni identificar cuando estoy enamorada. Realmente me enamora de los cuerpos, pero ¿cuánto hace que no me enamoro de un alma?, ¿de un corazón que me llene y me permita llenar de sonrisas y risas? Alguien con compartir locuras y tristezas. Realmente el amor es bonito como aquel perrito.

Después de un aterrizaje casi perfecto, ya que nunca existe el aterrizaje perfecto. Me despido de mis compañeros y salgo en busca de mi maleta. El calor es sofocante, pero Australia lo merece.

Ya cambiada, con gorra y chanclas, espero que un taxi se digne a parar para buscar el hotel donde me quedaré durante los tres días de permiso.

Adoro ser piloto porque siempre conoces sitios nuevos, culturas, miradas, sonrisas, paisajes... Todo nuevo, semejante entre sí, pero a la vez totalmente distinto.

Entro por la misma recepción que me encnato la primera vez que la vi, y ahí está, luciendo una sonrisa al verme.

-¿Cuántos días esta vez?- me pregunto consu acento australiano.

-Dos noches, tres días señorita.-le digo como si no la conociera.

Aventuras, eso es lo que me enamora, las aventuras en la selva, en las montañas, en la nieve, en la cama... Y ella una de tantas.

-Perfecto. ¿Requiere servicio de habitacione o prefiere el buffet?

-Mmmm... Buffet, por favor.- digo continuando con el juego.

-De acuerdo. ¿ALgo más, señorita Robinson?- me pregunta con una sonrisa pícara.

Despacio y mirando para los lados, me acerco por encima de la mesa de marmol y le susurro:

-¿Quieres ir a la playa a surfear mañana conmigo?

-¿Aguantarás sin surfear con otra hasta mañana?

K.O. La mala fama, factor que tienen las aventuras, sobre todas la que tiene lugar en la cama.

-Por supuesto, lo prometo.- le digo sacándole la lengua y también una carcajada.

-Al menos me quedo con el intento.- me guiña el ojo y me pasa la tarjeta de la habitación.

Oh, Santas australianas... Todas de una singular belleza, atléticas y femeninas a la vez, preciosas todas ellas.

Negando con la cabeza y sonriendo por el reencuentro con mi pequeña aventura me dirijo a la habitación para dejar la maleta y dormir un rato.

Espero que os guste, va a ser corto, pero espero termianrlo bien y con un final del agrado de todos los lectores, aunque sea casi imposible.

Me enamora estar de vuelta y me enamorara más ver vuestros comentarios (tanto positivos, como negativos).

Nos vemos pronto. ;)